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Sasha: 9 años

Adulto: 35 años


Resumen: historia de amor entre un niño de 9 años y un adulto de 35.


Sasha de la tundra by Tetrastr


Advertencia: Comenzaré por más o menos lo típico. Decir que a quien no le guste el tema que se aleje.

Evidentemente lo que aquí se cuentan son fantasías de una mente calenturienta y nada más.

Respecto a la posible moralidad o inmoralidad, decir que cada cual puede pensar lo que quiera, pero yo mismo fui hace ya más de cincuenta años un Sasha para un hombre y se de muy bien de que va el tema del amor entre adultos y jóvenes.

De los 10 a los 11 años tuve relaciones sexuales con el hijo de un amigo de la familia, casado con hijos que debía tener por el entonces unos 35 años.

Fueron relaciones siempre consentidas por mi y que lejos de traumarme, dejaron un delicioso recuerdo que me ha acompañado toda la vida. A Salva, el hombre que me amó en mi infancia, solo puedo mostrarle mi más profundo agradecimiento, me hizo sentirme deseado, importante, querido, protegido y me trató siempre con el mayor de los afectos… y la más intensa de las pasiones.

Creo en la seducción no en la imposición ni la coacción, y la seducción y el amor no admiten reglas, mientras se actue por gusto y no por coacción.

Nunca tuve ni la más mínima intención ni necesidad de contarlo a nadie, ni él me pidió que no lo hiciese, nunca. Estoy casi seguro que si lo hubiese dicho a mis padres, por ejemplo, una maravillosa historia entre un hombre y un niño se hubiese convertido en un infierno… para todos y, no, casi hasta ahora lo he guardado como mi gran historia de amor de mi etapa infantil. Esto tendría que dar que pensar. A mi me ha hecho mirarme todo mi alrededor de otro modo muy distinto a como hacen los medios de comunicación y, por ende, mi entorno social.

Mi gratitud para él esté donde esté.


A los lectores, pues animarles a que si quieren me cuenten lo que les parezca. Yo me he divertido mucho escribiéndolo y espero que alguien más también lo haga.

Me gustaría mucho que me dijesen que otros relatos han leído les han gustado para así poder compartirlos. Si es así, mándeneme los enlaces que quieran que yo haré lo mismo.

No me envien ni digan nada que no tengan que enviar.

Si hay alguien que pueda y quiera traducir esto en buenas condiciones a otras lenguas, que me lo diga, se lo agradeceré y lo podré publicar en otros sitios como el maravilloso Nifty. tetrastr(at)unseen(dot)is









Sasha de la tundra



En los años setenta, yo, Hans, trabajaba como comercial de una importante empresa de conservas de pescado holandesa. Uno de nuestros suministradores de pescado que yo recorría durante los meses previos y posteriores al invierno era un pueblecito perdido en las costas del mar Báltico, Varnek, que entonces era un pueblo básicamente marinero que trabajaba para nuestra compañía por un tratado suscrito entre el gobierno ruso y nuestra compañía.


Así, cada año tenía que hacer cuatro visitas a las instalaciones de la cooperativa soviética que se encargaba de proporcionarnos pescados en salazón de aquellas gélidas aguas que importábamos y manufacturábamos para el mercado mundial.


Aquella pequeña aldea aislada era tan inhóspita como desangelada. Las cuarenta casas de pescadores eran de madera, viejas y poco acogedoras. El viento y el frío de su otoño y primavera ya eran bastante disuasorios de cualquier tipo de vida exterior que no fuese la estrictamente necesaria. Durante los rigurosísimos inviernos quedaban prácticamente las pocas personas que quedaban, casi exclusivamente hombres, permanecían aislados por la nieve.


Yo siempre me alojaba en el único hostal-bar-tienda del pueblo. Una casita un poco más grande que las otras, pero tan desvencijada como todas.

Allí pasaba unos 4 ó 5 días en cada uno de los viajes, el tiempo imprescindible para poder contactar con los directivos de la cooperativa y revisar producción y el funcionamiento de las instalaciones.

El resto del día lo pasaba en el bar o en la habitación, con más pena que gloria.


A partir de la 4 de la tarde ya era negra noche y una docena de pescadores se reunían algunas noches en el decrépito bar para mitigar su soledad y el frío.


La primera vez que llegué a la posada el dueño, un hombre grandullón y desgarbado de barba espesa y blanca que ya debía de tener cerca de sesenta años se encargaba prácticamente de todo ayudado por su hija, una bella caucásica de rubios cabellos y piel de porcelana maltratada por una vida dura y unas circunstancias vitales feroces. Me explicaron que la mujer del posadero había muerto hacía ya muchos años y que su hija se había quedado embarazada a los dieciséis de un marinero que la abandonó con un nene todavía en su vientre.


Padre e hija deambulaban por las dependencias con un semblante que hablaba de sus desgracias y les confería un retraimiento todavía mayor del que ya era natural en aquellas gentes tan enfrentadas a un clima tan severo.

Si a la madre se la veía poco, todavía menos se coincidía yo con su hijo Sasha, un mozalbete de cabellos lagos y de un rubio tan blanco como su blaquísima tez. A la madre la dejé de ver a partir de uno de los primeros viajes... me contaron que se había marchado a trabajar a una fábrica a Moscú y que había dejado al nieto con su ya viejo padre.


Los primeros años que fui a Varnek yo me encerraba después de cenar a mi habitación hasta la mañana siguiente, intentando acortar el contacto con aquel mundo limitando mi contacto con aquella triste gente.

Pero un año me quedé después de cenar a la timba que se celebraba algunas noches entre aquel grupo «selecto» de parroquianos, pescadores endurecidos y envejecidos que trataban de esquivar cada noche el rigor de su destino.

Aquella noche descubrí un nuevo mundo.


Cuando ya se había recogido todo el mundo y la actividad, los lobos de mar, y con ellos el posadero, se sentaban en una de las mesas de un rincón del bar y comenzaban una partida de cartas casi telúrica.

Los hombres bebían y bebían, con pocas palabras y gestos rasposos.

Lo primero que me sorprendió fue ver que el niño, Sasha, que por entonces debía tener ya sus ocho años, siendo que su abuelo formaba parte de la partida, era quien se dedicaba a rellenar las copas vacías de aquellos hombres toscos.

Dentro de aquel lúgubre ambiente, con aquella atmósfera cargada de humos y vapores, entre aquellas luces pálidas, la presencia del niño era casi como la de un suave espectro. La belleza del infante era tanta como la languidez de su semblante y su cadencia.


Conforme avanzaba la sórdida partida fui descubriendo que la tensión y el alcohol hacía fluir palabras soeces de aquellos rudos hombres y que sus ojos brillaban con un fulgor inesperado.

Con Sasha crucé algunas miradas, pocas y inexpresivas al largo de la velada, y me fui a dormir sin esperar el final de aquel extraño y inquietante espectáculo.


A la noche siguiente que hubo partida la secuencia fue prácticamente la misma, pero alguna de las miradas que crucé con Sasha me animaron, entonces no supe por qué, a seguir el desenlace de la partida.


Conforme avanzaba la partida el ambiente se fue tornando más y más tosco, la tensión más patente… y, para mi absoluta sorpresa, comenzaron las insinuaciones verbales y físicas al muchacho que difícilmente podía rehuirles mientras les llenaba los vasos, y las manos que lo zarandeaban o lo palpaban con inusitada indecencia le obligaban a beber de sus copas… y hasta de sus bocas.

Por fin acabó la partida. Por el semblante del posadero, le había sido favorable. Y medio tambaleándose y apoyado en los hombros de su nieto inició la retirada hacía su habitación. Cuando pasó por delante de mi, se sorprendió de verme todavía allí, me sonrió él, me sonrió Sasha y todo quedó a oscuras.


Al cabo de mes un mes y medio, en mi siguiente visita al pueblito, ya el primer día asistí a aquella confusa partida nocturna que había sembrado en mi unas inquietudes tan intensas como confusas.

Volví a presenciar, todavía con más claridad como, conforme avanzaba la partida aquel frenesí alrededor del bello Sasha se iba plasmando en toda clase de libidinosas aproximaciones a su anatomía que era manoseada en sin reparos, como apretaban y friccionaban su tierna carita contra la suya propia mientras le hacían beber de su propio licor, como llegaban a besar su infantil boca sin el más mínimo recato del bello muchacho que ya afectado por la bebida que había ido ingiriendo no ofrecía ninguna resistencia...

En aquella ocasión intuí al final de la partida que no había sido el hostalero el favorecido por la fortuna ya que marcho a su habitación enfurruñado y… solo. Uno de los hombretones, deduje que el ganador, fue quien cogió de los hombros a aquel bello espécimen de niño y tras ponerle por encima un pesado capote, lo cogió en brazos y salió del bar.

La cabeza me daba vueltas. No sabía ni podía creer lo que podía imaginar. Fue como despertar de una modorra y comenzar a encontrar aquel sentido oculto de los comentarios escuchados, las palmadas en en trasero de Sasha, las insinuaciones descaradas… y lo que acababa de ver con mis propios ojos… Y la mirada que me dirigió entre la soñolencia y el estupor Sasha mientras era llevado en brazos por aquel hombre.


Mi cabeza fue un torbellino durante toda aquella noche.


Cuando vi a la madrugada siguiente al pequeño Sasha sentí mucha vergüenza, pero no sabía ni yo mismo por qué.


Aquella tarde, por primera vez en todos aquellos años, crucé unas palabras con Sasha.

Cuando lo tuve delante de mi, cuando por primera vez le miré a los ojos directamente, todo mi interior se fundió... por completo.

La imagen de su boca hablándome para mi quedó grabada en mi retina que escrutó todo su bello rostro como quien devora el mas exquisito y imposible de los manjares. Me lo comí con la mirada. No sé si lo notó, no me importaba, no podía hacer otra cosa… acariciar aquel pelo tan bello como descuidado con mi mirada, sentir la calidez de su pálida piel a través de la corta distancia...


Aquella noche, tras la cena, con la excusa de contarle historias al calor de la lumbre, y con el implícito beneplácito del viejo, charlamos más de una hora de forma animada.

Sasha me miraba con sus profundos ojos azules, hasta me sonreía con sus labios carnosos, me escuchaba con sus orejitas a penas rosadas entre su rubio pelo…

Yo estaba en el paraíso de la contemplación… con el más bello de los ángeles que despertaba en mi toda una selva de pulsiones tan desconocidas como poderosas.

Deseaba estar con aquella criatura más que nada en el mudo. Deseaba coger sus manitas de nácar entre las mías, deseaba acariciar su pelo luminoso, deseaba oler la piel se su suave cuello… le necesitaba cada vez más angustiosamente…


A los dos días volví a marcharme, pero el tiempo que pasé lejos de él ja no era vida, no era resistible.

Le recordaba, recordaba con lujuria cada detalle de las escenas que había contemplado de aquellos hombres con aquella maravillosa criatura.

Entendía su deseo carnal por el niño porque yo mismo lo deseaba frenéticamente. Y sus terribles insinuaciones, manoseos y besos encendían mi propio fuego. Recordaba excitado como aquellos hombretones lo abrazaban, como le introducían las manos por debajo de su camisa, por dentro de sus pantalón raido, como lo besaban hasta en aquella bulbosa boquita que a mi me idiotizaba solo con mirarla, como lo iban despojando con cada jugada que celebraban o discutían de alguna de sus deslucidas ropas hasta dejar a Sasha prácticamente desnudo con aquellas blanquísimas carnes a la vista de todos que lo envolvían una y otra vez con sus lujuriosos abrazos y excitantes besos.

Imaginaba una y mil veces lo que debía pasar cuando alguno de aquellos hombres se llevaban a su casa a Sasha como trofeo.

Me regodeaba hasta hacerme daño en imaginar a aquel celestial niño desnudo en brazos de alguno de aquellos pescadores embrutecidos, en como lo desnudaba con fiereza, en como lo acariciaba rudamente, en como lo besaban con avidez, en como lo olían en sus rincones más secretos, en como lo mordían sin miramiento ni casi respuesta del niño… en como lo penetraban… porque era como yo necesitaba hacerlo, pero también como deseaba verlo y imaginarlo...



En las visitas sucesivas, si había partida, asistía a ella con una mezcla de angustia y horror mezclados con una excitación que me dejaba confundido, pero sojuzgado por la voluptuosidad que despertaban en mi todas las maniobras que aquellos seres infectos realizaban sobre mi Sasha… mi Sasha…

Si no había partida me las ingeniaba sin dificultad para compartir las máximas horas con aquella beldad de criatura.

Le traía regalos que pensaba y buscaba sin importarme las horas que dedicara a conseguirlos, siempre con la ilusión de acercarme más al niño que me tenía robada el alma. Con todo, procuraba que nada fuese demasiado ni ostentoso ni llamativo para no quedar en evidencia delante de nadie.


Las miradas que cruzaba con Sasha cuando era llevado en brazos de cualquiera de esos monstruos eran de angustia, pero en mi interior también de lujuria porque, no sé porque, me excitaba verlo así hasta extremos indecibles y pensaba que eso además me acercaba a la materialización de mi deseo de Sasha. Si aquellos seres vulgares podían poseerlo, porqué no yo?



Cuando ya llevábamos más de año y medio así, comencé a notar la creciente simpatía del viejo posadero hacía mi. El cariño que yo interesadamente depositaba en su nieto lo volvía más humano conmigo.


Y una noche de un frío y un viento terrible, una noche sin partida ni estrellas, el viejo se acercó al lado del fuego donde solo quedábamos su nieto y yo, y me dijo,

-Esta noche es demasiado fría. Ni as mantas pueden con este frío. Sasha te dará calor esta noche, eh, Sasha?

Sasha me miró a los ojos con una intensidad que me perforó el cerebro y me dejo, más que sin palabras, sin pensamiento.

Sasha bajo la mirada no sabiendo como interpretar la mía. Yo era incapaz de reaccionar.

El viejo se apartó de nosotros con un simple “Buenas noches”.

Sasha y yo nos quedamos allí... solos... en silencio.

Pero al cabo de unos largos instantes, sin levantar la mirada, me cogió con su suave y tierna mano mi mano tumefacta y tiró de ella con decisión.


Me levanté como un autómata y le seguí, arrastrado por su mano, a mi habitación.

Él mismo encendió la tenue luz de la mesilla de noche y, sin mediar palabra, comenzó a desvestirse.

A la tenue luz de la tenue lampara de noche, todavía estupefacto, vi como Sasha se iba desnudando pieza a pieza hasta quedar completamente desnudo allí, delante de mis incrédulos ojos.

Su cuerpo era de una belleza brutal.

Y se quedó allí, desnudo, con la mirada baja, una mano sobre sus genitales y otra sobre su pecho, no por pudor... por frío.

Al cabo de unos largos segundos reaccioné, me acerqué a Sasha, le abracé con toda la suavidad de que fuí capaz, le cogí en brazos y lo introduje entre las sábanas.

Si dejar de mirar aquella suave presencia me quité la ropa y me acosté a su lado. Estábamos los dos de lado, desnudos, cara a cara, y nos mirábamos los dos desorientados.

Con una mano cogí su carita tibia para confirmar que todo aquello era realidad. Le acaricié las mejillas…

-Sasha, te quiero…

-…

Sasha, te quiero…

-…

Sin dejar de mirarle le dije más de mi veces que le quería como quien repite un exorcismo para que no se desvanezca un milagro.

Acerqué mi cara más a la suya, le olí el suave y bello rostro, el rubio cabello que le caía sobre la frente.

Sentí sus piececitos fríos tocar mis rodillas y sus manos buscaron la mía. La suavidad de su piel fue el revulsivo que me hizo despertar de mi letargo.

Pasé un brazo por debajo de su cuello y el otro por detrás de su espalda y lo acerqué a mi. Nuestros cuerpos se unieron, sentí todo aquel cuerpecito de ensueño contra el mio, toda su tibia y sensual desnudez, toda aquella fulgurante piel contra la mía.

Sasha puso su carita sobre mi pecho y sentí por primera vez su cálida respiración sobre mi piel.

Le estreche entre mis brazos muy fuerte, tanto que tuvo que ser un tenue quejido del niño el que me hizo reaccionar y aflojar el abrazo.

Sabiéndolo ya mío, que aquello no era ningún ensueño, me lancé sobre aquel diminuto y tiernísimo cuerpo. Le besé cada milímetro de la cara, del pelo, de las orejitas, del cuello tersísimo mientras Sasha comenzaba a esbozar una sonrisa, tímida, pero clara, y mi corazón se hinchó con la más grande de las alegrías.


Le volví a repetir el hechizo, pero ahora abrazados como estábamos, rozando con mis labios su orejita,

-Te quiero… Sasha…

-…

-Te quiero… Sasha…

-…


Sentía su coranzoncito latir contra le mío y sentí la necesidad imperiosa de explorar su cuerpecito.

Le levante los dos brazos y le sostuve las dos manecitas con la mía y me sumergí en sus delicadas axilas tiernas y lisas de niño. El aroma me embriagó, no era de colonias ni jabones… era su aroma infantil, su perfume natural, sin disimulos ni aditivos… lamí sus diminutas axilas y saboree aquella piel aromática con la más sublime de las deleitaciones.

Sasha, ahora divertido, se movía de un lado al otro intentando esquivar mi intrusión.

Le solté al final las manos y empecé a lamer primero y a succionar después sus ínfimas tetillas casi de bebé. Le mordilleé aquellos imposibles pezoncitos hasta hacerle un cariñoso daño. Sasha no se quejaba, solo jugaba a apartarme la cabeza de su pechito ya inflamado por mi ávido ataque.


Volví a subir al nivel de su dulce carita, ahora risueña y llena de tonalidades rojas. Y le volví a repetir la letanía mirándole fijamente a los ojos,

-Te quiero… Sasha…

-…

-Te quiero… Sasha…

-…

Se lo dije con toda la vehemencia de que fui capaz. Sasha demudó su semblante, se quedó serio. Se apartó de mi, se dio la vuelta y se quedó boca abajo mirando al otro lado y sentí como abría sus piernecitas.

Por si yo dudaba de lo que aquello significaba, sin girar la carita hacia mi, alargó el brazo que quedaba de mi lado, tanteó con su manita, me cogió de la cadera y hizo ademán de atraerme hacia él.

Cogí su hombro diminuto con mi mano y, con suavidad, le di la vuelta para que quedase de nuevo frente a mi.

Me miró con una mirada entre estupefacta y contrariada y, siempre sin mediar palabra, volvió a repetir la misma maniobra, ahora con más decisión y contundencia.

Quedó nuevamente allí, debajo de las sábanas, pero desnudísimo, con sus protuberantes y perfectas nalgas en pompa y, de nuevo, mirando hacia el otro lado de donde yo estaba.


Dios mio! Me estaba derritiendo por dentro y por fuera!

Pasé la yema de mis dedos por su espalda, desde su nuca hasta su rabadilla.

Parecía relajarse, pero cuando volví a pasar mis dedos por su espalda y llegaron a su cintura, siempre mirando hacia el otro lado y sin decir palabra, con determinación cogió mi mano y la forzó a posarse sobre sus sedosos y no por pequeños menos sobresalientes glúteos.

Le volví a dar la vuelta, le abracé con fuerza aprisionándole entre mis brazos.

Le besé en la boca y mantuve sobre sus labios los míos… hasta que los abrió, ahora mirándome fijamente a los ojos.

Separó lentamente sus labios y comencé a lamer los suyos, a chuparlos, y poco a poco a pasar la punta de mi lengua por sus dientecitos que, lentamente, se fueron abriendo. Comencé a saborear tan carnosa y jugosa cavidad con gran deleite y mientras Sasha simplemente me miraba.

Comencé a introducir mi lengua ávida en su boquita y a acariciar con la mía su lengüita suavísima. Poco a poco la lujuria me fue ganando y le succioné con violencia su boca ahora abierta al límite de sus mandíbulas. Con mi lengua repasé una y otra vez sus dientecitos, sus encías, su lenguita tiernísima, todas las paredes de aquella cavidad jugosa. Degusté con pasión toda su saliva como si del más delicioso y exquisito néctar se tratase, mientras mis manos continuaban intentando fundirnos y sintiendo su pequeños sexo erguido contra mi pubis mientras restregaba el mio entre sus piernas.

Cuando pensaba que tenia a mi niño rendido, aflojé el abrazo que le aprisionaba y allí comenzó, para mi sorpresa, la batalla campal.

Comenzó a propinarme golpes con sus codos, sus puños, su cabeza, sus pies… sin descanso, sin tregua y yo, tras el primer momento decidí presentar batalla. Aprovechando mi talla claramente mayor y mi fuerza de hombre fui parando sus golpes con mis manos y respondiendo a ellos con besos, pellizcos, palmadas, a lo que la fiera de mi Sasha respondió con arañazos y mordiscos tan terribles como sus suaves garras y dulce boquita eran capaces de darme.

La sensualidad de su cuerpo deslizándose una y otra vez contra el mío, su desnudez contra la mía, la pasión con que respondía una a una a mis embestidas convirtió la cama en una lúbrica batalla entre dos cuerpos cada vez más sudados, cada vez más ansiosos.


Agotados fuimos rindiendo poco a poco nuestras armas y volvimos a los besos profundos y a las caricias osadas.


Quedamos recostados de perfil, cara a cara. Cogí su sexo entre mis dedos y el cogió el mío entre sus manos. Sin dejar de mirarnos comenzamos a masturbarnos lentamente, pero con fuerza, presionando nuestros miembros y hasta nuestros testículos hasta el límite del dolor soportable. Y ahora siempre con sus bellos ojos azules clavados en los míos.


Ahora fue Sasha quien, sin dejar mi miembro, se fue tumbando sobre mi pecho hasta quedar por completo sobre mi. Sin dejar de mirarme pasó su manita por detrás de su espalda y hurgó entre las suyas para coger mi sexo y dejarlo sobre la cavidad que dibujaban sus dos montículos y se cogió con ambos brazos a mi cuello.


La calentura acumulada, la visión de aquella divina criatura con toda su sensual desnudez derramada sobre mi cuerpo estaba sobrepasando mi capacidad de resistencia y sentía que estaba ya a punto de eyacular.


Me revolví sobre el niño que quedó ahora bajo mi cuerpo, sujeté mi propio sexo con mi mano, apunté a su suave y firme orificio y restregué mi lubricado glande sobre su preciado esfínter. Presioné levemente cuando vi que su dulce orificio y mi espita estaban bien alineados. Solo presioné un poco más, no debían haber más de cinco milímetros de mi dardo dentro de su esfínter a penas abierto y me invadió una sensación irresistible en sentir aquel contacto tan soñado como íntimo y… con un grito sordo y un espasmo liberador eyaculé y eyaculé, borbotón tras borbotón dentro de su cavidad anal ante su mirada de sorpresa.


Sasha me miró desconcertado y frustrado.

Para su mayor sorpresa, inyectado todo aquel lubricante en su intestino, continué la penetración sin pausa. Deseaba saber cual era el límite de Sasha, y con pequeños vaivenes fui introduciendo mi erguido falo en su cálido y ahora bien lubricado interior. Poco a poco mi pequeño Sasha fue primero cerrando los ojos y relajando el semblante hasta que ya casi con todo mi miembro dentro de su anito vi como su mueca se torcía en una de dolor. Me detuve y retomé mis besos y mis caricias ya acomodado en su apretado túnel.

Cuando su gesto se fue relajando volví a pasear hacia a dentro y hacia afuera mi sexo, pero sin sobrepasar el límite que habíamos encontrado. En aquella pequeña pausa me abandoné a la sensación de sentir el suavísimo colon del niño apretujar con suavidad y firmeza mi falo erguido: igual que le había acariciado toda su piel, ahora acariciaba cada rinconcito de su ano infantil

El masaje que mi glande ejercía sobre su pequeña y sensible próstata pronto comenzó a inspirarle movimientos pélvicos que fuimos sincronizando.

El placer puro lo fue fundiendo todo, solo existía la comunión total y profunda de nuestros dos cuerpos, nada más existía, nada: el placer era tan intenso y puro que se había tragado todo lo demás.

Conforme se fué acostumbrando su sensual culo a la invasión, Sasha fue iniciando sus sensuales movimientos para itensificar aquella penetración. De la calma pasamos nuevamente a la furia feroz de los dos cuerpos que completamente desbocados por la lujuria sumaban a la persistente penetración toda suerte de besos, abrazos, mordiscos…


Follamos y follamos y follamos…hasta que noté que sus convulsiones le acercaban a su orgasmo seco, a la vista de la transfiguración que el orgasmo infantil estaba produciendo en todo el cuerpo y en la carita de Sasha, mi propio orgasmo se manifestó imparable…

Y allí se encendieron todas la luces en un orgasmo compartido y total. Mi mente quedó completamente vacía y llena, llena de Sasha era mío, todo mío, todo para mi, todo…

Jamás había sentido, jamás he vuelto a sentir nada ni parecido… Sasha y yo ardimos en nuestro fuego con furor.


Debía ser ya entrada la madrugada y... simplemente nos dormimos uno en brazos del otro.


Me desperté de mañana temprano, solo en la cama.

Palpé la sábana y me quedé en completo shock… todo había sido un sueño.


No sabía si morirme allí mismo por el drama que representaba volver a la realidad o agradecer el haber tenido un sueño tan intenso y bello como aquel.


En esos confusos pensamientos estaba cuando veo abrirse la puerta de la habitación.

Sí, era Sasha, descalzo, casi desnudo que llegaba al lado de la cama con una jarra de agua y un plato con trozos queso y pan!

Salté de la cama, y me lancé sobre el sonriente Sasha que tuvo que hacer equilibrios para no derramar el refrigerio.

Lo abracé, le deposité con urgencia sobre la cama, abracé y besé a mi querido Sasha, lo volví a desnudar y lo arrastré sin perder un segundo dentro de las tibias sábanas.


Lo besé, lo abracé con fruición… con lágrimas en los ojos que todavía hicieron reir más abiertamente a aquel sexy diablillo.


Ya un poco más calmado y entrelazados los dos dentro de la cama, Sasha me acarició la cara, secó mis lágrimas de amor y me dijo que nos podíamos quedar todavía en la cama.


Cogió la pequeña jarra de agua y me dio el mismo de beber con sus manitas. Era la criatura más deliciosa que soñar se pueda, y yo el hombre más afortunado que existía.

Cogí yo un pedacito de queso y se lo puse en la sexy boca inflamada todavía de la noche de excesos. Sasha me regaló una de sus miradas maliciosas, masticó el queso, se acercó, aproximo su boquita a la mía, puso sus labios contra los míos y… me fue introduciendo con su lengüita el queso masticado en su saliva dentro de mi boca…

Pasé mi brazo por detrás de su cintura, lo atraje todavía más contra mi cuerpo y me puse a succionar el maná de su boca y luego a rebañar con mi lengua toda su lengua y cada rincón de su exquisita boquita.

Ni que decir tiene que jamás he vuelto a saborear tanto un manjar como en aquella desvencijada cama, jamás.

Entre risas, mordiscos, juegos y apretones pasamos una buena hora.


De pronto, de nuevo Sasha se acuesta sobre su tripita, pero esta vez mirándome a los ojos con lujuria y mansedumbre a un tiempo. Y otra vez, para su mayor sorpresa, me recuesto sobre mi espalda, le levanto por encima de mi y lo siento sobre mi sexo ya más que erguido.

La penetración fue inmediata, los fluidos de las horas precedentes todavía estaban tibiecitos y preparados para lubricar nuestros nuevos embates.

Sasha guarda el equilibrio con un brazo y con el otro coge mi sexo y se empala el mismo. Tras unos minutos de suave ir al paso, Sasha descansa sus antebrazos sobre mi pecho y comienza su propia cabalgada al trote. Mi brillante pene hinchado de pasión bombea el delicioso culito y esta vez, hasta el fondooooo.

Yo, todavía incrédulo pongo una mano en su nalguita izquierda y mi otra mano la paseo por el embolo que pistonea con gran fuerza la cavidad ajustada del niño salvaje. Le cojo su propia manita y la pongo allí mismo y comprueba las dimensiones de verga que está alojando su pequeño y delicioso esfínter. Entre muecas de placer, sonríe, se acerca sobre mi cara, pasea su suave pelo rubio sobre mi rostro y me da un morreo… sin dejar de sostener la columna de carne que le profana con desesperación...no tardamos ni segundos en fundirnos en otro orgasmo compartido que nos vuelve a elevar por encima de todo el mundo.



El resto de la mañana dormimos, nos abrazamos, comimos y bebimos el uno del otro, hablamos, sonreímos…


Le pregunto por las cicatrices que tiene por su cuerpo,baja los ojos y calla. Un velo de tristeza se posa sobre su cara y yo dejo el tema, pero inevitablemente voy descubriendo ahora con más luz y más calma aquellas suaves protuberancias casi por todo su cuerpo.


Aquella misma tarde tengo que partir. No puedo describir nuestro estado de angustia, pero le prometo volver cuando acabe el invierno a por él. Se lo juro mil veces entre sus lágrimas y las mías.


Seré breve.


En el primer transporte tras el larguísimo invierno voy a buscar a mi Sasha, llevo los papeles de la adopción. Sé que el viejo no pondrá objeciones porque quiere lo mejor para su nieto, y su madre, también sé que cederá ante la suma que le puedo proponer.


Cuando llego a Varnek todo parece más triste y sucio que nunca.

Voy directo al hostal y busco a Sasha. Ni rastro.

Encuentro al posadero que me mira con una cara de angustia y terror que me dejan perplejo. No es capaz ni de hablar conmigo, pero mira con insistencia y entre lagrimas en la más terrible de las direcciones.

Desesperado corro hacia el cementerio y para mi más profunda desgracia veo una pequeña tumba reciente, sin nada más que una burda inscripción, el nombre de mi Sasha y una fecha.

Me derrumbo sobre la nieve que la cubre, la abrazo y simplemente lloro.

Despierto a la mañana siguiente, me explican que los de la cooperativa me sacaron a rastras y medio congelado del cementerio.

Para mi desgracia recuerdo porque estaba allí.

Me levanto, busco al viejo que solo farfulla entre lágrimas y lamentos.

Todo es en vano.

Subo a la habitación de Sasha, vacío mi bolsa y voy metiendo en ella todo lo que encuentro de mi Sasha, su ropa, sus pocos juguetes, un par de fotos… y me voy de allí para no regresar nunca jamás.


Desde aquel día vivo en una casa pequeña que tenían mis padres en la costa de Bretaña. Solo.

No he vuelto a trabajar ni a ver a nadie. Viví primero de lo que me pasaban mis padres y luego de un subsidio.

Hace unos años, con parte de la herencia de mis padres pagué una funeraria y trajeron los restos de mi querido Sasha al cementerio de este pueblo.

Todo está arreglado y cuando me falte el ultimo rescoldo que me queda del gran amor que me dio Sasha descansaremos eternamente juntos.


Cada noche rememoro aquel gran fuego que nos consumió a Sasha y a mi, huelo su ropita, beso sus juguetes, palpo sus zapatitos, miro sus fotos… y repito y oigo en el fondo de mi el conjuro que lo hizo mio,

-Te quiero… Sasha...

-…

No se podía mirar la luz del sol, pero lo hice y ardí, y no me arrepiento.

Quien no ha sentido un amor como el mio, como el nuestro, no puede decir que ha vivido…


Nunca pude saber ni por qué le llamaban Sasha de la tundra…



by tetrastr@unseen.is


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