Date: Fri, 2 Apr 2021 15:50:15 +0000 From: Al Peres Subject: LA ISLA QUE NUNCA EXISITIO 1 PRÓLOGO ************** Estimado lector: Esta historia es la traducción directa de la "The island that never was", sin embargo, he añadido nuevas situaciones y caracteres que la hacen mas amena y agradable, especialmente para los que tienen como lengua madre el español, la del insigne Cervantes. Es fruto de mi imaginación, donde el egoísmo y la ingratitud están prohibidos. Contempla contactos sexuales entre menores, chico/chico y chico/chico; rara vez interviene un adulto. Espero que os guste. Cualquier comentario enviado a al.peres@hotmail.com será bievenido y contestado. LA ISLA QUE NUNCA EXISTIÓ Por Al Peres para H.M. 1ª PARTE Capítulo 1 La vieja mujer y el chico de diez años estaban sentados sobre el antiguo y raído sofá que había visto tiempos mejores; se abrazaron y la mujer besó familiarmente al niño en los labios como era tradición en aquella familia. Después de unos momentos de emoción, el chico se levantó y la vieja tía le acarició la mejilla y los sedosos cabellos. El niño hacía grandes esfuerzos para no llorar, después de todo, ella era su única familia, además de que estaba enferma. Él la quería porque había sido como sus padres desde que ellos y sus hermanos fallecieron durante la última epidemia de peste. A pesar de sus esfuerzos, no pudo evitar que sus ojos se nublaran con lágrimas. Sin embargo, la mujer no pudo retener las suyas. "Jeremy, debes ser honesto y bueno en ese barco. El párroco te ha recomendado con mucho interés al capitán en esa carta que llevas en el bolsillo. Por favor, no nos dejes en mal lugar." "No te preocupes, pondré todo mi interés y esfuerzo para complacerte, como siempre." Hizo una pausa, no quería prolongar aquel momento tan triste. "Debo irme, Tía Mary, no quiero hacer esperar al carretero." Ambos sabían que todavía era temprano porque estaba obscuro, y habían acordado que el carretero recogería al chico de madrugada en el cobertizo de la carretera de Ripon, no lejos de la granja. Cogió el saco de piel con sus escasas pertenencias, se lo echó a las espaldas y abandonó la granja. Su mente era un remolino de pensamientos sobre su nueva aventura como grumete abordo de un gran buque ballenero. Ni siquiera volvió la cabeza. Se había despedido de todos, excepto de su mejor amigo, Joe MacLean. Habían sido íntimos amigos desde siempre. Joe no era un chico guapo, pero él lo quería como a un hermano aunque nunca se lo dijera. Se sentó en el banco que había en el cobertizo a esperar al carretero, no hacia frío aquella madrugada de principios de Septiembre, y el cielo lucía cubierto de estrellas. De pronto vio una figura que se aproximaba adonde él estaba y la reconoció al instante, era Joe; Jeremy sabía que su amigo vendría a despedirse de él, su corazón empezó a latir con fuerza dentro de su pequeño pecho. Se miraron el uno al otro a los ojos con tristeza; Joe se aproximó. "Así que te vas; me gustaría acompañarte, sin embargo, debo continuar asistiendo a la escuela y cantando en esa puta iglesia." Jeremy sonrió por las palabrotas de su amigo, raramente hablaba así, excepto cuando estaba cabreado. "Lo se, pero después de todo eres muy afortunado. Tienes toda tu familia contigo y yo, en cambio, no tengo a nadie." Habían hablado muchas veces sobre esto y ahora no valía la pena empezar de nuevo. Joe temblaba, no sabía como decirle adiós a su más querido amigo. De pronto, ninguno de los dos pudo aguantar las lágrimas más, se abrazaron fuertemente mojando sus cuellos con los sollozos. Sin romper el abrazo, Joe murmuró quedamente: "Te quiero mucho, Jeri. Nunca te olvidaré." Jeremy se sorprendió porque Joe jamás había hablado así." "También te quiero yo un montón, Joe; aunque nunca te lo haya dicho." Se separaron un poco, e instintivamente, los dos chicos unieron sus labios en un auténtico, puro y angelical beso de amor que duró segundos, aunque para ellos fue una eternidad. Se distanciaron un poco y Joe echó a correr a toda velocidad, entró en el establo, subió al pajar de su granja y se tendió llorando entre dos balas de paja. En aquellos momentos había surgido un lazo invisible e indestructible entre aquellas dos almas puras, más fuerte aún que entre hermanos gemelos. Su hermano Benjamin, el penúltimo de su familia, estaba alimentado las vacas cuando Joe entró, pudo observar las convulsiones de su hermano pequeño al llorar desconsoladamente. Se aproximó a él y le acarició el pelo cobrizo con ternura. "Ha sido duro, ¿verdad hermano?" Joe no contestó, continuó llorando en silencio al tiempo que Benjamin murmuraba para sí mientras bajaba al establo. "Eso no es nada comparado con lo que te espera, mi pequeño ángel, todo porque naciste cuando nadie te esperaba, eres muy inteligente, y cantas como un ángel en la iglesia. No es justo hacer sufrir así a un chico como él." El adolescente suspiró, adoraba a su hermano y no podía soportar oírlo llorar. Jeremy pareció venir de otro mundo cuando vio como Joe desaparecía por un sendero cercano. Se tocó los labios con adoración, al mismo tiempo escuchó al carretero que se aproximaba. Saltó dentro del carro y se sentó en una esquina rodeado de cestos con verduras, todavía pensando en Joe. Cuando llegaron al mercado, cerca del puerto, el chico saltó del vehículo, no podía olvidar el adiós de su mejor amigo, sus palabras y el beso que habían intercambiado. Suspiró al tiempo que su pequeño corazón sangraba al recordarlo. Se sintió solo, pero no triste, el beso había elevado su espíritu a cotas muy altas; no podía olvidar aquellos ojos de un azul intenso como jamás había visto, sus labios rojos, su cara poblada de pecas como pequeñas estrellas, cómo luchaba con valentía para que sus lágrimas no corrieran por sus mejillas antes de abrazarse y besarse en medio de aquella carretera solitaria, hacía solamente unas pocas horas. El chico se limpió la cara con el dorso de la mano izquierda y se sonó la nariz; con paso decidido entró en el puerto de Southampton, un lugar que él conocía muy bien. Eran los primeros días del mes de Septiembre de 1788. Llevaba al hombro el saco de cuero con las pocas cosas que poseía. Miró alrededor del bosque de mástiles y enseguida descubrió el barco ballenero que buscaba: "The Seagull" (La Gaviota) el casco recién pintado de blanco brillante. Había una gran actividad en la cubierta. Con paso decidido subió a bordo, miró alrededor pero todo el mundo parecía estar muy atareado y nadie le prestó la menor atención; de pronto oyó a sus espaldas: "¿Puedo ayudarte, chico?" Se giró y se encontró con un hombre fuerte y alto vestido con una chaqueta azul con botones dorados que brillaban como si fueran de oro, y pantalones largos grises. Tenía el gorro o sombrero debajo del sobaco derecho; durante un segundo sus miradas se cruzaron y pudo comprobar que los ojos del oficial era iguales a los suyos, azul obscuro, casi marrones. Su pelo abundante y castaño, pero más bien corto. El muchacho se quitó la gorra y sacó un sobre del bolsillo interior de su chaqueta nueva azul. "Me llamo Jeremy Mall, señor. He venido a trabajar como grumete en este barco." Le entregó el sobre abierto dirigido al Capitán. "Le daré tu carta al Capitán; no está aquí en este momento." El oficial llamó a un hombre que parecía muy ocupado, era un contramaestre. -Sr. Clarck, este chico es el nuevo grumete. El hombre gruñó porque le interrumpían la tarea. Él a su vez gritó a otro muchacho de unos 13 años que rápidamente se puso a sus órdenes. "John Smith, lleva este nuevo grumete a vuestro lugar en el castillo de popa, enséñale el barco y muéstrale sus tareas. Espero no tener que repetirte la orden dos veces. ¡Vamos, date prisa!" "Si señor. Por favor ven conmigo, chico." Dijo desabrido. Jeremy cogió su saco y siguió al mozalbete. Caminaron a través de las diferentes cubiertas, pañoles, cocinas, depósitos, y finalmente al área donde el Capitán y los oficiales tenían sus alojamientos. "He navegado con ellos dos veces, este será mi tercer viaje." Dijo el chico con orgullo. "Probablemente tenemos una de las mejores tripulaciones de todos los balleneros; y lo que es más importante, el tercer oficial, ese caballero que acabas de conocer, además de ser un excelente marino, es un verdadero físico-médico. No creo que ningún otro barco tenga uno. Mañana levaremos anclas al amanecer con la primera marea alta; esta noche, después de la cena, sabremos si hay algún cambio en nuestras faenas." Llegaron a una esquina del sollado que servía de dormitorio donde estaban apiladas las hamacas o cois. "Este es nuestro lugar para dormir; James llegará antes de la cena, tiene 15 años y el próximo viaje será ascendido a marinero, igual que Ted lo ha sido." Jeremy observó que solamente había 2 hamacas o cois almacenados. "Solamente hay 2 hamacas. ¿Cual es la mía?" El chico mayor sonrió con veterana superioridad. "Ninguna. Siempre habrá uno de guardia, por lo tanto, solo dos pueden dormir al mismo tiempo. La misma regla se aplica a todos, excepto esta noche, tú puedes dormir en tu manta, afortunadamente el tiempo es bueno y no hace frío." El chico sonrió con mala uva. "Será mejor que te cambies tu bonito traje." Jeremy llevaba puestos calzones cortos y las botas nuevas, había sido un regalo del cura de su parroquia. Removió el contenido del saco y extrajo un par de pantalones viejos limpios y una chaqueta en las mismas condiciones. Como la mayoría de la clase obrera de aquellos tiempos, los chicos no vestían ropa interior, así que arrastró los pantalones nuevos y se volvió hacia el mamparo de madera para mantener ocultos sus órganos íntimos. El chico mayor clavó su mirada en aquellos blancos y redondos globos y extendió su mano para acariciarlos, al mismo tiempo que decía: "Tengo que follar este bonito culo tan pronto como estemos en altamar." Jeremy rápidamente tiró de los pantalones hacia arriba intentando cerrar la bragueta con su mano derecha, mientras que con la izquierda sacó una afilada navaja de tamaño medio que puso en el cuello del otro muchacho. El chico se puso blanco, no esperaba esa reacción de un muchachito tan pequeño. "Intenta tocarme y te clavaré la navaja en la barriga." El muchachito al oír ruido fuera guardó la navaja en el saco. "No necesito tu presencia para cambiarme de ropa, por favor, déjame solo." El otro chico reaccionó y empezó a moverse al mismo tiempo que decía: "Yo... yo solamente quería hacerte un favor. Tienes una cara muy bonita y eso no es bueno para un grumete; tan pronto como llevemos varios días en altamar, los hombres querrán follarte, y no podrás hacer nada para evitarlo. Me lo hicieron a mí y a los demás grumetes de este barco. Hasta donde yo sé, los marineros adultos hacen igual en todos los barcos." "Eso es pecado mortal y sé que está prohibido." El chico mayor, ahora contestó más amigablemente. "Jeremy, quiero ser tu amigo, pero créeme, las cosas son así. Si, tienes razón, está prohibido y nuestro Capitán abandonará en una isla desierta al hombre que sea descubierto cometiendo sodomía, como ellos lo llaman. Incluso en la Marina de Guerra es mucho peor, sería ahorcado de uno de los palos. El problema es, si tú no lo aceptas, tu vida en este barco se convertiría en un infierno." Jeremy terminó de cambiarse sin pronunciar palabra. Era un chico brillante y pensó que sería mejor empezar teniendo un amigo que un enemigo. "Eso tiene que doler mucho..." El otro muchacho sonrió. "¿Te refieres a cuando lo cuelgan o cuando lo joden?" Jeremy sonrió. "Cuando lo joden, claro. No creo que nadie colgado pueda decir si duele o no..." Los dos se echaron a reír. "Si, tienes razón. Para decir la verdad, si, duele bastante, especialmente las primeras veces cuando lo haces con un adulto, por eso los otros grumetes me lo hicieron varias veces a mí antes que el contramaestre. Con un poco de mantequilla se facilita la cosa." Sonrió. Jeremy extrajo un pequeño libro de poemas y lo puso en el suelo mientras arreglaba el saco. El otro muchacho miró sorprendido. "¿Qué es eso? ¿Sabes leer?" “Si, sé leer, escribir y hacer cálculos matemáticos medianamente avanzados, aprendí en la escuela parroquial, los curas nos enseñaron, a mí y a otros chicos." Dijo el niño sin darle mucha importancia. "Tu familia debe ser rica, porque eso cuesta mucho dinero." "No soy rico, probablemente soy más pobre que tú; soy huérfano." El muchacho mayor, más experimentado y habiendo tenido multitud de conversaciones con los marineros, comentó. "Probablemente es la consecuencia de tener una cara bonita como la tuya." Inmediatamente añadió. "Por favor, no te enfades y guarda esa navaja donde nadie pueda verla; las armas están absolutamente prohibidas abordo." "¿Por qué mi cara bonita debería ser el origen de mi educación? Hay miles de chicos más guapos que yo y están en la calle vagabundeando, pidiendo limosna o robando. "Bueno... no estoy seguro; pero tengo un amigo de mi edad que era monaguillo, y desde que tenía diez años, el cura se la chupaba y le hacía pajas; estoy seguro que también se lo follaba. Aprendió a leer y escribir, sin embargo, creo que no es ni la mitad de inteligente que tú." "Gracias. ¿Pero cómo sabes tú todo eso?" "Él me lo dijo y me mostró el dinero que el cura regularmente le daba, podía comprarse cosas que para mí era imposible." "Tú podrías haberle preguntado al cura que te lo hiciera a ti también." El adolescente miró al chico con interés; si, estaba seguro que este pequeño muchacho era brillante, y no como los otros grumetes. "Bueno... lo pensé. No me habría importado que me chupara la picha, pero no me gustaba que me follara. Eso fue antes de que yo me enrolara en este barco. Si hubiera sabido lo que ocurría en los balleneros, seguramente habría aprovechado la oportunidad." Los chicos rieron con ganas. "¿Me enseñarías a leer y escribir, Jeremy? "No lo se, John." Por primera vez los muchachos hablaron como amigos. "Si tenemos tiempo libre lo haré, pero necesitaremos papel, tinta y pluma, yo no tengo nada. Lo mejor sería un cuaderno." "No te preocupes; lo hurtaré del pañol. A propósito, debes decir que sabes leer, escribir y hacer cuentas; excepto los oficiales y guardiamarinas, no hay muchos en este barco que sepan, seguro que el contramaestre del almacén te cogerá. Tiene mal genio y con seguridad te castigará si no haces las cosas bien, pero el tiene la llave de todos los alimentos." "No lo se. Traje una carta del cura para el Capitán, supongo que él hará lo mejor que crea conveniente." "Seguro. Es muy estricto y quiere mucha disciplina de todos los miembros de la tripulación, pero es un buen hombre. En el caso de que un hombre mate a otro durante la navegación, está legalmente autorizado para juzgarlo y colgarlo si lo encuentra culpable. Hace dos años, se llevó a cabo un juicio que duró toda una semana. Encontró al hombre culpable, pero ni siquiera lo encadenó, ¿a donde se iba ir?" Los chicos sonrieron. "Mas tarde lo entregó a las autoridades en nuestra primera escala en Ciudad del Cabo." Los muchachos oyeron el toque de campana y saltaron de sus asientos. "Vamos rápido, es el momento del recuento y pasar lista." Corrieron a cubierta y encontraron allí toda la tripulación en pié y en silencio. El Capitán salió de su camarote seguido de sus tres oficiales. Uno de los contramaestres fue nombrando uno por uno en orden alfabético, el nombrado respondía con un "Si" confirmando su presencia. Cuando terminó con todos los nombres, añadió: "El grumete Jeremy Mall pasa a depender directamente del oficial Sr. Bernard Northfield, nuestro físico, como su asistente. Esta noche, antes de la primera guardia, se presentará a él." Hizo una pausa y continuó. "El Capitán ha ordenado retrasar la salida 24 horas. Todos los miembros de la tripulación deben ir a la casa de baños y ducharse si lo necesitan; cortarse el pelo corto y afeitarse. A la vuelta, nuestro físico hará un chequeo médico a todos nosotros, es obligatorio." Se escuchó un murmullo entre los marineros. El físico había convencido al Capitán para que tomara esta medida; querían una tripulación saludable. John tocó la mano de su nuevo amigo, esta vez no lo rechazó. "Vamos a cenar." Dijo John. "Has sido pero que muy afortunado. El Sr. Northfield es muy severo y disciplinado, sin embargo, es el más educado de todos ellos; nunca oirás de él una palabra malsonante o un grito. Pertenece una familia muy antigua y aristocrática, ignoro por qué está en este barco y no en un hospital curando personas. Creo que los otros oficiales tienen celos de él porque el Capitán prefiere jugar al ajedrez con él o hablar de cosas culturales. No obstante, en materia de navegación, el Capitán no tiene ninguna preferencia, siempre discute sus decisiones con el primer oficial o con el que esté de guardia." Los chicos se fueron a la cocina a recoger la cena. Mientras Jeremy estaba sentado con un plato de potaje y una rebanada de pan oscuro, escuchó la discusión de dos marineros sobre unas prostitutas que ellos conocían. Aquello le recordó otra conversación que escuchó sin querer y que coincidía con lo que John le había dicho. Tuvo lugar en la sacristía de su iglesia entre el arcipreste y su esposa; en aquel momento la mujer estaba furiosa. "Tienes que olvidarte de ese chico, de lo contrario, irás directamente a las llamas del infierno por toda la eternidad." "No puedo. El chico es brillante y se merece una buena educación, sería una lástima desperdiciar una inteligencia como la suya..." La mujer interrumpió a su marido enérgicamente. "Si, y guapo también. Estas enamorado de él y pronto te lo llevarás a la cama, como as hecho muchas veces con otros chicos bonitos. ¿Cree acaso que estoy ciega y no veo lo que haces con los monaguillos? Pero esta vez no lo permitiré. Es el hijo de una de mis mejores amigas, desgraciadamente no está viva, de lo contrario me habría muerto de vergüenza." "Lo siento, Caroline. A veces yo también me siento avergonzado, pero con este pequeño ángel..." Ella lo paró con un grito ahogado. "Lo vas a condenar y no te lo voy a permitir." La mujer enfatizó sus palabras. El hombre argumentó: "Pero mujer, él necesita continuar su educación. Estoy seguro que llegará a ser un gran hombre. La Iglesia estará más que ansiosa de tener y mantener su preparación, necesitamos personas como este chico en nuestra Institución." "Tú lo que harás será arrojar su alma a las llamas del infierno." Se mantuvo en silencio durante un par de minutos, entonces amenazó a su esposo. "Si no te separas de él se lo contaré al obispo, así que lo perderás a él y a todos los otros muchachos." Oyó como la mujer se marchaba dando un portazo. En silencio, él también abandonó la iglesia, para volver al día siguiente a sus lecciones. Unas pocas semanas más tarde, el sacerdote acordaba con la anciana tía que el chico que se enrolaría como grumete en un barco. Le dijo a Jeremy, en presencia de la anciana, que eso tenía un gran futuro para él. De hecho, lo que el sacerdote quería era no tener la más mínima oportunidad de ver a su adorado muchacho de nuevo, sin embargo, el cura no sabía que a Jeremy le encantaba el mar. La última vez que atendió a sus clases de matemáticas, el cura puso su mano derecha sobre el desnudo muslo del chico y suspiró. Jeremy no comprendió el significado de las tiernas caricias del cura; ahora se daba cuenta de todo. No obstante, no sentía ningún odio hacia aquel hombre, había sido muy bueno con él, solo de vez en cuando le acariciaba la pierna y le besaba en el cabello, pero pensaba que era porque el cura, como sacerdote, cuidaba de los chicos. Aquella tarde, después de la cena, la mayoría de los tripulantes fueron a la casa de baños y a la barbería; muchos se sintieron molestos porque pensaban que aquello era una interferencia en sus vidas privadas, sin embargo, sabían perfectamente que era una excelente medida sin precedentes en la Marina mercante o en la de guerra. Jeremy se había bañado aquella mañana con agua caliente y el pelo lo llevaba corto. Después de cenar, fue a la estancia del tercer oficial-físico y llamó a la puerta. "¡Adelante!" El chico entró y se encontró con su nuevo jefe. El hombre estaba sentado leyendo un libro detrás de una mesa grande de madera, perfectamente ordenada. Marcó la página con un trozo de hoja y lo devolvió a la estantería que estaba protegida con una larga barra de hierro para evitar que los libros se cayeran durante la navegación. Extrajo una hoja de papel del cajón de la mesa y miró al chiquillo. "Siéntate, Jeremy." El tratamiento al llamarlo por su nombre en vez de "muchacho o chico" le confirmó lo que John había dicho. "Esta carta indica que sabes leer, escribir y hacer cálculos matemáticos. ¿Es correcto?" "Si, señor. Es cierto, señor." El hombre sonrió abiertamente. "Relájate, Jeremy; solamente soy un hombre, no un lobo y no te morderé. El chico se rió satisfecho. "No, señor, no lo es; quiero decir... Vd. es un caballero, señor." La respuesta indicó a Bernard Northfield la injusticia que se cometía mandando aquel chico educado a vivir entre depredadores, como la mayoría de los marineros eran, en vez de a un buen colegio donde aprendiera a ser útil a su país. El hombre sonrió de nuevo. "Y además de estos conocimientos, ¿tienes... digamos... cualquier otro arte?". El chico dudaba y Bernard le ayudó. "¿Tienes alguna otra habilidad?" El médico sabía que a edad temprana, muchos chicos y chicas de las clases bajas eran obligados a aprender diferentes tareas que les ayudarían a sobrevivir. "Bueno... señor, se hacer algunas comidas, cuidar el ganado de la granja, y el cura de mi parroquia dice que soy bueno dibujando." El hombre señaló el estante de los libros. "Por favor, coge uno de esos libros, cualquiera de ellos, ábrelo y empieza a leer un párrafo, no importa cual." Jeremy se puso en pie, cogió un libro grande con tapas de color marrón y lo abrió por el centro. Se sorprendió al ver el dibujo de un hombre desnudo que mostraba lo que parecía un bulto encima de la picha. Dudó durante un momento. Bernard adivinó lo que el chico tenía delante y le sonrió para animarlo. El muchacho empezó a leer. "Hernia inguinal: En algunos hombres, aparentemente debido a esfuerzos que han hecho o debilidad, se produce una brecha o rotura en la pared abdominal. Entonces, una porción del intestino sale fuera. El problema se solventa con..." Bernard levantó la mano interrumpiendo la lectura. "Es suficiente; ahora tú sabes más sobre la hernia inguinal que cualquiera en este barco." Jeremy miró la imagen del libro y se ruborizó. Entonces el médico le entregó una hoja de papel y una pluma. "Ahora, rápidamente, copia el párrafo que has leído." Lo hizo y se lo mostró. El físico miró la letra clara y redondeada de niño. "Muy bien. Por favor, explícame tu nivel en matemáticas. "Puedo hacer cálculos normales, resolver problemas aritméticos e incluso ecuaciones de álgebra." Bernard le entregó un cuaderno de hojas gruesas para dibujar, una goma de borrar y una barra de grafito. "Antes me dijiste que sabes dibujar, por favor, haz un borrador de cualquier cosa de esta habitación." Jeremy se separó de la mesa, cogió el cuaderno y la barra como si fuera un lápiz, miró al hombre y comenzó a mover rápidamente su mano izquierda. De vez en cuando observaba al oficial que estaba sentado frente a él; transcurridos unos quince minutos, le entregó el cuaderno con el dibujo. "Lo puedo mejorar si Vd. quiere, señor." Bernard abrió los ojos de sorpresa, no podía creer lo que estaba contemplando, era increíble la habilidad del chiquillo. Lo miró sorprendido. "¡Jeremy, eres un artista!" El chico se sintió anonadado con la alabanza del oficial y se puso rojo de nuevo. "¿De verdad le gusta, señor? Si es así, lo puedo mejorar; es solamente un borrador." "Si, me gusta mucho, pero prefiero conservarlo tal y como está. Gracias." Ambos sonrieron, una conexión invisible había nacido entre el hombre y el niño. Bernard le dio una lista de sus tareas diarias y añadió: "Mañana a primera hora empezaremos a hacer un chequeo médico a la tripulación; debes anotar el nombre de cada persona, subrayarlo, y escribir debajo lo que yo te diga. Son palabras en clave que tú quizás no entiendas ahora, pero lo harás en el futuro. Dormirás aquí en una de las literas de la enfermería, excepto cuando tengamos personas enfermas, en ese caso dormirás aquí en esta cabina. Ahora tráete tu manta y pertenencias y te acomodas en la otra habitación. Mañana, después que terminemos de chequear a la tripulación, quiero que limpies bien esa habitación. Si necesitas ayuda te la traeré, pero la quiero que brille. Es muy importante que la enfermería esté muy limpia para prevenir infecciones." "Si, señor. Lo haré yo mismo, no creo que necesite ninguna ayuda." "Bien, adelante, pues." El chico se levantó y fue al sollado bajo cubierta a buscar el saco con sus pertenencias. A la mañana siguiente se sorprendió al ver lo limpios que estaban los hombres. La mayoría se habían afeitado la cara y algunos también la cabeza; todos tenían el pelo corto, incluyendo los oficiales y el Capitán. El médico examinó cuidadosamente uno por uno, creando un archivo con las preguntas y respuestas que Jeremy apuntaba cuidadosamente en una página del libro para cada uno. Aparentemente, el barco tenía una tripulación muy sana, excepto un marinero joven que fue despedido, su nombre era Jack Nicholson; tenía una enfermedad severa de carácter sexual que tenia que tratarse en un hospital. El buque levó anclas en la madrugada del siguiente día con la primera marea. Bernard y el resto de la tripulación todavía recibirían nuevas sorpresas de Jeremy. Después de unos días de navegación normal, llegó mala mar. No era una tormenta, pero las olas tenían un tamaño más que regular y la proa del barco se movía arriba y abajo expandiendo espuma y agua en el aire. Jeremy parecía haber nacido en un barco. Disfrutaba con los saltos del navío, gritaba de alegría como si estuviera cabalgando un caballo. Hacía sus guardias en el palo trinquete como serviola o vigía junto con John, ya que los niños gozan de mejor visión que los adultos, así, al cabo de algunos días, se hicieron buenos amigos. El barco iba ligeramente cargado con agua, provisiones y materiales que se necesitaban para reparaciones; la nave navegaba a una buena velocidad con buen viento del noroeste. Avistaron tierra, eran las Islas Azores, un oficial y algunos marineros bajaron a tierra solo para cargar provisiones, especialmente fruta fresca y agua; a nadie más se le permitió desembarcar. Uno de esos días cuando navegaban y durante su guardia, John dijo a su nuevo amigo. "Jeremy, estoy muy contento de que estés en este barco; pareces mucho más feliz que cuando llegaste. ¿Cuantos años tienes? Yo tengo trece." "Gracias, John, eres un buen amigo. Tengo diez años y cumpliré once en Noviembre." "Pareces mayor, bueno... quiero decir... estás muy alto para tu edad." John hizo una pausa. "Jeremy, ¿puedo hacerte una pregunta personal?" "Por supuesto que puedes, no sé si podré contestarte." "Es sobre los datos de mi salud." Hizo otra pausa antes de preguntar a su nuevo amigo. "¿Dijo algo el señor Northfield cuando me examinó?" "No recuerdo que comentara nada especial sobre tu salud; pero si lo recordara, no podría decirte nada. Los datos son confidenciales, solamente el Capitán, como responsable del barco, y él, los conocen. Se escriben con palabras técnicas y abreviaciones que incluso yo desconozco. ¿No te encuentras bien?" "¡Oh, no! Me siento muy bien, pero... pero... estoy preocupado por algo." Jeremy miró a su amigo intentando averiguar lo que le pasaba. John adivinó sus pensamientos. "Bueno... se que podría preguntarle a tu jefe, pero los oficiales siempre están muy ocupados y no quiero molestarle, quizás es una tontería." "También puede ocurrir que no sea ninguna tontería." "¿Me prometes no decírselo a nadie? Tú eres mi mejor amigo y..." El chico lo interrumpió animándole a que le dijera que dudas tenía. "Tienes mi palabra, John. Adelante, si quieres, por supuesto." El muchacho miró al mar, con la vista perdida en la lejanía. El buque navegaba a buena velocidad empujado por los vientos alisios y no se observaba nada, excepto unas cuantas gaviotas que se dejaban caer en las azules aguas del Océano Atlántico. "¿Te acuerdas de Jack, Jack Nicholson? No lo admitieron porque estaba gravemente enfermo. No era ningún secreto, la mayoría de nosotros conocemos las prostitutas del puerto, algunas de ellas no son lo que el señor Northfield llamaría sanas. Ellas le transmitieron la enfermedad, es por eso que no se atrevió a argumentar y confirmó lo que tu jefe le dijo." Jeremy pensó durante un momento, ignoraba esas circunstancias, e incluso la naturaleza y origen de la mala salud de Jack. Volvió la cabeza y pudo comprobar que John estaba llorando en silencio, las lágrimas rodaban por sus mejillas; solo se oía el ruido que el viento hacia contra los foques. John añadió: "Quizás yo… yo esté infectado también." Una vez pronunciada la frase empezó a llorar ruidosamente. Jeremy puso su mano izquierda en el muslo de su amigo y lo acarició. "John, tu no estás infectado, de lo contrario el físico lo habría notado lo mismo que hizo con el señor Nicholson. No sé lo que tenía porque el señor Northfield me dijo que escribiera una S en sus datos; de cualquier modo, él no está aquí ya." John guardó silencio y Jeremy continuó: "John, ¿estás sugiriendo que tú has estado también con una de esas mujeres?" Todavía llorando, el chico movió la cabeza negativamente. Permanecieron en silencio envueltos cada uno en sus pensamientos. Jeremy adivinó que su amigo estaba sufriendo, pero no sabía qué hacer para consolarlo. Pasaron unos minutos, John parecía más calmado y continuó: "El señor Northfield me preguntó si yo había estado con mujeres, y yo dije "No". "En ese caso, no tienes por qué preocuparte de este problema; nadie irá a decirle lo contrario. Probablemente tú no eres el único que fue un poco mentiroso aquel día, es embarazoso hablar de ese asunto." El chico trató de animarle. John miro a los ojos de su amigo durante unos segundos y volvió de nuevo la vista al mar. "No fui un mentiroso." "Entonces, ¿Cómo podías haberte infectado?" Jeremy inocentemente preguntó. John guardó silencio, después de unos minutos hizo un tremendo esfuerzo. El adolescente asumió que Jeremy lo despreciaría desde aquel momento y no lo podía soportar. Había empezado a amar profundamente aquel niño tan guapo e inteligente, no solamente porque lo era, sino mayormente porque era un verdadero amigo y él no había tenido nunca muchos amigos, especialmente como aquel. "Porque… porque Jack me folló repetidamente el año pasado. No me importa si yo estoy infectado y muero en un par de años abandonado en uno de esos terribles hospitales, pero lo que no podría soportar es que…" No se atrevía continuar, pero Jeremy guardó silencio y eso le animó. "Yo…podría haberte infectado a ti." Su llanto se incrementó y entre sollozos murmuró. "Tú has sido tan bueno conmigo… mejor que nadie antes, y además, creo… creo que te amo." Esas palabras sorprendieron enormemente al chico, él no podía comprender como un muchacho de 13 años, fuerte e inteligente podía quererle. Ahora era él quien guardó silencio, su mirada perdida en el mar. Su brillante cerebro estaba trabajando con rapidez procesando aquella información nueva. "John, no estoy infectado ni nada que se parezca. ¿Cómo puedo estarlo? ¿Solo porque nos damos la mano y estamos juntos durante las guardias, o sentados leyendo y bromeando en las clases? No lo creo. En ese caso, casi toda la tripulación lo estaría. Deberías darte cuenta que Jack permaneció abordo casi nueve meses y ninguna otra persona de la tripulación ha mostrado señales de infección, de lo contrario, el señor Northfield lo habría detectado." John empezó a sentirse mejor; pensó que, después de todo, Jeremy podía tener razón. Sus ojos brillaron durante unos momentos, miró los bellos ojos azules de su amigo e inmediatamente volvió su vista al mar. Le habría gustado besar y abrazar aquel precioso ángel. "¿Estas seguro, Jeremy? Me mataría tirándome desde la cofa del mástil si supiera que te he hecho daño." John paró de llorar; ahora que el chico mayor se había calmado, Jeremy le preguntó. "John, antes me dijiste que me amabas, pero eso no lo entiendo. Yo no soy una chica, soy un muchacho, igual que tú…" "No lo se, Jeremy. Me he hecho esa pregunta cientos de veces, pero el hecho es que me encanta estar cerca de ti, tocarte, reír contigo… Mataría a alguien que intentara hacerte daño. Querría estar contigo todo el tiempo si pudiera." Al oír esto, Jeremy pensó en los sentimientos que había empezado a tener en un su tierno corazón hacia Bernard Northfield, pero eso era diferente. Si, lo quería como si fuera su padre, querría dormir en su cama arrimado y en medio de sus fuertes brazos. ¿Era eso amor? No podía entenderlo. Quizás pensaba así porque echaba de menos a su padre, pero por otro lado él no recordaba a su progenitor. Todo era tan confuso… No se atrevía a mirar a John porque creía podría descubrir sus más íntimos y profundos sentimientos. "John, mejor que continuemos como hasta ahora. En cuanto a tus dudas, te sugeriría que hablaras con el señor Northfield, probablemente él tiene la clave de tus preocupaciones." John volvió a mirar a su adorado amigo. "Jeremy, ¿estás disgustado conmigo?” "¿Por qué habría de estarlo? ¿Porque has dicho que me amas? No, no lo estoy. Somos amigos y los amigos de verdad se quieren, estoy seguro de ello, al menos eso era lo que sentía por mi mejor amigo Joe. Cuando volvamos de este viaje, tú empezarás a salir con una chica bonita, la besarás y olvidarás todo esto." "En estos momentos, Jeremy, no estoy interesado en chicas, pero tienes razón, ya veré lo que hago." Se sintió mejor y suspiró. “¿Podrías interceder por mí ante el señor Northfield? Es tu jefe y lo conoces mejor que yo." "Lo intentaré." Sonrieron; en aquel momento sonó la campana anunciando el cambio de guardia; dos muchachos mayores que ellos, estaban trepando por la jarcia como gatos, eran sus relevos. -------------------- Capítulo 2 Al mismo tiempo que Jeremy saltaba de gozo en la proa del ballenero, mojándose la cara con la espuma que el barco producía, Joe se enteró de que la tía de su amigo estaba gravemente enferma; su madre había ido a ayudarla. Por lo que Benjamin, su hermano, le había dicho que ya habían concertado el pasaje para irse a las antiguas colonias. A él no le agradaba tener que irse, estaba claro que su sino era quedarse solo; su mejor amigo se había marchado y ahora él también se iría, lo más probable es que jamás se volvieran a ver. Aquello le dolió mucho, no obstante, todavía sentía en sus labios el regusto del tierno beso que impulsivamente intercambiaron en los últimos momentos de la despedida. Habían pasado dos semanas, la tía de Jeremy había fallecido y él había cantado en la misa de difuntos, pensando más en su amigo que en la muerta. Todo estaba previsto para empezar la nueva aventura en aquellas tierras salvajes. Su querido hermano Benjamin no quería hablar de esto, y varias veces lo vio secarse los ojos cuando él se acercaba. Pensó que su hermano debería estar contento como lo estaban sus padres y sus hermanos mayores, pues solo tenía 13 años. "¿Ben, por qué estás triste? Vamos a emprender una gran aventura y nos divertiremos mucho, tú te buscarás una chica en cuanto lleguemos y lo pasarás en grande, a ti se te da eso muy bien." El chico se aguantó un poco, le restregó el pelo a su querido hermanito y lo miró intensamente. Benjamin en cierto modo se parecía a Jeremy, era alto y guapo, aunque no tenía la inteligencia de su amigo. Era listo, pero no como Jeremy. "Bien, pelo de mazorca, no estoy triste, es que a ti te lo parece. Estoy seguro que si estuviera aquí Jeremy, tú me verías de otra manera. A propósito, madre me ha dicho que esta tarde, cuando venga de hacer unos recados, quiere decirte algo. El arcipreste acaba de irse hace un rato y parece que el próximo domingo llega el barco." "Probablemente querrá echarme una bronca antes de embarcar, parece como si no fuera nuestra madre." El chico igual que su amigo, eran considerados por la Iglesia niños prodigios, pero además Jeremy era guapo y se le había escurrido entre los dedos por culpa de su estúpida esposa. Esto es lo que iba pensando el sacerdote cuando caminaba de vuelta a su casa. Sin embargo Joe MackLean no se le escaparía, el obispo había sido muy claro, lo internarían, primero en el seminario menor y después en el mayor. Había que dejar la iglesia de Inglaterra en manos de estos futuros sacerdotes. No era normal que niños que todavía no habían cumplido 11 años ya hablaran correctamente tres idiomas, además del suyo propio, sin perjudicar el resto de sus materias escolares. ¡Cuanto le habría gustado a él ser como ellos! pero aquello era un regalo de Dios o de quien fuera, a él eso le tenía sin cuidado. El sería por lo menos Dean de la Catedral si lo conseguía. Al día siguiente tenía previsto informar al obispo de todos aquellos problemillas. Joe percibía algo en el ambiente de su casa; su padre y los hermanos mayores ni lo miraban, claro que nunca les había caído en gracia a ninguno de ellos, todo su amor, si es que lo tenían, era para Benjamín. Todo lo contrario con su Ben, que amaba tiernamente a su hermanito pequeño, su inteligente “Pelo de mazorca”, como él lo llamaba. Alrededor de las 6 de la tarde su madre volvió y lo llamó. "Siéntate aquí a mi lado, Joe." Al chico le pareció extraño el comportamiento de su madre, rara vez lo trataba así, a pesar de tener motivos más que sobrados para estar orgullosa de él. Se sentó en frente de ella, no a su lado. La mujer continuó. "Probablemente Ben ya te habrá dicho que el próximo sábado llega el barco y el domingo saldremos para las antiguas colonias donde tu tío nos ha comprado la granja, seremos libres y la tierra será nuestra, no como aquí que es de otro y nosotros como sus esclavos..." El chico la interrumpió. "Todo eso ya lo se, así que dime lo que tengas que decir y déjate de vaguedades." La mujer a veces no entendía las palabras raras de su hijo, pero esta vez sí que las entendió, y muy bien. "Simplemente, y no me interrumpas, nos vamos todos, excepto tú. No teníamos dinero para pagar la tierra, y menos aún el pasaje. En el primer caso tu tío nos ha ayudado a pagar los primeros plazos; en el segundo el padre Arcipreste ha pagado los pasajes..." A pesar de la advertencia, el chico volvió a interrumpirla, no necesitaba más explicaciones. "A cambio de que yo me quede aquí para ser cura y servirlos a ellos; o sea, vosotros elegís la libertad y a mi me vendéis como a un esclavo por un plato de lentejas, como hizo Saúl con su hermano." La mujer Estuvo a punto de golpear al chico por insolente, pero Joe se levantó tranquilamente de la silla, y desde la puerta continuó. "Por mí, os podéis ir ahora mismo..." Iba a decir al infierno, "...si quieres, no me haces ni me harás falta para nada.” Joe con los ojos húmedos subió a la habitación que compartía con su hermano Ben. Sacó del armario un saco de cuero de viaje y comenzó a introducir sus cosas en él, oyó a sus espaldas ruido y creyendo que era su madre continuó en su tarea sin volver la cabeza. "¿No me vas a decir adiós, "mazorquita roja?" El chico se volvió y saltó a los brazos de su querido Ben que por poco cae al suelo al recibirlo. "As crecido demasiado para esto." Se abrazaron los dos hermanos, Joe no lo había hecho desde aquel día que se despidiera de Jeremy. Después de unos momentos en los que Ben acariciaba la espalda de su pequeño pelirrojo, se separaron y se secaron la cara. "¿Qué haces? no hay tanta prisa, hasta el sábado no llega el barco." "Me han vendido como a un vulgar esclavo, Ben; así que estoy obligado a irme con mi nuevo amo al que detesto; podría escaparme e irme, pero estropearía todo el tinglado y tú, que eres a quién más quiero, perderías la oportunidad de ser libre en aquellas tierras." Ben besó a su hermanito al que admiraba profundamente. "Dejemos que se vayan ellos, ya me las apañaré yo solo mientras tú estás en ese colegio. Después viviremos juntos aquí en Inglaterra." Joe besó a su hermano mayor tiernamente, ahora a sus casi once años lo convertían en el mayor. "No, Ben; he leído mucho y se lo que hago. Tú te irás también, pero no te quepa la menor duda que haremos lo que tú dices. Si te quedaras aquí ahora le romperías el corazón a madre, y ella a ti si te quiere. Por favor, ayúdame y vamos a ver al cura. Allí nos despediremos. Nos aguantaremos, no más lágrimas." "Está bien, como tú digas, "dos topacios." Sonrieron. Ben usaba multitud de apelativos al referirse a su hermano pequeño, y cada uno refiriéndose a una parte del cuerpo, "picha larga" al pene, "mazorca" al pelo rojo, "topacios" a sus brillantes ojos azules, etc. Y así salieron los dos hermanos de su casa por la puerta de atrás. Era ya casi de noche y nadie los interrumpió ni saludó. Pronto llegaron a la puerta de la vivienda del sacerdote que estaba junto a la gran iglesia. Llamaron, y el cura abrió; lo que menos esperaba era encontrarse con los dos hermanos en aquellos momentos. "Hola chicos, ¿que os trae por aquí?" Preguntó el sacerdote hipócritamente. Joe lo miró con ironía. "Vengo a cumplir con la palabra de mis padres." "Pero todavía... falta una semana y..." "Vd. ya le entregó el dinero, conque la única forma de saldarlo es entregándome a Vd. para llevarme al seminario." El sacerdote iba argumentar, pero el pequeño pelirrojo añadió: "Si Vd. me rechaza ahora, me iré, pero no me volverá a ver en el resto de su vida, mi hermano es testigo de ello." El cura era muy consciente de la determinación del niño y sabía muy bien lo que se jugaba con el obispo; así que no lo dudó. "Está bien, Joe; despídete de tu hermano y entra en casa, mañana de madrugada saldremos para el Seminario, la mayoría de tus compañeros están ya allí. Supongo que vuestra madre lo sabe." Los chicos no contestaron, el hombre metió el saco dentro y los dejó solos. "Bueno, Ben, llegó el momento, recuerda lo que tenemos concertado." Se abrazaron. Al mismo tiempo que estaban unidos, Joe añadió: "además de las chicas, tienes que aprender a leer y escribir, las matemáticas solas no son suficientes." Joe se quitó un amuleto que llevaba colgado al cuello, una especie de cruz rodeada de hojas que habían visto en las cristaleras de la catedral y que Jeremy había reproducido con el cortaplumas que le regaló Joe cuando cumplieron 10 años. "Toma esto, Ben; a lo mejor te da suerte a ti, los curas no quieren que llevemos nada colgado al cuello que no sea una cruz. Lo hizo Jeremy, que además de buen dibujante es escultor. "Pero tú me has contado que la cruz era en aquellos tiempos un signo de tortura y ejecución, sería igual que si ahora te colgaras del cuello una pequeña horca." Joe sonrió a su inteligente hermano mayor. "Tienes razón, chico listo, pero esa es una cuestión histórica que no podemos discutir aquí ahora. "Adiós Hermano, te quiero." "Adiós, "trozo de cobre", y yo a ti." Se besaron, Joe entró en la casa y Ben se perdió en la obscuridad de la noche. En la madrugada del siguiente día iniciaron el viaje en la berlina del cura que duró todo el día. Estaba oscureciendo cuando el vehículo atravesó el umbral de viejo gran edificio; Joe pudo escuchar los gritos de otros chicos como él que se preparaban para entrar a cenar. "Anda, Joe, ve a cenar con tus compañeros. Aquí estarás bien. Ya he cumplido con la palabra que le dí a Jeremy." Joe se sorprendió, pero no dijo nada. "Gracias, señor. Adiós, señor." Una semana más tarde, justo al sábado siguiente, Joe y dos chicos más de su edad, hacían el viaje de vuelta a Southampton, a un internado regido por la Iglesia para chicos de familias ricas, situado muy cerca de la catedral donde se unirían al resto del coro. El día siguiente su familia embarcó, él lo sabía y pensó en Ben, pero pronto sus deberes borraron esos pensamientos tristes y se concentró en su trabajo. -------------------- Bernard Northfield había empezado a enseñar al chico, no solamente medicina sino también asuntos generales tales como física, biología, y especialmente sobre plantas medicinales. El oficial pensó que era una lástima desperdiciar la inteligencia del muchacho. Aquella tarde, después que el chico había aclarado y lavado los platos, comenzaron las lecciones diarias y Jeremy estaba muy atento contestando las preguntas que el hombre le hacía resolviendo los problemas matemáticos. Quería preguntarle sobre su amigo, pero no sabía como empezar. El señor Northfield parecía feliz viendo como Jeremy progresaba y le sonrió. Cuando terminaron, el chiquillo vio la oportunidad para hablarle de John. "Señor, querría pedirle un favor." El hombre le miró un poco sorprendido, pero Jeremy enseguida añadió: "No es para mi, sino… para John Smith." Antes de que el oficial pudiera argumentar, el chico agachó la cabeza. "John está confundido y preocupado porque me dijo que había sido un mentiroso cuando le hicimos el chequeo. No se atreve a decírselo porque Vd. es un Oficial y…" Jeremy paró su relación, era muy consciente que no podía dirigirse y hablar a un oficial si éste antes no se había dirigido a él. El hombre lo notó. "Jeremy, mírame." El chiquillo pensó que había ido demasiado lejos hablando a un superior, por lo tanto, traspasando un punto que no debía haberlo hecho, el oficial podía reprenderlo por su falta de disciplina. El médico puso su mano debajo de la pequeña y redondeada barbilla acentuando la vista del precioso hoyito que la partía suavemente. Levantó la cabeza del chico y dijo: "No soy un demonio, y tu acción es incluso mejor porque estás intentando hacer algo para un amigo y no para ti mismo. Además de ser un buen estudiante, tienes una alma generosa." Jeremy suspiró y se puso rojo, pensaba que como no iba a amar a aquel hombre… cuando oyó: "Ahora cuéntame el problema de John." Jeremy comenzó con alguna dificultad, pero al cabo de un momento pudo decirle de corrido la verdad, excepto la declaración de amor de su amigo. Cuando terminó, el físico guardó silencio durante unos segundos. "Con toda probabilidad tú estás en lo cierto y él no está infectado, pero no perderemos nada comprobándolo. Si ahora no está haciendo nada importante, llámalo y que venga, que le diga al contramaestre que yo lo he ordenado." Removió el cabello del chiquillo y le empujo en el trasero. El chico suspiró por las caricias y corrió a ver a su amigo. Diez minutos más tarde, volvió con él. John sostenía su gorro de lana entre las manos. Murmuró: "Lo siento, señor si me atrevo a molestarle…" El médico miró al asustado muchacho. "John, Jeremy me ha contado todo lo relativo a tu preocupación. Debo decirte que has hecho lo correcto y honesto. Esa es la forma de servir a este barco y a tus propios compañeros." Estas palabras hicieron que el adolescente se relajara. "Ahora quítate los pantalones y acuéstate en aquella camilla. Jeremy, por favor, cierra la puerta y espera afuera; si viniera alguien le dices que estoy con un paciente." El chico obedeció y John se tendió de espaldas asustado y temblando. Estar desnudo le recordó los momentos que había pasado con Jack, y su pene involuntariamente empezó a ponerse tieso. Entonces el físico cogió el miembro viril entre su dedo pulgar e índice y tiró del prepucio hacia abajo y lo examinó cuidadosamente con una lente. John hizo un tremendo esfuerzo para prevenir un gemido. "Levanta las piernas hasta que la rodillas peguen contra tu pecho, de manera que pueda ver tu ano." El físico llamó a Jeremy mientras John obedecía sus órdenes. "Jeremy, por favor, trae la botella que contiene la crema blanca, después vuelve a tu puesto." El chico sonrió viendo a su amigo en aquella posición tan incómoda y John se puso rojo de vergüenza. El hombre extendió crema en su dedo medio y lo introdujo en el recto del muchacho. "¡Dime si te duele!" "Si, señor." Murmuró el muchacho. Bernard inspeccionó el intestino grueso y la próstata, John se movió involuntariamente y su pene se puso incluso más duro todavía. No podía estar más incómodo, sintió una sensación de calor en la cara y se puso rojo como el tomate. "¿Te duele?" Le preguntó el médico. John no podía hablar, así que movió la cabeza negativamente. El físico sacó el dedo y se lavó las manos cuidadosamente en una palangana. "Vístete, jovencito." El muchacho se subió los pantalones y esperó hasta que el médico terminara de lavarse. El hombre miró al asustado adolescente y sonrió. "Estás tan sano como Jeremy o yo; sin embargo, te sugiero que tengas mucho cuidado con las personas que te llevas a la cama a dormir contigo. Nunca olvides esto, a menos que quieras meterte en problemas." El mozalbete se ruborizó de nuevo, pero estaba tan feliz que no podía estar quieto. "¡Muchísimas gracias, señor! Es… es… la mejor noticia que jamás haya recibido. Puede estar seguro que nunca lo olvidaré." Dijo el muchacho tartamudeando. "Mas te vale; ahora vete a tus obligaciones y no olvides lo que te he dicho." "Seguro, señor. Gracias de nuevo." Salió afuera, y se sentía tan feliz que cogió a Jeremy en sus brazos y lo abrazó fuertemente. Estaba llorando, pero esta vez, de felicidad. El contramaestre los miró, y sonrió; "¡Muchachos!" Comentó. El buque ahora estaba en latitud sur, y a pesar de que todavía estaban en verano, hacia frío. El Capitán había ordenado tener preparados los botes, arpones, etc. Ya que no estaban lejos de su destino: el Mar Antártico, y desde aquel momento podría aparecer alguna ballena. Sin embargo, todavía estaban lejos de los icebergs y las grandes masas de krill y arenque que alimentaban las ballenas. Días después, el barco navegaba suavemente rumbo sureste con buen viento. John y Jeremy estaban en la cofa del palo trinquete explorando cuidadosamente el mar, ahora un poco movido pero no mucho. John estaba exultante de felicidad y Jeremy pensó que era el momento de explorar un poco más la reciente vida de su amigo. "John, ¿te molestaría si te hiciera algunas preguntas personales?" John giró la cabeza y miró a su adorado amigo. "Jeremy, jamás me enfadaría contigo. Te dije que te amaba y eso está gravado en mi corazón." El chico mayor suspiró y miró con intensidad a su amigo. Jeremy entonces continuó, ya estaba habituado a las tiernas miradas y manifestaciones de John. "Tú me dijiste que Jack… ya sabes, te lo hizo… en algunas ocasiones." El chico se ruborizó al hacer la afirmación. "Si, Jeremy, me folló en el culo muchas veces el año pasado, si es eso lo que tratas de decir. No tengo secretos contigo." Los muchachos permanecieron en silencio durante unos momentos. "¿Por qué no lo paraste? Podrías habérselo dicho a tu contramaestre o a un oficial…" John otra vez giró para contemplar a su bello amigo y suspiró. "Eso habría significado un severo castigo para Jack, quizás la muerte, y yo no podía hacer eso. Todo lo contrario, yo lo quería, especialmente cuando me lo hacía. "Pero él te estaba haciendo daño…" Jeremy argumentó un poco confuso. "Si, me hizo un poco de daño las primeras veces, a pesar de que era muy tierno, pero después disfrutaba haciéndolo, yo lo necesitaba. Nunca me había sentido tan feliz como cuando estaba en sus brazos y el me besaba. Me sentía amado y protegido. Nadie se atrevía a contradecirle, era guapo y el más fuerte de toda la tripulación. Lo amaba y lo echo de menos. Cuando tú amas a una persona, no importa lo que te haga, además nunca fue un bruto sino todo lo contrario. El siempre fue muy tierno y me quería, se positivamente que me adoraba." Jeremy giró la cabeza con sorpresa, pudo observar que los grandes ojos de su amigo estaban llenos de agua haciendo grandes esfuerzos para no llorar. No sabía como seguir argumentando. Entonces John continuó con su narración. "Cuando retornamos de nuestro último viaje, teníamos dinero fresco y abundante, el mío lo guardé para dárselo a mi madre, pero Jack me invitó a pasar una semana de vacaciones. Alquilamos una habitación en una posada en el campo, no lejos de mi pueblo, él lo llamó nuestra luna de miel; realmente fueron unos días maravillosos. Nos registramos como hermanos, y caminábamos a través de los campos cogidos de la mano como dos amantes, nos besábamos, abrazados y hacíamos el amor cada noche hasta que quedábamos exhaustos." John hizo una pausa. Jeremy estaba sorprendido y confundido oyendo la narración de su amigo. Éste continuó: "Durante el día, aprovechábamos cualquier oportunidad, y nos la chupábamos el uno al otro, nos besábamos y nos la meneábamos." Hizo una pausa y sonrió mientras exploraba los mares, Jeremy lo observaba perplejo por el rabillo del ojo. "Me tragaba su semilla, pero a veces era tan abundante que corría por las esquinas de mi boca, entonces él lamía mi barbilla hasta que no quedaba nada. Adoraba esos instantes. Me dijo muchas veces que no deberíamos hacer lo que hacíamos, pero que se sentía muy feliz y contento, que me amaba. Disfrutamos el uno del otro de aquellos contactos y las noches era muy cortas." John suspiró. "Esperábamos renovar nuestra amistad y estaba deseando que el tiempo pasara para verle, hasta que te vi a ti cuando estabas hablando con el oficial." Para Jeremy, educado en el interior de una granja y por un sacerdote, todo esto era completamente nuevo, él no sabía que tal relación pudiera existir entre un chico, casi un niño, y un hombre adulto, no quería que el otro descubriera su ignorancia, pero todo se había almacenado en su maravillosa inteligencia para procesarlo más tarde. "Pero la luna de miel es para una muchacha y un hombre cuando se casan." Jeremy argumentó, finalmente. "A mí no me importaba. Nosotros lo pasábamos muy bien; fueron los mejores momentos de mi vida porque nos gustaba. Habríamos hecho cualquier cosa para complacer el uno al otro." Hizo una pausa. "¿Qué harías tú si el señor Northfield te lo hiciera a ti tan tiernamente como Jack me lo hacía a mí? ¿Se lo dirías al Capitán? No lo creo, porque se que tú le amas." Jeremy se ruborizó profundamente, pensó que sus más íntimos pensamientos habían sido descubiertos. ¿Cómo lo habría adivinado su amigo? El nunca había hablado a nadie de esto. Lo tenía guardado en lo más profundo de su ser, él no se lo había dicho ni lo diría a ninguna persona. Entonces contestó a su amigo. "¿Cómo tú…? Bueno… creo que él jamás me pediría eso. Es tan bueno y maravilloso…" John guardó silencio; murmuró algo en desacuerdo. "No te preocupes, amigo mío, nadie me ha dicho nada, además se merece que lo quieras. Es uno de los mejores hombres que he conocido. Jack no estará más con nosotros. Había planeado que si conseguía buen dinero iría al hospital, pagaría a un médico para que lo curara, y una vez que sanara y estuviera fuerte empezaríamos de nuevo con nuestros contactos. No me importaría lo que los demás pudieran decir si se enteraran, pero te encontré… y… bueno, ya sabes el resto." Sonrió abiertamente, Jeremy lo miró y pudo observar el bulto que se había formado en la bragueta de su amigo y que tocaba suavemente. "Estas empalmado, John." El chico señaló la entrepierna del adolescente riendo. "Siempre me ocurre lo mismo cuando pienso en Jack. ¿Tú te la meneas, quiero decir, te haces pajas, Jeremy?” "¿Quieres decir restregarla arriba y abajo?" John asintió. "Bueno, algunas veces." Mintió, porque lo había hecho muchas veces con Joe, añadió. "Pero el cura siempre explicaba que esto era un pecado mortal y Dios me castigaría si me tocaba." John se rió abiertamente. "Si eso fuera cierto, seguro los otros grumetes, los guardiamarinas, la mayoría de los marineros y yo estaríamos condenados al infierno, porque me la meneo casi todos los días." Se echaron a reír ruidosamente. "¿Quieres ver la mía?" John le preguntó. "¿Por qué no?" Jeremy no era un chico vergonzoso, siempre estaba dispuesto a aprender cosas. John se desabotonó la bragueta e inmediatamente apareció su tiesa y curvada picha de unas cuatro pulgadas y media; tenía un pequeño parche de pelo en la base. Jeremy miró y preguntó a su amigo. "¿John, se lo hiciste tú a Jack, también?" "¡Oh, si! muchas veces. Nos gustaba y lo disfrutábamos, especialmente chupándonos en la posición sesenta y nueve." John observó que Jeremy no sabía mucho de esto, sonrió y le explicó. Eso es cuando yo me volvía y situaba mi cabeza frente a su polla y él frente a la mía, así que podíamos chapárnoslas el uno al otro al mismo tiempo." El muchachito se reía excitado y John continuó. "Pero eso no era tan bueno como cuando él me follaba; su pene tenía más de siete pulgadas y, por supuesto, mucho más gruesa y larga que la mía, era monstruosa comparada con la mía. Alegaba que sería maravilloso cuando yo tuviera dieciséis años y nos folláramos el uno al otro." Mientras que le iba explicado, instintivamente se masturbaba despacio. El chico de casi once años estaba emocionado, ahora su pequeño pene hacía un bulto en su bragueta. "¿Puedo ver la tuya, Jeremy?" Preguntó el mayor. El chico miró abajo a la cubierta asegurándose que nadie estaba mirando; entonces se abrió la bragueta y allí apareció en toda su gloria, una preciosa picha recta de unas tres pulgadas y media, con un pequeño ángulo hacia su abdomen. "Como puedes ver no es muy larga, pero espero que sea lo suficientemente grande para poder follar una chica cuando yo crezca." "Es preciosa y más larga y gruesa de lo que yo esperaba." Jeremy sonrió por el halago."¿Puedo tocarla, Jeremy?" John preguntó excitado. "¡Por qué no! Jeremy confirmó. John envolvió con el dedo pulgar y los cuatro dedos restantes aquel pequeño y duro pene, empezó a mover su mano arriba y abajo durante unas cuantas veces. Había soñado muchas veces con este momento. Jeremy jadeó y gimió con placer cerrando los ojos. John no se pudo aguantar, inclinó la cabeza y se metió en la boca el precioso miembro. El chico sintió una cálida sensación, quería decir a su amigo que parara, pero antes que pudiera hacerlo, John se retiró y empezó a masturbarle. El pequeño cerró sus grandes ojos en éxtasis y pensó que debería devolverle el favor a su amigo. El chico era zurdo, y poniendo su mano alrededor del inflamado pene de John, comenzó a restregarlo arriba y abajo con rapidez como había hecho tantas veces a Joe. Los dos estaban excitados y Jeremy podía ver la cantidad de líquido, como saliva, que salía de la picha de su amigo. Estaba sorprendido y muy cerca de alcanzar aquel momento dulce y maravilloso que había experimentado otras veces, pero no tan intenso: su orgasmo. John, más experimentado, adivinó el momento en que se encontraba su adorado chico e incrementó la velocidad. Pronto las piernas del niño se estiraron, paró de respirar, apretó fuertemente los dientes al tiempo que una maravillosa sensación llenó su cuerpecillo con un espasmo. Con un quejido, paró de masturbar a su amigo. Cuando se estaba recuperando miró a su amigo que movía su mano arriba y abajo con rapidez, con los ojos cerrados. En segundos gruñó y empezó a expulsar su todavía pequeña cantidad de semen claro. En aquel instante, todo el mundo en el barco oyó la clara voz de Jeremy. "¡¡¡Allí sopla, allí sopla!!! Alguien en cubierta preguntó. "¿Donde?" "A unos tres grados por la amura de estribor, señor." La campana sonó fuerte, como autómatas bien entrenados, los hombres de la tripulación empezaron su trabajo, eran personas con una larga experiencia en la caza de ballenas. El Capitán ordenó todo el velamen y pronto el barco estaba cerca de los grandes cetáceos. Echaron al agua dos botes con doce hombres cada uno. Los arponeros estaban de pie en la proa listos para lanzar los mortales arpones. De pronto las ballenas emergieron para respirar muy cerca de ellos; cuatro terribles flechas cruzaron el aire y alcanzaron sus objetivos clavándose en la carne. Los animales heridos empezaron una loca carrera hacia las profundidades de las frías aguas, arrastrando los dos botes detrás de ellas a gran velocidad desapareciendo dirección sur. A la puesta del sol el viento amainó y la velocidad del barco quedó cero. El Capitán ordenó poner una gran linterna en el tope del palo mayor, de manera que los hombres de los botes pudieran verlo. No había nada que pudieran hacer, excepto esperar a que amaneciera, entonces el viento soplaría de nuevo. La tripulación se fue a cenar y descansar, excepto el grupo de guardia, todos necesitaban estar descansados y listos para el siguiente día. Hacía frío fuera a pesar de estar ya casi en el verano austral, todavía lejos de la zona que era el objetivo del buque; incluso con la ropa gruesa que llevaban puesta todavía sentían el frío de la noche. Jeremy estaba excitado con todo lo que había ocurrido aquel día. Primero, como había disfrutado con el tratamiento que John le había hecho a su nabo, y segundo, la aparición de aquellas gigantescas ballenas y todo lo que siguió después. Sabía que el día siguiente empezaría con muchas cosas qué hacer. No podía olvidar la imagen de las colas de las ballenas en el aire cuando los arpones se clavaron en sus enormes lomos. Terminó sus tareas, se vistió la larga camisa de franela de dormir y se acostó debajo de las mantas, pero todavía sentía frío, y estaba temblando, los dientes le castañeaban. Entonces oyó a su jefe que lo llamaba. "Jeremy, por favor, ven aquí." El camarote de Bernard estaba conectado con la enfermería donde el chico tenía su camastro. Obedeció y observó como Bernard tenia levantada la suave y gorda piel de oveja merina que le servia de manta, invitándole a meterse debajo junto a él. "¡Vamos, no quiero que cojas un resfriado! Quítate la camisa de dormir." El chico pensó en todo lo que había hablado con John, porque Bernard estaba desnudo debajo de la piel de borrego y le había ordenado que él también se desnudara. Dudó por un segundo, pero acto seguido hizo lo que le ordenaban. El ya sabía lo que vendría después y se preparó. Si, él amaba a este hombre; había sido muy bueno con él, incluso mejor que su propia madre. Nadie lo había cuidado como su jefe y tenía la obligación de pagarle con la misma moneda. "El estar desnudo te ayudará a calentarte." Jeremy no dijo nada y se acostó de lado delante del hombre con sus espaldas y culo pegados a él. Sintió el cuerpo caliente de Bernard pegado al suyo; notó sus suaves y flácidos genitales pegados a sus muslos. Bernard puso su fuerte brazo alrededor del chiquillo y empujó el ligero cuerpecillo hacia sí envolviéndolo con sus brazos, ambos cuerpos pegados como dos cucharas en una. La cabeza del muchacho estaba debajo de la barbilla de Bernard. Pronto un agradable calor envolvió ambos cuerpos y Jeremy dejó de temblar, sus dientes pararon de castañear. "¿Estás mejor?" Bernard le preguntó. "Si, señor, mucho mejor; gracias." Murmuró el chico. Estaba expectante y no se movió, de hecho, estaba casi dormido, pero se dio cuenta que Bernard no lo estaba. Probablemente la quietud y el silencio hicieron creer al médico que el chico se había dormido, pero no lo estaba. Jeremy sintió los labios de Bernard en su mejilla derecha al tiempo que un tierno beso. El hombre murmuró: "Buenas noches, hijo mío." Otro beso rápido. "Que tengas felices sueños." En cierto modo Jeremy se sintió desengañado ya que esperaba que el hombre empezara a hacerle lo que Jack le había hecho a John, como cualquier otro hubiera hecho, no obstante, se sintió aliviado. Sabía perfectamente lo que Bernard había hecho y se consideró el chico más feliz del mundo. No pudo evitar que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas; sin embargo su pequeño pene estaba duro pensando en lo que John le había dicho y que él esperaba de Bernard. Cuando cuidadosamente se limpió las lágrimas, notó que el hombre que él adoraba estaba profundamente dormido. El se arrimó incluso mucho más dentro de los poderosos brazos del adulto, su mano estaba pegada cerca de su barbilla, la besó, y como si fuera una oración, murmuró: "Buenas noches, papá." Segundos después estaba profundamente dormido. Jeremy oyó la campana anunciando el alba que se aproximaba y su turno de vigía en la cofa del palo trinquete. Saltó de la cama, se vistió y se fue a la cocina a comerse el potaje caliente del desayuno. Cuando terminó, puso el desayuno de Bernard en otra bandeja y se lo dejó en su camarote. Corrió a cubierta y trepó rápido por la jarcia al palo. Observaba como los hombres preparaban el equipo de derretir y encendían el fuego para calentar la grasa de las ballenas; todavía estaba oscuro. "¡Luz a dos grado a estribor!" Gritó fuerte con su modulada voz de niño. Había aparecido una ligera brisa, y el barco viró poniendo proa en dirección a donde se veía la luz. El gran buque llegó pronto al punto donde estaba el bote que había capturado un enorme macho. Se detectó otra luz lejos hacía el sur; el barco puso la ballena a remolque y continuó para el lugar donde estaba la otra ballena. Pronto todos los hombres y muchachos disponibles subieron los grandes animales a cubierta a través de la puerta y rampa situada a popa y sobre el timón. Una vez las ballenas estuvieron a bordo, empezaron a trocearlas con grandes cuchillos curvos provistos de largos mangos, mientras otros los echaban dentro de pequeñas calderas que lo convertían en grasa líquida. Uno de los marineros se había herido y Jeremy corrió a su puesto al lado de Bernard para atenderle; afortunadamente la cosa no era seria. Después de asistir al herido, Bernard dijo al muchacho: "Jeremy, el hígado de los animales se apartará, la mayor parte para cocinarlo. Pero quiero que tú te lo comas crudo, esas son mis instrucciones para el resto de la tripulación. No obstante, lo más probable es que no me obedezcan, no puedo forzarlos a ello, allá ellos, pero quiero que tú te lo tomes en serio. Yo también lo haré.” "Pero… pero seguro que el sabor es horrible. Una vez tuve que tomar aceite de hígado de bacalao y creí que me moría." Argumento el chico. "Esto es diferente, pero si sientes algunas nauseas, paras de olerlo apretando las aletas de la nariz y te lo comes." "Me lo comeré, señor; ¿pero por qué?" "Es esencial para el crecimiento de tu cuerpo y tu salud. Quiero que seas un chico fuerte y saludable." Jeremy recordó los momentos de la noche anterior y suspiró profundamente. Se estableció en el barco una efervescencia de trabajo disciplinado, dejando solamente unas pocas horas para el descanso. Las velas del barco se arriaban durante la noche, durante el día el buque continuaba su viaje hacia el sur. A la hora de dormir, Jeremy se fue directamente al camarote de Bernard que estaba ya metido en la litera e invitó al chico a meterse debajo de la suave y caliente ropa de cama. Jeremy lo hizo contento, se acunó entre los brazos del hombre y suspiró; notó de nuevo como su pequeño pene empezó a ponerse tieso. Sintió en su espalda el pelo que Bernard tenía en el pecho y la calidez de sus blandos genitales pegados a sus muslos. Estaban cansados, sin embargo, Jeremy no se echó a dormir; estaba excitado y feliz, muy feliz. Se atrevió a decir en voz baja: "Señor, ojalá… ojalá… Vd. fuera mi padre." Bernard suspiró y acarició la suave mejilla del niño con el dorso de la mano. "Jeremy, por favor, vuélvete para que pueda verte." Dijo el médico. El chico hizo lo que le ordenaba, ahora estaban frente a frente, solo un poco separados. Bernard miró los ojos azules del muchacho, en aquel momento iluminados por la luz de la luna que entraba a través de uno de los redondos portillos del buque. "Jeremy, ¿de verdad quieres lo que acabas de decir?" "Si, señor, con toda mi alma y… mucho más, porque… porque… yo le quiero mucho, señor." El hombre atrajo el chiquillo a su pecho y lo besó en la frente. "Jeremy, mi bello y buen niño, nada me agradaría más que convertirme en tu padre. Empecé a quererte desde el momento que pusiste el pie en este barco." Jeremy no podía creer lo que acababa de oír; se separó un poco más de Bernard, lo miró de nuevo, con los ojos nublados de lágrimas que ya corrían por sus mejillas, impulsivamente puso sus tiernos labios de niño sobre los de Bernard en un largo beso familiar como nunca había hecho antes. Aquella era la forma que un hijo o un padre expresaba amor en su tierra con los suyos. "Te quiero, papá." Dijo el chico con dificultad. El hombre suspiró y atrajo de nuevo al muchachito a su pecho. Notó el pequeño pene erecto contra su ombligo y las lágrimas que humedecían los pelos de su pecho. "También te quiero yo con todo mi corazón, hijo mío." El chico estaba excitado, había sido demasiado para él después de la vida difícil de los últimos años. Instintivamente comenzó a mover sus caderas arriba y abajo restregando su pequeño pene contra la piel de su nuevo padre. Pronto estuvo en otra dimensión y reino arriba en las estrellas. Bernard comprendió el momento de su hijo, y aunque aquello era nuevo para él, le acarició la espalda tiernamente y la sedosa caballera muchas veces durante los minutos que duró la excitación del muchacho. El cuerpo del chiquillo se puso rígido, y un ahogado gemido de placer salió de su joven garganta al tiempo que volvía a nuestro mundo después de haber estado en el séptimo cielo de su clímax. Bernard quería decirle muchas cosas y prevenirle para que no se lo dijera a nadie, pero el chico estaba muy cansado y dormido profundamente. Le dio un beso en la mejilla y lo cambió a su posición original. Bernard permaneció despierto contemplando a su nuevo hijo; entonces murmuró: "Si, te adoptaré tan pronto como pueda; serás un gran hombre, y tendrás una familia, jamás estarás solo y rechazado de nuevo, hijo mío, te lo mereces. Yo me encargo de ello, mi pequeño Jeremy. Que tengas felices sueños." Bernard tocó con reverencia el largo cabello castaño del niño. Recordó como su excitación se había transformado en una necesidad sexual que le había encantado. Seguro que su sexualidad estaba despertando. Aquella noche Jeremy tuvo unos sueños maravillosos con su nuevo padre, el no podía recordar a su verdadero progenitor porque era muy pequeño cuando falleció, y eso hacía ya mucho tiempo para él. Oyó la campana anunciando el comienzo de sus obligaciones. Se volvió mirando a Bernard y le dio un beso rápido en los labios. "Buenos días, papá." Saltó de la cama caliente, se vistió rápido, cuando iba a marcharse, Bernard lo llamó. "Jeremy, hijo, necesitamos hablar de nuestra nueva situación." El chico le mandó a su padre la más hermosa sonrisa que pudo conseguir. "Lo se, papá, pero mis obligaciones no pueden esperar. Hablaremos esta noche. Me encantaría decírselo a todo el mundo, extenderlo a los cuatro vientos ahora mismo, pero sé que debo cerrar la boca." Se aproximó de nuevo a Bernard y antes que se diera cuenta le dio un beso y se marchó. El Capitán tenía ciertas preferencias por Bernard; su barco era el único con físico-médico altamente cualificado. Además, Bernard era el hijo de unos de sus mejores amigos, a pesar de que él venía de una familia humilde. El padre de Bernard era un Northfield aunque no tenía ningún titulo nobiliario, su tío era Lord Northfield, un oficial de alto rango en la Marina Real. Bernard era disciplinado, buen oficial, que nunca presumía de su origen aristocrático, y la tripulación lo quería y respetaba. Este era su tercer viaje a bordo del “Seagull”; recientemente había perdido a su esposa y a su pequeño hijo, el niño era como su madre, rubio y muy débil de salud. El y su padre, también médico, habían luchado día y noche para salvar sus vidas, sin éxito. Como buen médico que era, decidió luchar su posible depresión ayudando a otros. El Capitán conocía a Bernard como al mar desde que era un chiquillo, había sido instruido en las cosas del mar, pero amaba la Medicina, así que le ofreció un puesto en su tripulación. Aquella mañana que todas aquellas almas estaban ocupadas cortando y derritiendo la grasa de la ballena, él físico se acercó a saludar al Capitán antes de entrar en su guardia. "Pareces feliz en esta fría mañana, Bernard." "Bueno, todavía no hace tanto frío y tengo mis motivos, señor. No hay ningún herido, tenemos buen tiempo, hemos capturado cuatro grandes ballenas y…" Hizo una pausa durante unos momentos aunque había decidido seguir adelante con sus planes sobre Jeremy. "Necesito hablar con Vd. en privado." Bernard siempre trataba con respeto a todos los miembros de la tripulación, desde el Capitán hasta el último grumete, y especialmente a sus superiores. "¿Quieres ahora mismo?" Preguntó el Capitán. "Puedo esperar, señor; debo entrar de guardia. Las obligaciones son lo primero." "De acuerdo, esta noche después de la reunión podemos hacerlo, si te atreves conmigo a una partida de ajedrez." "Si, señor. Gracias." Se fue a cumplir con sus tareas. Aquella tarde, después de la reunión con el resto de los oficiales para tratar de las acciones a seguir y durante la partida de ajedrez, le explicó al Capitán sus intenciones de adoptar legalmente a Jeremy como hijo suyo. El Capitá escrutó a su oficial y amigo. Entonces dijo: "Bernard, olvidemos por un momento nuestras diferencias como Capitán y Oficial, seamos solamente amigos como si estuviéramos paseando en tierra por un boulevard. Es una acción loable viniendo de ti y que te honra, sin embargo, ¿has pensado por un momento lo que tu padre y la familia del chico puedan pensar?" Bernard guardó silencio por unos momentos. "Si, señor. He meditado sobre ello. Jeremy no tiene ninguna familia, excepto una anciana tía-abuela que no creo que vuelva a verla viva. Me ha descrito los síntomas de su enfermedad, así que el chico es un huérfano, perdió el resto de su familia durante la última epidemia de peste. He considerado la reacción de mis padres, soy su único hijo y heredero, pero estoy absolutamente convencido que amarán a Jeremy como yo. He estado trabajando duro como un autómata intentando olvidar lo inolvidable: la muerte de mi hijo y mi esposa. Sin él saberlo, este pequeño ser ha conquistado mi corazón y ha despertado en mí el deseo de vivir de nuevo. Le debo mucho. Si vivimos lo suficiente para verle crecer hasta ser un hombre, entonces comprenderá mi decisión. No es normal que un chico que todavía no ha cumplido once años pueda hacer cálculos algebraicos, absorber recetas medicas, Geografía, Física… e incluso Latín con la facilidad y ganas que él lo hace." El Capitán sonrió a su amigo por la determinación que yacía en su pecho. El Capitán puso su mano sobre la de Bernard. "Allá tú, Bernard; espero que tengas razón y que el Todopoderoso te ayude. En cualquier caso, puedes contar con todo mi apoyo. Como Capitán de este barco, puedo llevar a cabo la ceremonia de adopción abordo; las circunstancias lo permiten, esto debe ser confirmado cuando volvamos a puerto, o Jeremy cumpla los 12 años." "Si no le importa, señor, me gustaría hacerlo abordo con todos nuestros amigos, si algo me pasara durante este viaje él no quedará abandonado, y lo que es más importante, rechazado. Por favor, señor, prepárelo como mejor estime conveniente." "Lo haré, Bernard. Ya te diré algo, sin embargo, primero debo hablar con el chico." Gracias, señor." Se dieron la mano y Bernard se fue a su camarote donde Jeremy estaba esperándolo para echarse a dormir como habían venido haciendo durante los últimos días. Se sonrieron, Bernard abrió sus brazos y el chiquillo se lanzó a ellos en un fuerte y tierno abrazo. En segundos se desnudaron y se metieron debajo de la cálida ropa de la cama, como de costumbre, Jeremy puso su pierna izquierda entre las nalgas de Bernard y se arrebujó entre sus brazos; miró tiernamente a su padre y empezó a acariciar el velludo pecho del oficial. "¿Sabes, papá? Me encanta acariciar el vello que tienes en el pecho, es tan suave…" Bernard sonrió removiendo el largo pelo castaño claro de su hijo. "Papá, cuando me convierta en tu hijo legítimo, ¿podré mantener mi nombre de pila?" "Puedes mantenerlo o cambiarlo, pero preferiría que no lo cambiaras. Tu apellido sí se cambiará, entonces serás un Northfield, como yo." Jeremy suspiró, pensando en esos futuros momentos. "Papá, no me importa ser un Northfield o un Mall, mientras tú me quieras." "De eso puedes estar seguro, mi bello hijo. Cuando lleguemos a casa te presentaré a mi madre y a mi padre. Estoy más que seguro que ellos te adorarán como yo lo hago. Son muy buenas personas, mi padre es un hombre excepcional y mejor médico. No te sorprenderán sus procedimientos porque conoces los míos, su medicina es muy avanzada y no cree en muchos de los antiguos tópicos y prácticas médicas." "Estoy… estoy… estoy asustado sobre esos momentos, papá, pero bueno, todavía faltan algunos meses para eso." Se quedaron en silencio durante unos pocos momentos. El chico miró a los ojos de su nuevo padre y se atrevió a decir: "Papá, la primera noche esperaba algo de ti…" Hizo una pausa esperando que Bernard le preguntara, no obstante, el hombre guardó silencio, entonces el niño añadió. "Pensé por unos segundos que yo estaba equivocado y que tú no me querías." "¿Por qué? Me has dicho que adivinaste que yo te apreciaba desde el mismo momento que empezamos este viaje." "Si, es cierto; pero tú me abrazabas y me besabas cariñosamente y no me hacías nada. Yo… yo…pensé que tu ibas a…ya sabes, meter tu cosa en mi..." Bernard suspiró y abrazó a su hijo fuertemente contra su pecho. "¿Por qué pensaste que yo te haría tal cosa, hijo mío?" "Bueno… John me contó que Jack le apreciaba y se lo hizo, no obstante, me sentí aliviado cuando tú no hiciste nada, él me explicó que duele las primeras veces pero que después va muy bien y gusta. También me dijo que si yo te amaba como el quería a Jack, lo aceptaría sin protestar porque eso es parte de nuestra unión." Bernard besó tiernamente a su hijo en los labios para demostrarle su cariño al tiempo que le acariciaba la larga cabellera, miró los grandes ojos azules de chico. Los ojos del hombre se nublaron aunque Jeremy no lo notó. "Jeremy, John te habló desde su experiencia como homosexual. Jamás he hecho eso a un hombre y mucho menos a un niño, y nunca lo haré. Te quiero demasiado para causarte el más mínimo daño. Tienes razón, hijo, pero un padre no debería hacer tal cosa a un hijo. He presenciado muchos niños que habían sido objeto de abusos por parte de sus progenitores, algunos de ellos lo hicieron porque les gustaba, disfrutaban y se querían. Sin embargo, otros eran obligados, a pesar de que no querían hacerlo. Como ya experimentarás en tu vida, la raza humana es a veces muy complicada. Eres muy joven todavía para entender esto, si volvemos a casa sin problemas, con el tiempo crecerás y te convertirás en un médico-físico y verás muchas clases de amor." Bernard hizo una pausa. "John ama a Jack porque es homosexual, en otras palabras, tiene el cuerpo de chico, pero siente como una chica, así que a él le gusta su mismo sexo. Nuestra sociedad no quiere comprender ni admitir este hecho y lo rechaza, aunque ha sido así desde que el ser humano vive en este planeta. No es exclusivo de la raza humana, también ocurre en algunos animales como los monos. Existen muchas personas como John, algunas no les importa y viven juntos como cualquier pareja heterosexual. Yo tengo dos amigos homosexuales y te puedo asegurar que son las personas más honradas y encantadoras que jamás he encontrado. Por otro lado, no es solo un problema de hombres, también hay mujeres que sienten igual, pero lo esconden mejor que los hombres." Jeremy meditó durante un momento. "Me explicó que el año pasado cuando regresaron del viaje, se fueron durante toda una semana de vacaciones y lo hicieron cada día varias veces. Me dijo que era maravilloso y con mucho placer. Entonces, ¿John es maricón, papá? " "Esa es una palabra muy ofensiva tratándose de un amigo, hijo. No es culpa suya sentirse como se siente, nació con esa inclinación y con toda probabilidad nunca cambiará, puede que lo oculte, como lo hacen las mujeres, pero jamás será un placer para él yacer con una chica." "Lo siento, papá, no quería ofenderle; él es mi mejor amigo abordo y no tiene secretos conmigo." "Un buen amigo es una joya de incalculable valor." "No sé como, pero adivinó que yo te quería. Me dijo que eres un hombre muy guapo y que con toda seguridad una mujer bruja te conquistará y se casará contigo. Entonces ella te dará hijos y tu… me dejarás a un lado." El chico expresó sus preocupaciones casi como un susurro. Bernard lo abrazó y lo atrajo hacia sí. "Jeremy, debes confiar en mí. Quería un hijo, lo tuve y lo perdí. Ahora tú has entrado en mi vida y en mi corazón, jamás te dejaré a un lado." El chico suspiró y el hombre continuó. "Después de lo que les ocurrió a mi hijo y a mi esposa, mis planes no incluyen una nueva boda, lo hice una vez y no volveré a hacerlo de nuevo. Quiero viajar y estudiar las enfermedades por todo el mundo y tú vendrás conmigo. Quiero curar el dolor, y para eso necesito estar libre. Crecerás y te convertirás en un guapo chico joven, seguramente las chicas estarán a tu alrededor siempre." Jeremy sonrió y pegó su cuerpecillo contra el de su padre; su pequeño pene estaba erecto empujando contra el ombligo de Bernard. "Parece que tu pequeño hermanito está muy despierto." El chiquillo se ruborizó. "Si, está excitado y es muy agradable." Guardó silencio durante un momento. "Papá, ¿que haces tú cuando tu grueso hermano se pone duro? Porque desde que empezamos este viaje el mío no para de requerir mi atención y tengo que cuidarlo." "Bueno, supongo que conoces la respuesta. Tú has tenido tu satisfacción con mi cuerpo; bueno… como yo no tengo a nadie con quien hacerlo, me masturbo, me hago una paja, como vosotros lo chicos decís, o dejo a la Madre Naturaleza que trabaje." "Eso no es cierto, papá. Me tienes a mi." Bernard besó al niño en la frente con amor. "Tú eres mi hijo y no quiero hacer nada sexual contigo. Te quiero demasiado." Diciendo esto, Bernard acarició la cara del chiquillo con el revés de su mano. Jeremy suspiró. "Pero si se lo hice a John, ¿por qué no a ti? A él no le quiero y a ti si. Tú eres mi padre, así…" Bernard lo interrumpió. "¿Se lo hiciste a John?" Jeremy se ruborizó. "Bueno… de hecho él quería hacérmelo a mi primero. Se metió mi pene en la boca durante unos momentos, me la chupó hasta que aquel placer maravilloso vino y subió así que sentí que debía hacérselo yo a él también. Se la menee arriba y bajo hasta que echó unas pocas gotas de ese líquido blanquecino. Lo hicimos allí arriba en la cofa del triquete el día que vimos las primeras ballenas." Bernard se rió y guardo silencio, adivinó los pensamientos de su hijo adoptivo, el chico continuó. "Sin embargo, experimenté menos placer que cuando nosotros lo hicimos la otra noche. ¡Aquello fue fantástico, papá! Era como si estuviera subiendo a lo alto del arco iris, cada momento que pasaba los colores eran más y más brillantes y más bonitos. Cuando alcancé la cima, vino a mi mente una explosión de colores y estrellas. ¡Fue tan grande y maravilloso!... Entonce empecé a descender del arco iris y caí en un sueño que he tenido varias veces. Te lo explicaré más tarde." "Sé como te sentiste, hijo. Cuando crezcas y te lleves a la cama a una chica a la que realmente ames, entonces experimentarás la misma sensación, pero mucho más fuerte. Lo hice con mi esposa, por eso es que no quiero hablar de ella ni de mi hijo. Para mi es muy triste recordar eso momentos." "Papá, por favor, déjame que te lo haga como se lo hice a John. Por favor." Bernard miró a los ojos del muchacho. No, Jeremy. Se que es una tontería pero tengo unos prejuicios muy fuertes para admitirlo, probablemente los desecharé con el tiempo, pero ahora no puedo. Eres mi hijo y estoy listo para complacerte en cualquier cosa que quieras de mí, pero eso va contra mis principios y debo olvidarlos antes de aceptarlo." Bernard quería cambiar la conversación porque sabía que no era sincero consigo mismo. "¿Y que me dices de tu sueño, hijo?" "Te lo contaré mañana, estoy cansado y es tarde." Besó a su padre las buenas noches, se volvió y se acomodó dentro de sus brazos. Sintió el suave pelo del pecho de Bernard en su espalda y el flácido pene contra sus muslos. La mano del hombre acarició las suaves mejillas de su hijo, lo abrazó y lo atrajo hacia sí. "Que tengas dulces sueños, hijo." "Igualmente tú, papá." El niño besó la palma de la mano de su padre y la puso en su pecho. Bernard sintió los fuertes latidos del corazón de su hijo; suspiró y ambos se echaron a dormir. Capítulo 3 Las siguientes semanas fueron de mucho trabajo. El barco había llegado al área de caza justo cuando habían terminado de derretir las primeras seis ballenas. Tuvieron suerte y más se añadieron, aunque el trabajo era duro, afortunadamente el mar estaba tranquilo y eso ayudó. El viento que soplaba suave desde el norte contribuyó al éxito de la expedición, sin embargo, el aire era muy frío, a pesar de estar en pleno verano austral. Mientras la tripulación cortaba y derretía la grasa, los chicos cooperaban y Bernard no perdía momento enseñando a su hijo diariamente sobre asuntos de navegación y medicina; el chico era como una esponja y su mente acumulaba conocimientos de todas las materias que su padre le explicaba y que podrían servirle en el futuro. Bernard sabía lo que su hijo quería sobre sexo, pero el oficial no estaba preparado para eso. Quería que su hijo creciera libre de prejuicios pero era muy difícil para él cambiar su forma de pensar. El chico era extremadamente inteligente y no mencionó el asunto de nuevo, no obstante, Bernard tenía especial cuidado de reasegurarle su profundo amor y el niño premiaba a su padre con sus más bellas sonrisas y afecto, eso llenaba su corazón de orgullo. Una de esas noches en las que los dos no estaban muy cansados, Bernard le preguntó. "Jeremy, ¿has vuelto a tener ese sueño que tanto te place?" El chico le envió a su padre la mejor de sus sonrisas al tiempo que le acariciaba la afeitada cara. "Si, papá. Algunas veces pero un poco diferentes." "¿Me lo puedes contar? O es demasiado privado que…" "Bueno… parte es muy personal, pero yo no tengo ningún secreto contigo." Bernard guardó silencio con objeto de que el muchachito organizara sus pensamientos, entonces empezó: "Papa, normalmente empieza con nosotros dos, nuestras manos unidas cabalgando una enorme ola en un mar azul, entonces caminamos felices desnudos por una extraña playa. De pronto cambia y estoy solo, probablemente en el mismo lugar, sentado y mirando a una preciosa chica pelirroja de mi misma edad mirándonos a los ojos. Tiene multitud de pecas debajo de sus grandes ojos, los más intensamente azules que jamás haya visto, los nuestros son azules, pero los de ella son como el azul del cielo en una playa tropical, más o menos como los de Joe. Te hablaré de él después. Sus labios so rojos y gruesos, estupendos dientes blancos, y cuando me sonríe, siento como si me derritiera dentro de ella como la grasa de las ballenas. Ella cierra los ojos y cuando voy a besarla oigo la campana del barco anunciando el cambio de guardia destruyendo mi sueño. Normalmente veo que mi pene está duro con necesidad de·orinar." El chico suspiró. "¿Puedes explicarme algo sobre esto, papá? Quizás Joe tenga algo que ver con lo que tengo en mi memoria, él también tiene el pelo rojo y ojos intensamente azules y muy brillantes." Bernard sonrió al tiempo que acariciaba las rojas mejillas de su hijo. "Parcialmente. No puedo explicar nada referente a la ola y la extraña playa, pero sobre la niña lo tengo bastante claro, eso demuestra lo que ya adiviné sobre ti…" "¿Sobre mí, papá?" El muchacho dijo perplejo. "Si. Eso prueba que eres un chico muy sano, que no tienes tendencias homosexuales y que te estás acercando a la pubertad. Esos sueños incrementarán su intensidad y placer, y dentro de poco más de un año tu cuerpo alcanzará el pico y tendrás tu primera eyaculación involuntaria nocturna. "Eyaculación nocturna. ¿Qué es eso, papá?" "Es la primera vez que un cuerpo expulsa semen, como John hizo arriba en la cofa del palo trinquete; cuando eso ocurra quiere decir que tu cuerpo ha madurado lo suficiente para producir vida, el semen es la semilla de la vida. Se cree que una chica produce una semilla igual dentro de ella y cuando ambas semillas se juntan el milagro de la vida comienza, creando un nuevo ser: el bebé. De aquí la necesidad de introducir el pene del hombre en la vagina o coño de la mujer, como vosotros seguramente lo llamáis." Hizo una pausa, esperando algún comentario del muchacho, entonces continuó. "Nadie sabe como ocurre, pero con algunas diferencias eso es igual con todos los animales, especialmente entre los mamíferos. Eso es lo que el vulgo llama follar." El chiquillo estaba con la boca abierta con estas revelaciones, guardó silencio durante unos momentos mientras que su joven cerebro procesaba toda esta nueva información. "Papá, ¿significa eso que en las ballenas, el macho lo hace a la hembra, también?" Bernard sonrió con la sorpresa del jovencito y la rápida reacción. Esta era la clase de hijo con la que él había soñado tener, Jeremy era muy similar a como él había sido a su edad; siempre intentando averiguar el origen de todo para satisfacer su infinita curiosidad. "Si. Nunca lo he visto, porque eso ocurre en diferente época del año y mar. Un amigo mío que está sirviendo S.M. en un barco de guerra, vio cómo un macho con un pene de seis yardas, trataba de inseminar una ballena hembra." El chico rió imaginando un pene tan largo. "El esperma de ese animal tiene que ser igual al que tu viste que John echó. Por supuesto, esto no coincide con lo que los curas seguramente te han enseñado. No hace tanto tiempo, la iglesia mandó a muchos a la hoguera por hablar como lo estoy haciendo yo ahora." Hizo una pausa. "Esto ha sido una lección avanzada de la reproducción animal desde que la vida empezó. Creo que es suficiente, por ahora. "¡Eso es fantástico, papá! Estaría hablando noches y días oyéndote y aprendiendo de ti. Por supuesto que no coincide con lo que el cura nos explicaba, pero continuaremos otro día. El ser humano y la vida son tan sorprendentes…" Bernard revolvió el cabello de su futuro hijo y sonrió. "Esto me ha recordado algo. Allí, detrás de aquella caja, está lo que yo llamaría un salvavidas. Échale un vistazo, por favor." "Papá, hace frío y estoy desnudo." "Lo se, pero es muy importante y nadie observará esa preciosa figura de tu cuerpo." Jeremy se rió y saltó del cómodo camastro, tenía tiesa la pequeña picha que se mostraba orgullosa. Fue detrás de la caja y encontró una serie de piezas rectangulares de corcho unidas por dos delgadas y fuertes cuerdas. "Póntela atada alrededor del pecho y cintura." El chico asintió e hizo lo que su padre le ordenaba; una vez hecho se mostró a su padre, acto seguido lo desató y corrió a meterse debajo de la ropa de cama. "¿Sabes lo que es?". "Supongo que es algo para proteger mi pecho de algo, pero ignoro de qué." "No. Es para proteger tu vida en caso de hundimiento del barco o en caso de accidente de caerte al mar. Eso te mantendría a flote mientras lo tuvieras adherido a tu cuerpo." Bernard aclaró seriamente, sin embargo, el muchacho argumentó: "Al contrario que la mayoría de los marineros, yo sé nadar, papá. Mis hermanos y Joe me enseñaron en el río." Bernard añadió más explicaciones. "Probablemente podrías nadar durante un corto espacio de tiempo y con buena mar, pero no en caso que haya olas grandes. El niño miró a su padre a los ojos y comprendió cuanto se amaban el uno al otro. Bernard añadió haciendo hincapié en sus palabras. "Si en cualquier momento te ordenara yo que te lo pusieras, me obedeces rápidamente y no trates de argumentar o hacer preguntas. Lo más probable es que no tengamos que usarlo, pero mientras estemos en el mar el peligro existe.” "Lo haré, papá. Cumpliré estrictamente tus instrucciones." Guardó silencio durante unos momentos, entonces dijo, cambiando de asunto. "Te dije algo sobre Joe, pero creo que nunca te lo mencioné." "No, nunca lo hiciste. ¿Quién es? Supuse que era un amigo tuyo del pueblo." "Y tenías razón. Hasta que llegué a este barco él ha sido el mejor amigo que nunca tuve, su nombre es Joe MacLean; es descendiente de irlandeses y tiene una familia larga, afortunadamente, ninguno de sus hermanos o hermanas falleció durante los días de la epidemia de peste, solamente sus abuelos. Asistíamos a la escuela juntos y cantábamos en el coro de la iglesia, tiene la más maravillosa voz que nunca haya escuchado, incluso mejor que la mía, era considerado el ruiseñor del coro.” "No sabía nada de esta parte de tu vida. ¿Cómo es él?" "Para mi, Joe es fantástico, pero no para todo el mundo. Por ejemplo, sabíamos que al cura le gustaba tocar a los niños, pero solamente a los guapos de la escuela y a los monaguillos. No era muy cariñoso con Joe porque él no es muy bonito, es un chico normal. Mi amigo es el mejor de todos nosotros aprendiendo idiomas y cantando en el coro. Hemos sido grandes amigos hasta donde yo puedo recordar, incluso yo diría más que amigos o hermanos. Mi tía y su madre decían que éramos como hermanos gemelos no idénticos, y tenían razón. Nos hemos amado el uno al otro profundamente, aunque esa palabra nunca afloró a nuestros labios hasta el último instante durante la despedida; fue muy difícil decirnos adiós por primera vez." Jeremy hizo una pausa y Bernard preguntó. "¿Te tocó a ti también el cura?" "Debo ser honesto, creo que tenía esa idea. Su esposa lo sorprendió cuando puso su mano sobre mi nalga desnuda durante una lección de matemáticas, ya lo había hecho antes unas cuantas veces. Yo no tenía la menor idea del significado de aquella acción hasta que, sin quererlo, oí a la mujer echándole una bronca amenazándolo de decírselo al obispo; ella había sido una buena amiga de mi madre. El había preparado un plan para llevarme a un colegio para curas, ellos lo llamaban "seminario"; él se lo había sugerido a mi tía y a mí, yo claramente le dije que no quería ser cura. Gracias a su esposa, me encontré contigo aquí." Jeremy miró a su padre con ternura y continuó. "El último día, cuando fui a despedirme y a recoger la carta para el Capitán, el cura quiso besarme la mejilla, yo, rápidamente le ofrecí mi mano, él sonrió y me cogió la mano. Entonces le dije que cuidara a Joe porque mi amigo era el más inteligente y el que mejor cantaba de todo el coro, me respondió que la Iglesia tenía ya preparados planes para él. Ignoro que planes eran aquellos.” "Bueno, lo averiguaremos cuando volvamos. Me gustará mucho conocerlo. Supongo que dos chicos tan diferentes y al mismo tiempo tan iguales, estaríais juntos en muchas diabluras." Jeremy se reía abiertamente y chinchó a su padre. "Si, tienes razón. Mas de una vez nos zurraron de firme." El chico hizo una pausa, sonrió para sí y continuó. "Hicimos muchas cosa juntos, sin embargo lo que más nos gustaba era jugar y permanecer en alguno de nuestros pajares en medio de la cálida y confortable paja, especialmente cuando el tiempo no era muy frío." Bernard intuyó aquellos momentos cuando recordó lo que hacía con su primo Charles en los áticos de sus casas. "¿Por qué eran los pajares tan interesantes?" Jeremy miró a su padre, estaba seguro que Bernard sabía la respuesta. "Bueno, Joe es muy especial y nosotros éramos traviesos cuando estábamos juntos. De vez en cuando subíamos arriba del pajar y nos meneábamos los penes hasta que se ponían rojos, no sabíamos que deberíamos usar la saliva. Aquello era maravilloso pero nunca alcanzábamos el punto final." Jeremy se reía mirando a su padre que estaba muy atento a las explicaciones de su hijo. Continuó. “Hará como unos dos años estábamos restregándonos nuestras pichas y de pronto Joe me dijo:” "Te chuparé la picha si tú prometes chupármela a mi después." "De acuerdo", dije. Antes de que pudiera cambiar de opinión, extendí mis piernas, él me miró astutamente y en segundos tenía mi tieso canuto en su boca. No esperaba que aquello fuera tan placentero. Pronto empecé a respirar fuerte y no podía soportar aquella sensación de cosquilleo, mi cuerpo se agitaba y yo movía mi cabeza de un lado para otro; recuerdo que estaba ansioso de que terminara aquel castigo. Intenté pararlo, pero no podía. De pronto mi cuerpo se puso rígido y los dedos de los pies se curvaron, paré de respirar; gemí como un animal herido y caí de espaldas en la paja, creo que casi me desmayé. Oía a Joe muy lejos llamándome.” "Jeri, ¡por favor, despierta, despierta!" Desperté y le conté todo lo que había sentido. Entonces dijo: "Maldita sea tu estampa, me has asustado; ¿es tan bueno lo que has sentido?" Sin la más mínima duda, le empujé sobre sus espaldas sobre la paja y le hice lo que él me había hecho a mí. Cuando se recuperó, sonriendo dijo: "Ha sido tan bueno como mi hermano Ben me había predicho." Nos reímos a carcajadas, nos vestimos y bajamos al establo. Ben estaba alimentando las vacas, nos miró con fijeza y también comenzó a reír al tiempo que murmuraba; ¡Que traviesos son el par de ellos!” "Sin embargo, a principios del verano y antes de que todo esto empezara, un domingo después de cantar en los servicios religiosos, la madre de Joe nos mandó al molino a recoger una burra y una yegua que su padre había dejado allí. Eran un par de animales simpáticos; lo mismo que nosotros, inseparables, la burra era el cerebro y la vieja yegua la fuerza, donde quiera que fuera una la otra la seguía. Te lo explico así porque es básico para relatarte lo que me ocurrió. Joe estuvo más rápido y se montó en la burra y yo tuve que pedir ayuda al hijo del molinero para subirme al caballo que era muy alto. Él así podía dirigir a los dos animales y gastarme alguna pasada. Empezamos a marchar y yo pronto pude ver que no podía manejar al caballo, era demasiado grande y no hacía caso a los tirones que yo le daba con el ronzal, así que opté por dejarlo que hiciera lo que le diera la gana. Marchábamos por el camino y el paso del animal me movía hacia delante y hacia detrás sin yo poder controlarme, esto hizo que mis testículos tiraran de mi pene como si me estuviera masturbando; pronto mi picha estaba cada vez mas dura y yo recibiendo olas de placer. Contra mi voluntad, quise parar la yegua porque sabía lo que podría ocurrir, pero en vano. Estábamos cerca de su granja, de pronto sentí como todo mi cuerpo se estremecía de placer y yo alcanzaba el punto álgido de mi arco iris, cerré los ojos de gusto y me desplomé casi desmayado encima del cuello de la yegua; entonces oí muy lejos: "¡Este niño se ha dormido! ¡Jeremy, despierta o te caerás del caballo!" La madre de Joe me cogió de los sobacos y me bajó del animal. Yo no estaba dormido y frente a mí tenía a Joe que no se explicaba como yo sonreía. Me miró inquisitivamente. "¡Ah rata, te la has meneado en lo alto de la yegua...!" Yo salí corriendo para el corral y él detrás de mi poniéndome verde con improperios." "¡Buenos chicos y buenos amigos!" Bernard dijo revolviendo el cabello de su hijo, al tiempo que Jeremy se acunaba dentro de los brazos de su padre, con su pierna izquierda entre las de él sintiendo la suavidad de sus genitales. Con su historia con Joe, su pene se había puesto muy duro. Deseaba con todas sus ganas tocar el de su padre y hacerle sentir las maravillosas sensaciones, pero no quería forzarlo. Era incomprensible para el chiquillo que su padre no lo deseara. Para él era un placer yacer en sus brazos y cuando su pequeño nabo se restregaba contra el… ¡se sentía tan bien! Cerró los ojos e instintivamente empezó a restregar su pequeño gusano erecto contra la piel de la barriga de su padre. Bernard con toda la ternura que pudo reunir, dijo: "Jeremy, si no quieres que tu pequeño hermano se ponga rojo como cuando lo hacías con Joe, será mejor que pongas saliva en el capullo de tu picha." El chico sonrió a su padre y se ruborizó. "Por favor, papá, hazlo tu mismo." Se separaron un poco y Bernard, de mala gana, puso alguna de su saliva en sus dedos, y tirando del prepucio del niño hacia abajo la extendió sobre el rojo pene del chico. Jeremy gimió de placer al sentirse tocado por su padre por primera vez. Bernard retiró la mano y el chico gimió de nuevo. Éste cerró los ojos y empezó a experimentar en su mente la subida al maravilloso arco iris. Pronto subió a todo lo alto y una explosión de colores inundó su mente al tiempo que su pequeño cuerpo se puso rígido, su respiración se paró y alcanzó el paroxismo de su seco orgasmo. El hombre acarició suavemente la fina espalda de su hijo repetidamente mientras el chico disfrutaba de su felicidad. El éctasis terminó y ambos cayeron en brazos del dios Morfeo. La caza de ballenas continuó y su intimidad y amor se incrementó. El chiquillo estaba haciendo alguno de sus deberes en la enfermería cuando un marinero se le acercó indicándole que debía presentarse en el camarote del Capitán; el muchachito casi empezó a temblar ya que nunca había estado allí. Dejó lo que estaba haciendo y se fue a cumplir la orden recibida. Entró después de pedir permiso, aquella era la primera vez que hablaría al Capitán; estaba asustado y temblando. "Entra, muchacho." Lo hizo y permaneció en frente de la mesa del Capitán; el primer y segundo oficial estaban sentados junto a él. "¿Eres tú Jeremy Mall?" el Capitán le preguntó: "Si, señor, lo soy." Jeremy contestó con soltura y ya bastante mas calmado. "Jeremy, el señor Bernard Northfield, nuestro médico-físico y tercer oficial, ha expresado su intención de adoptarte como hijo suyo. ¿Lo sabes?" El muchachito se relajó, no era nada referente a su trabajo, así que se sintió tranquilo y aliviado. "Si, señor, mi…" rectificó. "El señor Northfield me lo ha contado todo." El Capitán y los oficiales sonrieron. "Tenemos conocimiento de que sabes leer y escribir muy bien. Observa este documento y léelo." El hombre le entrego un pliego manuscrito y el chico lo leyó, entonces se lo devolvió al Capitán. "Lo entiendo, señor; más o menos dice lo que Vd. acaba de explicarme hace un momento." "¿Aceptas lo que está escrito en este documento?" ¿Aceptas al señor Bernard Northfield como tu propio padre con todas las prerrogativas y obligaciones inherentes a ello?" Jeremy no entendió muy bien los términos legales, pero sabía que detrás de aquellas palabras, sobre todo, había amor, obediencia y protección. "Si, señor. Lo acepto, señor." "En este caso, fírmalo con estos dos caballeros; ellos son testigos de tu conformidad y aceptación, ya que tú eres menor de edad. Tu futuro padre ya lo ha firmado." Entonces los tres firmaron también el documento. El Capitán continuó: "Tan pronto como yo firme este escrito, tu serás Jeremy Northfield. Puedes cambiar tu decisión antes de que cumplas los doce años de edad, en este caso, tienes que manifestarlo ante el Alcalde de la ciudad de tu residencia. Una vez este tiempo haya pasado, no podrás cambiar nada hasta que tengas 21 años. ¿Comprendes eso, Jeremy?" "Si, señor, lo comprendo; pero jamás cambiaré nada, amo a mi padre,… quiero decir, a mi futuro padre…" "No te preocupe, Jeremy, puedes llamarle padre en privado, pero te sugiero que esperes hasta que yo lo haga público y lo firme, entonces se lo podrás decir a la tripulación o a tus amigos." "Si, señor, así lo haré, señor. Gracias." "En este caso, ya puedes volver a tus obligaciones." El chico deseaba hacer miles de preguntas al Capitán, por ejemplo, cuando podría decirle "papá" públicamente a su padre, o cuando firmaría aquel estúpido papel. Sintió una gran necesidad de abrazarlo y gritarle a John y a toda la tripulación quién era su padre, pero tenía que esperar, por lo menos hasta la noche cuando estuvieran juntos en su camarote. Terminó su guardia, rápidamente corrió al camarote del médico. El hombre imaginó lo que el muchachito sentía en aquel instante, abrió sus brazos y el niño saltó a ellos, rodeando con sus ya largas piernas la cintura del adulto, con tal fuerza que Bernard tuvo que hacer un gran esfuerzo para no caerse. Había crecido bastante durante los meses que llevaba en el barco. "Te quiero papa con todo mi corazón. Nunca he querido a nadie como a ti ahora." Bernard, con el chiquillo en los brazos, se sentó en la litera y abrazó con fuerza a su nuevo hijo. Jeremy no pudo retener sus lágrimas aunque eran de de felicidad, alegría y emoción. "También te quiero yo, hijo mío, incluso más que llegué a amar a mi propio hijo." Se besaron en los labios y el hombre ordenó: Por favor, cierra la puerta con el cerrojo, el barco está al pairo y no esperamos que venga nadie. Esta noche es especial y solo nos pertenece a nosotros. ¿Sabes que día del año es hoy Jeremy?" El chiquillo movió la cabeza negativamente mientras estaba sentado en el regazo con sus brazos alrededor del cuello de Bernard. "Hoy es 20 de Noviembre." El chico abrió sus grandes ojos azules. " "¡Es mi cumpleaños, ya tengo once años!" Exclamó con júbilo. Durante unos segundos, sus pensamientos corrieron hacia el mejor amigo que jamás había tenido: Joe. También era su cumpleaños. La respuesta de su padre lo retornó al momento presente, olvidando a su amigo. "Exactamente, es tu cumpleaños y el día en que te has convertido en mi hijo. Tengo un pequeño regalo para ti." Se sacó un pequeño anillo que llevaba en el dedo meñique y se lo puso a Jeremy en el dedo medio. "Mi padre me lo dio cuando cumplí 12 años e ingresé en Oxford, ahora es tuyo. A los once tú eres tan grande como yo lo era las doce. Has crecido mucho últimamente." El muchachito no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus suaves mejillas y repitió: "Te quiero mucho, papá. Haría cualquier cosa que me ordenaras, ¡cualquier cosa! Por favor, guarda este precioso anillo, podría perderlo." Intentó quitárselo del dedo pero se había ajustado muy bien allí y no pudo. "Es tuyo y no creo que lo pierdas. Ahora desnudémonos, la cama nos está esperando." Como cada noche, Jeremy se había lavado cuidadosamente con agua del mar antes de meterse en la cama, no podían desperdiciar agua dulce, excepto para cocinar. En segundos estaba desnudo dentro de los brazos de su padre cara a cara. "Papá, hoy es mi cumpleaños y me gustaría pedirte algo especial." Bernard sonrió y contestó a su hijo." "Concedido; ¿que es ello?" Bernard preguntó aunque sabía muy bien lo que su hijo le pediría. "Quiero… tocarte tu… Eres mi padre y yo soy tu hijo." Bernard miró al chiquillo, puso las palmas de sus grandes manos alrededor de las mejillas del niño y besó sus dulces labios tiernamente. Jeremy devolvió el beso de su padre presionando sus labios contra los suyos. Al cabo de unos instantes se separaron. Bernard dijo: “Te adoro, Jeremy, y se que todo lo que hagamos esta noche está cubierto por la colcha de nuestro cariño. Puedes hacer lo quieras y desees." El pene de Jeremy estaba erecto y duro como nunca antes lo había estado, pronto sintió los dedos de su padre a su alrededor. "Será mejor que te sientes encima de mi pecho a horcajadas con tu espalda hacia mi, de manera que será más fácil para los dos. Jeremy dio un beso rápido a su padre y se volvió. El grueso pene de Bernard estaba también erecto por primera vez. Jeremy miraba la erección total de su padre, puso sus dos manos a su alrededor y los estrujó. El hombre gimió con placer, entonces el chico volvió la cabeza y miró al hombre con una sonrisa placentera. "¡Papá, es enorme!” Bernard suspiró. "Es un pene normal, quizás un poco más de siete pulgadas. Los he visto más largos y gruesos.” "Ignoro como John pudo mantener dentro de su culo tal zorrullo.” El hombre rió con las ocurrencias del chiquillo. "Papá, ¿pondrás saliva en mi capullo?” "No creo que lo necesites. ¿Ves el liquido acuoso que fluye de mi pene?" "Si, estás echando mucho. ¿Qué es?" "Se llama fluido preseminal. El cuerpo lo produce para lubricar o engrasar la vagina de la mujer cuando está follando o haciendo el amor, como normalmente se dice, ella también lo produce. Toma un poco y espárcelo por el bulbo o cabeza de tu pene." Jeremy lo hizo. Su pequeño órgano se agitó y él gimió con la nueva sensación. Entonces se llevó el dedo a la lengua y lo probó. "Papá, tiene buen sabor, como a sangre. Me gusta." El hombre sonrió y comenzó a masturbar despacio a su hijo; no tenían prisa. Jeremy comprendió que el momento que él había deseado tanto había llegado. Puso sus manos alrededor del grueso pene de su padre y empezó a moverlas arriba y abajo. Oyó como gemía de placer, puso la mano derecha debajo de los testículos masajeándolos al mismo tiempo. Bernard se retorcía de placer y continuaba masturbando al chiquillo; después de unos minutos, Bernard sintió aproximarse su clímax al mismo tiempo que su hijo cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Jeremy ahora estaba subiendo los últimos peldaños de su particular arco iris a manos de su experto padre. Bernard no pudo parar su orgasmo. Levanto sus caderas, al tiempo que Jeremy alcanzó el punto álgido de su goce con un ruidoso quejido, Bernard explotó con un apagado gemido; su pene largamente intocado empezó a expulsar el gran contenido de semen, con tal fuerza que el chorro alcanzó la nariz de Jeremy, un segundo en su cuello y algunos más su pecho y barriga. Jeremy cayó hacia atrás exhausto en el pecho de su padre. Cuando el muchachito abrió los ojos, todavía no habiéndose recuperado totalmente su respiración, notó como una pequeña porción de la crema de Bernard entró en su boca e hizo una mueca de repugnancia. Se giró y se lo mostró a su padre, que todavía no se había recuperado totalmente. Bernard sonrió abiertamente viendo a su hijo cubierto de semen. No pudo sino empujar al chico con toda ternura hacia él en un glorioso y alegre abrazo. Jeremy respondió igualmente a su padre y se movió al tiempo que decía: "No tiene el sabor del otro fluido. Tiene un especial olor y sabor que a mi no me agrada. Pero lo que me ha gustado especialmente ha sido tu ahogado gemido, papá. ¡Ha sido fantástico! Hagámoslo de nuevo, papá." Bernard rió con franqueza. "Tenemos que esperar unos pocos minutos hasta que mi órganos se rellenen con nuevo semen; tú puedes empezar de nuevo, si quieres. Te sugiero limpies tu cuerpo primero con ese trapo, después lo puedes tirar por la ventanilla." "No, papá. Lo quiero en mi cuerpo hasta que terminemos, es parte de ti y me gustaría mantenerlo ahí para siempre, como el anillo." Bernard sonrió. "Me limpiaré más tarde." El chico extendió la semilla por su pecho y barriga. Incluso estrujó el grueso y casa flácido pene y extrajo lo poco que quedaba en su interior. Así cubierto, se agachó y se tendió en la barriga y pecho del padre. "Gracias, papá, por estos momentos. Cuando lo hice con John, sentí algo como arrepentimiento cuando terminamos, sin embargo, cuando lo hago contigo me siento muy contento y preparado para empezar de nuevo." Bernard atrajo al muchacho a su pecho al mismo tiempo que le acariciaba la espalda y el cabello. Después de unos minutos de relajamiento, Bernard empujó un poco al chico hacia abajo señalándole que podía empezar de nuevo a restregar su pequeña y erecta picha contra su abdomen. El chiquillo lo hizo follando el ombligo del hombre; unos minutos más tarde el padre notó como la respiración de su hijo se aceleraba y jadeaba. Pronto el chiquillo estuvo envuelto en un incontrolable éctasis moviéndose arriba y abajo respirando con fuerza. Estas acciones hicieron que su pene se pusiera duro como una roca; acariciaba la espalda y el cuello de su hijo sin parar de besarle las suaves mejillas. Sintió los espasmos en el pequeño cuerpecillo de Jeremy, su cuerpo joven se puso rígido al tiempo que un gemido se escapaba de su garganta. Casi desmayado de placer, cayó sobre el hombro izquierdo del oficial que sentía como las fuertes pulsaciones de su corazón bajaban hasta quedar a ritmo normal. Acarició suavemente al pequeño y lo abrazó fuertemente. "Te quiero, Jeremy, hijo mío." Lo repitió como una oración. El muchacho gimió levemente y suspiró; su mano izquierda acariciaba el pelo del pecho de su padre; era la sensación que más le agradaba. Suspiró de nuevo, y permaneció quieto echado en el pecho del adulto. "Papá, disfruto estos momentos más que incluso cuando recibo el gusto; querría estar así durante toda mi vida. "¿Estas seguro, hijo?“ Los dos rieron de buena gana. “No. Me gusta mucho ver como tu picha se convierte en una fuente.” Ambos se rieron y continuó. "Me gusta también mucho sentir tu pene entre mis piernas cuando está húmedo y flácido." Bernard tiró de su hijo hacia arriba y acarició suavemente su largo cabello. Pensó que habían traspasado el límite que él se había impuesto, no obstante, enseñaría a su hijo todo lo que él sabía referente al sexo, por supuesto, siempre que él lo quisiera. "Jeremy, ¿sabes como hay que besar a una chica?" "Bueno, supongo que es más o menos como lo hacemos. Nunca besé a nadie antes, excepto a mi familia y a Joe." No. Ese tipo de beso es tierno y familiar; hay otro que contiene sexo, no tiene nada que ver con el beso de cariño que nosotros compartimos." El chico miró a su padre confundido. "No, papá. John nunca lo mencionó. "Probablemente el nunca besó así, porque es la expresión de una gran intimidad." El muchacho se quedó en silencio esperando que su padre continuara. "Se empieza igual, tienes que pegar tus labios a los de la chica y entonces introduces tu lengua dentro de su boca." El chaval hizo una mueca de repugnancia. "Papá, ¿estás seguro? Parece un poco asqueroso." "No, no lo es. Eso es lo que yo pensé la primera vez. Vamos a intentarlo, piensa que yo soy la chica de tus sueños." Jeremy sonrió. "No lo necesito." Diciendo esto se sentó en el regazo de su padre y pego sus labios a los de él e intentó introducir su pequeña lengua dentro de su boca. Bernard estaba preparado y lo recibió despacio, ambas lenguas se arremolinaron dentro y pronto el beso de cariño se convirtió en uno apasionado. Los penes se pusieron más duros y erectos que nunca, después de un minuto besándose el chiquillo rompió el beso para poder respirar. Entonces Bernard le explicó. "Debes respirar a través de la nariz." De nuevo Jeremy plantó sus labios contra los de su padre y esta vez su lengua tocó su paladar, explorando todos los rincones a los que podía llegar. Su picha nunca había estado tan dura como ahora. Comenzó a mover sus caderas arriba y abajo sin dejar la boca de su padre. Las saliva de ambos se mezcló y notó que el grueso y húmedo pene estaba entres sus piernas, tocaba la bolsa de sus pequeños testículos cada vez que se movía arriba y abajo. El chico apretó sus muslos para que el pene estuviera cogido entre ellas como un prisionero. Después de unos minutos, padre e hijo llegaron al punto sin retorno. Jeremy escaló de nuevo el último peldaño de su particular arco iris y Bernard el mayor y exquisito placer que jamás hubiera experimentado. Interrumpieron el beso que los unía al tiempo que Bernard arqueaba su cintura, dejaron de respirar y ambos emitieron un fuerte gemido de placer. Bernard expulsó más semen entre las piernas del chico, al tiempo que Jeremy caía en los hombros de su padre abandonado y exhausto. Bernard tiró hacia arriba de la cálida cubierta que los tapaba y se echaron a dormir; de hecho Jeremy estaba ya dormido. Había sido un día y noche para no olvidar jamás. A la mañana siguiente, antes de que la campana sonara, Jeremy se movió y pensó que hacía mucho frío fuera, así que cogió el trapo que su padre le había mencionado, lo mojó en la jofaina de agua salada y se limpió él y a su padre cuidadosamente de las costras de semen secas de la noche anterior. Le dio un beso en los labios y se metió de nuevo entre sus brazos. "Papá, jamás podré olvidar la pasada noche. ¡Fue tan maravillosa, tan tierna y hermosa…! No tengo palabras para describirla. El chiquillo suspiró con emoción. "Ha sido únicamente cariño, hijo mío. No sé por qué nuestra sociedad es tan estricta prohibiéndolo. Algunos capitanes han visitado un conjunto de islas en el Océano Indico e informaron que las personas que vivían allí lo hacían mayormente desnudas, los padres se casaban con las hijas o al contrario, y se sentían particularmente orgullosos cuando un hermano buscaba a su hermana para casarse con ella. Los capitanes decían que esa era una costumbre de bárbaros, pero yo no lo creo así. Quizás desde el punto de vista evolutivo deberían mezclarse, pero ese es un problema diferente que aprenderás en el colegio cuando volvamos a casa y estudies Antropología." Esas palabras volvieron al chico a la realidad. Si, se encontraría con los miembros de la familia de su padre, pero ¿serían su familia también? Pronto lo olvidó y sonrió. "Me importa un bledo lo que piensen, si mi padre me ama." Pensó él. "Papá, yo no tengo ningún hogar más que el tuyo. Mi madre y mis hermanos murieron hace años cuando la plaga de peste bubónica extendió sus terribles alas sobre nuestro país. Mi tía, bueno…ella no es propiamente tía mía, sino de mi madre; ella también se infectó como lo fui yo, pero poco. Sobrevivió, pero la enfermedad le dejó serias secuelas y ahora es casi una inválida. Su marido y mis dos hermanos mayores también fallecieron, así que ahora somos los dos únicos supervivientes de la familia." Bernard acarició suavemente el largo cabello de su hijo y suspiró. "Jeremy, no quería hablar de aquellos días porque me hace mucho daño, pero lo necesito. Todos pagamos un alto precio por aquellos días de epidemia. Tenía una esposa y un hijo de cinco años, los dos eran muy débiles. La conocí cuando ella tenía tu edad; vino a vivir al campo porque su salud no era buena y era débil, siempre estaba enferma. Nos enamoramos, ella fue la primera chica a la que besé de verdad. Recuerdo que mi primer beso coincidió con mi primera polución nocturna; desde aquel día me masturbaba todos los días pensando en ella. Con nuestro amor ella floreció y nuestros padres estaban más que felices. Nos casamos cuando tuvimos 22 años. Era una preciosa chica rubia con unos chispeantes ojos azules, como los de tu amigo Joe. La amaba apasionadamente. Ella te habría querido tanto como yo porque tenía un gran corazón. Esos fuero los mejores años de mi vida, a pesar del duro trabajo que yo desarrollaba; primero atendiendo a las clases de medicina, botánica y náutica en los diferentes centros escolares, y después de la graduación barcos y hospitales. Algunos años más tarde nuestro hijo Charles vino a este mundo. Tenía la esperanza de que fuera un chico fuerte y saludable, como tú eres y yo había sido, pero no fue así. Era una copia de su madre: un dulce real ángel. Sin embargo, era extremadamente brillante." Bernard hizo una pausa momentánea intentando recordar. Jeremy acarició tiernamente el pelo del pecho de su padre animándolo a continuar. "Leía correctamente a los cuatro años y tocaba al piano piezas sencillas a los cinco. Siempre estaba con su madre, excepto cuando yo estaba en casa. Cuando yo volvía del hospital, corría a echarse en mi brazos, lo levantaba en el aire y su risa me sonaba como música de la gloria." Bernard hizo de nuevo una pausa, y Jeremy tenia remordimientos por haber iniciado aquella conversación que traía tanto dolor a su adorado padre. "Yo le animaba para que jugara con otros niños y niñas de su edad, pero sin suerte. Entonces llegó la epidemia de peste que no era tan severa en nuestra zona, pero lo suficiente para personas débiles, viejas y enfermas. En unos pocos días los dos fallecieron en el mismo día, a pesar de los esfuerzos de mi padre y míos." Jeremy abrazó a su padre fuertemente. Después de unos minutos, dijo: "Lo siento, papá; soy un estúpido causándote tanto daño." Los ojos del chico estaban nublados con lágrimas, no a causa de la triste historia, sino por el dolor que estaba infligiendo a su padre. El hombre devolvió el abrazo al mismo tiempo que secaba sus ojos sin que Jeremy lo notara. "No tienes por qué disculparte, hijo. Lo creas o no, me siento mucho mejor después de haberte contado lo que he guardado en mi corazón durante todos estos tristes años." En aquel momento oyeron el sonido de la campana. Se levantaron, limpiaron el camarote y cada uno se fue a cumplir con sus obligaciones. -------------------- El 19 de Noviembre de 1788 era domingo y Joe por la mañana, después del desayuno y arreglar sus cosas, se preparó para ir a cantar en el coro. Él y toda su familia eran muy devotos del patrón de Irlanda, San Patricio; le gustaba sentarse o arrodillarse en su capilla a rezarle y pedirle por los suyos, este domingo no fue una excepción. La catedral estaba prácticamente vacía, todavía faltaba para la misa dominical. Se hincó de rodillas en el reclinatorio y apoyó su suave cara contra las manos con los ojos cerrados rezando a la preciosa imagen del santo que tenía frente a él. Oyó un suave ruido no lejos de él, abrió los ojos y vio una preciosa niña rubia de unos diez años que estaba sentada con su vista fija en el pequeño altar. El cabello le caía en cascada sobre los pequeños hombros, pero no le ocultaba la hermosa cara, los grandes ojos castaños claros, las largas pestañas ni las bien trazadas cejas. Le chocó que no tuviera los ojos azules, pero en cambio tenía la pequeña barbilla ligeramente partida. Esto inmediatamente llevó su mente a su querido amigo Jeremy al que echaba mucho de menos, que, excepto por el pelo, era casi idéntico a la niña. No pudo evitarlo y suspiró. Pensó que solo en cuatro días sería el cumpleaños de ambos; entonces tendrían once. ¿Donde estaría? ¿Qué haría? Lo ignoraba, pero estaba bien seguro que Jeremy se acordaba de él. "¡Nunca te olvidaré!" le había dicho en el momento de la despedida. Parecía que la chiquilla estaba percibiendo sus pensamientos, porque al girar la cabeza vio que los hermosos ojos de la niña estaban fijos en él sonriéndole; Joe le devolvió la sonrisa, y al hacerlo los hoyuelos que tenía en las dos pecosas mejillas se mostraron en todo su esplendor, la chiquilla suspiró quedamente para que solamente el chico pudiera darse cuenta. Joe se ruborizó. No la conocía de nada, probablemente era la hija de un potentado comerciante o aristócrata, de los muchos que había a aquella gran ciudad. Sintió la necesidad de justificarse ante la preciosa chiquilla al levantarse del reclinatorio. "Debo irme, tengo obligaciones que cumplir. ¡Buenos días!" "Yo también. Mi familia se estará preguntando donde me he metido." Joe salió por una pequeña puerta lateral hacia la sacristía y la muchachita se retiró a la gran iglesia, sentándose al lado de su madre, en el otro extremo se sentaba su hermana mayor; su hermano nunca venía a la iglesia. Su madre tenía predilección por aquella niña tan espabilada, cariñosa e inteligente que rayaba en prodigiosa. Cómo madre que era, adoraba a sus tres hijos y todos los días daba gracias a Dios por haberle concedido un gran hombre como marido y unos hijos que, con sus diferencias, eran maravillosos. Miró a su pequeña y vio que sonreía al tiempo que suspiraba, quedamente; le preguntó la madre: "¿Por qué te sonríes?" La chiquilla se arrebujó contra su madre. "Por nada, mamá, cosas mías." En aquel momento salía el Dean al altar mayor y comenzaba el servicio dominical al tiempo que los niños del coro empezaron a cantar. Era casi mediodía cuando regresaron a casa a bordo de su coche cubierto tirado por dos hermosos alazanes blancos. La niña se fue a su habitación a cambiarse las prendas del domingo por la ropa de diario para estar cómoda y jugar con su hermano Tim, tres años mayor que ella, así como su hermana mayor era tres años mayor que el chico. Se sentía cómoda con él que no tenía reparos en enseñarle palabras y cosas de chicos que ella guardaba celosamente y que jamás compartía con nadie, excepto con él. Cuando terminó se fue a la habitación próxima y abrió la puerta sin llamar, ella era la única que su hermano le permitía hacerlo. Enseguida cerró porque el adolescente estaba finalizando lo que había empezado varios minutos antes cuando se desvestía. La muchachita sonrió a su hermano. "¿Te estás haciendo una paja, Tim?" El chico en vez de azorarse o enfadarse le devolvió la sonrisa a su hermanita y se limpió el erecto pene. "Si. ¡Últimamente es que me la tengo que menear varias veces al día! Un día de estos te enseñaré cómo tú también puedes obtener placer, todavía eres muy joven." "No creas, Tim. Ya estoy enamorada." El chico la miró sorprendido. Le dio un beso en la mejilla, cosa que ella le agradecía porque le encantaba los besos de su querido hermano. "¿Quién es el afortunado que te ha robado ese precioso corazoncito tuyo?" "No sé como se llama y él tampoco sabe como me llamo yo, no es muy guapo, excepto para mí, claro." El chico observó como la niña se ruborizaba, cosa poco frecuente en ella. Se fue hacia ella, la levantó en vilo por encima de su cabeza y la abrazó fuertemente. "Mataré a quien te desprecie, ya podía ser el Príncipe de Gales." Se rieron. Con las manos juntas salieron corriendo a jugar en el césped frente a la gran casa. La madre contempló la escena desde una de las ventanas de la primera planta y pensó: "espero que esto dure todavía algún tiempo." Suspiró. Cada domingo la niña iba a la capilla de San Patricio, ansiaba ver aquellos ojos azules que refulgían como los diamantes que su madre llevaba colgados de las orejas, pero desgraciadamente no siempre encontraba al chico allí. Dos domingos después lo volvió a ver, estaba como siempre orando a San Patricio. Al levantarse el chico la niña le preguntó: "Parece que eres muy devoto de San Patricio, como lo soy yo." Joe la miró con curiosidad y le sonrió, mostrando de nuevo los hoyuelos de sus mejillas. "No solamente lo soy yo, también el resto de mi familia, somos oriundos de Irlanda, así que no hay nada de particular en ello." A la niña le sorprendió el modo educado de expresarse del niño y su modulada y armoniosa voz. Pensó que le gustaría estar allí sentada junto a él charlando en vez de estar junto a su madre. "Nosotros no somos irlandeses pero somos devotos de él." De nuevo el muchacho le sonrió, encontraba a la niña encantadora e igualmente muy agradable de hablar con ella. La observó cuidadosamente, y de forma instintiva le dijo. "Eres muy guapa y encantadoras, me gustaría estar aquí charlando contigo mucho más tiempo, pero mis compañeros del coro me echarían de menos y eso no está bien, tengo que ser puntual." Ella iba a preguntarle otra cosa, pero antes de que lo hiciera, él se levantó. "¡Hasta otro día, preciosa!" Y se marchó. La niña no cabía de gozo, pensó que vendría todos los domingos hasta que pudiera hablar con el chico más tiempo. Su ágil cerebro empezó a procesar todos aquellos datos... "¿En qué piensa mi preciosa florecilla? Linda corrió a abrazar a su hermano cuando volvía del colegio el sábado siguiente, ella iba a otro colegio regido también por religiosas, pero ella no confiaba en ninguna de sus amigas para decirles lo que pensaba de aquel pecoso y guapísimo chico, solo su hermano era su confidente. "Vamos a dar un paseo, hermanito, posiblemente tenga que pedirte un favor." Tomaron el té con su madre y hermana, sin decirles nada se cogieron de la mano y corrieron por el césped disfrutando de su juventud. Cuando se cansaron se sentaron en un banco de madera que tenían al filo del jardín. "¿Qué favor es ese que me querías pedir?” La niña meditó un poco. "¿Conoces tú a todos los chicos del colegio?" El muchacho la miró inquisitivamente. "¿Acaso quieres que te ayude a conseguir tu nuevo amor, hermanita? eres demasiado joven para andar esos caminos. No; ni siquiera los de mi grado. Te ayudaré con mucho gusto si puedo, mi pequeña flor." "Gracias. Dejémoslo por ahora; tengo que meditar sobre ello." Tiró de su hermano y siguieron jugando. -------------------- Capitulo 4 Durante aquellos meses la caza de ballenas había sido excepcionalmente buena, la tripulación había trabajado duro mientras que había luz del día; veinte o veinticuatro horas seguidas, ahora los depósitos del barco estaban llenos. Nadie lo esperaba cuando el Capitán convocó en cubierta a la totalidad de la tripulación una semana después del cumpleaños de Jeremy. El hombre permanecía de pie en el castillo de popa cerca de la rueda del timón, rodeado de sus tres oficiales y los guardiamarinas. Entonces dijo: "Esta reunión es excepcional en la Marina mercante, pero vosotros formáis una tripulación excepcional y yo estoy muy orgulloso de ello. En este viaje hemos sido muy afortunados y hemos alcanzado nuestro objetivo dos meses antes de lo previsto, así que hemos terminado la caza de este año. Dedicaremos la próxima semana a reparar y preparar el barco para nuestra vuelta a casa." La tripulación chilló y lanzó al aire los gorros de lana que cubrían sus cabezas, el Capitán continuó. "Quiero expresaros las gracias por vuestro comportamiento y os deseo de todo corazón un feliz y saludable retorno a casa." Iba a continuar, cuando John que estaba de guardia en el palo mayor, gritó: "Barco a la vista, señor. Dos grados a babor. Parece un buque de guerra, señor, aunque no estoy completamente seguro." El Capitán pidió su catalejo y un guardiamarina se lo trajo, enfocó al barco que se aproximaba, el capitán comentó: "Efectivamente, es un barco de S.M., no lo esperaba tan pronto, trae izado el banderín de enfermedad, probablemente saben que tenemos un médico abordo, algo de lo que nos sentimos doblemente orgullosos." Dijo mirando a Bernard, todos asintieron. "Bernard, será mejor que os preparéis, tenéis trabajo. Poco tiempo después la fragata echó anclas y un bote de seis remos partió hacia el ballenero. "Parece que el enfermo es un guardiamarina." El primero en subir a bordo fue el Capitán de la fragata que con cara entristecida saludó al Capitán. Ambos hombres se dieron la mano. "Tenemos entendido que tenéis un médico abordo, mi sobrino, un guardiamarina, está herido." "Este es el Doctor Bernard Northfield, nuestro físico." Se saludaron y Bernard no se paró a cumplir ningún protocolo e inmediatamente se acercó a la borda. "Subid inmediatamente al chico a la enfermería, ya estamos preparados para examinarle." Aquello le gustó al Capitán de la fragata, anteponían la vida antes de cualquier trámite. Trasladaron al muchacho dentro donde Jeremy lo estaba esperando. El muchachito estaba blanco de dolor. ¿Dónde tienes la herida, muchacho?" El chico sin decir palabra señaló la mano izquierda. "Jeremy, desnúdale de cintura arriba." No esperó ninguna explicación de nadie, todo lo contrario. "Señores, por favor, déjenos solos, no necesitamos a nadie más." El jefe de la fragata miró a su gente y todos abandonaron la pequeña enfermería. Para entonces, Jeremy ya le había quitado la ropa al chico y había observado la mano morada. "Creo que tenemos un caso de posible gangrena." No añadió la palabra padre o papá. Bernard observó cuidadosamente el dedo gordo mientras decía a su hijo. "Jeremy, antes de nada, echa un poco del líquido para el dolor en un poco de agua y dáselo. "Perdona, hijo, pero tú eres primero que nada; a propósito, soy Bernard Northfield y mi ayudante es mi hijo Jeremy. ¿Cómo te llamas?" Con dificultad, el chico contestó. "Soy Olivier Oswald." Jeremy le sonrió y le dio a beber el contenido de medio vaso de agua. "Bien, Olivier, mi hijo tiene razón; tienes en muy mal estado la mano izquierda, concretamente el dedo gordo. Cuando te haga efecto lo que te hemos dado hablaremos, estarás mejor, mientras iré a ver a tu Capitán. Se dirigió a su hijo: "Jeremy, prepáralo todo para una operación urgente, vuelvo enseguida." Dejo solos a los chicos. El Capitán de la fragata lo vio acercarse, se excusó ante el Capitán y se dirigió a Bernard. Era un hombre alto y rubio de unos 50 años. Se le veía altamente preocupado. "¿Y bien, doctor?" Bernard como siempre no se anduvo con rodeos. "El chico está grave, han esperado demasiado tiempo, pero la mar no se atiene a reglas, por tanto no podemos culpar a nadie. Tiene agangrenado el dedo gordo de la mano izquierda y hay que cortarlo a la mayor brevedad posible, si no lo hacemos, mañana la gangrena se extendería al brazo y un par de días más tarde tendrán usted que enviarlo al fondo del mar. Perdone Capitán si soy duro, pero en estos casos no cabe remilgo alguno, ha hecho usted bien en venir a mi encuentro sólo." El Capitán no pudo reprimir la congoja que le embargaba. "Mi hijo le ha suministrado un calmante y dentro de unos minutos podrá Vd. Hablar con él. "Es un chico muy valiente, no quería ser marino y su madre lo convenció para que se embarcara, esto la mataría." "No necesitamos llegar hasta ahí, con un poco de suerte podremos salvarle la vida, a cambio, como mucho perdería la mano, es todo lo que le puedo decir. Si es un muchacho valiente, ¿por qué no le preguntamos a él?" "Hágalo Vd. Doctor, ya tiene 13 años, y no quiero influir en él en ningún sentido." Era una forma de cobardía e ineptitud, pensó Bernard, pero él era médico y nada más. "Lo haré, señor. Por favor, vuélvase con el Capitán, le informaré a su debido tiempo." Entró en la pequeña habitación donde yacía el chico; era como Jeremy de alto y antes de entrar, los dos estaban enfrascados hablando de chicas. "Hola muchachos, ¿Cómo te encuentras Olivier? El chico sonrió. "Mucho mejor, señor; como si no tuviera nada." "Pues tienes... y grave. El Capitán ha dejado la decisión en tus manos. "No me extraña." Dijo el muchacho con resentimiento. "Jeremy me ha explicado todo lo que tengo y las posibilidades que hay, así que no tiene Vd. que repetirlo. ¡Adelante, pues, doctor! Y, si hay que seccionar la mano hágalo, la vida de un manco también tiene su valor." Jeremy le apretó la mano buena con efusión. "Así me gustan a mi los chicos. De los cobardes nada se ha escrito jamás." Los ojos del enfermo se nublaron antes de decir. "Guárdenme la raspa que tanta desdicha me está causando." "Así lo haremos, Olivier." Bernard se dirigió a Jeremy. "Ve a buscar a John para que nos ayude. Jeremy dudó un segundo pero salió, un minuto más tarde John se incorporó al equipo. "Olivier, esto va a doler, a pesar del calmante que te vamos a dar, pero no durará mucho. John te sujetará, porque instintivamente intentarás levantarte." El chico no dijo nada y miró al otro grumete sonriéndole. Jeremy le dio el medio vaso del líquido que ya tenía preparado. Antes de un minuto Olivier estaba ya dormido. Entonces Jeremy sugirió. "Papá, en vez de la pequeña sierra, ¿no sería mejor utilizar la pequeña hacha?" John no sabía que decir oyendo la conversación entre padre e hijo. Una gran alegría llenó su alma y no pudo reprimir un suspiro. "Tienes razón, hijo; la sierra es más útil en huesos gruesos, en este caso utilizaremos el hacha. Tú, John, sujeta al chico por los hombros para que no se mueva." El chico asintió. "¿Todo preparado?" "¡Todo preparado!" Confirmó Jeremy con aplomo. Bernard le dio la vuelta al reloj de arena. Bernard cogió un pequeño bisturí que estaba casi al rojo vivo e hizo un profundo corte longitudinal entre los dos nudillos del dedo gordo. El enfermo gimió de dolor pero no se despertó; entonces hizo otro alrededor del dedo; con unas pinzas, subió hacia arriba la piel y pequeños músculos, entonces quedó a la vista el hueso; cogió la pequeña hacha impregnada de ron y dio un fuerte golpe seco sobre el dedo que estaba apoyado en un taco de madera limpio. El dedo se hizo dos, la parte enferma cayó al suelo y Jeremy la recogió. El cirujano limpió cuidadosamente la poca sangre que se resumía por el hueso, tiró ahora de lo que había retirado cubriendo el hueso. "Jeremy, cose con cuidado toda la piel y los músculos." Miró al reloj y añadió. "Tenemos tiempo. John, ¿Cómo está el chico?" "Está bien, señor. Respira bien, creo que se ha desmayado." "Mejor para él. Es normal que ocurra esto." Apostilló Bernard. Jeremy, después de limpiar la herida con una mezcla de ron y ginebra procedió a coserla; varios minutos después todo había terminado. Bernard examinó cuidadosamente la mano y pudo observar que iba perdiendo el azulado obscuro de la gangrena. Creo que hemos hecho un buen trabajo, futuros médicos. Ahora, tú, John, venda la mano con cuidado, sin apretar mucho." El chico no cabía de gozo. "Limpiad todo esto con cuidado y traslademos al enfermo a la litera. Iré a ver al Capitán." Así lo hicieron; el chico siguió inconciente. Cuando Bernard salió, los dos muchachos se abrazaron con afecto. "Gracias John por tu ayuda." "Gracias a ti, Jeremy, y mi más grandiosa enhorabuena; no sabía nada…" "El Capitán iba a anunciarlo cuando tú señalaste la presencia de la fragata. Ahora tendrás que guardar el secreto hasta que el Capitán lo haga." "Nada más satisfactorio para mí que eso." Bernard volvió de informar al Capitán de la fragata. Miró a sus dos ayudantes y sonrió. "Bueno, chicos, seréis durante hoy y esta noche los enfermeros de Olivier hasta por lo menos mañana a esta hora. Si todo va bien, podrá retornar a su barco alrededor del mediodía y continuar su viaje hacia Australia, pero con un dedo menos. Tendrá que darle las gracias a la Madre Naturaleza por haber salvado la mano, unas horas más, y estaríamos seccionándole el brazo." "Se lo merece, porque parece un buen chico, y además muy valiente; no todo el mundo es capaz de enfrentarse a lo que él se ha enfrentado con esa bravura." Dijo Jeremy. Transcurrieron varias horas, la gente de la fragata volvió a su barco prometiendo el Capitán hacerlo al día siguiente, si todo iba bien. Olivier despertó unas horas después, miró alrededor suyo y se encontró con la mirada de Jeremy y su brazo bien sujeto al pecho en cabestrillo; John había vuelto a sus deberes, aunque podía quedarse con ellos si hacía falta. "¿Cómo te sientes, Olivier?" El chico hizo un intento de levantarse, pero el dolor le advirtió no hacerlo. "Es mejor que no lo hagas hasta que te sientas mejor, pero si todo va bien, podrás trepar a la jarcias antes de lo que te crees." El chiquillo miró a su nuevo amigo con cierta ironía." "Estoy bastante mejor gracias a vosotros… y no treparé a ninguna jarcia aunque pudiera hacerlo de culo." Jeremy rió abiertamente y esto contagió al enfermo también. "Me imagino que no eres un orangután maricón para poder hacerlo." "No, no lo soy, y no tengo nada en contra de los maricones, demasiado tienen los pobres con tener que soportar la mofa de los demás sin merecérselo, los hay peores que ellos…y en cambio parecen santos." Jeremy ya adivinaba a quien se refería, pero prefirió ignorarlo. En cambio preguntó: "No te gustan los barcos, ¿cierto? Y ahora menos aún con este percance. Al contrario que a John y a mí. Yo amo la mar, aunque no es mi novia preferida. Ya lo habrás observado. Para él esta es su forma de ganarse la vida pero, afortunadamente, para mí no lo será…" El chico sonrió. "El físico es tu padre, ¿verdad? No hace falta que me lo confirmes, ya lo observé con qué orgullo te miraba… todo lo contrario del mío." Dijo el chico con sarcasmo. Jeremy suspiró hondo. Vio que la conversación derivaba hacia unos derroteros que él no quería saber, aunque el muchachito rubio estaba deseando vaciar su corazón, pero necesitaba descansar. "Olivier, necesitas descansar para que tu sangre circule por tus venas y deseches el mal que tenías. Ya habrá tiempo de charlar esta tarde y noche hasta que abandones nuestro barco. Te he hecho un zurcido que te traerá recuerdos toda tu vida, pero no está mal del todo, al menos eso ha dicho mi padre y John. Me imagino que tendrás hambre, iré a buscarte algo." "Gracias, Jeremy. Si, tengo hambre y algo más, pero eso lo arreglaremos cuando vuelvas. Jeremy sonrió y desapareció. En el camino a la cocina se topó con John. "¿Cómo está el enfermo?" "Mucho mejor, creo que hemos hecho un buen trabajo. Necesita comer y mear, así que mientras yo consigo algo en la cocina mira a ver si encuentras una botella que tenga el cuello ancho para que pueda meter la picha dentro." Se rieron. Cuando Jeremy volvió unos minutos más tarde con un plato de queso y trozos de pan, Olivier se había inclinado un poco y estaba orinando en la botella. "¡A esto lo llamo yo enfermería de primera clase!" Los tres rieron con ganas. John retiró la botella y Olivier respiró aliviado. "No hay mejor placer que satisfacer una necesidad." Jeremy lo miró. "Además de sicólogo eres poeta, no está mal." "La frase no es mía, la leí en alguna parte que ahora no recuerdo." Por favor, dame el queso y el pan y aplacaré mi segunda necesidad." Ambos se congratularon del buen humor de Olivier, señal de que todo marchaba bien. Al terminar la comida, con cuidado se sentó en la litera, y preguntó: "Jeremy, ¿Cómo estaba mi mano antes de cortarla?" Por contestación el chico se levantó y trajo un pequeño bote de cristal conteniendo el dedo seccionado y se lo entregó. El chico rubio lo contempló cuidadosamente. "Veo que no lo habéis cortado todo, ¿por qué?" "Mi padre tiene una gran experiencia y estimó que era suficiente; otro médico cualquiera hubiera optado por cortarte la mano entera, pero cómo estabas aquí, esa opción la dejamos para más tarde, en caso necesario. Cuando mañana te curemos podrás comprobar que hemos acertado, no había necesidad para ello." "Eso demuestra la pericia de un buen médico y tengo que dar gracia a Dios o a quien sea por haberos encontrado en estos lejanos mares." Hizo una pausa. "Jeremy, ¿has cenado ya? Me gustaría charlar contigo un rato, mañana habrá poco tiempo y mucho ruido." "Si, mientras John te atendía yo aproveché la ocasión. Tu mano parece que está respondiendo bien y tú no tienes fiebre, así que podemos charlar de lo que tú quieras." El chico lo observó y de repente le dijo. "El doctor Northfield no es tu padre biológico, en cambio te ama más que si lo fuera, no hay más que mirarle cuando está cerca de ti, además de haberte dado su apellido, tú has escogido ser en el futuro lo que él más ama: Ser médico." Hizo una pausa y continuó antes que su nuevo amigo pudiera intervenir. "Es todo lo contrario de lo que me ocurre a mí, el Capitán de la fragata es mi padre biológico y yo no llevo su apellido ni le llamo padre, además, a mi no me gusta el mar, en cambio el parece ser un buen marino pero…" Jeremy suspiró. "Sigo diciendo que deberías estudiar sicología, aunque en estos tiempos sea una materia considerada como especulación filosófica, pero tiene grandes ventajas. Ciertamente has dado en el clavo; quiero a mi padre más que a nada y nadie en el mundo. Olivier, haría ciegamente cualquier cosa que él me ordenara, con tal de que él me quiera, aunque él es demasiado grande, bueno, y maravilloso para causarme el menor daño. Seré médico-cirujano como él, pero no porque él me lo haya impuesto, sino porque me gusta. Quizás creas que es una estupidez, pero verte aquí charlando después de lo que te podía haber ocurrido me llena de orgullo y satisfacción." "Gracias, Jeremy; os abrazaría a los tres si pudiera, pero estoy seguro que lo haré algún día en Inglaterra. A propósito, ¿Qué edad tienes? Pareces más joven de lo que aparentas." Jeremy sonrió. "Hace una semana que mi padre me recordó que acababa de cumplir once años." Olivier abrió los ojos desconcertado, no podía creer lo que estaba oyendo, John tiene trece años y ambos vinimos a este barco como grumetes, si embargo, él ha cruzado ya el Cabo dos veces. Somos buenos amigos, aunque un poco diferentes. Vale la pena ayudarle, es de los pocos que saben leer y escribir en este barco, ha aprendido rápido y pensamos darle todo lo que ganemos para que vaya a la escuela y sea un guardiamarina como tú. Se lo merece por los esfuerzos que hace…" "¿Por qué dices que sois diferentes? Yo no veo ninguna diferencia, excepto que es mayor que tú." "Pues la hay, pero no puedo ni debo decirlo, sino está él delante." "Eso te honra, Jeremy Northfield." "Bueno te ruego que no publiques mi nombre todavía, aunque oficialmente lo soy; en la valija de tu barco viaja ya el acta de mi adopción; estábamos reunidos en cubierta e iba el capitán a comunicarlo cuando tu barco apareció en el horizonte portando el banderín de herido, así que tendrá que empezar de nuevo la ceremonia donde la dejó. Hemos tenido muy buena suerte, los depósitos están llenos de aceite y la próxima semana empezaremos nuestro viaje de vuelta a casa." "Me alegro por todos vosotros. No sé cuando volveré a Inglaterra, probablemente para la primavera, entonces te buscaré, y a lo mejor te presento a alguien que comparte muchas de tus ideas respecto a mí. Los dos se rieron. Era noche cerrada y hacía frío, Jeremy le dio un vaso de agua con un calmante, pocos minutos después Olivier dormía profundamente. Lo cubrió con mantas extras y Jeremy se fue a la habitación de su padre, dejando la puerta de la enfermería abierta. Todo marchó bien, y a media mañana se presentó la gente de la fragata a llevarse al chico, el Capitán no estaba entre ellos. El segundo, un capitán de corbeta, lo excuso, pero Olivier al despedirse de su nuevo amigo le susurró al oído: "¡Ya ves que no me equivoco, querido Jeremy!" Abrazó a Bernard y sin nadie esperarlo lo hizo también con John. "¡Gracias por todo y buena suerte a todos!" Lo bajaron al bote y media hora más tarde la fragata puso proa a Adelaida en Australia, llevándose consigo las ilusiones rotas de un chico de 13 años, pero que se repondrían con el tiempo que todo lo cura. Después del mediodía, la campana sonó y reunió en cubierta a la tripulación, como si nada hubiera ocurrido. "Cómo os decía hace 48 horas, todo ha ido bien, además un hecho tuvo lugar hace algo más de una semana, posiblemente algunos de vosotros lo habréis notado, nuestro físico y tercer oficial, el Sr. Bernard Northfield, ha adoptado al grumete Jeremy Mall como su hijo legítimo. He firmado el documento atestiguado por mis oficiales por el cual desde ahora en adelante el nombre del chico es Jeremy Northfield. Una copia del correspondiente documento viaja ya en la valija de la fragata para entregarlo al Gobernador de Adelaida a donde el barco que acaba de abandonarnos se dirige. Hoy habrá una comida especial y algún ron para celebrar estos hechos." Aunque todo se sabía ya, el chiquillo no pudo retener las lágrimas cuando el Capitán firmó la copia del papel de adopción y se lo dio al primer oficial, de manera que pudiera inscribirlo en el Diario de abordo del buque. Jeremy no pudo ya resistirse, corrió y saltó a los brazos de su padre. Muchos se sintieron atraídos por el momento que estaban viviendo y más de una lágrima rodó por las mejillas de algunos más sensibles entre aquellos hombres duros; especialmente John que permanecía quieto cerca de la rueda del timón. La vida abordo continuó, como de costumbre, Jeremy hacía sus deberes como grumete y como ayudante del médico; sin embargo, su consideración se había elevado, ya no era un simple grumete, era el hijo de médico y su asistente. Continuó con sus estudios con su padre, a la vez que enseñaba a John. En los momentos que estaban fuera de servicio los chicos hablaban de sus cosas íntimas como cualquier chiquillo, pero Jeremy jamás pronunció una palabra sobre lo que había hecho con su padre, eso era entre ellos y nadie más. Uno de esos días, Jeremy dijo a su amigo. "John, quiero decirte algo muy importante. Mi padre ha transmitido al capitán nuestros deseos de que cuando este viaje termine y estemos en Southampton, nuestros sueldos te los den a ti, para que puedas terminar tus estudios, te conviertas en guardiamarina y puedas buscar a Jack. Y si él está de acuerdo, mi padre se encargará de su enfermedad." John echó una mirada alrededor, y no viendo a nadie, abrazó al chico con ternura, los ojos los tenía inundados de lágrimas, era una persona sensible y agradecida. "Muchas gracias, Jeremy; estoy muy contento de que te haya adoptado y estoy seguro que nos encontraremos más de una vez en nuestro país. Te convertirás en un gran físico y tu padre estará más que orgulloso de ti. Espero que encuentres una chica bonita que te quiera tanto como yo, y que te merezca; créeme, no hay muchas de esas." El tiempo pasó y el buque con su valiosa carga puso proa al noroeste, comenzando a navegar dirección a casa; era el 5 de Diciembre de 1788. Navegaban en altamar con objeto de evitar posibles ataques de los piratas, aprovechar los vientos y las corrientes marítimas, en aquellos tiempos todavía no muy conocidas. Los días pasaban y la temperatura subió bastante, ahora la tripulación vestía calzones cortos y ligeras camisas; navegaban en medio del Océano indico. La lluvia aparecía casi todos los días lavando el barco, rellenando los tanques de agua del buque y limpiando los cuerpos de la sal acumulada en la piel de las personas. Podían usar el jabón ahora para lavarse. El fuerte olor a aceite de ballena desapareció y barco y tripulación parecían más felices que antes, especialmente contemplando la idea del dinero extra que obtendrían. Navegaban por esa parte del Océano Indico donde la Madre Naturaleza había creado muchas islas pequeñas, en general no estaban habitadas en aquellos tiempos y raramente se mostraban en las cartas de navegación. De pronto, John gritó desde la cofa del palo trinquete. "¡¡¡Sopla, allí adelante!!!" La tripulación no sabía qué hacer, habían terminado ya la caza pero el ballenero tenía depósitos vacíos que previamente habían contenido agua, no esperaban tener que utilizarlos ya que podría abastecerse de agua en los puertos normales de escala. Era un animal muy grande. El Capitán consultó con sus oficiales y éstos lo hicieron con el resto de la tripulación para iniciar la caza de aquella ballena. Bernard y unos cuantos marineros no estaban de acuerdo, pero el instinto de cazador en la mayoría de la tripulación prevaleció, así que se decidió dar muerte a aquel gran bicho y conseguir dinero extra y carne fresca. El "Seagull" iba bastante adelantado en su viaje, así que podía permitirse el lujo de perder algún tiempo en aquella tarea. Observaron cuidadosamente al cetáceo, parecía solitario y con toda probabilidad era un viejo macho enfermo o herido. El Capitán ordenó bajar dos botes completos con los cuatro mejores arponeros, querían terminar la faena rápido. Los botes se acercaron a la ballena; era una de las más grandes que ellos jamás habían visto. Los arponeros lanzaron sus mortales flechas que alcanzaron sus objetivos enterrándose en la carne del cuerpo del animal. La ballena hizo un movimiento rápido y desapareció en las profundas aguas. Los marineros esperaban esto. Como de costumbre, en unos minutos la ballena empezaría una loca carrera, pero no lo hizo. Las cuerdas sujetas a los arpones permanecían flácidas. Mientras todo el mundo estaba concentrado en la caza, Bernard volvió la vista al este del horizonte, observó algunas nubes negras y relámpagos muy lejos; él había votado en contra de la caza, sin embargo, no tenía influencia sobre el resto de sus colegas oficiales. "Capitán, creo que se está aproximando rápidamente una tormenta sobre nosotros." El viento empezó a soplar un poco más fuerte que antes. El Capitán estaba concentrado en la caza y contesto mecánicamente. "No te preocupes, tenemos un buen barco y antes de que la tormenta nos alcance tendremos amarrada esa ballena a nuestra popa." Acababa de decir esto y con gran sorpresa vieron como las treinta y cinco toneladas del animal emergieron de las profundidades cerca de los dos botes, levantó el enorme cuerpo en el aire y cayó encima de los botes como si fuera un terrible martillo. Las dos pequeñas embarcaciones se las tragó el mar; algunos marineros trataron de emerger, pero, como era normal en aquellos tiempos, ninguno de ellos sabía nadar. El resto de la tripulación estaba sorprendida del comportamiento de la ballena, no podían creer lo que sus ojos estaban viendo. El Capitán inmediatamente ordenó que el barco se aproximara rápidamente al lugar donde habían desaparecido los botes con objeto de tratar el rescate de los supervivientes. La velocidad del viento se había incrementado, el cielo se puso muy negro y las grandes olas empezaron a zarandear el pesado navío. Repentinamente, el animal herido apareció por la popa del buque, levantó su enorme cola y dio un golpe tremendo contra el timón. La gran pieza de dura madera e hiero se salió de las bisagras y se hundió en el embravecido mar; la rueda del timón se volvió loca y el barco, ahora sin gobierno, empezó a girar siguiendo la fuerza del aire. El Capitán dio órdenes para controlar el buque con las velas, pero el viento era muy fuerte y había incrementado su fuerza aún más, era imposible para los marineros trepar a los mástiles. El cielo se puso incluso más oscuro, ahora era un huracán con grandes olas, relámpagos, fuerte lluvia y truenos. Era el infierno. Este tipo de tormentas era normal en aquella parte del océano, no obstante, para luchar contra esto habrían necesitado el timón, o por lo menos, que no apareciera tierra a la vista. El buque navegaba a la deriva, no podían ver nada, solamente grandes olas y la espuma de las crestas que hacia que el barco saltara como un caballo loco en un rodeo al capricho de las mismas. Bernard adivinó el peligro, con cuidado se aproximó a Jeremy. "Hijo, ponte el salvavidas y procura que el cuchillo esté en su sito y tu cortaplumas en el bolsillo. No te alejes de mí, podríamos estar en grave peligro." El chico estaba asustado, miró a su padre y rápidamente se fue al camarote y minutos más tarde apareció con el extraño objeto que le cubría la cintura y el pecho. Era noche cerrada y el viento cada vez más fuerte y las olas más altas continuaban sin tregua; no podían ver nada, esperaban que la tormenta pasara, pero no pasaba. El barco continuó a la deriva en medio del océano a merced de las olas. La mayoría de la tripulación estaba bajo cubierta rezando por sus vidas. Era cerca de la madrugada, sin embargo, todo estaba oscuro como en el infierno. De vez en cuando los relámpagos y los truenos hendían la obscuridad alrededor de ellos, uno de ellos o el viento rompió uno de los mástiles. De pronto, dos relámpagos como gigantescas serpientes iluminaron el mar como si fuera pleno día, seguidos de terribles truenos. Asustados se dieron cuenta de que el barco estaba cerca de una isla. Bernard gritó al Capitán señalando la dirección donde acababa de ver el arrecife de coral cubierto de espuma de una isla. El Capitán casi le gritó: "¡Bernard, Dios nos está castigando por nuestras miserias y vanidades!" Bernard sabía que su capitán era muy creyente. El Capitán murmuró algo al primer oficial que desapareció dentro de su camarote; momentos más tarde vino arrastrando el baúl de roble del capitán, dejándolo encima de la cubierta. El barco estaba demasiado cerca de las espumosas crestas y el marino sabía que no podría evitarlas, era demasiado tarde. Bernard gritó a Jeremy: "Salta al agua y nada hasta el pequeño bote que siempre remolcamos, corta la cuerda, me uniré allí contigo, si no puedes, nada hasta la isla, ten cuidado con las espuma, debajo hay afiladas rocas y te podrían herir. ¡Vamos no pierdas un segundo, yo te seguiré!" Lágrimas llegaron a los ojos del muchacho pero había aprendido que tenía que obedecer a su padre; le dio un rápido beso y saltó al mar. El barco estaba ahora solo a unas yardas de las rocas por su lado de babor, el chico saltó por el lado de estribor. Con el salvavidas era fácil nadar, se acercó al pequeño bote que la tripulación usaba para reparar o pintar pequeños defectos del casco. Cortó la cuerda e intentó subir a bordo, pero el salvavidas lo hacía muy difícil. Una gran ola lo llevo lejos de la pequeña embarcación; observó que una fuerte corriente lo arrastraba hacia las espumosas rocas. Luchó contra las olas que lo llevaban de arriba a bajo; los relámpagos le mostraron el camino a seguir. Pasó la peligrosa barrera de las puntiagudas rocas y observó que allí las olas no eran tan altas. El amanecer se aproximaba, pero todavía estaba oscuro. En un momento, un gran relámpago iluminó el mar como si fuere de día, pudo ver como una ola levantó el barco como si fuera una pluma y cayó sobre las peligrosas rocas. Lloró pero continuó nadando. Algún tiempo después, un nuevo relámpago seguido de un tremendo trueno sonó, parecía como si el mundo desapareciera, volvió la cabeza y no vio nada. El barco no estaba allí, había desaparecido tragado por el mar. El chico luchó con las olas que lo impulsaban hacia la playa. Al alba vio una gran roca negra, nadó hacia un lado al mismo tiempo que otra gran ola lo depositó sobre la arena. Tosiendo el muchacho gateó bajo la lluvia intensa hasta la orilla, dejando atrás las olas embravecidas, estaba exhausto. La luz del amanecer estaba apareciendo por el este, se había salvado pero estaba solo. Lloró, y en su cansancio, el pequeño cuerpo se durmió sobre la húmeda arena. John estaba cerca del Castillo de popa terriblemente asustado, el barco se movía sin ningún control a merced de las grandes olas; entendió que el barco iba a la deriva, pero no sabía qué hacer. Un relámpago seguido de un fuerte trueno le permitió ver como Jeremy saltaba a las enfadadas aguas y que su padre estaba preparándose para hacer lo mismo. Su corazón latía fuertemente al ver como su adorado niño desaparecía en el embravecido mar. Quería salvarlo, incluso si aquello significaba su propia muerte. Amaba profundamente aquellos seres que le habían ofrecido lo que nadie había hecho jamás: afecto y comprensión. Dejó de agarrarse a la rueda del timón y se fue a saltar junto a su querido chico. Un nuevo relámpago y un extraño remolino de agua y viento lo arrastraron al lado contrario del barco lanzándolo como si fuera una bola de cricket. Afortunadamente, sabía nadar y cuando emergió de las profundas y negras aguas un nuevo relámpago le mostró que el barco estaba a unas doscientas yardas de donde él estaba. Empezó a nadar en aquella dirección donde él creía que sus amigos podrían estar, pero algo lo lanzó en la dirección contraria. Estaba casi exhausto y a su memoria vinieron las imágenes de aquellos momentos felices en lo alto del palo trinquete con su querido chico y durante la operación a Olivier. En la profunda obscuridad, de pronto, sus brazos tocaron algo duro, instintivamente se agarró al borde, no sabía que era aquel objeto. Un nuevo relámpago le mostró que se trataba de una de las hojas de la fuerte puerta que el barco tenía en la popa encima del timón y que se habría para arrastrar las grandes ballenas dentro del barco. Se subió y se agarró a las anillas de hierro, una en cada mano. Pasó algún tiempo y el joven muchacho sabía que debería fijar su cuerpo a la larga y cuadrada puerta, pues sus brazos ya estaban cansados debido al continuo movimiento del mar. Las anillas tenían unas cuantas yardas de cuerda que servían para abrir y cerrar las grandes hojas de la puerta. Ya había amanecido y podía ver mejor; amarró ambos trozos de las cuerdas, dejando espacio para su cuerpo entre la superficie de madera y las cuerdas. Amarró un extremo a su pie derecho y se introdujo debajo de la cuerda. Aquel lado no era completamente plano, fuertes vigas de madera se cruzaban formando pequeños cuadrados de un par de pies de largo por uno de profundidad; todos estaban llenos de agua de lluvia mezclada con agua del mar. El adolescente estaba exhausto cuando por fin pudo tenderse encima del tablero. Se durmió y olvidó todo. Mecido por el movimiento de las olas se despertó algunas horas más tarde, levantó la cabeza y miró a su alrededor, no pudo ver el barco, y la isla era un pequeñísimo punto muy lejos en el horizonte. El mar todavía estaba embravecido y llovía. Lloró cuando pensó en sus amigos; asumió tristemente que tenía muy pocas oportunidades de sobrevivir. ¿Estarían ellos vivos? o ¿habían sido arrastrados al fondo del mar con el barco? Rezó con voz fuerte. "Dios mío, sálvalos y sálvame a mi. Seré un buen chico desde ahora. ¡Por favor, sálvanos!" Empezó a llorar de Nuevo. Bernard, después de ordenarle a su hijo que saltara, lo intentó el también pero en algo se enganchó su bota, la liberó, inmediatamente se puso de horcajadas en la borda para saltar al agua. En aquel instante, un gran relámpago como una poderosa serpiente, seguido de un ruidoso trueno, sonó y él sintió como algo golpeaba su pierna izquierda y su entrepierna; el dolor fue tan intenso que casi se desmayó. Se tiró a las embravecidas aguas cerca del barco que pronto desapareció en la oscuridad. Empezó a nadar y pudo ver la larga cuerda del pequeño bote flotando a su lado; la agarró y atrajo la embarcación hacia donde él estaba, cuando estaba cerca pudo comprobar que Jeremy no estaba allí. Intentó subir al bote pero sintió un terrible dolor en la pierna; sabía que no podía nadar con el dolor y menos conseguir el impulso necesario para subir al bote. Asumió que solo podía usar la pequeña embarcación como un salvavidas. Aquello trajo a su memoria su querido hijo y sus ojos se empañaron de lágrimas. Pronto pudo comprobar que el barco había desaparecido, se había hundido con todos sus amigos y colegas dentro. ¿Podría él sobrevivir? Pensó. No podía nadar, por tanto tenía que prestar atención a lo que el bote hiciera. Con horror, vio como la pequeña embarcación era arrastrada hacia la barrera de rocas. El tiempo pasó rápidamente y el sol estaba saliendo por el este. Parecía que la tormenta nunca terminaría; estaba exhausto y muy cerca de la temible y espumosa barrera que amenazaba su vida. Nadó con el brazo libre empujando el bote hacia él. De pronto una gran ola levantó al bote y a él hasta el otro lado de las espumosas crestas; probablemente estaban en el periodo de marea alta. Sintió un tremendo dolor en la pierna y creyó que iba a morir. Ató el cabo a su muñeca esperando que el barquito lo arrastrara hasta la playa. Perdió el conocimiento durante algún tiempo, ignoraba cuanto tiempo había estado inconciente, tosió y expulsó alguna agua. Vio en la playa una roca negra, estaba muy cerca pero él estaba exhausto. No era creyente pero rezó por su hijo, sabía que se ahogaría en segundos. Su glotis se cerró y experimentó como se hundía en un profundo pozo negro al tiempo que mentalmente llamaba a su hijo: "¡Jeremy, Jeremy!" En su educación había estudiado griego y mucho sobre su religión y mitología, su mente asoció aquellos instantes con sus estudios. Vio como las Tres Parcas se acercaban provistas de grandes tijeras dispuestas a cortar el hilo de su vida y enviarlo al reino de Hades. Todo estaba oscuro, pero de pronto apareció Heracles el hijo de Zeus, pero curioso, tenía la cara de su amado hijo, éste dispersó a las parcas, lo cogió del brazo y lo subía rápidamente hacia la brillante luz. Lógicamente la realidad era muy otra. Su cerebro falto de oxígeno ordenó al corazón que dejara de latir. Técnicamente había muerto. (Hoy sabemos que esto es aparente, y que lo podrían revivir todavía en unos minutos antes de que las células cerebrales murieran también; y eso fue lo que ocurrió.) Jeremy despertó con el sol quemándole su piel blanca, todavía llevaba puesto el salvavidas; se puso de pie y para su sorpresa observó como una ola lanzó un cuerpo cerca de la roca negra, era un hombre que luchaba por sobrevivir. Rápidamente se quito el salvavidas, los zapatos y los pantalones cortos, se tiró al agua; la persona no respiraba y había dejado de luchar por su vida, simplemente flotaba. Vio que la muñeca la tenía atada a la cuerda bote; su corazón explotó. Rápidamente desató la cuerda y en medio minuto arrastró el cuerpo a la arena al lado de la roca, las olas lamían los pies del hombre. El chico gritó: “¡¡¡Papá!!! Por favor.¡¡¡No!!!” Había reconocido a su padre. Llorando, rápidamente puso a su padre de espaldas y le dobló la cabeza hacia el lado derecho, dejando la boca libre para que pudiera expulsar el agua, afortunadamente el muchacho ignoraba que su padre estaba prácticamente muerto, pensó que se había desvanecido de cansancio, así que empezó a empujar con las dos manos el pecho del hombre. Como cualquiera de aquel tiempo, creía que los pulmones de su padre estaban llenos de agua y que necesitaba expulsarla para poder respirar. "¡Por favor, papá, despierta, por favor!" Imploraba llorando. El niño continuaba empujando sobre el lado del pecho donde estaba el corazón mientras que sus lágrimas bañaban el pecho del hombre. Estos masajes enviaron sangre fresca al cerebro, la parte esencial de cualquier animal, éste despertó de su letargo y ordenó al corazón que empezara a bombear sangre, necesitaban más oxígeno. Bernard vio como Heracles lo subía arriba del negro pozo y ahora era toda blanca y brillante luz. Tosió, y para sorpresa del chiquillo, expulsó saliva amarilla y ninguna agua. Bernard oyó muy lejos la voz de su hijo llamándolo. ¡¡¡Papá, por favor, por favor, no me dejes!!! Bernard observó en una niebla las formas de su querido hijo, murmuró: "¡Jeremy, Jeremy!" Cerró los ojos, y se durmió profunda y plácidamente. Fin de la 1ª Parte