Date: Thu, 24 Nov 2011 02:03:31 +0100 From: J. Subject: Maestro de Partituras - Chapter 1 Advertencia: Esta historia es ficción (no está basada en hechos reales) e incluirá menores manteniendo relaciones sexuales. Si no te interesa este tipo de temas, en tu país es ilegal, o crees que no puedes soportar el leerlo, sería recomendable que dejases este site a partir de ya. Por otro lado, el autor manifiesta su total desinterés por estos hechos en caso de que sucediesen en la realidad. La fantasía, cuanto más irreal mejor. Podéis enviarme opiniones o sugerencias a GladMC@gmail.com Gracias :) --------------------------- MAESTRO DE PARTITURAS - Capítulo 1 (2007, en algún lugar de los Estados Unidos de América.) - Muy bien, chicos. Nos dividiremos en tres grupos: ¡Josh, Mark, Dani! Vosotros iréis a buscar setas cerca del lago. - ¡Sí, Sr Powell! - ¡Tim, Mike, Mathew! Vosotros iréis al bosque a por algo de leña. - ¡Sí, Sr Powell! - Y, finalmente, mi hijo, quiero decir, Leo, David y yo iremos en busca de algunas bayas y nueces. - ¡Sí, Sr Powell! Este es mi segundo año con el Sr Powell y su horrible hijo como Líderes Scout. Ni si quiera sé por qué estoy aquí. Ah, sí, es verdad, "intentando convertirme en un hombre", eso es lo que papá dijo. ¡Venga va! Solo porque no aprobé algunos exámenes y sea malísimo en los deportes no quiere decir que no sea lo suficientemente hombre, ¿no? Por supuesto, está eso que he estado sintiendo últimamente, y que me ha estado preocupando un poco. Nunca he pensado demasiado en el sexo, la verdad, pero últimamente... ¡Estoy como una moto! Vi en la tele que a esto se le llama pubertad o algo así. Bien, no sabré cuál es el nombre pero lo que sí sé es que ¡es la cosa más rara del mundo! Mi cosa me da cosquillas cada dos por tres, y se pone toda dura a la menor señal de piel desnuda. Entonces, empiezo a sudar y a ponerme nervioso. Algo me pica y siento que tengo ganas de hacer pis (solo que no hago pis en absoluto ¿cómo podría cuando con mi cosa apuntando al techo?) Se han reído de mí en clase. Todos se ríen de mí cuando entramos en las duchas y me dicen cosas feas. Pero sé por seguro que algunos de ellos están pasando por lo mismo. ¿Por qué no me ayudan entonces? Como sea. Aquí estoy, con Tonto y Tontísimo, buscando bayas, bajo este sol abrasador, y esa dichosa "cosa" mía moviéndose en mis pantalones. ¿Podría ser peor? - ¡¡AAAAAGH!! ¡Me caí! ¡Por el amor de Dios! Se supone que estamos sobre terreno plano, ¿cómo es posible que haya un agujero aquí? - ¿Estás bien, David? - Sí, eso creo Sr Powell. Me duele un poco el trasero, pero el resto está bien. Podía oír perfectamente cómo Leo se estaba retorciendo de la risa. ¡Maldito bastardo! - De acuerdo, chico. Espera ahí, iré a por una cuerda. No querrás pasar la noche entera ahí dentro, ¿verdad? Me senté en el húmedo suelo. Leo aun estaba allá, podía oír cómo se movía de un lado para otro. Pero no pensaba dirigirle ni una sola palabra. Era un niño consentido, con sus dientes perfectos, en su perfecta cara de niño bien. Todas las niñas del cole, incluso las mayores, estaban coladitas por él. Y para hacerlo aún peor, ¡era hasta inteligente! Me pregunto en qué diantres debía de estar pensando Dios cuando decidió crear tal Adonis. Desde luego no pensé en el resto de nosotros, meros mortales. ¿Qué por qué no me caía bien? ¿No es obvio? Uno podría decir que soy algo mono, con mi pelo rubio y mis ojos verdes. No tengo mala pinta, supongo. ¡Pero no soy nada comparado con un chico como Leo! Siempre acaparando la atención de todo el mundo, siempre tan bueno, tan amigable, tan listo... Consiguiendo que a su lado el resto de la humanidad parezca un perfecto perdedor. Y bueno, además Jessica, mi querida Jessica, se había enamorado perdidamente de él, de este niño de plástico. Estoy seguro que ni siquiera sabe mi nombre, ¡y eso que he estado en su clase desde siempre! Decidí dejar a un lado mis pensamientos y hacer algo útil. Me encontraba en algún tipo de cueva. El agujero en el que había caído debía de ser la conexión de una serie de galerías, o eso parecía por la profundidad que se percibía en la oscuridad delante de mí. Me levanté y tantee la dura superficie de roca que me rodeaba. Algunas raíces habían conseguido encontrar su camino a través del suelo, lo que parecía que había tomado muchos años en suceder. Encendí mi linterna, apunté a la oscura cueva y decidí investigar un poco. - ¿A dónde crees que estás haciendo? - ¿QUÉ crees tú que estoy haciendo? - ¡No sabes lo que puede haber ahí! ¡Podrías incluso caer en un agujero más profundo! - ¿Y? - Mira, Papá llegará en unos minutos y... Pero ya me encontraba dentro de la oscuridad de la cueva. No me iba a quedar ahí, escuchando lloriqueos de niño pequeño, y menos la voz de Leo. Se hizo más y más estrecho con cada paso que di. Tenía que ir con cuidado con dónde ponía mis pies, algunas estalagmitas (¿O eran estalactitas?) obstaculizaban el camino. Podía ver todo tipo de minerales incrustados en las húmedas rocas y raíces, sobresaliendo por todas partes. El aire se volvió más frío en algún momento, y mi cuerpo empezó a mostrar un poco de tiriteo. Justo cuando estaba a punto de volver sobre mis pasos, lo vi. Algo brillaba a la luz de mi linterna. ¿Podía ser oro? Me acerqué, lentamente, ansioso con la idea de hacerme rico, rico y poderoso, y ser capaz de caminar por encima de todos aquellos que consideraba enemigos atroces... Básicamente todo el campamento y parte de mi cole. Y de vuelta a la realidad, alargué la mano hacia el objeto brillante. ¡Qué desperdicio de energía! Se trataba simplemente de una de esas cutres flautas de pan. ¡Y ni siquiera era dorada! Pero echándole un segundo vistazo, tampoco estaba tan mal. No era oro, pero estaba hecha de algo de un intenso amarillo brillante. Tenía bonitos adornos gravados en los tubos, y algo escrito justo en medio: "Maestro de Almas" - ¡Genial! Debe de ser de alguien que también se cayó en este maldito agujero y lo perdió. ¡Quien lo encuentra se lo queda! Ahora me pertenece. Lo puse en mi bolsillo, y seguí mi camino de vuelta a la entrada de la cueva. - ¡Ya estás de nuevo aquí! - Claro que sí. ¿Crees que una mísera cueva como esta podría conmigo? Leo cambió su expresión de preocupación por una de rabia. Sé que odia cuando la gente no se preocupe por él. Mientras el tonto de Leo no miraba, saqué mi recién encontrado tesoro. ¿Aun estaría en condiciones de ser tocado? ¡Parecía bastante viejo! Pero solo había una manera de saberlo. Acerqué mi boca a uno de los orificios y soplé. Y mientras el aire salía por el otro lado, un seguido de notas empezaron a hacerse identificables. La verdad es que a mí no se me daba muy bien tocar música. De hecho, esta era la primera vez que tocaba una flauta. Pero sonaba súper bien, y el tenerla en mis labios me daba una sensación bastante placentera. Raro, ¿no? No me estaba dando cuenta aún, pero mi melodía improvisada sonaba bastante bien. Suave y dulce, como una de esas canciones de amor francesas que a Jessica le gusta escuchar tanto. Jessica. Empecé a pensar en ella, en cómo sonríe cuando se concentra en la música que sale de sus auriculares y en cómo su bonito pelo rubio ondea al viento cuando camina. Y esas preciosas y largas piernas suyas, brillando bajo el sol de la mañana cuando entra al colegio. Y esos pechos, ¡Ah! ¡Esos pechos! Con solo 14 años era la chica más desarrollada de todo nuestro cole. ¡Qué buenas que están las chicas mayores! Y mientras me encontraba inmerso en pensamientos sucios, y tocando de forma inconsciente la flauta de pan, sentí algo que se estiraba en mis pantalones de Scout. ¿Me estaba poniendo palote con toda esta situación? Quería tocármela ¡estaba tan excitado! Imaginándome a Jess, haciendo todo tipo de guarradas, haciéndomelas a mí... De repente, una voz llegó a mis oídos. - ¡Oh, Jess! ¡Oh! ¡Sí! ¡Sí! ¡Maldito bastardo! ¿Es que no se puede uno divertir sin que le molesten con gritos? ¿No era esa la voz de Leo? ¿Qué narices hacía ahora nombrando a Jessica? Furioso, paré en seco de tocar la flauta. Nadie se atreve a mencionar mi Jessica, ¡Ni en sueños! - ¿Se puede saber qué estás haciendo por allá arriba, idiota? - ¿...Qué...? - Te la estabas tocando, ¿No es verdad? - ¡N-No! ¡De ninguna manera! ¡Estaba, estaba sentado aquí, esperando a Papá y...! - ¡Ni te atrevas a mentirme! ¡Te he oído perfectamente! ¡Gimiendo, y, y, diciendo cosas sobre Jessica...! - ¡No! Quiero decir, sí, ¡pero...! No sé lo que me ha pasado. ¡Yo no...! ¡Yo no...! ¡Oh, maldita sea...! Su voz sonaba nerviosa y algún que otro sollozo, así que se hacía algo más difícil entenderle. - Si Papá se entera de esto,... ¡Yo...! ¡Yo...! Por favor, no se lo digas, ¿vale? Es muy cristiano y Es muy cristiano y cree que los chicos que hacen estas cosas no tienen perdón de Dios. Por favor, no le cuentes nada. Estaba tan en choque porque le había pillado... A ver, quizás se pasaba un poco con el sollozo y tal, pero la verdad sea dicha, no es para nada propio de Leo hacer cosas guarras. Y tenía parte de razón: su familia era tan cristiana que incluso la más pequeña señal de interés en el género opuesto era un pecado inconcebible. ¿Cómo se entendía entonces que hubiese sido tan obvio masturbándose a tan solo unos metros de donde yo me encontraba? Y con su padre de camino con una cuerda. ¡Qué suicidio! - ¿Se puede saber en qué estabas pensando para hacer semejante chorrada? - Y-yo... ¡No lo sé! ¡Tan solo, tan solo...! - Venga, va, deja de lloriquear, que odio a los lloricas. No le contaré nada a tu padre, ¿vale? Así que para ya de una vez porque me estás poniendo de los nervios. - ¿No se lo dirás? Con toda la rabia que me daba no aprovecharme de la situación, Dios sabe que odio a este tipo, el pobre lo estaba pasando realmente mal. Estaba claro que se sentía totalmente humillado y arrepentido. Y tampoco soy tan mala persona, de verdad. Además, si me lo guardaba ahora quizás me podría ser útil en algún futuro. - Puedes confiar en mí. No tengo el más mínimo interés de hablar de sexo con tu padre. - ¡Oh, David! ¡Gracias! !Muchísimas gracias! ¡Yo no quería sus gracias! ¡Solo lo odiaba! ¿Por qué tenía que ser tan buen chico siempre? Si tan solo fuese un poco menos perfecto... Más humano... La flauta de pan en mi mano empezó a brillar. La miré. Qué coincidencia que mientras que yo me encontraba tocando la flauta y fantaseando sobre Jess, este idiota fantaseaba sobre lo mismo allá arriba. ¡Leo! ¡El adorador de Dios y de las normas! ¿Podría ser que hubiese alguna conexión? Miré una vez más a la inscripción de "Maestro de Almas". Creí poder ver algo diferente. Algo más grabado justo debajo. "D...A...V...I......D" ¿DAVID? ¿Qué diantres...? ¡Ese era yo! Reflexioné inmediatamente: ¿Ya estaba esto ahí cuando encontré la flauta? ¿Podría ser que el anterior dueño se llamase también David? ¿Pero cuál era la probabilidad de que eso pasase? Pequeña, pero bastante increíble. Además, estaba lo que acababa de pasar. Decidí que, aunque fuese una locura, me salía más a cuenta dejar de pensar y probar la idea que hervía en mi cabeza. Total, ¿A caso tenía algo que perder? Una vez más, mis labios entraron en contacto con la superficie de los agujeros de la flauta. Toqué las primeras notas y la melodía volvió a escena. Tan agradable, tan relajante. Me sumergí en la melodía mientras pensé en lo que tenía planeado. Pensé en qué podría imaginarme ahora para demostrar lo que creía que estaba pasando. Tenía que imaginarme algo que fuese muy difícil que pasase de otra manera. Y tenía que ser algo humillante, ya que estaba. ¡No iba a desperdiciar dos oportunidades el mismo día! Así que imaginé a Leo, y me lo imagine de la manera más vívida de la que era capaz. Lo podía ver perfectamente. Estaba como delante de mí, pero en vez de de pie se encontraba a cuatro patas. Y de repente empezaba a ladrar y a aullar, como un sucio perro callejero, y a rascarse la cabeza con la mano como si estuviese lleno de pulgas. ¡Hasta levantaba una de las piernas traseras para mear en la corteza de un árbol! Y así, miré entonces por encima del agujero, buscando a Leo. Ahí se encontraba, para mi alucine, caminando a cuatro patas, ladrando felizmente como un buen perrito feliz y rascándose la cabeza en busca de unas pulgas inexistentes. Con algo de confusión en su cara, pero el resto del cuerpo actuando tal y como acaba de idearlo. Dejé de mirar cuando se acercó a un árbol, se bajó la cremallera y aún a cuatro patas lo marcó todo de pis. ¡Qué asco! ¡Y qué bizarro! Esto no podía ser de ninguna manera una coincidencia, ¿verdad? Esta no podía ser una flauta cualquiera. Estaba claro que Leo no hubiese hecho nada de eso de no haberlo pensado yo. ¡Si hasta estaba olisqueándose el trasero, por el amor de Dios! No, había algo especial en esa flauta.. Algo mágico. Algo que permitía controlar las acciones de los demás, incluso haciendo que hiciesen las cosas más humillantes. Volví a mirar la flauta, esta vez con admiración y cierto respeto ante el poder que sostenían mis manos. Dos nuevas palabras habían aparecido. Dos nuevas palabras que conformarían mi estatus: "David Maestro de Partituras"