Yo, Andrés (3)

por piss_boys

piss_boys@yahoo.it

 

 

Warning: as already pointed out in my previous published stories, I won’t try to write them in English, which is not my mother-tongue. I will keep writing them in Spanish, my second language.

Following the hint one of my readers gave me, I suggest non-Spanish readers who are keen on this fetish to use Google translator to pass it into English.

This is a work of gay fictions containing scenes of sex between males of different ages, so what is this story about, exactly: man to boy sex (M/b), body odours (BO), smegma.

I hope you will enjoy this new story: if it makes you horny, and your little brother downstairs is raising his head up, then the story has reached its goal… As usual, this is a labour of my fantasy (and, once again, it comes from a non-sexual event actually happened), only intended for an adult audience, the author condemns any act as such here described, and all prescriptions required by law apply. If you are an under-age reader yourself, it is better for you to leave now, go back to cartoons, and come back again in a couple of years, or more, according to your present age.

Please feel free to give me a feedback. Depending on your comments I might decide to write another chapter. Anyway, there are other stories of mine on this same fetish(es) you might find interesting:

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/smegma-forever/

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/adult-youth/una-inusual-visita-medica/

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/encounters/encuentro-en-el-hospital.html

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/el-angel-rubio.html

if you enjoy what you read in nifty.org, don’t forget to donate, all of us, authors and readers, need this site open to everybody, but they cannot survive without our help! You can donate here: http://donate.nifty.org/donate.html

Ciao!

 

 

Esta es una obra de ficción gay que contiene escenas de sexo entre hombres de diferentes edades. Entonces, de qué trata exactamente esta historia: sexo de hombre a joven (M/b), olores corporales (BO), esmegma.

Espero que disfrutéis de esta nueva historia: si os pone cachondos, y vuestro hermanito abajo está levantando la cabeza, entonces la historia ha alcanzado su objetivo... Como de costumbre, este es un trabajo de mi fantasía (aunque, una vez más, origina de un evento no sexual realmente ocurrido), solo destinado a una audiencia adulta; el autor condena cualquier acto como tal aquí descrito, y se aplican todas las prescripciones requeridas por la ley. Si tú mismo eres un lector menor de edad, es mejor que te vayas ahora, regreses a los dibujos animados y vuelvas aquí otra vez en un par de años, o quizás más, de acuerdo con tu edad actual y con las leyes de donde vivas.

Por favor, siéntete libre de enviarme comentarios. Dependiendo de ellos, podría decidir escribir otro capítulo más. De todos modos, hay otras historias mías sobre este(s) mismo(s) fetiche(s) que pueden resultarte interesantes:

- https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/smegma-forever/

- https://www.nifty.org/nifty/gay/adult-youth/una-inusual-visita-medica/

- https://www.nifty.org/nifty/gay/encounters/encuentro-en-el-hospital.html

- https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/el-angel-rubio.html

Si disfrutéis de las historias que leéis en nifty.org, ¡no olvidéis hacer una donación, nosotros todos, autores y lectores, necesitamos que el sitio quede libre, pero Nifty no puede sobrevivir sin nuestra ayuda! Podéis donar aquí: http://donate.nifty.org/donate.html

¡Ciao!

 

************

 

Habíamos quedado conmigo acostado, con los muslos separados, sobre el vientre de Armando, frotando mi pito contra sus músculos abdominales, cuando de repente había sentido su polla, de nuevo dura como el hierro, que apretaba mi agujerito.

¿Qué pasó después? ¡Absolutamente nada! Quiero decir, no ese día...

Armando de repente se soltó de nuestro abrazo, me apoyó en el colchón y un poco nervioso me dijo “basta, es tarde ya, tengo que volver al trabajo y es hora de que tú te vayas a la playa”.

Yo habría seguido indefinidamente, pero, aunque desilusionado, entendí que el trabajo era el trabajo, así que no dije nada, y aunque con cara fruncida me vestí lentamente, mientras Armando hacía lo mismo.

Sin embargo, antes de bajar de la pila de colchones, Armando me agarró, me atrajo hacia él, y me besó apasionadamente, metiendo toda su lengua en mi boca. Yo le respondí con la misma pasión (¡me gustaba mucho eso de besar como se ve en el cine, entre dos amantes!), luego me dijo en voz baja y cariñosa “gracias, Andrés, fue una tarde increíble. Nos vemos mañana, ¿de acuerdo?”.

“Ok” respondí, aunque seguía un poco decepcionado.

En realidad no nos vimos al día siguiente, mi tía había decidido que yo tenía que acompañarla a hacer sus estúpidas rondas de trabajo. Y ni siquiera el día después, esta vez fue Armando el que tuvo que ir a comprar cosas para el hotel.

¡Al tercer día estaba tan excitado y frustrado que creo que podría haber incendiado algo con solo tocarlo!

Afortunadamente esta vez nadie solicitó mi presencia por alguna tontería, ni la de Armando en sus horas de descanso.

A las 3 de la tarde, la hora habitual de Armando, me dirigí rápidamente al garaje, miré alrededor para asegurarme de que nadie me viera entrar, entré en la penumbra del sitio, y… ¡sí! Armando ya estaba allí, sobre la pila de colchones, desnudo, pajeándose lentamente.

Inmediatamente me desnudé, incluso antes de avisarle que estaba allí, luego lo llamé en voz baja: “Armando, déjame subir”.

Se giró hacia mí, extendió la mano, me agarró y me subió, dejándome a su lado. Inmediatamente me trajo hacia él: “¡por fin! 3 días desde que pasamos un tiempo juntos, ¡no podía soportarlo más! Pero mira lo que te traje” y mientras decía eso, atrajo mi mirada a su polla, mientras tiraba hacia atrás la piel. El bálano estaba completamente cubierto de blanco, una gruesa caperuza que desde el surco llegaba hasta el pequeño orificio del pis!

“¿Ves? Sé cuánto te gusta mi queso, así que no he lavado mi polla a propósito, en los últimos dos días”.

¡Estaba fuera de mí por el deleite y la excitación! ¡Armando había hecho esto pensando en mí! ¡Era fantástico! Mis ojos brillaron, por la tanta alegría.

“¡Ay Armando, gracias, gracias, gracias! ¡Yummi!”. Se me hizo la boca agua, y sin perder tiempo me desnudé, quitándome la camiseta, los shorts y la ropa interior, y me lancé sobre esa gran polla sabrosa.

Ni siquiera sabía por dónde empezar, de tanto queso de polla había. Decidí hacer como solía hacer con el helado, empezando desde abajo. Y comencé a sacar buenos pedazos de esmegma cálido, fragante y cremoso con mi lengua, dejando que se derritiera en mi boca, antes de tomar un pedazo más.

Mientras tanto Armando había comenzado a gemir suavemente. Hasta que hizo como la última vez, y me guió con sus manos hasta posicionar mi pelvis frente a su cara.

En ese momento me aparté de su polla y levantándome un poco lo miré a los ojos con una mirada traviesa: “yo también, hace dos días que no me lavo, tal vez ¿tú también quieres probar mi crema?” y al instante, pensándolo mejor, me sonroje un poco y agregué “pero si te da asco, puedo ir a lavarme”.

Armando ni siquiera respondió, me acercó a él, me agarró el pito con dos dedos y se lo llevó a la nariz. Un gemido sordo salió de su garganta “mmmmmmmm”.

Luego retiró suavemente la piel de mi pitorro y el gemido aumentó de intensidad: “¡coño, qué rico! Nunca me lo hubiera imaginado, hace unos días…”. Y tomó mi balanito lentamente en su boca, recorriendo su lengua por todos lados. Por supuesto, yo no tenía tanta crema como él, pero mi pequeño surco todavía estaba agradablemente lleno, y el olor era fuerte, como había comprobado yo mismo cuando fue a mear.

Estimulado por lo que me estaba haciendo, y súper excitado, volví a comer el queso de la polla de Armando, limpiando poco a poco todo el blanco que se encontraba allí. Terminada la faena, comencé a dedicarme a la miel que entretanto había comenzado a brotar del agujerito del pito de Armando, cuando me di cuenta que ya no podía sentir su lengua lamiendo el mío. Ahora Armando había cambiado destino, y se estaba dedicando a lamer y chupar la bolsa con mis bolas, y luego... luego había comenzado a lamer más abajo, moviéndose más y más hacia... hacia... ¡coño! Iba moviéndose hacia el pequeño agujero de mi culito. ‘¿No me irá a lamer ahí? ¡Dios mío, pero de ahí sale la caca! ¿Estaré limpio?’ Sí, realmente tenía la intención de llegar tan lejos. Con sus manos fuertes y grandes abrió mis nalgas, luego inhaló profundamente, después colocó su lengua plana en el centro de mi pequeño agujero y dio una primera lamida, lenta y larga, desde donde mis bolas terminaban casi hasta al final del surco de las nalgas. Evidentemente satisfecho con el sabor, comenzó a besar y lamer mi agujerito, mientras a mí me asaltaba una sensación de calor que salía de allí y se extendía por todo el cuerpo, junto con un ligero cosquilleo que, sin embargo, no era nada molesto: al contrario resultaba agradable, muy agradable.

Mi agujerito al principio resistió el ataque de Armando, pero al final me relajé, y el agujerito comenzó a abrirse, tanto que Armando metió su lengua cada vez más profundamente, como si estuviera besando una boca, como lo había hecho con mi boca unos días antes.

¡La sensación de calor fue aumentando, extendiéndose a mis bolas y mi pito, a las puntas de los dedos de mis manos y pies, hasta al cabello! Me pareció tener fuegos artificiales dentro de mí, hasta que me sentí como explotar, y, sin que ni él ni yo la tocáramos, mi pito se puso más duro que nunca, más hinchado que nunca, y comenzó a vibrar, mientras me parecía como si tuviera que mear, pero sin que saliera nada. Por un momento creo que incluso perdí el conocimiento, ¡por lo de intenso era la sensación!

“¿Qué pasó?” le pregunté a Armando con voz débil, cuando recuperé un mínimo de control sobre mí mismo.

Me sonrió con ternura, con una luz de cariño en sus hermosos ojos: “Tuviste otro orgasmo, Andrés, como el que te ocurrió la otra vez, ¿te acuerdas?”.

Asentí vigorosamente, mientras una enorme sonrisa se imprimía en mi rostro: “¡Pero esto es super guay! No sabía que hasta mi culito podía hacerme temblar” (así llamaba a mis orgasmos a esa edad) “¿a ti te pasa igual?”.

“No sé, Andrés, nunca lo he probado. Para ser honesto, nunca antes había hecho algo así, pero al ver tus nalgas perfectas y suaves como las de una niña, de repente quise sentir a qué sabías. ¡Muy rico! No dejaría de besarlo” y diciendo esto levantó mi pierna dejando al descubierto mi agujerito y nuevamente le dio un beso profundo, una vez más metiendo su lengua lo más profundo que pudo. Luego se dejó caer sobre los colchones, resollando lentamente.

A pesar de los escalofríos que acababa de sentir, o tal vez por la excitación que seguía sintiendo dentro de mí, salté sobre él, sacándole un “uff” cuando mi peso lo golpeó en el vientre. Me puse medio acostado sobre él, medio a horcajadas, y comencé a ondular con fuerza sobre esa superficie lisa, como si mi pitorrín duro intentara penetrar su barriga. Mientras lo hacía, sentí la cabeza de su polla presionando en mi pequeño agujero. ¿Él también estaba tratando de penetrarlo? Parecía imposible que algo tan grande pudiera entrar en un agujero tan pequeño, pero al pensarlo un momento me di cuenta de que a veces yo producía unas cacas realmente grandes, así que... ¿por qué no? Por un lado me asustaba la idea, por otro me atraía igual como la miel atrae a una mosca, así que, en lugar de seguir empujando con mi pito hacia su vientre, comencé a empujar hacia atrás con mi culito. Sentí la polla de Armando cada vez más dura, si cabe, y levantando la cabeza para mirarlo a la cara, lo descubrí con los ojos muy abiertos y la boca formando una perfecta O: ¡realmente Armando no esperaba esta movida!

“¿Qué estás haciendo, Andrés? Estás seguro? ¿Entiendes que terminaré metiéndome con mi polla en tu agujerito? Tengo miedo de lastimarte, ¡y mucho!”, y como si luchara contra su voluntad añadió “¿por qué no nos detenemos aquí? ¡Nos divertimos igual!”.

“No Armando, estoy seguro que no me harás daño. ¡Nunca podrás lastimarme, tú! Estoy acostumbrado a hacer grandes cacas, a veces incluso más anchas que tu... que tu...” todavía me costaba decir en voz alta esa nueva palabra, tan sucia pero tan excitante: “...tu polla!” finalmente exclamé, sonrojándome.

Mientras tanto continuaba empujando con mi culito, y la grande, aunque no enorme, polla de Armando se acurrucaba con placer en el centro de mi agujerito a medida que yo aumentaba la presión. Eventualmente sentí que el agujero de mi culito se ensanchaba, yo estaba absolutamente decidido a sentir esa polla dentro de mí.

Una sensación de agradable calidez comenzó a expandirse desde ese centro del mundo, cuando de repente Armando se detuvo. Le eché una mirada inquisitiva, luego lo vi llevarse una mano a la boca y escupir mucha saliva en ella. Luego llevó la mano cerca de mi boca y me dijo “escupe también”. Aún no entendía, pero hice lo que me dijo. Cuando estuvo satisfecho con el resultado, Armando movió su mano detrás de mis nalgas, y bañó su polla abundantemente con la saliva. De repente lo entendí: había querido ponerle saliva para ayudarla a entrar, a pesar de que mi agujerito estaba ya bastante húmedo gracias al largo y profundo trabajo de su lengua, justo unos minutos antes.

Cuando estuvo satisfecho con cómo había quedado su verga, bien mojada por su saliva, Armando apoyó la punta en mi agujerito, y yo proseguí con decisión a empujar mi culito hacia atrás, mientras él empujaba lentamente, pero con la misma decisión, hacia adelante. El calor en mi agujerito volvió a aumentar, y ahora también irradiaba hacia adentro, dándome un extraño cosquilleo. Lentamente, gracias a los empujones combinados de Armando y yo, mi agujerito comenzó a ceder ante la insistencia de aquel miembro que quería entrar, y comenzó a abrirse lentamente. Empezó a dolerme un poco, pero no demasiado, como cuando la caca tiene que salir pero falla porque es demasiado grande. Entonces pensé que tenía que hacer exactamente lo mismo que cuando me sentaba en el váter y comencé a empujar.

Como por arte de magia sentí su bálano que se metía adentro, en mi culito. ¡Joder, que dolor! La hostia, de caca grande! Sentí lágrimas corriendo por mis ojos y un gemido salió de mi garganta. Pero tenía demasiadas ganas de descubrir lo que sentiría con ese miembro poderoso y agradable dentro de mí, y que me aliviara de ese cosquilleo que aún sentía, aunque con menos intensidad que antes... quién sabe, tal vez no lo sentí a causa del dolor, que todavía era bastante fuerte, aunque no como al principio.

Armando se quedó inmóvil, viendo mi cara demacrada y las lágrimas corriendo: “¡espera, vamos a parar, te estoy haciendo daño!”.

“N-no”, dije con los dientes apretados, negando rápidamente con la cabeza. Y al rato: “ya me pasa, quédate quieto, no te muevas, temo que el dolor vuelva a empezar”.

Pero el dolor no volvió a empezar, al contrario, fue disminuyendo paulatinamente, como cuando te caes y al cabo de un rato el dolor ya no es tan fuerte, solo una cosa sorda, que sientes que está ahí pero lo puedes soportar. Entonces, volví a empujar muy lentamente hacia la pelvis de Armando, mientras él permanecía inmóvil. Lentamente, un milímetro o dos a la vez, seguí retrocediendo, hasta que sentí otro cosquilleo, diferente al que venía de dentro de mi culo: era el vello púbico de Armando tocando los labios de mi agujerito.

“¿Estáis todos dentro?” le pregunté.

“Sí, pero no te preocupes, no me muevo, me quedo así” respondió, aún con miedo de lastimarme.

Fui yo en cambio, quien comenzó a moverme lentamente hacia arriba y hacia abajo, sentí que cuanto más me movía, menos sentía la picazón de antes. Armando me dejó hacerlo a mi manera por un rato, luego sin embargo, al ver que mis movimientos aumentaban en intensidad y velocidad, él también comenzó a mover su pelvis, encontrándose con mis embestidas: “¡Joder! ¡Estoy a punto de correrme! ¿Te lo meto todo en tu agujerito?”.

“¡No lo hagas, lo quiero en mi boca! ¡Sabes cuánto me gusta! Dime cuando estés realmente cerca”.

Después de unos minutos de actividad cada vez más frenética, Armando me murmuró con urgencia al oído “¡estoy a punto, voy a correrme!”. Aunque todavía el culo me dolía un poco, salté de su polla, sintiendo claramente un ‘slurp’ cuando la polla salió por completo de mis entrañas, me giré rápidamente y la tomé en mi boca. Había algunas tiritas de mucosidad de color canela, pero no les hice mucho caso. ¡El sabor, sin embargo, era increíble! Estaban juntos, tanto el sabor y el olor de Armando y de su sudor, como los de mi culito no más virgen. Pero no tuve tiempo de saborear definitivamente esta nueva combinación de olores y sabores: el bálano de Armando se hinchó más que antes, su polla se puso súper dura en mis manos, y acto seguido su dulce crema llenó mi boca, y fue mucho más que la última vez! ¡Riquísima! Sostuve en mi boca su polla tanto como pude, pero pronto tuve que dejar salir la mayor parte del miembro para evitar que saliera el semen. Mantuve mis labios apretados alrededor del agujerito de la orina, para asegurarme de tomar toda su espesa corrida, y cuando estuve seguro de que no salía ni una gota más, saboreé por un largo rato todo lo que se había acumulado en mi boca, para sentir bien su intenso sabor, mientras yo gemía como loco, provocando la mirada divertida de Armando.

“¡Joder, de veras te gusta mi crema!”.

“Mmm-mmm”. No pude decir más, ¡ciertamente no habría abierto la boca con el riesgo de dejar que se me escapara su semen!

Sin embargo, después de corto rato, aunque a mí me pareció mucho tiempo, la saliva que se acumulaba en la boca mezclándose con el semen se volvió a ser demasiada y me vi obligado a tragar.

Sonreí satisfecho, mientras Armando me atraía hacia él, abrazándome con fuerza y luego metiendo su lengua en mi boca, en un beso muy profundo que duró no sé cuántos minutos, mientras ambos descendíamos del paraíso en el que, durante un rato, habíamos estados juntos.

===============

Mi relato termina aquí, pero no la aventura con Armando, que continuó durante todo aquel verano y un par de otros después. Nuestros juegos continuaron, y fueron más o menos una repetición de lo que conté: intercambiamos nuestros respectivos quesos de polla, con satisfacción para ambos, bebí litros de su orina (y él probo la mía), y comí no sé cuánto de su semen. También aprendí a hacerme penetrar cada vez con más facilidad, así como aprendí a besar y lamer el ojete de Armando, quien, sabiendo cuánto apreciaba sus olores – todos sus olores – siempre evitaba ducharse, si solo podía esquivarlo y sobre todo nunca se lavaba la polla, y tampoco yo lo hacía.

Ni que decir que cada vez que terminaba el verano y me veía obligado a irme a casa, igual que Armando se veía obligado a pasar el otoño-invierno al otro hotel donde trabajaba, yo estaba destrozado por la separación. Pero nunca tanto como cuando – con mis 13 años – Armando se enamoró de una hermosa camarera que trabajaba en nuestro mismo hotel. Nuestras reuniones se hicieron cada vez más escasas, hasta que cesaron por completo. Estaba realmente destrozado, pero por suerte, mientras tanto, empezaron a suceder otras cosas que pronto me consolaron de la pérdida.

Y entonces ...

 

¿FINAL? ... no del todo (tal vez)