Date: Fri, 2 Apr 2021 15:50:15 +0000 From: Al Peres Subject: LA ISLA QUE NUNCA EXISITIO 2 2ª PARTE Capítulo 4 El chiquillo estaba muy cansado. Observó a su padre respirando tranquilamente, entonces lo arrastró debajo de las tranquilas palmeras que cubrían la playa movidas por una ligera brisa. Ahora el mar estaba más tranquilo, especialmente dentro del anillo que formaban las rocas, el sol brillaba con todo su esplendor y no había rastro de la terrible tormenta; todo parecía como un paraíso. Era el 25 de Diciembre de 1788, día de Navidad. Se quitó la camisa, la enrolló y la puso debajo de la cabeza de su padre como si fuera una almohada. Bernard respiraba confortablemente y el muchachito empezó a limpiarlo de la sal contenida en su piel. Miro alrededor, entro dentro de la jungla y observó un pequeño riachuelo de aguas cristalinas que venia desde el bosque y que, después de un meandro, volvía a meterse dentro de la selva. Bebió ávidamente y enjuagó los pantalones, comenzó a limpiar a su padre al tiempo que sus lágrimas no paraban correrle por las suaves mejillas. Mas calmado, pensó que tenían que prevenirse de las posibles quemaduras del sol, habían estado expuestos demasiado tiempo a sus rayos, su piel era muy blanca. Intentó quitarle la ropa para lavarlas y eliminar la sal que las hacia rígidas. Con alguna dificultad levantó la cintura y arrastró los pantalones cortos y los calzoncillos un poco. Se sorprendió del tamaño de sus testículos, ahora eran más del doble de su tamaño normal y estaban morados, obviamente, estaban inflamados. Le quitó totalmente los pantalones y pudo ver el bulto que tenía en la pierna derecha. Con cuidado lo tocó como su padre le había enseñado, claramente entendió que el hueso que había debajo de la piel estaba partido. Parte de la pierna estaba morada, eso explicaba la tardanza en llegar a la playa. Mojó la camisa varias veces limpiando el cuerpo de su padre que continuaba durmiendo tranquilamente. Con el cuchillo cortó algunas hojas blandas de palmera y lo cubrió. Se tumbó a su lado y en segundos se durmió también. Era casi media tarde cuando Bernard se despertó y encontró a su hijo dormido a su lado; suspiró y el pequeño ángel se movió un poco. Lo besó en la frente y Jeremy abrió sus grandes ojos azules oscuros. Con cuidado, el chico lo besó en los labios. "¿Papá, como te sientes?" Bernard miró a su guapo hijo y lo abrazó. "Muchísimo mejor, hijo, pero estoy sediento. Por favor, usa una hoja de banano y tráeme agua." El chico saltó y Bernard pudo ver la hermosura de su desnudo hijo; un par de minutos más tarde Jeremy ayudó a su padre a beber el agua. Bernard le indicó que se acercara a él, tiernamente abrazó de nuevo al joven muchacho, la emoción los envolvió y ambos empezaron a llorar quedamente, pensando que ellos eran los únicos supervivientes de aquella tragedia. Bernard le miró a los ojos y acarició suavemente la cara de su hijo. "Jeremy, hijo mío, tenemos muchas cosa que hacer y rápido, especialmente referente a mi pierna; necesitamos enderezarla lo antes posible, de lo contrario sería muy difícil hacerlo y muy doloroso, incluso podría quedar cojo para el resto de mi vida. "Papá, he visto un rancho de plátanos maduros y necesitamos comer algo; tengo mucha hambre." El hombre sonrió. "De acuerdo, pues." Miró a la playa y vio el pequeño bote atado al tronco de una palmera. "Coge el viejo sable que tiene que estar en el bote y lo cortas. Tenemos muchas cosas que hacer antes de que caiga la noche. Debes ponerte las botas, no sabemos qué puede haber debajo de la arena." El chico saltó para cumplir lo que su padre le había dicho, el hombre pudo ver la preciosa figura desnuda del muchacho cuando corría hasta el bote. Unos minutos más tarde, Jeremy volvió con un rancho de plátanos amarillos y empezaron a comer la dulce pulpa. Cuando la necesidad se había calmado, Bernard dijo: "Jeremy, tienes que adentrarte en la jungla y buscar una rama no muy gruesa que esté derecha y cortarla en trozos. También, probablemente un poco más arriba, tienes que buscar un arbusto que tiene unos frutos brillantes y rojos, parecidos a las cerezas; si ves más de uno con frutos similares en forma y color, te traes unos pocos de cada, ya te explicaré más tarde la diferencias, si no, te traes un puñado de ellas. ¡Vamos, date prisa, mozalbete!" El chico rió. Jeremy cogió el viejo sable y fue a cumplir su orden. Siguió el pequeño riachuelo y pronto se encontró con una pequeña cascada que vertía las aguas en el cauce principal. Instintivamente siguió por el nuevo chorro que subía y subía por la falda de una montaña; el agua corría entre matorrales por un pequeño canal que el agua había excavado a través de los siglos. Después de una media hora subiendo y alrededor de dos millas de la playa, encontró un gran arbusto lleno de frutos rojos y brillantes, eran mayores que las cerezas, como pequeñas ciruelas. El color rojo y brillante le recordó los labios de Joe que él había deseado besar muchas veces, pero que nunca se atrevió a hacerlo; lo echaba de menos. Sintió como su desnuda picha comenzó a ponerse tiesa y dura, entonces suspiró y se concentró en su tarea. El arbusto parecía saludable, a pesar de que no había mucha tierra, las raíces se enredaban alrededor de las húmedas piedras de lava al lado del chorro de agua. Estaba tan ocupado en su trabajo que ni siquiera se volvió, cuando lo hizo, pudo ver que estaba por encima de la altura de las palmeras y los más altos árboles; casi podía ver la totalidad de la isla que era como un gigantesco caracol dormido de alrededor de cuatro o cinco millas de largo y tres o cuatro de ancho, completamente llana, excepto por la montaña donde él estaba que todavía continuaba hacia arriba. Toda ella cubierta de vegetación espesa, excepto la montaña, donde las plantas eran abundantes pero escasas si se comparaban con las de la base, como si algo las hubiera cortado, solamente arbustos, no árboles. Empezó a coger algunos frutos, pero la curiosidad del chico le hizo seguir el chorrito de agua que corría debajo del arbusto. Se sorprendió cuando descubrió que la planta cubría la entrada de una cueva, probablemente formada por la lava hace miles de años. La entrada empezaba con algo así como una visera inclinada, la caverna tenía unas cuatro yardas de altura e igual de anchura. Entró y siguió el pequeño reguero labrado en la roca en el lado derecho de la cueva. Tan pronto como entró pudo comprobar que la gruta era más ancha, el techo era de unas cinco yardas de alto sobre su cabeza y alrededor de siete de anchura. Siguió el agua hasta que era demasiado oscuro dentro; sin embargo, el manantial empezaba allí, el agua salía de la pared rocosa, probablemente venía de la alta montaña encima suya. Cuando salía, su bota tocó algo en el suelo, era una herramienta, algo así como una hachuela oxidada con un filo vertical afilado en un lado y otra parte horizontal en el otro, como un pequeño azadón, lo cogió y salió. El tiempo había pasado muy rápido, pudo observar que el sol empezaba a descender en el horizonte del lado oeste. Se dio prisa porque su padre lo estaría esperando. El descenso lo hizo siguiendo el pequeño chorro de agua, pronto se encontró con su padre. Bernard lo miró con alivio al acercarse. "Estaba preocupado, pensaba que te había ocurrido algo, hijo." El chico mostró los frutos a su padre y argumentó. "Lo siento, papá, pero el arbusto está muy alto en la montaña, desde allí podía ver la totalidad y forma de la isla y lo que es más importante, he descubierto una cueva detrás del arbusto y este hacha." Bernard examinó la herramienta y a su hijo, estaba más que justificado el tiempo. Tiró del muchacho hacia él y le revolvió el largo cabello; Jeremy le sonrió y se sintió compensado por su padre que estaba perplejo por el tamaño de los frutos. "Es una herramienta extraña, jamás he visto algo similar, es una mezcla de hacha y azadón, tiene más de trescientos años, quizás es un tipo de azuela. La escasez de humedad dentro de la cueva la ha preservado, así que tú no has sido la primera persona que ha entrado en la caverna. Hijo, ha sido maravilloso que la descubrieras, tan pronto como pueda andar nos instalaremos allí; no sabemos cuanto tiempo permaneceremos aquí… Ignoro la posición de esta isla, casi con certeza, hay miles de islas como esta en estos mares. Ahora vayamos a nuestro primer asunto. Los frutos son mayores que los que yo había visto hasta ahora." "Si. Dudé si era esto lo que buscábamos. Supongo que tendré que poner los trozos de madera alrededor de tu pierna rota. Encontré este trozo de cuerda en la playa, creo que es de la bandera de nuestro barco, no había nada amarrado a ella." "La bandera no nos salvará ahora, pero prefiero otro tipo de atadura." Volvió la cabeza y observó la selva. "La corteza de aquel árbol será más eficaz que la cuerda. Con el cuchillo corta varias tiras finas como de una yarda de largo, no necesitas que sean muy anchas, son tan fuertes como la cuerda y mucho más suaves." Hábilmente Jeremy hizo lo que su padre le decía y pudo comprobar la certeza de ello. "Ahora procedamos. Tritura las semillas hasta que sean una pasta, pero no la toques con los dedos, de lo contrario podrías perder tu sensibilidad." Jeremy encontró una piedra redonda cerca de la roca, en una pequeña cavidad machacó las semillas hasta hacer con ellas una crema espesa, entonces recogió la pasta con un trozo de madera como una espátula y la echó en un pétalo de un rancho de plátanos que colgaba cerca. Bernard le explicó: "Estas semillas son una droga y narcótico extremadamente poderosa y efectiva. Cuando apliques la crema sobre la pierna, en unos minutos no sentiré nada en la zona herida, sin embargo, algún tiempo después afectará a todo mi cuerpo, no solo la pierna. Me sumiré en un profundo sueño durante varias horas, pero no es lo suficientemente fuerte para eliminar todo el dolor, por lo tanto, probablemente me desmayaré cuando procedas a enderezar el hueso. Es normal, entonces llevarás a cabo tu primera operación. Estás preparado, doctor Northfield?" El chiquillo forzó una sonrisa y dio un suave codazo a su padre en el abdomen. "Si, maestro, lo estoy. Me gustaría que no sufrieras, pero…" Bernard sonrió para darle confianza y ánimo a su hijo. "De acuerdo. Ya tienes preparado todo lo que necesitas. Ahora pon los trozos de madera y las ataduras alrededor de mi pierna, ten cuidado hijo, ahora se lo que significa un hueso roto. Tan pronto como apliques la pasta, la cubres con la hoja de la platanera, despacio te vas sentando en mi pierna hasta que veas que el hueso y la pierna están rectos. Entonces, sin demora, y antes de que los músculos puedan reaccionar, fija los palitos por la parte plana alrededor de la pierna; no te preocupes si grito o gimo, mientras continúe respirando. Los palitos tienen que estar fijos pero no muy apretados, sólo lo suficiente para mantener la pierna recta, de lo contrario podríamos cortar la circulación de la sangre. ¿Estas listo, hijo?" Los ojos del chico se nublaron, pero valientemente se los limpió con el dorso de la mano. "Si, papá, estoy preparado." Tomó la roja pasta y con cuidado la extendió sobre la pierna con la espátula, teniendo cuidado de no tocarla con los dedos; entonces la cubrió con una hoja de platanera. Al cabo de un par de minutos, Bernard dijo: "¡Ahora, Jeremy, no siento nada!" El muchachito despacio se sentó sobre la pierna y su peso forzó al hueso roto a juntarse hasta que estuvo recto. El hombre gritó de dolor y tal como había previsto perdió el conocimiento. Jeremy puso las cuatro estacas alrededor de la pierna y las amarró evitando que éstas se movieran. Añadió otras dos ligaduras más con la piel del árbol que había obtenido al limpiar las estaquitas. Gotas de sudor perlaban la frente de Bernard que Jeremy limpiaba delicadamente. Pensó que su padre necesitaría una muleta especial para ponerla debajo del hombro para poder andar. Se adentró en la selva y vio muchas aves de preciosos plumajes que cantaban e iban de un árbol a otro. Encontró lo que estaba buscando y con alguna dificultad cortó la rama que necesitaba. También pensó en la herramienta, así que corto otra para hacer un mango. Cuando volvió el sol ya se estaba poniendo, Bernard todavía estaba dormido. Había luna llena que brillaba como si fuera de día cuando Bernard despertó tres horas más tarde; miró el trabajo de su hijo y sonrió satisfecho. "Has hecho un buen trabajo, Jeremy, yo diría que perfecto. Dentro de un par de semanas podré caminar, o quizás antes de ese tiempo, después de otras dos semanas estaré como si nada hubiera ocurrido, aunque no podré hacer grandes esfuerzos. El hueso se soldará bien, pero tengo que tener cuidado durante los primeros días; después de las cuatro semanas todo habrá terminado." Extendió sus brazos a su hijo, Jeremy se arrodilló delante y puso la cabeza en el peludo pecho del hombre. Hacía una noche cálida y el mar parecía un lago, incluso fuera de la barrera de rocas. ¡Que diferencia con la noche anterior! Jeremy se acunó en los brazos de su padre, después de unos minutos, el chico se movió, puso la cabeza en el hombro de su padre y comenzó a cantar una antigua canción escocesa de Navidad. La maravillosa voz se elevó sobre los árboles como si los ángeles la estuvieran escuchando. Bernard estaba sorprendido pero no se movió hasta que el chico terminó el maravilloso solo. Abrazó tiernamente a su niño y pensó lo afortunado que era al tener tal chico como su hijo. "¡Feliz Navidad, papá!" El muchachito besó a Bernard en los labios. "¡Feliz Navidad, hijo mío! Ha sido la mejor canción que nunca escuché; no sabía que cantaras tan bien." Jeremy sonrió y suspiró satisfecho. "Joe y yo se la cantamos al Arzobispo de Canterbury durante su visita a nuestra parroquia cuando la epidemia de peste había terminado. Teníamos nueve años y él nos felicitó." Bernard vio cerca de su hijo la pieza de madera que parecía una muleta. "¿Qué es esto, Jeremy?" "He hecho una muleta para ti, mañana puedes probarla. He encontrado también esta fruta gruesa, ¿se puede comer sin problemas, papá?" El físico sonrió." "Tengo que tener la pierna inmovilizada por lo menos una semana, si queremos tener éxito; entonces podré moverla, pero no mucho." Hizo una pausa. "Sobre la fruta, si, es muy buena si está madura. Es un lujo en nuestro país y no sé su nombre en nuestra lengua; en el sur de Nueva España la llaman "mango". Jeremy la peló con su cuchillo, cogió un poco y lo probó. "¡Papá, es estupenda! Exclamó. Mañana traeré más, y cuando mejores o estés listo para andar, exploraremos la isla." Comieron frutas hasta que estuvieron hartos. El chiquillo se acomodó en el pecho del adulto, la espalda del hombre apoyada contra el tronco de una palmera. El muchachito empezó a acariciar el pelo del pecho, inmediatamente su picha empezó a ponerse rígida. Se volvió de lado porque no quería que su padre pudiera ver su pene erecto en aquellas circunstancias, pero no pudo evitarlo. "No importa, Jeremy. Eres un chico saludable y no debes avergonzarte de tener una erección o empalmarte, como vosotros los chicos decís." Jeremy se ruborizó. "Te quiero, papá; eres tan bueno y tan comprensivo…" Bernard acarició la bella cara de su hijo y suspiró. La noche era templada, se sintió mucho mejor, probablemente la droga todavía estaba haciéndole efecto, el chico estaba fresco y sin ganas de dormir. La cercanía a su hijo invitaba a charlar; tenían todo el tiempo que quisieran para ellos. "Jeremy, tú eres tan bueno como yo, incluso yo diría que mejor." Bernard miró a los ojos azules de su hijo, se lo pegó al pecho y continuó. "Eres lo mejor que me ha ocurrido en mi vida. ¿Sabes que te debo la vida? Esta mañana me salvaste de morir asfixiado." "Bueno, eso no es exacto, papá. Te saqué del agua y empujé en tu pecho con objeto de que expulsaras el agua que contenían tus pulmones; eso fue todo." Bernard miró intensamente a los ojos de su hijo. "Jeremy, cuando tú me sacaste del agua yo estaba muerto. Estoy seguro de que tus acciones para expulsar el agua contenida en mis pulmones tuvo mucho que ver con que yo resucitara. No sabemos qué ocurrió, pero tú lo hiciste." El muchachito miró a su padre seriamente sorprendido. "Papá, estaba muy asustado cuando comprobé que no expulsabas agua, a pesar de que estaba empujando muy fuerte. Tus labios estaban morados y no respirabas. De pronto, mientras yo empujaba tu pecho observe como tus labios y cara empezaron a recobrar su color normal y yo insistí en mis empujes, entonces tosiste. Me sentí tan bien y tan feliz…" Las lágrimas inundaron sus ojos y el padre lo abrazó suavemente contra su pecho. "Cuando estemos en casa discutiremos este asunto con mi padre. Tenemos una teoría sobre la muerte, especialmente en accidentes como éste. Por favor, intenta mantener en tu memoria todos los detalles, porque volveremos a hablar sobre esos momentos. Por ahora, olvidemos y nos concentremos en nuestra vida diaria. Ignoro cuanto tiempo permaneceremos en esta isla, días, meses, años… no lo sabemos. Mientras tanto, tenemos que aprender a cuidarnos y ayudarnos mutuamente. Eso resolverá muchos problemas; afortunadamente, creo que estamos en una buena isla que puede proveernos de los necesario para sobrevivir." Se abrazaron y Jeremy se acunó en sus brazos como hacía en el barco. Las imágenes de la noche anterior vinieron a la mente del chico. "Papá, para mi fue horrible cuando volví la cara y comprobé que el barco ya no estaba allí. ¿Por qué, papá? Somos los únicos supervivientes, y eso porque tuviste la gran idea sobre el salvavidas, de lo contrario ahora estaríamos en el fondo del mar…" "Le dije al Capitán que no era una buena idea la caza de aquel animal. Era un viejo macho y probablemente ya había vivido las mismas circunstancias varias veces anteriormente. Nunca había visto a una ballena comportarse como esta lo hacía. El año pasado curé a un viejo arponero y me contó una historia similar, me dijo que fueron muy afortunados porque el animal, en los últimos minutos de su vida, le dio un tremendo golpe al barco que abrió un gran agujero en la parte alta de babor. Afortunadamente el mar estaba tranquilo y pudieron reparar el daño. Esta vez la avaricia de algunos de nuestros hombres ha tenido un altísimo coste." Se quedaron en silencio durante unos minutos, el chico se limpió las mejillas recordando a sus amigos, estaba llorando. "Papá, lo siento mucho por ellos porque todos me trataron bien, especialmente John; nunca había tenido un amigo de verdad como él, excepto Joe. Me imagino que ahora lo que debemos hacer es mirar hacia adelante y luchar por nuestras vidas, afortunadamente yo te tengo a ti y…" No pudo terminar la frase porque su pequeño cuerpo se estremeció y empezó a llorar de nuevo. Bernard le acariciaba la espalda, algunos minutos más tarde estaban dormidos. -------------------- Joe y su nueva amiga estaban deseando que llegara el domingo para verse. Lo que había empezado como una mera conversación de amigos, fue creciendo en sus jóvenes corazones como algo distinto sin saberlo ellos, especialmente Joe. La niña contaba los días para asistir al servicio religioso, ver a su "pecoso", como ella mentalmente lo llamaba, ya que no sabía su nombre, y oírlo cantar en el coro. Por su parte, Joe esperaba impaciente ver aquella cara linda como un capullo de rosa en primavera. "¡Es tan bonita!" se decía asimismo cuando suspiraba. La inteligente rubita sabía muy bien como proteger a su "pecoso"; de vez en cuando deslizaba un penique en la mano del monaguillo que tenía el cuidado de aquel sector de la catedral para que les advirtiera si el sacristán o cualquier sacerdote se acercaban a la capilla; nunca ocurrió pero mejor prevenir, como siempre su padre le decía. El domingo anterior al día de Navidad, cuando ya se iban a despedir, Joe le dijo: "El día de Navidad cantaré un solo que es para ti, exclusivamente para la rubita más linda que jamás he conocido." Al escuchar su nombre, la chiquilla se estremeció, y antes que Joe pudiera evitarlo, si es que lo intentaba, la niña le cogió la mano y lo beso en la mejilla, acto seguido salió de la capilla de San Patricio. Se tuvo que sentar en un banco antes de reunirse con su familia; su corazón parecía que le iba explotar dentro del pequeño pecho. Se situó al lado de su madre y se arrodilló como si estuviera rezando fervientemente, su madre pensó "a lo mejor esta se nos mete a monja." ¡Cuan lejos estaba la madre de la hija! Era un día desapacible y húmedo, pero la niña quería hablar con su hermano Tim, pero no podía salir al exterior, se lo encontró en la biblioteca de su padre, era un buen lugar, pero no enteramente seguro. "Tim, quiero hablar contigo pero no aquí, tampoco podemos salir con el día tan frío…" El complaciente hermano que la quería como si fueran gemelos, sonrió. "Dentro de diez minutos en el pajar del establo de los caballos. Cámbiate, allí estaremos solos y nadie nos molestará, ya han alimentado los caballos." La chiquilla le tiró un pellizco a su hermano y salió pitando para su habitación pensado como empezar. Encontró a su hermano sentado entre dos balas de paja. "Dime preciosa que es lo que te preocupa para poder ayudarte." "Desde que dejaste el coro hace tres años no has vuelto a la catedral…" "Cierto, a mi lo que me gustaba era cantar y jugar con mis amigos, desgraciadamente se demostró que yo no tenía aptitudes para el canto, añoro aquellos días y me gusta oírlos, pero no tienen nada que valga la pena, al menos eso es lo que me dijo el cura que los entrena hace unos cuantos meses. Pero me imagino que no hemos venido aquí para hablar de mí, sino todo lo contrario." "Tienes toda la razón, chico listo." El muchacho suspiró. "Ojalá fuera la mitad que tú, hermanita." "Hoy no te voy a pedir nada extraordinario, solamente que me prometas que vendrás el día de Navidad con nosotros a la catedral, después quizás te pida algo." "Bueno no es gran cosa, pensaba aprovechar ese tiempo para follarme a nuestro primo que ya me lo ha pedido varias veces, a la familia hay que tenerla contenta, a él más; es un buen chico y no quiere que otros sepan que es ma… bueno, homosexual." La niña se rió con ganas porque sabía la palabrota que su hermano iba a utilizar. "¿Qué ha sido de tu enamoramiento? No me has contado nada." La jovencita se puso seria y miró intensamente a su hermano a los ojos. Tin, no te cachondees, por favor, esta vez va en serio y parcialmente de eso se trata, pero ya verás que con el tiempo te gustará." Como siempre que estaban solos, terminaron revolcándose en la paja y la chiquilla ayudó a su hermano a satisfacer sus necesidades sexuales y a exaltar las suyas propias. Los pocos días pasaron y mientras Jeremy lloraba la pérdida de sus amigos, la familia se sentó en su lugar, cerca del coro. El servicio religioso comenzó, Linda miró al coro y por breves instantes se encontró con la mirada de Joe que le sonrió subrepticiamente mostrándole los intensos ojos azules y aquellos preciosos hoyuelos que a ella tanto le gustaban. En un momento dado, el arzobispo se sentó rodeado de sacerdotes y monaguillos; este era el momento. Los niños cantores enmudecieron por segundos y de la garganta de Joe salió lo más bello que Tim jamás había oído; además de que él conocía la canción. No perdió ni un segundo, se estremeció, porque en la catedral había un silencio sepulcral. Cuando Joe terminó, un murmullo se extendió por la iglesia al tiempo que el obispo suspiraba agradecido. "¡Por fin tenían un ruiseñor en el coro!" pensó. Tim volvió la cabeza hacia su hermanita y lo comprendió todo; la niña tenía los ojos arrasados en lágrimas de la emoción y alegría que Joe le había proporcionado, le había pagado más que suficiente por aquel rápido beso de la semana anterior. Tim, sin que sus padres se percataran, atrajo a la rubita hacia él y muy quedamente le susurró: "Gracias hermanita por el regalo de Navidad, no ha podido ser mejor; ya hablaremos. -------------------- En la isla, el día siguiente se despertaron a la salida del sol, Bernard tocó a su hijo e inmediatamente se levantó. "¿Cómo te encuentras, papá?" "Mucho mejor, la pierna apenas si me duele, parece que los músculos están un poco más relajados, solo si hago un movimiento repentino me duele, en cambio mis testículos todavía me duelen." Con cuidado, el chico separó las piernas de su padre y tocó los órganos inflamados. "Papá, parece que están mejor y no tan inflamados como ayer, pero todavía tienen ese color morado oscuro. "Necesito orinar y cagar, hijo, y no sé como hacerlo." "Solamente tienes que inclinarte un poco a un lado, por favor hazlo tal y como estás; haré un hueco bajo tu culo y puedes cagar en él, después lo cubriré con arena y lo retiraré; eso hasta que tú te puedas mover por ti mismo." El hombre sonrió ante la eficiencia de su hijo. "Necesitamos comer pescado, incluso si está crudo. He visto muchos cangrejos en las rocas y son fáciles de coger cuando la marea está baja. También puedes hacer un arpón e intentar atravesar los peces más tranquilos. En este tipo de islas hay un pez llamado "Mero" que vive en las rocas coralinas, creo que es el "Grouper" inglés pero no estoy seguro; tiene una media yarda de largo y es muy grueso, su carne es exquisita. Además, te puedes quemar tu blanca piel. Antes que nada, busca un coco maduro que haya caído hace tiempo, cuanto más viejo mejor. El aceite que contiene es un protector eficiente contra el sol. "Papá, podemos cocinarlo haciendo fuego, encontré el trozo de hierro que utilizabas en el barco para hacer fuego; está en el bolsillo de tus pantalones cortos." "No podemos hacer eso por ahora, hasta que no estemos absolutamente seguros de que somos los únicos seres humanos en esta isla; el humo del fuego nos detectaría inmediatamente. Tan pronto como yo esté un poco mejor, empezaremos a explorarla." "Eres muy inteligente, papá. ¿Lo sabías?" El chiquillo sonrió. Recordó cuando tuvieron que comer el hígado de la ballena e hizo una mueca de asco. El padre lo miró y rió a carcajadas. "Me estoy acordando del hígado de la ballena, papá. ¿Por qué hiciste que lo comiéramos?" El hombre miró al guapo chico y volvió a reírse. El chiquillo siempre obedecía las órdenes, pero las guardaba en su mente para preguntar después. "Jeremy, ¿has oído hablar de la enfermedad llamada escorbuto?" "No. He leído algunos libros e informes en la escuela escritos por personas que pasaron esa enfermedad, así que tenemos que aprender de sus experiencias, creo yo." Bernard miró a su hijo, estaba esperando una respuesta razonable. "Hasta ahora no sabemos qué causa esa terrible enfermedad y por qué. Sabemos que aparece durante los largos viajes por el mar. Los primeros síntomas son la aparición de úlceras en la boca, la encía sangra, los músculos se ponen rígidos y finalmente la muerte con grandes dolores. Los españoles descubrieron que se podía prevenir ingiriendo verduras y frutas frescas, especialmente limones." "Eso explica por qué cargamos tantos limones y cebollas en las Islas Azores." Bernard sonrió y continuó sus explicaciones al chiquillo. "Sin embargo, alguien observó que los esquimales pasaban largos periodos en el Polo Norte sin probar verduras o frutas y no les afectaba la enfermedad. Después de alguna investigaciones, se averiguó que estas personas se comían crudo el hígado de las focas que cazaban." El chico abrió los ojos incrédulo. "Creo que todavía tenemos muchas cosas que aprender de la Madre Naturaleza. Gracias, papá por la explicación." Algunos días más tarde, Bernard podía andar con cuidado utilizando la muleta. Jeremy se fabricó un arpón y empezó a usarlo intentando atravesar algunos pescados grandes, las primeras veces fallaba, pero el muchacho era paciente y persistió. Pronto aprendió como hacerlo y comieron pescado fresco cada vez que lo deseaban, incluso comenzó a bucear en las rocas coralinas y arponeaba allí. Cogió tal práctica haciéndolo que el niño parecía más un pez que un chico con piel tostada por el sol. El padre lo miraba orgulloso. Uno de aquellos días buceó más profundo y con alguna dificultad, extrajo una ostra que mostró a su padre; las había visto una vez en el mercado, pero eran más pequeñas, la gente se las comían crudas. Se la llevó al padre. "Papá, ¿Cómo se llama esto?" "Es una ostra, y de excelente tamaño. Ábrela con el cuchillo y cómete la carne que tiene dentro. La mayoría de la gente cree que la carne de la ostra tiene propiedades afrodisíacas. "¿Afrodisíaca, que significa eso, papá?" "Que da fuerza sexual a los que la comen." El muchachito se reía. Sintió como su picha se ponía tiesa; no había hecho uso del sexo propiamente dicho desde que estuviera en el barco, ahora su pene se ponía duro muy a menudo. Esto le trajo a la memoria las noches grandiosas que pasaron juntos en su camarote, el chiquillo suspiró. Bernard observaba la erección de su hijo y se echó a reír. Si, pensó, se está convirtiendo en un maravilloso espécimen de ser humano, está perdiendo rápidamente el resto de lo que le quedaba de bebé debido a los continuos ejercicios y al buceo desnudo, está desarrollando un pecho ancho y fuertes músculos. El muchacho abrió la ostra con el cuchillo extrayendo la carne, pero cuando intentaba sacarla, vio dentro una bola pequeña y brillante. "¡Papá, mira esto!" Exclamó. El hombre puso en su mano el precioso objeto y lo tocó con reverencia. "Es una perla, aparentemente, muy buena. Con el valor de esto, una familia podría vivir confortablemente en nuestro país durante seis meses. Es un objeto precioso. Sin embargo, en este momento no tiene valor alguno para nosotros. Lo mejor que puedes hacer es guardarla. ¿Quién sabe?" Jeremy se comió la ostra y confirmó el excelente sabor de la misma. "Mañana intentaré conseguir más de estas ostras, hay muchas." Hizo una pausa. "Cerca de donde están las ostras, he visto un tiburón, no era muy grande pero tuve miedo, se fue rápido cuando me detecto a mí. ¿No son peligrosos?" "En general no atacan a otro animal vivo, excepto si perciben sangre. Supongo que los tiburones asumen que una presa herida es un objetivo fácil. Tuve mucha suerte cuando abandonamos el ballenero, el hueso de la pierna estaba roto pero sin ninguna herida abierta que expulsara sangre. La detectan desde largas distancias. De cualquier modo, por favor, ten cuidado aunque normalmente atacan durante la noche." Como muchas noches anteriores, el chico empezó acariciando el pelo del pecho de Bernard y su picha se puso muy dura, Bernard lo notó y abrazó a su hijo fuertemente. Estaba sentado en el suelo con su espalda pegada contra el tronco de una palmera, se deslizó un poco de forma que las raíces de la palmera estuvieran debajo de su cabeza para usarlas como almohada, entonces instruyó a su hijo que se sentara en su pecho a horcajadas. Jeremy obedeció con una risilla maliciosa en los labios; el sabía lo que vendría después. Aquel día el pene del chiquillo estaba muy tieso. Bernard puso sus manos alrededor de las suaves nalgas y le atrajo hacia su cara. El muchachito no estaba sorprendido porque habían jugado de muchas formas durante las noches riendo y haciéndose cosquillas, pero esta vez Bernard dijo: "Quiero enseñarte algo más sobre el sexo. Lo puedes hacer con una chica como aperitivo y antes, yo diría, del plato principal." El chiquillo desnudo rió de buenas ganas con su cristalina voz. Bernard arrastró hacia abajo el prepucio del chico y éste gimió de placer. Antes de que se diera cuenta, Bernard se metió en la boca el paquete empezando a chuparlo despacio, incrementándolo regularmente. Jeremy no podía aguantar las cálidas sensaciones y el placer que su padre le estaba proporcionando. Un cosquilleo subió por su espina, gimió y gritó alto porque sabía que nadie podía verlos ni oírlos. Cerró los ojos y en su cerebro pudo ver el maravilloso arco iris y estrellas a su alrededor. Instintivamente puso sus manos sobre la cabeza de su padre y le ayudó en la mamada. El chico inclinó hacia atrás la cabeza, la boca abierta respirando fuerte. Empezó a mover su pelvis hacia delante y atrás, pronto alcanzó el pico máximo de su arco iris. Explotó como fuegos artificiales chinos cuando alcanzó el máximo de su orgasmo, cayendo encima de la cabeza de su padre respirando fuerte. Bernard dejó el pene libre, lo beso en la frente y el cuerpo de Jeremy se movió encima de su padre hasta que quedó sentado sobre su vientre. Su pelo, ahora largo y casi rubio por la exposición al sol, estaba húmedo de sudor. Permaneció echado con la cabeza en el hombro izquierdo del padre. Bernard sentía los latidos del corazón del chico, pronto sus corazones latieron al unísono, parecían solo uno. Bernard se sintió muy feliz porque finalmente había rechazado sus prejuicios. El quería darle placer a su hijo y recibirlo de él, si el chico lo quería también. Más o menos, a los diez minutos, Jeremy reaccionó. Se levantó y besó a su padre en los labios; fue un beso largo y tierno, nada sexual, sino más bien de auténtico cariño. "Papá, ha sido maravilloso, John empezó a hacérmelo, pero lo rechacé, sin embargo, lo repetiría esta noche hasta que cayera exhausto. Joe y yo lo hicimos muchas veces el uno al otro, pero nunca alcanzamos el punto que nos sube al arco iris." El hombre se rió y restregó las suaves nalgas de su hijo. Jeremy continuó. "Papá, ¿quieres que te lo haga?" Bernard miró a su hijo a los ojos y lo abrazó con ternura. "No esta noche, Jeremy. Podría provocar dolor en mis testículos, no están todavía totalmente curados; aparentemente lo están, pero el golpe fue fuerte y son órganos muy delicados. Lo haremos cualquier otro día." "Papá, ¿Cómo debo hacerlo con una chica? Ella no tiene picha." Bernard rió y Jeremy miró a su padre confundido, continuó. "Joe me dijo que me la chuparía hasta que yo pudiera ver los fuegos artificiales, pero nunca me sentí como contigo y no vi el arco iris; probablemente no teníamos la suficiente experiencia." "Si, tienes razón. Referente a las chicas, ellas reciben el mismo placer y tienen las mismas sensaciones si tu introduces tu lengua dentro de su vagina o chupas el pequeño clítoris." El chico hizo una mueca de asco. "Eso sería asqueroso, papá, es lo que pensé cuando Joe me lo sugirió, parecía no importarle y disfrutó mucho chupándomela, estaba muy tiesa." "Quizás podrías sentirte violento o con asco si se lo hicieras a una chica a la que no amas, pero piensa que estás en la cama junto, digamos, con la chica de tus sueños, entonces se lo harías y ella te lo haría a ti al mismo tiempo. Es la más maravillosa sensación de placer que jamás he experimentado. Seguramente se volvería loca." Ambos rieron a carcajadas. "Papá, ¿lo hiciste con chicas o con mujeres?" "Oh, si, muchas veces, especialmente con mi esposa; créeme, es grandioso." El chiquillo se rió taimadamente. "Papá, con la conversación, mi picha está tiesa de nuevo." ¿Quieres repetirlo una vez más?" Bernard le preguntó sonriendo. "Me gustaría hacértelo a ti y que tú me lo hicieras a mí, pero como no puede ser, prefiero restregarme contra tu barriga." El hombre escupió en su mano y extendió la saliva sobre el pene de su hijo. Jeremy de nuevo empezó a moverse arriba y abajo restregando sus órganos sexuales contra la barriga del padre, hasta que alcanzó el punto álgido de su clímax, segundos después estaba echado sobre el adulto. Bernard situó el chico sobre su costado y lo metió entre sus brazos, ya estaba profundamente dormido. La noche era cálida, el mar estaba como un lago y la luna brillaba reflejándose en el agua como un espejo. En la base de la montaña donde estaba la cueva, había varios árboles parecidos a los álamos, tenían la corteza fina y blanca y el chico pensó que serían buenos para hacer un calendario de los días que iban transcurriendo, de manera que no se olvidaran las fechas importantes. Con el cortaplumas, hacía una hendidura por cada día, la más grandes correspondían a domingos o días especiales. Treinta días después del hundimiento del ballenero, Bernard podía caminar, incluso sin la muleta, no obstante no quería cometer un error y echar a perder el tiempo precioso de su recuperación rompiéndose de nuevo el hueso, así que tenía muchísimo cuidado. Durante todo este tiempo el chiquillo, además de obtener el alimento para los dos buceando, exploraba cada día los lugares cercanos, admirando extasiado la flora y las aves. Construyó una pequeña choza con hojas de palmera para resguardarse de la humedad de la noche, hasta que su padre pudiera andar normalmente, entonces se instalarían en la cueva. A la mañana siguiente le dijo a su hijo: "Jeremy, ve y explora la playa a ambos lados de nuestra posición, recoge todo lo que te encuentres que nos pueda ser útil, como cuerdas, redes, etc." "Muy bien, papá. ¿Cuando exploraremos la isla entera?" "Creo que puedo remar sin poner en peligro mi pierna, así que mañana lo intentaremos. Necesitamos cargar agua y frutas en el bote." Habían comido bastantes cocos, extrayéndoles la pulpa blanca con el cuchillo, así que los utilizarían como recipientes para el agua. "¡Magnífico, papá! Quiero conocer cada rincón de esta isla." Rápidamente el chico echó a correr hacia el lado izquierdo en dirección sur alrededor de la montaña hasta que se cansó, se tiró al agua y nadó durante unos cuantos minutos refrescando su joven cuerpo; reinició su exploración. Hizo casi dos millas sin encontrar nada, excepto que en este lado la playa se acababa y era reemplazada por la base de la alta montaña a la que él había subido y encontró la cueva. Solamente vio palmeras y otras plantas tropicales llenas de frutos en los árboles, en el suelo y flotando en las tranquilas aguas. Volvió, paró unos minutos cerca de su padre y reinició su carrera al otro lado dirección norte, Estaba meditando que la isla era más grande de lo que él había pensado cuando la miró desde la cueva; sin embargo comprobó que era completamente plana. Cuando había recorrido unas dos millas, encontró muchos trozos de cuerdas y algunas astillas del barco esparcidas por la playa. Cerca del tronco de una palmera, un objeto negro cuadrado llamó su atención. No quería que nadie lo sorprendiera, así que se metió en la selva y se fue acercando al objeto reptando desde el oeste. Escondido detrás de las palmeras y arbustos, lo observó, parecía un pesado baúl o cofre, igual al que su tía tenía para guardar la ropa de invierno. Después de unos pocos minutos se aproximó; realmente era un pesado baúl con letras doradas clavadas en el frontal: C. y L., estaba cerrado con un pesado candado. Con toda su fuerza lo arrastró en medio de los árboles; miró a su alrededor cuidadosamente por si acaso alguien estuviera vigilándole, pero comprobó que estaba solo. Trató de abrirlo pero no pudo, estaba muy bien cerrado, seguramente alguien lo había perdido de su equipaje, pensó. También encontró una trozo de red como los que usan en algunos países para pescar tirándolo abierto sobre el agua, especialmente en los lagos. Excitado, corrió de vuelta para informar a su padre. "Es muy pesado, papá. Casi no podía arrastrarlo." "Bien hecho, hijo, probablemente ha permanecido mucho tiempo en el agua y está empapado." "No lo creo. Parecía seco y como si alguien lo hubiera dejado allí hace mucho tiempo. Estaba bastante separado del agua." Jeremy argumentó en su modulada voz de niño. "De acuerdo, iremos después de comer y echar la siesta. Con la red y la cuerda de la bandera prepararemos una red para pescar y te enseñaré como usarla, lo observé como los pescadores lo hacían cerca de Madagascar." Después de comer y dormir un poco caminaron hasta el lugar donde estaba el objeto. Bernard enseguida lo reconoció. "Era de nuestro Capitán, las iniciales significan "Charles Lambert." Con el hacha le dio un golpe al candado y éste se abrió, la pesada tapa estaba ajustada con una junta de goma. Contenía unas cuantas cajitas que Bernard abrió con cuidado una por una. Contenían, un sextante, un catalejo, equipo personal de higiene, barras de jabón de afeitar, pastillas normales de jabón, tijeras, dos navajas de afeitar y una correa para afilarlas; cuatro pistolas con munición y cuatro recipientes de pólvora. Además había un uniforme completo de gala para ocasiones especiales; una piel curtida de borrego merino como la que Bernard usaba como manta, un sable y cuchillo nuevos engrasados, ambos con sus respectivas fundas; unos libros de poesía, cinco cuadernos sin usar y uno con algunos dibujos de una muchacha, una caja de barritas de grafito para pintar y goma de dibujo. Unas cuantas cartas metidas dentro de una pequeña caja de cedro y unas cuantas joyas. Bernard contempló el material. "No sabía que nuestro Capitán tenía tan buen gusto en poesía; sabía que era un hombre culto, nunca hablaba de sus preferencias." "¿Quién es la chica, papá? "No lo se, probablemente su hija, se que tenía una, pero yo nunca la vi. En cualquier caso lo que es muy importante para nosotros, son las pistolas, y especialmente el sextante. Esperaba que hubiera también alguna ropa." "No necesitamos ropa, somos muy felices estando desnudos. Guardaremos las nuestras por si acaso." Se rieron como chicos traviesos. "Bien, no olvidemos los cuadernos y las barritas de grafito. Ahora puedo terminar aquel dibujo de ti que empecé en el barco." El hombre sonrió y revolvió el pelo de la cabeza del chico. "¿Lo harías con mi pierna rota y desnudo?" "¿Por qué no si tuviera colores? Te dibujaría mostrando tu huevos morados." Rieron a carcajadas. "Lo dejaremos aquí cubierto con hojas de palmera, escondido y para que no se estropee más. Es muy pesado para llevárnoslo, estamos a casi dos millas del lugar en donde estamos. Con el bote lo transportaremos hasta el punto más cercano a la cueva. Me llevaré el sextante y tú llevarás dos pistolas y munición, nunca se sabe…" Capítulo 5 Lo prepararon todo y a la mañana siguiente empezaron a remar alrededor de la isla dentro del anillo rocoso que la rodeaba. Observaron la alta montaña que era un gigantesco tronco de cono que llegaba hasta el mar. También vieron multitud de pájaros que anidaban en la parte sur de la montaña que era casi vertical. Basado en las lecciones de su padre, Jeremy comentó: "Parece un viejo volcán apagado, sin embargo es extraño que tenga la parte más alta plana." "Esa será nuestra próxima aventura una vez que estemos instalados en la gruta; desde aquí solamente tenemos una vista parcial. Estamos ahora al final del verano austral, pronto comenzará la estación de las lluvias. La tormenta de hace cuatro semanas es la primera señal." "Eso significa que tenemos que darnos prisa y cambiarnos a la cueva." "No. Si no estoy equivocado, tendremos alguna lluvia de vez en cuando, pero cuando empiece lloverá casi todos los días." "¿Cómo en nuestro país?" "Incluso mucho más que eso." Continuaron remando alcanzando el punto más lejano del sur. Pasaron alrededor de este lugar y comenzaron a remar dirección norte. Después de algún tiempo, descubrieron una bahía muy escondida que se metía en la isla; era como un gigantesco anzuelo de agua con una bahía redondeada protegida por palmeras y otros grandes árboles por todos lados, excepto por un pasaje o canal que accedía al mar abierto y al anillo rocoso. Bernard comentó: "Un lugar perfecto para esconder dos o tres barcos de tamaño medio, nadie podría verlos, incluso navegando cerca de la barrera de coral." "Entremos, papá." "Si. Pasaremos aquí la noche." Remaron dentro de la bahía y pudieron apreciar que era muy profunda. Igualmente vieron que un pequeño arroyo proveniente de la montaña del sur, vertía sus cristalinas aguas en ella. Ataron el bote y Jeremy se fue alrededor explorando la playa. Encontró trozos pequeños de cuerdas y algunos huesos de animales, se los llevó a su padre. "Parece que algunas personas visitan esta isla de vez en cuando y no quieren que los detecten, no pueden ser otros que piratas…" "Quizás es un barco que viene a reparar daños o para abastecerse de agua y fruta fresca. Aquí hay de todo lo que se necesita para eso." "Puede ser, hijo, pero no lo creo. Debemos estar alerta por si acaso." Comieron frutas y prepararon lecho, pocos después estaban dormidos; el remar y las emociones habían cansado sus cuerpos. Al día siguiente examinarían el lugar cuidadosamente tomando nota de los posibles accesos. "Me gustaría hacer un dibujo de esta playa, es preciosa…" Entonces el chico reparó en los grandes árboles que rodeaban la bahía, y pensó que cualquiera podría espiar a quién estuviera allí desde los altos árboles sin ser descubierto. "Papá, deja que me suba a uno de esos árboles, quiero averiguar qué se puede ver desde allí arriba." "Tendrás tiempo más que suficiente para hacerlo, ahora debemos continuar nuestro viaje." Empezaron a remar de nuevo. Al mediodía pararon para comer y descansar, después de una pequeña siesta continuaron explorando. Aquella noche durmieron en el punto más avanzado del norte, pudieron comprobar que la isla era prácticamente plana y poblada de espesa vegetación; sin embargo, igual que en las otras partes, solo pudieron ver pájaros. El día siguiente fácilmente llegaron al punto de partida. Bernard dijo: "Tan pronto como yo esté totalmente restablecido, exploraremos el interior, ahora sabemos que no hay nadie aquí, excepto nosotros, así que podemos hacer fuego, si quieres." "Quiero comer pescado asado, papá, espera un minuto y verás." Diciendo esto el chico saltó al agua en las rocas coralinas como si fuera un delfín y desapareció en ellas. Jeremy se había convertido en un excelente buceador, después de unos pocos minutos salió con un gran pescado ensartado en su arpón, con sus ya expertas manos, el muchacho lo limpió. Bernard había preparado la leña, pronto el pescado yacía encima de las ascuas asándose. Lo comieron con cuchillos y tenedores que Bernard había confeccionado con madera muy dura. Como de costumbre, se tumbaron juntos; el chico se acomodó entre los brazos de su padre, y con sus necesidades satisfechas, el chico argumentó. "Papá, me encanta este lugar, permanecería aquí durante el resto de mi vida si tú estuvieras conmigo." Bernard miró a su hijo, lo pegó a su pecho y empezó a acariciarle la suave y fina espalda. Eso despertó en el chiquillo sus necesidades sexuales y empujó a Bernard para que yaciera sobre sus espaldas. Sus bocas se pegaron y esta vez el muchacho abrió los dientes de su padre y sus lenguas se encontraron. Empezó un largo beso apasionado; los dos estaban empalmados. Bernard rompió el beso. "Deseo enseñarte algo más de sexo. Recuerda, siempre que estés con una muchacha no debes tener prisa, sino todo lo contrario, debes ir despacio y ser muy tierno con ella. Además de tu pene, tienes otros puntos sensibles en algunas partes de tu cuerpo. Ponte sobre tus espaldas, por favor." Jeremy obedeció con una risilla picarona en su cara. Notó que la picha de su padre estaba dura por primera vez desde el accidente. El color morado de sus testículos había desaparecido y el marrón había vuelto. Se echó de espaldas en la suave arena; su pene estaba duro como la piedra y moviéndose con cada pulsación del corazón. Bernard empezó a lamer y chupar los globos de las orejas, Jeremy chilló con la sensación de cosquillas y placer que estaba recibiendo. Bernard continuó besando las mejillas y labios ligeramente; con la punta de la lengua el hombre continuó lamiendo y mordiendo suavemente las pequeñas tetillas que estaban duras. Jeremy gritó de gusto. "Papá, eso me gusta mucho… por favor, no pares." Gimió el chiquillo. Respiraba erráticamente, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras que sus manos se posaban en la cabeza del hombre. Bernard lamió el obligo del chico y luego la bolsa que contenía los pequeños testículos. Jeremy temblaba de placer al escalar la cima de su particular arco iris; el padre lo sabía, así que sin demora se metió en la boca la picha dura de su hijo y empezó a chuparla con ganas, pero tiernamente. No necesitó hacer mucho más; Jeremy levanto la pelvis y empujó la cabeza de su padre hacía su entrepierna. El hombre notó los espasmos del cuerpo de su hijo al tiempo que un gemido salió de la garganta del muchacho. Bernard continuó chupando un poco más, dejando el pequeño pene cuando notó que empezaba a ponerse flácido, después de varios orgasmos. Cuando Jeremy recobró la respiración y abrió los ojos, una preciosa sonrisa apareció en su cara de ángel, arrastró a su padre hacia él. "Te quiero muchísimo, papá." Eso fue suficiente. Bernard yació cerca de su querido hijo, lo acunó entre sus brazos y disfrutaron de la cálida noche cerca del fuego. Aquella noche, Jeremy soñó con la niña pelirroja de nuevo, pero esta vez en su isla. La siguiente mañana, después de desayunar y un buen chapuzón, empezaron a andar con alguna dificultad hacia la cueva, despacio y sin usar la muleta. Después de casi una hora llegaron a la caverna. Pudieron comprobar cómo la mayor parte del chorro del agua nacía a unos pocos metros antes de llegar a la gruta y otra pequeña parte continuaba hasta dentro de la cueva. Bernard preparó una antorcha y la exploraron totalmente; de hecho la cueva terminaba alrededor de veinte yardas más allá de donde Jeremy había llegado. El agua salía de la pared derecha vertiendo en el suelo rocoso, formando un pequeño charco antes de continuar fuera de la entrada de la gruta. "¡Jeremy, esto es fantástico!" El chiquillo sonrió por el reconocimiento. "Además de seguridad, nos quitará un gran trabajo. Podríamos haber construido una cabaña, pero jamás habría sido tan buena como esta cueva. Desde aquí, con el catalejo, podremos averiguar que clase de visitantes tenemos, si llega el caso. Mañana empezaremos a traernos las pocas cosas que tenemos, debemos también almacenar leña seca para hacer fuego debajo de la visera, o dentro, si la noche es fría, aunque no lo creo. Quizás tengamos noches húmedas pero no frías. No tenemos ropas, pero tenemos que protegernos. Ignoro como será el tiempo aquí durante la estación de las lluvias. Ahora vámonos, quiero usar el sextante al ponerse el sol para averiguar nuestra posición." Cuando caminaban hacia abajo, pensando en la intimidad que la cueva les proporcionaría, Jeremy se empalmó y su padre lo notó. "Papá, la pasada noche fue maravillosa. ¿Crees que una chica aceptaría todo lo que tú me hiciste?" Bernard sonrió con pillería. "Incluso más, hijo." Instintivamente, Jeremy se restregó la picha que estaba inflamada. "Deseaba mucho hacértelo a ti, papá; pero fue tan intenso y estábamos tan cansados…" "No importa, hijo, tendremos largas noches para hacer lo que tú quieras." El chico suspiró. Dos días más tarde, Bernard se quitó las estaquillas que tenía alrededor de la pierna. Antes de ese día, además de la exploración, de vez en cuando se tiraba al agua y nadaba para fortalecer la otra pierna. Con cuidado empezó a andar con la ayuda de la muleta. Esos primeros días eran esenciales para su total recuperación; los músculos tenían que recuperar su fuerza y el mejor ejercicio era la natación, así que dejó la muleta en la playa y se lanzó al agua seguido de Jeremy. Los cuerpos desnudos bucearon, extrajeron ostras, y disfrutaron porque estaban vivos. Después de una semana, Bernard se sintió como si nada hubiera ocurrido. Observando el número de perlas que habían acumulado, argumentó: "Podemos tener problemas al transportar este tesoro sin que nadie lo note si algún día volvemos a la civilización. De cualquier manera, tenemos una fortuna que es nuestra." "Podríamos esconder parte de ella en la cueva, si es necesario y volver más tarde con nuestro propio barco a recogerlas." "Es una excelente idea, sin embargo, estos mares están infectados de piratas, especialmente las costas; necesitaríamos un barco de guerra para eso." "No necesitamos preocuparnos por eso ahora, papá. No sabemos cuando volveremos a la civilización, si es que volvemos." Ordenaron la cueva y se trajeron sus pertenencias. Jeremy cortó varios puñados de salvia que abundaba por allí y construyó un lecho blando y oloroso. Cerraron la entrada con largas estacas que cortaron con el hacha, dejando solamente un pequeño espacio como puerta. A Jeremy le encantaba la pulpa blanca del coco, era un experto cortándolos, así podían usarlos más tarde como recipientes. "Mañana subiremos a todo lo alto de la montaña, necesito ejercitar los músculos de la pierna. Ahora, Jeremy, por favor, coge uno de los cuadernos y algo para escribir, aprovecharé la oportunidad para usar el sextante." Cogieron la herramienta y miraron al sol que ya estaba bajando por el oeste. Bernard ajusto el instrumento y comenzó a transmitir datos al muchacho. Cuando terminó lo devolvió a su caja y comenzó a estudiar los números. "Jeremy, si no estoy equivocado, estamos muy lejos de cualquier ruta marítima, ignoro como el "Seagull" pudo recorrer tan larga distancia durante una noche; quizás fue empujado por alguna fuerte corriente marítima desconocida, más los vientos que también ayudaron." "Papá, ¿podríamos nosotros poner el bote sobre esa corriente y alcanzar alguna ruta marítima?" "Sería muy difícil, casi imposible. Primero, tendríamos que averiguar donde está la corriente y como se configura; segundo la distancia; y tercero adonde iríamos a parar. Eso nos llevaría años averiguarlo; sin embargo, observaremos cualquier objeto que encontremos en la playa que nos pueda ayudar y nos de información." El chico abrazó a su padre suavemente, él no se sentía desengañado, estaban solos pero tenían todo lo que necesitaban. Honestamente el muchachito expresó lo que sentía en aquellos instantes. "No te preocupes, papá. Me gusta esta isla y tenemos todo lo que nos hace falta, excepto ropa. Si seguimos juntos a mi no me importará crecer aquí junto a ti." Se abrazaron muy fuerte para superar aquel momento triste. A la mañana siguiente subieron hasta lo alto del cono; les llevó más tiempo del que pensaban, pero la vista y la sorpresa valieron la pena. La cima estaba formada por un enorme cráter, probablemente de más de una milla de diámetro y estaba lleno de agua; un lago en el pico de una montaña. Aquello explicaba los arroyos en la pequeña isla. El gigantesco depósito almacenaba agua durante la estación lluviosa que después dejaba salir en pequeñas cantidades a través de las grietas existentes en el suelo basáltico durante los días secos. Sus almas saludaron y agradecieron a la Madre Naturaleza por este milagro. "¡Realmente es un milagro, Jeremy! ¡Nunca imaginé que tal depósito pudiera existir en una isla tan pequeña como esta!" "Si, papá. Es maravilloso." Descendieron mucho más rápido que cuando subieron. -------------------- Desde aquella Navidad de 1788, Joe y Linda se habían encontrado varias veces, no muchas, porque la disciplina del colegio era muy estricta, pero siempre cruzaban sus miradas y hablaban un poco. Cuando él cantaba, lo primero que hacía era buscar con los ojos a su nueva amiga en los bancos cercanos al coro, entonces sus jóvenes corazones latían a un ritmo acelerado. Linda no se había decidido a hablar a su hermano para pedirle ayuda, lo haría si era necesario. El domingo 8 de Febrero de 1789, mientras en Francia la Revolución guillotinaba a muchas personas, los chicos vivían sus propios problemas, el de Linda era como entregarle su tarjeta del día de San Valentín, no quería pedirle ese favor a nadie porque podría chivarse, así que se arrodilló frente a San Patricio y mentalmente le rogó su ayuda, al parecer se la concedió. Joe tardó en llegar, prácticamente cuando ella se levantaba de su reclinatorio. Discretamente sacó un diminuto sobre color rosa de su pequeño bolso de seda. Se acercó a él y lo puso encima de su reclinatorio. Joe, rápido como una comadreja lo cogió y se lo metió en el bolsillo, enrojeció y la niña musitó: "¡Feliz día de San Valentín! Nunca te olvidaré." Salió de la capilla al tiempo que Joe murmuraba: "Ni yo tanpoco." Cuando pudo y después del servicio en la catedral, se metió en los servicios para chicos y abrió el sobre. Había una pequeña tarjeta blanca, Linda había dibujado un corazoncito, debajo había escrito la misma frase que le había dicho personalmente. A Joe se le nublaron los ojos, pero nada podía hacer para remediarlo. Con todo su dolor, rompió la tarjeta y el sobre en pequeños trocitos y los arrojó por el agujero que les servía para hacer sus necesidades físicas. Se sentó en su cama y meditó al tiempo que su pene se ponía duro como una roca. El lunes mientras ordenaba algunos cuadernos, oyó de pasada a dos chicos que comentaban las noticias locales. "Mi padre está últimamente muy apesadumbrado. ¡Con lo tacaño que es!" El otro le preguntó: "¿Y qué tiene eso que ver para estar preocupado?" "Bueno, es accionista de una de las mejores navieras de Southampton, y su mejor barco ballenero no ha vuelto de la campaña en el Antártico, todos los demás ya están amarrados en el puerto…" Se retiraron; eran de otros cursos, de lo contrario, les habría preguntado. Aquella noche Joe tuvo unos sueños muy raros mezclando a Jeremy y Linda. La chiquilla le decía: "Tengo que contar todas tus pecas y te daré un beso por cada una de ellas." -------------------- La cueva les dio un confortable refugio para dormir y vivir. De vez en cuando aparecía la lluvia que caía a cántaros, refrescando el ambiente. Disfrutaban del contacto diario y de estar juntos, nadando y explorando la isla, volviendo por la tarde a la cueva, se acostaban como siempre al anochecer, el chiquillo se acunaba entre los brazos de su padre durante la obscuridad. Con la ayuda de su padre, mejoró el calendario del árbol y otro en una hoja de un cuaderno, cada tarde antes de irse a dormir señalaba el día, ya lo había hecho en el álamo. Algunas semanas más tarde, el chico llegó gritando. "Papá, hay una pequeña ballena en la playa, parece que ha perdido a su familia y ahora está casi muerta, lo más probable es que entrara pasando el cerco de rocas durante la marea alta y después no supiera como salir." Corrieron a la playa y Bernard pudo comprobar que el animal estaba expirando. "Ha corrido alrededor de la playa, la bajamar hizo el resto, la falta de humedad en su piel finalmente ha matado este hermoso animal." Ellos no pudieron ayudarle, así que cuando murió empezaron a descuartizarla como habían hecho en el barco. La lata de pintura que habían encontrado en el bote la pusieron al fuego durante un tiempo hasta que se quemó todo el contenido, ahora estaba completamente limpia, de manera que la utilizaron para derretir la grasa del animal. Jeremy trajo todos los cocos vacíos que tenia para almacenar todo lo que obtuvieran; con eso conseguirían suficiente aceite para alimentar la lámpara que su padre había fabricado con una pequeña lata que habían encontrado en la bahía, así iluminarían la cueva. De ahora en adelante no tendrían necesidad de usar antorchas y podrían leer y escribir durante las horas de oscuridad. Ahumaron parte de la carne y la guardaron en la parte profunda de la gruta que era muy seca. Tan pronto como ellos abandonaron el cadáver de la ballena, una bandada de grandes pájaros blancos y negros se encargó de lo que quedaba, tenían alimento para varios días. Aquel día, después del duro trabajo, con las manos entrelazadas, felices y contentos caminaron hacia la cueva. Por primera vez tenían una lámpara, y así podrían irse a dormir más tarde. Jeremy había observado que durante los últimos meses su picha había incrementado su tamaño, ahora era más larga y gruesa, se empalmaba con mucha facilidad, así que tenía que meneársela arriba y abajo casi todos los días hasta que aquel maravilloso placer se manifestaba. Otro cambio era que ahora salía el líquido que evitaba que se pusiera roja y le doliera cuando se masturbaba, especialmente si lo hacía más lentamente. También la bolsa que contenía sus testículos no estaba pegada a la base del pene sino que colgaba un poco, excepto cuando hacía algo de frío o se hacía una paja. Se estaba acercando a sus doce años y había crecido mucho. Sin embargo odiaba la voz de niño que tenía como si estuviera todavía en el coro. Tenía anchos hombros, piernas fuertes, pectorales duros que denotaban los ejercicios diarios, y una maravillosa piel tostada por el sol. Su padre le mantenía el pelo corto y esto incluso incrementaba la belleza del chico. A pesar de que era muy alto para su edad, no tenía ni la más mínima señal de pubertad. Su piel era suave, no tenía ninguna mancha o lunar, ni pelo, excepto en la cabeza. Bernard adoraba a su hijo y el muchacho le pagaba con la misma moneda. Cada día el padre continuaba enseñándole de todo, especialmente medicina y plantas. No necesitaban jabón para lavarse ni medicina para curarse heridas, para eso había en la isla multitud de plantas que Bernard, como botánico, conocía muy bien. Intentó ponerse sus pantalones pero fue imposible, le estaban muy estrechos, su padre rió cuando lo intentó. Las botas hacía tiempo que las había abandonado después de cortarle las punteras, con objeto de que los dedos de los pies salieran, así que prefirió permanecer descalzo. "No puedo ponerme nada, ¿Tanto he crecido, papá?" Bernard sonrió. "Si. Te estás convirtiendo en un hombrecito muy guapo, mírate la picha, ahora debe tener por lo menos cinco pulgadas de larga y mucho más gruesa." Jeremy miró su entrepierna y el pene que estaba erecto. "Papá, ¿puedo compararla con la tuya?" "Por supuesto que puedes." Pusieron juntos sus respectivos penes y los compararon. Jeremy miro a los ojos de su padre, atrajo su cabeza hacia sí y lo besó con pasión en los labios, por lo menos durante un minuto sus lenguas se mezclaron disfrutando de su cariño. "Por favor, papa. Estoy muy excitado durante todo el día." "Como siempre." Contestó el padre. El chico sonrió. "Papá, esta vez quiero chupártela al mismo tiempo que tú me la chupas a mí." Bernard rió entre dientes e indicó a su hijo ponerse encima de él en posición de 69. Los dos estaban deseando darse placer mutuamente. Jeremy se la meneaba todos los días cuando estaba solo, no quería pedírselo a su padre porque él estaba empalmado la mayor parte del día. Durante la noche cuando se acunaba en sus brazos, se sentía tan confortable y tan feliz, que la mayoría de las noches se olvidaba del sexo, pero aquella noche era especial. Jeremy no dudó ni un segundo. Tan pronto como estuvo encima de él, se metió en la boca el largo pene y chupó el capullo hasta que lo sintió cerca de su garganta y no podía llegar más lejos. Sintió como su padre lamía y chupaba su picha igual que él estaba haciendo. Algunos minutos más tarde, sintió en sus ingles cómo aquella maravillosa sensación estaba subiendo. Sabía que su padre echaría un chorro de semen que él intentaría retenerlo en su boca y escupirlo después, al chiquillo no le gustaba el sabor. Pronto sintieron como sus orgasmos se aproximaban, Jeremy empujó su picha dentro de la boca de su padre que estaba chupándola sin parar; él hizo lo mismo al tiempo que su padre elevaba su pelvis. Unos momentos después, y al mismo tiempo, los dos gimieron con la respiración acelerada, y un espasmo siguió en sus cuerpos. El muchacho estaba sorprendido. Había notado como su padre alcanzaba el punto maravilloso cómo él su arco iris, pero nada había salido del grueso pene como ocurrió en el barco, excepto el agradable sabor a sangre de su lubricante. ¿Es que él no había chupado bien? Pero había experimentado el placer… El chico pensó. Cuando se recuperaron, Jeremy se volvió a su posición original en frente de su padre. Bernard le sonrió al tiempo que acariciaba suavemente la cara del chiquillo. Le encantaba hacer esto, y el chico disfrutaba tanto como el adulto. "Me habías dicho que no te gustaba el sabor del semen…" Jeremy miró sorprendido a su padre, casi adivinó lo que había ocurrido, y no quería mentir a la persona que más amaba en el mundo. "Tienes razón, papá… pero… esta vez no ha salido nada de tu pene." Bernard se sintió un poco apesadumbrado pero no sorprendido; era un experimentado físico e inmediatamente supo que su hijo tenía razón. Acarició con ternura las suaves mejillas de Jeremy. "No es extraño, hijo. He visto este tipo de accidente anteriormente." "¿Qué quieres decir con accidente, papá?" "Nunca tendré la oportunidad de engendrar hijos de nuevo, Jeremy, incluso si lo quisiera. Casi seguro, el accidente cortó las vasos que llevan el semen, por tanto soy estéril. No me importa, porque había planeado no tener más hijos o hijas adicionales. Tú eres todo lo que quería tener." "Pero tú lo has disfrutado, ¿no, papá? Lo hice correctamente, ¿no?" Jeremy preguntó serio y preocupado. "Si, lo hiciste muy bien y he disfrutado muchísimo, hasta tal punto que pensé que me había corrido, pero no ha sido así. Desde ahora en adelante, puedo follar con cualquier mujer sin tener que preocuparme de que se pueda quedar preñada, este es el lado positivo de este asunto, además, me recuperaré rápidamente como si fuera un chico." Se echó a reír, tiró de su hijo hacía sí y empezaron de nuevo una sesión de sexo con pasión. Jeremy restregó su nabo de casi cinco pulgadas contra el abdomen de su padre, al mismo tiempo rodeó el pene de su padre con la mano izquierda y comenzó a menearlo arriba y abajo al mismo ritmo, hasta que recibieron el maravilloso placer, llenando su esperada felicidad. Habían establecido una rutina diaria. La mañana era dedicada a pescar, recoger huevos de las aves, frutas, etc. En suma, recolectar y almacenar comida para alimentarse durante los días de tormenta y lluvia. A mediodía, después de la comida, era la hora de la siesta a la sombra de los árboles o en la cueva, dependiendo del tiempo. Estos momentos eran de intimidad porque siempre los llevaba a caricias mutuas como expresión de su mutuo cariño después de despertarse; nunca con juegos sexuales. El resto de la jornada con luz del día era dedicada al estudio y clases. Bernard mostraba a su hijo cada planta que encontraban en la isla y que él conocía, sus beneficios o problemas. Muy a menudo, Jeremy hacía dibujos y tomaba nota de las plantas y sus colores, especialmente de aquellas que les eran desconocidas; el chiquillo las mantenía bien guardadas como el más valioso tesoro. Después de la puesta del sol y la cena, yacían en la confortable cueva acurrucados entre los brazos. Estos eran los mejores momentos del día para ambos cuando charlaban sobre el pasado y el futuro juntos. Algunas veces tenía lugar los mejores e íntimos contactos sexuales, besándose y chupándose en la oscuridad o bajo la luz de la lámpara de aceite. Eran felices juntos y raramente Jeremy pensó en tener una vida diferente. Sin embargo, Bernard deseaba otra vida para su hijo en una sociedad donde pudieran curar las enfermedades de otras personas. Hacía justo seis meses desde que el barco se hundió. Jeremy había crecido en todos los sentidos; no obstante el chico todavía era un niño; su modulada voz era clara de acuerdo con su edad, la piel suave y lo mejor, su maravillosa sonrisa. Bernard le había cortado el pelo un poco más largo hasta las sienes, parecía un precioso Apolo. Cualquier persona habría estado muy orgullosa de ser su padre, y él lo estaba. -------------------- Sin embargo, a más de diez mil millas de este paraíso, las cosas eran completamente diferentes. La Revolución Francesa continuaba con sus masacres de gente inocente. En Inglaterra, Sir Charles Northfield, el padre de Bernard, había recibido malas noticias. La Autoridad Judicial de su condado le había notificado la adopción llevada a cabo por su hijo; la noticia había venido desde Australia. Su esposa y él acordaron no hacer ningún comentario sobre este asunto hasta que su hijo volviera, había sido decisión suya y sabían que su hijo era una persona inteligente y responsable. Seguro que tendría poderosas razones para haber tomado este paso, en cualquier caso, ellos jamás desaprobarían lo que su hijo había hecho. A sus mentes vino el terrible desengaño y tristeza que Bernard había sufrido con la muerte de su hijo y esposa. Todos los barcos habían retornado hacía ya más de tres meses, excepto el “Seagull". Hacía solo una semana que había recibido a su íntimo amigo en el Almirantazgo, Sir James Walter que le había notificado oficialmente el hundimiento del ballenero, aparentemente no había más que un superviviente, un chico de catorce años de nombre John Smith que trabajaba como grumete. Milagrosamente había sido rescatado casi muerto por otro ballenero que volvía a puerto, el muchacho sufría de amnesia temporal y no podía recordar nada, incluso su nombre. Esto se había mantenido secreto, aunque el Almirantazgo sospechaba que el chico pertenecía a la tripulación del “Seagull". Después de tres mese en un hospital de la Marina Real, empezó a recuperar la memoria perdida, el adolescente confirmó lo que ellos ya habían supuesto. Una vez que ellos habían finalizado con el chico, el Almirantazgo entregó una breve nota a la prensa y una carta de condolencia a las familias que habían tenido uno de los suyos en la tripulación del barco ballenero, comunicándoles el triste accidente. Esta noticia causó una conmoción, especialmente en el sur de Inglaterra donde todos los miembros de la tripulación habían vivido con sus familias. El arzobispo de Southampton ordenó celebrar servicios especiales y oraciones en todas las iglesias e instituciones religiosas de su área. El seminario en el que Joe estudiaba estaba directamente afectado, ya que dos chicos tenían sus padres enrolados en el barco que había desaparecido. Esto fue un terrible golpe para el muchacho pelirrojo. Estaba arrodillado en un rincón escondido de la capilla llorando amargamente en silencio. El servicio terminó y el edificio se vació, sin embargo, él permaneció allí con un remolino de pensamientos sobre su mejor amigo, el único amigo verdadero que había tenido, la única persona a la que había amado y que le había comprendido. La familia de Joe lo había vendido a la Iglesia para poder pagarse el pasaje a la antigua colonia donde ahora vivían, habían adquirido una gran extensión de terreno como granja, no lejos de Nueva York. De acuerdo con el contrato, él tenía que permanecer con la Iglesia como mínimo hasta que tuviera dieciocho años y se convirtiera en sacerdote. Ahora el descendiente irlandés rebobinaba sus pensamientos sobre los últimos días cuando Jeremy y él estaban juntos. Él también quería y soñaba irse con él en aquel barco y vivir juntos las aventuras en altamar. Podía recordar como Jeremy le había prometido que hablaría con el capitán para que él pudiera enrolarse también como grumete… y ahora su mejor amigo estaba muerto. Ya jamás podrían jugar y hacer planes de nuevo. Con estos pensamientos en su joven memoria, continuó llorando al tiempo que los espasmos estremecían todo su ser. Estaba terriblemente solo y olvidado por todos. De pronto sintió una mano en su hombro y unas suaves palabras cerca de él. "Por favor, Joe, no llores o empezaré yo también a llorar." Joe volvió la cabeza hacía el chico que estaba en pie cerca de él. "Por favor, Tim, déjame solo con mi dolor." El guapo chico rubio se arrodilló a su lado y puso su brazo izquierdo alrededor de los hombros de Joe. "Quiero compartir tu dolor, Joe; por favor, permíteme estar aquí contigo. No solo yo, hay alguien más que le gustaría consolarte aunque no se lo permitan. Se que has perdido a tu mejor amigo…" Joe paró de llorar, se limpió las húmedas mejillas y miró al chico rubio de nuevo. Adivinó a quién podía referirse, aunque no estaba seguro, suspiró. Pero ¿quién era Tim? Era el único miembro masculino, excepto su padre, de una de las más ricas familias en del sur de Inglaterra. Algunas veces, las almas con problemas similares se juntan para consolarse mutuamente. Tim era un chico brillante, pero no tenía la maravillosa voz de Joe a pesar de los esfuerzos de sus profesores, simplemente la naturaleza no le había regalado esa preciosa cualidad, pero tenía otras, como inteligencia y belleza. El seminario era parte de un colegio para chicos ricos internos administrado por la Iglesia donde los curas educaban a muchachos procedentes de familias ricas de la aristocracia y alta burguesía. Los seminaristas, en general, procedían de familias de clase baja y obreras. Tenían instalaciones separadas y raramente se mezclaban unos con otros, excepto en las clases. Con Tim esto era una rara excepción y el chico sufría el acoso de sus iguales, incluso de sus propios primos, porque a é le gustaba Joe y buscaba su compañía. Al principio, el irlandés rechazó la idea de ser amigos, pero Tim insistió, porque además sabía lo que su hermanita pequeña sentía por aquel niño pecoso, como ella lo llamaba, de alguna manera llenó la soledad producida por la muerte de su amigo grumete. No obstante, lo que más influyó para aceptar al rico chico como su mejor amigo en el colegio, fue el parecido que el rubio tenía con Jeremy; los mismos grandes ojos azules, la constitución del cuerpo, inteligencia y la misma risa franca que siempre le cautivaba; solamente el pelo era diferente. Se habían conocido en la catedral donde Tim acudía cada domingo al servicio religioso con su familia. Él y su hermanita se transportaban a otro reino cuando Joe cantaba haciendo solo en el coro, cada uno por diferentes razones. Para sorpresa de sus padres, desde el día que oyeron por primera vez cantar a Joe, nunca se perdieron un servicio, su padre no acertaba comprender por qué su hijo había cambiado su modo de pensar, ya que había dejado claro que él odiaba cualquier forma de religión, no obstante, su padre respetaba su modo de pensar. Gracias, Tim, por confortarme, ya se que lo haces de corazón, pero me siento solo y olvidado incluso por mi propia familia, Dios y sus santos…" Joe quería abrir su corazón a su nuevo amigo, pero se paró. La hermosa imagen de Jeremy vino a su memoria cuando se despidieron en la carretera de Ripon, se besaron en los labios por primera vez, y él le dijo: "Yo también de quiero." Joe suspiró e instintivamente apretó la mano de Tim; esa fue la mejor recompensa que jamás había recibido el chico rubio. "No estás solo, Joe. Me tienes a mí… y a alguien más, estamos listos para ayudarte de cualquier forma que podamos. Por favor, ilumina esos bellos ojos y sonríe, de manera que pueda ver los graciosos hoyuelos de tu cara. Miró a su amigo y le preguntó: "¿Por qué quieres ser mi amigo? Se que tus colegas te acosan porque eres mi amigo." El otro chico suspiró. "Hace algunas semanas alguien me llevó a la catedral, entonces mis oídos captaron el más maravilloso solo que jamás he escuchado. Se me puso la piel como de gallina; te envidié y deseaba conocerte y ser tu amigo, cuando llegué al lugar del coro tú te habías marchado. Un sacerdote nos dijo que el coro pertenecía al seminario de este colegio. Me sorprendí maravillado cuando oí la misma voz en la iglesia principal del colegio, entonces me prometí que intentaría ser tu amigo. ¡Había deseado tanto tener una voz como esa…! Tienes toda mi admiración, Joe." Esta explicación hizo que sus pensamientos volvieran hacia Jeremy, y suspiró de nuevo. Sintió como un cosquilleo en su espina dorsal al tiempo que murmuraba como en una oración. "Me hubiera gustado que nos vieras y oyeras a Jeremy y a mí, cantando en la catedral de Winchester durante el "te-deum" una semana después de declarar la peste extinguida. El había perdido toda su familia, excepto una tía anciana. Nos vistieron con bonitas túnicas blancas que nos llegaban hasta los pies, Jeremy parecía un ángel de verdad que había bajado desde el Cielo. Me cogió la mano y la apretó para darme fuerza cuando empezamos a cantar, las lágrimas rodaron por sus maravillosas mejillas…" Tim apretó los hombros de su nuevo amigo y guardó silencio. Comprendió lo que pasaba por su mente. Joe apoyó su cobriza cabeza sobre el banco siguiente, Tim pudo observar los espasmos de su amigo mientras lloraba quedamente. Lo que Tim no había mencionado a Joe era lo interesados que estaban todos en él, especialmente su hermanita pequeña, tenía una hermana mayor de 15 años, Sheila; una chica muy bonita, como su madre decía, estaba prometida y se casaría el próximo año, esperando ese evento con ansiedad. Al contrario de su casi gemela hermanita, Linda. Tim rebobinó en su mente la conversación que la familia había tenido hacía tres meses. Su padre le decía: "… Sabes muy bien, que en el futuro, tú llevarás los negocios de la familia ya que eres el único miembro masculino después de mi." "Padre, te he dicho varias veces que no quiero ser hombre de negocios, no tendré éxito en esa tarea, yo no estoy dotado como tú lo estás. Quiero estudiar leyes, dedicarme a la política, y ser un miembro del parlamento por el partido liberal." El padre lo miró con dureza. "Te enseñaré todo lo que necesites saber sobre comercio, estoy seguro que tendrás éxito…" Entonces, Linda que observaba su casi hermano gemelo, intervino. "Papá, ¿Por qué quieres forzar a Tim a eso? Yo haría ese trabajo perfectamente; me gusta el comercio y hacer negocios…" Sus padres la miraron sin sorprenderse, sabían que la inteligente chiquilla era más que capaz para eso, especialmente su padre. Su madre entonces señaló: "Sabes muy bien que no puedes trabajar en los negocios, eso es tarea reservada a los hombres; tú te casarás, como Sheila hará en unos meses." La niña visiblemente irritada contestó a su madre. "¿Por qué no? Papá ha hablado muchas veces de una mujer, señorita Marten, que dirige una importante naviera con mucho éxito, a pesar de ser una mujer. ¿Por qué no, yo?" La madre roja de ira contestó a su testaruda hija. "La señorita Marten no es una mujer, es…" El padre interrumpió a su esposa con autoridad levantando la mano. Imponiendo paz dijo: "Este no es ni el lugar ni el momento de hablar de la señorita Marten." Mirando a su hija, continuó. A su debido tiempo te explicaremos este asunto, todavía eres muy joven para ello. En cualquier caso, Linda, si tu deseas ser una mujer de negocios, tiene que ser en otro país, por ejemplo en Nueva York, no aquí." La chica miró intensamente a su familia y argumentó. "¡Pues si es necesario, me iré a Nueva York! Lo tengo decidido." En su corazón, el padre se sintió muy orgulloso de su hija y estaba seguro que conseguiría su objetivo. Ahora cerró la discusión y pasaron a otro asunto diferente. Tim había puesto a su hermanita al tanto de lo que le ocurría a Joe, Linda hacía tiempo que no lo veía, y no era por falta de ganas, sino porque no quería ponerlo en peligro; un encuentro de vez en cuando no representaría ningún problema y el cariño por su pecoso no dejaba de incrementarse, y él lo sabía. Su corazón latía como el de un caballo de carreras cuando lo veía. Tendría cuidado. Se estaba acercando Julio y entonces los curas se lo llevarían lejos a trabajar y no podría verlo ni oírlo hasta septiembre o quizás más. Así que sin decírselo a nadie el 28 de Junio, domingo, le dijo a su madre: "Mamá, os espero en la catedral, hace un día hermosísimo y quiero disfrutar un poco del sol, Irsa me acompañará." Irsa era una pequeña sirvienta de 11 años amiga suya y rubia como ella. Un poco tiempo antes las dos chicas echaron a andar contentas, por el camino le dijo: "Te sentarás cerca de la capilla de San Patricio conmigo, si vieras que alguien se acerca me avisas, excepto si es un monaguillo de nuestra edad, tiene los ojos pequeños y un flequillo alto, esto indica que es un pillo, así que ten cuidado. "No te preocupes, a esos los entiendo yo bien." Las chicas sonrieron. La catedral estaba prácticamente vacía y divisaron al monaguillo arreglando los bancos, él las vio y les sonrió. Linda se hincó de rodillas y momentos más tarde Joe apareció por la pequeña puerta lateral. Se paró en seco al ver a la niña orando. "¡Buenos días! Has madrugado hoy." Linda lo miró, estaba más delgado y había crecido mucho desde su último encuentro. "He venido con una amiga que está ahí fuera… pero quería verte porque seguramente te irás o te llevarán a otro lugar durante el verano…" "Mas lo segundo que lo primero. Pero no puedo evitarlo…" Ella se acercó, valientemente le cogió la mano al tiempo que le decía: "Se que has perdido a tu mejor amigo, me habría gustado conocerle porque si es tu amigo también lo habría sido mío. Lo querías mucho ¿Verdad?" Joe inclinó la cabeza al tiempo que soltó la mano de la niña y se arrodilló en su reclinatorio cerca de ella. "Si, éramos como hermanos… o quizás más. Además era lo único que me quedaba en Inglaterra y…" La chiquilla dulcemente lo interrumpió. "Joe, eso no es cierto, no sé si me lo merezco, pero nos tienes a mi hermano Tim a mí y haremos lo imposible para que tus preciosos hoyuelos aparezcan de nuevo en tu cara." Joe forzó una sonrisa para complacerla. Linda suspiró. Él la cogió de la mano y la llevó hacia la pequeña puerta, salieron a un pasillo en penumbra y se introdujeron en un pequeño habitáculo detrás de altar mayor, allí impulsivamente los dos se abrazaron tiernamente, y Joe le acarició el sedoso cabello. No se atrevía a besarla pero le dijo. "Gracias, jamás te olvidaré, mi linda criatura." Será mejor que te vayas aunque me rompas el corazón, no quiero que nadie ponga en duda la flor más hermosa de mi jardín." "Gracias, pecoso mío." Linda besó la húmeda mejilla y salió rápidamente sin que él pudiera devolverle el beso. Un minuto más tarde Joe se fue a su dormitorio y Linda se arrodilló en la catedral junto a su amiga. Momentos después llegó el resto de la familia. Tim la miró y comprendió, observó como su hermanita irradiaba felicidad. Mentalmente agradeció a Joe aquellos momentos que tanto significaba para su hermana. Joe estaba tan contento que el cura que dirigía el coro lo notó, le extrañó aquel rápido cambio y le preguntó: "¿Qué le ocurre a mi ruiseñor que está tan feliz?" El chico lo miró inquisitivamente, tendría que moderarse en sus expresiones; le contestó. "Padre, hoy soy un jilguero. El ruiseñor que yo creía muerto, no lo está. Algún día se lo mostraré." El cura jamás pudo saber a lo que el inteligente pelirrojo se refería. Ciertamente Joe se refería a su estado de ánimo, pero sin darse cuenta se dijo así mismo: "¡Jeremy, amigo mío, tú jamás morirás mientras yo esté vivo!" -------------------- El padre de Bernard pidió a su amigo en el Almirantazgo que le enviara a John a su casa que tenía en el campo, donde estaban pasando aquellos tristes momentos, una vez que el muchacho terminara de cumplir sus obligaciones de información con las autoridades marítimas, él correría con todos los gastos y se haría cargo del chico. Una semana más tarde, un coche paró frente a la puerta principal de la gran casa y el chico descendió, llevando consigo un pequeño hato con sus escasas pertenencias. El cochero tocó la campana, una jovencita vestida de luto recibió e introdujo al grumete en la casa. John estaba nervioso, un hombre distinguido también vestido de negro salió inmediatamente y lo saludó. "¿Eres John Smith?" El chico confirmó con la cabeza, no se atrevía a hablar. ¿John, tienes hambre? Se ruborizó e inclinó la cabeza; estaba intranquilo con la gorra entre las manos. "Si, señor. He estado toda la mañana en ese coche y olvidé comprar algo para el viaje. El cochero dijo que tenía orden de no parar…" "Creo que podemos esperar." El hombre hizo sonar una pequeña campana de plata y puso su brazo alrededor de los hombros de John para animarle. La jovencita retornó. "Jenny, alimentad a este guapo mozo, y que descanse, cuando lo haya hecho lo esperaremos en la biblioteca. Por favor, acomodarlo, y, si es necesario, que la Gobernanta envíe a alguien al pueblo y le compre alguna ropa y calzado." A John nunca lo habían tratado de esta manera, excepto sus queridos amigos, así que se ruborizó y no supo qué decir. Pensó que tal padre era como su hijo, en aquellos momentos compartió la tristeza de aquella buena familia. Habló un poco en la cocina con la chica que lo había recibido, porque la cocinera no había soltado una palabra desde que la noticia sobre Bernard se había recibido. Ella lo adoraba desde que era un niño. Cuando John terminó de comer, la chica lo llevó a donde podría bañarse y después vestirse con las nuevas prendas limpias. Se echó una siesta. Nunca se habían sentido tan bien como ahora se sentía. Cuando estuvo preparado, la chica vino a buscarle y llevó al adolescente a la biblioteca. Una mujer mayor y elegante, probablemente la madre de Bernard, estaba sentada en un sofá grande y cómodo. En la pequeña mesa, había una bandeja de plata con tres tazas, té y leche. Era alrededor de media tarde. El hombre tenía en cuenta la situación del chico. "Por favor, John, siéntate tranquilo, esa taza es para ti. Como comprenderás, estamos pasando por momentos muy tristes desde que tú informaste sobre mi hijo y el resto de la tripulación del ballenero, auque ese era un peligro inherente en el trabajo de un barco." Hizo una pausa mientra sorbía el té caliente; entonces le preguntó: "¿Nos puedes contar toda la historia hasta donde sepas? Por favor, empieza por el día que levasteis anclas y no dejes nada, por simple que sea, que se refiera a nuestro hijo Bernard. Tenemos tiempo sobrado, así que no tengas ninguna prisa. Estarás aquí unos cuantos días si te sientes cómodo." "Muchísimas gracias, señor. Es muy amable y… bueno… quiero decir…" Comenzó: "Yo conocía al señor Northfield, quiero decir a su hijo, desde los viajes de los dos años anteriores, debo decir que la tripulación estaba muy orgullosa de tenerle abordo, le respetaban incluso más que al Capitán…" Relató la historia hasta la terrible noche del hundimiento. El padre de Bernard, escribía cada detalle que creía importante. Era ya noche cerrada cuando el muchacho terminó su narración y era hora de cenar. Había contado al hombre todo lo que recordaba, excepto los momentos íntimos con Jeremy en lo alto de los mástiles durante las guardias. La señora permaneció en silencio gimiendo todo el tiempo y secándose sus azules ojos. "John, continuaremos mañana, tengo muchas preguntas que quiero hacerte, especialmente referentes a Jeremy." John suspiró al tiempo que dos lágrimas se escaparon de sus ojos y rodaron por las mejillas, intentó ocultarlas inclinando la cabeza, pero el padre de Bernard las vio, sin embargo, él se comportó como si no hubiera visto nada para no preocupar al muchacho. Después de cenar se fue a una habitación confortable que le habían preparado en el ático, durmió hasta que la jovencita asistenta llamó a su puerta por la mañana despertándolo. Había dormido durante diez horas y se sentía muy vivo. Después de un abundante desayuno, el señor Northfield lo llamó. "Vamos a dar un paseo, John, si no te importa." Era un día soleado de principios de verano que invitaba a estar fuera y respirar el aire fresco de la mañana. "Por supuesto que no me importa, señor. Me gusta el campo, he vivido toda mi vida en él, excepto cuando estaba navegando." Cuando estaban como a cien yardas de la casa, el hombre le preguntó: "Volvamos a la terrible noche del hundimiento. ¿Estás cien por cien seguro que mi hijo y Jeremy murieron? El chico se paró y mirando al hombre fijamente y sin dudarlo, le contestó. "No, señor, no lo estoy. El doctor Bernard había hecho algo con trozos de corcho, algo así como un chaleco salvavidas que Jeremy estaba obligado a ponérselo cuando el pensara que el barco estaba en peligro; aquella noche observé que Jeremy lo llevaba puesto alrededor del pecho. Jeremy me había dicho que su… quiero decir su hijo de usted, propondría al Capitán hacer uno para cada miembro de la tripulación en los viajes futuros. Jeremy nadaba mejor que cualquiera de las personas del barco, disfrutaba cuando había mala mar. Amaba el mar así como adoraba a su… bueno, al señor Northfield. "Su padre." El hombre señaló. "Si, señor. Jeremy lo adoraba, me dijo que daría su vida por su hijo de usted si él se lo pidiera." El hombre suspiró y siguió preguntando al adolescente. "El barco se hundió porque chocó contras una rocas cerca de una isla. ¿Crees que mi hijo pudo haber alcanzado la isla? Era un buen nadador." "¿Por qué no? Las olas era grandes y altas, estas machacaron al cargado barco y hombres contra las rocas, pero con mucha suerte y evitando aquellas espumosas crestas…" El hombre sonrió y una luz de esperanza se metió en su corazón. Si, su hijo amaba aquel chico como este muchacho le decía, con toda probabilidad haría lo imposible para salvarse y llegar a la playa, ahora podrían estar en una isla perdida en medio del Océano. El padre de Bernard se acordó de las lágrimas del adolescente cuando mencionó a Jeremy el día anterior. Llanamente, le preguntó. "¿Amabas a Jeremy, John?" El chico se ruborizó al tiempo que el hombre continuó. "Soy doctor médico como mi hijo lo habría sido; puedes ser sincero conmigo, nadie sabrá nada sobre ti, solamente lo que tú hayas declarado en el Almirantazgo." John pensó durante unos momentos sobre su respuesta, mientras que sus hermosos ojos castaños se nublaron. "Todo el mundo amaba a Jeremy, señor. Yo… yo…yo creo que soy homosexual, señor. Tenía unos sentimientos muy fuertes hacia él, y debo decirle que le quería con todo mi corazón, pero él solo amaba a su hijo de usted." El chico suspiró y siguió. "Cuando hacíamos la guardia juntos en la cofa del palo trinquete, hacíamos cosas sexuales juntos, quiero decir, nos tocábamos el pene el uno al otro, lo mismo que los otros grumetes hacían. Le declaré mi amor, él se sorprendió, pero amablemente me dijo que podíamos ser los mejores amigos, pero nada más. No paraba de hablar de su hijo de usted." ¿Crees que él tenia las mismas inclinaciones sexuales que tú?" John contestó inmediatamente. "¡Oh, no!" John explicó al viejo doctor su relación con Jack. "Se lo conté todo y el me preguntó por qué había yo aceptado, cuando le dije que yo amaba a Jack el me dijo que su hijo de usted jamás le pediría eso porque no le gustaba. Entonces yo le dije. "Tu amas al señor Bernard, ¿Qué harías si a pesar de no gustarte, él te lo pidiera?" El lo pensó durante unos momentos y entonces alegó: "Eso significa dolor y él jamás me pediría hacer tal cosa, pero si lo hiciera, haría lo que me ordenara si él seguía amándome. Yo lo quiero mucho." Ya ve que Jeremy estaba dispuesto a sacrificarse. En aquellos momentos él ignoraba los planes de su hijo de usted para adoptarlo." El hombre guardó silencio durante breves momentos, entonces volvió a preguntar. "John, ¿crees que mi hijo no era feliz cuando el viaje comenzó?" "No lo sé, señor. El era un oficial y yo no trabajaba junto a él como lo hacía Jeremy; solamente puedo decir, que después de unas pocas semanas, cuando comenzó a enseñar a Jeremy, cambió drásticamente, parecía contento y trabajaba duro. Incluso permitió a Jeremy que me instruyera a mí para saber leer y escribir, y en nuestro tiempo libre él enseñó a Jeremy y a mí a manipular el sextante y muchas otras cosas técnicas sobre el mar y los barcos. Jeremy inmediatamente lo aprendía todo, era un chico brillante, yo no podía seguirlo. Su hijo de usted parecía muy feliz durante las clases escolares y Jeremy siempre lo miraba embobado. Yo vi en su camarote un retrato, bueno exactamente no era un retrato, sino un dibujo de la cara del señor Bernard que había hecho Jeremy, mi amigo era muy bueno dibujando. También me hizo a mi uno, desgraciadamente, lo perdí en el accidente." Permanecieron en silencio durante unos pocos minutos, entonces el anciano preguntó de nuevo. "Cuándo se realizó la adopción, ¿Qué hizo el Capitán?" "Llamó a toda la tripulación a cubierta, eso era raro, yo diría, pero el Capitán no era de esa clase de persona que se guarda las buenas noticias solo para él. Nos dijo que casi habíamos terminado nuestra tarea de cazar ballenas con dos meses de antelación. Entonces públicamente anunció la adopción de Jeremy por el señor Northfield. Había regocijo en los ojos de muchos hombres, entre ellos los míos. Fueron momentos de emoción cuando padre e hijo se abrazaron. Nunca había visto a personas tan felices como lo estaban Jeremy y su padre en aquellos instantes. Desde aquel momento todos los miembros de la tripulación, incluyendo los oficiales y el Capitán, lo llamaron Jeremy Northfield." El hombre sonrió imaginándose la escena. John entonces añadió: "La ceremonia tuvieron que hacerla en dos veces, porque llegó un barco de guerra con un guardiamarina enfermo y al día siguiente, después de curarlo, levó anclas rumbo a Australia." "¿Continuó el chico con sus deberes?" "Oh si, señor. Jeremy era un chico muy responsable, le encantaba ayudar a todo el mundo y ganarse su sueldo, como siempre decía." El viejo doctor, casi como un murmullo, comentó: "Pero mi hijo era bastante rico y no necesitaba ningún dinero, incluyendo los jornales de su hijo." John agachó la cabeza con tristeza. "Jeremy y el señor Northfield lo sabían. Su hijo de usted le dijo al Capitán que todos sus haberes y los de su hijo me los dieran a mi cuando el viaje terminara, de forma que pudiera terminar mis estudios, entrar en el barco como guardiamarina y tratar de buscar a Jack. Aquello significaba que en el futuro habría sido un oficial, pero ahora… todo se ha ido." El casi anciano médico notó la frustración y el desengaño en la cara del chico; entonces puso su brazo derecho sobre los hombros del muchacho. "John, tú nos has traído un rayo de esperanza, mi corazón me dice que mi hijo y Jeremy están vivos y que algún día no muy lejano, los veremos aquí, por lo tanto, hablaré con mi esposa de manera que puedas trabajar aquí hasta que ellos vuelvan. La escuela de la Marina Mercante no está lejos, una vez que empiece el curso, dentro de dos meses, asistirás a esa escuela, mientras tanto, permanecerás aquí y un maestro del pueblo continuará lo que mi hijo y Jeremy habían empezado. Por supuesto, eso si tú lo quieres." John no sabía qué decir, inclinó la cabeza e hizo un gran esfuerzo para no mostrar la emoción que lo embargaba. "Que Dios le bendiga, señor. Estoy seguro que ellos lo harán." "Entonces John, le daré instrucciones al administrador. Probablemente la señora Northfield te hará preguntas, por favor, dile siempre la verdad. No le ocultes nada de lo que te pregunte. "Lo haré, señor, lo haré. Muchísimas gracias por su ayuda." "Además, me pondré en contacto con los hospitales donde Jack pudiera estar, y averiguaré qué se puede hacer por él. Te informaré cuando tenga noticias sobre este asunto." Capítulo 6 Mientras tanto, en la isla, Bernard y su hijo continuaban su vida diaria, estudiando y trabajando en lo que a ellos más les gustaba, averiguar y probar la propiedades de cada planta tropical que encontraban desconocida. Construyeron una mesa con trozos de árboles secos para manipularlas y sentarse a comer. Con tinta de pulpo y plumas de águila que había muchas en la isla, el chico escribía cuanto su padre le dictaba. El tiempo transcurría rápido sin ellos darse cuenta y el cumpleaños de Jeremy se aproximaba. El mal tiempo ya había pasado y se aproximaba la primavera austral con toda la belleza que una isla tropical podía producir. Jeremy continuó creciendo en todos los sentidos, natural y saludable. Los ejercicios diarios buceando, pescando, subiendo y bajando árboles y corriendo en las playas habían cambiado su cuerpo y su mente, no tenía ni un solo cabello fuera de la cabeza pero todavía tenía esa voz clara que él secretamente odiaba. Como cualquier niño, él quería ser un hombre fuerte como su padre. Todavía estaban en la estación de las lluvias, y aquel día llovía a cántaros. Habían comido de las reservas y dormían bajo la piel de merino del Capitán, no hacía frío pero había mucha humedad, especialmente a la entrada de la gruta, sin embargo, dentro era completamente diferente. Estaban charlando; el chico acunado entre los brazos del adulto, así que estaban juntos como dos cucharillas de café, Jeremy dándole las espaldas. El muchacho sintió el pene del adulto húmedo y duro entre sus nalgas y el suyo se puso igual también. Sonrió. "Papá, ¿quieres follarme? Soy lo más parecido a una muchacha que puedas encontrar, incluso todavía tengo esa voz que tenía cuando cantaba en el coro." El padre apretó su hijo contra su pecho con toda la ternura que pudo reunir y le dijo. "Por favor, Jeremy, vuélvete para que pueda ver tus hermosos ojos." Encantado el chico hizo lo que su padre quería, le miró con intensidad y continuó. "Jeremy, tú eres mi hijo y un padre nunca debería causar daño o dolor a un hijo, a menos que sea absolutamente necesario y en su propio beneficio." Bernard hizo una pausa intentando que el muchacho claramente entendiera el significado de sus palabras, entonces prosiguió. "Sé que profundamente en tu corazón, a ti eso no te gusta…" Jeremy lo interrumpió. "Pero sé que tú obtendrías placer, y quizás con el tiempo incluso yo. "¿Por qué, no?" Estamos solos en este paraíso aislado y no sabemos cuando volveremos a casa, si es que volvemos." Bernard besó en la frente al chiquillo. "Sé que lo harías, no por placer como John lo hacía, sino porque me quieres, y créeme, hijo mío, no he amado a nadie, incluidos mis padres y mi propio hijo, como te quiero a ti en estos momentos, y continuaré así para siempre como ahora, no me importa los que nos ocurra." Vio como los ojos del chiquillo se nublaron; lo atrajo hacia su pecho y lo abrazó muy fuerte. Bernard sintió los fuertes brazos y manos de Jeremy alrededor de él y suspiró pensando en la gran diferencia que existía ahora entre este muchachito y el pequeño que conoció por primera vez en Southampton. "Te quiero muchísimo, papá; haría cualquier cosa para complacerte." Dijo esto casi en un susurro como si estuviera rezando. "No necesitas decirlo, mi corazón lo sabe desde hace mucho tiempo." Jeremy deshizo el abrazo y besó a su padre en los labios. "Papá, pero podemos continuar con el resto, ¿no?" Bernard sonrió y como respuesta pegó sus labios a los del muchacho; sus lenguas se encontraron y un loco asalto sexual empezó una vez más. Jeremy no rompió la unión. Cogió la polla del hombre y empezó a menearla despacio, extendió parte del abundante liquido grasiento que expulsaba el adulto sobre su propio pene ya de cinco pulgadas. Bernard cogió en sus expertas manos el pene de su joven hijo y comenzó a masturbarle despacio arriba y abajo; tenían todo el tiempo que necesitaban. Después de unos minutos, cuando sintieron que estaban cerca de sus orgasmos, Jeremy dejó los labios de su padre, se dio media vuelta y tomó la posición 69 encima de él, empezó a chupar y lamer la cabeza de su pene. Su mano izquierda cogió la bolsa de los testículos masajeándolos. Sabía que nada saldría de ellos, al chico le gustaba el sabor salado de la picha. Sintió como su padre le lamía y chupaba su dura picha y la empujó arriba y abajo contra el paladar del hombre. Aquel maravilloso gusto les llegó a los dos casi al mismo tiempo con un fuerte gemido que salió de sus gargantas al momento de alcanzar el pico del mejor orgasmo que habían tenido desde que podían recordar. Después de un par de minutos, Jeremy recobró su posición original, todavía respirando hondo. El chico acarició suavemente el pelo del pecho de su padre. Unos pocos minutos más tarde, Bernard le explicó. "No necesito rellenar como antes, ¿quieres continuar?" Jeremy estaba empalmado de nuevo, sonrió y dijo con cara de pillo. "Si, hasta que estemos exhaustos, papá." En segundos Jeremy estaba encima de su padre, sus labios se unieron de nuevo. Bernard puso su pene entre las nalgas de su hijo y empezó a follar las todavía suaves piernas. La pelvis del chico se movía arriba y abajo follando la barriga. Después de unos gloriosos y largos minutos, llegaron al maravilloso momento que solamente puede conseguirse en una isla solitaria. Se echaron a dormir mientras la lluvia regaba su paraíso. Habían recorrido e inspeccionado la isla de sur a norte y de este a oeste muchas veces, así que no había sendero o camino, rincón o roca desconocida para ellos. Jeremy acostumbraba a correr solo a través de la jungla, subiendo a las palmeras y árboles descalzo y desnudo, como si fuera un mono, seguía cualquier vereda que encontraba. No había otros animales, excepto pájaros de todos los tamaños y colores. Subía especialmente a los altos árboles que rodeaban la bahía, y como había adivinado, las ramas eran muy gruesas y estaban rodeadas de plantas trepadoras que llegaban casi hasta las copas, parecía que grandes pájaros hubieran hecho sus nidos allí. Desde la bahía subió andando hacía arriba siguiendo el riachuelo, y notó que el agua no era tan fría como cerca de la cueva, aquello lo intrigó, no había una explicación para él. Después de algún tiempo caminando y todavía lejos de la cueva, descubrió un chorro pequeño de agua muy caliente que vertía su agua al arroyo principal. Explicó el descubrimiento a su padre. "Papá, ¿cómo puede ser eso? Es bastante caliente." Bernard sonrió por la curiosidad innata de su hijo. "¡Magnífico por tu descubrimiento! Podemos bañarnos con agua caliente de vez en cuando si lo necesitamos. Hay una explicación fácil. Esta isla se formó durante una erupción volcánica y estoy seguro que debajo de nosotros, y no a mucha profundidad, la lava está hirviendo. Algunos gases muy calientes suben a través de las hendiduras y se encuentran con el agua calentándola. En Yorkshire y en muchos otros lugares de Europa puedes encontrar muchos sitios cubiertos de nieve y todavía el agua sale caliente desde el corazón de la Tierra." Jeremy estaba asombrado y admiraba la sabiduría del físico. "Me gustaría saber muchas cosas y tener los conocimientos que tú tienes, papá; siempre tienes la respuesta correcta a mis preguntas." "Estoy seguro que tú también las tendrás, incluso me sobrepasarás. Créeme, Jeremy, es muy gratificante tener un hijo cómo tú." El chiquillo miró a su padre con ternura y cambió de asunto. Jeremy salió a la calle a saludar el nuevo día, ya hacía diez meses desde que el barco se hundió y él estaba muy cerca de cumplir doce años. Todavía tenía su hermosa voz de niño y su piel era suave; nada había cambiado, excepto que era mucho más alto, sus hombros y pecho eran más anchos. Su picha era más larga y más gruesa, había notado como sus huevos habían descendido un poco más y su pene continuaba echando aquel líquida claro y resbaladizo antes y después de terminar sus relaciones sexuales, no como su padre pero algo. Para Bernard, su hijo estaba en el momento álgido de la belleza de su niñez. El pelo del chico era casi rubio por la exposición diaria al sol, y los ojos azules contrastaban con el bronceado de su piel tostada, haciéndolo incluso más azules. Como de costumbre, después de mear, el muchacho echó un vistazo al mar que rodeaba la isla, excepto al sur que estaba a sus espaldas. De pronto vio velas de un barco en el horizonte, su corazón saltó y él entró en la cueva gritando. "¡Papá, papá, un barco se aproxima!" "¿Estás seguro, hijo? "Si. Está clarísimo que tiene la proa hacía nuestra isla." Bernard no perdió un segundo, cogió el catalejo del capitán y subió un poco más arriba seguido del chiquillo. Todavía estaba muy lejos pero no había duda que su destino era su isla. Media hora más tarde podían observar fácilmente el barco. Era un buque de guerra pequeño, los más probable una corbeta, con seis cañones por banda más uno en el castillo de proa, no mostraba ninguna bandera, así que eso significaba que eran piratas. "Son piratas, así que tenemos que tener mucho cuidado y que no nos vean. No creo que puedan descubrir el bote o el baúl del Capitán. Los escondimos apropiadamente. Me imagino que esta no es la primera vez que este barco recala en esta aislada parte del océano. "Papá, conocemos la isla palmo a palmo, nos podemos esconder y jamás nos verán." "De acuerdo, hijo, pero tenemos que ser extremadamente cautelosos, si nos capturaran seríamos vendidos como esclavos y probablemente nos separarían para el resto de nuestras vidas. Sería demasiado doloroso, creo que moriría." "No te preocupes, papá. Creo que esta no es la primera vez que este barco viene aquí. Nos acercaremos a la puesta del sol cuando se hayan acomodado, nos podemos escurrir alrededor de la bahía." Y eso es lo que hicieron. El barco había anclado en la bahía, eso probaba que los piratas conocían la isla, con toda seguridad habían sido ellos los que habían dejado la basura que encontraron meses atrás. Padre e hijo se movieron hacía el lugar desde el norte, arrastrándose como lagartos; el riachuelo estaba en el sur. Con el catalejo, observaron con detalle la tripulación en la playa preparándose para asar pescado y frutas que habían recogido. Parecían muy tranquilos y confiados porque no habían puesto ningún centinela. De pronto, Jeremy casi gritó, su corazón empezó a latir muy fuerte; entonces murmuró al oído del adulto. "Papá, enfoca a aquella pequeña figura." Bernard lo hizo con el catalejo. "Es un grumete." "No, creo que es una chica." Tomo el catalejo y examinó con cuidado al pequeño grumete. "¡¡¡Papá, es la chica de mis sueños, Helen!!!" El Capitán, un negro muy alto y robusto estaba hablando a la chica, no podían oír lo que decían porque estaban demasiado lejos, pero la muchachita, aparentemente después de ser advertida, echó a andar hacia donde ellos estaban escondidos casi enterrados debajo de hojas de palmeras y arena. Durante algunos minutos ella anduvo confiadamente hasta solamente unas pulgadas de Jeremy, él podía oler su sudor. Ella miró a su alrededor, con toda probabilidad para asegurarse que no había nadie a la vista, entonces se bajó los pantalones hasta los tobillos y se puso a orinar, justo encima de la espalda del muchacho. No podía moverse y en silencio noto como la orina humedeció su cuerpo. "¡¡¡Mierda!!!" mentalmente maldijo el chico. Quería verla, pero recordó lo que su padre le había dicho. La muchacha se puso en pié, se subió los pantalones y comenzó a andar hacia el bosque. Cuando había casi desaparecido de su vista, Bernard le hizo señas al muchacho que la siguiera. Como dos pieles rojas invisibles se fueron detrás de ella. Parecía muy segura de conocer el lugar, caminaba mirando los árboles y los pájaros. Cuando ya estuvieron lo suficientemente lejos de que nadie podría oírlos, por señas, Bernard instruyó a Jeremy que la atacara desde atrás, pero solo para que guardara silencio. Jeremy se escurrió y avanzó más que la muchacha, se escondió detrás de un árbol corpulento y cuando la chica sobrepasaba al muchacho la atacó por detrás. Con su mano derecha la empujó hacía su pecho, justo encima de sus pequeños pechos; con la izquierda le tapó la boca dejándole libre la nariz para que pudiera respirar. Jeremy ignoraba cual era el idioma de la chica, por lo tanto le murmuró al oído las palabras lo más tiernamente y de confianza que pudo. "Por favor, por favor, no grites, somos amigos. No queremos hacerte daño." La chiquilla escuchó la voz clara de un niño y notó en su trasero el bulto de los genitales de Jeremy, sin embargo, ella no podía comprender como un chico podía ser tan fuerte, pues ella no podía moverse. En vista que la chiquilla no hizo ningún intento de gritar o moverse, Jeremy aflojó su mano y le habló quedo. "Por favor, Helen, no grites, por favor. ¿Me lo prometes?" Rogó él. Ella se sorprendió al oír su segundo nombre, movió la cabeza aceptando. Jeremy le quitó las manos liberándola al tiempo que la niña se volvió para mirar al guapo muchacho y a su padre que la miraban, estaban completamente desnudos. Se sorprendió, pero antes de que pudiera hablar, Bernard le dijo: "Soy Bernard Northfield, tercer oficial y físico del ballenero "Seagull que se hundió hace meses, este es mi hijo Jeremy. No te preocupes, no pretendemos hacerte daño alguno." Ella los miró, todavía no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Jeremy le sonrió y ella se sintió más relajada; entonces preguntó: "¿Cómo sabes mi segundo nombre y por qué estáis desnudos?" Bernard indicó a su hijo con un gesto que le contestara. "Primero, porque te he visto muchas veces en mi sueños, tú no eres una extraña para mi, y segundo, porque tú eres la primera persona que vemos en esta isla durante los últimos diez meses, además, teníamos solo un par de pantalones cortos cuando saltamos del barco; mi padre todavía tiene los suyos, pero los míos son demasiado pequeños para mi, he crecido mucho durante este tiempo. Probablemente te estarán bien a ti, pero no a mí. Estar desnudos es lo más maravilloso que jamás he experimentado, podemos bucear, correr, pasear y subir a los árboles sin preocuparme de la ropa." Mirando a la preciosa chiquilla se ruborizó cuando añadió. "Lo siento que apeste, pero tú orinaste encima de mí." Ahora fue el turno de Helen de ruborizarse. Por primera vez ella rió abiertamente. Guardó silencio por unos momentos ordenando sus pensamientos. "Gracias a un señor Northfield estoy viva; mi madre me contaba que tuvo algunas dificultades para traerme a este mundo, pero un doctor con ese apellido le hizo una operación arriesgada y nos salvó a las dos. Entonces vivíamos cerca de Richmond, en Inglaterra." "Ese doctor era mi padre." Bernard entonces cambió de conversación. "Helen, digamos que por tu seguridad y la nuestra, vayamos más adentro de la jungla, no sabemos si alguno de los marineros te ha seguido. Jeremy ha borrado todas las huellas pero nunca se sabe…" "Si, tienes razón." Caminaron rápido hasta que Bernard pensó que estaban a salvo. Entonces la muchachita explico. "Conozco parcialmente esta isla, es la segunda vez que recalamos aquí para reparar y llenar los tanques de agua. Esta gente son muy peligrosas y no dudarían en cogeros y mataros, o lo que es peor, venderos como esclavos después de torturaros." Ella agachó la cabeza y guardó silencio durante una pausa, y continuó. Hace un par de meses capturaron un barco, y todas las personas que había abordo las vendieron como esclavos, excepto el pobre Williams. El Capitán Black y sus oficiales…" No se atrevía a pronunciar la palabra, pero Jeremy sin más, añadió: "Se lo hicieron en el culo. ¿Es eso lo que querías decir? La chica se ruborizó. "Si. Tenía catorce años pero era más pequeño que tú. Oí sus gemidos y gritos porque estaba encerrada en el pañol de los alimentos…" La chiquilla estaba próxima a llorar, así que Bernard la interrumpió. "Helen, no continúes. Soy médico-físico y me imagino lo que ocurrió. Quizás fue afortunado cuando falleció. Has pasado por experiencias terribles, pero no todo el mundo es como esos hombres. Ella le miró; Bernard sabía que la chiquilla estaba evocando algo que le habría gustado olvidar. "Son muy crueles. Cuando capturaron nuestro barco, hace tres años, me encerraron en el camarote del capitán, pero pude oír toda la ejecución. Asesinaron a mi padre y a mi tío, el capitán hizo trozos sus cuerpos y se los echaron a los tiburones. El resto de la tripulación fue vendida como esclavos." Las lágrimas corrían por las rosadas mejillas de la niña. "Tenía mucho miedo del negro alto cuando me dijo que mi padre y mi tío no merecían vivir. No me explicó por qué." Después de una pausa la chiquilla se calmó, Bernard le preguntó. "¿Cuál es tu nombre completo, Helen? La niña parecía un poco sorprendida. "Creí que ya lo sabías. Mi nombre completo es Rose Helen Marten." Bernard echó a su hijo una mirada rápida para que no siguiera insistiendo en aquel asunto, pero ella continuó. "Afortunadamente el capitán y sus más cercanos oficiales no les gustan las niñas ni las mujeres; a ellos les encantan los niños y adolescentes jóvenes. Cuando estamos en puerto, el resto de la tripulación va en busca de mujeres y a beber, este grupo se queda abordo o parte de ellos van a buscar chicos. Me encierran en un camarote cercano y puedo escuchar sus gemidos de placer." Jeremy y Bernard imaginaron lo que ocurría en el camarote del capitán mientras organizaban las orgías. "Es muy extraño que no te vendieran a ti también. ¿Por qué? Preguntó el muchacho. "Hay una explicación sencilla para esto. Soy su prisionera. Sé que le han pedido a mi tía María Rose una gran cantidad de dinero para rescatarme, pero yo conozco a mi tía muy bien y estoy segura que ella jamás pagará para rescatarme; ellos no lo saben, de lo contrario ya me habrían vendido hace tiempo." "¿Por qué no pagaría ella el rescate? Pregunto Jeremy. "El Capitán Black me explicó que soy muy rica y que esperaba que la hermana de mi padre pagaría porque yo soy su única heredera y sin mí, mi tía no puede conseguir el dinero, al menos durante mucho tiempo. Ella odiaba a mi madre y nunca aprobó que se casara con mi padre. Además me parezco a mi madre y eso todavía incrementa su odio hacía mi. Mi madre murió hace cinco años." Instintivamente Jeremy tomo la mano de la chiquilla en la suyas y las apretó, ella no se movió. Entonces ella añadió: "Hay otra razón por qué el Capitán Black me mantenía viva: nadie en la tripulación sabia leer ni escribir, excepto yo, así que me necesitaba. Justo antes de la última acción, un hombre ingresó en la tripulación y sabe leer y escribir, no muy bien pero les sirve sumiso, el Capitán Black es también su amante. "Realmente es una historia triste. El problema es lo qué puede ocurrirte si él se entera de todo esto." "Estoy terriblemente asustada; a medida que mi pechera crece, los hombres me miran con malas intenciones sexuales. Hace un mes el capitán mató a un hombre que intentó tocarme, él me dijo que yo era como un pincho en su culo…" La chiquilla miró a Bernard, después a Jeremy y apretó su mano, no pudo resistir más y empezó a llorar calladamente. Guardaron silencio durante unos momentos, entonce ella los miró de nuevo, Jeremy tenía los ojos nublados. "Por favor, por favor, señor Northfield, ¿puedo quedarme con vosotros?" Rogó la chiquilla entre sollozos. Bernard miró a su hijo. "Por supuesto que puedes, pero eso probablemente significará nuestra muerte. Ellos intentarán buscarte, y finalmente nos encontrarán. Esta isla es muy pequeña y ellos lo saben, y nosotros jamás seremos esclavizados…" "No. No lo creo. Ignoran que vosotros estáis aquí; estoy segura de que si le propongo al capitán quedarme en la isla lo aprobará. Este es un lugar desconocido, es como una prisión, así que su problema con la tripulación se resolvería y pensaría que pueden recogerme en cualquier momento tan pronto como reciban noticias de mi familia." "¿Estás segura de so?" Jeremy le preguntó. "Completamente." Bernard entonces intervino. "En este caso, preparemos un plan. Ahora regresarás al barco antes de que puedan sospechar algo. Cuando le sugieras la idea de permanecer en la isla sola, sin duda el capitán te preguntará que necesitarás. Deja a él que lo escoja, no insistas en nada; sin embargo, necesitarás: jabón; dos cuchillos; un pote para cocinar; material para hacer fuego; un trozo de lona impermeable y cuerdas para hacer una tienda; un hacha y una pistola con munición, para el caso de que alguno de sus hombres te siga. Como puedes ver es un equipo razonable. "Y algunas prendas de vestir, especialmente pantalones cortos para Jeremy y yo. Sé donde puedo conseguirlos." Jeremy parecía molesto. "No necesito ningunos pantalones; no voy a ir a una fiesta con cena y baile." El chico argumentó. "Estoy muy cómodo con mi traje de nacimiento." "Nunca se sabe…" Rieron y Bernard señaló. "Helen, nosotros estaremos muy cerca del barco, ni tú ni la tripulación podréis vernos. Si el capitán acepta, tan pronto como tú llegues seremos como tu sombra, guardando tus pasos por si algún hombre viene detrás de ti. Si eso ocurriera lo aniquilaríamos de un tiro, así creerían que tú lo habías matado en defensa propia." "Muy bien, nos encontraremos aquí si todo va como hemos planeado." Se pusieron de pie y la acompañaron hasta cerca de la playa. Desde su escondrijo vieron cómo la niña se acercaba al capitán, y después de unos minutos observaron que le hablaba. Con el catalejo vieron que el enorme negro aceptaba la propuesta, incluso le proponía más cosas. Volvieron a la jungla, borraron sus huellas y se escondieron en lo que parecía una madriguera. Comieron plátanos maduros y se prepararon para pasar aquella noche crítica. Cuando yacían casi enterrados, Jeremy se acomodó entre los brazos de su padre, se volvió, entonces le preguntó en un murmullo. "¿Por qué el Capitán Black asesinó la familia de Helen en vez de venderlos como esclavos o mantenerlo secuestrados? No tiene sentido." Si, tienes razón, hijo. Sin embargo, detrás del apellido "Marten" hay una historia triste. Frank y Thomas Marten eran unos de los más importantes traficantes de esclavos a las nuevas tierras. Hicieron la mayor parte, sino toda su fortuna en este negocio, eran muy conocidos en todas partes, parece ser que ellos transportaron la totalidad del pueblo del Capitán Black. Él escapó porque era un chico muy guapo y el dueño de la plantación lo tenía retenido en su casa. Mas tarde, él y algunos de sus colegas mataron al propietario, cogieron mucho de su dinero y escaparon a la jungla hasta que encontraron un puerto. Compraron un pequeño barco y liberaron a unos pocos marineros que estaban condenados a largas penas de prisión. Empezaron como piratas y solamente unos meses después consiguieron la corbeta que es famosa en estos mares. Creo que la Corona ha ofrecido una gran recompensa para quien consiga capturarlos o eliminarlos." Jeremy guardó silencio. "Pero no se puede culpar a Helen por lo que hiciera su familia. Ella ni siquiera había nacido." "Si, eso es verdad, pero las reglas de la Sociedad son así. Esta muchachita ha debido sufrir discriminación en Inglaterra, así que la mandaron a un colegio en Suiza. Debes ser muy discreto sobre esto y solo hablar de ello si es ella la que empieza a hacerlo, de lo contrario, puede sentirse ofendida y herida." "Lo se, papá, además creo… creo que la quiero. ¿Es posible, papá?" Bernard sonrió. "¿Por qué, no? Pero ten cuidado, hijo mío. No confundas lástima con amor, eres muy joven y tienes un alma muy sensible. El tiempo decidirá el futuro. Todavía tenemos problemas serios que resolver." Jeremy se volvió a su posición original entre los brazos de su padre. Unos minutos más tarde, estaban dormidos. Se despertaron antes del amanecer cuando las primeras luces llegaban desde el este; caminaron en silencio muy cerca de la playa. Cada uno por separado subió a grandes árboles y observaron a la tripulación sumergida en sus tareas. Cuando el sol alcanzó el tope del palo principal vieron a Helen en un bote abandonando la corbeta, la desembarcaron en la playa cargada con un gran bulto sobre sus pequeños hombros conteniendo todo el equipo. Como cualquiera que vaya de acampada, ella movió la mano diciendo adiós al gran negro y se metió en el bosque sin mirar para atrás. Después de unos minutos, Jeremy descendió del árbol y la siguió en paralelo por el lado izquierdo. Bernard permaneció escondido en lo alto de su árbol vigilando como los marineros de la tripulación empezaban a subir a las jarcias, mientras que otros elevaban el ancla y empezaba la maniobra de navegación. Esperó hasta que el velero salió de la bahía y estaba dentro del mar abierto. Entonces descendió del árbol y caminó para encontrarse con Helen y su chico en el lugar que habían prefijado. Cuando Helen lo vio llegar, corrió hacia él extendiendo sus pequeños brazos para engancharse en su cuello con un sollozo y besarlo. "¿Se han ido ya?" "Si. He esperado hasta comprobar que el barco claramente estaba navegando dirección este." No creo que sospechen nada de nosotros." La chiquilla suspiró profundamente. "Gracias a Dios que se han marchado." La muchachita miró a Jeremy que la sonrió. Capítulo 7 "Cogeré parte de tu pesado equipaje." Bernard tomó parte de las cosas de Helen con Jeremy, no era muy pesado pero de mucho volumen. Ella le dio su mano a chico y empezaron a cruzar la isla hasta el otro lado. La chica les mostró las cosas extra que el capitán había añadido, tales como hilo y anzuelos para pescar; una herramienta para abrir los cocos y una lámpara de aceite para alumbrarse, sin embargo no quiso darle ninguna pistola. Emplearon el día caminando para cruzar la espesa jungla; no obstante, un par de veces Bernard se escondió durante unos minutos para el caso que los piratas hubieran querido engañarlos, pero nada ocurrió. Continuaron andando hasta que el grupo alcanzó el otro lado de la isla; inmediatamente Jeremy se descargo el bulto en la arena y saltó al agua. Helen lo miraba riendo viendo el flácido pene del muchacho moviéndose al correr al agua. Lo envidiaba y suspiró, pero en aquel momento oyó la voz de Bernard en su espalda. "Helen, no quiero obligarte de ninguna manera, pero nosotros somos las únicas almas vivientes en esta isla y ya estamos desnudos." Ella pensó durante un momento y sonrió taimadamente. "Supongo que has visto muchas chicas y mujeres desnudas, no hay nada nuevo para ti, pero Jeremy…" "Bueno, parcialmente tienes razón, pero creo que él apreciaría que tú compartieras su opinión sobre el cuerpo." Ella se quitó la blusa y mostró sus preciosos y pequeños senos que habían empezado a crecer hacía algunos meses; ahora eran como pequeñas mandarinas. No obstante mantuvo sus pantalones. "Tan pronto como lleguemos a casa debes ponerte aceite sobre la piel para evitar las quemaduras del sol, hoy debes tener mucho cuidado y no exponerte demasiado." Helen sonrió al hombre, le dio un beso rápido en la mejilla y corrió al agua donde Jeremy estaba nadando muy contento. El chico contempló por primera vez en su vida la maravillosa vista de los pequeños pechos de una chica y sus labios rojos. Suspiró, su picha estaba ya dura como una roca; instintivamente apretó su mano izquierda alrededor de su inflado pene y le dio un par de toques arriba y abajo, rápidamente retiró la mano al tiempo que vio a la chiquilla pelirroja saltar al agua. Pronto la muchacha estaba junto a él y ambos empezaron a jugar en las cristalinas aguas, buceando y emergiendo como cualquier crío haría en las mismas circunstancias, olvidándose de su picha. En sus juegos, la chica se subió en los hombros del chiquillo y saltó al mar. Los chiquillos reían y gritaban disfrutando el momento de estar libres y ser niños. Parecía que esta preciosa chiquilla nunca se había divertido hasta ahora; estaba muy feliz y esto hacía que pareciera incluso más bonita. Bernard los llamó y la pareja regresó rápidamente un poco decepcionada ya que querían continuar con sus juegos. "No puedo recordar la última vez que me sentí tan bien como hoy. Gracias a los dos." Diciendo esto, besó rápidamente a Bernard y a Jeremy en la mejilla. El chico se ruborizó cuando sintió los labios de la chica sobre su cara, su picha de nuevo comenzó a ponerse dura. Era la primera vez que una chica le había besado. "Bueno, necesitamos comer algo. Jeremy, por favor, coge el arpón y pesca algo para todos, mientras nosotros iremos a por frutas maduras." Dijo Bernard. "Bernard, ¿puedo permanecer con Jeremy? Me gustaría que me enseñara a pescar." El hombre sonrió. "Si, muy bien. Pero debes ponerte la blusa para que te cubra los hombros, no quiero que esta noche digas que no puedes dormir con quemaduras en la piel. Ella sonrió, cogió la blusa y se la puso enseguida; Jeremy se sintió decepcionado. Después de la comida de mediodía se echaron una siesta. Jeremy y Helen se echaron en sus respectivos lados juntos, mirándose el uno al otro y haciendo bromas. "Nunca había sido tan feliz como hoy, Jeremy." La chiquilla miró a los ojos azules del chico. "Jeremy, cuando te conocí ayer estaba sorprendida, porque tu cara me era muy familiar, parece como si te conociera desde hace mucho tiempo, sin embargo, estoy absolutamente segura de que jamás te había visto antes." El muchachito sintió como su corazón empezó a latir fuerte dentro de su pecho, instintivamente, alargó su mano y acarició el pelo cobrizo de la chiquilla, apartando un rizo rebelde que la niña tenía sobre su blanca frente. "Helen, te conozco desde hace un año que te vi en mis sueños; sin embargo tú eres más bonita que la imagen que tenía en mi mente. Tus ojos son tan azules…" Iba a compararlos con los de Joe, pero dejó de hablar. "¿Qué hacíamos en tus sueños, Jeremy? Me gustaría muchísimo saberlo." La niña preguntó inocentemente. El muchacho se ruborizó al tiempo que se empalmaba inmediatamente. Recordaba las muchas veces que se había hecho una paja pensando en ella. "Bueno, yo… no me atrevo a decirlo. Eres tan guapa… me gusta mucho el brillo de tus ojos azules." Ella sonrió seductivamente al comprobar como la picha del chico estaba creciendo hasta ponerse tiesa. "Lo supongo." Ella le sonrió de nuevo. "¿Solamente te gustan mis ojos, Jeremy?" El chico se puso rojo como la grana. "Me gusta cualquier parte de ti, Helen, especialmente…" Oyeron a Bernard llamándolos para que se levantaran. "Bueno continuemos. Dormiremos no lejos de nuestro hogar, así mañana estaremos allí." Arreglaron las cosas y continuaron andando por la playa. Sin mirar a Jeremy, cogió su mano y la apretó; Jeremy suspiró. Con las manos unidas caminaron por la playa de arenas blancas. Él le explicaba cada planta que encontraban y sus propiedades. Bernard sonreía oyendo a su hijo relatarle lo que él previamente le había enseñado. En la playa y como a tres millas de la cueva, se pararon. "Aquí prepararemos el campamento." Acamparon, y por primera vez montaron la tienda. "Ven, Helen, quiero enseñarte algo." La chica contempló el maravilloso color marrón de la piel del chico y el casi cabello rubio al tiempo que le daba su mano. Se introdujeron un poco dentro del bosque de palmeras y descubrió el bote. Ella lo observó cuidadosamente sorprendida. "¿Por qué no habéis abandonado la isla?" El chico sonrió misteriosamente. "Mi padre es un experto marino, era el tercer oficial abordo del "Seagull" y cree que estamos muy lejos del cualquier ruta marítima, además, ¿crees que podríamos remar esa larga distancia? Lo más probable es que muriéramos antes de avistar cualquier barco." Si, tienes razón. No pude calcular la distancia, pero a nuestro barco le llevó cerca de dos semanas venir aquí. Todo para evitar que una fragata de guerra lo encontrara." "Vamos a bucear. Quiero comer ostras frescas esta noche." "¿Ostras? ¿Hay aquí ostras?" "Si. He descubierto un banco cerca de las rocas de coral. Están un poco profundas e ignoro si tú puedes alcanzar esa profundidad. Se necesita práctica y entrenamiento." Bernard observó a los chiquillos, satisfecho de que su hijo hubiera encontrado alguien de su edad al que preguntar y con quién compartir diferentes cuestiones que con un adulto. Se sintió feliz, muy feliz. Helen estaba hipnotizada con la belleza del joven. Sus fuertes manos y piernas, sus extraños ojos de azul obscuro…ella nunca había pensado en chicos, y menos en uno como este. Se sintió muy atraída por él y pensó que le gustaría tocar su cuerpo igual que él había tocado su frente. Había tenido la tentación de hacer igual que él, ahora se sentía estúpida por no haberlo hecho. El chico saltó al agua y ella lo siguió, pero pronto tuvo que emerger a la superficie para respirar mientras que Jeremy nadó más profundo debajo de ella. Salió con cuatro ostras en las manos y se acercó a ella. "Por favor, llévaselas a mi padre, preparará una cena magnífica." Diciendo esto se volvió a sumergir de nuevo. Después de darle las ostras a Bernard, la chiquilla lo siguió; esta vez hasta donde estaban las ostras, no obstante, tuvo que volver inmediatamente de nuevo para respirar. Jeremy apareció con tres ostras más, una de ellas más grande que las demás. La niña argumentó: "No puedo seguirte, es demasiada profundidad para mi." Jeremy envió su mejor sonrisa a la chica. Suavemente le explicó: No, no lo es; es cuestión de hábito y por supuesto entrenamiento, eso me ocurría a mí los primeros días." La niña estaba infatuada por aquel bronceado, precioso e intachable cuerpo. Por primera vez miró directamente a la entrepierna del chico, para ver el recto pene y la bolsa que contenía los testículos, en estos momentos muy pegados y arrugados; instintivamente se tocó la escondida vagina al tiempo que Jeremy de nuevo se sumergió en el agua. Ella no comprendía lo que le estaba pasando cuando se tocaba, sintió una sensación como hormigueo y estremecimiento agradable en toda la espina dorsal. Bernard estaba preparando las ostras. Abrió la más grande y encontró la más preciosa perla que jamás había visto, era como una pequeñísima pera, pensó que este regalo de la Madre Naturaleza representaría el dinero suficiente para vivir una pequeña familia toda su vida. La guardó junto con otras dos más normales, se lo diría más tarde a su hijo. Los chiquillos regresaron con más ostras, algunos minutos más tarde cenaron. Arreglaron la tienda, apagaron la lámpara y se echaron a dormir. El día había sido muy excitante, en cambio Jeremy no podía dormir, su pene estaba tieso empujando contra el ombligo de su padre. Oyeron los suaves ronquidos de la niña y creyeron que estaba dormida, Jeremy se volvió hacia su padre y murmuró en el oído. "¿Papá, podemos hacer algo de…?" Antes que Bernard pudiera contestar, sintió los labios de su hijo contra los suyos, abrió la boca y sus lenguas se encontraron empezando a explorar sus respectivas cavidades. Después de un par de minutos los dos estaban cerca de sus orgasmos; Bernard, en un susurro en el oído de Jeremy, argumentó: "¿Lo hacemos aquí? Helen podría oírnos." "No tenemos nada que ocultar, papá, incluso preferiría decírselo, sin embargo, vamos fuera bajo la luna. La noche es hermosa y muy cálida." Salieron de la tienda con cuidado, a unas cuantas yardas. Jeremy se montó encima del padre y empezaron su acostumbrada forma de hacer el amor. El chico se volvió a la posición 69 y se metió en la boca el pene de su padre chupándolo con ganas, al mismo tiempo Bernard cogió el de Jeremy entero en su boca, pronto ambos estaban respirando fuerte; en un momento alcanzaron el zenit de aquella maravillosa sensación de placer. Después de unos momentos, Jeremy recobró su postura original al lado de su padre y empezó a acariciar el pelo del pecho. Al cabo de unos minutos, otra vez estaban excitados y Jeremy folló el abdomen del adulto. Ya no necesitaba saliva porque sus propios fluidos pusieron la barriga del hombre resbaladiza. De nuevo aquel sentimiento de placer y gusto les llegó a los dos casi al mismo tiempo con gemidos apagados. Cuando sus orgasmos se aplacaron, Jeremy se escurrió a su lado al tiempo que recobraba su respiración normal. "Eres magnífico, papá. Hace una noche preciosa." Bernard abrazó tiernamente al ser que más amaba en el mundo. Entonces le preguntó al muchachito: "¿Cómo es Helen?" El chico no respondió inmediatamente, sonrió y besó a su padre rápido en los labios. "Es guapísima, papá. La quiero. No puedo sacar de mi mente su imagen. Me gustaría que no fuera tan vergonzosa. Cuando estoy fuera del agua me empalmo rápidamente. Me da vergüenza y no sé qué hacer." Bernard rió con ganas pero en silencio. "Le tienes que dar tiempo, hijo; afortunadamente tendréis muchos días y meses que estar juntos para alcanzar tu objetivo, si ella te acepta, claro." "Pronto llegará su cumpleaños y el mío, me dijo que nacimos el mismo día y mes, pero con un año de diferencia, así que cumplirá once años y yo doce. Ha traído muchas cosas útiles que harán nuestras vidas más fáciles, en cambio yo no tengo nada que ofrecerle." "Te equivocas, creo que tenemos un regalo como si fuera ella la Princesa de Gales. Hoy, dentro de la ostra grande ha venido la más preciosa perla que jamás haya visto; creo que será un regalo de reina." "Sería maravilloso, papá. ¿Pero crees que sería conveniente descubrirle nuestro secreto?" Bernard acarició con ternura las dulces mejillas de su adorado hijo con el reverso de su mano. "Absolutamente. Creo que yo también la amo, aunque de una forma diferente, por supuesto, pero la quiero." El chico pensó durante un momento. "Si, papá; ella es maravillosa y parte de nuestras vidas. Se merece ser parte de nosotros para siempre." Helen se despertó y de forma instintiva puso el brazo donde había estado Jeremy, pero observó que no estaba allí; estaba sola en la tienda de campaña. Se levantó y salió de la tienda; la noche era clara y cálida y pensó que sus amigos habrían ido a dar un paseo. Solamente unas yardas más allá oyó a padre e hijo hablando quedamente, yacían en sus costados en la fina arena el uno frente al otro, claramente pudo oír la última frase. Se sentó cerca de una palmera y pensó que no debería espiar a sus amigos, pero la innata curiosidad pudo más que sus pensamientos. La luna brillaba con todo su esplendor y claramente pudo ver como Jeremy se puso encima de su padre y lo besó tiernamente muchas veces alrededor de la cara y el cuerpo. De pronto empezó un movimiento y ambos gemían y jadeaban igual que había oído tantas veces en el barco, finalmente oyó un incontrolado quejido que salió de la garganta de Jeremy. Después de eso siguió una quietud absoluta, unos minutos después vio como Bernard acarició el pelo de su hijo con cariño y lo besó muchas veces con amor. Jeremy respondió de la misma manera, se abrazaron como a ella le habría gustado que la abrazaran. En aquellos instantes envidió profundamente a la pareja y echó de menos aquellos contactos que había recibido de su madre hacía mucho tiempo. Sintió sus lágrimas rodando por sus mejillas y pensó que quizás ella había llegado para interferir en aquellas vidas especiales, sin embargo, acto seguido recordó las dulces miradas del chico y su padre que de forma genuina le daban la bienvenida. Cuando se dio cuenta que sus amigos volverían, se escurrió y se metió en la tienda. Algunos minutos después volvieron ellos cogiendo las mismas posturas, Jeremy con sus espaldas contra su padre como si fueran dos cucharillas. Ella se movió como si estuviera dormida y se pegó al cuerpo de Jeremy; el muchachito la cubrió con su brazo izquierdo e instintivamente besó el cuello de la chiquilla ligeramente, no quería despertarla. La niña sintió el pene del chico contra su culo separado de su carne solamente por la tela de sus pantalones cortos. Los tres en bloque se echaron a dormir. Helen fue la primera en despertarse, estiró los brazos y sus movimientos despertaron a Jeremy y a su padre. Como si aquello ocurriera todos los días, se volvió y besó a Bernard. "Buenos días, papá." Sonrió al tiempo que contestaba. "Buenos días, hija." Bernard sintió que su familia había crecido en tamaño, y aquella nueva sensación le encantó. La niña se volvió y besó a Jeremy por primera vez. "Buenos días, Jeremy." No dijo hermano. "Buenos días Helen. ¿Has dormido bien?" "Nunca había dormido tan bien y feliz, aunque echo de menos los movimientos del barco." De nuevo repitió el beso rápido a Jeremy. "Voy a preparar unas pequeñas galletas." Padre e hijo se miraron sorprendidos. Salió de la tienda y se internó en el bosque provista de un cuchillo. Pronto estaba de vuelta con unas raíces que machacó con la parte roma de la hacheta. Cuando las redujo a casi una crema, gritó: "¡Vamos, chico, prepara el fuego!" Jeremy rápidamente preparó la lumbre con las herramientas que su padre tenía, entonce ella puso una piedra plana sobre las llamas, unos pocos minutos más tarde los tres estaban comiendo unas apetitosas galletas. Bernard se divertía gratamente sorprendido. "¿Dónde aprendiste esto, hija?" La chiquilla sonrió. "Los piratas me enseñaron. Además de personas peligrosas, saben mucho de supervivencia. Si quieres te enseñaré algunas otras recetas de cocina." "Desmontemos la tienda y vayamos a casa." Dijo Jeremy. "¿Por qué, hijo? No vivimos muy lejos, y cuando estemos en la playa será un buen lugar para echar una siesta, incluso pasar la noche aquí. No hay nadie en la isla que pueda tocarla." "Si, papa, tienes razón." Así pues, cargaron con el resto de las cosas y se internaron en el bosque. Cruzaron el pequeño riachuelo y empezaron a subir. "Helen, observa estas marcas casi invisibles en las rocas, muestran el camino a casa." Estuvo de acuerdo, se quitó la blusa y miró a Jeremy que tenía sus ojos fijos en sus pequeños pechos. Entonces preguntó: "¿Papá, como puede tener tanta agua esta isla tan pequeña? Parece un milagro. Los piratas nunca me lo dijeron, es un secreto para ellos también." "De alguna manera lo es, hija. Después de que nos establezcamos en la cueva, Jeremy puede acompañarte a un paseo y mostrarte el secreto." "Lo haré muy contento, señorita Helen." Dijo esto haciendo una ligera reverencia tratando que su voz no fuera tan de niño. La chiquilla rió. Subían hacia arriba de la colina, los grandes árboles habían desaparecido y la vegetación cambió a exuberantes arbustos con toda clase de frutos. Helen cogió un fruto morado, como una naranja pequeña y le dio un bocado. Rápido como el rayo, Jeremy le quitó la fruta de la mano. "Escúpela toda y también tu saliva, que no quede nada en tu boca." Asustadísima se puso pálida. Cuando el chico se aseguró de que había escupido hasta la más minima parte del fruto, Bernard le explicó: "Hija, esa fruta y la planta son muy venenosas, unos pocos gramos pueden matarte, es buena en pequeñísimas dosis para curar algunas cosas y calmar dolores." "Lo siento, papá. De ahora en adelante os preguntaré antes de probar una fruta desconocida." "Esa es una buena idea. Olvídate del incidente y continuemos." Caminaron cuesta arriba y algún tiempo después llegaron a la cueva. La muchachita se sorprendió de la gruta y del precioso arbusto que casi cubría la entrada. "Jeremy, ¿es buena esta fruta?" El muchacho recordó el accidente de su padre y el hundimiento del barco. "Bueno… no es mala, pero si te comes un par de ellas dormirás durante 24 horas seguidas." Ella se echó a reír mostrando sus preciosos dientes inmaculados, esto hizo que el chico olvidara sus tristes pensamientos. "Mientras yo preparo todo, tú puedes acompañar a Helen y mostrarle el secreto de la isla." "Muy bien, papá. Estaremos de vuelta en un par de horas. Vámonos, Helen." Para sorpresa de Jeremy, Helen se quitó la blusa y los pantalones cortos y los echó encima de lo que parecía el lecho. Jeremy abrió los ojos de par en par observando el maravilloso y gordito culo de la niña; ella le ofreció su mano. Un poco incómodo, Jeremy volvió la cabeza para no mirarla directamente porque su picha empezó a levantarse con cada latido del corazón. Ella cambió en su mente por un momento y con mala intención dijo: "Por favor, Jeremy, restriégame con aceite las espaldas y los hombros mientras yo lo hago por delante. No quiero que el sol me queme la piel." Bernard no pudo esconder una sonrisa viendo a su azorado hijo bajo la determinación de la niña. Sin embargo el valiente chico, extendió el aceite por toda la espalda masajeando lentamente los hombros, los cachetes y las suaves nalgas, mientras ella lo hacia por delante. En ese momento el muchacho sintió como una sensación dulce iba subiendo hasta sus ingles y pene, no pudo evitar su clímax. Cerró los ojos y paró durante unos segundos restregando las piernas de la chica mientras su miembro se movía con cada latido del joven corazón. Se arrodilló detrás de Helen para evitar caer al suelo de placer. La niña notó algo extraño en Jeremy, pero inocentemente no lo asoció con la descarga de goce sexual del muchacho. "Vámonos, Jeremy." El padre tuvo que volverse para ocultar la risa viendo a su hijo en la posición incómoda que estaba, su pene todavía se movía. Más relajados y con las manos entrelazadas, empezaron a subir para alcanzar el filo del extraño cono de la montaña. La muchacha se reía para sí a tiempo que escudriñaba con cuidado la inflada picha del chico. Mas calmados y más de una hora subiendo, llegaron al punto donde se podía ver el lago. Pararon durante un momento y Jeremy se volvió para contemplar la isla. Helen miró sorprendida la maravillosa vista que había desde allí. "¡Es maravillosa, Jeremy! ¡Podemos ver casi toda la isla desde aquí!" El chico no pudo decir nada; toda su atención estaba centrada en la vista del precioso cuerpo desnudo de la chiquilla. Después de un momento, murmuró. "Si, es… es maravilloso." Helen rió entre dientes adivinando la causa del tartamudeo del chiquillo. "Helen, ahora quiero que cierres los ojos, será solo durante un par de minutos." Lo hizo, entonces Jeremy suavemente la llevó hasta el punto desde el cual se podía contemplar el lago en toda su belleza e inmensidad. Él aprovechó la oportunidad para echarle un vistazo a la entrepierna de la chica, y pudo ver que tenía unos pocos pelos rojos en sus genitales, pensó rápidamente que ella estaba más avanzada en la pubertad que él. Entonces, despacio la situó sobre una gran piedra plana y pulida por los siglos de lluvias, era como una larga plataforma como las que hay en las piscinas para saltar al agua. La miró de nuevo y se repitió mentalmente así mismo: "Dios mío, que bonita es." "Por favor, abre los ojos, Helen." La niña abrió sus brillantes ojos azules mirando al lago, la boca abierta de sorpresa. "!Oh Dios mío, es increíble!" Jeremy la miró y no pudo resistir la belleza y la cercanía de la muchacha. La miró a los ojos y suavemente, despacio la atrajo hacia sí; sus labios se encontraron en un largo y tierno beso, ella cerró los ojos temblando como la gelatina al tiempo que sus rodillas casi se doblaron, porque era la primera vez que alguien la besaba en los labios. Sintió el duro pene del niño contra su entrepierna. Jeremy termino el beso, después de casi un minuto, y ella suspiró profundamente, apoyando su roja cabeza en el fuerte hombro izquierdo del chico. Él murmuró en su oído al tiempo que acariciaba su cobrizo cabello: "Te quiero, Helen; eres tan bonita, tan…" Ella temblaba. Después de unos segundos, lentamente la niña se separó de él y contempló aquella cara todavía redonda de niño y sus ojos de un azul oscuro profundo. "También te amo yo, Jeremy, mi guapo muchachito. Te quiero desde el momento que me cogiste por detrás en la selva." Entonces puso sus brazos alrededor del cuello de Jeremy y tiró de él hacia ella, el chico se estremeció cuando sintió sus pequeñas tetase contra su duro pecho y su picha tiesa en su entrepierna, un poco más arriba de su vagina. Sus labios se unieron de nuevo, pero esta vez el beso era tierno y suave, pero se convirtió en apasionado. Jeremy abrió su boca e introdujo la lengua dentro de la de ella, la chica sintió que algo intentaba abril sus dientes, se resistió durante un momento pero permitió a la intrusa dentro de su cavidad. Las lenguas se movieron dentro y pronto estaban los dos respirando muy fuerte. Instintivamente, ella empezó a moverse arriba y abajo restregando el pene del chico contra su clítoris. Aquel maravilloso e inesperado placer llegó atravesando todo su pequeño inmaduro cuerpo por primera vez en su vida. Sintió que sus rodillas no iban a soportar su cuerpo y abrazó incluso más fuerte al muchacho para prevenir su caída al suelo. Ambos al mismo tiempo terminaron el beso y se unieron en un apretado abrazo como una sola persona sudando y respirando de forma incontrolable. Un largo gemido salió de sus gargantas al tiempo que alcanzaban el pico de sus orgasmos. Pronto los latidos de sus corazones disminuyeron sus ritmos. Cuando se recobraron, ella se separó de su muchacho un poco y lo miró, todavía confundida. Él le sonrió tiernamente y la besó de nuevo en los labios, esta vez rápido. Capítulo 8 "¿Qué acaba de ocurrir, Jeremy?" Pensé que me caería y que mis rodillas no podrían sostenerme. ¡Ha sido tan maravilloso y grande…! No podía hacer nada, excepto estar lo más pegada posible a ti. Quería fundirme contigo, comerte sin hacerte daño." Jeremy sonrió y le acarició la cara llena de pecas con ternura. "Ha sido tu primer orgasmo, como lo llama papá." Ella le sonrió, todavía unida a él. Se ruborizó. "¿Jeremy, es eso lo que sentiste anoche?" Ella agachó su rojiza cabeza. "Lo siento muchísimo porque os espié. Estoy verdaderamente avergonzada pero no pude evitarlo. Lo siento." Jeremy le besó el puente de la nariz y la chica suspiró. "Si, eso es lo que experimento cuando hacemos el amor, pero contigo ha sido diferente, más dulce y mejor. No encuentro palabras para explicarlo." "Tengo que decírselo a papá y pedirle que me perdone." "Puedes hacer lo que mejor creas, querida, pero no necesitas hacerlo. Papá es la persona más maravillosa y compresible que te puedas imaginar, seguramente el sabe que nos espiaste." La chica sintió una sensación agradable cuando el chico la llamó "querida". Hacía muchos años desde que ella había escuchado esa palabra de boca de su padre. Entonces preguntó: "Has dicho que hicisteis el amor. ¿Acaso te metió su cosa en el culo como el Capitán Black hace con los adolescentes que mete en su camarote?" Jeremy rápidamente contestó a la chica. ."Oh, no." Sonrió. "Él jamás me haría eso a mí, además no me gusta. Cuando estábamos en el barco, me sentía en deuda con él y le pedí que me lo hiciera, pero lo que hizo fue darme un beso y rechazar de plano esa idea; entonces me explicó que yo era su hijo, que hacer eso implica dolor y él no estaba dispuesto para hacerme daño, además, él no lo había hecho nunca con un varón, hombre o niño. Ya te puedes imaginar como me sentí en aquel momento, lo abracé y lo besé en todas partes. Hicimos sexo como ya nos vistes anoche y él echó su semen, con tal fuerza que alcanzó mi cara. Reíamos mucho y pasábamos las más hermosas noches que jamás yo haya pasado. Hace solo unos días, lo intenté de nuevo diciéndole que me follara, que estábamos solos y felices, él me contestó exactamente igual que en el ballenero. Amo a mi padre cantidad, Helen; haría cualquier cosa que me pidiera. Hacemos cosas sexuales cuando yo se lo pido. Nunca me ha forzado ni siquiera sugerido empezar, no obstante, siempre está dispuesto y preparado para complacerme, esto me hace inmensamente feliz y estoy muy orgulloso de tener un padre como él. Ignoro si tú comprenderás esto alguna vez. "Lo comprendo, querido, de hecho, te envidié mucho cuando lo besabas, acariciabas o te acomodaste entre su brazos después del acto. Me habría gustado estar entre vosotros y recibir vuestros besos y ternuras." Se sentó en la pulimentada roca y atrajo a Jeremy hacia ella. Guardaron silencio durante unos momentos. "Tu pene está tieso, hagámoslo de nuevo, Jeremy. Deseo hacerlo tantas veces como tú quieras." Jeremy fue a decirle que aquella sería su tercera vez en una hora, pero pensó que no era necesario. Yacieron en sus costados mirándose y el chico comenzó besándola en los labios, pero pronto estaba lamiendo y chupando los globos de sus orejas, la niña temblaba de excitación. Continuó en los sobacos y ella sonreía con la sensación de cosquilleo y placer, ella puso sus manos en la cabeza del chico, quería tocarle el pene pero él se escurrió hacia abajo. Sintió la dura picha rozarle el abdomen al tiempo que se escurría hacia abajo, y ahora su entrepierna. De pronto, el chico con todo cuidado, cogió uno de sus pezones en la boca, mientras masajeaba el otro con ternura; entonces se cambió al otro chupándolo. Esta era la primera vez que Jeremy succionaba la tetilla de una chica, igualmente era para Helen; nunca la había tocado nadie en parte alguna hasta ahora. No podía resistir aquellas nuevas sensaciones. Gritó de placer e instintivamente empezó a empujar sus caderas intentando conseguir el pene del chico dentro de ella. Jeremy volvió a su boca y se besaron apasionadamente, entonces la chica empuñó el miembro del chico. Esta sensación fue grandiosa, estaba caliente y duro e inmediatamente empezó menearlo de arriba abajo. De pronto sus cuerpos se pusieron tensos y un espasmo los recorrió. Gimieron de placer al alcanzar sus orgasmos por segunda vez en unos minutos. Todavía respiraban fuerte, se tumbaron juntos en la cálida piedra en el éxtasis de su placer hasta que recobraron la respiración completa. Ella miró a su muchacho y le acarició el cabello; rápidamente se levantó, y antes de que Jeremy se diera cuenta, la chica saltó desde la roca a la laguna, Jeremy se rió y la siguió. Nadaron como dos jóvenes delfines, al chico le costaba seguirla, era muy buena nadando. Después de unos minutos disfrutando el agua clara y fría, Jeremy intentó bucear hasta el fondo, pero pasados un par de minutos, tuvo que volver a la superficie. "Es muy profunda, no he podido llegar al fondo." Volvieron a la playa rocosa y Helen se montó sobre los hombros del chico y saltó de nuevo al agua. Continuaron saltando y nadando hasta que se cansaron de aquel juego. Se abrazó al muchacho, puso sus pequeños brazos alrededor del cuello y las piernas en la cintura. Jeremy sintió como su picha se ponía dura de nuevo, sus labios se unieron; los pequeños pechos de la chiquilla rozaban continuamente los pectorales del chico y el pene de Jeremy a la entrada del ojo del culo. Instintivamente Jeremy empujo hacia arriba intentando penetrar el anillo del culo, pero no pudo, sin embargo, una descarga de corriente recorrió todo el cuerpo de Helen cuando sintió el contacto del miembro masculino en aquella parte tan sensible de su cuerpo. Sus lenguas se mezclaron dentro de las bocas húmedas y al mismo tiempo se restregaban el uno contra el otro. De nuevo alcanzaron su tercer clímax casi al mismo tiempo con un fuerte gemido. Helen pegó su cuerpo al de su querido chico hasta que el calor de sus cuerpos salió a través de su piel. Entonce ella miró la posición del sol. "Jeremy, debemos volver; creo que ya han pasado más de dos horas y papá estará preocupado." El muchachito sonrió y se sintió muy bien con el juicio de su chica. "Si, mi preciosa niña, tienes mucha razón. Salieron del agua y con las manos entrelazadas comenzaron a andar cuesta abajo hacia la cueva. La niña lo miró y sonrió, observó que, por primera vez, su picha estaba flácida. "Parece que tu hermanito está cansado." Jeremy se miró y sonrió. "No por mucho tiempo, no necesita rellenarse." Aquello trajo a Helen el recuerdo de lo que había visto unas pocas veces en el barco pirata. “Jeremy, ¿Echas tú la cosa blanca que vi en el barco que algunos hombres lo expulsaban?" El chico sonrió entre dientes, sin embargo, reconoció que Helen tenía más experiencia que él. Mientras que él solo había visto el semen de su padre en el barco, quizás a ella la obligaron a asistir a aquellas orgías organizadas por el Capitán Black y sus colegas, o quizás lo vio acuciada por el instinto de curiosidad de una niña. "Supongo que te refieres al semen. No, todavía no. Soy demasiado joven para eso; papá dice que quizás dentro de medio año lo haré." Ambos guardaron silencio mientras bajaban, pero la chica estaba muy interesada en el asunto, y sabía que a su chico no le importaría decírselo si ella lo deseaba. "La otra noche no vi que limpiaras el de papá, ¿es que él no alcanzó el gusto?" La cara de Jeremy se entristeció al tiempo que una mueca de dolor cruzó por su mente recordando los terribles momentos del hundimiento del ballenero. Helen lo observó. "¿He dicho algo ofensivo o inconveniente?" "No, querida, no has ofendido a nadie, solo que has traído a mi mente momentos muy tristes." El chico hizo una pausa durante un momento recordando aquellos primeros días en la isla después del accidente. Continuó. "Cuando intentaba saltar al agua detrás de mi durante el hundimiento, una parte del palo mesana se quebró y cayó en su nalga y entrepierna rompiéndole el hueso fémur. Sus testículos se inflamaron y le dolió mucho durante una semana, tenia que tomar de esas frutas que te enseñé para calmar el dolor. Cuando todo mejoró e hicimos el amor por primera vez, él no echó nada. Por lo visto, el golpe cortó las venas del semen, así que ahora puede disfrutar como cualquiera, incluso se recupera muy rápido, pero sé que ha quedado estéril para el resto de su vida. "Lo siento de veras, porque es un hombre muy guapo y todavía lo suficiente joven para tener muchos hijos." Jeremy no quería continuar hablando de aquella parte tan triste de sus vidas; se sintió muy mal porque amaba a su padre. Ella notó como los ojos de su querido chico se humedecían. "Lo siento, Jeremy, por haberte recordado este asunto." "No es culpa tuya, querida. ¡Con el tiempo sabrás lo grandioso que él es¡" Ella le apretó la mano y lo atrajo hacia si. El chiquillo suspiró. "Jeremy, os quiero a ambos y me gustaría ser parte de vosotros, compartir vuestros momentos cuando estáis… juntos." El chico se paró y miró a los ojos azul marino de la muchachita incrédulo. "¿Hablas… en serio, Helen? Aunque no creo que él estará de acuerdo." "Absolutamente. Quiero ser parte de vosotros dos. Estamos solos en una isla perdida y solitaria en medio del Océano, ¿y quien sabe que nos ocurrirá en el futuro?, así que quiero ser y haceros felices a los dos." Sorprendido, el muchacho argumentó. "Para él solo eres una niña pequeña, estoy seguro que rechazará esa idea." "¿Por qué? Tú también ere un chico pequeño, muy alto y muy guapo para tu edad, eso es cierto, pero somos casi de la misma edad. No pretendo que él, él…me folle…" La chica se ruborizó muchísimo, pero continuó. Eso…eso está reservado para ti. No obstante, nosotros podemos hacer muchas cosas juntos y gozar de nuestras noches. ¿Por qué, no?" Jeremy guardó silencio durante un momento con la determinación de la chiquilla. Entonces, le preguntó. "Helen, ¿tienes ya el sangrado mensual, quiero decir, la menstruación?" "¿Menstruación? ¿Qué es eso?" "Bueno, yo… yo no debería haberte hecho esa pregunta, es demasiado personal y privada." Ella se paró durante un momento y miró intensamente a los grandes ojos del muchacho. "Jeremy, hemos hecho cosas juntos que jamás pensé que las haría, incluso que existían. Estoy desnuda enfrente de ti, por lo tanto no tengo ningún secreto ni nada privado contigo, solamente que no sé de qué me estas hablando." Estaban llegando a la cueva. "Las mujeres sangran una vez al mes cuando sus cuerpos maduran, igual que los hombres echan semen cuando llegan a la pubertad, pero será mejor que le preguntemos a papá para que él te lo explique, como médico que es. Se cogieron de la mano y sonrieron. Bernard salió de la cueva cuando oyó a la pareja que llegaba. "Hola, guapa pareja; pensé que os habíais perdido." Jeremy miró a su padre y corrió a sus brazos como si fuera un niño pequeño, y el padre empezó a hacerle cosquillas. Helen se unió a ellos en un triple juego. "Te echamos de menos cada momento, papá. Después del almuerzo, Helen quiere hacerte algunas preguntas, parcialmente yo podría contestarlas, pero tú conoces el tema mejor que yo." Bernard miró a su hijo y el chiquillo se ruborizó un poco. "De acuerdo, hijos. Entremos, tengo ya preparada la comida." Comieron en silencio, y cuando terminaron Bernard preguntó. "Bueno, hija, ¿tus preguntas?" Ella dudó durante un momento. "Papá, hemos estado hablando de sexo y hay muchas cosas que ignoro porque nadie se cuidó de enseñarme. Jeremy ha hablado sobre la madurez en chicos y chicas y especialmente de la menstruación en las chicas, y no sé mucho sobre eso, o mejor dicho, no sé nada. Cuando salí del colegio tenia solo siete años, y en el barco había solo hombres; primero mi padre y mi tío y después los piratas…" Bernard acarició el pelo cobrizo de la niña, en su mirada solo había preguntas. "Bien, madurez significa el momento en que un chico y o una chica puede concebir un bebé. En el caso de un chico, empieza cuando expele semen a través de su pene, en general, cuando tiene doce o doce años y medio. Las niñas aproximadamente un año antes. No existe una regla fija. Un chico lo nota cuando comienza a expulsar semen después de un maravilloso sueño, nosotros lo llamamos polución nocturna, o cuando se masturba. Las muchachas cuando menstrúan. Menstruación es la expulsión de sangre por la vagina, en general, una vez cada cuatro semanas. Dentro de unos meses, de pronto, notarás que sangras a través de tus órganos privados, esto dura unos cuantos días. No te asustes, simplemente has madurado; continuará así cada mes hasta que cumplas los 45 años, aproximadamente. Algunas veces viene acompañada de ligeros dolores en el abdomen, pero nada serio o importante." Helen, con la curiosidad reflejada en su bonita cara, preguntó: "¿Por qué se produce?" "No estamos seguros." El resto de los animales normalmente se preparan para recibir al macho una o dos veces al año, si embargo, la mujer está preparada cada mes, los ovarios, que almacenan pequeños huevos, tienen mucho que ver. Aparentemente, la mujer expulsa uno cada cuatro semanas, si no encuentra semen del hombre, el cuerpo tiene que expulsar toda la preparación, hasta el próximo mes. Esta es la mejor teoría actualmente aceptada por la comunidad científica, por supuesto que no es aceptada por las religiones." Jeremy y Helen guardaron silencio durante algunos momentos. La muchacha de nuevo preguntó. "Papá, ¿quieres decir que yo puedo concebir un bebé en mi entrañas dentro de medio año?" "Es posible, incluso antes de ese tiempo. Tienes casi once años, pero eres una chica sana y crecida para tu edad. Has estado viviendo cerca de cuatro años en zonas tropicales y eso ha podido afectar a la naturaleza de tu cuerpo. Sin embargo, necesitas la cooperación masculina, o sea, digamos, recibir el semen de Jeremy." La chica sonrió y presionó la mano de su muchacho, éste se ruborizó. Ella en cambio, suspiró. "Sería maravillose tener un bebé con Jeremy. Probablemente sería tan guapo como él." El chico se puso rojo de nuevo y Bernard argumentó: "O el pelo rojo como tú y los preciosos ojos de él. La mezcla puede ser entre miles de combinaciones, incluso que se parezca a uno de vuestros antepasados de las tres últimas generaciones. No obstante, os tengo que advertir a los dos, que vuestros cuerpos pueden estar sexualmente activos y maduros para concebir un bebé, pero tenéis que crecer todavía un poco más física y mentalmente. La edad ideal es desde los quince años para las muchachas, aunque he visto niñas de once dar a luz bebés perfectamente sanos, en especial en países tropicales." Helen parecía decepcionada, entonces preguntó: "Papá, ¿que pasaría si ocurriera antes de esa edad?" "Probablemente, nada. La Madre Naturaleza es muy sabia pero no es aconsejable. Tú eres todavía una niña y necesitas continuar siéndolo, disfrutar y gozar de tu niñez y adolescencia. Tienes un magnifico aspecto y necesitas crecer en altura y fuerza. Tendrás tiempo más que suficiente para crear una familia y tener muchos hijos." Helen y Jeremy guardaron silencio digiriendo las explicaciones de Bernard, quién continuó. "Esto nos lleva a algo diferente, mi querida pareja. Debido a extrañas circunstancias ajenas a vosotros, no habéis gozado vuestra niñez como los demás niños normalmente hacen, especialmente tú, Helen; por lo tanto, de ahora en adelante y durante las tarde hasta la puesta del sol, podéis emplear ese tiempo en lo que queráis; subiendo a los árboles, nadando… en suma haciendo lo que chicos y chicas de vuestra edad hacen. Ya que tenemos una lámpara, las clases tendrán lugar después de cenar." Los chicos se rieron entre dientes y se sentaron alrededor del adulto pensando en esa idea. "Hasta luego, papá." Jeremy besó a su padre rápido en la mejilla y Helen hizo igual. "Vamos a la playa, Helen, quiero enseñarte una cuantas cosas." Con las manos entrelazadas caminaron por el bosque. Jugaron e hicieron lo que cualquier chiquillo haría en un ambiente salvaje de plena libertad, por supuesto, el casi cada día juego del sexo, pero limitado a besarse, lamerse y tocarse sin ninguna penetración, de mutuo acuerdo, aquello había sido pospuesto dejarlo para una ocasión o momento especial. Ella había conseguido un bronceado magnifico no abusando del sol y cubriéndose su delicada piel con aceite de coco, aunque mantenía el polvo de pecas por encima del puente de su naricilla y en sus mejillas. Sus preciosos ojos azules podían derretir una piedra con su radiante calor, y parecía que eso lo hacía muy a menudo con el corazón de Jeremy. Aquellos meses juntos marcaron sus vidas, de tal manera, que no lo olvidarían jamás y siempre echarían de menos por mucho tiempo. Era muy difícil para ellos olvidar el hecho de que estaban solos y viviendo en un ambiente libre de una isla desierta, con la única restricción que ellos mismos se imponían. A Jeremy le encantaba la isla y la vida que llevaban allí, sin embargo, cuando se quedaba solo, pensaba que maravilloso habría sido tener a Joe y algunos de sus amigos allí, además de a Helen. Echaba de menos las peleas, y se reía recordando las veces que su nariz estuvo morada y su camisa rota debido a un puñetazo que recibió de otro chico, incluso de Joe. En este caso, su amistad se pararía pero no por mucho tiempo, algunas veces duraba unas cuantas horas, hasta al día siguiente, pero en general, se buscarían el uno al otro para reanudar su amistad y poniendo el brazo alrededor de los hombros olvidarían las ofensas rápidamente, no importaba las que hubieran sido. Pasaron algunas semanas y llegaron sus cumpleaños; Helen cumpliría once el 18 de Noviembre, y Jeremy doce el día 20 del mismo mes, así que acordaron el 19 como día común para los dos. Después de una cena temprano y antes de la puesta del sol, organizaron una pequeña ceremonia. Una vez hechas las mutuas expresiones de felicidad de cada uno hacia el otro, Helen explicó: "Le daré a Jeremy mi regalo más tarde esta noche." Ella se aproximo al oído de Bernard y le dijo algo. El sonrió y asintió, pero no dijo nada. "¿Qué es, papá? Preguntó el chico sabiendo que Helen no lo diría. "Lo siento hijo, ella desea mantenerlo en secreto." Sonrió al tiempo que anunciaba a la muchacha. "Y ahora aquí tienes nuestro regalo." Jeremy cogió la lámpara y se internó en la caverna; volvió con un pequeño coco que secretamente había pulimentado cuidadosamente hasta que parecía un estuche. Con un beso en la mejilla de la chica, le ofreció el objeto, ella lo abrió manteniendo la respiración. Cuando se fijó en la extraña perla, su cara se puso blanca y empezó a temblar, casi lloraba. "¡Por favor, no, no!"Jeremy, por favor, no… no me des esto, esa perla está maldita!" La chica rogó al chiquillo al tiempo que empezó a llorar. Padre e hijo estaban perplejos confundidos. El muchacho se levantó la cogió entre sus fuertes brazos y la atrajo hacia su pecho restregando su mano en la espalda. Después de unos minutos, se calmó y añadió: "No quiero una cosa que ha matado a tantas personas." "¿Qué ha matado a personas?" Jeremy preguntó terriblemente sorprendido. Helen todavía gimiendo continuó. "Si. Vi como el Capitán Black mató con su propias manos a dos de sus hombres porque habían intentado robarle esa perla de su cofre de madera. Antes ya había colgado a otro. Mas tarde me la mostró, diciendo, "esta perla es una joya preciosa y rara, su valor es como la mitad de este barco; con ella y el dinero que tengo guardado compraré una fragata." Bernard y su hijo comprendieron ahora el terror y el pánico que la perla le había causado a Helen. El hombre se levantó y abrazó muy fuerte a la asustada niña. Cuando cesaron los sollozos, Bernard argumentó. "Helen, esta perla nada tiene que ver con la que tú has mencionado. ¿Cómo habría podido obtenerla siendo del Capitán Black? La extrajo Jeremy de la profundidad del mar hace unas pocas semanas en tu presencia. ¿Recuerdas aquella ostra grande que sacó de la barrera de coral el día que tú llegaste? Contenía esta perla, acordamos entre los dos mantener el secreto hasta hoy y dártela como regalo de cumpleaños." La chica miró a Bernard y a su hijo sorprendida y avergonzada; abrazó a los dos, uno después del otro. "Lo siento, papá, me he portado como un bebé. Tienes toda la razón." Murmuró la niña. "No, hija, es una reacción normal causada por las terribles experiencias que has vivido." “¡Pero… esto vale una fortuna!” "Tú eres la más grande de las fortunas, mi pequeña chica." Jeremy expresó con tierno amor. Ella puso a un lado el pequeño estuche y besó al chico en los labios largamente, aquello hizo que su picha se levantara dura como la roca. "Vamos te enseñaré algo." Jeremy encendió la lámpara, tomó a la chica de la mano y caminaron hacia la profundidad de la gruta. Quitó una piedra y extrajo un coco grande lleno de perlas que reflejaban la luz de la lámpara como pequeñas estrellas. La chica abrió la boca con incredulidad, tartamudeando argumentó: "Jeremy, ¡son preciosas! Cualquier persona en nuestro país sería inmensamente rico con el contenido de este coco." "Si, tienes razón, pero aquí su valor es nulo. Lo guardamos por si nos rescatan; incluso, en ese caso, no podríamos llevarlo todo con nosotros. Si se enteran, después de asesinarnos, vendrían aquí y destrozarían nuestro paraíso. La niña miró con ternura a su chico. Entonces Jeremy se fue al fondo de la cueva e intentó excavar un hoyo más grande y profundo con la parte trasera del hacha, pensó que conseguirían más perlas y necesitaban esconderlas bien. De pronto la herramienta hizo un sonido metálico, pensó que había chocado contra una piedra dura, como el basalto, pero a medida que continuaba escarbando, encontró un pequeño cañón de bronce de un barco. Inmediatamente, gritó. "¡Papá, Helen, por favor, venid! Alarmados se pusieron en pié y corrieron al fondo de la cueva. Jeremy estaba escarbando duro quitando la capa de arena volcánica que cubría el cañón. "Es un cañón de barco, papá, aunque pequeño y de bronce, nunca había visto ninguno como éste, normalmente los cañones se hacen de hierro." Bernard examinó con cuidado el pesado objeto. "Tienes razón, tiene que ser muy antiguo. Debido a la temperatura que sale del volcán se ha mantenido limpio de óxido. Es extraño que alguien esconda un cañón en este lugar… no tiene sentido. Intenta sacarlo." Cavaron más y pronto extrajeron el objeto; Helen observó. "La boca está bloqueada y tiene una pequeña raja encima, posiblemente explotó debido a una excesiva carga de pólvora. En el barco pirata vi uno de hierro con el mismo problema." "Llevémosle fuera y lo comprobaremos mejor." Sugirió Bernard. Arrastraron el pesado cañón fuera debajo de la visera rocosa de la cueva, el chico lo limpió con un puñado de hierbas secas. Con un palo intentó aclarar la boca quitando la pasta de lava que la cubría. Una vez limpia, el muchacho introdujo la mano y tocó algo con la punta de los dedos. "He tocado algo; Helen, por favor, inténtalo tú con tu brazo, que es más delgado que el mío." Excitada, la chica introdujo su pequeño brazo y saco lo que parecía un paquete. Bernard lo observó rigurosamente. El material parecía como gamuza enrollada con una cinta dura, probablemente hecha de pergamino. Bernard con cuidado rompió el envoltorio y desenvolvió el paquete. "Parece muy antiguo y fue impregnado de aceite antes de meterlo en el cañón, es tan viejo como el hacha que tú encontraste. Finalmente, lo abrió todo y encontró un saquito precioso azul hecho con terciopelo. Lo desató y volcó parte del contenido en su mano. Abrieron los ojos desmesuradamente al contemplar el increíble contenido. Primero aparecieron diez monedas de oro puro y muchos cristales de diferentes colores, después; algunos cayeron al suelo y Jeremy los recogió. "Papá, ¿Qué es esto?" El chiquillo preguntó. Helen, más acostumbrada a ver joyas, cogió una de la mano de Bernard y contesto al muchacho. "Estos que no tiene color son diamantes, los verdes son esmeraldas y los rojos y azules son topacios. Los he visto antes en el camarote del Capitán Black, sin embargo este azul claro… no puedo identificarlo. No sé nada sobre el valor, pero…" Bernard interrumpió a la niña al tiempo que sacaba el resto del contenido de la bolsa. "El azul claro es muy raro y caro, pero es un diamante, vi uno hace mucho tiempo en una tienda de un joyero judío en Londres." El chico entonces intervino. "Es casi tan hermoso como tus ojos, querida." Jeremy le dio un beso rápido a Helen en los labios, ésta suspiró. "Es realmente una fortuna, tanto como todas nuestras perlas, especialmente el diamante azul, y fácil de ocultar. Lo guardaremos aquí todo enterrado. El cañón lo tiraremos desde aquí hacia bajo de manera que desaparezca en medio de la vegetación." Bernard examinó una de las monedas. "Son ducados venecianos, y están fechados en 1374. ¿Cómo llegaron hasta aquí? Nunca lo sabremos, casi seguro que pertenecían a alguien que comercializaba con especias. Por alguna razón, su barco fue arrastrado hasta esta isla, lo mismo que el nuestro, porque está muy lejos de las rutas marítimas normales de transporte de las especias." Jeremy había observado que algunas de las joyas tenían un pequeño orificio, probablemente eran parte de un collar. Entonces cogió el más grande de los topacios azules, y con un hilo fino que sacó de las cosas de Helen, lo colgó del blanco cuello de la chiquilla. Ella miró con ternura a su amado muchacho y agradeció el gesto con una dulce mirada que derritió el corazón del chico. "Es más que suficiente con la extraña perla…" Jeremy miró primero a su padre y después a su chica. No, estás equivocada. Esta joya encaja perfectamente con tus ojos, incluso todas las perlas y todas las joyas juntas no serían suficientes para pagar la felicidad y la suerte que tú nos has traído." El muchachito besó a la chica con auténtico amor como solo los niños de esa edad pueden hacerlo. "Te mereces mis regalos ahora más que nunca. Entremos." Entonces la niña miró a los ojos de Bernard se sentó en su regazo, y puso sus pequeños brazos alrededor del cuello del adulto. "Papá, hoy es un día especial y tenemos que olvidarlo todo." Arrastró y empujó a Bernard sobre la blanda cama cerca de ellos y empezó a besarle en los labios, abrió su boca y sus lenguas se mezclaron; con ternura él la paró durante un momento. "Helen, se supone que debes hacer esto con Jeremy, no conmigo." La chiquilla sonrió. "Eso vendrá más tarde, tenemos toda la noche por delante, ahora te toca a ti, mi queridísimo padre." Ella reanudó sus caricias. Jeremy no quiso que lo dejaran aparte, cogió el pene de su padre con la mano izquierda y empezó a restregarlo de arriba a bajo despacio y suavemente, al mismo tiempo que su mano derecha masajeaba la bolsa de los testículos del hombre. Pensó que haría que su padre tuviera un orgasmo, pero él quería que los tres lo tuvieran juntos al mismo tiempo. "Helen, chúpale la picha, tú lo has sugerido varias veces, yo haré lo mismo a tus pequeños órganos." La chica sonrió encantada y se movió hacia abajo, se arrodilló cerca de la entrepierna de Bernard, puso su mano izquierda alrededor de los huevos y se metió en la pequeña boca el pene de su nuevo padre, pero solamente el capullo, no podía ir más allá. Jeremy se puso en posición de 69 al lado de su padre, su cabeza debajo de los genitales de su futura esposa, ofreciendo su picha al adulto que la tomó toda con ansiedad. Jeremy extendió las piernas de su chica y comenzó a lamer la vagina y a chupar el pequeño clítoris mientra acariciaba con sus manos los pequeños pechos. Los tres llegaron a un frenesí de movimientos, gemidos y respiraciones entrecortadas. Pararon durante unos instantes para gozar y disfrutar su unión y calmarse un poco. Bernard continuó respirando fuerte, su pene estaba duro como jamás lo había estado antes. "Sabía que tenía la mejor familia del mundo, y esto lo confirma," dijo el hombre. Los chicos sonrieron satisfechos, acto seguido reanudaron sus juegos. Unos minutos después, los tres gimieron uno después del otro, al tiempo que sus cuerpos experimentaron y gozaron el más maravilloso de los orgasmos. Los tres se unieron en un montón respirando fuerte, hijo y padre juntos y la chica en medio como una empanada mirando a su nuevo padre. "Te adoro, papá; incluso más que amaba a mi propio padre. Soy muy afortunada." Jeremy todavía con su picha tiesa fue por encima de su chica y besó a su padre. "Tienes toda la razón del mundo, Helen. Te dije que lo amarías incluso más que a tu propia familia, como yo lo quiero." Suspiros de felicidad salieron de la garganta del adulto. "Algo dentro de mi corazón me dice que estaremos juntos todavía durante muchísimo tiempo, y que tendremos mucho cariño que compartir. Gracias, hijos míos." Se besaron rápido de nuevo. La chica y el chico, desnudos como estaban, cogieron la linterna, y Jeremy informó a su padre: "Papá, vamos a pasar la noche en la tienda. Es la de nuestro cumpleaños." Bernard les sonrió. Miró como los niños, con las manos entrelazadas, caminaban colina abajo hacia la playa. Bernard entonces gritó: "¡Que paséis una noche encantadora! Jeremy, por favor, cuídala y que seas tierno como yo te he enseñado. "Lo haremos, papa." Respondieron los dos al unísono, al tiempo que caminaban hacía el bosque. La luna llena había empezado a salir por el este, y pronto la luz lechosa iluminaría aquella isla paradisíaca. Fin de la 2ª Parte