Date: Tue, 03 Apr 2007 03:36:03 -0600 From: Kevin Daniel Allen Subject: los-guardianes-de-kovzland-3 LIBRO II: LOS GUARDIANES DE KOVZLAND ESCRITO POR KELVIN GUARD TRADUCIDO POR KEVIN DANIEL ALLEN kevindanielallen@gmail.com CAPÍTULO TERCERO: CUANDO LOS NIÑOS COLISIONAN No supe mucho de los chicos mayores en las semanas posteriores, excepto cuando estábamos en el comedor. Mientras yo y los niñitos explorábamos el lugar y jugábamos, los chicos mayores organizaban reuniones donde discutían sus planes para la isla. Sabía que el Guardián Calvin estaba invirtiendo mucho tiempo en el entrenamiento del Sumo Sacerdote Jonathan Quade, en el Templo y que el Guardián Garrik estaba entrenando al Rey Erin en el palacio. Sin embargo, para mí y mis amiguitos, era tiempo de jugar y explorar más de lo que cualquier niño pudiese soñar. Un par de niños eran considerablemente hábiles con los caballos y nos enseñaron a montar. Ya había montado antes en Villa Tarsec, pero siempre había sido junto a Eric Thorne, un niño que había sido criado entre jinetes, así que, me tomó algún tiempo aprender. Puesto que las sillas de cuero de los caballos eran rasposas, tuvimos que usar ropas de nuevo, usualmente, solo pantalones vaqueros sobre nuestras piernas, pero algunas veces, camisetas y zapatos también. Traté de montar los caballos más grandes como estaban haciendo los niños de mi edad, pero después de un par de días, terminé adolorido en las piernas por la silla de montar, así que opté por montar caballitos más pequeños. Los otros chicos se mofaron, pero pronto la mayoría los estaba montando también. A caballo, podíamos explorar más allá de lo que podíamos caminando. Primero inspeccionamos todas las villas, asegurándonos que cada una estuviera equipada adecuadamente. Calvin me había dado esta tarea, pero sospecho que solo me la dio como una excusa para evitar hacer todo el trabajo que los demás estaban haciendo. Aun más interesantes que las villas, eran los campos entre ellas. La mayoría del terreno estaba civilizado de cierto modo con céspedes bien cortados, huertos y parques. No obstante, otras partes eran silvestres. Algo curioso era que si te aventurabas en las partes silvestres, te encontrabas con un lugar secreto: un prado, una cueva, una posa para nadar con una fuente, etc. Después de un tiempo me inferí que ninguna parte de la isla era realmente silvestre y solo había sido diseñada para lucir como tal. Había una infinidad de lugares para explorar, un aspecto natural y necesario para la felicidad de los niñitos. Había veinte de nosotros que frecuentemente explorábamos juntos; algunas veces más, algunas veces menos. Algunas veces nos dividíamos en grupos más pequeños cuando no podíamos decidirnos adonde ir; cada grupo esperaba encontrar algo más asombroso que los otros. Lo primero que hacíamos al levantarnos en la mañana era partir e ir a donde nos llevara nuestra curiosidad. Habiendo árboles frutales y abundantes vegetales, teníamos suficiente que comer; por tanto, raramente regresábamos al palacio antes del anochecer. Cuando la excitación de jugar con nuestros cuerpos era fuerte, nos parábamos en el camino y teníamos sexo entre nosotros, pero ello no era muy común, excepto cuando nadábamos desnudos, ya que nuestros penes ya estaban a la vista. Además estábamos muy ocupados correteando, jugando luchitas, y explorando; así que, no pensábamos mucho en el sexo. No era de gran importancia para los niños humanos, la mayoría de los cuales aun no estaban en la pubertad, pero nosotros, los Niños de Kovz, éramos más sexuales mucho antes de la pubertad. Habían pasado dos semanas desde el día de nuestra llegada a la isla en el barco. Era temprano en la mañana y los niñitos y yo nos estábamos preparando para comenzar nuestra rutina matutina. Sin embargo, mientras ensillábamos los caballos, Calvin y Brendan entraron al establo del palacio. —¿Montarais con nosotros también? —Perry rió emocionado. —No —dijo Calvin sonriente—. El barco regresó. Vamos a ir a hablar con el Capitán. —¿Puedo ir también? —pregunté, más por curiosidad que por cumplir un deber. —Claro —dijo Brendan sonriéndome—. Puedes montar conmigo. El gallardo adolescente fácilmente me ayudó a subirme al caballo y después montó tras de mí. Pasó sus brazos bajo los míos y tomó las riendas sobre mis piernas. Enseguida, los tres estábamos cabalgando fuera del establo por el camino empedrado que conducía hacia la fuente central. Yo solo traía pantalones vaqueros, así que mi pecho estaba desnudo, pero Brendan traían una camisa de franela separando su piel de la mía. —¿Para qué ha regresado el barco? —pregunté, mirando a ver al apuesto chico. —Se supone que vendrán cada dos semanas —explicó Calvin tras nosotros—. Por ahora solo se cerciorarán que tengamos todo lo necesario. Posteriormente, cargarán algunas plantas y nos traerán lo que necesitamos. —¡Oh! —exclamé feliz de todo estaba funcionando perfectamente. —También se nos informó que David esta en camino —agregó Calvin; su voz potente no tenía que esforzarse mucho para ser escuchada sobre el galope de los caballos. —¡De veras! —dije emocionadamente. Yo había conocido a David en Raykov, meses atrás. Él había sido el Guardián del Refugio: el hogar donde los Niños de Kovz mantenían una vigilancia secreta sobre el Reino de Raykov. Fue ahí donde, uno de mis primeros novios, Lance Reynolds, había sido dejado como favor personal al Rey de Raykov. —Trae consigo a todos los niños que pudo encontrar en Raykov —explicó Calvin. —¿Cuántos? —alcé mi voz un poco. —Casi dos mil —dijo Calvin sonriéndome. —¡Dos mil! —exclamé. No tuve que preguntar donde íbamos a acomodarlos a todos, pero si que era un gran numero de niños. Sin embargo, había un solo niño en el que estaba pensando. —¿También viene…? —comencé a preguntar. —Sí —dijo Brendan sin dejarme terminar la pregunta y abrazándome—, Lance viene con ellos. David llegó dos semanas después; por tanto, debió haber partido de Raykov casi inmediatamente después de que llegamos a la isla. Ya podía imaginar la vista que aquello ha de haber sido. Viniendo desde la Antigua Ciudad, una fila de niños de más de un kilómetro de largo siguiéndolo. Eran tantos que ser transportados en dos embarcaciones. Yo esperaba ansiosamente con los demás hasta que el barco finalmente aparecido y comenzó a aproximarse al muelle. Esto iba a requerir mucho esfuerzo. Solo éramos cincuenta y tres (veinte de los cuales eran muy pequeños e irresponsables) y, de alguna manera teníamos que recibir a dos mil niños y organizarlos. Kelly, Tod y yo fuimos asignados para cuidar de los niñitos más pequeños, con la ayuda de varios de nuestros amiguitos. A los demás también se les asignaron tareas. Tan pronto como el barco topó contra el muelle, nos movilizamos y comenzamos a organizar la masa de niños en la cubierta. No se veían muy pulcros. No solo habían viajado por cuatro semanas, también la mayoría era de los barrios pobres de Raykov. Estaban sucios y, aunque eran evidentemente lindos bajo la mugre, mi mente no pensaba en sexo, sino en cumplir con mi deber. Todos los niños comenzaban a dispersarse al mismo tiempo. Yo buscaba aquellos que se veían de menos de ocho años de edad; el Príncipe Ben buscaba a los que llevaban el legendario medallón de Kovz alrededor de sus cuellos. Los demás estaban organizando a los niños de otras edades. La búsqueda de Niños de Kovz era nuestra misión primordial. En alguna parte del mundo había cinco mil de ellos, descendientes directos de los Guardianes. Cuando los Ancianos atacaron y destruyeron la Antigua Ciudad, todo Niño de Kovz que había sido asesinado, fue inmediatamente transportado a una remota ubicación aleatoria y regenerado como un niñito. A causa de ese proceso de reencarnación, el niñito sufría de amnesia, es decir, no tendría memoria de su pasado, ni de quién era y, solo tendría un medallón dorado para identificarlo y protegerlo de los Ancianos. Si era capturado por nuestros antiguos enemigos, un Niño de Kovz sería asesinado nuevamente o encerrado en una prisión indefinidamente. No podían matarnos, pero podían debilitar nuestro reino si, continuamente destruían nuestros recuerdos. Sin recuerdos, los Niños de Kovz no éramos rivales contra los Ancianos. Los medallones solo podían ser identificados por nativos de Kovz. Las demás personas solo los veían como simples medallones de oro, de tres centímetros de diámetro, lisos y austeros. Sin embargo, los Niños de Kovz, podíamos ver en los medallones un grabado de dos niños hermosos, ambos desnudos: el mayor, afectuosamente, con su brazo sobre los hombros del menor; ambos mirando la salida del sol. Alrededor había una inscripción que decía: “KELVIN PROTÉGEME”. Por tanto, meses atrás, yo también había sido asesinado y transportado a Tarsec y despertado con tal medallón. En condiciones normales, los recuerdos de un Niño de Kovz podían ser restablecidos, pero debido al daño causado por el asalto a la Ciudad de Kovz, nunca me pude recuperar completamente. Nuestros esfuerzos para organizar a los niños en grupos era un desastre. No solo nos estábamos tropezando entre si, sino que también los niños mugrosos que llegaban bloqueaban el camino a los demás. Toda esta confusión asusto a los niñitos pequeños, los que estaban bajo mi responsabilidad, y prácticamente todos estaban llorando. Tan pronto como todos estuvieron en tierra firme, el Capitán partió enseguida con una mirada de incertidumbre. Tratábamos de calmar a nuestras pequeñas encomiendas, pero niños como nosotros no éramos muy efectivos con niñitos que eran todavía más pequeños. Me sorprendía que fueran tan chiquitos. Algunos no pasaban de los cuatro o cinco años. Sin embargo, hicimos nuestro mejor esfuerzo para agruparlos juntos: ciento cincuenta niñitos llorando, algunos preguntando por su mamá, varios orinándose en sus pantalones rasgados. Me sentí aliviado cuando Terry llegó y comenzó a calmarlos a todos. Con su habilidad de adolescente, les contó un cuento acerca de un niñito valiente en una gran travesía por el mar. Pronto, hizo que se les olvidaran sus temores y que cooperaran con nosotros. Tod se puso a cargo, lo que era poco común ya que el generalmente era muy tímido para esas cosas. Enseguida guió nuestro grupo lejos de los demás y los llevó hacia la playa al sur del muelle. Ahí, con un poco de persuasión, hizo que todos se quitaran sus ropas rasgadas y sucias y que se bañaran en la fresca agua del lago. Trajimos jabones para que se lavaran completamente, especialmente su cabello que estaba irremediablemente infestado de piojos. El jabón los eliminó completamente dejando solo un cabello sedoso. La mayoría de los niños estaban avergonzados por el pudor de estar desnudos frente a todos los demás y, por tanto, se estaban donde el agua les llegaba hasta la cintura, cubriendo sus penes chiquitos. Estaban incircuncisos ya que esa práctica era poco común en Raykov. En consecuencia, para asegurarnos una higiene completa, les pedimos que se halaran el prepucio y que se restregaran perfectamente sus mini penes. Al poco tiempo, nos encontrábamos frente a ciento cincuenta niñitos desnudos, un poco confundidos pero limpiecitos y relucientes. Ya lo habíamos planeado y teníamos muchas toallas para que los niños se secaran. Una vez secos, se les dio, a cada uno, unos pantalones cortos y una camiseta tan blanca que los parvulitos estaban relucientes bajo el sol. Bañaditos, se veían adorables. Con sus ropas limpias con un rico aroma a suavizante de telas, su comportamiento cambió y algunos comenzaron a hacer lindas sonrisitas y tiernas caritas para lucir adorables ante sus nuevos cuidadores. Lo mismo estaba pasando al norte del muelle; sin embargo, a todos aquellos niños se les dieron ropas color azul claro cuando terminaron de lavarse. Eran varios cientos de niños, en un rango de edades desde impúberes hasta jóvenes mayores. Varias carrozas enormes, tiradas por caballos, estaban llegando, conducidas por algunos de mis hermanos de Kovz. En las dos primeras, colocamos a los niños vestidos de blanco. Temerosos y confundidos como estaban, fueron retirados, dándonos unos minutos para descansar mientras los otros niños más grandes eran abordados en las otras carrozas. Estaba agotado cuando vino Rick y me sonrió. —Nada mal… —dijo—. Treinta y dos Niños de Kovz en esta tanda. —¡Estupendo! —dije tan entusiasmadamente como pude bajo mi fatiga. —Son adorables, Kely —dijo Rick en tono guasón. —No nos interesa —respondió Tod por mí—. Estamos fatigados. —Será mejor que os despabiléis —dijo Rick—. La próxima embarcación estará aquí en pocos minutos. Gruñimos, pero Garrik tenía razón. Al poco tiempo, el barco de vapor estaba de nuevo a la vista. La próxima carga era aun peor. Había tantos niños en el otro grupo, así que Calvin dijo que nos lleváramos todos menores de doce años. Ello triplicó el número con el que teníamos que lidiar. Sin embargo, esta vez fuimos más organizados con Calvin en el muelle, indicándole a cada niño donde tenía que ir. La segunda embarcación traía consigo ochenta y siete Niños de Kovz, lo cual nos alegró mucho. También trajo al Guardián David a la isla y todos estábamos contentos de verlo de nuevo. Mis recuerdos más claros de él lo asociaban con Raykov, pero internamente lo conocía por dos mil años. Eran un joven muy atractivo de dieciséis o diecisiete años con cabello negro, corto y profundos ojos cafés. También era muy amistoso y parecía mostrar un aire de sexualidad adolescente. Hubiese tenido sexo con él, pero definitivamente no había tiempo para eso en aquel momento. —¿Qué es eso? —pregunté, notando que el chico traía un saco de yute. Se veía pesado por la manera en que lo traía sobre su hombro. No pude evitar pensar que tal vez nos había traído un presente o algo. —¡Oh!, mira esto. —Él tenía una voz peculiar, no muy grave, pero con un curioso seseo que me sonaba un poco gracioso. David se hacia llamar “Swish”, un seudónimo que en realidad no entendía, pero que él parecía estar orgulloso de tener. Había otros chicos como él; supongo que eran un poco diferentes. —Calvin… —David llamó al otro Guardián—. Ven a ver esto. —¿Qué es? —preguntó el joven. Parecía un poco impaciente con todo el quehacer que teníamos, pero estaba dispuesto a ceder un poco de tiempo a otro Guardián. —Este es un obsequio dado al Rey Mike in Raykov —dijo el recién llegado. Puso el saco sobre el suelo y desató los cordones, revelando la escultura más asombrosa que yo haya visto. Parecía estar hecha de vidrio o cristal, translúcido. Tenía incrustadas unas gemas verdes, rojas, amarillas y azules. Era tan misteriosa que me tarde un poco en notar que era la figura de un niñito, tal vez de nueve o diez años. La escultura era sublime, de cristal tallado con un acabado increíble y detallado. Sin embargo era un cristal tan puro que los detalles se mezclaban en su translucida claridad. Solo podías ver ciertos detalles desde ciertos ángulos. Sin no hubiese sido por el hecho de que era la estatua de un niñito, con una obvia erección, habría pensado que era una pieza del museo de Labar, pero siendo de un niñito, su lugar más adecuado era Kovzland. David contó la historia tal como se la dijo el Rey de Raykov. La estatua había sido arrebatada a un dragón que habitaba en un lugar a más de doscientas leguas al norte. Este lugar estaba localizado más allá del mundo “civilizado”, tan lejos que era poco probable que los Niños de Kovz lo conociéramos. La estatua era tan hermosa y magnifica que me quedé contemplándola. —¿Cómo es que se la quitaste a Mike? —preguntó Calvin, encantado por la estatua igual que yo. —A un precio muy elevado, Calvin —admitió David, un poco incomodo—. Creo que tenemos que hablar de ello en el Consejo. Calvin asintió, contemplando la estatua y moviendo su cabeza para verla por todos los ángulos. —No pudo haber costado mucho —dijo—. Es solo un objeto y no es uno que hayan hecho los Niños de Kovz. —Creo que debió haber sido hecha por los Sátiros —sugirió David. Calvin asintió. —Puede ser —dijo—. Se la entregaremos a Jonathan. Aun esta aprendiendo, pero veremos que puede investigar. —¿Quién es Jonathan? —David preguntó. —El nuevo Sumo Sacerdote —explicó Calvin, envolviendo la estatua en el saco—. El un chico brillante. Si alguien puede entenderla, es él. De eso no había duda. Estaba un poco triste cuando se llevaron la estatua, pero tenía muchas cosas que hacer. En las siguientes dos horas, lavamos, despiojamos y vestimos a quinientos niños al sur del muelle. Esta vez era un poco más interesante, pues, la diferencia de edades nos permitió ver lindos penes. Ninguno de los niños era tan grande como para tener vello púbico o penes muy grandes, pero la vista era más variada que la de los primeros niñitos. Aun así, era mucho quehacer. Pronto, estábamos abordando a estos niños en las carrozas, vestidos con ropa blanca y azul claro. Una vez agrupados, fueron llevados a la Casa Blanca y la Azul Claro, respectivamente. A Kelly, Tod y a mí se nos encomendó la Blanca junto con otros incluyendo a Calvin. Nos fuimos en las últimas carretelas, todos fatigados, pero Calvin sonriendo satisfecho. La carretela nos llevó hacia la villa donde estaban los niños de blanco. Esto nos tomó más de una hora, con niños llorando en la parte de atrás. Enseguida que llegamos, saltamos de la carretela y ayudamos a los niños a bajarse de las carrozas y reunirse con los otros que habían llegado antes. No tenía idea de donde comenzar. Había más de setecientos parvulitos y solo doce de nosotros. Afortunadamente Calvin era muy hábil para tratar con niños y los organizó en equipos de diez, cada equipo comandado por lo que él llamó un Líder del Escuadrón. El niño que era elegido como Líder del Escuadrón se sentía obviamente orgulloso de esta distinción y asumía una actitud activa sosegando a sus pequeñas encomiendas. Entonces, Calvin reunió a cinco de estos escuadrones formando lo que él llamó un Pelotón, asignando a un niño mayor como líder de cada uno de estos. Después, reunió grupos de cinco pelotones en lo que llamó una Compañía y asignó a un niño aun mayor para que fuera el Comandante de la Compañía. Finalmente los organizó a todos en un Batallón. —¿Dónde aprendiste a hacer esto? —pregunté con admiración a mi amigo. —En el Ejército de los Estados Unidos —respondió Calvin con sus manos tras su espalda, vigilando la multitud de niñitos ante él. Estaban sobre una gran extensión de pradera cuyo pasto no había crecido desde nuestra llegada a la isla. Había cierta distancia entre cada pelotón y una más grande entre las compañías. Los Líderes de Pelotón estaban batallando para que sus encomendados se formaran en líneas rectas, pero no estaban teniendo mucho éxito. Aun así, se veían más ordenados de lo que yo hubiese imaginado. Se veían increíbles: un mar de niñitos de blanco sobre el verde pasto de la pradera. —¡Muy bien! ¡Callaos todos! —Calvin gritó a la inmensidad de de niños murmurando. Su voz potente superó todo el ruido y los niños se quedaron en silencio—. Lideres de Escuadrón, vosotros sois responsables de cuidar a los niños de vuestro escuadrón. Líderes de Pelotón, vosotros sois responsables de que los líderes de escuadrón estén haciendo bien su trabajo. ¿Habéis entendido? Los niños asintieron tímidamente. —¡Muy bien! —continuó Calvin—. Lo primero que quiero que vuestros niños aprendan es a formarse en línea recta. Hasta que estéis formados correctamente, entraremos a comer. Calvin estaba siendo bueno con los niñitos y no los intimidaba con exigencias jerárquicas como el marcial alarido de “¡sí, señor!” Sin embargo, cuando se trataba de que formaran bien, era un poco severo. Nos tomó más de media hora para que todos se formaran bien y ni así hubo un éxito total hasta que el Príncipe Ben fue entre los parvulitos diciéndoles donde se tenían que colocar. Me estaba aburriendo, pero al menos, los niñitos no estaban chillando ni gritando como acostumbran. Finalmente, Calvin dejó que entraran en fila a la Mansión Blanca más grande, la que era capaz de albergar a setecientos niñitos. Tomó más de una hora para que toda la fila entrara en la mansión donde Brendan y los demás ya estaban listos para la cena. Había mucha comida para alimentar, pero al ser tantos niñitos y nosotros muy pocos, la cena consistía en frutas, nueces y verduras; nada que tuviera que ser preparado. Entretanto, los niños de diez y once años que habían sido como Comandantes de Batallón y Compañía fueron llevados a dar un recorrido a la mansión por Calvin, Kelly y yo en un remolque. Asegurándose que los otros niños comieran, Calvin había reducido el número de niños con el que tenía que lidiar a media docena. Kelly y yo estábamos aprendiendo muchas cosas. El Guardián alto les indicó a cada uno de los Comandantes donde asignar a cada uno de los Lideres de Pelotón, es decir, no dirigirse a cada niño y decirle en que habitación le tocaba, sino decirle a los Lideres de Pelotón en que habitación les tocaba y ellos a su subordinados y así seguir una efectiva línea de comando. Los niños asintieron entendiendo la idea. Sin embargo, seguían confundidos acerca de muchas cosas, pero Calvin no les dio tiempo de que hicieran preguntas, solo les dijo que hacer y como hacerlo. Posteriormente, cuando regresamos al comedor, un Comandante de Compañía se estaba peleando con un Líder de Pelotón. No solo era una discusión, sino una pelea de verdad, golpeándose con sus puños pequeños el uno al otro. Calvin llegó enseguida a la escena, pero para mi sorpresa, no detuvo la pelea; solo miró a los niñitos vestidos de blanco luchando en el piso. Cuando fue evidente que al Comandante de Compañía le estaban dando una golpiza, enseguida Calvin sujetó a cada uno del brazo y los puso de pie. —Quedas relevado —le dijo Calvin al niñito llorón que había sido el Comandante de Compañía—. Ahora tú serás el Comandante de la Compañía Bravo —le dijo al ganador de la pelea—. Te sugiero que te lleves con el Comandante del Batallón y ejecutes mis órdenes rápidamente, porque si no haces todo lo que te digo, esta noche te daré unas nalgadas. Afortunadamente, el Comandante del Batallón era un niño listo y se acordaba del entrenamiento que los Comandantes de Compañía habían recibido. Calvin entonces había reasignado y ascendido al nuevo comandante que ahora era más receptivo y hacía lo que se le pedía. Curiosamente, Calvin tomó al ex-comandante bajo su protección personal. Por el resto de la noche, adondequiera que fuese, Calvin se llevaba consigo al niñito de once años, todo el tiempo del brazo afectuosamente. Al poco rato, el niñito ya andaba sonriente y mirando a Calvin como si fuera su hermano mayor. Yo no comprendía lo militar y realmente no estaba seguro de que me agradase. Kovzland no era un ejército. Se suponía que era un alegre paraíso lleno de amor de niños. Sin embargo, a lo largo de pocos días, tuve que admitir que lo militar estaba dando resultado. Al principio Calvin había sido un dirigente severo que no permitía que los niños hicieran otra cosa que seguir ordenes: días enteros realizando ejercicios de marcha y horas tras horas enseñándonos a mí junto con Kelly y los Comandantes de Compañía, y los Comandantes de Batallón, como llevar el orden de la casa. No nos quedaba mucho tiempo para divertirnos. Sin embargo, al poco tiempo, Calvin dejó de ser tan estricto y sus comandantes se tornaron más eficientes. Pronto los niños ya se preparaban sus alimentos, limpiaban y organizaban sus cosas, y generalmente comportándose bien. Pronto se les permitió que fueran a las tiendas a elegir sus ropas, aunque no había mucho que elegir ya que todos los atuendos eran de un blanco brillante. El orden estaba imperando sobre el caos y los niñitos comenzaban a adaptarse. Pronto se les dio más tiempo libre y cuando lo tenían, seguían las reglas que se les habían dado. Hubo pocas nalgadas que dar para hacer respetar las reglas y hubo más de un niño que tuvo que se consolado cuando estaba llorando o asustado, pero todo ello estaba dando resultado. Lo que si no había eran juego sexuales por la simple razón de que estaba expresamente prohibido. Kelly, Tod y yo, junto con los otros niños que habíamos llegado antes, aun teníamos permitido tener sexo por la noche, pero Calvin no permitía que fuéramos desnudos a otros lugares, aunque si comenzó a animar a los recién llegados a quitarse algunas ropas cuando jugaban, algo que algunos siguieron, pero no muchos. Más de veinte niños fueron inmediatamente retirados por Calvin en la primera semana. Me tomó algo de tiempo darme cuenta que estaba retirando a los niños que empezaban a tener erecciones constantes. Ellos fueron inmediatamente llevados a la villa Azul Claro. También hubo algunos niños de Azul Claro que llegaron y se incorporaron a la Casa Blanca en los escuadrones y pelotones existentes. La siguiente semana, Calvin reunió a todos los niños de blanco en formación. Con su potente voz, les dijo que Kelly sería el nuevo Comandante General de la Casa Blanca y que debían seguir sus órdenes. Después de lo dicho, nos sonrió y se fue. Obviamente, ni Kelly ni yo queríamos estar al frente de de tantos niñitos, tampoco Ben y los otros. Lo que nos ayudaba a continuar eran los consejos de Brendan (quien mantenía una mínima presencia) y los esfuerzos de nuestros Comandantes de Batallón y Compañía para ayudarnos. Aun sin Calvin, pudimos llevarnos bien con todos. Ya para el final de siguiente semana, ya todo estaba funcionando por si solo y enfocamos nuestra atención en enseñarle juegos a los comandantes para que se los enseñaran a sus niños y también consolábamos a los niñitos más pequeños que necesitaban atención extra. Temprano en la mañana, Kelly y yo recibimos la notificación de que habría Consejo esa noche. El Consejo es un término que significaba la reunión de toda la Familia Real y los Guardianes. Eran las reuniones más importantes pues eran donde las decisiones eran tomadas formalmente. Era, además, el primer Consejo de la Nueva Kovzland, por tanto, mucho miembros no pertenecientes al Consejo estarían presentes también: cualquiera que pudiera expresar una opinión y dar una visión más amplia. Kelly y yo notamos que solo era una invitación para la Realeza y los Guardianes y ninguno de los demás niños podía asistir. Kovzland se estaba restableciendo. La idea de reunirnos fue bien recibida por Kelly y por mí, porque iba a llevarse a cabo en el palacio, lo cual nos daría un pequeño descanso de nuestras incesantes responsabilidades y cambiar de rutina. Mientras estuviéramos fuera, la Casa Blanca se quedaría a cargo de los comandantes de Batallón y Compañía. Nos fuimos hacia el palacio después de que el sol se ocultó, cabalgando unos dóciles caballitos hacia arriba de la pendiente. Tod y Ben también cabalgaban unos potros tras de nosotros. Era un paseo especial, uno de los pocos que habíamos tenido en las últimas dos semanas, solos sin que una bola de niñitos estuviera exigiendo cosas de nosotros. Partimos temprano para darnos nuestro tiempo llegando al palacio justo antes de que el Consejo comenzara. Caminamos una gran distancia hasta la Cámara del Consejo en el segundo piso. Nos sentíamos libres y relajados; sin embargo, ello cambio cuando entramos, pero aun éramos jóvenes y tratábamos de relajarnos. La Cámara del Consejo estaba formada por dos plataformas alzadas y encontradas, cada una con un largo escritorio. Los lugares de cada quien estaban claramente señalados. En una plataforma, los Príncipes de varias villas se sentarían. Justo en la plataforma de enfrente, se sentaría el Guardián respectivo a esa villa. Nosotros no sabíamos todo esto al principio, pero Garrik, como Guardián de la Familia Real, rápidamente corrió hacia nosotros y nos hizo saber el protocolo. Para empezar, los Príncipes todavía no debían estar en la sala. Enseguida Garrik los condujo atrás de la cortina al lado de la Familia Real, después me llevó a mi asiento. Fui colocado todo hacia la derecha de la plataforma de los Guardianes y terminé sentado a dos asientos de Terry. Me hubiese gustado haberme sentado junto a Kelly y reírnos entre dientes en la reunión como lo hacíamos siempre. Los demás Guardianes llegaron, pero no vi a ningún otro miembro de la Familia Real. Pronto, cada uno de los Guardianes estábamos en nuestros respectivos lugares mirando hacia Garrik, quien, al ser Guardián de la Familia Real, se sentó en el centro. —Con vuestro permiso, hermanos —dijo Garrik dirigiéndose a nosotros, luciendo muy jovencito como para hablar con tal solemnidad. —De nuevo es como debe de ser —asintió Calvin en aprobación. Garrik acepto las palabras de Calvin como un asentimiento de todos nosotros. Se puso de pie tras su escritorio central, golpeando moderadamente un martillo sobre su pedestal. —Guardianes de Kovzland —dijo con su joven voz—, presento ante vosotros a Su Majestad y a la Familia Real de Kovzland. Automáticamente, me puse de pie atentamente mientras la Familia Real entraba. Solo eran cuatro miembros: el Príncipe Kelly entró primero, seguido del Príncipe Tod Harb, el Rey Erin Rogers y el Príncipe Ben Alfors. Cada uno de ellos tomó sus respectivos asientos, todos parecían saber que hacer. Hasta Kelly se esperó a que Erin se sentara y, de repente, me sentí como el único niñito en la sala. Dudoso, imité lo que hacían los demás Guardianes y me senté hasta que ellos lo hicieron. Volteé a ver Kelly y mire sonrió tranquilo un poco, pero cuando a Ben y a Tod, ambos príncipes lucían preocupados y nerviosos. Era extraño. —Su Majestad, Su Alteza y Hermanos —comenzó Garrik con una voz que se entrecortaba por la pubertad y hacia obvio que era muy joven como para estar dirigiendo esta reunión—. Os doy la bienvenida al Primer Consejo de la Nueva Kovzland. Su Majestad y yo hemos trabajado arduamente para restablecer el deber de este Consejo y vuestra cooperación es altamente apreciada. ¿Deber? ¿A que se estaba refiriendo? Lo miré y noté lo fatigado que se veía. Parecía que el había dormido menos que yo. Mirando a Erin, noté que ambos debieron haber estado practicando toda la noche, estudiando y discutiendo las obligaciones del Rey de Kovzland. Me sentí un poco culpable, pues había pasado la mayoría de la tarde pensando que Tod, Ben y yo éramos los únicos que estábamos trabajando duramente. Observando el Consejo, me di cuenta de que todos habíamos estado trabajando diligentemente todas estas semanas. Dos mil niños nuevos. Era demasiado para una sociedad que no había sobrepasado cinco mil habitantes en el pasado. —Con su permiso, Su Majestad —dijo Garrik a Erin—, los Guardianes entregaran los informes de sus respectivas Casas. —Tú eres mi fiel consejero —dijo Erin solemnemente—. Te ordeno que presidas este Consejo en mi nombre. Esto me sonaba gracioso y le sonreí a Calvin; sin embargo el no me estaba mirando. Estaba sentando con su mentón sobre sus puños, recargado sobre el amplio escritorio de los Guardianes. Cuando el ritual protocolario terminó, miró solemnemente a Erin y asintió en aprobación. Miré al niñito, esperando captar su atención, esperando ver su carita sonriendo puerilmente como cuando lo conocí por primera vez. Pero el no me miró y su tersa carita trigueña lucía fatigada. —Es un honor para mí, Su Majestad —dijo Garrik haciendo una pequeña reverencia—. Con su permiso, solicito se me entregue el informe de Su Majestad, el Príncipe de la Casa Blanca. Por unos breves segundos, esperé a que Kelly respondiera. Sin embargo, enseguida sentí mis piernas poniéndose de pie. Era una locura. Yo no tenía idea de que es lo que iba a decir en un informe, mucho menos conocía el protocolo. —Por Su Gracia —dijo mi voz infantil con una pequeña reverencia hacia Kelly—, Su Majestad, Príncipe de la Casa Blanca, me ordena que os informe de la confusión en dicha casa. Hemos procesado a tantos niños en poco tiempo. Al menos doscientos de los niños que hemos aceptado no deberían estar en la Casa Blanca y corremos el riesgo de arruinar nuestros nobles propósitos. Su Majestad solicita que reubiquemos inmediatamente a doscientos niños hacia la Casa Azul Claro. No tenía idea de lo que estaba diciendo, aun así, sabía que estaba diciendo la verdad. Volteé a ver a Kelly y noté que el tampoco tenía la mínima idea de que lo había dicho. Se veía confundido y fascinado al mismo tiempo mientras me miraba. Un momentáneo silencio invadió la sala y sentí como mis rodillas me ponían sobre mi asiento de nuevo. Todos estaban meditando lo que había dicho, excepto yo y Kelly. Ambos nos veíamos confundidos. En mi conocimiento, nunca había pasado por mi mente si algunos niños debían o no debían estar en la Casa Blanca. —¿Cuántos niños tiene la Casa Blanca actualmente? —preguntó Erin, escribiendo algo sobre una libreta en su escritorio. —Setecientos veintiséis, Su Majestad —dije. —¿Y ya quieres reubicar a más de la cuarta parte de ellos a Azul Claro? —me preguntó, haciéndome sentir escalofríos nerviosos por toda la espalda. Su cara se veía suave e inocente como la de cualquier niño de trece años, pero muy entregada a su cargo—. Seguramente tienes conocimiento de que el Templo no puede procesar a tantos niños en Rito de Iniciación. —El Rito de Iniciación es insignificante, Su Majestad —dije sintiéndome sofocado por todas las miradas que estaban concentradas en mí—. Si quiere proteger a los Blancos, debe comenzar desde adentro —agregué—. Una vez que usted permita la contaminación, esta Ud. destruyendo a los Blancos. Le informo simplemente que, algo se haga inmediatamente, ya no tendrá a más Blancos que proteger. El hecho de que no hay tiempo para un Rito de Iniciación es uno del que estoy completamente consciente y entiendo perfectamente. No obstante, no cambia el hecho de que una cantidad considerable de estos niños no pertenecen a los Blancos y que, en cuestión de días, contaminarán a los Blancos más allá de una posible redención. No pretendo negarles su ascenso a la hombría del Rito de Iniciación. Sin embargo, estamos siendo ingenuos si creemos que estos niños vinieron como plenos inocentes. Ellos ya saben los secretos que tratamos de evitarles. Lo único que propiciamos es la destrucción de los Blancos si demoramos su ascenso por más tiempo. Dije tales palabras con tal asertividad y certeza que, cuando terminé de decirlas, me sonrojé tremendamente. Estaba yo diciendo que muchos de los tiernos niñitos a mi cargo, aunque impúberes, estaban muy sexualmente activos. Si no eran reubicados, pronto tendrían sexo con los otros niñitos, aunque algunos solo pasaban de cinco años de edad. ¿Cómo iba a saberlo? Erin suspiró y asintió. —Guardián de los Blancos, procesaras a todos los miembros cuestionables de la Casa Blanca hacia la Casa Azul Claro inmediatamente. No esperes confirmación —dijo Erin. Un ambiente de incomodidad y sutil protesta se percibía en la sala, pero Erin continuó sin detenerse. —No permitiré que se los Blancos sean corrompidos —dijo Erin firmemente, entonando una de las leyes fundadoras de Kovzland—. Os ordeno a ti y al Príncipe de los Blancos que reubiquéis a los miembros cuestionables antes de que este día se haya acabado. —Sí, Su Majestad —dije haciendo una reverencia antes de sentarme nuevamente. —Hay repercusiones, Su Majestad… —agregó Calvin con una voz solemne, sonando más grave que Erin y mucho más que mi voz de niño soprano. —No puedes hacerlo —irrumpió Rick inmediatamente, sonando un poco enojado—. Ya no podemos controlar a más. Todos los demás Guardianes parecían querer tomar la palabra, siendo Garrik uno de ellos. —El asunto ya esta decidido —declaró Erin, mostrando una increíble autoridad para un niño de su edad. Su voz chillona y su pueril cara se veían extrañas con su actitud madura. —Su Majestad… —comenzó Garrik en tono más tranquilo. —El tema no se discutirá más. —Erin no lo dejó terminar—. No voy a perder a los Blancos a ningún costo. Soy el Rey y os he dado mis instrucciones. ¿Acaso los Guardianes me negarais mi derecho? —dijo Erin mirando a todos nosotros a lo largo de la larga mesa. A pesar de que todos los Guardianes se sentían incómodos por el ambiente de discusión, ninguno protestó. —Prosiga, Guardián —dijo Erin a Garrik y tomó asiento. —Su Majestad, ahora escucharemos el informe Su Alteza, el Príncipe de Azul Claro —anunció Garrik. Rick se puso de pie con sus manos recargadas sobre la mesa. Me echó una mirada enojada y suspiró. —Por Su Gracia —dijo Rick con una reverencia al Príncipe Ben—, Su Alteza, el Príncipe de Azul Claro os informa que él también tiene demasiados niños que entienden mucho de lo que pasa a su alrededor como para que permanezcan en Azul Claro —dijo esta introducción sutilmente, sin rastro de sarcasmo. El Príncipe Ben se estaba sonrojando, pero parecía apoyar lo que Rick estaba diciendo. —Su Majestad ordena que aceptemos otros doscientos niños y al parecer estamos al tope con los que tenemos. Por un lado, la situación es tal que aun ahora no tenemos gente suficiente para controlar a los niños que ya tenemos. Por otro lado, una gran mayoría de los niños en Azul Claro saben demasiado como para garantizar la protección de los más inocentes. Algunos de niños tienen poco y son jovencitos determinados. Mientras Rick hablaba, el volumen de su voz se iba incrementando y parecía estar evitando gritarle al Rey. Sus palabras hicieron que Kelly y yo nos riéramos entre dientes, pues, hasta nosotros sabíamos a que se estaba refiriendo Rick, pero todos se veían muy serios como para unirse con nuestras risitas, así que, nos sonrojamos y nos quedamos callados. —¡Al salvar a los Blancos, se esta destruyendo a los de Azul Claro! Siendo que es el deber de Su Alteza el proteger la pureza de Azul Claro, levantamos una formal protesta en contra de su anterior mandato y exhortamos a los Guardianes a que reconsideren esa ingenua decisión que no es digna de un Rey. Rick se sentó con una gran ovación. Mirándolo comprendí que tan frustrado se sentía con responsabilidad al igual que yo con la mía (aunque mi frustración se encontraba en un nivel subconsciente e intangible). No obstante, yo nunca hubiese sugerido que destituyeran a Erin de su cargo de rey. Erin se puso de pie exaltado. Por un momento, se veía pequeño como el niño púber que era. Le hizo una seña a Garrik para que se aproximara. El Rey se agacho y murmuró algo a la oreja de Garrik y este le respondió de la misma manera. Erin suspiró e hizo una seña para que Garrik regresara a su lugar. Parecía muy preocupado, inhaló y asintió para si mismo. —¿A cuántos necesitas retirar, Rick? —preguntó Erin con su voz firme. —¿En este momento? —se preguntó así mismo—. Creo que entre quinientos y seiscientos. —Entonces para el día de mañana antes del meridiano, le proveerás una lista de seiscientos a Calvin. Calvin, tú prepararas el reclutamiento para pasado mañana. —¿Qué? —exclamamos cada uno de los Guardianes. —No tenemos otra opción —comenzó a explicar Erin. —Sí la hay —protestó Rick inmediatamente—. Podemos elegir a un Rey mejor. Sugiero que elevemos a Tod al trono. El era un Rey mejor, de todas maneras. Tales palabras pusieron a todos en silencio, más notablemente en el Principito que estaba siendo nominado para el trono. Distantemente recuerdo que Tod había sido el rey antes de la guerra. ¿Acaso su nombramiento no seria como una invitación para que los Ancianos nos atacaran? Erin suspiró, tornando su pueril expresión en una más seria y madura. —Si vuelves a decir tal cosa otra vez —dijo Erin con una expresión determinante—, te acusaré de alta traición y serás desterrado de Kovzland por cien años. —No puedes hacer tal cosa, yo… —Garrik… —Erin se dirigió al Guardián de la Familia Real. —En derecho y autoridad del Pacto del Consejo —comenzó a explicar Garrik—, el coronado Rey de Kovzland es el inapelable, inequívoco mandatario de Kovzland. De acuerdo con este pacto, Él puede desterrar a cualquiera del reino por un periodo no mayor a los cien años sin necesidad de un juicio o apelación. —Protesto ante los Guardianes… —dijo Rick. —Bajo el Pacto del Consejo —dijo Calvin sin mirar a su hermano Guardián—, los Guardianes reunidos no podrán desconocer o destituir al Rey o a alguno de sus Príncipes a menos que sea una decisión unánime. —Entonces que haya una votación —propuso Rick. —No tiene caso, Rick —dijo Calvin haciendo saber a los demás que el iba a apoyar a Erin incondicionalmente—. Toma asiento y deja de ser un necio. Dándose cuenta que Erin tenía todo el apoyo de Calvin, Rick tomó asiento. —No podemos tener un reclutamiento —suspiró Rick un poco calmado, aun después de su derrota política—. Los colores no están bien representados. Además ya ni hay tiempo para el cortejo ni nada. —Ahora el segundo asunto en cuestión —dijo Erin—. Suprimimos el cortejo y las demás ceremonias que solíamos hacer. En este reclutamiento, los representantes de cada Casa Magna elegirán a los niños. —¿Cuáles representantes? —El Príncipe Tod esta presente, por tanto, él seleccionara a los de Azul. Terry pude seleccionar a los de Gris, pues él es su Guardián. Calvin elegirá a los de Amarillo, yo a los de Rojo, Rick a los de Verde y David a los de Púrpura. Hubo algunas miradas enfadadas alrededor de la mesa, pero nadie se quejó abiertamente. —¿Qué harás cuando los demás Príncipes regresen y no les agrade lo que se ha elegido? —Ello no sucederá —Erin dijo con un suspiro antes de hacer su siguiente declaración—: Abdico los principados que no este aquí en este momento. —¡Qué! —La protesta de Rick no se hizo esperar. —Tal vez pasen años, incluso siglos antes de que regresen —dijo Erin—. Por tanto, una vez que hayáis completado vuestros reclutamientos, permitiré que cada uno nomine a un niño de cada Casa para el principado. Si son de mi agrado, entonces los nombraré Príncipes. —¿Puede hacer tal cosa? —le pregunto Rick a Calvin antes de levantarse en formal protesta. —Él puede hacer lo que le plazca. —El joven sonrió una curiosa sonrisa denotando que estaba orgulloso de nuestro rey. —Además, deseo que cada una de las Casas tenga un presidente —continuó Erin después de una breve pausa—. El primer año cada Casa elegirá su propio presidente; posteriormente habrá elecciones anuales. —¿Qué hace un presidente? —preguntó Don confundido. —Él fungirá como el asistente del Príncipe. Posteriormente… bueno, ello lo diré cuando sea el momento adecuado. —Grandioso —dijo Rick tratando de ocultar su disgusto—. ¿Hay algo más que vayas a cambiar de lo que eran nuestras tradiciones? —No por el momento. Estos cambios serán suficientes por ahora. —Habiendo dicho eso, Erin se puso de pie abruptamente y abandonó la Cámara del Consejo. Los confundidos Príncipes miraron a su alrededor por un momento. Tod, que ya tenía experiencia con la política, gentilmente toco los hombros de los otros Príncipes y les dijo que lo siguieran. Tan pronto como se fueron, Rick fue a ver tras la cortina asegurándose de que ya no estuvieran en la sala. —Tiene hambre de poder, Calvin —Rick protestó—, tenemos que detenerlo antes de que sea demasiado tarde. —Ello va en contra del Pacto, Rick —respondió Calvin. —Vamos, David —le suplicó al Guardián recién llegado—, tu estas de acuerdo conmigo, ¿verdad? —Creo que él es lindo. —David sonrió. A mi me gustaban ambos Rick y David, pero en este momento Rick estaba siendo un poco altanero. La sonrisa común de David me hizo sonreír también. —Kelvin… —Creo que esta haciendo un buen trabajo —tartamudeé puerilmente al no estar acostumbrado a la política y sin ninguna ayuda del maduro ser dentro de mí. Además, conocía a Erin por seis meses y estaba enamorado de él. Era uno de los niños más dulces y brillantes que yo haya conocido. No podía imaginar que tuviera hambre de poder, sea lo que fuere que significase eso. —Bueno, se que Garrik no se pude poner en su contra. Dinos, ¿cuánto esto le estuviste metiendo en la cabeza? Has estado con él dos días enteros. —Juro que yo no le dije nada. —La voz de Garrik se entrecortaba—. Lo único que le dije fue la ley y tengo que decir que todo lo que acaba de hacer es perfectamente legal y dentro de sus derechos. Incluso, aunque este rompiendo con nuestras tradiciones temporalmente, creo que esta haciendo lo que se requiere para que nuestras tradiciones sean recuperadas completamente. Todo lo que hizo tiene sentido. Garrik era el Guardián menos maduro después de mí, pero a diferencia de mí, él tenía un control total sobre sus experiencias y recuerdos de dos mil años de historia de Kovzland. —Terry, ¿tú también te pondrás de su lado? —Rick preguntó. Terry asintió indiferentemente. Él no era muy maduro, pero era tan inteligente como Garrik. No había duda de que apoyaba a Erin, pero no quería ofender a Rick. Después de todo, Rick también era uno de nuestros hermanos. —Muy bien, ¿y que hay de los Príncipes? ¿Qué harás sin tu precioso Dean, Kelvin? —preguntó Rick refiriéndose a un niño que había amado hace mucho tiempo. El sonido de su nombre me hizo sentir un cosquilleo en mi pecho y noté cuanto lo extrañaba. Había sido un maravilloso niño antes de la guerra. —Cuando regrese, aun seguirá siendo Deane —asentí con mis hombros—. Su principado casi ni me importa, Rick. Rick me miró un momento, después su cara hizo una mueca. Se veía tranquilo y notamos como se había resignado. —¿Adonde vas? —le preguntó Calvin cuando Rick caminó hacia la salida. —A Azul Claro —dijo y sonrió volteando de perfil—. Estaré en problemas si a Verde se van un montón de niños malcriados. Los otros Guardianes rieron a este comentario mientras Rick abandonaba la sala, aunque no rieron por mucho. —Bueno… —dijo David poniéndose de pie y caminando hacia la puerta—. Supongo que tendré que ir a echarles un ojo también. En pocos segundos, la sala se había despejado, experto por mi, ya que era el único al que no le habían asignado el reclutamiento de las Casas Magnas. No era que me molestara. Me sentía contento por alguna razón y disfruté recordar tantas memorias acerca de Deane. —¿Qué quieres hacer? —preguntó Kelly cuando estábamos reunidos después del Consejo. Bajábamos la escalera cuando se me ocurrió que no teníamos que regresar a la Casa Blanca inmediatamente y no teníamos ninguna prisa. —No se. ¿Qué quieres hacer tú? El niño pensó por un momento sin que se escapara la sonrisa pueril de su cara. —Podemos jugar a las escondidillas —sugirió. —No es muy divertido si solo somos dos —respondí. —Lo será si jugamos en el Salón de los Niños —dijo riendo entre dientes. Yo me reí también y ambos nos sonrojamos. Emocionados con la idea de jugar en uno de los lugares más eróticos del palacio, comenzamos a caminar rápido, nuestro pudor infantil hacia que nos empujáramos juguetonamente y riéramos nerviosos entre más nos acercábamos. Nuestras risitas se desvanecieron cuando entramos al gran salón. Esparcidas por toda la habitación, había cientos de estatuas de niños, tan bien hechas que parecían reales, involucrados en pueriles juegos sexuales. Ya había oscurecido y las velas parpadeantes en los candelabros de cristal daban la extraña impresión de que las estatuas se estaban moviendo de reojo. La habitación estaba bien iluminada y había pocas sombras. No solo había grandes candelabros tupidos, sino también había espejos a lo largo de las paredes que estaban colocados estratégicamente para reflejar la luz en todas direcciones y lugares oscuros. Estando ahí con mi amiguito, sentí como mi pene se comenzó a erguir en asombro. Me sonrojé cuando vi que mi mano estaba sobre mis pantalones cortos acomodándome el pene, pero Kelly no lo notó. Estaba boquiabierto mientras admiraba todas las estatuas y el brillar de sus ojitos me indicaba que le encantaban igual que a mí. Se veía tan lindo con la brillante luz amarilla de la habitación, su tersa carita de querubín de once años y su cabello rubio lucia más suave de un dorado brillante. Con su boquita abierta, sus labios se veían húmedos y rojos; sentí un ansioso deseo de besarlo. Traía puesta una camiseta blanca que le quedaba ajustada a su cuerpo delgado, tan apretada que podía notar sus pequeñas tetillas de niñito sobre su pecho plano. Tragué nervioso cuando me cuenta cuando note lo mucho que deseaba tener sexo con él. Era adorable y una sola mirada hacia sus pantalones cortos me indicó que no se negaría: su pene no era tan grande como para abultarse demasiado en sus pantalones, pero pude notar las pulsaciones entre sus piernas lo cual me decía que tenía una tiesa erección. —Tú escóndete primero —dijo riéndose adorablemente y dándome un empujoncito. Al parecer no había notado que tan intensamente lo había estado mirando y aun era muy tímido como para tomar la iniciativa, a pesar de todos nuestros meses como amantes. —De acuerdo —respondió mi voz de soprano con una sonrisita, con mis mejillas sonrojadas. El niño se volteo hacia la pared, con sus manos amortiguando su cabeza. Podía ver sus hombros bajo su camiseta, sus nalgas redonditas bajo sus pantalones, la exquisita suavidad de sus piernas bronceadas. Tuve que suspirar para aplacar mi sutil jadeo y me alejé de él cuando comenzó a contar. Igual que Kelly, yo estaba descalzo y podía correr silenciosamente por todo el piso de duela. Tuve que caminar de puntitas para realmente no hacer ruido, pues mis pies me estaban creciendo y nos los podía controlar muy bien y golpeaban sobre el piso. La voz de niño de Kelly hacia eco por todo el gran salón, mientras yo me alejaba de él entre todas las estatuas. Lucían increíblemente reales y hermosas, pero yo seguía siendo un niño y estaba más interesado en el juego que en mi propia erección. El juego de las escondidillas era nuestro segundo favorito, siendo el primero la exploración de las ruinas. En la Antigua Ciudad era divertido, porque había muchos lugares donde esconderse y estaban los otros niñitos para jugar. Estaba al extremo de la habitación cuando contó treinta y nueve y su voz de niño grito: —¡Listo o no, ahí voy! Había tantas estatuas entre él y yo que sabía que no podía verme, pero no pude encontrar otro lugar mejor para esconderme. Donde sea que me escondiese, Kelly me vería tan pronto estuviera en el ángulo correcto. ¿Dónde podía esconderme en una habitación llena de estatuas de niños que parecían reales? La respuesta finalmente me llegó. Mientras los pies descalzos de Kelly golpeteaban el piso mientras caminaba por toda la habitación con risitas de emoción por encontrarme, yo tome la mano de la estatua de un joven. Sonrojando pero con una sonrisa en mi cara por mi audacia, me bajé los pantalones cortos y mis calzoncillos bajo mis delgadas piernas. El desnudarme era excitante, por supuesto, y mi pene se me puso duro antes de que me empezara a quitar la camiseta. Me estaba creciendo un poco más, pues estaba cerca de la pubertad y se irguió en sus inocentes 7.6 cm. Kelly se estaba acercando y desnudo como estaba busque un lugar para ocultar mi ropa. No había mucho lugar para esconderla, pero como pude la coloque atrás del pedestal de la estatua. Sentí como una sensación de adrenalina y miedo de ser encontrado. Me coloqué junto a la estatua, inclinándome un poco hacia ella y quedándome completamente quieto. La estatua era de un joven mucho más alto que yo que le llegaba a las tetillas de su pecho. Quienquiera que la estatua representaba, tenía un cuerpo magnifico, con un amplio y bien proporcionado pecho y un grande y delgado abdomen con músculos. Sentía que encava en la escena perfectamente. Me sonroje cuando me quedé observando uno de los más grandes penes que haya yo visto antes. Estaba tan asombrado que mis ojos se abrieron más para ver de quien era la estatua, pero oí que Kelly se estaba acercando y decidí no moverme para no ser descubierto. Aquel gran pene media 22.8 cm. y estaba erguido desde su cuerpo muscular. Se veía tan grueso que creo que no hubiese podido rodearlo con mi mano completamente, a pesar de que mis manos ya habían crecido considerablemente. Con la luz parpadeante, parecía que estaba pulsando. Su glande era voluminoso y parecía exquisitamente elaborado y brillante casi como mi penecito. Su largo cuerpo del pene era de un color trigueño con una sola vena en medio y otras pequeñitas alrededor representando la potencia de la erección. El uno pene grande que yo había visto era el de Brendan, pero aun así no se comparaba con el de la estatua. Kelly reía emocionadamente. —Nop, esta es de cuando eras mucho más chiquito —dijo Kelly riéndose a carcajadas. Me di cuenta que Kelly había descubierto mi técnica de escondite y estaba examinando cada una de las estatuas para encontrarme. Aun estaba a la mitad de la habitación, por tanto, me atreví a ver la cara de la estatua que estaba junto a mí. ¡Era Calvin! —¡Kovz! —murmuré. Era una replica fiel de él, al menos de lo que había visto de él. Nunca había imaginado que su pene adulto era tan grande. Tragué nerviosamente al pensar en las veces que había tratado de seducir a nuestro hermano más grande. Ya me había sentido orgulloso de mi cuerpo en crecimiento, a pesar de mi continua puerilidad, pero al ver que estaba muy lejos de la madurez completa me sentí un poco desanimado. Mire la enorme erección y traté de quedarme completamente quieto; sin embargo, la impactante visión de aquel pene y mi deseo interno que se incrementaba hacían que temblara levemente. La estatua estaba tan detallada, incluso con vello púbico y todo. Yo estaba fascinado y sentía envidia pues yo no tenía. El vello púbico era negro y rizado y se veía sedoso y suave con la luz. Al igual que cualquier Niño de Kovz, no tenía vello en su vientre, ni siquiera bajo su ombligo, tampoco en sus muslos ni en sus testículos; solo alrededor de la base de su pene. A mi me parecía que era mucho vello, pero en realidad era menos del que un humano adulto tiene. Estaba fascinado y quería tocarlo ver si ese gran glande cabía en mi boca, pero Kelly se estaba acercando y no me atrevía a moverme. Me quede inmóvil pensando si Calvin estaría interesando en un niñito como yo. Tal vez no estaba tan enamorado de él como lo estaba de Kelly y Tod, pero la madurez muscular de su cuerpo y el tamaño del Guardián me atraía de una manera diferente. ¿Acaso él no sería bueno conmigo si yo era dulce con él y le pidiese que jugara conmigo con mucha ternura? En ese momento pensé que ningún adulto se interesaría en un niñito lampiño y con una pequeña erección como la mía. Kelly se acercaba aun más que ya podía ver su travieso cuerpo de reojo. Continué viendo la erección de Calvin, mi propio penecito pulsaba excitadamente, pero estaba más interesando en engañar a Kelly que jugar al sexo. Mi lindo amiguito seguía riendo emocionado al explorar cada una de las estatuas; sin embargo descartaba las que no se parecían a mí en edad. Ya que el había sido mi novio por cuatro meses, no había muchas estatuas que lo confundían: él conocía cada centímetro de mi cuerpo más que yo el de él. Contrariamente, el no estaba creciendo en lo mínimo, por tanto, cada estatua de la habitación se veía exactamente de su edad actual. Estatuas mías había de cuanto tenía seis años hasta la edad de Calvin. Kelly ya estaba a dos estatuas de mí. Aunque no me reconociera, estaba seguro que notaría mi ropa en la esquina del pedestal y la manera en que mi penecito estaba pulsando entre mis piernas. Estaba a punto de salir corriendo y buscar otro escondite cuando otra voz se escuchó: —Kelly, ¿qué haces aquí? —dijo aquella voz fuertemente, pero aun con el característico timbre de la pubertad. Inmediatamente reconocí la voz del Guardián Terry Carver de quince años. Kelly enseguida rió entre dientes. Lo conocía lo suficiente como para saber que estaba avergonzado al haber sido encontrado examinando las estatuas. —Kelvin anda escondido por aquí —dijo el niñito. —¿En serio? —El niño mayor sonrió. Vislumbré como camina hacia Kelly, pero no me atrevía a voltear. Tenía un cuerpo muy atractivo bajo sus pantalones vaqueros y su camisa. Era evidente que su cuerpo estaba cambiando dado el tamaño de sus pies y sus manos. Bien podía asir pelotas de baloncesto con una mano y usaba zapatos del número diez. Yo era muy joven para conscientemente apreciar todos estos indicios de pubertad, pero inconscientemente eran lo que causaba la tremenda atracción hacia los niños mayores. —Sip, en serio —dijo Kelly con su carita sonriente—. Se que se ha quedado quieto como estatua. Terry era casi treinta centímetros más alto que el niñito. Lo miró y le sonrió y con sus manos cogió sus pequeños hombros. —Sé como podemos encontrarlo —dijo Terry. —¿Cómo? —dijo Kelly curioso. —Así —dijo Terry sonriéndole al pequeño. Sus manos se deslizaron por el cuerpo del niñito y cogieron su camiseta. Kelly rió tiernamente mientras lo desvestían, levantando sus bracitos para ayudarle a Terry. —¡Kelvin! —Kelly rió emocionadamente—. ¡Terry va a jugar conmigo! Sonaba fascinado sabiendo el tipo de juego que sería. Las manos del niño mayor tomaron el pecho del niñito y tiernamente acariciaron sus costillas hasta que Kelly se sacudió en risitas. —¡Kelvin! —dijo de nuevo para hacer que me moviera y me descubriera. Yo no pude evitar voltear a verlo, pero ninguno de los dos me notó. Terry adoraba la carita del niñito y este estaba sonriente y emocionado pues su pirulí sería acariciado por un niño mayor. Me sentí celoso, pero la vista de Terry acariciando la piel del niñito hizo que mi propia erección se pusiera más dura. Siempre era divertido tener sexo con otro niño impúber, pero los niños mayores siempre lo hacían mejor. No solo eran más apasionados que los niñitos, sino también sabían donde se sentía bonito. Siendo un Guardián, Terry era un experto en las zonas erógenas de los niñitos. No le importaba que Kelly se sacudiera en risitas, ya que lo seguía acariciando con la misma ternura. Sus dedos acariciaban las suaves axilas del niño, sobre sus hombros redonditos y su terso pecho. Kelly estaba un poco tímido, pero con todas las suaves caricias y adoración por su infancia, su timidez natural comenzó a ceder cuando las sensaciones en su cuerpecito se incrementaron. Sus mejillas se ruborizaron y su risita se calmó y convirtió en una tierna sonrisa. Sus ojitos miraron tímidos hacia el suelo y su cuerpecito se acercó al cálido cuerpo del niño mayor. —Eso es, chiquito —dijo Terry con su voz de jovencito. Percibiendo la necesidad del niñito por sexo y afecto, Terry deslizó sus manos más abajo sobre el cuerpo del niñito hasta que se tranquilizó aun más. Mientras su mano izquierda seguía acariciando el terso y tierno cuerpo, su otra mano se deslizó bajo sus pantalones y calzoncillos, buscando el rígido penecito entre las piernas del niño. Kelly se tensó inmediatamente y dejo escapar una risita nerviosa de sus labios, pero Terry solo le sonrió y continuó acariciándole el pajarito. Aun desde la distancia a la que estaba, pude notar la erección de Terry abultando en sus pantalones. No sabía que hacer en ese momento. Mi pito de 7.6 cm. estaba tan rígido como una roca. Al ver como la mano de Terry acariciaba bajo los calzoncillos de Kelly y su otra mano acariciándole el pecho y la espalda me estaba volviendo loco de envidia por ser acariciado y amado como Kelly lo estaba siendo. Ellos iban a tener sexo. Yo lo sabía. No era correcto que yo me entrometiera. Pensarían que solo iba a que me acariciaran el pene también. Mientras los dedos de Terry comenzaron a bajar los pantalones cortos de Kelly, yo estaba tan excitado que pensaba que mis rodillas se iban a desvanecer. Kelly continuó sonrojándose con sus brazos relajados a los lados. Bajo su mirada cuando el niño mayor tiró del elástico de sus calzoncillos y tiernamente los bajó hasta sus muslos. El pene de Kelly no había cambiado a lo largo de todos los meses que lo había conocido. Aun era muy pequeño de solo 6.3 cm. de longitud y no más grueso que el meñique de un adulto, aun se erguía completamente hacia su cara, pulsando rápidamente al ritmo de su corazón. Aunque mi pene había crecido más que el suyo desde que nos conocimos, el glande de su pene era de la misma forma que el de la estatua de Calvin, mucho más pequeño por supuesto. Su prepucio era muy corto después de la circuncisión y la piel alrededor estaba muy estirada. Sus testículos eran aun muy infantiles y redondos dentro de su grueso escroto que era tan suave como todo su cuerpo. Me encantaba su pene, y, a pesar de que ya lo había jugado miles de veces, ansiaba chupárselo. Las mejillas de Terry también se estaban ruborizando, más por la excitación que por timidez. Le bajó los calzoncillos por sus tersas piernitas y le ayudó a que sacara sus pies de ellos. El pene de Kelly se irguió rígido como un lápiz ansiosamente esperando el afecto que vendría. Tan pronto desnudó a Kelly, Terry comenzó a desnudarse a si mientras sus ojos miraban deseosos el cuerpo del chiquillo lindo. Nunca había tenido sexo con Terry antes y nunca lo había visto desnudo, al menos no en esta vida. Había muchas fotografías y estatuas de él por todo el palacio, aun así no lo recordaba lúcidamente. Él era delgado, pero su pecho se ensanchaba con jóvenes músculos. Sus tetillas eran de un color trigueño, combinando perfectamente con su pecho bronceado. Su pecho era completamente lampiño y su vientre era igual de suave pero plano. Por supuesto que no tenía vellos en el ombligo y su piel era completamente inmaculada hasta la cintura cubierta por sus pantalones vaqueros. Sonrojándose, Kelly miró el grande y plano pecho y abdomen ante él y pude notar que le gustaba. Deseaba que mi cuerpo se viera duro y musculoso, pero no importa cuanto lo intentara, mi cuerpo era delgadito y no desarrollado como el de Kelly. Igual que Kelly, miré los pantalones cortos abultados de Terry y me imagine el hermoso pene que guardaban. Su pito, evidentemente erecto, abultaba sus pantalones haciéndolos ver más atractivos. En lugar de quitárselos, Terry colocó sus manos sobre los delgados hombros de Kelly, acariciándolos con afecto. Kelly, que no era novato en el sexo con niños, sabía lo que tenía que hacer. Me quedé mirando paralizado comenzaron a desabrochar los pantalones de Terry y, con una infantil ansia, le bajó el cierre. Terry no traía calzoncillos, por tanto, su pene encontró fácilmente una salida. Mi corazón estaba latiendo rápidamente cuando vi aquel lindo pene revelarse y erguirse. Creció a gran velocidad y en segundos ya estaba rígido y apuntando hacia la carita de Kelly. Kelly rió puerilmente y sus ojitos azules miraban el joven pene que había descubierto. Trató de bajar los pantalones de Terry (estaban muy apretados), pero sus ojos solo se quedaron mirando la erección que solo estaba a centímetros de su cara. Por supuesto que el pene de Terry no era tan grande como el de la estatua, pero si era mucho más grande que el de Kelly o el mío. En erección completa, media un poco más de 16 cm., aunque no era muy grueso. Su glande era circuncidado y se veía sólido por la erección. Tenía vello, pero solo era una pequeña área alrededor de su pene. Los pies crecidos de Terry aun traían puestos sus zapatos deportivos, por tanto, Kelly solo pudo bajárselos hasta los tobillos. Lampiñas y suaves, las piernas de Terry eran firmes y musculosas, pero no robustas. Con el tamaño de sus pies amplios, sus piernas se veían fascinantes. Arriba, sus nalgas eran redondas y gorditas, no aguadas, pero firmes como todo su cuerpo. Estaba yo tan fascinado por la belleza de aquel muchacho que no noté que Kelly ya había escuchado mis jadeos. Cuando dejo salir una risita, sus ojos encontraron los míos y me quede mirándolo avergonzado. Terry volteo a verme también y me sonrió. —Ven, Kely —dijo. Tímido y sonrojado caminé a ellos rápidamente, tal vez demasiado rápido como para fingir desinterés. Tan pronto como me acerqué, Terry puso su brazo sobre mis hombros y me acercó hacia su pecho. Subí mi mirada y me encontré cara a cara con el y sus húmedos labios presionaron contra los míos mientras me abrazaba. Era todo un experto en los besos como todos los demás chicos más experimentados de Kovzland y también era un Guardián, lo que significaba siglos y siglos de experiencia besando niños. La mayoría de los niñitos se besaban como una forma de juego; Terry era tan bueno en ello que enseguida me excité más, al sentir su mano acariciando mi pecho. El aire soplaba por su nariz mientras el abrió levemente la boca e introdujo su lengua en mi boca. El increíble talento de su lengua me sugería que yo tenía que practicar más: era mejor de lo que pensaba. Kelly tenía una sonrisa en su carita y noté que me estaba mirando. Sus manitas estaban cogiendo el pene entre las piernas de Terry, frotando la tensa piel de arriba hacia abajo. Su manitas se veían aun más infantiles sobre los 16 cm. del pito del jovencito y sobre el vello púbico que lo rodeaba. Evidentemente, a Terry le estaba gustando que el niñito le estuviera agarrando el pene, pues se le puso más duro, la cabecita como un casco de soldado. La suave presión de su boca contra la mía, y los gemidos que hacia me hacían pensar que iba a tener un orgasmo ahí de pie como estaba. Si así hubiese sido, su esperma hubiera sido regado por todo el pecho de Kelly y se hubiese visto tan lindo sobre su cuerpecito. —Muy bien —dijo Terry sonriente, separando sus labios de los míos—. Chiquillos, haced lo que sabéis hacer. Se tendió sobre el piso y tiernamente nos guió a lado suyo. Kelly reía travieso, sus manitas acariciaban el pito duro de Terry y el vello púbico alrededor. Mis manos también se unieron a las de Kelly y acariciaron aquel lindo pene mientras le sonreía a mi amiguito. Sentí como Terry me abrió lentamente las piernas y volteándome para que mi pito no estuviera contra la alfombra. Terry no tuvo que decirnos que hacer y, aunque mi boca no había compartido el pene de un niño (al menos no que yo recordara en esta vida), ambos sonreímos cuando nuestras bocas besaron ambos extremos del glande del pene de Terry. Su uretra estaba abierta y quería estar cerca para cuando le brotara el semen. Terry respondió tocándonos nuestros penecitos, tiernamente. Lo que paso después fue un poco aparatoso, pues Kelly y yo estábamos acostumbrados a chuparnos los glandes de los penes completamente. Esta vez tuvimos que compartir el champiñón entre los dos; nuestros labios se tocaban frecuentemente. El cuerpo de Terry era más placentero al tacto que a la vista. Cada uno de sus músculos estaban perfectamente definidos y su abdomen y pecho estaban pronunciados a pesar de ser delgados y pueriles. Tenía un vientre de lavadero y me fascinaba pasar mis dedos por cada uno de sus pronunciados músculos; su piel era tan suave como la de Kelly o la mía. Me encantaba como se sentía su ombligo que no estaba salido como el de algunos niños, sino que era como un pequeño hoyito donde podía tocar con mi dedo. El único lugar donde pude sentir algunos vellitos fue en sus axilas donde pude sentir como doce vellitos muy suaves contra mis dedos. A Terry le encantaba toda nuestra exploración de su cuerpo mientras nuestras bocas seguían chupando su hinchado glande del pene. Él estaba gimiendo audiblemente y sonriendo y, sentí las yemas de sus dedos agarrándome mi pirulí constantemente, lo que realmente se sentía muy bien. De reojo, vi como el muchacho mirando nuestros al pene de Kelly y al mio y con sus manos adoraba masturbarnos lentamente. A pesar de estar en una posición incomoda, empecé a sentir una linda sensación entre mis piernas. Pude notar que Kelly se empezaba a excitar también. La boca y barbilla de mi amiguito ya estaban húmedas de saliva, mientras con sus labios acariciaba la cabeza del pene de Terry con gran habilidad. Terry, también, estaba masturbando al niño quien estaba respirando rápidamente preparándose para un orgasmo. Deslicé mi boca mas abajo sobre el pene de Terry, mis labios se separaron mientras me deslizaba por todo su miembro. Kelly inmediatamente abrió su boquita y se metió y chupó la cabeza del pene; esto hizo que Terry gimiera y nos masturbara nuestros penes aun mas rápido. Mis labios chuparon todo su pene por todos lados hasta besar su vello púbico. Recorriendo mi boca sobre su miembro, besé los labios de Kelly antes de que se metiera el glande a su boca. Terry estaba encantado y comenzó a acariciarme entre las piernas con más fervor. Él era un experto en niñitos como nosotros, pues sus caricias eran suaves y delicadas. La mayoría de los chicos frotan muy duro los penes de los niños, pero Terry acariciaba el mío perfectamente, llevándome hacia el orgasmo. Sentí los cálidos labios de Kelly tocando los míos y entonces me saqué el pene de Terry de mi boca y le besé el cuerpo del pene. Inmediatamente, Kelly se lo metió en su boca. —Así... —murmuró Terry como un niño mas que un jovencito, mientras el placer se incrementaba en sus entrañas. El saber que Terry estaba sintiendo placer me excitaba aun más y lo quería hacer sentir mejor. Mis manos, que habían estado acariciando su pecho, su abdomen y sus muslos, ahora tomaron su pene y comenzaron a mover su prepucio de arriba abajo. El jovencito abrió separó más sus piernas y gimió audiblemente, mientras sus dedos adoraban mi penecito. Mis labios rozaron con los de Kelly de nuevo y pude robarle el glande de su boca de nuevo y metérmelo a mi boca. Enseguida sentí como le salía un liquido dulce. Se trataba de una pequeña pre-eyaculación que llenaba mi boca de un fuerte sabor agradable que disfrute por unos momentos antes de tragármelo. Sabía que no se trataba de su verdadera descarga, pues su cuerpo se estaba poniendo tenso y preparándose para un orgasmo. El sabor de la promesa de su semen me excitó enormemente y me preguntaba si mi pene podía aguantar un poco más para que nuestro orgasmo fuera al mismo tiempo. Su cuerpo se comenzó a flexionar y menearse hacia mi. Estaba en el punto crítico del orgasmo. A pesar de que Kelly reclamaba con sus labios el glande de aquel jovencito, yo lo mantuve en mi boca sin planes de compartir ni una gota de semen. Sentí la pasión incontrolable del jovencito, justo cuando mis pulmones reclamaron más aire. El pene se me salió de la boca y me quedé jadeando, mientras mis manos masturbaban aquel hermoso pene, a pesar de que él orgasmo ya había llegado a mi pene. Pensé que Kelly se lo iba a mater a la boca aprovechando esta oportunidad, pero él también estaba en el trance del orgasmo. Terry se sacudió y comenzó a lanzar chorritos de semen calentito sobre nuestras mejillas. Sollozando por mi propio orgasmo, abrí mi boca para recibir algunas gotas en mi boca. Podía escuchar los sollozos de Kelly en coro con los míos mientras el joven Guardián continuó eyaculando una cuarta y quinta vez, cada vez salpicando más gotitas de su semen sobre mis mejillas, mis labios y mi lengua. Terry comenzó a calmarse y dejó de eyacular con tanta intensidad. Al parecer había eyaculado mucho, pero yo no lo podía ver porque tenía mis ojitos cerrados; sin embargo, lo podía sentir sobre mi cara. Al principio sentí que me faltaba el aire como para cerrar la boca. Cuando la cerré, el dulce sabor de su esperma cubrió mi lengua. Jadeaba mientas sentía las gotas de esperma en mis labios, cara y su pene. Cuando finalmente abrí mis ojos, vi al jovencito disfrutando aquel placer. Su duro pecho estaba salpicado de esperma que corría por todo su abdomen y vientre firme. A pesar de que me sentía debil y agotado, mi boca se aproximó a su piel y comencé a lamer las gotas de semen sobre su vientre, mientras Kelly hacía lo mismo. Ambos limpiamos todo el semen con nuestras lenguas y dejamos el pecho y el vientre del jovencito reluciente y húmedo con nuestra saliva de niñitos. —Fue genial —dijo el jovencito mientras nos abrazaba a ambos. Miré a Kelly y a su carita sonrojada debido al orgasmo que tuvo y aun tenía gotitas de esperma en su carita y en su labios. El niño, al igual que yo, nos acurrucamos junto al jovencito mayor. —Lo hicimos al mismo tiempo —dije sorprendido, pues los chicos usualmente no llegan al climax al mismo tiempo. Terry rió. —Así es —dijo mientras acariciaba nuestros cuerpecitos—. Lo hice que pasara. —¿Cómo? —dije curiosamente, aunque estaba mas interesado en acariciar su pecho. —Por Kovz, Kelly, haz olvidado muchas cosas Los Guardianes podemos hacer una conexión la mente de los niños para que experimenten lo mismo al mismo tiempo. —Aun seguía respirando agitadamente mientas mis dedos recorrían los músculos de su pecho. —O sea, ¿yo puedo hacer eso? Él rió un poco. —Eres un niñito de nuevo. Solamente tienes los poderes cuando eres grande. —¿Cuanto tenga pelitos? —pregunté mirando el vello púbico del jovencito. —Así es, pequeño —dijo Terry sonriendo.