Date: Mon, 1 Nov 2021 09:32:40 -0500 From: Hugo Dan Subject: Mi vida ecuestre - Authoritarian non english - chapter 15 Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión. Es bueno apoyar a todos los creadores y los espacios creados para que compartan su trabajo, considera donar a nifty si has disfrutado de incontables horas de entretenimiento morboso. https://donate.nifty.org/ _____________________________ Mi vida ecuestre Capítulo 15 El mustang es un caballo salvaje norteamericano, que se liberó de la domesticación para hacer vida en las grandes planicies donde no había ningún depredador que lo cazara. Su espíritu libre hizo que lo denominaran salvaje, pero al contrario, vivían en grupos grandes cabalgando juntos disfrutando de su vida,  incluso los aborígenes lo veneraban, que tanto dista ese concepto de mi experiencia.   La siguiente mañana un grupo de cuidadores supervisados por Jorge el capataz abrieron el establo, todos los mustangs salieron en fila, aunque no había mucho orden, se empujaban y refunfuñaban entre ellos, no había respeto más que el que le tenían a la picana eléctrica. Fui el último en intentar salir, sentía la incomodidad de mi culo abierto y lo pegajoso del semen escurriendo por mis piernas, entonces me detuvieron. "¡Tu! Vas a limpiar el establo primero." Sin una herramienta más que mis manos, fui sacando el heno sucio del establo y cargarlo en un vagón, la mayor parte no me causó incomodidad, pero había algunas cargas que se sentían húmedas y algunas otras tenían excremento, estaba seguro que alguna de ellas tenía el semen que había escurrido después de haber sido depositado en mí.  Al terminar esa tarea me esperaban las pacas de heno limpio que debía esparcir por todo el establo. Justo a un lado del establo, había un área abierta con piso de concreto donde había un pasillo en medio delimitado por barandales, similar por el que se avanza en una atracción de parque de diversiones, pero obviamente ese no era ningún parque y para nada había diversión. Solo que estaba a la altura de mi cara, de arriba, de una tubería que recorría la extensión salían cabezas de ducha las cuales se abrieron tan solo llegué. "¡Anda! Camina", avancé con cautela, todo indicaba que debía darme una ducha, pero estaba en un punto en que cualquier cosa podía tornarse distinta a lo que yo creía. Me hicieron caminar por el pasillo donde el agua caía sobre mi cuerpo, sentí alivio al poder limpiarme, entonces un esclavo doméstico del otro lado del barandal me lanzó polvo, era jabón que inmediatamente hizo espuma, después otro esclavo igual de escuálido que el anterior acercó un palo con una esponja intentando tallar mi cuerpo, eso mientras avanzaba caminando debajo de las duchas como si de una línea de ensamble se tratara.  A los mustangs se les trataba con cuidado, eran impredecibles, por eso no solo se les duchaba de esa manera, toda interacción era supervisada por varios cuidadores y siempre a una distancia segura. Aproveché para limpiar mi culo pero sentía que no había sido suficiente. Después me guiaron a unos cuantos metros de ahí, donde había una especie de bebedero para ganado hecho de metal, este estaba a una altura de metro y medio donde podía ver su interior estando de pie. El contenedor tenía restos de lo que parecía el engrudo que daban de comer ahí. "¡Vamos! Come, que tienes que ir a trabajar". Miré al capataz incrédulo, ¿Quería que comiera de ahí? Casi no quedaba nada, se notaba que ya todos habían metido mano ahí, se que había pasado ya por situaciones más asquerosas que esa pero de todos modos sentí el vuelco en el estómago. "¡Que comas!", dijo el cuidador levantando su picana. No tuve opción más que tomar algo con mis dedos y tragar, de todos modos debía hacerlo, no aguantaría mucho sin comer. El trabajo de los mustangs era pesado, debíamos limpiar el terreno aledaño al rancho, deshierbar, remover, llevar todo el escombro a los vagones que eran jalados por nosotros mismos. Debo decir que aunque ese tipo de trabajo ya lo había hecho en el Rancho del señor Benjamín, eso fue distinto, la magnitud del terreno y lo que se debía remover era mayor, ahí fueron hectáreas, ahí fueron piedras que debíamos cargar entre tres o más, troncos que debían ser cargados por varios hombres, y los vagones, iban tan cargados que debíamos jalarlo entre ocho. Todos los días era lo mismo, salvo la limpieza del establo que estaba a mi cargo hacerla una o dos veces por semana. Todos debíamos limpiar el terreno para cargar dos vagones, los cuales al estar llenos debíamos llevar a descargar a un basurero a varios kilómetros del lugar. Dieciséis hombres en arnés, divididos en dos grupos para jalar los vagones llenos de escombro, los mustangs restantes del grupo caminaban encabezando el convoy y otros al final advirtiendo a los conductores reducir su velocidad. Cada extremo cargaba anuncios mencionando el programa carcelario de la compañía del señor Pierce. No había tanta humillación en ver autos pasar uno tras otro, tampoco notar las miradas que fijas duraban un segundo en lo que el vehículo nos rebasaba, pero las visitas… si, en varias ocasiones recibimos visitas al estar trabajando, grupos de empresarios y altos mandos acudieron en ocasiones a ver la dinámica, tomaban fotos, tomaban notas, el programa seguramente estaba siendo aceptado porque después vinieron las visitas de civiles. Me imaginaba ver anuncios promocionando las visitas guiadas al rancho, a ver a los delincuentes cumpliendo sus condenas, y digo que los imaginaba porque nunca pude ver ninguno, pero de qué otra manera se enterarían, después vinieron las visitas escolares de todos los niveles. Al principio sentía pudor que adolescentes o niños me vieran desnudo, pero justo más de una vez escuché a la guía explicarles que nosotros no éramos "ciudadanos", éramos escoria que decidió el mal camino y estábamos recibiendo nuestro merecido, "¡niños! Pongan atención…", decían los maestros, "estudien, obedezcan a sus padres si no quieren acabar como ellos. Te preguntaras que porque nunca dije algo o pedí ayuda, pero cada que recibimos una visita, nos colocaban las mordazas en la boca, unidas a las cintas de cuero en nuestra sien con la visera a los lados que nos limitaba a solo ver al frente. Un día hubo una ceremonia, había personas importantes y medios de comunicación, nos formaron ante una pequeña audiencia y cámaras fotográficas y de televisión, fue la primera vez desde que fui removido del grupo élite que vi al señor Pierce, tan pulcro como siempre, sonriendo, saludando a todos, otro hombre que se observaba igual de imponente que el señor Pierce hablaba anunciando el inicio de la 'siguiente etapa'. Caí en cuenta que lo que hacíamos era limpiar una ampliación del rancho del señor Pierce, una que se convertiría en más establos según anunció el hombre. Mis manos estaban atadas a mi espalda, mi boca amordazada, intenté gritar, ¡no era posible! ¿Cuanta más gente inocente sufriría lo que yo? Di gritos ahogados que se perdieron entre los aplausos, lágrimas corrieron por mi cara, si vieras una imagen captada del momento podrías distinguir mi cara de terror entre todas las demás. La dinámica en el establo no era muy distinta, nunca pertenecí  y siempre me lo hicieron saber, ¿Por qué? No lo sé, quizás porque sabían que era el único ahí que era inocente. Su forma de hacérmelo saber era follandome todas las noches, aprendí a enfocar mi atención en otra cosa, en el suelo frío presionando mi pecho o el del heno en mi cara al estar sometido por el grupo que no se preocupaban por otra cosa más que su placer y descarga. De pronto recordaba las noches de placer que viví con el grupo élite, las posiciones, el jugueteo, y ahí se limitaban a voltearme, hacerme alzar el culo o simplemente acostarse arriba de mí mientras permanecía inmóvil hasta sentir su leche espesa llenarme. No puedo decir que me convertí en su puta, no sería el término correcto, más bien era el juguete inerte, el calcetín de lefa que el adolescente guarda refundido en un cajón para usarlo todas las noches en su puñeta diaria antes de dormir. En eso se convirtió mi vida. Pasaron los días, las semanas, indudablemente los meses. Abría los ojos en mi rincón sin saber cuál de todos había sido el último de la noche, mi culo se habituó a estar dilatado, la sensación de estar lleno de semen fue mi normalidad. Caminaba con la cabeza abajo siguiendo al grupo, mi cuerpo estaba fuerte más ya no estético, de haberme podido ver en un espejo hubiera notado la decadencia. Caminar por las duchas era cosa de todos los días, esperando que el de adelante avanzara mientras los esclavos nos echaban jabón en polvo, pelear por mi comida mientras todos meten mano en el contenedor se volvió rutina. Sé que estás desesperanzado en este punto, y quizás por tu mente pasa lo horrible que será el final de mi historia, pero si te da tan solo un poquito de consuelo, te quiero decir que si estoy contando esta historia, es porque al menos sigo vivo… Uno de esos días que debía quedarme a limpiar el establo escuché una voz acercarse. Yo estaba dentro del establo cuando vi la silueta pasar caminando por fuera, hablaba con alguien más, seguramente un cuidador, la voz me pareció familiar, había aprendido a no prestar atención a las conversaciones al menos que se dirigieran a mí directamente. Solo escuché la palabra 'dócil' acompañada de una frase que incluía 'nuevo proyecto'. La otra persona le dijo que estaba en el lugar equivocado, que ahí solo había mustangs y que le sería difícil usar alguno para lo que quería.  "Además, de momento todos están trabajando en la ampliación", y como si ese hubiera sido el momento justo, por alguna obra del destino salí del establo al momento que los hombres pasaban, mi mirada de asombro no se compara con la que tuvo él.  "¡Champ!", dijo Edward, el hombre que había sido mi cuidador, aquel que comenzó a entrenarme para las carreras. Sus ojos eran como platos, abiertos completamente, su expresión como si hubiera visto un fantasma. Asentí con la cabeza. "Que… ¿Qué haces aquí?... Pensé… Me dijeron…", no podía terminar sus frases. Mientras yo cargaba el heno, sentí un poco de gusto verlo, era de las pocas personas que había tenido consideraciones conmigo, eso a pesar de que de todos modos me tenía cautivo. "Has estado aquí todo este tiempo?", la verdad yo no tenía noción de cuánto tiempo llevaba ahí, volví a asentir. "Desde la pelea en la carrera…" , dije, y entonces creo que mi corazón se detuvo por un instante cuando Edward dijo, "Eso fue hace un año y medio…", en ese momento tuve que volver a aprender a respirar, mi mente no concebía el paso de tanto tiempo, el heno que cargaba ya estaba en el suelo y ni cuenta me di, entonces Edward posó su mano en mi hombro y dijo, "Lo quiero a él, me lo voy a llevar". "Pero Edward… hay órdenes explícitas de Jorge que él debe permanecer aquí". "Y yo tengo autorización del señor Pierce de escoger al mustang que yo quiera para mi proyecto, ¿acaso la orden de Jorge está por encima de la de él?" "Por supuesto que no… pero ya conoces a Jorge, no le va a gustar cuando se entere…" "Si no le gusta sabe donde encontrarme, ya hablaremos". No se asentaba en mi cabeza lo que había pasado, solo obedecí a Edward y lo seguí sin darme cuenta que al fin estaba fuera de ese lugar, no sabía a dónde iría, no tenía idea de lo que pasaría conmigo. El hombre me guió hasta una área con pequeñas cabañas, todas rodeadas de árboles que daban un ambiente forestal muy agradable. Edward abrió una y me indicó que pasara. La cabaña era pequeña, era solamente un cuadrado que tenía una cama pequeña, una mesa con dos sillas, un estante con una televisión, al fondo un frigobar con un microondas sobre una superficie y una puerta que estaba seguro debía ser un baño. "Toma asiento", me dijo mientras él caminó a su pequeño refrigerador. Caminé lentamente observando el lugar, era acogedor, pero muy pequeño para ser su casa, Edward metió algo al microondas y lo accionó, "Siéntate", me ordenó, pero con una voz amable. Tomé la silla y me senté, coloqué mis brazos debajo no queriendo ensuciar la superficie, "¿Tienes sed?", me preguntó pero de todos modos puso un bote con agua en la mesa y un vaso, hacía tiempo que no tomaba agua de esa manera. Después sonó el pitido del microondas indicando estaba listo lo que fuera que había metido. Miré alrededor, noté el portaretrato que llevaba una foto de Edward y una mujer, los dos estaban abrazados y se miraban felices. El hombre se sentó frente a mí. Traía el recipiente con comida, entonces lo empujó lentamente hacia mí, "Ten… es comida congelada, pero estoy seguro no has comido algo distinto en el último año y medio…", eso era seguro, tomé el plato y con cuidado fui comiendo, su gesto fue amable, pero en retrospectiva sabía hacerme saber que no era mi lugar y estaba teniendo una gran consideración conmigo. Comí con la mano como estaba acostumbrado, al principio me queme un poco, pero la comida me supo como un manjar, no conocía el sabor del caviar o la langosta, pero ese plato de macarrones con queso y carne de hamburguesa me supo a eso que con tanto gusto la gente de mucho dinero disfruta. "Se que la has pasado mal, eso que hiciste no ameritaba ese castigo, esos hombres son delincuentes peligrosos… incluso es peor de lo que se me dijo…", Edward calló, "...Tengo un nuevo proyecto, del que quiero hacerte parte, ya no involucra las carreras… pero confío en que estarás mejor", cualquier cosa iba a ser mejor que con los mustangs, "Ahí está el baño, toma una ducha…", miré incrédulo y asombrado  ¿me dejaba usar un baño de verdad? Entre al diminuto espacio, tenía una ducha y el inodoro, un pequeño lavabo y un espejo redondo, me vi por primera vez en mucho tiempo, noté el paso de los años, toqué mi cara y acaricié mis mejillas, tenía ojeras, mi cara ya no era la de un niño, había sido raptado a los 19, queriendo hacer cálculos me daban tres, casi 4 años, pero bien las matemáticas en ese momento no se me daban del todo. Ya no era un niño de 19, era un joven de más de 23, mis ojos se enrojecieron por el tiempo perdido. Lloré, lloré ante mi reflejo y seguí llorando bajo la ducha tibia. Cuando terminé dejé escurrir mi cuerpo como estaba habituado, entonces vi una toalla y me tomé la libertad de usarla, la restregué por todo mi cuerpo sintiendo su suavidad, después giré la perilla de la puerta, estaba por abrirla cuando escuché el golpeteo.  "¡¿Qué ocurre?!", preguntó la voz de Edward. "¡¿Qué diablos te pasa?!", dijo una voz furiosa, "¡Lo quiero de regreso! ¡Ahora!", fue entonces que me di cuenta que era Jorge. "¿De quien hablas?", su tono era más calmado. "De Cha… ¡de mi mustang!", se corrigió, el miedo me invadió, ¡No por favor! Yo no quería regresar. "¿Tu mustang? ¿De quien hablas?... yo aquí tengo un pony de nombre Champ, el cual tengo autorizado por el señor Pierce entrenar para mi nuevo proyecto… que yo recuerde, en tus documentos no existe ningún mustang de nombre Champ…" "No te hagas el listo Edward", su voz se escuchaba furiosa, incluso su respiración era agitada y yo seguía detrás de la puerta entre abierta, "Bien… si quieres lo vemos con el señor Pierce a ver que tiene que decir acerca de que tienes a un pony en tu cabaña", su tono se volvió amenazante pero no intimido a Edward que inmediatamente remató. "De acuerdo, y de una vez le explicas porqué el pony que tú dijiste había sido sacrificado estuvo todo este tiempo en tu grupo de mustangs…", ¡el maldito había dicho que yo estaba muerto! La discusión acabó ahí, Jorge se fue enojado y derrotado, fue entonces que tuve el valor de salir del baño. "Gracias…", le dije, no había hablado hasta entonces, quizás por sentirme apático a la vida que llevaba, pero después de ese momento, las ganas de vivir volvieron a mí, sabiendo que había un poco de esperanza. "Tengo que salir a arreglar un asunto, ahí está la cama, aprovecha para descansar… te hace falta…", Edward estaba por salir pero se detuvo, "Champ, te traje a mi cabaña porque sabía que Jorge me iba a buscar y no quería causar conmoción entre más personas. Para qué sepas que esto...", dijo mirando alrededor, yo sabía que se refería al trato, a la comida, el baño, "no volverá a pasar". "Lo sé. Gracias."