Una inusual visita médica.

por piss_boys

piss_boys@yahoo.it

 

 

Warning: English is not my mother-tongue, so I won't even try to write this short story in this language. I will write it in Spanish, my second language, with the idea to translate it, later on, into English, should this attempt be successful. I hope somebody will enjoy it: if it makes you horny, and your little brother downstairs is raising his head up, then the story has reached its goal... As usually happens with authors, this is a labour of my fantasy, only intended for an adult audience. The author condemns any act as such here described, and the usual other warnings required by law. If you are an under-age reader yourself, it is better for you to leave now, go back to cartoons, and come back again in a couple of years, or more, according to your present age.

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Ciao!

 

 

Aviso: espero disfrutes de mi nueva historia de fantasía: si te emocionas al leerla, y tu hermanito de abajo comenzará a levantar su cabecita, entonces mi objetivo se habrá cumplido... Como de costumbre, este es el parto de mi fantasía, y sólo está destinado a un público adulto. El autor condena firmemente todos los actos similares a los descritos aquí, a menos que ocurran entre adultos que consienten el uno con el otro. Si eres menor de edad, no sigas leyendo, regresa a tu pasatiempo favorito y vuelve aquí en unos años.

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¡Ciao!

 

************

 

El relato que sigue se desarrolla en la época pre-Covid, así que no te asustes por la falta de medidas de distanciamiento social. Aquí viene el relato.

 

Última visita del día, largo y lleno de pequeños pacientes. Pero la última visita de hoy es un momento de relajación, porque el joven Antonio, ahora al borde de volverse en un adulto, es uno de mis pacientes más antiguos. Sigo su crecimiento desde que nació, con la satisfacción profesional del pediatra que ve a un joven vástago crecer hermoso y saludable, siempre acompañado por sus padres, muy atentos y cariñosos.

 

Entonces, cuando Ana, mi secretaria, abre la puerta de mi consulta y me dice "Antonio ha llegado", con una sonrisa le respondo "¡Déjelo pasar!".

 

Entra Antonio, él también con una hermosa sonrisa en su rostro, y cierra la puerta detrás de él.

 

"Bueno Antonio, ¿no dejas entrar a tus padres?", le digo, un poco sorprendido.

 

La sonrisa se abre más, en su rostro. "¡Voy solo! En unos pocos meses ya tendré 18 años, así que le dije a mi mamá que incluso podría ir solo, especialmente porque es nada más que un chequeo rutinario".

 

Y, después de un momento: "¿Cómo estás tú, doctor?".

 

Es normal que mis pacientes adolescentes, especialmente si los estoy siguiendo desde que eran niños, continúen tuteándome, incluso cuando sean mayores, así que la cosa no me molesta. De hecho, es gracioso ver cómo algunos de ellos, tal vez más tímidos que otros, se deslizan constantemente entre el tú y el Usted, evidentemente inseguros de cuál sea la forma mejor de tratarme.

 

Volviendo a Antonio, se está quedando de pie, frente a mi escritorio, así que le digo: "Bueno, pero no te quedes allí parado, siéntate y conversamos un poco, como siempre hacemos cuando están tus padres. Lo que sólo cambia es que esta vez eres el protagonista absoluto, y además, sin tus padres presenciando, eres libre de decirme lo que quieras".

 

Así que se sienta y comienza a contarme, estimulado por mis preguntas, dándome noticias de los últimos seis meses: cómo fue su salud, cómo le va la escuela, cómo van los deportes, cómo va su alimentación, cómo duerme, si su intestino se mueve bien y regularmente, si aún fuma, si toma alcohol... en resumen, todas las cosas habituales que pueden afectar directa o indirectamente el estado de salud de una persona, sobre todo de un adolescente.

 

"Bueno, me parece todo muy bien. ¿Estás seguro de que no me ocultas nada?", le pregunto, pero sonriéndole y guiñándole un ojo.

 

"No, no, ¿por qué debería?", Responde. Pero siento una ligera vacilación, e incluso una mínima rigidez. Decido ignorar ambas, al menos por el momento.

 

"Está bien. Entonces, vamos a la visita. Desvístete, quédate en calzoncillos y calcetines, y vete a la balanza".

 

Mientras Antonio se está desvistiendo, llaman a la puerta. "¡Pase! ¿Quién es?" digo. Es mi secretaria, que solo se asoma con la cabeza.

 

"Doctor, yo me iría... No queda nadie afuera, he preparado las recetas y contactado a los pacientes de mañana".

 

"Muy bien, Ana, gracias, váyase. Nos vemos mañana por la mañana".

 

Terminada la interrupción, vuelvo mi atención a Antonio y lo hago subir en la balanza.

 

Lo peso (68 kg) y lo mido en altura (175 cm; no es mucho, pero aun así tomó otros 2 cm desde la última vez, hace dos meses), luego le digo que se ponga en la mesa de examen, para continuar con el resto del control clínico: presión arterial, corazón, tórax, abdomen, ganglios linfáticos. Todo está en orden, afortunadamente.

 

"Ok, es hora de revisar también allí abajo. ¿Te importaría bajar tus calzoncillos?".

 

Como siempre, últimamente, Antonio está usando calzoncillos de compresión, es por lo menos un año y medio que siempre lo veo con este tipo de ropa interior. Esta vez, aprovecho de que somos sólo los dos, y le pido una explicación.

 

"Quería preguntarte algo, Antonio, sobre el tipo de calzoncillos que estás utilizando... Me di cuenta de que últimamente siempre usas este tipo elástico y muy espeso... ¿Puedo preguntarte por qué?".

 

"Pues, nada", me dice, enrojeciendo un poquito, "es que me empalmo muy fácilmente y no quiero que los demás se den cuenta".

 

Entiendo su punto de vista. Sin embargo, se baja el calzoncillo sin la menor vacilación. Desde luego, no haría razón para avergonzarse, está acostumbrado al hecho de que el pediatra compruebe regularmente sus genitales, tanto para revisar que el desarrollo es normal, como para chequear la presencia de anomalías, tales como hernia, varicocele, fimosis, frenillo corto, etc., todos trastornos que, especialmente durante la pubertad, pueden presentarse casi de repente. Así que, como decía, Antonio baja el calzoncillo, pero esta vez se adelanta más, y lo quita por completo. Esto es un hecho bastante nuevo, en comparación con lo que pasaba en las previas visitas, cuando sus padres estaban presentes (padres quienes, sin embargo, siempre evitaban mirar hacia atrás en nuestra dirección, por respeto a la privacidad de Antonio, ya desde cuando éste tenía alrededor de los 13 años): en aquellas otras ocasiones, de hecho, Antonio bajaba sí el calzoncillo, pero solo apenas por debajo del escroto, y lo subía rápidamente, acabado el examen.

 

Lo miro con una mirada cuestionadora. Él interpreta correctamente mi mirada y responde inmediatamente a la pregunta, aunque no la haya formulada con palabras: "somos sólo nosotros dos, no me avergüenzo para nada... me has visto en bolas desde que era un niño... Y aparte de eso, ¿quién sabe cuántos vistes, como el mío!".

 

Ahora, tengo que divagar un poco, para explicar varias cosas del pasado y del presente.

 

En primer lugar, `como el suyo' que no, no he visto muchos, por varias razones: en primer lugar, es un pene más largo que lo normal, lo de Antonio, incluso en estado de reposo. A simple vista, medirá unos 14-15 cm, que no es poco para nada. Luego está su escroto, bastante diferente de lo habitual: a pesar del desarrollo completo alcanzado por Antonio, tiene la misma forma del escroto de un niño, aunque no el tamaño. De hecho, está prácticamente unido a la base del asta, en lugar de quedar libre y suspendido. Los testículos son grandes, sin embargo, en la última medición que hice excedían los 25 ml, que es el volumen máximo considerado en el orquidómetro, el instrumento hecho especialmente para medir el volumen de los testículos (bolámetro, le dicen a menudo mis pequeños pacientes, riéndose del neologismo). El resultado entre los grandes testículos y el escroto muy alto es que, por un lado, el aspecto general es lo de una pelota de golf pegada debajo del pene; por el otro, que no es muy fácil de comprobar si hay un comienzo de varicocele o si se está presentando una hernia inguinal, siempre se necesita un poco de maniobras para que el escroto se relaje mínimamente, tanto como para consentir que los dedos hagan una palpación correcta.

 

Ahora, las maniobras... En las últimas 3-4 visitas, así que vamos hacia atrás más o menos de dos años, estas maniobras nunca han dejado de provocar una reacción, para mí nada desagradable, en el pene de Antonio, que logra muy rápidamente un estado de erección. El hecho en sí de la erección repentina no era cosa que preocupaba Antonio particularmente, se limitaba a levantar un instante la cabeza de la mesa de examen, el tiempo para verificar que sus padres no estuviesen mirando, y luego volvía a meterse cómodo, además, con una sonrisa en los labios. Su erección, sin embargo, me había permitido verificar un par de cosas. Antes de todo, el tamaño en reposo correspondía de veras a un crecimiento importante, cuando alcanzaba el estado de erección: nunca había podido medirlo en esta condición (no parecía apropiado, dada su edad y la presencia de los padres allí, a unas pocas decenas de centímetros de nosotros), pero había supuesto unos 20, incluso unos 22 cm de longitud, y más o menos lo mismo en circunferencia. ¡Realmente una buena herramienta! La otra cosa que había llegado a comprobar, durante la erección, era la forma de su pene, y esto sí que podría plantear un problema futuro para Antonio: su pene parece tener una forma correcta, sí, en el eje vertical, pero hace una curva estable hacia abajo, tal que parece un gran plátano (o banana que se diga) descansando por su concavidad por encima del escroto. Algo de que me había prometido hablar con el chico, porque como dije, podría causar un problema gordo en las relaciones sexuales. Quizás hoy sea el momento adecuado para hacerlo.

 

Tan pronto como toco el escroto, como esperado e inevitablemente, el pene de Antonio se alarga y crece, alcanzando la erección muy rápidamente. Esta vez la sonrisa en sus labios es definitivamente más pronunciada.

 

"Me doy cuenta de que te pasa cada vez...".

 

"Sí. No es que sea exactamente una parte desagradable de la visita, ¡para mí puedes continuar todo el tiempo que quieras!".

 

"Bueno, eres el último paciente, podemos continuar todo el tiempo que necesitemos. Mejor así, así podemos hablar de algunas cosas sobre este compartimiento".

 

Se levanta sobre sus codos con aire inmediatamente preocupado: "¿qué es? ¿Hay algo mal? Es pequeño, ¿verdad que sí?".

 

"No, no, Antonio, no te preocupes, no hay nada serio, pero hay cosas que necesitamos afrontar tú y yo, sin tus padres presentes".

 

"Ah, ok" se tranquiliza.

 

"De todos modos" le digo para tranquilizarlo más, "pequeño no es. En absoluto, diría yo. ¿Lo has medido alguna vez?".

 

"No, siempre he estado convencido de que era pequeño, y no quería tener una confirmación... Y, aparte de eso, no sé cuál es la medida normal" dice, torciendo la boca.

 

"Ok, vamos a solucionar esto de inmediato", le digo, mientras tomo el centímetro blando y lo mido. "Mira aquí" le digo, "21 cm de largo. Y..." otra medida rápida, "una circunferencia de 19 cm" (bueno, a simple vista no me había equivocado mucho).

 

"¿Y bien? ¿Es poco, o es normal?".

 

"Te sorprenderá escucharlo, Antonio, pero `normal', es decir, en promedio, tendría que ser de unos 14 cm de largo. ¡El tuyo se encuentra unos buenos 7 cm por encima del promedio! E incluso la circunferencia está muy por encima del promedio. Yo diría que has sido bendecido, Antonio, ¡no que hayas tenido una mala suerte!".

 

Una sonrisa grande como una casa está impresa ahora en su cara.

 

"¿Ya lo estás usando?", le pregunto.

 

"Si te refieres al sexo verdadero, en realidad no, si no con pajas".

 

"¡Qué raro, con tu edad!" me rio. "¿No hay nadie que te interese, bajo ese punto de vista?", insisto.

 

"Nooo... Todavía no. Estoy demasiado ocupado con la escuela, los deportes y los amigos, no tengo tiempo para eso. ¡La mano es suficiente para mí, ahora!".

 

Ha llegado el momento de abordar el tema de su forma no exactamente perfecta... "Entendido, entendido. Bueno, entonces realmente ahora tenemos que hablar sobre lo que iba mencionando antes. Es un pequeño defecto que tienes, algo que quería comentarte desde hace mucho tiempo, pero siempre estaban tus padres, y este es un tema demasiado íntimo como para tratarlo delante de ellos".

 

"¡Ay, ahora me haces preocupar otra vez! ¡Vamos, doctor, dime que pasa, me estoy volviendo loco!".

 

Le explico en términos simples cuál es su problema, ayudándome con la mano para que entienda mejor. Le muestro cómo, incluso levantándolo con la mano, su pene se queda a sólo unos centímetros del escroto. Y aunque esto no sea un problema cuando se masturba -- y le enseño una vez más moviendo ligeramente su pene con mi mano, lo que provoca un leve gemido en la garganta de Antonio -- es casi seguro que va a ser un problema real en un verdadero acto sexual. Concluyo esta parte de la visita tratando de tranquilizarlo un poco: "De todos modos, Antonio, todo se puede solucionar. Creo que, en unos meses, cuando ya tengas 18 años, podrías ir al profesor XXX" y nombro a un especialista famoso en mi ciudad, "es un muy buen cirujano plástico, muy conocido y experto en cirugía reconstructiva genital. Creo que él sabrá cómo atender este defecto, por completo o al menos en parte".

 

"Gracias doctor, ciertamente lo haré". Breve pausa, luego con una media sonrisa me dice: "mira, doctor, sin embargo, toda esta explicación me ha dejado excitado como un mulo! ¿Te molestaría mucho si, cuando termináramos la visita, me hiciera una paja rápida? ¡No puedo ir a casa en estas condiciones!", concluye, señalando su polla totalmente rígida.

 

"Por supuesto que no". Hago también una breve pausa: "luego lo pensaremos, ¿de acuerdo?".

 

"Ok".

 

Continuando el examen, me aseguro de que en estos meses no haya desarrollado un varicocele o que no haya hernias, y afortunadamente todo está bien desde ese punto de vista. Luego paso a examinar el resto. Extrañamente, a pesar de la rígida erección, el glande de Antonio está casi perfectamente cubierto por el prepucio. ¿No habrá un comienzo de fimosis? Nunca sufrió de este problema, cuando era un niño, sería extraño que comenzara ahora. Para comprobarlo, agarro firmemente el pene con una mano, para levantarlo de su posición habitual, y con la otra retiro la piel. No, no hay problema de fimosis, el prepucio fluye fácilmente hacia atrás.

 

Al pasar, el espeso prepucio de Antonio deja espacio a un glande muy grande, como ya se notaba cuando estaba cerrado, ya que su forma se veía muy bien a pesar del grosor inusual de la piel del prepucio. Pero, junto al glande, la otra cosa que emerge es una gruesa capa de crema blanca que lo cubre casi completamente. Ya me había dado cuenta de este aspecto durante una de las visitas anteriores y, haciendo gestos para no llamar la atención de los padres, lo había señalado a Antonio, diciéndole también, pero sólo moviendo mis labios, sin pronunciar las palabras en voz alta, que tendría que limpiarse mejor. Él había asentido, pero no muy convencido.

 

Me había costado mucho hacerlo, es decir, decirle que se limpiara mejor. Siempre me ha encantado el esmegma, tanto el mío como lo de los demás, pero en mi rol profesional tengo que hacer lo que mi rol me obliga a hacer, en ciencia y conciencia.

 

Pero esta vez el ambiente es más relajado, incluso puedo profundizar más en el tema ... "Veo que no has seguido mis indicaciones de librarte del esmegma...", le digo en voz plana, como quien simplemente nota un hecho.

 

"¿Quééé?".

 

"El esmegma... sería el queso, o el requesón, de la polla, ¿cómo lo llamas tú?".

 

Se ríe. "¡Ahh...¡ No sabía que su nombre era ese que dijiste. Bueno, no, en realidad no lo hago a menudo, y, de todos modos, después de un par de días vuelvo a estar igual, así que, ¿cuál es el punto de quitármelo? A mí no me molesta para nada".

 

"Entendido. Bueno, sí, tu razonamiento tiene sentido. Solo que, ves, hay parejas sexuales a quienes les gusta esta sustancia y también les gusta encontrar el pito relleno de queso, pero a muchas otras personas no les gusta".

 

"Oh... bueno, pero si yo aún no voy sexualmente con nadie, ¿cuál es el problema?".

 

"No hay problema, en realidad, por lo menos desde ese punto de vista. Solo debes tener cuidado que no se infecte", y le ilustro cuales son los signos de una infección. Luego, después de una pausa: "de todos modos, ¿qué haces cuando decides quitártelo? ¿Lo lavas ...o te lo comes?".

 

"Comérmelo? ¿Por qué, puedo comérmelo? Tuve la tentación de hacerlo, pero siempre pensé que podía lastimarme. Buena información, significa que la próxima vez lo intentaré. Por otro lado, pensando en eso, mi... corrida" me mira inseguro, "¿puedo decirlo?".

 

"Por supuesto, es como la gente le dice comúnmente. El término correcto sería semen, o mejor, eyaculado, científicamente. Bueno, usa el término que más te agrade".

 

"Ok, mi corr... mi semen, normalmente lo como, cuando me masturbo, ¿por qué no el queso, entonces? ¿De qué está hecho, de todos modos? ¿Y por qué se produce?".

 

Explico de qué está hecho el esmegma y porque no es dañino comérselo si no hay infecciones. Absorbe todo como una esponja, se calla un ratito, después, como volviendo a pensarlo: "¿Puedo preguntarte una cosa?".

 

"Por supuesto!".

 

"¿A ti también se te forma?".

 

"Sí, por supuesto. No tanto como el tuyo, pero sí".

 

"¿Y qué haces tú con eso?".

 

"Para ser honesto, me lo como. Soy una de esas personas a las que realmente les gusta su sabor".

 

"¿¿Realmente?? ¡Guay! Y... ¿sólo comes el tuyo? ...No, no, disculpa, ¡lo siento! ¡Soy demasiado indiscreto!".

 

"No te preocupes: preguntar es legal, responder es cortesía. De todos modos, sí, me gusta también el esmegma de los demás".

 

"Entonces..." y con voz más baja "¿te gustaría probar el mío también?", pregunta con los ojos casi saliéndole de las órbitas.

 

"Ay, Antonio, si no fueras mi paciente, bueno, sí, lo haría con placer".

 

"Uff... ¡olvídala, esta historia del paciente! ¡A mí, me encantaría que lo probaras! De hecho, podría aprovechar para probarlo yo también...".

 

"¿Estás seguro, Antonio? ¿En serio?".

 

"Pero sí, vamos, ¡hagámoslo! ¡Toda esta charla me dio unas ganas increíbles!".

 

Lo sé, no tendría que rendirme, el adulto responsable soy yo, él solo es un chico con las hormonas a tope... El problema es que incluso nosotros, los hombres adultos, en ciertos momentos renunciamos a las armas de la razón y pasamos el mando a nuestro hermano menor, allá abajo, y él tiene muy poco juicio...

 

Un poco vacilando, extiendo mi mano. Luego me detengo. "¿Realmente puedo?". Antonio me mira un poco aburrido, y agita su mano como diciendo "sírvete!".

 

En este punto, la mano la extiendo de verdad, y con el dedo índice recolecto un poco del esmegma que cubre el hermoso y ancho glande. Luego cierro el prepucio otra vez y dejo que el pene de Antonio descanse en su posición natural. En seguida, llevo el dedo a mi nariz... Mmmh, muy buen olor, ¡de queso fresco! Está comprobado lo que Antonio decía un rato antes: se le forma en un par de días como máximo; al no ser así, tendría el olor de queso curado, y también su color sería más amarillento. Ahora me llevo el dedo a la boca y con mi lengua lo limpio acuradamente. Antonio me mira con atención.

 

Estoy con los ojos cerrados, mientras disfruto de esa delicia, en una experiencia casi fuera de tiempo, cuando la voz de Antonio me devuelve al presente: "¿Y? ¿Qué tal está? ¡No me tengas en espinas! ¡Dime!".

 

Entonces, tengo que traducirle lo que siento. Intento hacerlo, lo mejor que puedo: "¡está riquísimo! Es dulce, casi como un queso de cabra suave, con la misma intensidad, pero más dulce, y el sabor es envolvente: se extiende lentamente dentro la boca hasta llenarla. ¡Podría comérmelo todo en un momento!".

 

"En este punto, tengo que intentarlo yo también... Estoy un poco inseguro, no estoy cierto de que me guste".

 

"No es que tengas que forzarte... De hecho, si no quieres probarlo, ¡hará más para mí! Estaré encantado de ayudarte a deshacerte de eso".

 

"No, no, voy a intentarlo, ¡por cierto!".

 

Con un mínimo de vacilación, él también extiende sus manos, levanta su pito y tira lentamente hacia atrás el prepucio. Levantando un poco su cabeza, mira la de abajo, que está casi completamente blanca, excepto donde ha pasado mi dedo. Él también, con su dedo índice, toma un poco de esmegma. Luego repite mis gestos: primero prueba la consistencia entre pulgar e índice, luego lleva los dedos a la nariz y husmea profundamente, luego, con un ligero titubeo, los lleva a la boca.

 

¡Su reacción sería para filmar! Su rostro se transfigura: de semi-disgustado a bendecido en unos momentos.

 

"¡Joder! ¡No lo creía! ¡Pero está SUPER-RIQUÍSIMO!".

 

"Vaya, ¿qué te había dicho yo?".

 

"Vamos, doctor, terminémoslo juntos, un poco yo, y un poco tú".

 

"Si no te importa, Antonio, y creo que no te importará... cómete tú primero la mitad, luego lo haré yo".

 

"No me importa en absoluto!".

 

Sin casi terminar de hablar, Antonio vuelve a poner el dedo en su pene, y con cuidado comienza a recolectar un trozo tras otro de la mitad exacta de su glande y del surco, hasta el frenillo, cuidadosamente dejando la otra mitad para mí. ¡Chico de oro! Cada vez que toma un poco, repite casi idénticos los gestos de su primer saboreo: consistencia, olor, sabor. Y cada vez que lo hace, un leve gemido sale de su garganta.

 

Cuando termina de consumir su mitad, en el meato de su uretra se asoma una gota de fluido pre-seminal, como testimonio de su estado de excitación, mientras que la expresión de su cara se convierte en la de un niño a quien se le ha quitado su juguete favorito. Pero él sabe que tiene que cumplir su palabra, especialmente porque él mismo lo había pactado.

 

"Anda, doctor, te toca", dice, manteniendo los ojos cerrados.

 

"No te preocupes", le digo, "creo que esta parte te va a gustar también, incluso aún más...".

 

Sin darle tiempo para responder, levanto su hermosa polla con una mano, bajo el prepucio, pero luego, en lugar de acercarme con el dedo de la otra mano, bajo la cabeza, y comienzo a prender el queso que queda con mi lengua, mientras miro en dirección de su cabeza, que no veo porque descansa en la mesa de examen. No la veo, pero solo por un corto tiempo, porque en cuanto se da cuenta de que la sensación que siente no es exactamente la de un dedo, Antonio la levanta y ojea con incredulidad lo que estoy haciendo.

 

Le sonrío y sigo limpiando, mientras Antonio se levanta un poco más, apoyándose en sus codos, y sigue mirándome. Pero ahora el glande está casi completamente limpio. En este punto, como dicen los ingleses, `in for a penny, in for a pound', o como decimos los de habla hispánica, `de perdidos, al río'... Abro la boca y envuelvo su glande, mientras que con la lengua procuro limpiar lo poco que queda.

 

"CO`OOO doctor, ¿qué estás haciendo? ¡No lo sabía, no me lo imaginaba! Cuando dijiste que te gustaba el esmegma de los demás, tuve un mínimo de sospecha, pero pensé que te referías a las mujeres".

 

No tengo manera ni tiempo ni ganas de responderle ahora. Estoy muy ocupado... Antonio lanza su cabeza hacia atrás, y sus gemidos se vuelven mucho más fuertes ahora, mientras empuja su pelvis en el gesto que le viene natural a cualquier hombre, incluso sin experiencia: follar un agujero caliente y llenarlo con su leche igual de caliente.

 

Y eso es exactamente lo que sucede, después de unos dos minutos, quizás menos. Uno, dos, y luego siguiendo hasta ocho, nueve chorros potentes, que casi me hacen vomitar por la fuerza con la que llegan a mi garganta. El chico no solo está bien dotado, también tiene un poder de tiro considerable.

 

Basta ya, espectáculo terminado. Levanto lentamente la cabeza y saboreo el espeso esperma que ha quedado abundante en mi boca, y su gusto dulce, típico de la adolescencia, sin nada de ese sabor entre salado y clórico que tendrá dentro de unos años, al alcanzar la plena adultez. Mientras tanto observo a Antonio, que está recuperando paulatinamente sus fuerzas de la violencia de su orgasmo.

 

"Wow" exclama después de un rato, "¡fantástico! ¡La mejor corrida de siempre! ¡Nada qué ver con las pajas! ¡Gracias doctor!".

 

"Bueno, me alegro que te haya gustado. Descansa un momento, ahora".

 

Después de unos minutos de descanso, un breve período en el que parece perdido en sus pensamientos (pensamientos nada desagradables, al parecer, porque de vez en cuando una leve sonrisa cruza su rostro), Antonio se sienta en la mesa de examen, luego con un pequeño salto se pone de pie y se estira, y tengo la oportunidad de mirarlo de nuevo con atención: se ha vuelto realmente en un chico guapo. Con una forma física perfecta, lo suficientemente ágil y musculoso sin serlo demasiado, con el pelo negro azabache, cortado corto, pero sin esas extrañas afeitadas en los lados o en la nuca que están tan de moda ahora, sus ojos negros, líquidos, con una mirada intensa y profunda. Sí, sin duda un chico guapo.

 

Se viste, mientras le escribo alguna indicación de lo que hemos dicho antes, y cosas pequeñas que sería bueno hiciera, como un chequeo por el oftalmólogo, el nombre del cirujano plástico que le aconsejé que viera cuando quisiera, etcétera.

 

Nos saludamos con el afecto habitual y un abrazo, y envío saludos a su familia.

 

Después de que Antonio está fuera, cierro la consulta y voy a mi casa. A lo largo de la noche ...y durante muchas otras noches, mi mente regresa con placer al desarrollo inusual de la visita de Antonio. Pensar de nuevo en aquella extraña visita es suficiente material para satisfactorias sesiones 'en solitario'.

 

Ha pasado poco más de un mes desde el episodio ese, cuando una tarde, al final de mi día en la consulta, suena el teléfono.

 

"Hola doctor, soy Antonio YYY".

 

Tampoco precisaba especificarlo, ya había reconocido su voz.

 

"¿Tienes un minuto?".

 

Le digo que espere un momento, tengo que liberar a la familia que está justamente frente a mí.

 

"Aquí estoy. Dime, Antonio".

 

"Quería decirte que... me gustaría ir a tu consulta para otro chequeo. Sabes", continúa, bajando la voz, "no la he limpiada durante los últimos cuatro días. Me gustaría que revisaras la situación otra vez... ¿Se puede hacer?".

 

WOW, ésta es una sorpresa!

 

"Por supuesto, Antonio, ¿qué te parece pasado mañana por la tarde? Tengo la última cita aún libre".

 

"¡Guay! Además... hay un par de otras cosas de las que me gustaría hablar contigo".

 

"Muy bien, ¿quieres mencionarme algo?".

 

Continúa en voz baja: "bueno... me dijiste que tú también lo mantienes así. La última vez no tuve el coraje como para preguntarte, pero... me gustaría hacer una comparación. ¿Qué opinas, doctor? ... Y, luego, quería hablarte sobre Julio, mi hermano menor...".

 

¿FIN?