Yo, Andrés (4)

por piss_boys

piss_boys@yahoo.it

 

 

Warning: as already pointed out in my previous published stories, I won’t try to write them in English, which is not my mother-tongue. I will keep writing them in Spanish, my second language.

Following the hint one of my readers gave me, I suggest non-Spanish readers who are keen on this fetish to use Google translator to pass it into English.

This is a work of gay fictions containing scenes of sex between males of different ages, so what is this chapter about, exactly: boy to boy sex (b/b), smegma.

I hope you will enjoy this new story: if it makes you horny, and your little brother downstairs is raising his head up, then the story has reached its goal… Unlike the previous chapter, this is a free elaboration of  the exploration I actually had, in those years, with a summer friend; facts have been stretched a lot, we never went that far, but our adventures were much more interactive with each other than it is described here. As usual, the story is only intended for an adult audience, the author condemns any act as such here described, and all prescriptions required by law apply. If you are an under-age reader yourself, it is better for you to leave now, go back to cartoons, and come back again in a couple of years, or more, according to your present age.

Please feel free to give me a feedback. Depending on your comments I might decide to write another chapter. Anyway, there are other stories of mine on this same fetish(es) you might find interesting:

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/smegma-forever/

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/adult-youth/una-inusual-visita-medica/

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/encounters/encuentro-en-el-hospital.html

-       https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/el-angel-rubio.html

if you enjoy what you read in nifty.org, don’t forget to donate, all of us, authors and readers, need this site open to everybody, but they cannot survive without our help! You can donate here: http://donate.nifty.org/donate.html

Ciao!

 

 

Esta es una obra de ficción gay que contiene escenas de sexo entre hombres de diferentes edades. Entonces, de qué trata exactamente este capítulo: sexo de joven con joven (b/b), esmegma.

Espero que disfrutéis de esta nueva historia: si os pone cachondos, y vuestro hermanito abajo está levantando la cabeza, entonces la historia ha alcanzado su objetivo... A diferencia de los demás capítulos, ésta es una libre elaboración de las exploraciones que realmente tuve, en aquellos años, con un amigo de verano; he estirado bastante los hechos descritos, en realidad nunca llegamos tan lejos, en cambio nuestra aventuras fueron mucho más interactivas el uno con el otro. Como de costumbre, este relato solo está destinado a una audiencia adulta; el autor condena cualquier acto como tal aquí descrito, y se aplican todas las prescripciones requeridas por la ley. Si tú mismo eres un lector menor de edad, es mejor que te vayas ahora, regreses a los dibujos animados y vuelvas aquí otra vez en un par de años, o quizás más, de acuerdo con tu edad actual y con las leyes de donde vivas.

Por favor, siéntete libre de enviarme comentarios. Dependiendo de ellos, podría decidir escribir otro capítulo más. De todos modos, hay otras historias mías sobre este(s) mismo(s) fetiche(s) que pueden resultarte interesantes:

- https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/smegma-forever/

- https://www.nifty.org/nifty/gay/adult-youth/una-inusual-visita-medica/

- https://www.nifty.org/nifty/gay/encounters/encuentro-en-el-hospital.html

- https://www.nifty.org/nifty/gay/non-english/el-angel-rubio.html

Si disfrutéis de las historias que leéis en nifty.org, ¡no olvidéis hacer una donación, nosotros todos, autores y lectores, necesitamos que el sitio quede libre, pero Nifty no puede sobrevivir sin nuestra ayuda! Podéis donar aquí: http://donate.nifty.org/donate.html

¡Ciao!

 

************

 

Así, en el umbral de mis 13 años, mis divertidas y excitantes aventuras con Armando llegaron a un final abrupto – o casi abrupto – cuando Armando se comprometió con una guapa camarera del hotel donde los dos pasábamos todos los veranos, él trabajando, yo uno de familia, siendo sobrino de quienes dirigían el hotel.

Por un lado, yo estaba realmente devastado por esta pérdida, por el otro, comenzaba a sentir el poderoso empuje de mis hormonas rebeldes. Digo así aunque en realidad, en aquel entonces, físicamente yo parecía ser uno de esos 'desarrolladores tardíos', y recién a los 14 comencé a mostrar algunos signos reales de desarrollo puberal: aumento repentino de estatura, cambio de olor corporal, pelo púbico, pito y testículos, que – por fin! – irían aumentando sustancialmente de tamaño. Por cierto, tenía 14 años cuando tuve mi primera y única relación heterosexual, con una chica de 19 años que básicamente me sedujo. Bueno, estoy divagando... Volviendo al verano anterior, a los 13 años (solo faltaban un par de meses) todavía yo aún era casi un niño: 140 cm de altura con 45 kg de peso, ni un pelo buscándolo con la lente, rubio como un alemán en los meses de invierno, y casi blanco como un sueco en el verano, debido al sol poderoso. ¿Cómo estaba yo ahí abajo? ¡Curioso qué eres! Jejeje. Vamos, te lo digo: mis bolas eran del tamaño de nueces de macadamia, es decir, cada una poco más grande de una avellana, contenidas en un escroto totalmente liso, y recién comenzaban a descender; el pito, cuando estaba en reposo (lo que ocurría cada vez con menos frecuencia, en ese período) medía unos 5 cm, y alcanzaba apenas unos 8 cm cuando estaba duro, con una circunferencia completamente adecuada, en fin, no era ni demasiado delgado ni muy gordito. Como decía, poco más que un niño. (¡Suspiro!)

Pero el desarrollo y las hormonas no se llevaban muy bien el uno con las otras, en ese momento, y si el cuerpo parecía no mostrar signos de interés en el sexo, la cabeza siempre estaba ahí. Digamos que estaba obsesionado con todo lo relacionado con el sexo.

En aquellos días, las familias solían tomar largas vacaciones, a menudo de 3 a 4 semanas, y en su mayoría en la misma época todos los años. Así que yo tenía una serie de amigos en rotación a lo largo del verano, quienes cambiaban periódicamente, pero a los que volvía a encontrar al año siguiente.

Uno de mis amigos a quien le llevaba más cariño, en esa época, se llamaba Nicolás y tenía justo mi edad. Pero él estaba muy por delante de mí en el desarrollo, y ante mis ojos parecía un hombre adulto, aunque, por supuesto, no lo era en absoluto. Era por lo menos 10 cm más alto que yo, tal vez incluso un poco más, ya tenía los hombros más anchos que los míos y un poco de músculos, y su voz comenzaba a bajar, mientras que la mía todavía era un falsete de niño-casi-muchacho.

Nicolás y yo éramos inseparables, en el mes que él pasaba en la playa con su familia, y pasábamos todo el día y la noche juntos: en esos días, a esa edad, los padres y familiares fácilmente dejaban que los niños salieran solos por la noche, para ir al cine, o a caminar, o a comer un helado, o al minigolf, uno de los pocos atractivos del lugar, a parte la playa dorada y el mar.

Nos conocíamos desde que teníamos unos 6 o 7 años, por lo que la nuestra era una amistad bien arraigada, que se renovaba cada verano. Juntos jugábamos al fútbol, ​​construíamos castillos de arena y pistas de pelotas en la arena, dábamos largos paseos junto al mar, nadábamos y jugábamos en el mar.

Ese año no pude evitar notar como en el bañador de Nicolás resaltaba claramente un paquete no indiferente, con la forma de su pito bien visible, dirigida hacia la derecha (en cambio yo lo usaba, y aún lo uso, dirigido hacia la izquierda), y con un buen par de bolas por debajo, un paquete que nunca dejaba de llamar mi atención. Con el despertar de mi sexualidad, gracias a Armando en los años anteriores, y a mis hormonas alborotadas, yo traté de encontrar la forma de acercarme más a ese bulto que suponía mucho más grande que el mío.

Ya en nuestros paseos habíamos llegado a hablar muchas veces de sexo: pajas, sobre todo, y la técnica de hacerlas, pero también de cómo sería estado tener sexo con una chica, sentir su coñito mojado, meterle la polla por dentro: definitivamente Nicolás era heterosexual, no había grandes dudas al respecto, en cambio yo fingía, mayormente, y comentaba sus fantasías agregando detalles, con la esperanza de estimularlo a pasar a algo de práctico …entre nosotros.

Ese año tuvimos la suerte (¡para mí!) de no estar alojados en el cuerpo principal del hotel, sino en su anexo, un edificio de tres plantas en total (en cuyo garaje me refugiaba yo cuando lo de Amando), obviamente Nicolás tenía su propia habitación, y yo otra, mucho más pequeña pero, aun así, todo mío. Ese piso del anexo tenía 3 habitaciones en total, y un baño compartido. En ese periodo solo nuestras dos estaban ocupadas, la tercera permanecía libre. Otras ventajas: mis tíos prácticamente nunca subían por allí, y la ama arreglaba todo por la mañana, en fin, teníamos el piso prácticamente para nosotros solos, sobre todo en las tardes y noches.

Un día, a última hora de la tarde, mientras estábamos sentados en mi cama mordisqueando un cono de helado y hablando – mira ¡qué raro! – otra vez de sexo, vi que Nicolás había comenzado a tocarse allí abajo, discretamente sí, pero igual yo noté como su mano iba muy a menudo a tocar su paquete, aún escondido por el bañador. Fingí hacer caso omiso, y seguí hablándole, hasta que en cierto momento, fingiendo notarlo justo ahora, le dije: “oye, Nicolás, se está haciendo tarde, y aún tenemos que ducharnos… ¡Ya casi es la hora de ir a cenar!”.

“¡Joder, Andrés, tienes razón! Coño, ¿cómo lo arreglamos ahora?”.

“Vamos” le propuse con el aire más inocente que pude poner, “hagámoslo juntos, así podemos ahorrar tiempo”.

“Está bien”, respondió Nicolás con voz ni entusiasta ni indiferente, más simplemente neutral. Yo, en cambio, ya estaba excitado con la idea de verlo finalmente desnudo.

Rápidamente nos dirigimos al baño, y nos metimos en la bañera que había allí: no había ducha como en los baños más modernos, pues el edificio era muy antiguo.

Al principio ambos llevábamos nuestros bañadores, pero mientras el agua caliente empezaba a salir por la manguera de la ducha, yo tomé la iniciativa y empecé a bajarme el bañador para quitármelo. ‘Menos mal que mi pito no está en estado de erección, sería’ pensé ‘muy embarazoso’.

“¿Qué estás haciendo?” Nicolás me preguntó, con aire sorprendido.

“Me estoy desvistiendo, ¿no lo ves? ¡No podemos lavarnos con el bañador puesto!”.

Nicolás no respondió a mi lógica, y comenzó a enjabonarse, aún con el bañador puesto.

‘Uff’ pensé ‘¡no está funcionando!’. Sin embargo, cuando llegó a la cintura del bañador, debió pensar que en realidad no tenía mucho sentido lavarse con esa prenda puesta, así que tomó la decisión y se la quitó.

‘¡Por fin!’ pensé.

Oh, ahora sí: sí, todo era como me lo había imaginado, Nicolás tenía un pito magnífico, ya de adulto (en realidad aún no, pero a mí, que aún no estaba tan adelantado en el desarrollo, tal me parecía, aunque, pensando atrás en el de Armando, sin duda a Nicolás aún le faltaba crecer... Pero, claro, ya era mucho más grande que el mío). Su polla estaba rematada por un largo prepucio que la hacía parecer el pito de un niño pero de tamaño exagerado. Y, por debajo, un buen par de bolas, mucho más grandes que las mías, ya bastante bajadas, contenidas en una bolsa sin rastro de pelo. En cambio, había pelos, sí, encima de su polla: un hermoso matorral, no denso todavía, pero que prometía muy bien.

“Ohhh” no pude evitar exclamar, admirado por tanto espectáculo. “¡Qué grande la tienes!”.

Nicolás sonrió con orgullo y empujó su pelvis hacia adelante, para mostrar aún mejor su dotación.

Corrí el riesgo y tomé ese movimiento como una invitación para acercarme. Extendí mi mano y agarré su magnífica polla, y Nicolás soltó un gemido que casi era un sollozo.

“¿Qué... qué estás haciendo?” me preguntó casi en un susurro, pero sin quitar su pelvis de mi mano, que mientras tanto manoseaba esa maravilla. Mi toqueteo no tardó en producir lo que yo esperaba de todo corazón. La polla de Nicolás comenzó a crecer en mi mano. Sin apartar los ojos de su miembro, respondí en voz igualmente baja: “Quería comprobar cuán diferente es a la mía. La tuya es casi como la de un hombre adulto”.

Con voz sorprendida, Nicolás me preguntó: “¿Por qué, Andrés, alguna vez has visto la polla de un adulto?”.

No respondí, solo sonreí con picardía, pero eso fue suficiente para que la polla de Nicolás se endureciera aún más en mi mano. Mientras tanto, yo acerqué la otra mano a su paquete, y comencé a tocarle las bolas: “¡qué grandes son, coño! No veo la hora de que las mías también se vuelvan así de grandes”.

“Mmmmm... si sigues tocándome terminaré corriéndome”.

Fingí no tener la puta idea de lo de que estaba hablando mi amigo, y con aire de sorpresa le respondí: “¿Estarás corriéndote? ¿Qué significa?”.

Nicolás mordió el anzuelo: “cuando te desarrolles un poco más, tú también empezarás a correrte. Quiere decir que de tu polla, cuando estés muy excitado y te toques… o te toquen” continuó tras una breve pausa “saldrá un líquido blanco y sentirás un placer infinito”.

Después de mis años de experiencias con Armando, sabía muy bien a qué se refería, pero seguí fingiendo mi total ignorancia: “¡Vamos! ¡No lo creo! ¡Quiero verlo!" y mientras tanto continué masturbándolo despacio. Lentamente tiré hacia atrás la piel, destapando un poco el bálano. La polla de Nicolás tenía una cabeza muy grande, aún hoy lo recuerdo, de un hermoso color rosa brillante, y en la punta se veía una gotita de líquido claro. Por supuesto, él aún no producía tanta miel como Armando, pero había un poco, y con el pulgar yo comencé a frotar ese liquidillo en la cabeza, aumentando el estado de excitación de Nicolás.

En todo esto, él nunca acercó su mano a mi polla, pero eso no me molestaba, en el fondo sabía que no le interesaban (¿todavía?) los chicos. Pero a los 13, una mano ajena siempre es una mano, no importa si es de chico o chica: ¡son las hormonas las que impulsan el juego, no el cerebro!

“¡Si continúas así, está a punto de llegar!” y en efecto después de pocos segundos Nicolás emitió un gemido estrangulado, y comenzó a correrse. Fingiendo no haberlo deseado, dejé que su semen golpeara mi vientre y mi pecho, y que los últimos chorritos cayeran en mi mano.

Cuando su polla dejó de producir el semen, acerqué mi mano mojada por su semen a mi cara, frotando su corrida con mis dedos y viendo como un hilo pasaba entre un dedo y el otro: “oye, pero este no es líquido, es más como un ¡crema espesa!” y así diciendo me acerqué los dedos a mi nariz, husmeándolos bien, luego saqué la punta de la lengua y probé su semen por primera vez.

“¿Qué estás haciendo?” fue la reacción de Nicolás.

“El olor es bueno, huele a fruta, quizás por toda la sandía que estamos comiendo. Quería saber si también sabía a fruta”.

“Y…?”.

“Es dulce, pero también un poco salado… tiene un sabor rico. ¿Nunca lo has probado?”.

Nicolás puso cara de disgusto: “¡no, no, gracias!”.

Yo en cambio lamí toda mi mano, mirándolo a los ojos, luego bajé la mirada a mi pecho y mi vientre, recogí varias veces con mi dedo el semen que comenzaba a gotear hacia abajo, y me lo comí todo, tratando de evitar mostrar una cara demasiado encantada, y fingiendo ser sólo curioso.

Nicolás me miró con el rostro un poco trastornado, luego se sacudió, como si se quitara un pensamiento de los hombros, y empezó otra vez a lavarse.

Terminamos de ducharnos bastante rápido y en silencio, cada uno atrapado en sus propios pensamientos, luego nos secamos con la misma rapidez y nos vestimos, cada uno en su propia habitación, para ir a cenar.

Durante un par de días no pasó nada más significativo, hicimos juntos lo que siempre hacíamos. Así que decidí morder la cola del dragón (sin doble sentido, jejeje, o quizá sí…). En la tarde del segundo día, mientras estábamos en la playa pateando la arena sin rumbo, le dije en voz baja: “Sabes, descubrí que una de las casetas donde la gente va a cambiarse tiene un agujero. No es grande, pero sí lo suficiente para ver qué pasa adentro”, y agregué, con voz traviesa, “¿vamos a espiar?”.

Por supuesto Nicolás – o más bien sus hormonas – no pudo resistirse a tal invitación, y se apresuró a decir que sí.

Con aire indiferente, cuidando de que ningún adulto nos viera, los dos dirigimos hacia las casetas, que un muro separaba por detrás de otra parte, más elevada, de la playa. Detrás de una de estas casetas de veras se encontraba un hueco, no muy grande, tanto que a los que estaban adentro le habría escapado, ya que las casetas no tenían iluminación y recibían algo de luz sólo a través de dos pequeñas aberturas que daban al exterior, cerca del techo.

Seguros de que no nos habían visto, nos deslizamos por detrás, esperando. Al rato escuchamos abrirse la puerta, y en ‘nuestra’ caseta entró un señor cuarentón, quien rápidamente se desvistió y comenzó a secarse con la toalla que traía consigo. Le dejé los honores a Nicolás, pero éste, después de mirar por unos segundos – los justos para echarle una mirada a la polla del tipo – se alejó del hoyo susurrando "uff, es un varón...". Ocupé su lugar y miré también. El hombre estaba bastante en forma, pero no tenía una gran polla, en verdad la tenía como la de Nicolás, pero era un adulto, ¡Nicolás poco más que un chico! Seguí observándolo hasta que se vistió y salió. Entonces le susurré al oído a Nicolás “¡ves, te dije que la tuya era como la de un adulto!”.

Después de ese primer hombre, en la hora siguiente hubo cierto ir y venir de otros bañistas y, para gran alegría de Nicolás, sólo entraron a ‘nuestra’ caseta mujeres y muchachas. Yo estaba un poco menos feliz, pero reaccioné como cualquiera hubiera esperado, y de todos modos me consoló ver la reacción de mi amigo, exactamente lo que yo esperaba: su bañador definitivamente se había hinchado, y Nicolás, casi inconscientemente, seguía tocándose el consistente paquete.

Se acercaba el atardecer, y la cantidad de gente que venía a cambiarse había bajado mucho, casi hasta detenerse, así que Nicolás y yo dejamos nuestro puesto secreto y volvimos al anexo donde nuestras habitaciones. Como dos días antes, nos sentamos en mi cama y empezamos a hablar de lo que habíamos visto en la tarde. Los comentarios de Nicolás estaban todos centrados en las tetas de tal o cual, o en cuánto pelo tenía la otra en su coño, mientras que la otra lo tenía todo rasurado; yo intervenía aquí y allá, aunque no estuviera muy interesado. Entonces, nuevamente, se acercó la hora de la cena, pero esta vez fue Nicolás quien dijo “oye, se hace tarde, ¿nos vamos a duchar?”.

Al entrar al baño, esta vez Nicolás no dudó en quitarse el bañador, y yo lo seguí de inmediato. Mi amigo estaba claramente excitado, su polla ya estaba casi dura y comenzó a tocársela.

“¿Esta vez no quieres ayudarme?” preguntó con una sonrisa traviesa.

Casi no había terminado de hablar que se encontró con mi mano agarrando su polla. Pero esta vez también acerqué mi cara y comencé a husmearlo profundamente. “¡Qué buen olor tienes! Huele a…” y tras una pausa concluí “…¡a polla!”. Su olor era realmente genial. De sus genitales salía un olor almizclado y dulce, pero no sucio, más bien como de muchacho limpio pero lleno de hormonas y sudado por el calor de la tarde, pero en el centro el olor era muy diferente, mucho más fuerte, más… ¡masculino! No sé cómo describirlo de otra manera, solo sé que era intoxicante.

“Vamos, ¿qué estás diciendo? Además está sucio, ayer no me duché”.

“Mmmmm... ¡No, no, me gusta cómo huele!" y mientras tanto tiraba hacia atrás el prepucio para descubrir el bálano. ¡Guau! No me lo esperaba... Por debajo de la piel había una hermosa capa blanca. Sutil, pero ahí estaba. Y el olor era inconfundible: ese olor rico, cremoso y denso, como a queso fresco, que me hacía la boca agua.

No pude resistirme; saqué la lengua y comencé a lamer la cabeza sucia y a recoger esa crema blanca para que se derritiera en mi boca. Se me llenaron los ojos de lágrimas, por lo bueno que estaba y por el recuerdo del esmegma de Armando, el único que había comido de otra persona, hasta el momento.

“¡Mierda! ¿Qué estás haciendo? Espera, no lo hagas, no lo hagas... ¡Es cosa de maricas! ... ¡Oh, Dios mío, sí, continúa! ¡Mierda! Tómalo todo en tu boca, chúpalo, te daré más semen como el que tanto te gustó el otro día”. Nicolás era totalmente inconsistente en lo que decía, pero a mí no podía importarme menos: finalmente estaba saboreando su buena polla, y podía jugar con ella y hacer que él lo disfrutase.

Seguí chupándolo y lamiéndolo, después de haberle descubierto completamente la cabeza, y mientras tanto masajeaba sus bolas, que estaban bastante hinchadas y comenzaban a subir hacia la ingle. Pero no quería que terminara tan rápido: dejé el miembro y bajé hasta el escroto, comenzando a lamer la piel tiesa que cubría sus testículos, y luego tratando de meterme uno en la boca, luego el otro, luego los dos; empecé a chuparle las bolas con devoción, sacándole a Nicolás una serie de gemidos. ¡Afortunadamente nunca nadie subía allí!

Cuando estuve satisfecho con mi trabajo en las bolas, subí con la boca hacia la polla. Era hora de terminar el trabajo, y de hacer gozar al pobre Nicolás, que entretanto tenía claro que ya no podía más: me había tomado la cabeza entre sus manos, y la naturaleza y el instinto se apoderaban de él, así que empezó a darme cortos empujones con la pelvis, luego intensificando la acción, como si quisiera follarme la boca, lo cual no me fastidiaba para nada.

De repente se congeló, la polla en mi boca se volvió aún más dura y más grande, luego dejó escapar un pequeño grito, al menos una octava más alto que su voz habitual y comenzó a derramar su semen en mi lengua. Había mucho, mucho más que la vez anterior, al menos 5-6 bocanadas. Lo sostuve en mi boca tanto como pude, saboreándolo, luego, cuando estuve seguro de que no quedaba nada más que pudiera salir, solté su polla y tragué lentamente su semen.

Nicolás me miró con expresión rara, pero al cabo de unos instantes se relajó y me dijo, con una sonrisa traviesa en el rostro: “¿mañana repetimos?”.

 

¿FINAL? ... no del todo (tal vez)