Date: Mon, 5 Apr 2021 12:58:29 +0000 From: Al Peres Subject: LA ISLA QUE NUNCA EXISTIÓ 5ª PARTE Capítulo 15 Después de cenar, los niños se fueron a dormir todavía llevando puestos los trajes de paseo; en un momento que Carla esta distraída o que lo parecía, Jeremy cogió a Helen en sus brazos y se besaron apasionadamente. El chico notó como su picha se ponía dura y presionaba contra los ajustados pantalones. Murmuró excitado: "Helen, por favor, te necesito, te echo mucho de menos." Se besaron de nuevo. "Yo también, Jeremy; pero no puedo dejar a Carla, especialmente en estas circunstancias. Por favor, se paciente." De mala gana la abandonó pero la besó de nuevo. Estaba muy caliente, excitado y empalmado; se fue a su habitación acompañado de Jackie todavía disfrazado de niña. El chico moreno sonrió cuando cerraban la puerta. "Parece que estás un poco cachondo, Jeremy." El muchacho lo miró, lo empujó rudamente en la cama y empezó a magrearlo por todas partes. "Necesito follar cualquier cosa esta noche, y nada mejor que tu maravilloso culo." Jackie sonrió yen segundos se desnudaron en la cama. Jeremy estaba tan excitado y energético que no podía esperar a que Jackie le engrasara el pene, afortunadamente la picha de Jeremy esta echando ese liquido incoloro después de haber besado a su chica. Se puso detrás de chico moreno, levantó la pierna izquierda y empujó su picha que entró toda al primer empujó. Jackie gimió un poco al sentir un rápido un dolor rápido cuando el pene de su amigo lo penetró. Jeremy se relajó por un momento, cogió la picha del chico con la mano izquierda y empezó a masturbarlo al mismo tiempo que lo follaba. Pronto los dos muchachos cogieron el mismo ritmo y comenzaron a respirar fuerte. Jackie gemía de placer al acercarse al punto de no vuelta atrás. Empujaba su culo hacia atrás intentando que el pene de Jeremy entrara al máximo posible dentro de él. Esto hizo que Jeremy alcanzara también su orgasmo con un grito sordo depositando su pequeña cantidad de semen dentro de su amigo. Se quedaron tranquilos durante unos minutos, pero eran muy jóvenes y rápido sus testículos rellenaron su próstata. Esta vez Jeremy se puso de espaldas y Jackie se sentó en él y se empaló en el precioso y largo pene de su amigo. Continuaron sus juegos sexuales hasta que estuvieron agotados; entonces, ya relajados, se echaron a dormir. Bernard sabía que el nacimiento de los gemelos se acercaba y podía ocurrir en cualquier momento. Había tomado todas las precauciones posibles y había dado órdenes para que limpiaran a fondo la habitación; estaba obsesionado con la limpieza. Había observado que durante el tiempo que permanecieron en la isla, raramente las heridas de los chicos se infectaban porque siempre estaban limpios por los continuos baños y buceos. Y como niños que eran, más de una vez se hirieron cuando caminaban o se subían a las palmeras, pero nunca se infectaban. Aplicó el mismo procedimiento con los instrumentos y todo aquello que Carla tocara. Había entrenado a Jeremy cuidadosamente, y como siempre, el chico respondió con eficiencia. Se fue a la cama no demasiado tarde, a pesar de que Jack y él habían estado fuera follando a mujeres especiales y ricas. Sus esposos estaban a miles de millas bordo de barcos. Habían estado haciendo estas visitas regularmente desde que se hicieron amigos a su llegada; siempre acompañados por el Sr. Collins; así que su amistad con ellos se había incrementado. De madrugada, oyó algunos golpes en su puerta. "Bernard, soy Jack; por favor levántate, Carla ha comenzado a tener dolores." Era el 25 de abril de 1791. Antes de que el coronel terminara la frase Bernard abrió la puerta. "¿Son frecuentes?" "No. Estoy nervioso, pero creo que cada diez minutos o así." Bernard puso la mano en el hombre de su amigo y sonrió, animando al futuro padre. Entonces con calma, le aconsejó. "No te preocupes; pasarán varias horas antes de que esté preparada. Por favor, envía a alguien a buscar la señora enfermera que estará en el hospital. Mientras despertaré a Jeremy, pero no corras, no es necesario, no tenemos ninguna prisa. Jack se restregó las manos nerviosamente. "Ya he mandado un coche para que la recoja." "Muy bien, en ese caso, espérame en tu habitación; estaré dentro de un par de minutos." Bernard se vistió apropiadamente para esta tarea y se fue a llamar a Jeremy. Lo encontró profundamente dormido y con su brazo izquierdo abrazado alrededor del chico moreno. Se rió al tiempo que tocaba la espalda de su hijo. "Vamos, Jeremy, Carla está llegando al fin de su embarazo. No corras ni tengas prisa. Lávate bien la cara y especialmente las manos, tal y como te he enseñado." El chico saltó de la cama al tiempo que se restregaba los ojos. "Dame cinco minutos y estaré preparad, papá." Bernard entró en la habitación y encontró allí a toda la familia, incluyendo a Helen que tenía entre sus manos la de Carla. Bernard entonces dijo: "Por favor, es mejor que todos salgáis de la habitación, excepto Jack." Los padres y Helen salieron y se fueron a otra estancia adyacente y se sentaron. Aquella sería una mañana larga. El médico examinó a la parturienta y lo encontró todo normal. "Carla, no tienes por qué estar preocupada, todo va como estaba previsto." Le sonrió y la chica le devolvió la sonrisa extendiendo su mano hacia su esposo. Jack la tomó y le dio un beso; los ojos del militar estaban nublados con lágrimas que querían salir. Amaba profundamente a su pequeña muñeca, como acostumbraba a llamarla cuando estaban en sus momentos íntimos. "Gracias, Bernard. Estoy más contenta y tengo más confianza desde que estáis aquí." En aquel momento la señora enfermera y Jeremy entraron. Bernard les ordenó que se lavaran cuidadosamente, asegurándose que ya se habían bañado con agua caliente la noche anterior. El sol de aquel otoño empezó a entrar a través de las grandes ventanas, así que Bernard pensó aquel era el momento ideal. Entonces instruyó a Jeremy y a la enfermera de modo que Carla pudiera oírlo. "Estamos listos, por lo tanto empezaremos la operación. Jack, por favor, es mejor que nos dejes solos." Él asintió y salió de la habitación. "¿Preparados?" "Si, doctor, estamos listos." La mujer contestó con toda confianza. "Jeremy, por favor, dale a Carla la leche." El chico lo hizo sin temblarle el pulso; la joven madre se lo bebió despacio. El médico le subió el camisón de dormir por encima de los inflamados pechos, no llevaba puesto ningún sostén. Ahora aplica una capa de crema aquí. Recuerda lo que hiciste con mi pierna." Señaló el abultado abdomen. La enfermera miró al joven muchacho sin entender las palabras que padre e hijo se decían. La mujer estaba muy sorprendida de como un chico de trece años se comportaba como un profesional de la medicina; jamás se había visto con personas como éstas en su vida, pensó. Unos minutos después Carla estaba profundamente dormida y respirando despacio. Bernard cogió algodón con unas pinzas y lo impregnó en yodo. "Jeremy, dale la vuelta al reloj de arena." Bernard entonces pidió: "Escalpelo." Sintió en su mano derecha el afilado instrumento y con decisión hizo una escisión en la parte baja del vientre de Carla. La sangre brotó y la enfermera secó con más algodón limpio que ya tenía preparado debidamente hervido y seco. Un segundo corte en la pared abdominal y ante ellos apareció la rosada bolsa. "Pinzas." Pidió. Jeremy ya las tenía preparadas y se las puso en la mano. Tomó la bolsa con las pinzas y las aplicó en un limpio corte, de pronto apareció la cara de un precioso bebé ante ellos. La cogió por las piernas y la dejó sobre el pecho de la madre. Con unas pinzas cogió el cordón umbilical y lo cortó con unas tijeras. Entonces dijo a la enfermera: "Por favor, ligue el cordón y proceda normalmente mientras me ocupo del otro bebé. "¿Cómo respira Carla, Jeremy?" "Está muy bien, la respiración estabilizada." Contestó el chico. La mujer cogió a la pequeña y la llevó a una mesa cercana, la limpió y exprimió medio limón, echándole una gota en cada ojo. La pequeña empezó a gritar. Bernard repitió la misma acción con el otro bebé, era un chico todavía más grande que su hermana; los mismos gritos, hasta que la señora lo puso al lado de su hermana para que oyeran las palpitaciones del corazón de su madre. Entonces Bernard extrajo las placentas y las echó a un cubo, cerca de la cama. Echó una mira al reloj de arena y sonrió. Limpió cuidadosamente la sangre y jugos del abdomen de Carla. "¡Pinzas, Jeremy! El muchacho esperaba esta orden y estaba preparado; le dio el instrumento para cerrar la pared muscular. "¡Aguja!" El chico puso en su mano una aguja curvada con un extraño y duro hilo. Bernard comenzó con cuidado ha hacerle puntos de sutura hasta que la cerró. Entonces repitió la acción con la otra capa en la que estaba la piel, esta vez lo hizo con hilo fuerte sanitario. Secó toda la sangre que aún quedaba y pidió: ¡Pinzas con algodón impregnado de yodo! Extendió el yodo por toda la herida y puso gasa y algodón sobre ella. "¿Cómo están los bebés?" Preguntó el médico. La señora, una enfermera profesional, sonrió encantada. "Muy bien, doctor, esperando chupar algo, especialmente el chico." Jack, los padres de Carla y Helen no estaban lejos y oyeron los chillidos de los bebés. Jack estaba terriblemente nervioso, igualmente los abuelos de los bebés; sin embargo, Helen parecía estar tranquila, como si hubiera sido ella la que estaba haciendo la operación. Entonces dijo: "Ya verán, todo va a salir bien; mi padre es un gran cirujano y Jeremy está con él." Los adultos la miraron un poco confusos; mentalmente se preguntaban cómo una pequeña muchachita podía comportarse de esta manera, en cambio, ellos adultos, estaban tan nerviosos como la gelatina. La mente de Bernard estaba concentrada en lo que tenía entre manos, de vez en cuando miraba al reloj de arena. Ordenó a sus asistentes. "Jeremy, pon los bebés en sus respectivas cunas. Ann, por favor, ayúdame a vendar el vientre de Carla." Entre ambos le pusieron una venda grande encima de la gasa y del algodón para que no se movieran. Cuando terminaron, la enfermera extendió hacia abajo el camisón de dormir. Miró de nuevo al reloj de arena. "Hemos hecho un buen trabajo, gracias Ann, gracias Jeremy. Ahora Ann, por favor, lava los bebés cómo tú sabes bien y vístelos. Jeremy, tú ayúdame a quitar todos los objetos manchados de sangre y llévate fuera las placentas." Los ayudantes actuaron como autómatas, algunos minutos después, Jeremy rodó despacio las cunas, mientras que Ann y su padre pusieron a Carla en otra cama limpia. Jeremy abrió la puerta al tiempo que Jack, Helen y los abuelos se levantaron y se aproximaron. Cogieron en sus brazos los preciosos seres y los besaron, todos estaban nerviosos. Después de besar a sus hijos, Jack preguntó con ansiedad. "¿Bernard, puedo ver a mi mujer?" El físico sonrió satisfecho. "Por supuesto que sí, pero todavía está dormida." Jack no podía creérselo; la chica estaba en la cama durmiendo plácidamente con un hermoso color rosado en sus mejillas. El hombre fuerte y alto preguntó al médico casi llorando. "¿Está ella bien, Bernard?" "Si. No obstante, tenemos que esperar durante las próximas setenta y dos horas; es el tiempo crítico. Como ya te dije, los bebés no han sufrido nada, por supuesto que echarán de menos a su madre, así que os recomiendo que busquéis una madre de leche para que ayude a Carla a alimentarlos, especialmente el niño que parece que está hambriento. Ahora tenéis que dejar los bebés a Ann para que los lave y los vista de forma apropiada." De mala gana, los abuelos dejaron los pequeños, Helen entonces dijo: "¿Te puedo ayudar, Ann?" La mujer miró a la jovencita y sonrió. "Si, por supuesto; no tardarás muchos años en tener los tuyos propios, espero." Helen miró a Jeremy que estaba muy ocupado arreglando y poniendo todo en su sitio en la habitación. El chico se puso rojo. Helen se fue con la señora a la otra habitación donde ya estabas preparada el agua templada, jabón y toda clase de ropa para los bebés. Jack se sentó al lado de Carla y algunos minutos más tarde ella abrió sus grandes ojos. Todavía como en una nube, reconoció la hermosa figura de su marido, entonces murmuró: "Jack, donde está…" No se atrevía a decir, ella o él. El hombre, con una mueca de satisfacción, besó la mano de su mujer y preguntó: "¿Quién, ella o él?" Carla estaba todavía bajos los efectos de las drogas que Bernard le había suministrado, miró confusa a su marido, y el militar añadió: "Carla, tenemos dos preciosos bebés, una niña y un niño." Parecía como si la parturienta estuviera en otra parte, pero su madre que le sostenía la mano se lo confirmó con los ojos llenos de lágrimas de alegría. "Si, querida; tenemos dos maravillosos niños." Carla miró alrededor intentando ver a Bernard, se encontró con sus ojos y supo que era lo que la madre quería saber. "No de preocupes, Carla. Están completos y por lo que he visto, parecen chicos sanos. Ahora lo importante es tu recuperación. Mañana empezarás a alimentarlos y una madre de leche te ayudará, pero te sugiero que tú lo hagas todos los días lo mejor que puedas, eso ayudará a tu cuerpo a recuperarse rápidamente a su estado normal, antes de que te quedes embarazada de nuevo; por supuesto si ese es vuestro plan." Ella sonrió. "¿Puedo verlos, por favor?" Entonces Sir Elliot intervino. "Hija mía, sentimos haberos mantenido en la ignorancia a ti y a Jack; creí que era lo mejor para evitaros más preocupaciones. Ha sido todo responsabilidad mía." Carla extendió su brazo y apretó el de su padre. "Te quiero, papá. Lo se." Ann y Helen volvieron con los bebés y los pusieron encima del pecho de la madre; Carla, con la felicidad reflejándose en sus ojos, los besó repetidamente. Bernard intervino. "Lo siento, Carla, pero necesitas descansar; tendrás tiempo sobrado para cuidarlos, ahora quiero que te recuperes del gran corte que te hice para traerlos a este mundo. Alguien tiene que estar contigo las 24 horas del día, al menos, durante las próximas 72 horas. Ann hará la primera guardia." "¿Puedo yo hacer la segunda, por favor?" Preguntó Helen. Bernard argumentó. "Bueno… no quiero interferir, es Jack el que tiene que decidir quien cuida a su esposa. La señora Elliot seguramente se encargará de los bebés y Ann con toda seguridad encontrará a alguien que ayude. Es una excelente profesional." La enfermera entraba en aquel momento y escuchó los comentarios de Bernard. "Gracias, Doctor. Debo decir que jamás he visto a un hombre tan obsesionado con la limpieza como usted, incluyendo a enfermeras y médicos en el hospital. Yo me encargo de buscar una buen enfermera que cuide de la joven señora." Todos salieron, cerraron la puerta y se fueron a tomarse una taza de té. Unas cuantas horas más tarde Carla se despertó, Helen estaba de guardia, así que se sintió muy feliz de encontrarla allí. ¿Dónde están mis niños, Helen?" "Están durmiendo, igual que tú, pero después de haber chupado toda la leche de la enfermera; si continúan así, muy pronto necesitarán una cuchara en vez de los pechos, especialmente el niño." Carla sonrió muy contenta. "Todavía te envidio mucho, Carla. Me encantaría poder verlos crecer, estoy segura que serán una preciosa parejita y tú estarás muy orgullosa de ellos." "Por qué no te quedas aquí con nosotros. Serías como mi hermana menor y…" Helen la paró con una risa amplia. "¡Oh, no! Yo también quiero crecer y tener mis propios hijos." Carla se rió al tiempo que entraba Bernard. "Por favor, hija, cierra la puerta, quiero comprobar cómo va esta joven señora." La exploró en silencio, quitó la gasa anterior y puso nuevas. "Todo parece que está bien; una vez que hayan transcurrido 24 horas más, quiero que te levantes, dejes la cama y te des un buen baño con agua tibia, no caliente." Carla lo miró perpleja; aquel no era un procedimiento médico normal en aquellos tiempos. Su madre y amigas le habían dicho que tendría que guardar cama por lo menos una semana. Bernard vio las preguntas en la joven cara, entonces él lo reafirmó. "Si, he dicho 24 horas, y después de las 72 horas, dejarás la habitación y empezarás a dar pequeños paseos con Helen o con quien tú quieras a tu lado. Además tienes que alimentar a tus hijos a partir de esta misma noche." La joven madre miró de nuevo al físico. Tenía los pechos hinchados llenos del producto que da la vida. "Bernard, me gusta, pero… ¿no estás siendo demasiado severo?" "Si a ti te gusta, no veo por qué soy severo." La muchacha sonrió. "Deberías permanecer en cama si estuvieras enferma, pero afortunadamente no lo estás. Mi padre y yo estamos en contra de las viejas prácticas médicas, incluyendo esa costumbre de extraer la sangre del paciente con esos horribles animales." Se rieron, pero eso era cierto y ella se sintió muy feliz y afortunada de haber encontrado tal médico y amigo. Aquel día fue uno muy feliz en Ciudad del Cabo. La operación, los bebés y Carla que había pasado los momentos críticos sin problema alguno; dos semanas después del nacimiento de los bebés, estaba alimentando a sus hijos, ya se había recuperado totalmente. Ella sabía que sus amigos más pronto que tarde se marcharían, aunque a ella le habría encantado mantener a Helen allí. Esos pensamientos la hacían entristecer, sin embargo, comprendió que también ellos tenían sus propias vidas. Jack, los bebés, y los abuelos no podían ser más felices con sus nuevos retoños. A miles de millas de allí, en Inglaterra, algo similar estaba ocurriendo. Más de un mes después, el barco-correo había llegado y con él las buenas noticias que nadie ya esperaba. En el Almirantazgo, uno de los asistentes de Sir William Wolf, Almirante en Jefe de Operaciones, entró en el despacho, llevaba en la mano el memo y la carta de introducción enviada en el barco-correo referente a la muerte del Capitán Black. "Sir William, hoy, no solamente tenemos un magnifico día de primavera, también excelentes noticias de Ciudad del Cabo: el Capitán Black jamás será una pesadilla para nosotros." El viejo marino se sentó cómodamente detrás de la larga mesa de caoba, parecía confundido ante su ayudante. Extendió la mano y cogió el rollo de papeles, todavía sellados. Primero leyó la carta de introducción y nerviosamente rompió los sellos de lacre y empezó a leer el resto. Paró durante un momento y ordenó: "Por favor, cierre la puerta, no quiero que nadie me moleste hasta que haya leído estos documentos." "Si, señor." El hombre salió cerrando la puerta detrás al tiempo que Sir William comenzó despacio y con satisfacción a leer los documentos. De vez en cuando, bufaba: "¡Magnífico!" ¡Fantástico! ¡Magníficos muchachos! ¡Sorprendente Capitán Marten!" Dio un sorbo a su taza de té y finalmente dijo: "¡Oh, pobres niños!" Entonces murmuró: "Este pequeño y su padre se merecen todos nuestros respetos. Poniendo en peligro sus vidas, han salvado nuestra fragata, las vidas de la tripulación, y además hemos conseguido un nuevo barco para nuestra flota, sin mencionar la cantidad de dinero joyas, además la recuperación del yate del Capitán Marten. Ellos valen diez veces más que la recompensa." El marino hizo sonar su campanilla e inmediatamente su ayudante, un Capitán de Corbeta, entró; el jefe ordenó: "Arnold, toma asiento, te dictaré una breve misiva para el doctor Charles Northfield. Quiero el mensajero más rápido que tengamos para llevarla rápidamente." El oficial no contestó, en silencio escribió lo que su jefe le dictaba. Sir William la firmó y la introdujo en un sobre amarillo que el ayudante selló con lacre. Sabía que el padre de Bernard no estaba en el hospital, sino en su enorme casa de campo, a unas pocas horas de Londres. Acostumbraba a dedicar el viernes a curar y atender a los campesinos de la vecindad que le pagaban con afecto, gallinas, conejos o pavos, y él se veía forzado a aceptar, así que era adorado en la región. Después de un par de semanas que empezara en el colegio, John Smith definitivamente había decidido no volver al mar; le gustaba ayudar a Sir Charles cuando atendía a los pacientes. Después de unos meses era tan eficiente, que el físico-médico le pidió que le acompañara siempre que visitaba a enfermos. Sir Charles le había dicho que si continuaba haciendo las cosas como hasta ahora en el colegio, sería uno de sus ayudantes en el hospital, y con el tiempo un físico-medico. John dio gracias a Dios por su suerte, no podía ser más feliz porque aquello era lo que realmente le gustaba. Aquel día estaban atendiendo la pierna fracturada de un niño que se había caído de un caballo. Sir Charles la había ya fijado y la estaba vendando cuando el sonido de caballos llegó hasta él procedentes del patio adyacente. Un sargento y dos soldados se apearon de sus cansadas monturas, una sirvienta salió de la gran casa. "¿Puedo ayudarles, señor?" "Si. Traemos un mensaje personal urgente para Sir Charles Northfield." La joven extendió la mano para coger el sobre, pero el sargento casi le gritó. "¿Eres tonta o qué, jovencita? He dicho personal." La chiquilla asustada entro en la casa. El padre de Bernard había oído al sargento, así que instruyo a John. "Por favor, John, esta muchacha no sabe como actuar con los militares. Lleva al sargento a la biblioteca; dile que estaré allí dentro de un minuto. Esos caballos tienen que estar casi muertos, muestra a los soldados donde están las caballerizas para que los animales puedan descansar y alimentarse." "Si, señor." Hizo lo que le mandaron, el sargento se sintió más que satisfecho de como lo trataban. Conocía a Sir Charles y para él había sido un honor traer el mensaje; su Capitán le había dicho solo unas palabras referente al contenido para animarlo. "Sargento, me alegro de verle de nuevo. ¿Se recuperó de su brazo bien?" El militar se puso firme con el sombrero azul bajo el sobaco. "Si, señor; gracias, señor." El sargento extendió el sobre hacia el médico, éste rompió el sello, extrajo el papel amarillo y comenzó a leer. No pudo retener dos lágrimas que rodaron por sus viejas mejillas. El sargento se sintió desolado y se atrevió a preguntarle. "¿Malas noticias, señor? Lo siento." El anciano instintivamente abrazó al soldado que no sabía ahora qué decir. "Acaba de traerme la mejor noticia que jamás haya recibido en toda mi vida." Entonces el físico gritó: ¡Mary, Mary! Salió de la habitación. Cinco minutos más tarde, la casa parecía una revolución con gritos de felicidad, especialmente de los antiguos sirvientes. John estaba en los establos ayudando a los soldados y oyó los gritos, así que se volvió hacia la casa; pensó que alguien habría tenido un accidente y se fue a la consulta para ayudar. Se encontró al físico abrazando a su esposa, una situación rara, se avergonzó y se volvió, pero Sir Charles lo vio. "¡John, por favor, muchacho, ven aquí! También te concierne a ti. Mi hijo está vivo." De pronto, el muchacho, ahora de casi dieciséis años, no pudo evitar casi gritar de alegría, su cuerpo se estremeció con la noticia. Entonces se atrevió a preguntar. "¿Y… de Jeremy?" "Es solamente una breve nota del Almirantazgo; dicen que mi hijo y sus niños están ahora en Ciudad del Cabo. El Gobernador los ha retenido porque no hay ningún otro físico disponible y su hija esperaba un bebé en cualquier momento. A pesar de ser sábado, mañana iremos a Londres, allí está el informe completo." La anciana señora, madre de Bernard, extendió el brazo hacía él que obediente se acercó. "John, tu nos trajiste la primera esperanza que afortunadamente ahora se ha confirmado. La primavera nos ha traído el mejor regalo que podíamos imaginar." "Estoy… muy contento y feliz por esto. Espero poder verlos pronto." Dijo el muchacho con un suspiro. Entonces Sir Charles añadió. "John, hasta ahora tu eras el único superviviente, así que tienes derecho a venir conmigo al Almirantazgo, quizás tengan algunas otras preguntas que hacerte. "Será para mi un honor acompañarlo, señor." "Por favor, llama al sargento. Necesito hablar con él." El militar se presentó inmediatamente. "Sargento, usted nos ha traído muy buenas noticias, sus hombres y los caballos tienen que estar cansados, así que, si usted está de acuerdo, usted y sus soldados dormirán aquí esta noche para descansar de la gran cabalgada de hoy. Mañana de madrugada nos iremos a Londres." "Estoy completamente de acuerdo, señor, y mis hombres se sentirán felices; será un honor escoltarle al Almirantazgo." El día siguiente muy temprano, un coche salió de la gran casa. La señora Northfield declinó acompañar a su marido y se quedó en casa; quería encargar un servicio religioso especial en la iglesia local para agradecer a Dios por la vuelta de su hijo. Vestido como un joven caballero, John acompañó a Sir Charles. Entraron al enorme edificio e inmediatamente todos los altos oficiales con los que se encontró le expresaros sus mejores deseos y enhorabuena por la noticia. Entró en una larga habitación donde estaba Sir William; John se quedó fuera con el ayudante del almirante admirando los grandes cuado oleos que mostraban batallas de barcos. Sir William abrazó a su antiguo amigo y le ofreció la documentación recibida de Ciudad del Cabo. El padre de Bernard lo leyó todo cuidadosamente, entonces agradeció a su amigo por la atención recibida. En aquellos momentos nació una admiración y afecto en el alma del padre de Bernard respecto hacia su nieto. Sir William comentó: "Parece que ese chico, Jeremy, es un valiente. ¿Qué piensas de los hijos del Capitán Marten?" Sir Charles permaneció en silencio por algunos momentos. "El chico moreno no es ni africano ni indio. Voy a descubrirte algo que ha sido un secreto hasta ahora, pero al haber fallecido los causantes no tiene objeto guardarlo." Antes de que su amigo le preguntara, Sir Charles continuó. "La madre de ese chico era descendiente directa de una princesa Azteca. Marten se enamoró de ella durante uno de sus viajes con esclavos a las antiguas colonias. Se la trajo a África porque no quería que su esposa se enterara de ello. Mas adelante, cuando el embarazo de la muchacha estaba muy avanzado, se vino con ella a Inglaterra." El Almirante estaba muy sorprendido por el descubrimiento. "¿Cómo sabes tú todo eso, Charles?" "Lo se, William. Ha sido un secreto profesional y no debería revelártelo, pero si ese niño viene a Inglaterra con mi hijo, tenemos la obligación de respetarlo como a cualquier otro inglés. A él y a su media hermana no los podemos culpar por lo que su padre hizo, a pesar de la opinión que nuestra sociedad pudiera tener sobre el color de la piel. Te ruego no reveles nada hasta que mi hijo esté aquí." "Estoy de acuerdo contigo, Charles. Haremos todo lo que podamos para darles la bienvenida. Supongo que la tía de los niños no se pondrá muy contenta cuando se entere. ¿Crees que deberíamos decírselo?" "¿Por qué no? Tendrá que explicar por qué no pagó el rescate para que sus sobrinos volvieran, supongo." "Si, creo que si. Por otro lado, tenemos que inspeccionar ese barco, el yate que Marten construyó; mantuvo bien guardado el secreto de las innovaciones que introdujo para poder alcanzar esa velocidad. Estamos ansiosos de ver a tu hijo Bernard para que nos lo explique, Marten jamás lo permitió. Debemos reconocer ahora que era uno de los mejores ingenieros de Inglaterra construyendo barcos." Un poco sarcástico y triste, Sir Charles contestó. "Cómo siempre, un poco tarde. ¿No crees?" Él está muerto y ahora será su hija la que tiene que decidirlo…" Hizo una pausa. "Bien, William, te doy las gracias de nuevo por tu gran ayuda. Estaremos en contacto." "Charles, ¿cuando crees que llegará tu familia a Inglaterra?" "Todavía le queda mucho por recorrer, pero asumiendo que la muchacha haya terminado hoy y que todo haya salido bien, Bernard esperará alrededor de quince días o un mes; otros veinte o treinta días de viaje, si encuentra vientos favorables; creo que entre un mes y cincuentas días desde hoy, así que espero su llegada para mediados de mayo, como muy pronto." Sir Williams puso su brazo alrededor de los hombros de su viejo amigo, lo abrazó y ambos se dijeron adiós. Cuando se tuvo noticias del hundimiento del ballenero, una ola de tristeza y compasión corrió por todo el país. Inglaterra era una poderosa nación debido al mar y estos accidentes calaban muy profundo en los corazones británicos, y aun más porque no habían muerto luchando en una guerra, sino haciendo comercio que es lo que hacía rica a la Gran Bretaña. Sin embargo, en esta ocasión, el Almirantazgo dio una breve nota a la prensa, prometiendo que, una vez que el doctor Northfield y su familia volvieran, se les daría un informe completo sobre los hechos, incluyendo la noticia de la muerte de Capitán Black y de su cruel tripulación. La noticia fue de primera plana en los periódicos existentes en aquel tiempo y el público en general, consideró a los tres niños y al físico como héroes. Habían arriesgado sus vidas, permitiendo así el éxito de esta extraordinaria operación. Todo el mundo sintió como suyo el éxito que rápidamente se extendió por todo el país. Tim Mullen, que estaba disfrutando uno días con su familia, no fue una excepción. El lunes siguiente corrió al colegio, entró en el Seminario para encontrarse con su amigo Joe, llevaba en sus manos el periódico del día anterior. El chico pelirrojo no sabía una palabra de la noticia que corría por todos lados, ya que raramente las noticias entraban tan rápidas en el cerrado Seminario. Tan pronto como lo vio, le gritó mostrándole el diario. "¡Joe, Joe, mira las noticias!" Extendió el papel y pudo ver en grandes caracteres la noticia sobre su amigo. Joe suspiró al tiempo que sus ojos se nublaban de emoción. Instintivamente abrazó a Tim muy fuerte. "Gracias, Tim, eres un buen amigo. Si él vuelve, te lo presentaré, aunque el próximo septiembre estaré en el College en Oxford." "Eso es fantástico porque yo estoy en el Kings College en Cambridge y no está muy lejos de Oxford. Mi padre finalmente ha aceptado que yo estudie leyes, eso es lo que más me gusta, aunque a él le habría hecho más feliz que fuera un buen comerciante como él; supongo que mi hermano pequeño Frank, que ahora es un bebé, lo complacerá. Linda es la que realmente debería estudiar comercio, pero desgraciadamente es una mujer. A propósito, tengo un amigo que también estudia leyes y compartimos habitación, tiene muchas ganas de conocerte, y ahora aún más porque Jeremy y su padre le salvaron, por lo menos, el brazo cuando estaban en alta mar. Ya te lo presentaré." Hizo una pausa y Joe lo miró sorprendido. "Me parece que todavía tienes más noticias buenas, ¿no es cierto?" Me encantará conocer a ese amigo tuyo." El chico rubio sonrió. "¿Además de un buen estudiante eres adivino? Si, tengo algo más. El próximo domingo, mucho antes de que comience el servicio religioso, Linda estará esperándote en el lugar de costumbre; eso es todo." Joe suspiró y sonrió. "Definitivamente hoy es mi día de suerte. Gracias, Tim, eres además de amigo un buen hermano. Por favor, dile que no faltaré aunque el mundo se hunda." Después de unos minutos, ambos se marcharon a sus respectivas tareas. Al final del día, cuando terminó todos sus deberes, Joe se fue a la capilla del Seminario y se hincó de rodillas en un rincón. Fervientemente y con alegría, le dio gracias a Dios por haber escuchado sus súplicas. Además preparó el lugar donde se encontraría con su adorada rubita. El domingo, bastante antes de empezara el servicio religioso, dio una excusa y se fue a la capilla; observó como una persona se puso de pié en uno de los obscuros rincones, aparentemente ella había estado rezando, el chico se acercó, y sin expresar ninguna palabra, la cogió de la mano y la llevó a un escondrijo donde se almacenaba el material y útiles de limpieza, cerrándolo en silencio. Se miraron a los ojos. "Linda, estás poniendo en peligro tu reputación y…" No pudo terminar la frase porque ella estaba ansiosa y quería terminar rápido. Puso sus brazos alrededor del cuello del pelirrojo y le besó los labios. Ella era novata y jamás había besado a un chico, excepto a él; Joe le devolvió el apasionado beso. Después de aquellos momentos unidos se separaron rompiendo la caricia. "Se lo que estoy arriesgando, pero tú estás haciendo mucho más que yo." El la sonrió abiertamente al tiempo que se abrazaban muy fuerte, como si les fuera la vida en ello. Entonces le dijo al oído: "Te quiero mi preciosa rubia, estás loca y yo adoro tu locura con todo mi corazón." Antes de que la chiquilla le contestara, él la besó de nuevo notando que la suave piel de sus mejillas estaba húmeda de lágrimas de felicidad. "¡Tengo que irme, mi pecoso muchacho! Te quiero." Se separaron al tiempo que la chica le decía: "Tendrás noticias mías." En segundos, desapareció en medio de la gente que ya llenaba la gran iglesia. Todavía Joe permaneció escondido durante algunos minutos hasta que su joven corazón y su picha recobraron el ritmo normal. Habían estado juntos solamente unos breves minutos, pero habían sido suficientes, pensó él. Los días transcurrieron, en Ciudad del Cabo Carla caminaba y alimentaba a sus hijos todos los días. Después de tres semanas, se encontraba muy bien y lo suficientemente fuerte para hacer largas caminatas empujando el gran cochecito con los bebés. Bernard había quitado los puntos sanitarios externos y le puso más yodo en la herida. Celebraron el evento con una gran fiesta privada que todos disfrutaron, invitando a mucha gente, especialmente altos oficiales miembros de la Colonia. Bernard le hizo un chequeo final en presencia de su esposo y padres. "Bueno, Carla, ya estás preparada para un nuevo embarazo dentro de un mes." Ella se echó a reír. "Gracias, Bernard, pero soy muy feliz con la familia que ya tengo, no quiero tentar nuestra buena suerte. Jack y yo queremos gozar nuestras vidas con nuestros dos hijos." "De acuerdo, la decisión es vuestra, pero no tengas prejuicios de que un nuevo embarazo sería tan peligroso, este no era normal." "No importa, Bernard. Eso era lo que habíamos planeado y querido, una pareja. Si siguen bien, es suficiente para nosotros." Jack apretó la mano de su esposa y la besó con ternura y amor. "Muy bien, Carla. Necesito ir a los astilleros y comprobar los últimos arreglos en el yate. Saldremos el próximo Viernes por la mañana con la primera marea." "Os echaremos de menos, especialmente a Helen; es muy valiente y la mejor chica que jamás haya conocido." "Lo se, Carla, pero tengo la sensación de que nos veremos más pronto de lo que creemos." "Creo que si. Papá quiere jubilarse, o por lo menos volver a Inglaterra tan pronto como la Corona lo autorice. Quiere retornar a casa lo más pronto posible, pero depende de muchos factores y no solo de nuestros deseos." El Gobernador y su esposa entraban y Bernard les explicó lo bien que estaba Carla. "Bernard, nunca te agradeceremos lo suficiente por lo que has hecho a esta familia. Tengo la esperanza de devolverte, por lo menos, parcialmente todo esto." Hizo una pausa tratando de recordar algo. "¡Oh, a propósito! El cofre ha sido reparado y restaurado de maravilla, está en tu habitación. También le hemos suministrado al barco todo lo que nos mencionaste, ahora está listo para comenzar esta nueva singladura. Por favor, indica en los astilleros la lista de los alimentos y cualquier otra cosa que hayamos podido olvidar." "Gracias, señor. Lo haré ahora mismo. Nuestros planes son salir el próximo Viernes de madrugada con la primera marea alta." Se repitieron las ofertas y sentimientos. Cómo de costumbre, Jackie estaba en la biblioteca, pero en este momento tenia delante de sí un libro sobre antropología recientemente publicado. Sorprendido, miraba la imagen de dos adolescentes mejicanos, se fijó en ellos y se tocó la cara. Debajo de la imagen se leía: "Dos adolescentes aztecas. Se dice que es el pueblo más antiguo de México. Una de sus características particulares es que carecen de pelo en sus cuerpos, excepto en la cabeza y órganos privados." Continuaba explicando como vivían antes de que los españoles conquistaran su tierra en el siglo XVI. Estaba tan ensimismado en la lectura que no notó que Helen había entrado en la gran habitación. "¿Qué estás leyendo hoy, Jackie? ¿Estás todavía liado con Shakespeare?" El chico sonrió a su hermana. "No. Este libro es de antropología. Trata de razas y pueblos. Mira a este chico y a su muchacha; ¿Qué te sugieren?" Helen se fijó en el dibujo artístico, después miró a su nuevo hermano. "¡Jackie, son como tú, pero un poco mayores! Tú no eres indio, sino mejicano. Si te dejas crecer el pelo como el de este chico…" "Es demasiado pronto porque acabamos de cumplir doce años, pero…" "No creo que necesites cumplir quince años. Tus rasgos son claros, los de esta pareja son iguales a los tuyos." Jeremy estaba buscándolos para ir a los astilleros con su padre. Helen lo llamó y los tres leyeron el párrafo y volvieron a mirar el dibujo. Entonces dijo: "Es una lástima que este dibujo no sea en color, demostraría lo guapo que eres, Jackie." El morenito sonrió a su amante ocasional. "Cuando volvamos a Inglaterra haré un buen retrato de ti y Helen juntos." "Gracias, Jeremy; preferiría que me dijeras que soy bonita." Bueno, tú eres bonita, pero mi Helen es la chica más bonita del mundo." Diciendo esto y sin importarle que alguien pudiera verlos, abrazó y besó a su chiquilla. Oyeron pasos aproximándose y Jeremy dijo: "Vámonos, papá nos está esperando, la salida ha sido fijada para el próximo Viernes al amanecer." Los cuatro caminaron hasta los astilleros a ver el yate y acostumbrarse a las cosas nuevas que se le habían añadido. La nave había sido repintada y habían instalado un pequeño cañón en la proa. Discutieron y prepararon la lista de lo que necesitarían; el objetivo era hacer el viaje en dos etapas: Ciudad del Cabo-Cabo Verde o Islas Azores, y de aquí a Southampton o cualquier otro puerto del sur. Aquella noche, después de cenar, Bernard discutió el viaje con Sir Elliot. "Parecen dos etapas muy largas, al menos para un barco normal, sin embargo, puedes navegar lejos de las costas africanas, pero no demasiado, de manera que cojas los vientos alisios soplando desde el sur. Si no encuentras calma chicha, puedes alcanzar tranquilamente las Islas Azores en dos o tres semanas. Depende de lo lejos que naveguéis de la costa." Pusieron encima de la mesa un mapa y aproximadamente fijaron el rumbo. Añadió:"Desde las Azores estoy seguro que te encontrarás con los vientos alisios del noroeste si navegas no muy lejos de la costa. Esto te forzará a navegar en zigzags, no obstante, es mejor que las calmas chicha. Estamos en Abril y no creo que tengas muchos problemas." El viejo marino hizo una pausa. "Para aprovechar los alisios tienes que navegar lejos al oeste de las Azores, entonce soplarán desde el sur. Como sabes bien, en el hemisferio norte estos vientos vienen del nordeste cerca de la costa de África y en el hemisferio sur de suroeste; todo esto como regla general, puede cambiar en caso de tormentas." "Gracias, señor." Carla se puso en pie y dijo: "Bernard, aquí no hacemos muchas fiestas; sin embargo, en tu honor y para presentar los niños a nuestros amigos, mamá ha organizado un banquete para mañana por la noche, seguirá un baile." Bernard quiso argumentar, pero Carla añadió: "No os preocupéis por vuestros trajes, estarán aquí mañana por la mañana." Se miraron los unos a los otros sorprendidos por la revelación, nadie sabía nada de aquello. "Hemos invitado a la flor y nata de las familias de Ciudad del Cabo, la mayoría son holandeses, que como sabes han venido a vivir a Sudáfrica." Continuaron hablando del baile, Jackie era el único que no sabía bailar. Aquella noche, Jeremy y Helen, dirigidos por Carla, pasaron varias horas ensayando el baile; para Carla aquél era un gran regalo. Cuando terminaron de cenar y los pequeños en sus cunas, Carla miró a Jeremy. "Jeremy, sabemos que odias tu voz, permíteme que te diga que estás en un gran error. Todavía tienes una maravillosa voz de claro tenor, no es igual a la de los de los niños, que es blanca. Me gustaría pedirte un gran y último favor." Jeremy sabía perfectamente lo que la joven madre quería que hiciera. Había decidido decirle que no, pero él era una persona educada y no podía negarle a una señora lo que le pediría, además, observaba los ojos de Helen fijos en él. "Bueno, yo, yo no sé…" Tartamudeó. "Jeremy, yo toco el piano no muy mal, y solo para nosotros, deseo que cantes el Avería de Mozart o cualquier otra canción coral que quieras cantar." La muchacha se levantó y caminó hacia el piano. Jeremy su puso rojo como la amapola y miró a Helen pidiéndole ayuda; la chica se fue hacia él y cogió su mano entre las suyas al tiempo que el piano hacía la introducción de la dulce música. La voz educada del muchachito fluyó clara y armoniosa de su garganta. Cerró los ojos y su memoria voló a los viejos tiempos en la iglesia cuando cantaba junto a su mejor amigo Joe MacLean. Ahora no odiaba al sacerdote, porque gracias a él había encontrado un padre y una familia. En su corazón, dedicó la canción a su madre que hacía ya mucho tiempo que había fallecido. Dos lágrimas rodaron por sus hermosas mejillas cuando recordó a su familia y el adiós a Joe. Al terminar, un coro de aplausos llegó a sus oídos. Carla se levantó y lo abrazó con suavidad. "Gracias, Jeremy; deberías amar esa voz y no odiarla, no hay muchas personas tan agraciadas como tú." Helen le limpió la cara, y frente a todos lo besó en las mejillas. "Lo siento, hacía… hacía mucho tiempo que no cantaba y…" Helen lo cogió de la mano y se lo llevó a otra habitación; nadie los siguió porque todos sabían que alguien tenía que reconfortarlo, y solamente la pequeña pelirroja sabía como hacerlo. Cuando estuvieron solos lo besó en los labios absorbiendo el sabor salado de las lágrimas del chico. "Jeremy, creo que deberías cantar más a menudo." "¿Estás segura? Eso me hace recordar momentos muy tristes." "Y buenos también. ¿Has olvidado nuestro beso de aquella tarde durante la puesta de sol?" El chico con ternura la sonrió. "No, no lo he olvidado, igual que nunca olvidaré este." El chico tiró de la chica hasta que estuvo en sus brazos y la besó introduciendo su lengua. Ella notó el pene del chico en su entrepierna. Le sonrió, pero se separaron. "Lo siento mi guapo amante, no es el momento…" Ahora, ya más tranquilo, volvió a cantar diferentes canciones que pudo recordar y que Carla podía tocar en el piano. De pronto Helen desapareció y un par de minutos después apareció con su flauta. Todos se sorprendieron, excepto Jeremy y Bernard. Entonces ella empezó a tocarla junto con Carla al piano y Jeremy cantando. Sin proponérselo, aquella fue una noche memorable. Los sirvientes estaban detrás de las cortinas en las habitaciones próximas escuchándolos. El siguiente día tuvo lugar la presentación de los niños a la alta sociedad y a Bernard que los recibieron con afectuosos aplausos todos los invitados. Cuando Jeremy fue a buscar a Helen, quedó sorprendido con la belleza de su "Red Queen" y… No podía creer lo que estaba viendo. Varias horas antes en la intimidad de aquella rica familia, había ocurrido algo que nadie podía imaginarse, solamente los corazones nobles, como los de Carla, podía pensar en algo así. Estaba alimentando a su hijo en presencia de su marido y de sus padres, suspiró y dijo: "He pensado en algo que hará tremendamente feliz a alguien que lo necesita más que ningún otro." Su padre la miró, no dejaba de sorprenderse con las observaciones de su inteligente hija. Nadie en su familia había sido como ella. "¿Quién es esa persona y que es lo que esta brillante cabecita quiere hacer?" Miró a su esposo y sabía que Jack nunca la había decepcionado, todo lo contrario. Ella entonces se explicó. "Se trata de Jackie. Un alma enteramente femenina en todos los aspectos, en el andar, hablar, comportarse… pero con atributos sexuales masculinos. Es una desgraciada criatura que ha sufrido por esto y que, con toda seguridad, seguirá sufriendo durante el resto de su vida. Pero está en nuestras manos el hacerlo feliz durante unas horas que recordará el resto de su existencia. Lo convertiré en una chica, que realmente es lo que es, durante unas cuantas horas, como Cenicienta." "Pero eso es cruel, vas a exponerlo a las maledicencias de nuestros invitados cuando lo sepan, y Bernard se podría ofender." Dijo su padre. "Te equivocas, Papá. Primero, Bernard es demasiado noble para pensar que lo hacemos con la intención de reírnos del chico, o mejor dicho, de la chica y que a su vez Jackie se ría de nuestros invitados; no los conoces como yo. Y segundo, nadie tiene por qué saberlo, excepto nosotros, Bernard y Helen, y por supuesto, Jackie. Pasará una noche maravillosa y nosotros haremos justicia al permitírselo, como debería ser en nuestra sociedad, el hecho de ser homosexual no debería tener el baldón que tiene. Estoy segura de que en el futuro esto se corregirá." El marido abrazó a su esposa y beso a su pequeño hijo. "Estoy completamente de acuerdo contigo. Antes del banquete le hablaré a Bernard." "Como queráis, chicos." "Después de la recepción yo me retiraré. Jackie, Helen y yo cenaremos en mi habitación. Me excusareis diciendo que estoy amamantando a mis gemelos, cosa que será verdad. Nos veremos todos al comenzar el baile. Afortunadamente fue una excelente idea indicar en la invitación que los invitados debía ser de 12 años o más." "También fue bueno lo que pusimos que no trajeran regalos para los gemelos, pero que fueran generosos con su contribución para seguir las obras del Hospital." Dijo la madre de Carla. Carla llamó a Jackie y Helen que se presentaron rápidamente, les sonrió y les puso al tanto de lo que quería hacer aquella noche; Helen ni su hermano se podían creer lo que estaban oyendo, se abrazaron a Carla fuertemente. Helen entonces dijo: "No le digas nada a Jeremy, queremos darle esa gran sorpresa." Jackie no podía hablar. Todo transcurrió tal y como lo habían planeado, así que horas mar tarde, Jeremy, vestido como un joven caballero se fue a buscar a su chica, ignorando lo que se encontraría. "¡Est… estáis preciosas, maravillosas, mi jóvenes damas!" Jackie hizo una reverencia a su amante y Helen le besó en los labios. "Gracias caballero, mi hermana y yo te damos las gracias y te pedimos perdón por la sorpresa." "¡Que lástima que físicamente no seas lo que eres en este momento Jackie, eres la chica más bonita que yo haya visto jamás, después de mi Helen!" Se besaron en la mejilla como si todo fuera real, para Jackie sí lo era. Jeremy le dio el brazo a Helen y en la puerta Bernard hizo otro tanto a Jackie igual que Jack con Carla. Las tres parejas entraron en el gran salón de baile. Una pandilla de chicos y chicas los rodearon haciéndoles preguntas sobre sus aventuras, contestaron a todos amablemente hasta que Jack y Carla abrieron el baile. Ni que decir tiene que aquella noche fue inolvidable para todos los asistentes y que prometieron repetirlo en el futuro en Inglaterra. La verdadera estrella que brilló aquella noche, especialmente para los adolescentes, fue la de Jackie. No llevaba ningún objeto especial con ella, solo su joven y morena figura que partió más de un corazón y el suyo propio por un bello efebo llamado Kurls, un rubio holandés de 14 años nacido en La Haya que prometió buscarla en Inglaterra. Capítulo 16 Pasaron unos cuantos días y la fecha de partida llegó. Antes de decirse adiós, Carla llevó a Helen aparte, la abrazó con cariño y le regaló un medallón que ella inmediatamente colgó de su cuello. Entonces Helen le dio a Carla un pequeño paquete como un saquito de piel. "Toma esto, Carla, lo necesitarás; es una hierba seca y molida para prevenir el embarazo." La joven madre quedó sorprendida al tiempo que la chiquilla sonreía y continuaba. "La tienes que reducir aún más hasta que sea como el té. Debes hacer la infusión con media cucharadita y tomarla durante tres semanas, empezando el día siguiente de terminar la menstruación." Carla continuó estando sorprendida. "¿Cómo... sabes tú de esto, Helen?" La muchachita sonrió con picardía al tiempo que sonreía a su amiga. "He estado utilizándolo casi durante medio año con mi chico. Es muy fácil de encontrar esta hierba en los bosques cercanos a Ciudad del Cabo. Sin embargo debes tomarla todos los días si quiere hacer el amor con tu marido y no preocuparte por el embarazo." Carla volvió a abrazar a su joven amiga. "Gracias, Helen, te prometo que estaré junto a ti en tu boda en Inglaterra con mis hijos que actuaran como tus pajes." Se apretaron las manos. Lágrimas corrieron por las mejillas al tiempo de decirse adiós. Subieron al coche que los llevó al puerto. El Capitán y los oficiales de la Corbeta se acercaron y saludaron a Bernard y a los niños. El último en despedirse fue Jack; abrazó a los más jóvenes y después a Bernard, le dijo en voz baja: "Espero que me consigas señoras en Inglaterra para follarlas, como hice yo aquí contigo." Se rieron y Bernard empujó con el codo a su nuevo mejor amigo. "Eres un pícaro, Jack. Intentaré complacerte, pero ahora tienes una preciosa mujer en tu cama." Se dieron la mano y Bernard salto al yate. El personal de tierra soltó las amarras del barco y los chicos izaron los foques. El yate empezó a moverse con Helen al timón. Pronto el barco llegó a la bocana del puerto; entonces oyeron dos cañonazos desde la muralla del palacio. Bernard respondió al saludo con otro cañonazo como saludo de despedida y sumisión. Media hora más tarde estaban navegando a toda vela y a la máxima velocidad. Era una mañana templada de otoño con viento flojo soplando del sur; después de un par de horas perdieron de vista cualquier barco o tierra. Jeremy se acercó a su padre. "¿Papá podemos permanecer desnudos?" Lo echamos de menos, estamos hartos de la ropa, especialmente con este tiempo tan bueno." Bernard les sonrió. "Podéis hacer lo que queráis; por lo pronto yo permaneceré con mis pantalones cortos puestos." Jeremy fue el primero en desnudarse seguido por Jackie que podía observar que la picha de su amigo había crecido en tamaño y ahora tenía un pequeño parche de vello fino que había empezado a emerger en su entrepierna. Helen tenía ganas de desnudarse también, pero quería poner calientes a los chicos; ahora podía observar como su hermano estaba empalmado mirando el cuerpo bronceado de su futuro esposo. El barco navegaba suavemente a una buena velocidad, probablemente a unos 18 nudos. Bernard sabía que el "Red Queen", como había sido renombrado, podía alcanzar una mayor. Después de la comida de mediodía, Bernard dijo: "Tengo el plan de navegar noche y día a la máxima velocidad, por lo tanto tenemos que establecer guardias. Ahora estoy cansado, así que voy echarme una buena siesta. Por favor, sed buenos chicos y chica y vigilad con el nuevo telescopio. Si tuvierais algún problema, no dudéis en despertarme. Rumbo Noroeste, Helen, puedes fijar el timón pero cada hora por lo menos, comprobar y corregir la deriva con la brújula." De acuerdo, papá, tendremos cuidado." Bernard desapareció por la cabina. Cinco minutos más tarde Helen llegó desnuda y Jeremy no podía quitar los ojos de su maravilloso cuerpo. En ella también estaban creciendo algunos pelos finos en sus partes íntimas. Helen sonrió cuando vio a su amante empalmado. "¡Helen, por favor!" Rogó el muchacho excitado. Ella le sonrió de nuevo, restregó su pene y tiró de él. Jeremy la abrazó y sus labios se pegaron en un apasionado beso empezando a gemir. Ella se separó tiernamente de él. "¡Espera un minuto!" Lo dejó todo excitado, su picha escupiendo fluido preseminal, ansioso de calmarla. Pronto regresó con una manta que extendió sobre la cubierta. La chica lo abrazó y en segundos estaban restregándose sus cuerpos. Habían estado casi dos meses sin hacerlo adecuadamente y ella había estado tomando la infusión de las hierbas todos los días para evitar un posible embarazo. Antes de que pasara un minuto ya estaban jadeando, respirando fuerte y Jeremy expulsando su pequeña cantidad de semen sobre la barriga de la chica. Jackie había puesto el timón en posición fija y estaba contemplando el juego de amor. Puso sus dedos alrededor de de su morena picha y comenzó a masturbarse. No tenía prisa porque lo hacía a menudo, así que hizo una pausa, él sabía que aquello no era más que el aperitivo. Estaba en lo cierto, la pareja paró y después de unos momentos comenzaron de nuevo a acariciarse; Helen se puso encima de Jeremy y con su mano izquierda guió su duro miembro dentro de su vagina. Chillaron de placer y gusto. El chico puso sus poderosas manos alrededor de su chica y la atrajo hacia sí; sus lenguas se encontraron de nuevo al tiempo que se movían. No les importaba que el barco esparciera sobre ellos la pequeña lluvia que producía el barco. Los movimientos de la pequeña nave incluso les ayudaban más; unos minutos después alcanzaron el punto álgido del placer que habían estado esperando tanto tiempo. Gritaron fuerte no importándoles si alguien podía oírles; aunque sabían muy bien que nadie lo haría. Jackie alcanzó su clímax al mismo tiempo, un espasmo corrió por su espina dorsal y casi cayó sobre la cubierta cuando sintió la maravillosa sensación en su picha. Después de eso Jeremy y Helen se acariciaron amorosamente. Jackie soltó el timón y corrigió en un grado hacia el este para compensar la latitud producida por el viento. Una de las cosas nuevas que Bernard había instalado en el barco era una veleta para vigilar la dirección del aire. Una vez que los tres estuvieron un poco más relajados, se unieron en un común abrazo, y Helen dijo: "Sois maravillosos, chicos; Jeremy como mi esposo y tú Jackie como mi más querido hermano." Les dio un beso rápido en las mejillas y se fueron a utilizar el poderoso telescopio para explorar el mar en todas direcciones, miraron, pero no vieron nada. La puesta del sol llegó y Jeremy se hizo cargo del barco; el viento estaba amainando un poco, pero todavía el barco mantenía una buena velocidad y navegaban a toda vela. Después de la cena Bernard llegó y se hizo cargo del barco. Aquella noche y en los dos días y noches siguientes no ocurrió nada digno de mención. Hicieron el amor cuando Bernard estaba echando la siesta y el barco navegaba con excelente rapidez. De hecho, estaban un poco aburridos con la monotonía. Mientras Helen y Jeremy se acariciaban, Jackie empleaba su tiempo libre con los libros almacenados en los estantes de la habitación-estudio. Uno de esos días, Jeremy y Helen pusieron el timón fijo al rumbo que seguían, el barco avanzaba suavemente en el mar abierto; la mar estaba un poco rizada pero no mucho, estaban ya acostumbrados. Hicieron el amor sobre la manta en la cubierta bajo el sol hasta que sus cuerpos estaban satisfechos. Bernard estaba durmiendo y Jackie leyendo en el estudio. El estaba acariciando suavemente el pelo rojo de su chica, cosa que le encantaba. El muchacho dijo: "Los días que hemos pasado en Ciudad del Cabo han sido grandiosos, especialmente la noche que yo canté y tú tocaste la flauta. En aquellos instantes la imagen de mi mejor amigo Joe vino a mi mente. El es pelirrojo como tú, querida." Paró por un momento reuniendo sus pensamientos. "Algo muy importante nació entre nosotros el día que embarqué en el "Seagull". Helen sonrió e interrumpió los pensamientos de su chico. "Parece que atraes a las personas pelirrojas." "Y también al revés, ellas me atraen a mi como imán al hierro. Tú lo sabes muy bien. Ella sonrió al tiempo que acariciaba la suave cara de su amor, animándolo a continuar su narración. "Los MacLean han sido una familia realmente afortunada. Joe tenía tres hermanos y dos hermanas; el era el menor de todos. Ninguno de ellos estuvo enfermo durante aquellos terribles días de la epidemia de peste, excepto sus abuelos. Yo no tuve tanta suerte; mi padre, madre y dos hermanos desaparecieron, solamente una tía de mi madre y yo sobrevivimos. Ella era una persona mayor y enferma cuando dejé el pueblo, así que en el caso que ella falleciera, las alternativas que yo tenía eran: empezar como grumete en el *Seagull*, irme como un huérfano a un orfanato o ingresar en un colegio interno de la Iglesia, para ser un sacerdote." Hizo una pausa y Helen argumentó. "Pero tu familia tenía una granja, tú no necesitabas irte a un orfanato. Eres un chico fuerte y podrías haber cuidado tu tierra como medio de vida." "La granja no era de nuestra propiedad, sino del Lord del condado, y una vez que mi padre había muerto... No me gustaba ninguna de las dos últimas opciones. Habíamos sido los mejores amigos hasta donde yo podía recordar. Juntos hacíamos cosas de chicos..." Helen sonrió e interrumpió al muchacho para preguntarle. "¿Cómo qué?" Ella sabía la respuesta pero le gustaba que su chico se lo dijera. Jeremy se ruborizó. "Bueno... nos la chupábamos el uno al otro o nos hacíamos pajas, nada extraordinario, aunque me gustaba muchísimo estar con él. El era el único miembro de su familia que sabía leer y escribir. Cantaba en el coro de la iglesia conmigo. Desde luego era muy inteligente, yo diría que brillante, especialmente en lenguas, mucho mejor que yo; sin embargo, tengo que reconocer que no era un niño guapo. Tenía unos ojos normales, pero de un intenso color azul, labios rojos gordezuelos y la cara llena de pecas. Extrañamente no tenía ninguna peca en el cuerpo, más o menos como te ocurre a ti. Tenía dos graciosos hoyitos en las mejillas que los mostraba cuado sonreía..." El chico hizo una pausa y quitó un riso que la muchacha tenía sobre la frente. Helen suspiró, y él continuó. "El era más bajo que yo, pero más fuerte. Lo único que teníamos en común era la edad, aunque era una semana mayor que yo, si embargo teníamos asumido que habíamos nacido el mismo día. La mañana previa a mi partida fui a despedirme del sacerdote y recoger la carta de recomendación para el Capitán del Seagull. Hizo otra pausa. "Adiviné que el cura intentaría besarme en las mejillas y antes de que lo hiciera, le ofrecí mi mano y él educadamente la estrechó. Entonces me acordé de mi mejor amigo. Yo sabía que al cura no le gustaba Joe para tener sexo con él, para eso tenia disponible otros niños más guapos, pero no tan inteligentes. Entonces le dije: "Por favor, señor, cuide a Joe MacLean, es brillante y el mejor de todos los que cantamos en el coro." Pensó durante un momento, se restregó la barbilla sonriendo y dijo: "No te preocupes, lo cuidaré, la Iglesia tienes ya planes para tu amigo." Nunca supe cuales eran esos planes, ni Joe me los dijo. No pude dormir aquella noche y cerca ya de la madrugada, con algunas dificultades, le dije adiós a mi Tía y me encaminé hacia la carretera a esperar al carretero. Todavía el cielo estaba oscuro y lleno de estrellas, era un poco temprano pero el tiempo era bueno y cálido, yo no podía perder el medio de transporte. Estaba en pie a un lado de la carretera y vi que Joe se acercaba; se puso en frete mía con la gorra entre las manos y con un poco de vergüenza me dijo: "Así que te vas... Me gustaría tener tanta suerte y acompañarte..." Pude comprobar que sus brillantes ojos estaban empañados de lágrimas como estaban los míos. De pronto me abrazó muy fuerte, y por primera vez desde que éramos amigos, murmuró. "Te quiero, Jeri." Noté sus lagrimas en mi cuello como él sentiría las mías. Con verdadero amor y desde lo más profundo de mi corazón, le respondí: "Yo también te quiero, Joe. Nunca te olvidaré." Entonce nos dimos un beso rápido en los labios y salió corriendo hacia su casa. Permanecí como petrificado mientras me tocaba los labios como si quisiera guardar para siempre aquel beso. El carretero llegó y me monté en un rincón del carro cerca de las verduras que llevaba al mercado. Tú ya conoces el resto." Helen atrajo a su chico hacia ella y le restregó las espaldas con ternura confortándolo. "Es una historia muy tierna, Jeri." Dijo la chica, copiando la forma del amigo ausente. "Supongo que te pondrás en contacto con él cuando lleguemos a casa, a lo mejor está todavía allí. "No lo creo. Su familia tenía planes para irse a Nueva Inglaterra o Nueva York, donde los hermanos de su madre habían emigrado hacía años. Le habían escrito diciéndole que tendrían toda la tierra que quisieran, era buena y barata, las nuevas autoridades de nuestra antigua colonia les darían la tierra para pagarla a largo plazo. Ya ellos lo habían negociado en su nombre. No obstante, los gastos del viaje tendrían que pagárselos ellos." Helen revolvió los cabellos de su chico cariñosamente y se levantó, estaban casi al final de su guardia. Después de la comida del cuarto día de navegación, el viento incrementó su fuerza, soplaba fuerte del sur y en esos momentos, empujaba al barco navegando a 20 nudos o más. Bernard entonces dijo: "Niños, por favor, ponerse los chalecos y engancharos al cable mientras estéis en cubierta." Esta era otra de las innovaciones introducidas por Bernard para la seguridad de los chiquillos. Había instalado un cable a lo largo del barco para que se engancharan para prevenir un posible accidente causado por el oleaje y cayeran al mar. El barco era muy bajo y podía ser barrido por las olas desde la proa a la popa. Las medidas de seguridad no se discutían o argumentaban, eran incómodas pero había que obedecerlas. Sin la menor duda, los tres se fueron bajo cubierta, se pusieron una camisa y sobre ella el chaleco, enganchando su cuerda al cable. Entonces Bernard dio instrucciones. "Jeremy, tú y Helen debéis descansar mientras Jackie se pone al timón o vigila el mar. Creo que vamos a tener una noche movida esta noche. Gobernaremos el yate desde el timón instalado en la cabina." Chica y chico se fueron a dormir durante un par de horas; cuando volvieron, encontraron a Jackie vigilando cuidadosamente las velas infladas y el barco casi volando sobre las grandes olas cortándolas con la afilada proa. Jeremy entonces dijo: "Creo que deberíamos arriar la vela principal, el viento es muy fuerte. Helen, por favor, ve y despierta a Papá mientras Jackie y yo arriamos y atamos la vela." Jackie gritó para que le oyeran: "He corregido dos grados el rumbo porque el viento está soplando fuerte desde sureste." Él le indicó que le ayudara; fijó el timón y ambos empezaron la maniobra de arriar la vela mayor. Esta tarea era bastante fácil; el único problema era que estaban atados al cable de seguridad. Bernard apareció en cubierta y echó un vistazo a los foques; la velocidad había decrecido un poco pero el barco ahora estaba recuperándose a pesar de estar siendo empujado solo por los foques. "Jackie, por favor, prepara una buena cena y algo caliente para beber, lo mejor, café, lo necesitaremos." Miró al horizonte donde ya aparecían grandes nubes negras y relámpagos que se aproximaban. Jeremy dijo: "Papá, creo que deberíamos bajar uno de los foques, la tormenta está casi encima de nosotros y podría romper el mástil." "No este mástil. He inspeccionado cuidadosamente este barco; el Capitán Marten hizo un gran trabajo. El palo es más que suficiente para resistir los foques con vientos incluso más fuertes que éstos. Intentaremos permanecer lo más posible en el norte de la tormenta, creo que su rumbo es sur-este; por lo tanto, nosotros recibiremos los vientos más fuertes del sur-oeste. Si no estamos despiertos, podría llevarnos a Nueva York." Jeremy sonrió, su cara cubierta de salpicaduras de agua del mar. "Solo uno de vosotros tiene que permanecer conmigo, aunque no hay mucho qué hacer, excepto mantener el yate en su rumbo. ¿Está todo debidamente atado, amarrado y fijado en la cubierta, Jeremy?" "Si, papá." El chico entonces bromeó: "Si la tormenta nos lleva a Nueva Inglaterra podríamos aprovechar la ocasión para buscar allí a Joe." Bernard sonrió la ocurrencia de su hijo, siempre pensando en los demás. El viento aumentó la fuerza y la espuma que producía el barco se extendía y barría la cubierta. "Será mejor que te metas en la cabina y fijes bien el mecanismo del timón, gobernaremos el barco desde dentro." Pronto cayó la noche, siempre que un relámpago alumbraba el cielo podían ver las altas espumosas olas y como el barco saltaba sobre ellas o las cortaba como si fuera un pequeño submarino. Las olas parecían grandes dragones que intentaban tragarse el barco. Bernard comentó: "El único peligro es que las velas no resistan la presión del viento, pero son nuevas y están hechas de lona excelente." "Nunca se sabe, papá. En cualquier caso, tenemos recambios en el pañol." Jackie se acercó con una cafetera de café y una cena ligera para todos. Bernard pasó la noche atado al timón interior en la cabina vigilando la proa y el mástil que ahora estaba desnudo de velas, excepto los enganches de los foques. Los niños durmieron en turnos durante unas pocas horas cada uno. La pequeña embarcación esquiaba sobre las olas más que navegar; algunas veces el bauprés hería las olas cortándolas. Durante tres días más, se mantuvo la terrible tormenta. En la mañana del cuarto, séptimo de navegación, la pequeña tripulación estaba casi exhausta con falta de dormir. El día apareció radiante y sin ninguna nube, pero todavía el viento soplaba fuerte claramente desde este. Bernard entonces dijo: "Creo que ahora estamos en el pelo de la tormenta; de ahora en adelante el viento amainará, por lo tanto, debéis ir y desayunar bien. Subiremos la vela mayor. "¿No será peligroso, papá?" Preguntó Helen. "No lo creo; no obstante, estaremos atentos para arriarla en el caso que observemos cualquier problema. Después del desayuno, Jackie y Jeremy, usando la pequeña máquina, subieron la larga lona, El barco saltó como si hubiera sido herido y el mástil protestó por el trabajo extra. La energía producida por el viento se transmitió al casco por medio del mástil; el barco era como una pluma que no hizo la menor resistencia contra la fuerza del aire. Voló sobre las olas pero solo durante unas horas. Como Bernard había previsto, el viento amainó en su fuerza y el barco navegaba a toda vela y gran velocidad saltando sobre las altas crestas. Esos fueron los mejores momentos para los chiquillos; olvidaron el cansancio y empezaron a gozarlos, jugaban y gritaban cada vez que el yate hincaba su fina proa en las agitadas aguas y esparcían la espuma en las jóvenes caras. Bernard estaba ahora en la rueda del timón, lo fijó y disfrutó viendo a sus hijos jugar con los movimientos del barco. Aprovechó la oportunidad y se fue bajo cubierta a dormir, indicando a Helen que lo llamara antes de la puesta del sol. El peligro había pasado. Cuando se cansaron de jugar, Helen se trajo las mantas y los tres se tendieron e ellas. No obstante, Jeremy sabía que se podían quedar dormidos; él estaba muy cansado pero hizo tremendos esfuerzos y se sentó en la proa donde podía vigilar el mar abierto y disfrutar de la espuma que con frecuencia bañaba su joven cara y lo mantenía despierto. Miró a su adorada chica y comprobó que estaba profundamente dormida como Jackie también lo estaba. Bostezó varias veces pero se puso a pasear por la cubierta para prevenir que se pudiera quedar dormido. Era cerca del ocaso y no podía resistir más, así que se fue abajo y despertó a su padre. "¿Donde están Helen y Jackie?" Preguntó el padre. “Están en la cubierta dormidos." “Bien, tú vete a dormir, les diré a Helen y Jackie que se unan a ti. Voy a averiguar nuestra posición antes de que se ponga el Sol." Despertó a los otros dos niños y los mandó a la cama; pronto desaparecieron a través de la cabina cerrándola detrás de ellos. Bernard cogió el sextante y se situó en la proa, tomó nota de los datos y se bajó al Estudio para desplegarlos en las cartas de navegación. Después de varios cálculos, exclamó: "¡Oh, Dios, no puede ser cierto!" Cogió de nuevo el instrumento, se subió a la cubierta y enfocó una vez más el aparato al sol, pero todo estaba correcto. Entonces murmuró para sí: "¡Estamos ya cerca del Trópico de Cáncer, el barco ha navegado a un promedio de 25 nudos, habiendo recorrido más de 6000 millas!" Acariciando el mamparo del barco y contento dijo: "¡Gracias Capitán Marten! Estoy seguro que tú nunca alcanzaste esa velocidad." Bernard estaba tan contento y feliz, que no quería despertar a los chicos, pero estaba ansioso de darles las noticias. Sabía que estaban ahora en una zona de calma si se comparaba con los días anteriores, pero todavía soplaba bien el viento pero no muy fuerte, así que fijó el timón y se fue bajo cubierta a echar una siesta. Pensó que podía toparse con otro barco, pero estaban demasiado lejos de la costa de donde podría provenir el peligro, especialmente de cualquier barco de guerra español o de piratas árabes, pero era prácticamente imposible que esto pudiera ocurrir. Se despertó cerca de la medianoche y tenía mucha hambre. Echo un vistazo a las cabinas donde dormían los niños y pudo observar que continuaban profundamente dormidos recobrándose del trabajo de las noches pasadas. Como de costumbre, Helen estaba acunada entre los poderosos brazos de Jeremy y sin ninguna señal de actividad sexual. Sonrió, se fue a la cocina y encendió la estufa de carbón vegetal, poniendo encima el agua para el té. Mientras, subió a cubierta a comprobar el rumbo en la brújula exterior; el viento del sur-este soplaba un poco flojo; el barco navegaba suavemente. El tiempo ahora era un poco frío, así que pensó que los chicos no podrían permanecer desnudos, al menos durante la noche. Se sentó en la cubierta contemplando la bellísima noche con el cielo lleno de estrellas, fácilmente pudo localizar la Estrella Polar. Se preparó una cafetera de té, algunas galletas, naranjas y una manzana. Mientras comía empezó a pensar cuanto había cambiado su vida durante los casi tres años últimos, y ahora, dentro de unos días, estarían todos en casa. ¿Qué pensaría su familia acerca de sus aventuras y especialmente de su futuro? No estaba especialmente preocupado sobre el pasado, y menos aún lo que su familia pudiera pensar o decir sobre esto. Había tomado una decisión y se atendría a ella. ¿Sobre el futuro? Lo más probable será que su padre insista en que se case de nuevo, pero eso estaba tontamente descartado. Continuaría disfrutando las mujeres lo más posible, mirando al futuro en especial el día que Jeremy y Helen formaran una familia. No tenía la menor duda sobre este asunto, los dos crios se amaban demasiado para romper ese lazo tan profundo que la soledad en la isla-paraíso había creado entre ellos. Además, no quería transmitir las noticias que Sir Elliot le había dado referente a la guerra entre Inglaterra y Francia debido a la Revolución Francesa y el encarcelamiento de la Familia Real Francesa. Tendrían que tomar precauciones especiales y tener cuidado cuando entraran en el Canal. -------------------- En la antigua colonia de Inglaterra, los MacLean habían tenido mucha suerte, habían adquirido la tierra con ayuda de sus hermanos, no era solo una granja, más bien una larga porción de tierra con bosques, una laguna, una pequeña casa y mucho terreno para cultivar y criar ganado. Cuando llegaron quedaron sorprendidos de la belleza del lugar, sin embargo había que trabajar duro y ellos estaban acostumbrados. En los tres años transcurridos habían prosperado gracias a la inteligencia de la madre y la sensatez del padre; incluso una de las hijas se había casado y esperaba un bebé. Ben, ahora con 16 años, era un guapo mozo y como todos ellos iletrado, pero no con los números que los manejaba muy bien. Entró en la casa y se topó con su madre, estaba llorando en silencio. Todos echaban de menos al quisquilloso y brillante Joe, aunque nadie lo mencionara y él en Inglaterra no lo creyera. "¿Qué te pasa, madre? Ya sé, a pesar de todo yo no he sido tu benjamín, sino el inteligente pelirrojo que dejaste allí; ahora tienes remordimientos..." Ben era el único que se atrevía a hablarle a su madre en esos términos, y siempre cuando estaban solos. "Qué sabrás tú de remordimientos, mocoso." No sabes más que criticar, deberías estar en la pradera cuidando el ganado o labrando la tierra como hacen tus hermanos." Dijo la mujer limpiándose las lágrimas con el delantal. Entonces miró el regazo de su madre y vio que tenía una carta arrugada. "Dejamos a tu hermano allí, si, es cierto, pero para que no pudiera ocurrirle igual que a nosotros." Diciendo esto le mostró la carta. "Es de Inglaterra, creo; Tío Philips la encontró en Nueva York por pura casualidad cuando iban a devolverla. No lo habían hecho porque el remitente es un obispo o algo así." "Uno de los tuyos, madre. Probablemente del Dean de nuestra iglesia mayor." Aquellas palabras la hirieron, no permitía a nadie que mencionara de esa manera a la Iglesia delante de ella, pero Ben era Ben, alguien muy especial para ella. "Si quieres, se la puedo llevar a Dolly para que me la lea. Dentro de algunos meses podré hacerlo yo, ella me está enseñando en secreto para que su hermana mayor no se entere. No es muy bonita, lo sabes, pero es la mejor chica del condado y de buena familia." "Hazlo, pero no digas que te he mandado yo." El muchacho cogió la carta y su gorra y echó a correr. Por los números del sobre averiguó que la misiva tenía más de seis meses. Al llegar cerca de la escuela dio un potente silbido y se escondió detrás de unos corpulentos árboles. Unos minutos después apareció la chica toda excitada y ruborizada. "Apolo mío, te tengo dicho que no vengas a estas horas, mi hermana está dando clase a chicos. Bueno..." Antes de que pudiera seguir, el chico le dio un beso rápido, la muchachita suspiró. "Quiero que me leas esta carta, pero no se lo digas a nadie." La chiquilla le echó un vistazo antes de continuar. "¡Es una carta de hace seis meses!" "No importa; para mi es como si la hubieran escrito ayer." "Comprendo. El remitente es el Obispo auxiliar de la catedral de Southampton. ¡Caramba que amistades tienes! Dice así:*Estimada señora Maclean, espero que pueda recibir esta carta, pues ignoro su dirección exacta. Nuestro ruiseñor está muy bien y ha crecido mucho. Sigue como usted y yo preveíamos; es el primero de su curso, y ahora le menciono lo principal, el próximo septiembre ingresará en la Universidad de Oxford para terminar sus estudios. Ha dejado de cantar, no es que no pueda, sino que otros dos chicos y él, los que le acompañarán al College, tienen mucho trabajo. Además, ha recibido un duro golpe moral que lo ha dejado postrado por algún tiempo pero ha servido para resucitar de su cenizas, como el Ave Fénix; la causa, su mejor amigo Jeremy Mall ha fallecido en el hundimiento de su barco, solo se ha salvado una persona que ha confirmado el accidente." Ben dio un respingo y dijo: "Por favor, lee otra vez el último párrafo." La chica lo hizo y pudo observar como a su Apolo se le nublaban los ojos. "No me extraña que mi hermano estuviera triste y lo siga estando..." "¿Por qué, Ben?" La chiquilla lo besó en la mejilla animándole a que contestara. "Jeremy cantaba como él, era muy guapo e inteligente y además eran inseparables, algo así como los mejores gemelos. Además de ser un genio con las matemáticas, era un chico muy valiente, habría dado su vida por Joe si se la hubieran pedido. Se embarcó como grumete en un ballenero porque no quería ser un sacerdote o irse a un orfanato. Toda su familia pereció durante la epidemia de peste." La chica quería saber más sobre estas personas, ¿por qué su hermano se quedó en Inglaterra y no vino con ellos? Pero prefirió callarse prudentemente; ya habría ocasión de preguntar. "Lo siento, Ben; puede que algún día conozca a Joe, pienso que debe ser un gran chico y tan valiente como era su amigo y lo eres tú." Ben se secó las lágrimas que pugnaban por salir, y miró intensamente a los preciosos ojos castaños de su chica que tanto le gustaban. "Estoy seguro de que él te apreciaría tanto como yo, pero temo que eso nunca ocurrirá." Jeremy se despertó y observó la pálida luz que entraba por las pequeñas ventanitas redondas del casco y la preciosa figura pegada a él todavía dormida. Su vejiga le llamaba para que la vaciara, así que se levantó y fue a la cubeta que estaba sujeta al mamparo y orinó. Calculó que habían estado durmiendo dúrate casi doce horas. Sintió un poco de frío y estaba muerto de hambre. Pensó que su padre estaría en cubierta. Sintió una corriente de aire frío, así que se volvió para ponerse una camisa y los pantalones cortos. Helen se movió pero continuó durmiendo. Subió a cubierta pero allí no había nadie. Comprobó la brújula y pudo ver que el barco navegaba suavemente a toda vela rumbo norte a una velocidad de unos 12 ó 14 nudos; todo parecía estar bien en cubierta. Llamó a su padre por si estaba detrás de la rueda del timón mayor, pero no obtuvo respuesta. Su joven corazón empezó a latirle con fuerza dentro del pecho. Observó también que las olas eran pequeñas y el cielo nublado, no para una tormenta sino para lluvia copiosa que se acercaba desde el oeste. Descendió rápido por la empinada escalera, miró con ansiedad en el almacén y todas partes llamándolo preocupado. Finalmente entró en la habitación-estudio y lo encontró profundamente dormido con muchos papeles y cálculos debajo de sus brazos y cabeza. El chico suspiró aliviado y sonrió. Su preciosa futura esposa se le acercó. "¿Qué pasa, Jeremy?" El no le contestó pero la besó rápido, y casi con un murmullo le dijo: "Por favor, querida, trae una almohada y una manta." Ella obedeció. La pequeña habitación tenía un sofá en forma de "L" pegado a la pared y alrededor de la mesa atornillado, en donde Bernard estaba sentado. Con cuidado puso la almohada bajo la cabeza y levantaron las piernas al sofá como si estuviera en su camarote; lo cubrieron con la manta y cerraron la pequeña puerta. "Tiene que estar muy cansado. Nosotros hemos estado durmiendo casi trece horas." "Nosotros también estábamos muy cansados debido a la tormenta. Estoy hambrienta." Dijo la muchacha. "Ponte algo encima, hace frío fuera y amenaza fuerte lluvia." "¿Crees que tendremos otra galerna?" "No, no lo creo; es solo lluvia. Presumo que hemos navegado muy rápido mientras duró la tormenta; creo que ya hemos salido de la zona tropical." Diciendo esto oyeron como la lluvia caía fuerte sobre la cubierta. Jackie apareció también desnudo con la intención de subir arriba. "Jackie, hace frío fuera, lo mejor es que cocines algo porque estamos hambrientos. Mientras, Helen y yo nos daremos una buena ducha arriba. ¿Te atreves mi preciosa Reina Roja?" La chiquilla sonrió y se fue a buscar jabón y dos toallas. Jeremy añadió: "Jackie, tú empieza a cocinar y tan pronto como terminemos te reemplazaremos en la cocina, de manera que tú también te duches." "Muy bien, porque necesito una verdadera ducha, seguro que apestamos como una camada de zorros." Helen y Jeremy se subieron a cubierta riéndose. Tal y como habían previsto el barco continuaba suavemente navegando con rumbo norte; Jeremy corrigió el rumbo para compensar la derrota producida por la fuerza del viento, ahora soplaba claramente de sur-este con fuerte lluvia. Se ayudaron el uno al otro a lavarse, acariciándose de vez en cuando, hasta que creyeron que estaban limpios. Ahora, una vez que habían estado expuestos al tiempo húmedo, se sintieron muy confortables y continuaron desnudos. Sin embargo, sabían que podían coger un resfriado, así que se secaron y se vistieron. Jackie los recibió contento y se fue a cubierta a restregarse hasta que estuviera bien limpio. "¿Necesitas alguna ayuda?" Le preguntó Jeremy. "Si, por favor. No puedo lavarme la espalda adecuadamente." Helen les echó una mirada de sospecha, pero se sonrió y continuó la tarea que el chico moreno había empezado. Volvieron a la pequeña cocina y se sentaron alrededor de la mesa plegable. "Está lloviendo a cántaros." Dijo Jackie. "Ahora arriba está todo limpio, así que sugiero que abramos las válvulas y llenemos los depósitos de agua, eso, además, dará mayor estabilidad al yate." "¡Buena idea, hermano!" Dijo Helen. Se levantó y volvió un minuto después. "El sistema está trabajando ya; si continúa lloviendo como hasta ahora, en media hora los depósitos estará llenos, agua suficiente para diez días." El Capitán Marten, entre otras innovaciones, había instalado un conjunto de tuberías y desagües para recoger el agua de lluvia y almacenarla en los tanques situados en la sentina. Charlaron y gastaron bromas durante un par de horas; Helen se levantó. "Quiero gozar de la lluvia." "Pero hace fresco en cubierta..." Argumentó Jeremy. "No necesito estar en la cubierta, desde la cabina podemos verla, o me pondré el impermeable. "Iré contigo." Los chicos dijeron al mismo tiempo." Gozaron de los movimientos que el barco producía mientras navegaba y la espuma que esparcía la afilada proa. Ahora el viento soplaba un poco más fuerte, pero no necesitaban ponerse los chalecos salvavidas. Jeremy se volvió y vio a su padre cerca de la cabina, los tres se juntaron con él. "¿Has descansado bien, Papá? "Si. Gracias por taparme." Los tres niños abrazaron al hombre alrededor de la cintura. "Si, he descansado y desayunado muy bien. Ahora quiero daros una buena noticia y discutir los próximos pasos. Vámonos al estudio; el rumbo es correcto no hay que hacer nada en cubierta. Los niños se miraron unos a otros y todos se sentaros alrededor de la mesa cuadrada donde tenía los papeles con todos los cálculos. "Hemos navegado a un promedio de 25 nudos desde que partimos de Ciudad del Cabo. No sé exactamente donde estamos en estos momentos, ya que está nublado y no vemos las estrellas ni el Sol para poder calcular nuestra posición, pero creo que nos estamos acercando al paralelo donde están las islas portuguesas de las Azores." Jeremy y Helen se miraron sorprendidos. Jackie no sabía mucho de geografía. Jeremy señaló: "Papá, ya había observado que la temperatura es demasiado fría para la zona tropical, incluso con lluvia." "Estamos a finales de Abril, ahora aquí es Primavera, la estación de las lluvias; de lo contrario nos habríamos encontrado con los vientos alisios del Noroeste, esta situación normalmente dura unas pocas semanas, alternando con calmas." "¿Qué sugieres, Papá?" Pregunto la chica. "Sir Elliot nos advirtió sobre estos vientos, pero actualmente los que tenemos son favorables procedentes sur-oeste. "Tienes razón, Helen. El problema es que no sabemos cuanto durarán. Había planeado recalar en un puerto de las Azores, llenar los depósitos y adquirir comida fresca para la parte final a Southampton. No podemos entrar en ningún puerto español o francés; con toda probabilidad las autoridades portuarias nos retendrían, especialmente las francesas." Bernard hizo una pausa esperando los comentarios de los niños, entonces añadió: "Jackie, tú eres nuestro director de los alimentos..." "Bueno... tenemos agua para por lo menos veinte días o más, hemos llenado los tanques, y comida para unos diez; así que yo sugiero no entrar en ningún puerto y aprovechar la oportunidad que nos dan estos vientos. No sabemos que puede venir después." "Estoy de acuerdo con Jackie." Dijo Jeremy. "¿Helen? Bernard preguntó. La chica no dudó un segundo en decir lo que su amante. "Si, estoy de acuerdo con ellos, incluso podemos racionar los alimentos, si fuera necesario." Bernard sonrió; no podía tener una tripulación mejor, pensó. "Todavía no." Jackie afirmó. "Dependerá mucho en como procedamos durante los próximos días. "De acuerdo, chicos. Helen, fija rumbo a Noroeste, no quiero dar ninguna explicación a ningún barco de guerra portugués." Todos cumplieron con sus tareas y cuando llegó la noche, con el potente telescopio instalado en la popa pudieron ver pequeñísimas luces muy lejos, probablemente el reflejo de las de las Islas Azores. Bernard entonces ordenó a Helen, "Rumbo Noreste. Por favor, chica y chicos, poner todo vuestro corazón en esta parte; ya tendréis ocasión de pasarlo bien cuando lleguemos a casa. Podemos encontrar vientos fuertes del oeste cuando nos acerquemos a Inglaterra, así que debemos de poner mucho cuidado en todo esto. Guardias como de costumbre." Como Bernard había previsto, una tormenta de espesa lluvia sobre las Islas Británicas les alcanzó con fuertes vientos del Noroeste. En la mañana del día 20 de navegación, vieron en el horizonte la primera tierra situada al norte. El aire continuó soplando fuerte claramente del oeste. Navegaban a toda vela, cualquier otro capitán habría sugerido reducir trapo para evitar la posible rotura del mástil; sin embargo, nadie conocía la calidad del barco. Era imposible perseguir o capturar aquel yate si estaba bien gobernado. Los chicos dieron gritos de alegría y Bernard muy contento anunció: "¡Scilly Islands! Ellas forman la parte más extrema del sur de Gran Bretaña." "¿Es aquello Cornwall?" Preguntó Jackie. "Así es, Jackie." Era casi de noche cuando el barco majestuosamente entró en la bahía de Southampton sin ningún problema que reseñar. Arriaron y ataron la vela principal, dejando los foques para acercarse al puerto militar y no al comercial, como Sir Elliot le había aconsejado. Justo a la entrada arriaron también los foques y esperaron al pairo. Diez minutos más tarde se acercó un bote con seis remeros y un oficial; el militar subió al yate y después de saludar con disciplina, dijo: "Esta es una bahía militar, ustedes deben amarrar en el muelle comercial." Bernard entonces informó al oficial. "Lo sé, señor; no es la primera vez que vengo aquí. Soy el Dr. Bernard Northfield y estos son mis hijos. Traigo órdenes especiales para el Capitán del Puerto." Extrajo un sobre para entregárselo al oficial, pero inmediatamente el marino cambió a una sonrisa amable y abierta. Sabía que tenía orden especial para este barco. "Lo siento, señor, tiene usted razón. Daré órdenes para remolcarlo hasta el muelle. Le estábamos esperando desde hace varios días. Pensamos que quizás habrían atracado en Plymouth, Brighton o New Haven." Se miraron el uno al otro con sorpresa. Le lanzaron un cabo desde la otra embarcación y lo ataron. Empezaron a remar y el yate se movió hacia el muelle. El oficial entonces dijo: Tengo que expresarle mi felicitación a usted y a los niños, Capitán Northfield. Sus nombres salieron en todos los periódicos del país hace tiempo cuando la noticia sobre el Capitán Black llegó aquí." Bernard extendió su mano y saludó al oficial. "Muchísimas gracias. Hicimos lo que usted o cualquier otro habría hecho en nuestra situación." El oficial sonrió y Bernard continuó. "Por favor, no queremos ninguna publicidad, solamente lo que sea necesario. Los niños y yo necesitamos ver nuestra familia lo antes posible." "Lo comprendo. No se preocupe, señor. Nuestro Capitán es un hombre eficiente y tiene órdenes claras del Almirantazgo para ustedes y su barco." Tan pronto como la embarcación atracó, el oficial se fue. Un poco después eran escoltados hacia un gran edificio. A la entrada un hombre de edad mediana los saludó. "Encantado de conocerle, Sr. Northfield. Hemos preparado alojamiento para Vd. y sus hijos." Bernard sabía que podría ser un cumplido y además él no quería alterar la vida normal del puerto. "Gracias por su amabilidad, señor, pero mis hijos están acostumbrados a dormir en el barco. Sin embargo le agradeceríamos nos permitieran utilizar la casa de baños; no nos hemos aseado apropiadamente desde que salimos de Ciudad del Cabo. También, si puede, nos recomendara un coche para alquilarlo para que nos lleve a casa mañana temprano, si es posible, de madrugada. "De acuerdo, Sr. Northfield." Dijo el Capitán aliviado y llamó al sargento. "Sargento, por favor, muéstrele al capitán Northfield donde está la casa de baños." Ahora se dirigió a Bernard. "Sr. Northfield, ¿puedo invitarles a desayunar mañana antes de su partida?" Bernard pensó durante un momento, no quería parecer descortés después de las atenciones recibidas, había planeado salir muy temprano. "Gracias señor, será un placer." Bernard añadió para el caso que el capitán deseara demorar la salida: "Como de costumbre estaremos preparados al amanecer." "De acuerdo entonces. El coche estará listo para esa hora." "Gracias por su amabilidad, señor. Por favor sargento, ¿podemos...?" Cuando el capitán desapareció dentro del edificio, Bernard observó como el sargento suspiró aliviado. Bernard lo miró y sonrió, el militar le devolvió la sonrisa. "Es una excelente persona y un buen oficial, pero un terrible pesado." Jeremy miró al hombre; le recordaba la presencia de Carla y el rudo sargento. Bernard entonces dijo: "Sargento, además de un baño queremos una buena cena. Si está Vd. fuera de servicio, me gustaría invitarle a cenar con nosotros, así que muéstrenos un buen sitio." El sargento se rió de buena gana encantado. "Las órdenes que tenemos de Londres son ayudarle en lo que Vds. pidan y necesiten, por supuesto, excepto... ya sabe Vd. Así que les espero digamos dentro de una hora al costado de su barco. Además he recibido instrucciones de poner una guardia en el barco durante las 24 horas del día hasta que el Almirante diga lo contrario." Cogieron ropas limpias, toallas y jabón y entraron en la cálida casa. Era una habitación larga y grande con departamentos pequeños que se podían cerrar por dentro. Se habían construido con bañeras para una o dos personas. El sargento ordenó el agua caliente para dos baños individuales, para Helen y Bernard, y uno doble para Jackie y Jeremy. Disfrutaron el baño durante más de media hora. Jackie observó la entrepierna de Jeremy; estaba casi empalmado y su pene parecía un largo cigarro-puro, pero más grueso y alrededor de cinco pulgadas de largo. El de él, era más delgado y corto. "Te envidio, Jeremy; tú ya tienes casi pelos, y tu picha ha crecido mucho últimamente." Bueno... debes tener en cuenta que yo tengo un año más que tú y eso a nuestra edad es mucho tiempo. Al menos eso es lo que papá dice." Jackie extendió la mano y cogió el pene de Jeremy. El muchacho gimió un poco, acarició la suave piel del pecho de su amigo. "Tienes la piel más suave que jamás he tocado, pero este no es el momento, Jackie. El sargento nos está esperando y debemos ser puntuales." El chico confirmo con un gesto. Terminaron, y limpios peros hambrientos se fueron una posada dentro del recinto portuario, un lugar frecuentado mayormente por los oficiales. Les sirvieron grandes chuletas de cerdo asadas con guisantes y salsa de manzana; cerveza para los hombres y jarra grande de leche para los chiquillos; había sido ordeñada no hacía mucho de las vacas de la posada. Helen la probó y suspiró. "¡Oh señor, que sensación tan agradable! Ha transcurrido muchísimo tiempo desde que bebí leche como esta." Bernard sonrió. "Espera a que lleguemos a casa, no hay mejor leche que la que producen las vacas de Essex." Terminaron de cenar y se fueron a dormir al yate. Les gustaba dormir en el barco, además Jeremy y Helen lo hicieron como siempre. Bernard le hizo señas a Jackie para que entrara en su camarote, el chico entonces dijo: "Creo que no tendremos muchas oportunidades desde ahora en adelante." Se volvió y pegó sus labios en los de Bernard. "Gracias papá, no obstante, tengo la sensación de que pronto encontraré mi otra media naranja, o al menos un buen compañero de cama." Bernard rió, levantó la pierna del muchacho y le metió su pene. Suave y silenciosamente hicieron el amor hasta que los dos estuvieron satisfechos, entonces el muchacho se acunó en los fuertes brazos de Bernard. "Gracias papá por todo cuanto has hecho, nunca lo olvidaré." Bostezó y en un par de minutos estaba profundamente dormido. Jeremy y Helen hicieron lo mismo, pero ellos estaban enamorados y eso hacía las cosas diferentes. Jeremy contempló aquella preciosa cara y comenzó a acariciarla hasta que ya no pudo aguantar más y la montó encima de él. "Ten cuidado, no estamos solos como en la isla; fuera de la cabina hay dos guardias armados vigilando." En un murmullo él le contestó. "Lo se, querida, pero necesitamos amarnos lo más posible hasta que nuestras energías se acaben. Hace mucho tiempo que no lo hacemos de forma adecuada, además no sabemos cuando tendremos otra oportunidad." Helen pegó sus labios a los de su chico hasta que sus jóvenes cuerpos estuvieron satisfechos de sexo y amor. Entonces se echaron a dormir. Capítulo 17 La noche pasó como si hubiera transcurrido unos pocos minutos. Antes del alba saltaron de la cama, se vistieron con pantalones gruesos, ropa interior y abrigos; realmente hacía frío fuera para ellos que no estaban acostumbrados al tiempo frío y húmedo. El coche estaba listo al lado del barco, ellos ya había preparado el pesado equipaje. Después del desayuno subieron al cargado vehículo y el viaje por tierra firme comenzó. El yate quedó amarrado en el muelle militar y los chicos y chica sintieron nostalgia al dejarlo, ya que no se habían separado del mar durante los últimos tres años, ahora lo echarían de menos. Se sintieron gratamente sorprendidos cuando vieron al sargento y un escuadrón de seis soldados que escoltaban el vehículo. Después de algunas horas pararon para comer. Los soldados y el coche cambiaron de caballos por otros de refresco, los cambiarían al día siguiente a la vuelta. Alrededor de las 3:00 de la tarde, dejaron la carretera principal y tomaron por otra más estrecha. El corazón de Helen empezó a latir con fuerza; había reconocido el lugar por donde transitaban. "¿Es esta la carretera de Richmond, Papá?" "Así es." Estaremos en casa dentro de hora y media, aproximadamente. ¿Cómo has podido reconocerla? Hace casi cinco años desde que vistes estos parajes por última vez." "No es fácil olvidar un lugar en el que se ha sido tan feliz, Papá." La niña apretó la mano de Jeremy. "¿Puedes recordar estos lugares, Jackie?" "No, no los recuerdo. Todos los árboles, sombras, curvas... son iguales para mí. Además, no puedo recordar ningún momento especial, excepto cuando jugábamos juntos y aquello era dentro de la casa o en el jardín." "Pronto los verás también." Ella sonrió enigmáticamente. "Creo que a alguien no le gustará mucho nuestro retorno." Diciendo esto, el coche tomó una senda estrecha con árboles muy altos a los lados del camino; llegaron a un espacio abierto con jardines bien cuidados y al fondo una mansión de tamaño medio. Observaron a una chica joven que corrió hacia dentro de la casa, el ruido del escuadrón y el coche la asustaron. Los caballos y el coche entraron por una cancela y pararon enfrente de la puerta principal de la casa. Inmediatamente un hombre casi anciano y una señora salieron, habían adivinado quienes eran sus visitantes. Bernard descendió del coche de un salto y corrió hacia ellos, abrazando y besando a sus padres en un abrazo común. Jeremy, Helen y Jackie también bajaron del vehículo y permanecieron en pie cogidos de las manos esperando, rodeados por un grupo de sirvientes, algunos muy jóvenes y otros casi ancianos. La mayor de ellos abrazó a Bernard con efusión como si fuera un hijo. El hombre mayor se separó de su hijo y miró a los chicos y a la niña, todavía tenía lágrimas en sus viejas mejillas. Miró de nuevo al grupo y extendió sus brazos diciendo: "Jeremy, ¿no quieres abrazar a tu abuelo?" El chiquillo sintió que sus rodillas se doblaban pero Helen lo empujó suavemente. El muchacho abrazó al hombre alto que le acarició el cabello y lo besó. "¡Bienvenido a casa, Jeremy, Bienvenido hijo mío!" Jeremy besó a la madre de Bernard, pero ella lo abrazó muy fuerte, ella era tan alta como él. "Gracias mi maravilloso nieto por salvar a tu padre." Jeremy no pudo parar las lágrimas de emoción recordando aquellos tristes momentos. Ella adivinó lo que el chico tenía en su mente y le acarició la espalda con cariño. Entonces Charles Northfield miro a los otros dos viajeros y extendió sus brazos hacia ellos. "Rose y Laszlo Marten, ¿no queréis abrazar a un viejo amigo?" Jackie miró a su lado; sabía que el primer nombre de Helen era Rose, ¿pero y el de Laszlo quién era? Sin embargo ambos hermanos fueron hacia él. Charles Northfield los acogió entre sus largos y poderosos miembros. "Ha transcurrido ya mucho tiempo desde que os traje al mundo, pero os reconocería a ambos entre miles; sois las imágenes vivas de vuestras respectivas madres, excepto Rose, tu madre no era pelirroja, más bien rubia." Los hermanos adivinaron que algo especial había ocurrido en el pasado. Ella había reconocido antes de tiempo lo que en realidad era la verdad. Aquello hizo que no pudiera retener las lágrimas y abrazó al hombre que había guardado muchos secretos referentes a sus vidas. Pero la parte más interesante de aquel encuentro familiar empezó en aquel momento. La madre de Bernard lo había reservado para el último minuto. Llamó: "¡John, John! De pronto, un adolescente vestido como un joven caballero salió de un grupo de sirvientes. Jeremy lo miró y en su cara se reflejó lo que no podía creer. Ambos chicos se abrazaron con fuerza con sorpresa e inmensa alegría. Cuando se separaron fue el turno de Bernard que igualmente lo abrazó. "¡Oh John, estás vivo! ¡Estás vivo! Creíamos que nosotros éramos los únicos supervivientes. ¿Hay algún otro...?" Le preguntó Jeremy. Cuando el chico pudo hablar, ya más calmado de la emoción, le contestó, todavía el brazo de Jeremy en su hombro. "Desgraciadamente, no. Hasta donde yo sé, solamente nosotros tres somos los supervivientes del naufragio." El padre de Bernard dijo al resto de los sirvientes. "Por favor, coger el equipaje y meterlo dentro de casa." Una vez que había terminado su misión, el sargento y los soldados estaban listos para volver, pero Bernard lo paró. "Sargento, usted y sus soldados se pueden acomodar aquí y mañana volver a Southampton. Tenemos establos para los caballos y habitaciones para usted y sus hombres..." El militar, amablemente, paró la sugerencia de Bernard. "Lo siento, señor, no podemos. Tenemos que volver a la posada, de manera que mañana iniciaremos nuestro retorno a casa. Esas son las órdenes que tengo." "En ese caso, muchísimas gracias por todo." Bernard extendió la mano y los dos hombres se dijeron adiós; pero Bernard, al darle la mano, deslizó unas monedas de oro que les permitiría pasar una buena noche en la posada y un feliz retorno a casa. El sargento iba a decir algo, pero Bernard dijo: "Por favor, sargento, no sea indolente." El militar le sonrió. Gritó una orden y el coche más los soldados se volvieron a Southampton. "Entremos en casa, está haciendo frío y tu madre no puede resistir esta humedad." Bernard extendió uno de sus brazos alrededor de los hombros de su madre y el otro sobre los de su hijo. El chico suspiró, vio como el padre de Bernard hizo otro tanto con Helen y Jackie. Se sentaron en la gran habitación cuarto de estar, una chica trajo una bandeja con té y galletas. La mujer mayor se sentó en un sillón y Bernard lo hizo en el sofá. Jeremy se sentó al lado de su padre, cogió su brazo y lo situó en sus hombros; le encantaba el contacto con su padre, permaneciendo así hasta que el té estaba preparado. Helen se puso de pie y comenzó a echarlo con leche en cada una de las tazas. "¡Es maravilloso estar de nuevo en casa después de tanto tiempo! Dijo Bernard echando un vistazo alrededor de las paredes. Ahora, mirando a su hijo, añadió: "Jeremy, mañana te enseñaré todo lo que hay en esta casa." "Gracias, papá. Quiero saber cada detalle sobre este lugar, sin embargo, lo que más me gustaría ver es la clínica." Sir Charles dijo: "John puede hacer esa parte, actualmente él es mi ayudante aquí." El adolescente se ruborizó. Bernard dijo a su padre: "Papá, tu nieto encontró y compró algo especial para ti; paseábamos por el bazar en Ciudad del Cabo e inmediatamente pensó que a ti te gustaría poseerlo." El hombre mayor pareció sorprendido. "Estoy seguro que me gustará. ¿Qué es, hijo?" Jeremy se puso en pie y fue con John al lugar donde estaban los equipajes. Cogió un paquete cuidadosamente embalado y se lo dio a su abuelo. El anciano médico quitó el envoltorio del paquete y Jeremy le ayudó a abrir el cofre; cuando los instrumentos médicos se mostraron encima de la mesa, el viejo doctor abrió la boca no creyendo lo que veía. "¡Dios, mira esto, Mary!" Dijo mirando a su esposa al tiempo que tocaba con reverencia los utensilios."Había tenido noticias sobre este material pero nunca pensé que realmente existiera. ¡Te habrá costado una fortuna, son muy antiguos! No puedo creer lo que estoy contemplando." Se levantó y abrazó a Jeremy con ternura. "Gracias, hijo, nada me abría gustado más." El muchacho suspiró y se acunó en los brazos de su padre. "Estamos muy contentos que te gusten, papá. De hecho, algunos de ellos los usamos cuando operamos a Carla." "Mañana charlaremos sobre todo esto." Entonces el anciano dijo mirando a Helen. "Rosy, he enviado un mensaje a vuestra Tía, probablemente vendrá mañana; de cualquier manera, por favor, tú y Laszlo debéis sentiros como parte de esta familia, así que no tengáis ninguna prisa en dejarnos." John adivinó que las cosas se dirigían a hablar de asuntos de familia, así que se puso en pie, se excusó y se fue. El padre de Bernard comentó al tiempo que John salía. "Es un gran muchacho, y con el tiempo será un buen físico-médico." Helen dijo: "Señor, ¿por qué nombra a Jackie con ese nombre?" El médico miró a los dos niños mientras bebía un poco de té, sonrió y contestó a la pregunta de la chiquilla pelirroja. "Todas las personas que tuvieron que ver con vuestros nacimientos ya están muertas, por lo tanto ya no tengo por qué guardar ningún secreto, y mucho menos a vosotros. Jack es su segundo nombre, como el tuyo es Helen. Su nombre verdadero es Laszlo John Marten. Su madre era descendiente directa de una princesa azteca: María Quetzal; tu padre se enamoró de ella durante un viaje a México. Laszlo nació cuatro días después que tú en esa pequeña casa que vosotros llamabais la "Princess House". Los dos fuisteis bautizados y registrados en los libros de nuestra parroquia. Supongo que vosotros sabéis el resto." "Yo solo se lo que mi padre me dijo durante el viaje en el que nos capturó el "Capitán Black". ¿Cómo está nuestro antiguo hogar, Sir Charles?" El hombre miró a su hijo, no quería decir nada a una niña. "Quiero hablar a mi hijo antes de deciros lo que se sobre vuestra Tía." Helen parecía un poco perpleja, entonces Bernard intervino diciendo. "Papá, por favor, no consideres a Helen o a Jackie como niños normales, desgraciadamente ellos han madurado mucho antes de lo que hubieran querido. Helen permaneció prisionera dentro de un barco pirata rodeada de cincuenta hombres de entre 12 y 50 años. La forzaron a ver como chicas, muchachos, mujeres y hombres era violados por los miembros de la tripulación, algunos hasta que morían o era asesinados. Los más afortunados eran vendidos como esclavos, ese fue el caso de Jackie. Lo que experimentaron supera con mucho lo que tu puedas pensar sobre ello." Durante unos momentos el viejo doctor dijo: "¡Pobres niños!" Mantuvieron un silencio embarazoso y Sir Charles continuó. Vuestra tía es una persona muy promiscua, quiero decir, que le gusta en exceso tener relaciones sexuales, pero mayormente con personas de su propio sexo. Se dice que siempre tiene en casa siete u ocho chicas jóvenes con ella. Las trae de los orfanatos de Londres, organizando orgías con hombres, aunque la mayor parte de las veces son para su propio uso. Como esta casa, la vuestra está en medio del campo y no puede evitar que los sirvientes hablen de lo que ocurre allí." "Así que ha convertido mi casa en un burdel. ¿Es eso lo que quiere usted decir, señor?" "No exactamente, hija mía, sino una casa de lascivia." Helen miró a su hermano y éste asintió. "Gracias por advertirme, señor; pondremos fin a eso lo más pronto posible, no le quepa la menor duda." No estamos en contra de aquellos que les guste gozar privadamente del sexo, es un problema de la Naturaleza, pero no con esa extensión." Cerraron el asunto y comenzaron a relatar sus aventuras y cómo John había sido rescatado. Helen cogió la mano de Jackie y miro a su chico. Entonces la madre de Bernard se levanto: "Tengo que ir a ver lo que hacen estas perezosas chicas. Supongo que tú y los niños estaréis hambrientos y queréis daros un baño antes de iros a la cama." “Si madre, a los chicos y chica les gustará, y a mi también." Jeremy preguntó. "Papá, ¿podemos echar un vistazo alrededor de la casa con John cuando esté libre?" "Por supuesto que podéis, pero la abuela está preparando la cena y supongo que querréis bañaros antes de cenar." "Si, pero es solamente media hora." Los tres jovencitos salieron por la puerta principal para encontrarse con John. Se abrazaron de nuevo y el chico les mostró los alrededores, después los llevó a su pequeña habitación que tenía acceso externo. Cuando estuvieron dentro, Jackie cogió de la mano a John y se lo llevó afuera de la habitación, dejando solos a Helen y Jeremy; John sonrió al guapo morenito. "Necesitan unos momentos de privacidad." Jeremy sonrió, y cuando cerraron la puerta tomo a Helen en sus brazos pegaron sus labios en un largo beso enlazando sus lenguas. "Estoy terriblemente agitado, querida, podemos..." "No, mi amor, podemos pero no debemos hacerlo; tienes que aprender a retenerte." Jeremy la acarició con ternura. "¿Crees que es fácil hacer lo que me pides teniendo a la chica más bonita del mundo en mis brazos?" "No digo que sea fácil, pero..." No pudo terminar la frase porque Jeremy la besó de nuevo. Cuando Jackie cogió la mano de John supo que era su chico, noto como temblaba al contacto. Guardaron silencio durante un momento, Jackie miró a los dos lados del pasillo y no viendo a nadie cogió la cabeza de John y la atrajo hacia sí, se besaron durante un tiempo, esto hizo que la picha de John se pusiera tiesa como un palo como nunca anteriormente. Rompieron el beso y John acarició la suave piel de la cara del chico. "Eres como yo, ¿no, Jackie? El chiquillo sonrió con astucia y picardía. "Si, lo soy y me gustan los chicos valientes como tú." "Tú me gustaste también desde el momento que descendiste del coche, Laszlo. ¿Sabes que eres más que guapo? eres precioso. El morenito sonrió en el momento que Jeremy y Helen abrían la puerta, así que él no pudo contestarle. Se fueron a la casa, pero antes de entrar John apretó la mano de su nuevo amigo. "Si, eres precioso y me gusta mucho tu nombre nuevo." Entraron y cumplieron la orden de bañarse y cambiarse con ropa limpia para acostarse. Estaban muy cansados y sus jóvenes cuerpos necesitaban un buen descanso. La mañana siguiente, mientras que los chicos y la chica estaban durmiendo, Bernard se levantó, y después de un ligero lavado y afeitarse, se fue a la biblioteca donde se encontró con su padre leyendo la prensa de la mañana, miró a su hijo y sonrió. "¿Qué noticias tenemos, papá?" "Las peores vienen del Continente. La Revolución popular ha encarcelado a los reyes de Francia, así que su muerte es cuestión de días o semanas. Esto le viene ocurriendo a muchas personas inocentes, solo por el mero hecho de ser aristócratas o venir de una familia aristocrática, o ser religiosa." "¿Revolución? El Gobernador de Ciudad del Cabo me avanzó algo, pero pensé que no era nada serio." Su padre le sonrió. "No me doy cuenta que has estado separado del mundo por mucho tiempo." El anciano explicó a su hijo aquellos terribles hechos que removieron los fundamentos de Occidente y que marcarían la Historia del Mundo. "Tú has sido muy afortunado al no encontrarte con ningún pirata francés en el Canal, nuestros buques están continuamente patrullando, pero..." "Papá, tú no conoces el barco que construyó el Capitán Marten. Con viento, no hay pirata ni barco que pudiera capturarnos." El anciano suspiró. "Entonces, ¿cómo y por qué capturaron a la familia Marten?" Bueno, hablemos sobre cosas más interesantes." Puso su brazo sobre los hombros de su hijo. "La Royal Medical Society tiene muchas ganas de nombrarte como uno de sus más prominentes miembros y oír tu discurso sobre tus experiencias abordo del barco y la isla." "Deberían oír a Jeremy, papá. Sabe más de plantas tropicales que la mayoría de los físicos de este país. Estoy seguro que, con el tiempo, será uno de los mejores doctores que jamás hayamos tenido, solamente los dibujos que hizo serán considerados como una gran contribución a la Ciencia. Es una lástima que las mujeres no sean admitidas, porque Helen es tan grande como es Jeremy." "He visto esos dibujos la pasada semana. Recibimos un informe que envió tu Tío desde Australia. Están considerando la posibilidad de que el chiquillo lo explique, pero debes tener en cuenta que solo es un niño y desgraciadamente, las mujeres no cuentan." "Si, papá, pero un niño muy especial." "Esas son consideraciones y pasión de un padre." Sonrió al tiempo que se bebía el té. Entonces el padre de Bernard preguntó: "¿Qué vas a hacer con él? Eres su padre, después de todo, ahora es un Northfield y tienes la obligación de cuidar su educación. Los herederos del Capitán Marten son ricos, pero..." Bernard miro a los ojos a su padre y suspiró. "Papá, soy un buen físico-médico y trabajaría duro para pagarle el mejor colegio de este país, pero..." Hizo una pausa, sonrió para sí y preguntó al anciano doctor. "Papá, ¿tienes aquí una caja fuerte?" El padre lo miró un poco perplejo. "Mandé construir una en secreto en un lugar seco de la bodega hace algunos años, allí guardo los archivos de pacientes a los que no he permitido que nadie tenga acceso. En estos tiempos tan convulsos, estos archivos podrían ser bombas políticas si cayeran en manos extrañas. Pero ¿por qué me haces esa pregunta?" "Coge la llave, por favor. Volveré en un minuto." Bernard subió a su habitación y regresó con dos pequeñas y pesadas maletas. "Vamos abajo donde está la caja fuerte." Cogió una linterna y bajaron, su padre abrió la pesada puerta de la habitación-caja fuerte. Bernard puso una de las maletas encima de una mesa, extrajo los dos cocos y el paquete hecho con piel que contenía las joyas. Con mucho cuidado sacó el tapón de corcho de uno de los cocos. "Por favor, pon tus manos debajo haciendo un bolso." Bernard puso el coco como si fuera a verter agua, y entonces salió un chorro de perlas azuladas en vez de agua que cayeron en las manos del anciano. Este abrió los ojos no creyendo lo que veía. "¡Dios mío, estas... estas perlas valen una fortuna!" Dijo tartamudeando. "¿Cómo las conseguiste?" "Jeremy lo hizo, algunas veces con la ayuda de Helen. Llenamos tres cocos como éste. Hemos traído dos, uno lo dejamos escondido en la isla." Su padre le preguntó con la vista. "No puedo decirte por qué y donde, papá. Es un secreto de lo hicos; dijeron que era para el caso de que sus hijos lo necesitaran en el futuro." El padre miró al hijo de nuevo. "Si papá, están enamorados, un maravilloso y tierno amor, como tú me contaste que hicisteis tú y mamá cuando teníais su edad; por lo tanto, por favor, no te enfades si ves... algo como lo que tú y mamá hacíais." El hombre sonrió abiertamente a su hijo. Bernard, entonces abrió la pequeña bolsa de cuero e hizo igual que con las perlas. El viejo Doctor casi se desmaya. "¡Grandísimo Dios! ¿Dónde conseguiste…?. El valor de estas joyas podría ser incluso mayor que el de las perlas. Solamente el diamante azul tiene el valor de la mitad de este condado, ¿sabes eso?" Bernard se rió de la sorpresa de su padre. "Jeremy y Helen lo encontraron dentro de un viejo cañón de bronce enterrado en la cueva." "Esta pareja parece ser grandiosa y destinada a vivir juntos. Si saben ser discretos nosotros estaremos sordos y ciegos, y también cooperar con ellos hasta que se casen. Has hecho muy bien advirtiéndome, hijo mío." Metió los cocos y las joyas en la caja fuerte y miró una caja que había junto a los otros objetos ¿Qué es eso?" "Esto es propiedad de Jackie o Laszlo, como tú le llamas." Bernard abrió la caja de madera y extrajo un puñado de monedas de oro. He calculado alrededor de diez mil guineas, más tres mil para Jackie y Helen que el Gobernador les concedió como compensación por el tiempo que habían estado secuestrados en el barco pirata. Este dinero se cogió del tesoro del los piratas; el resto, veinte mil guineas, es nuestra recompensa por la captura del Capitán Black, que la tenemos que pedir aquí." Bernard relató a su padre como Jackie había averiguado y guardado el dinero. "Quiere ser escritor; sin embargo es más que un excelente cocinero. A propósito, no te sorprendas si lo ves en buena amistad con el joven John, los chicos le atraen sexualmente." El padre de Bernard se rió con franqueza y dijo: "Estos chicos son muy ricos, podrían comprar la totalidad del condado. Respecto a Laszlo, eso no es nuevo para mí. El hermano del Capitán Marten era homosexual, también; y su hermana es lesbiana, así que eso le viene de su padre." "Jackie tiene el corazón más grande que yo haya encontrado y es el muchacho más simpático del mundo." Bernard le relató a su padre como el chico se disfrazó como chica por dos veces en Ciudad del Cabo. Rieron con estas ocurrencias. Cerraron la caja fuerte y subieron al cuarto de estar. Estuvieron charlando de la situación política durante casi una hora, entonces oyeron a los chiquillos bajando. Jeremy dio los buenos días y se sentó al lado de su padre, como de costumbre, puso su brazo alrededor de sus hombros. Helen bajó y también hizo igual desde el otro lado. Bernard mirándolos, dijo: "¿Ha dormido bien mi pequeña reina roja?" La chiquilla suspiró y abrazó al padre, incluso más fuerte. "Si, pero eché de menos…" La chica se ruborizó cuando vio que el padre de Bernard estaba presente. Bernard se dio cuenta de embarazosa situación, acarició el pelo rojo y largo y la besó en la frente. "No te preocupes, Helen; él lo sabe; lo adivinó cuando os vio como os mirabais el uno al otro." Jeremy también se ruborizó como amapola. "Lo siento, papá, la próxima ves trataremos de ser más discretos." "No necesitáis serlo dentro de la casa siempre que no haya ningún sirviente o persona extraña presente. La niña se levanto y besó al anciano con cariño. "Gracias abuelo; dad nos dijo que eras grandioso." Ella se sentó cerca de Jeremy apoyando se cabeza en el hombro del muchacho. En aquel momento la madre de Bernard y Jackie entraron, el viejo físico les dijo de lo que habían estado hablando, ella les sonrió. "Realmente estas son noticias excelentes en estos tiempos terribles." La mujer miró a los largos negros ojos de Jackie y suspiró "¡Que lástima que te gusten los chicos en vez de las chicas, porque ahora tendrías un puñado de ellas a tu alrededor!" El morenito se sonrojó pero ella continuó. "No te avergüences de eso, no es culpa tuya, tu Tío Mathews era homosexual y tu Tía María también lo es." Entonces Jackie contestó a la mujer. "Gracias por decirme eso, señora Northfield, no sabíamos nada sobre este aspecto particular de nuestra familia." Se fueron al comedor para desayunar. Cuando terminaron, una de las sirvientas anunció que la señorita Helen tenía una visita y que estaba esperando en la biblioteca. Helen adivinó quien podría ser; se excusó de todos, cogió de la mano a Jackie y se lo llevó con ella. Entraron en la biblioteca y se encontraron con una mujer de mediana edad que miraba al jardín a través de los ventanales acristalados. La chiquilla tosió para llamar su atención, en efecto, la mujer se volvió, ambas mujeres se miraron a los ojos como si estuvieran midiendo sus fuerzas. Después de unos segundos, la mujer sonrió y saludó a Helen y Jackie, besándolos en las mejillas. Helen odiaba a su tía, pero la educación que había recibido en el colegio y mayormente la de Bernard en la isla, evitaba decirle lo que sentía en aquel momento; ira y desprecio eran las palabras exactas. La señora no esperaba encontrarse con una chiquilla espigada y tan crecida, tembló de pánico, porque encontró frente así la imagen viva de su cuñada a la que había odiado profundamente. "Has crecido mucho, querida, pareces una preciosa joven mujer y…" Helen la interrumpió. "Muy apropiada para tus deseos sexuales, ¿no es cierto, tía?" Pronto aquella experimentada mujer se dio cuenta de que su joven sobrina y sobrino sabían todo sobre sus actividades. Adivinó que no podría jugar con aquella muchachita y su hermano que la estaba examinando pulgada a pulgada como si fuera un espíritu de otro mundo. Helen entonces continuó. "No trates de engañarnos, Tía María; hemos estado en Ciudad del Cabo el tiempo suficiente para saber de ti. Tres años secuestrada en un barco pirata rodeada por más de cincuenta hombres crueles asesinos, allí era obligada a ver la violación o muerte de niños y adultos casi todos los días, todo esto ha creado en mi corazón tal furia y odio lo suficientemente grande para mandarte a la cárcel durante el resto de tu vida." La mujer temblaba. Sabía que ahora su sobrina tenía los medios y el dinero para poder hacerlo; sus argumentos eran tan convincentes… Ella no había pensado nunca sobre los sufrimientos de su familia. Oyó como continuaba despacio. "¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no nos rescataste? Tenías el dinero y los medios para hacerlo. ¿Por qué?" Helen casi gritó de rabia. La mujer sabía que solo tenía una carta que jugar en esta importante partida: decir la verdad. Después de todo, la muchacha era una Marten y vio a su fallecido hermano hablando a través de los ojos de aquel pequeño demonio vestido de niña. Jamás pudo engañarlo cuando estaba vivo. Con honestidad y casi con un murmullo, contesto a la muchacha. "Por dinero, placer y poder, Rosy; por eso. También quería demostrar que era capaz de hacer todo lo que tu padre y tu tío Mathews me negaban simplemente porque era una mujer y tenia desviaciones como un hombre." Helen pensó que, después de todo, la mujer era honesta diciéndole la verdad. Helen miró rápida a su silencioso hermano y encontró compresión y apoyo en la mirada de Jackie. "Por lo menos dices la verdad. Muchas veces pensé enviarte a una de esas casas horribles para que murieras de aburrimiento, o a la cárcel; te lo mereces. Sin embargo, tu sobrino Laszlo y mi esposo…" La mujer oyó esa palabra y casi salta de su asiento, pero no dijo nada. Helen sabía lo que estaba ocurriendo en la mente de su tía y continuó: Si, tía María, tengo un marido, no es legal todavía pero lo será. Es el chico más guapo, adorable y fantástico que existe en este cochino mundo. Jackie, o Laszlo, como tú dices, te lo puede confirmar. Estos dos muchachitos y mi papá, no mi padre, me convencieron para que tuviera compasión de ti. Mi padre, tu hermano, los piratas nos obligaron a ver como lo colgaban del palo mayor de la corbeta del Capitán Black. La mujer tembló con las palabras de la chiquilla, pero suspiró aliviada. Igualmente que se que te has comportado como una bruja, tengo que reconocer que tú, como el resto de la familia, eres muy buena en los negocios." La mujer pensó que era el momento de intervenir en su favor. "A pesar de la situación de guerra con Francia, he conseguido más que duplicar el capital de la familia…" "Conocemos ese hecho, tía María. Por consiguiente, hemos discutido y acordado, respecto a ti…" La niña hizo una pausa mientras la mujer esperaba su sentencia de muerte. Helen continuó."1): Tienes veinticuatro horas para deshacerte de tus perezosas chicas, pero antes de irse, tienen que fregar y limpiar todas las habitaciones y cosas que hayan usado. 2): Estarás encerrada en la "Princess house" donde están las oficinas y todos los documentos de la Compañía. Nos importa un bledo lo que hagas con tu cuerpo y de tus necesidades sexuales. Puedes mantener o cambiar cualquier chica que te guste, no obstante, debes pagarle sus servicios de tu propio bolsillo, como a cualquier ramera." La mujer iba a decir algo, pero prefirió no decir nada hasta que su sobrina terminara. "Y 3): Continuarás a cargo de los negocios de la Compañía. Controlarás a los hombres y yo te controlaré a ti. Discutiremos los ingresos que debes tener, después de todo debes vivir decentemente y de acuerdo con tu estatus social, usando los coches de la empresa y todos los demás útiles en tu tarea diaria. Si me entero de algo en sentido contrario, te confinaría en esa casa horrible, o te dejaría libre para que vayas a donde quieras, pero sin un penique nuestro. No creo que seas tan tonta; después de todo tú también eres una Marten. Medita sobre todo esto y dile a Mama Villa que entre. Supongo que la habrás traído contigo." La mujer suspiró aliviada. "Gracias, Rossi, y también a ti Laszlo; os prometo que no tendréis queja de mi. Si, reconozco que tengo esos deseos, igual que tú y Laszlo seguramente tenéis, pero de modo diferente; somos los únicos miembros de nuestra familia y debemos permanecer unidos." "Estamos de acuerdo contigo. Pasado mañana, Laszlo y yo ocuparemos nuestra antigua casa, así que debes demostrar tu eficiencia." "Muchas gracias." Se besaros fríamente en las mejillas y la mujer abandonó la biblioteca. Un minuto más tarde entró una mujer gordita que abrió sus grandes brazos y abrazó a Helen y Jackie visiblemente emocionada, las lágrimas le corrían por las mejillas. "¡Oh mis niños! ¡Mis queridos niños! Recé muchas veces al Señor para que volvierais. Esa bruja… Helen y Jackie le devolvieron el abrazo, entonces con cariño la chiquilla le dijo: "Por favor, Mama Villa, siéntate. No necesitas preocuparte más por ella; ahora todo ha pasado, hemos vuelto y estamos a salvo. He tomado algunas decisiones." Helen le explicó todo lo relativo a la reclusión de su tía y sobre las chicas y otros sirvientes. "Tu eres ahora la jefa allí. Tenemos que contratar un par de buenas chicas o mujeres del pueblo que sean discretas para que te ayuden, si es posible que sean de tu familia. Seremos nada más que mi hermano y yo; y…" añadió en la oreja de la mujer: "la mayoría de las noches, unos chicos, mi futuro esposo y el amante de Laszlo también estarán aquí." La mujer abrió sus grandes ojos y sonrió abiertamente. "Supongo que será un chico guapo; tú eres una muchacha rica e inteligente; sin embargo, ¿no es demasiado pronto que tú comiences…?" Helen sonrió a la buena mujer; había sido su madre de leche en el pasado. "No mama. Pasado mañana te lo explicaré todo de como nos fue durante estos cinco años. Hemos estado solos en una perdida isla en medio del océano casi durante dos años. ¿Puedes imaginarte lo que una chica y un chico desnudos todo el tiempo podían hacer en esas circunstancias?" La mujer se echo a reír a carcajadas. "Si, lo comprendo; yo habría hecho lo mismo en tu lugar." Se levantó y argumentó: "Debo irme. Tengo muchas cosas que hacer antes de que vosotros lleguéis. Pondré a trabajar a todas esas mujeres perezosas y glotonas." Se abrazaron y la señora salió cantando en murmullo una canción española. Helen arrastró a su hermano hacia ella. "Está lloviznando y quiero pedirle al abuelo que me de su autorización para leer sus libros." Dijo Jackie. "Creo que Jeremy tiene tu misma idea." El morenito ayudó a John con sus deberes y preparó el fuego en la chimenea de la biblioteca; pronto los dos muchachos estaban atareados leyendo, siguiendo las instrucciones de Bernard. Jackie leía libros de literatura y John lo hacia de medicina y botánica. Estuvieron todo el día allí, mientras que Bernard acompañaba a su padre en las visitas a sus pacientes campesinos, como era su costumbre los viernes. Helen pasó el día con la madre de Bernard contándole sus aventuras en el barco pirata y especialmente en la isla. Después de la comida, John vino a alimentar el fuego y Jackie lo acompañó para ayudarle. Tan pronto como estuvieron en el cobertizo de la leña, se miraron con ternura y se abrazaron. "Me gustas mucho, Jackie. He pasado la noche pensando en ti; no puedo quitarme de la cabeza tu imagen." El guapísimo azteca acarició las espaldas de John. "También me gustas tu, John. En el yate tuve la sensación de que pronto encontraría mi otra mitad y creo que la he encontrado, al menos por el momento. Hablaremos mañana. Será mejor que hagas tus deberes temprano, porque vamos a pedirle a papá que te permita a ti y a Jeremy que nos ayudéis a establecernos y pasar la noche allí en la casa. "¿De verdad quieres que eche la noche contigo?" Jackie sonrió con picardía. "Si, a menos que tu no quieras." John apretó las manos de Jackie y percibió como se empalmaba." "¿Estás loco?" Se besaron durante unos momentos, un beso largo y húmedo. "Será mejor que volvamos, no quiero que se enfaden conmigo." Emplearon el resto del tiempo charlando y haciendo planes para el futuro. Capítulo 18 La siguiente mañana los dos muchachos se fueron de nuevo a la biblioteca, y alrededor del mediodía, un coche vino a recogerlos. Su tía había demostrado su eficiencia terminando unas horas antes del tiempo prefijado. Cargaron el equipaje y consiguieron el permiso que habían pedido para pasar el fin de semana juntos en la gran casa. John se uniría a ellos después de que terminara sus trabajos. Mama Villa, su marido como jardinero y dos muchachas jóvenes los recibieron. No vieron rastro alguno de su tía ni de su tripulación de chicas. Helen beso a Mama Villa y a su esposo y saludó al resto. La nueva ama presentó a Jeremy que besó a Mama Villa amablemente en las mejillas y dio la mano a su marido, además saludó a las nuevas chicas. Helen estaba excitada, cogió de la mano a Jeremy y le enseñó la casa. Era muy similar a la del padre de Bernard. Los recuerdos volvieron y no pudo evitar que algunas lágrimas corrieran por sus mejillas, especialmente cuando entraron en la habitación donde su madre la había concebido hacía más de trece años. Había una cama grande con un dosel cubriéndola, sillas lujosas, mesitas de noche, gruesas alfombras y una chimenea que había sido encendida para calentar la habitación. Tenía ventanas mirando al jardín con gruesas cortinas verdes. Todo estaba como ella lo recordaba, pero más pequeño. Abrió una puerta más pequeña dispuesta a mano izquierda, la abrió y entró en otra habitación que tenía dos camas más, con muchos juguetes esparcidos encima de las sillas. Jackie se agachó y recogió un osito de peluche color marrón, lo besó; con mucho cuidado lo puso debajo de las mantas de la cama de la izquierda. Helen miró a su hermano y lo atrajo hacia ella con ternura, notó que los ojos del chico estaban húmedos. "Era tu juguete favorito." Dijo Helen, al tiempo que el chiquillo secaba sus lágrimas. "Así es. Lo guardaré para cuando tengas tu primer bebé, hermana. Ahora soy demasiado mayor para tener un osito de peluche." Jeremy puso sus fuertes brazos alrededor de los hermanos y apretándolos contra él. Continuaron viendo y explorando la gran casa. En un momento que estaban contemplando el jardín, Jeremy dijo: "Es más que suficiente para cinco niños; no importa si son chicos o chicas." Helen puso sus brazos alrededor del cuello del muchacho y lo atrajo suavemente hacia ella. "¿Cómo se llamarán, esposo mío? Preguntó la chiquilla con un deje de broma. Él se puso serio y dijo: "Por lo menos habrá una Helen y un Jeremy, y con toda probabilidad un Bernard." Ella puso su brazo izquierdo alrededor de la cintura de su futuro esposo al tiempo que él lo hacía sobre los hombros de ella; así cogidos se bajaron a la planta baja para encontrarse con Mama Villa. Jackie corrió hacia ella y dijo: "Hoy es un día especial. Yo cocinaré el almuerzo y la cena." La mujer miró a Helen sorprendida. "Mama, pon a alguien que le ayude, es un excelente cocinero, al menos eso fue lo que dijo el gobernador de Ciudad del Cabo." "Le ayudaré yo misma, hija. Tu tío Mathews cocinaba muy bien, así que viene de familia como tantas otras cosas." Sonrieron. Mama Viílla había notado el amaneramiento de Jackie y había adivinado que al muchacho no le gustaban las chicas en su cama. La comida y la cena fueron una maravilla y la muchacha invitó a la mujer para que se uniera a ellos en aquel evento especial, ella rechazó la idea pero Jeremy insistió y finalmente la mujer y su marido aceptaron cenar con ellos. Cuando terminaron y todos los platos estaban limpios, se fueron al cuarto de estar cerca de la chimenea donde ardía un enorme tronco. Mama Villa había preparado un cóctel especial como hacían en Puerto Rico cuando ellos vivían allí. Era una mezcla de jugos de frutas y una pequeña porción de ron. Eso elevaba los espíritus; por primera vez desde que habían salido de su país, después de la muerte de su familia, se sentó al piano y tocó algunas melodías antiguas. Jeremy se unió a ella y Helen trajo su flauta. El chico cantó con educada voz de casi tenor unas pocas canciones que todos aplaudieron. Llegó la hora de dormir; Mama Villa y su marido se levantaron y caminaros hacia la pequeña casa cerca de la grande. Cuando estaban ya casi fuera deseando a la chica buenas noches, en voz baja le murmuró: "Utilizábamos esa bebida para las novias en su primera noche. Espero que dé buen resultado." Se fueron después de cerrar la puerta. Jeremy y Jackie cogieron unas lámparas de aceite y entraron en sus respectivas habitaciones. Sonriendo se desearon buenas noches y cerraron las puertas. Jeremy encendió otras dos luces, así que la gran habitación estaba maravillosamente iluminada. Añadió más leña al fuego mientras que la chica corría las pesadas cortinas. Se encontraron en el centro del confortable dormitorio; se miraron a los ojos por un instante y se abrazaron, sus labios se unieron en un apasionado beso. "Te quiero, mi preciosa pelirroja, mi reina; esta es nuestra verdadera noche de bodas." Empezó a desnudarse, pero Helen lo paró. "Eso es privilegio mío; no tengas prisa, mi joven esposo, tenemos toda la noche, además, no necesitas utilizar el salto del conejo; he estado tomando las hierbas desde que terminó mi última menstruación." Jeremy le sonrió y la besó de nuevo. "Estoy muy excitado, mi pequeña y sabia pelirroja." "Lo sé porque yo estoy igual." Ella continuó desnudándolo tirando las prendas sobre una silla. La última fue unos anchos pantalones cortos, cuando se los quitó, su pene esta tieso y echando el incoloro líquido. Tomó a la chica en sus brazos y la echó sobre la larga cama. "Ahora también es mi privilegio." Cuando ambos estaban desnudos, Jeremy se puso encima de ella, sus bocas se encontraron y sus lenguas danzaron mezclando la saliva. El chico estaba demasiado excitado y su joven cuerpo pedía un desahogo, así que se corrió hacia abajo y cogió entre sus labios el clítoris de la muchacha. Ella gimió de placer cuando el chico metió su lengua en la vagina de la chica. Ella apenas pudo decir: "Por favor, Jer… Jeri, quiero chupártela." El sonrió y se puso en posición 69, inmediatamente Helen se metió en la boca la picha de cinco pulgadas de su amante. No necesitaron mucho tiempo para alcanzar su primer clímax de la noche. Sus cuerpos se tensaron y pararon de respirar. La chica chilló de placer y el chico gimió al tiempo que expulsaba su pequeña cantidad de semen en la boca de su amada. Ella se la tragó no dejando escapar ni una gota. Jeremy se volvió a su posición original y sus bocas se unieron saboreando la crema del chico. Hasta aquí, la misma escena se estaba desarrollando en la habitación cercana entre John y Jackie, por supuesto con ligeras diferencias en lo que se refiero al sexo. John acarició varias veces a su nuevo chico. Solo unos pocos días antes jamás habría imaginado lo que le ocurriría, parecía un sueño y así se lo dijo a su amante. "Laszlo, nunca pensé que tendría conmigo un ser tan guapo y maravilloso como tú. Siempre he sido objeto de burlas y bromas por aquellos que sabían que yo era homosexual, excepto Jeremy, su padre, su abuelo, y por supuesto Jack." Jackie atrajo la cara de su amigo hacia sí y se besaron una vez más. "Desde ahora en adelante no necesitarás preocuparte por eso; podrán sospecharlo, pero eso será todo." El adolescente sonrió y besó al morenito. "Quiero que me folles tú primero, hace ya casi cuatro años desde que Jack me lo hizo y supongo que mi culo está un poco cerrado, pero deseo que seas tú quien lo abra como si estuviera virgen." Rieron casi en silencio. "Has empezado a echar saliva, no mucho, pero lo has hecho. Eso significa que te acercas a la pubertad, sin embargo, no tienes ningún pelo excepto en la cabeza, como si fueras una chica, pero más guapo." "Eso es lo que quiero ser para ti y que lo disfrutes, John." "Pero ahora quiero que tú seas mi marido. Por favor, Jackie, fóllame." "De acuerdo. Ponte de espaldas y levanta tus rodillas hasta el pecho." Cogió una botella de aceite de oliva y echó un poco en el culo. No tenía mucho pelo, a pesar de tener dieciséis años. Con la mano izquierda cogió la dura picha de John y empezó moneársela despacio al tiempo que introducía el dedo índice dentro del ano, esparciendo el aceite dentro. John gimió de placer al tocar Jackie la próstata de su amante. "¿Te gusta eso?" "¡Oh si mucho! Es maravilloso. Por favor, no pares ahora." Jackie extrajo el dedo, se puso de rodillas frente a su amigo y metió su pene dentro de él en un solo empujón. Como todos los Martens estaba bien dotado para su edad. "¿Estás bien, John?" "Si, continúa. Te dije que estaba como si fuera virgen." Se rieron y Jackie continuó metiendo su largo y duro pene en el culo de su amigo. John no había estado nunca tan empalmado como ahora. Jackie primero lo folló despacio, pero pronto incrementó los empujones. En unos minutos, ambos estaban sudando y respirando fuerte. John gritó de placer sin importarle que alguien pudiera oírle o no. Sin tocarse siquiera su pene soltó su carga de semen, tan fuerte que la primera expulsión le llegó a la barbilla, después las siguientes decrecieron en fuerza. Viendo esto, el chico morenito le dio un último empujón al punto que alcanzaba su orgasmo. Cayó encima de John respirando hondo y fuerte. Sintió las manos de su amante acariciando sus espaldas, y los globos de sus cachetes. John tenía su boca cerca del oído de Jackie y murmuró: "Te quiero, guapo Laszlo." Jackie todavía estaba recobrando su respiración levantó la cabeza y sus bocas se unieron en un largo y tierno beso. "Yo también te amo, John. Soy muy feliz por haberte encontrado aquí. Descansó la cabeza encima del pecho de nuevo amante y John continuó acariciándolo por todas partes; le encantaba la suave piel del chico que parecía como la de un bebé. "Espero que nunca cambie esta maravillosa piel, Jackie. Es tan maravilloso tocarla…" El morenito sonrió, acarició el ancho pectoral y extendió su semen. Después de unos minutos, Jackie se levantó y su largo pene salió de John. "John, quiero que me lo hagas ahora, deseo sentir tu larga picha dentro de mi. Por favor, hazlo fuerte." "¿Te folló Jeremy alguna vez?" "Si. La última vez que lo hizo fue en Ciudad del Cabo; después él prefirió a mi hermana. Ellos están enamorados el uno del otro." "Es verdad. Yo lo amé también desde el momento que lo vi abordo, pero él amablemente me dijo que era mi amigo y que siempre lo sería, pero que su único amor era su padre. "Pero Bernard jamás folló a Jeremy. Se que él adoraba su hijo como tal, incluso durante el tiempo que pasaron solos en la isla antes de que mi hermana llegara. A mí me lo hizo durante el viaje porque se lo pedí yo; solo le gustan las mujeres. Se que él y el marido de Carla, salían juntos a follar casi todas las noches, y supongo que aquí ahora lo hace igual."· Hizo una pausa. "No puedes imaginarte lo maravillosa que es la gentes en Ciudad del Cabo, incluso el Gobernador…" "No me importa lo que hicieron, ahora tú eres mío y no me gustaría compartirte con nadie." Jackie miró a los ojos a su nuevo amante y le acarició suavemente la cara sin pronunciar palabra alguna. Pero pensó que nunca sería de una sola persona. Sabía que no podía hacer esa promesa a nadie, quería ser libre para follar y que lo follaran, el tiempo diría la última palabra. "Por favor, John, fóllame ahora y fuerte, veo que ya te has recuperado. No necesitas ponerte aceite en la picha, tus fluidos y el semen serán suficientes." El adolescente sonrió. Tal y como estaban en la cama, Jackie levantó la pierna derecha y John le metió su miembro desde atrás. John hacía mucho tiempo que no había follado a nadie; la última vez fue cuando tenía doce años y se lo hizo a Jack; jamás se lo había hecho a un chico guapo, y menos a uno como Jackie. Recordaba como Jack lo había preparado, cambiaron de posición después de unos minutos hasta que alcanzaron el momento culminante de su placer y John explotó dentro de las tripas de su chico. Por el momento ambos estaban satisfechos y se echaron a dormir. A la mañana siguiente continuarían haciéndose el amor, igualmente en los próximos meses y años. Eso era lo que John pensaba, sin embargo el joven azteca no estaba tan seguro, él tenía planes diferentes. En la otra habitación, Jeremy miró los brillantes ojos azules de su futura esposa, puso su mano en la adorable cara y empezó a acariciarla con ternura. "Me gustaría saber por qué te quiero tanto, pequeña reina pelirroja." La chiquilla suspiró y beso a su chico. Ella notó que estaba de nuevo empalmado, pero pensó que tenían todo el tiempo del mundo para disfrutar la que ellos consideraban su primera noche. Recordó las noches que habían pasado en la playa y que jamás podrían olvidar. "¿En qué piensas, querida?" Jeremy le preguntó. "Estoy pensando lo afortunada que soy teniéndote a ti, Jeremy. Esta es nuestra verdadera primera noche en un lecho confortable, sin importarnos nada ni nadie, solo comparables con aquellas noches que pasamos en la tienda de campaña o bajo la luz de la luna en la isla. Ahora parece tan lejos…" El chico suspiró. "Solamente han pasado unos pocos meses, pero puedes creerme, no las echo de menos porque tú estás a mi lado. Nunca ni nadie te separará de mi. Me moriría si…" Helen selló los labios de su chico con un apretado beso. "Olvida todo sobre eso y vivamos solamente el presente; el futuro vendrá con momentos buenos o malos, pero estaremos juntos para resolverlos." Acercó la cara del chico hacia ella de nuevo y sus cuerpos se hicieron uno apasionadamente. "Voy a poner toda mi experiencia en ti, quiero que grites de placer." La chiquilla suspiró satisfecha. "¡Adelante mi león!" Jeremy se acercó a ella y comenzó lamiendo y mordiéndole los lóbulos de las orejas, ella no podía resistir la sensación y el cosquilleo que producía la lengua del muchacho al tocarla. Sus pequeños pezones se pusieron duros como nunca antes; al morderle suavemente en el cuello ella tembló. Jeremy quería explorar cada pulgada de ella y después follarla, pero se sintió demasiado excitado, su pene expelía el grasiento líquido y vibraba con cada latido de su corazón; resistió la tentación de penetrarla. Le levantó los brazos y comenzó a lamer los sobacos blancos y limpios de pelo, ella reía, no podía ya soportar las cosquillas y el placer. Su cuerpo temblaba, puso una de sus manos en la cabeza de su futuro marido acariciando el pelo rizado corto castaño, la otra alrededor del inflamado miembro; ahora era Jeremy el que no podía aguantar; su cuerpo temblaba y supo que no podría alcanzar su objetivo. Ambos estaban respirando hondo; el chico se puso a horcajadas de las blancas piernas y tomó en su boca uno de los pezones. Eso fue más que suficiente para ella; chilló y rogó con voz dudosa: "Por favor, por favor, Jeremy…" Ella le restregaba las espaldas y las nalgas animándole para que la follara. El sabía que tenía por delante una noche larga y muchos días para hacer lo que quisieran, por tanto se echó encima de aquel maravilloso y juvenil cuerpo y su picha no necesitó que nadie la guiara, entró suavemente dentro de ella hasta donde su miembro pudo llegar; la bulbosa cabeza tocaba el útero de la muchacha que coincidía perfectamente con el miembro del chico, como si la Madre Naturaleza lo hubiera hecho especialmente para ella. Un espasmo recorrió todo su cuerpo y ella gimió de placer. No necesitaron más tiempo para alcanzar sus orgasmos. Helen apretó sus piernas al tiempo que su lengua se metió en la boca del muchacho intentando compensar la carne de él dentro de ella. En aquellos momentos se comportaban como animales irracionales perdidos en su lujuria. Jeremy alcanzó su punto de no retorno, rompió el beso que los unía, gimió y empujó su entrepiernas hasta las de ella y comenzó a echar su pequeña carga de semen claro dentro de su amada chica. Helen sintió los movimientos de su futuro esposo al tiempo que ella también alcanzo el gran placer con una diferencia de unos pocos segundos. Con la felicidad reflejada en sus semblantes, se movieron, de manera que ahora Helen estaba encima de Jeremy. En aquel momento pensó que debería perdonar a su tía, porque si la hubiera rescatado, con toda probabilidad ahora estaría en un colegio de Suiza, o en alguna parte rodeada de niñas estúpidas ignorando todo lo referente a su amado Jeremy. Permanecieron así quietos y en silencio durante unos pocos minutos, todavía el miembro del chico dentro de ella y casi duro. "Lo siento, mi querida reina, no pude parar meterme dentro de ti. Eres tan bonita y tan buena que mi cuerpo no me obedeció." Ella le sonrió con ternura, y como respuesta selló sus labios con los de él al tiempo que le restregaba los cabellos y el pecho. "Lo hiciste perfectamente porque yo tampoco podía esperar más. Es tan cabronamente bueno…" El la sonrió, pero la corrigió advirtiéndole. "Tendré que lavarte esa maravillosa boca con jabón; supongo que aprendiste esas palabras cuado estabas en el barco de los piratas." "Si. Así es. ¿Sabes unas cosa, mi guapo chico? Si no hubiera estado en aquel barco tu no habrías podido rescatarme, y como consecuencia, ahora no estaríamos aquí nosotros." Empezó a moverse arriba y abajo de forma que la picha de Jeremy empezó a empalmarse dentro de ella. "Por lo tanto, estoy pensando perdonar a mi tía sus pecados, pero mantenerla en la "Princess house." El chico la atrajo hacia sí y abrazó muy fuerte su adorable cuerpo. "Aplaudo tu decisión. Estoy seguro que papá se pondrá contento cuando se lo digas." "¿Por qué? "Una vez me dijo que había sido amigo de tu familia cuando era más joven, especialmente de tu tía, aunque sabía que ella era lesbiana, así que eran solo amigos. Seguramente estará avergonzada y por eso no quiere verlo aunque le gustaría." "Todavía le haremos que sufra un poco, pero solo durante un par de semanas hasta que el abuelo la invite a la fiesta que piensa dar con motivo de nuestro retorno. El Almirantazgo va a entregar a la Prensa la historia de nuestra aventura, así que en unos días estaremos en la primera plana de los periódicos. Ella no te conoce todavía, así que este será un buen momento para la reconciliación." Jeremy mamó los pezones de su amada y la puso de espaldas. Sin ninguna palabra se movió hacia abajo a los pies de la chica y se metió en la boca el pequeño grupo de dedos. Ella se sorprendió porque no esperaba esa acción, sintió cómo una corriente eléctrica atravesó su redondeada pierna hasta sus ingles; estaba impresionada y no podía imaginárselo. El chico tomó el otro pie e hizo lo mismo. Abrió las piernas de la muchacha y empezó a lamer las rodillas, después los suaves muslos; la respiración de la chica se aceleró, especialmente cuando él alcanzó las ingles. La puso a cuatro patas e hizo igual con la raja del culo. Excitada ella le pidió que la follara, pero ahora el muchacho sabía que tenían prisa. Le lamió el círculo alrededor del ano e intentó penetrarla con la lengua. Ella pensó que aquello era raro y no muy digno, pero demostraba cuanto la amaba el chiquillo. Entonces la volvió de espaldas y empezó a lamer el ombligo; finalmente, después de un rápido chupetón a los erectos pezones se corrió hacia abajo y se metió en los labios aquella parte tan sensible de su futura esposa: el clítoris. Ella gritó de placer al mismo tiempo que acariciaba el cuerpo del chico. Helen tiró de él hacia arriba y sus bocas se sellaron de nuevo. Su pene buscaba la pequeña y cálida caverna, pronto se convirtieron en un solo ser y llegó el momento más maravilloso de sus vidas. Esta vez fue más largo pero tan bueno como los anteriores y los futuros. Alcanzaron el éxtasis de aquel momento en el cual vieron sus particulares arcos iris al llegar al último peldaño de su placer. Exhaustos y cansados tiraron de las mantas sobre ellos y en breves instantes cayeron en los brazos de Morfeo.