Date: Sat, 26 Aug 2017 13:29:44 +0700 From: The Walrus Subject: Viaje de egresados - Chapter 4 Recuerden que Nifty necesita nuestras donaciones para poder darnos acceso a todos estos relatos. Puedes donar accediendo a: http://donate.nifty.org/donate.html ¡Gracias! --- El alboroto es generalizado y más que suficiente para despertarme. Abro los ojos con cierta desgana y veo casas al costado de la carretera iluminadas por la luz del amanecer. - ¡Uy! ¡Parece que se despertó el bello durmiente! Es Catalina, que parece bastante más animada que yo. Respondo bostezando y tratando infructuosamente de taparme la boca. - Durmiente puede ser, pero ¿bello? - Ya te lo dije mil veces, Víctor. Sos lindísimo, lo que pasa que demasiado tonto como para darte cuenta. Si no fueras gay, ya te hubiera saltado al cuello. - Gracias, supongo. Supongo que las buenas amigas son como las abuelas, para ellas siempre somos los más lindos. No digo que sea feo, pero siempre que me he mirado al espejo me he encontrado con una belleza de lo más normal. Parece como si toda mi autoestima estuviera canalizada a mi lado intelectual. Catalina sabe que no me importa que me llamen tonto, porque me creo bastante inteligente, quizá incluso demasiado. No ayuda, por supuesto, a mi humildad que toda mi vida escolar haya sido siempre uno de los mejores alumnos de la clase. A la vera de la ruta, las construcciones ya me resultan familiares. Estamos llegando a nuestro destino, Bariloche. Pese a los desmanes urbanísticos perpetrados en las últimas décadas, continúa siendo una ciudad hermosa. Siempre he sentido una especial debilidad por esas cabañas de madera y piedra, coronadas por tejados a dos aguas. El caso más paradigmático es la casa donde viven mis tíos con mis primas, una hermosa casa en la pendiente del cerro con vistas al lago Nahuel Huapí. Hoy hay construcciones de todo tipo, con más desaciertos que aciertos arquitectónicos, pero aún se conserva parte de esa esencia inicial que la hace una de mis ciudades favoritas. Mis compañeros se aprietan contra las ventanas gritando como monos en celo. Parecen muy contentos de este viaje. Me encantaría poder compartir un poco de esa alegría con ellos, pero no soy muy optimista al respecto. Después de todo, si compartir con ellos las clases ya es poco menos que un suplicio para mí, no veo por qué las cosas deberían ser tan diametralmente opuestas en un viaje de egresados. Finalmente, el autobús se detiene delante de un hotel que, si la justicia estética existiera, merecería ser demolido sin más dilación. Un edificio sin ninguna gracia de al menos un par de décadas atrás, al que los años no le han sentado nada bien. En cualquier caso, no esperaba que nos alojáramos en cabañas o bungalows refinados. Mi tío me había contado historias bastante pavorosas de lo que solían hacer grupos de egresados como el nuestro en las instalaciones de los hoteles y de la ciudad en general. Antes de abrir las puertas, aunque ya con casi todos mis compañeros de pie y presurosos para bajar, Ernesto pide silencio y nos dice unas palabras. - Bueno, cómo seguramente habrán notado, hemos llegado al hotel. Les pido que por favor recojan sus equipajes y nos juntemos en el lobby del hotel, así distribuimos las habitaciones. No olviden que, aunque es un viaje de festejo, no dejan de estar aquí en representación de nuestro colegio, así que espero, de todos, un comportamiento ejemplar. Pobre iluso, pensé para mis adentros. Ernesto nunca me había parecido un profesor con carácter, así que seguramente este viaje no va a resultar fácil de gestionar para él. Catalina y yo decidimos bajar en último lugar, para evitar que la manada de búfalos que eran mis compañeros nos atropelle al salir. Ya habíamos decidido antes del viaje compartir habitación, así que por ese lado tampoco había apuro. Recogimos nuestro equipaje y llegamos hasta la entrada del hotel, donde Ernesto pedía silencio una y otra vez, sin mucho resultado. Después de un rato, y ante las miradas de impaciencia del staff del hotel, lo consiguió. - Todas las habitaciones del hotel son dobles. Les pido que por favor me digan, de uno en uno, con quién quieren estar y lo voy anotando. Les recuerdo que, si tenemos cualquier problema de comportamiento, tanto el equipo del hotel como yo podemos decidir reasignarlos. Por último, según pedido expreso de la mayor parte de los padres, las habitaciones sólo podrán ser ocupadas por personas del mismo sexo. Ahora sé lo que se siente recibir un baldazo de agua fría. Mis compañeros abuchearon al profesor de una manera más divertida, pero para mí esto es una auténtica tragedia. No puede quedar así, por lo que me acerco a Ernesto para explicarle que con Catalina teníamos decidido compartir habitación y que nuestros padres están de acuerdo. - Minetti, lo siento, pero, aunque tus padres estén de acuerdo, tengo que respetar la decisión de la mayoría de los padres, porque son las instrucciones del colegio. Así que por favor andá y buscá un compañero con quien compartir la habitación. - Dale, maricón, ¡si te sacaste la lotería! Otra vez el estúpido de Julián, acompañado por las risas de no pocos de mis aún más estúpidos compañeros. Catalina me pone una mano en el hombro, como diciéndome que todo va a estar bien, pero lo cierto es que el comienzo no me da ninguna razón despreocuparme. No sólo Julián está en sus días más agresivos, sino que ni siquiera voy a poder compartir habitación con mi mejor amiga. Me siento en un rincón a esperar que me digan con quién me tocó, lo cierto es que dentro de mis compañeros varones no hay ninguno que pueda considerar mi amigo, así que me da igual. Lo único que podría empeorar la situación sería que me toque Julián, pero estoy dispuesto a ahogarme en el Nahuel Huapí antes que eso suceda. Finalmente, Ernesto se acerca y me dice: - Minetti, ¿te parece bien compartir habitación con García? Me encojo de hombros. David García es para mí un cero a la izquierda, nunca he tenido mucho trato con él, pero supongo que en esta situación no hay mejor solución.