Date: Wed, 3 Nov 2021 12:31:51 -0500 From: Hugo Dan Subject: Mi vida ecuestre - Authoritarian non english - chapter 17 Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión. Es bueno apoyar a todos los creadores y los espacios creados para que compartan su trabajo, considera donar a nifty si has disfrutado de incontables horas de entretenimiento morboso. https://donate.nifty.org/ _____________________________ Mi vida ecuestre Capítulo 17 Semana a semana ví al pequeño, ¡Oh! ¡Que rápido crecen los niños!, a pesar de sentir tristeza por no poder acercarme a él, levantarlo con mis manos y abrazarlo fuerte, me sentía contento de verlo feliz, porque genuinamente creía que lo era, su madre lo cuidaba muy bien y aunque había un hombre al cual él niño llamaba 'papá', yo me sentía orgulloso que ese pequeño ser había salido de mí. Tal vez porque fue el primero que miré a los ojos y porque su madre lo acercó a mí sabiendo la verdad hice una conexión afectiva desde el primer momento, sabía que había más, y los veía jugar ahí mismo en el área de picnic, las demás madres no dejaban acercarse a los niños a mi, pero lograba notar los rasgos, sabía con seguridad que los pelirrojos eran de Llamarada y llegué a sospechar que alguno de los que corrían ahí eran de Bali o de alguno de los gemelos. Dicen que de pequeños los bebés se parecen a sus padres para que estos no los rechacen y activar su instinto paternal, no se si sea cierto, quizás es mentira. Mis semanas consistían en entrenar para llegar al día de picnic y que mi cuidador me uniera al vehículo para dar paseos a las madres y niños, de vez en cuando acudía algún padre, y odiaba eso, ellos eran desconsiderados, malcriaban a los niños, les dejaban hacer lo que quisieran, y me refiero a tomar mis riendas, azotarme, incluso alguno me pateó una que otra vez, era horrible, ¿cómo podían hacerse llamar padres si lo que hacían era estropear la crianza de esos infantes? Al final del día siempre terminaba contento cuando aquella mujer acercaba al pequeño Esteban conmigo, sí, lo nombraron como su "padre". El niño jugaba con mi crin, y yo amaba rozar mi cara con sus diminutas manos, "pony… mamá", decía él, "bonito… pony…" Por las noches soñaba despierto como sería mi vida si fuera libre, ¿acaso ya tendría un hijo si las cosas hubieran sido diferentes? Tal vez no, la única manera hubiera sido si por algún accidente el condón se hubiera roto o en algún momento de calentura le pidiera a la chica con la que estuviera hacerlo a pelo, 'te prometo salirme antes…' definitivamente sería algo que yo diría, y de pronto ya estaba masturbandome en mi establo imaginando como hubiera concebido a un bebé. Mi lívido ya había vuelto a la normalidad, por las tardes recibía una mamada, durante mi sesión semanal de acicalamiento lograba meter mi verga en uno o dos culos y ocasionalmente me hacía una puñeta en la soledad del establo. El proyecto de Edward me había salvado, mi vida iba mucho mejor aunque en sí el proyecto no iba del todo bien para él, su cometido era entrenar a un mustang para convivir en sociedad, enteramente sometido y obediente. Después de mí, Edward pidió otro mustang, pero resultó ser un pony salvaje, le costó trabajo intentar entrenarlo, aplicando más castigos que resultados obtenidos, vi a Edward tirar la toalla más de una vez, mustangs agresivos, mal hablados, renuentes,  acostumbrados al trabajo duro que aprovechaban el librarse de su grupo como vacaciones, uno tras otro, todos terminaron siendo rechazados por el cuidador.  Edward también se topó con los obstáculos impuestos por Jorge el capataz, que conociendo su intención, era seguro que él  mismo escogía al mustang para enviarle. Después Edward tuvo la idea de pedirle al señor Pierce que le enviara un mustang recién llegado, y así fue, solo que el hombre esperaba obtener un pony que aunque salvaje, no estuviera moldeado al grupo, pero lo único que obtuvo fue un convicto con un severo caso de síndrome de abstinencia, no lograba entrenar sin caer temblando y vomitando, por las noches era peor, no poder dormir en el establo contiguo por escuchar como gritaba y lloraba por su adicción.  Un día que entrenaba, daba vueltas al corral con una viga de madera en mis hombros, Edward descansaba bajo la sombra de un árbol mientras yo caminaba haciendo desplantes, mis piernas estaban duras nuevamente, como en mis tiempos de cuarto de milla, muslos gruesos y duros. Entonces el cuidador se levantó, "Champ…", se dirigió a mí, "... lo siento… creo que esto no va a funcionar…", el hombre estaba frustrado, lo había notado desde hacía tiempo, y estaba seguro no era por eso, yo sabía que él era bueno en su trabajo, "No se… no se que va a pasar… pero te prometo que no vas a regresar a donde estabas…", el hombre se notaba decepcionado, "Fui ingenuo al pensar que podría domar a uno de esos…", suspiró, "Y…", - estaba seguro ahí se refería a un nombre, y sabía quién era- "No me esta haciendo las cosas fáciles…" No me iba a resignar, no iba a aceptar que esa vida que llevaba, de tranquilidad y sexo, de la oportunidad de ver aunque fuera una vez a la semana a mis hijos… al pequeño Esteban, se me estropeara. "Estás haciéndolo mal…", lo dije y callé, Edward me miró desafiante, obviamente no tenía tiempo para reproches ni reprimendas de un 'esclavo' - ya me había hecho a la idea de que eso era - "Debes jugar su juego…", se me quedó mirando fijamente, "De Jorge…", yo estaba seguro de que era él quien le ponía obstáculos. Quizás porque Edward se sentía derrotado decidió esperar y escuchar lo que tenía que decir. "Cambia tu estrategia, piensa como él…", estaba mal decirlo, Edward era una buena persona, me lo había demostrado fuera de la dinámica que se tenía en el lugar, "¿Que haría Jorge?". Se quedó pensando un momento, y sonrió, "No utilizaría mustangs…". "¡Bien! Ahí lo tienes". "Pero mi proyecto no tendría validez, ¿Que caso tendría?" "¡¿Y que caso tiene todo aquí?!", alcé la voz, "Hombres siendo usados como bestias de carga, personas siendo raptadas, suplantando verdaderos criminales…" Edward sabía que yo tenía razón, y permaneció callado, entonces dijo, "¿Que sugieres?" "Hay un… pony…", dudé en decir la palabra, porque al instante que salía de mi boca me di cuenta que lo hice sin pensar, ya distinguía hombres esclavizados de 'hombres libres', "Un corcel, se llama… o se llamaba Luis…" Luis era un joven rubio que había sido llevado con el señor Benjamín cuando yo llevaba ya un año esclavizado por él.  El pobre chico fue llevado y abandonado por su propio padre, cuando las cosas se vieron complicadas para ellos, fuimos llevados al rancho del señor Pierce donde no volví a interactuar con él, salvo las veces que lo vi en las ceremonias en mis días de corredor y las fiestas privadas del señor Pierce donde el muchacho era magreado por viejos gordos y fofos. Luis fue escoltado por su cuidador, el joven rubio caminaba con la cabeza abajo, una cuerda atada a su collar y sus manos esposadas, conocía el sentimiento, no saber a donde te llevan, sabiendo que tu siguiente destino puede ser peor que el anterior. Entonces pensé que quizás Luis estaba contento y yo solo estaba saboteando su estilo de vida, pero en el fondo no creía que así fuera. El cambio de mando fue tan sencillo como un hombre dándole la cuerda al otro, Edward quitó las esposas y lo guió, era tarde, ya me encontraba en mi establo, permanecía de pie apoyado en la reja, sonreí al ver como nuestro cuidador lo llevaba al establo de al lado, entonces Luis me miró, sus ojos desconcertados, no sabía lo que ocurría. En cuanto Edward nos dejó solos, nos pegamos a la pared, intentamos alcanzar nuestras manos sacándolas por una ranura de la puerta de reja, muy apenas logramos tocar nuestros dedos. "¡Raul!", exclamó, ¿hace cuanto que no escuchaba mi nombre? "Luis". "¿Que hacemos aquí? ¿Que nos van a hacer?", se notaba temor en su voz. "No te preocupes, estaremos bien", acaricié sus dedos con los míos intentando calmarlo si con mis palabras no le bastaba. "Tenía miedo, cada que me llevan a un lugar nuevo no se que esperar", no era tan curioso escuchar que nuestras experiencias habían sido similares, muchos ahi debíamos tener una historia parecida, "No supe que fue de ti después de…" "¿Supiste?" "Todos supimos…", dió una risita, "en la ceremonia, y luego en la fiesta privada…", calló de inmediato tan solo dijo eso, 'él sabía que yo sabía' lo que le hacían hacer, y viceversa, "todos hablaban de eso", hubo unos segundos de silencio, "...le dieron la cogida de su vida, ¿sabes?..." "¿A quien?" "Al corredor que te ganó, aunque fue su compañero el que te tiró, fue a él a quien todos los invitados le dieron por el culo mientras estaba en el potro de madera, le decían que había ganado con trampa..." "Ah", internamente estaba contento, ya había pasado mucho tiempo de eso, tenía otra percepción de lo sucedido y no estaba feliz con como reaccioné entonces. "¿Como fue?", de pronto percibí un tono curioso, "¿Como fue ser parte del grupo élite?" "Uuhm…", pensé unos segundos, "Nada espectacular… comida insípida, el establo como todos los demás… entrenamiento duro…". "Mentiroso…", me interrumpió. Y yo solo reí, me sentí muy bien de poder convivir con Luis, "En cambio yo…", suspiró. "¿Que pasó después de que nos separaron al llegar aquí?" No tenía que mirar a Luis para saber que no era tan fácil relatarlo, al igual que yo, recordar todo era volverlo a vivir.  "Me llevaron a un establo grande… como muchos que hay aquí, pero ahí solo había hombres jóvenes, como yo… nos dijeron que estábamos ahí por nuestra apariencia, que por ser bien parecidos nos habían seleccionado para ser parte del grupo de corceles del señor Pierce… nuestro entrenamiento no era fuerte, pero tampoco fácil, debíamos entrenar para estar delgados y tonificados, el capataz nos entrenaba para caminar sincronizados, marchar, incluso bailar mientras avanzábamos, nos decían corceles pero no eramos más que mero entretenimiento para el señor Pierce y sus amigos… a los invitados les gustaba vernos marchar bien arreglados, usando plumas, arneses brillantes, colas… pero lo verdaderamente horrible pasaba después de la ceremonia, tras puertas cerradas, tu lo viste… y no quiero decir que tu experiencia fue menos fuerte, estabas atado a un potro mientras te violaban, pero nosotros… debíamos fingir que nos gustaba… debíamos actuar aún sintiendo asco… querer vomitar al mamar esas vergas con olor a sudor, a orines… implorar que nos dieran su semen rancio… y… besarlos… besar a esos horribles hombres…" No me imaginaba el horror de Luis al vivir todo eso. "Nos formaban en fila para que sus amigos más cercanos escogieran entre nosotros y nos llevaran a una habitación de huéspedes a pasar la noche… los más amables te ataban a la cama mientras te cogian para después caer dormidos sobre ti completamente borrachos, sus vergas se iban saliendo lentamente al encogerse mientras iban dejando el rastro de semen en mí, otros se orinaban dormidos sobre mi empapandome." "...esos fueron los más amables…" "Si", continuó Luis, "Había quien solo quería amarrarte y golpearte… otros te querían toda la noche despierto a un lado de su cama por si les daban ganas de mear, debía meter su pene en mi boca y tomar los chorros calientes solo por que no querían levantarse para ir al baño… pobre del que no tragara lo suficientemente rápido y dejara que se mojara la cama… el peor de todos era un anciano,  un amigo del padre del señor Pierce, era un viejo demacrado, no era más que huesos con piel arrugada y holgada, dejaba ropa sobre la cama, me ordenaba ponerme uniformes escolares… me decía que era el uniforme de la escuela de su nieto, o el que usaba para jugar fútbol, era un viejo enfermo que gozaba vestirme como su nieto y cogerme… claro que al viejo ya no se le paraba… pero no le impedía usar un enorme dildo conmigo, yo debía llamarlo 'abuelo'...", oí un fuerte suspiro de Luis. "Perdon…", le dije. "No tienes porque, tu también has vivido lo tuyo". "Perdon por haber sido el primero… en someterte… en usarte de esa manera…" "No te sientas mal, hemos hecho lo que hemos hecho para sobrevivir, y el tiempo contigo me dio recuerdos a los que recurría cuando la estaba pasando mal… debo confesarte que ahora sé que eres bueno follando…", y rió, yo también lo hice y le di las gracias por el cumplido.  No fue por echar sal en la herida pero le quise comentar, "Pensé que tu padre recapacitaria". "Mi padre… ese señor… ni siquiera tuvo la desencia de venir a ver donde me tienen, lo último que supe fue que el señor Pierce mandó poner cámaras en la habitación, me dijeron que habían enviado videos a mi padre que quería saber como estaba, simplemente le enviaron una recopilación  de videos con una nota que decía 'mire lo mucho que disfruta estar aquí…', no quiso poner un pie aquí porque sabía que mi madre está siguiéndole cada paso para dar conmigo." "Pensé que la vida de un corcel no sería tan dura…", y pensé en mi etapa de mustang, que no fue tan fácil pero no sabía si compararla con la suya. "Así fue mientras duró… ¿sabes? Si tengo que verle el lado bueno, es que con el tiempo pasas de moda, los viejos se aburren de ti, de tu cara, ya no les genera morbo, se pierde la fantasía, entonces te mueven. De ser corcel me cambiaron a pony de carga, debía cargar pacas de heno en mi espalda, como si fuera mochila, pasaba de establo en establo reponiendo el heno sucio que sacaban, hasta que me asignaron permanentemente a servir en el establo de los ponys que jalan el carruaje del señor Pierce…", ahí hizo una pausa. "¿El hombre tiene un carruaje?", no se porque pregunté, a esas alturas nada debía sorprenderme. "Si", suspiró, "el carruaje del señor Pierce es jalado por 4 ponys negros, son cuatro hombres grandes y musculosos, su piel es oscura y brillante por el aceite que les untan a diario, tienen cinturas angostas y pechos amplios, sus pezones están perforados con argollas de plata, y sus miembros grandes cuelgan prominentes por los aros en su bases que hacen que tambaleen con el trote. Yo me encargaba de limpiar el establo, llevar su comida, bañarlos, aceitarlos y ehm… por las noches… servirles…" "¿Te refieres a…?" "Exacto… cuatro vergas de negro todas las noches… mi culo esta agradecido el día de hoy por el descanso…" El entrenamiento fue más ameno ya que me acompañaba Luis, no estaba tan ejercitado como yo pero lo ayudé a mejorar. Los primero días Edward nos acompañaba durante el baño, igual la primera vez que nos acicalaron juntos, mi verga estuvo dura durante todo el proceso, estaba tan habituado a follar ahí que fue inevitable reaccionar. Pero todo volvió a la normalidad, o a lo que yo llamaba normalidad cuando Edward confió en Luis, el nombre de pony de Luis era Trébol, por sus ojos verdes. Cuando por fin estuvimos solos, dimos rienda suelta a nuestros impulsos, Luis y yo ya no cogimos juntos, en cambio compartimos a los esclavos, los follabamos uno al lado del otro, o los poníamos de frente para hacerlos besarse mientras nosotros nos veíamos, ver nuestros cuerpos marcados, nuestras venas sobresaliendo mientras usábamos nuestra energía contra los delgados esclavos que gemian de placer. Durante el picnic, Luis fue asignado a otra tarea, lo vistieron igual que a mi, con crin, mordaza, visera, pero en su arnés a él le colocaron una pequeña silla de montar, Luis debía andar en cuatro atado a un pequeño molino giratorio que era accionado por él mismo al avanzar en círculo, mientras yo daba paseos a los niños y sus madres en el vehículo por el circuito, el funcionaba como carrusel. Y esa se convirtió en nuestra rutina. Nuestra vida se volvió más tranquila, pero seguía notando que algo distraía a Edward, una tarde, después de nuestro entrenamiento y la ducha, Edward llevó a Luis al establo, pero en lugar de encerrarme a mi también, ató una cuerda a mi collar, "Vamos Champ, demos un paseo…", me extrañó un poco, y no podía evitar que mi corazón se acelerará, "No te preocupes", dijo para calmarme, "Es solo un paseo". Notaba la seriedad en Edward, caminamos por los terrenos del rancho, mi cuidador a un lado mío, los dos en silencio, escuchaba cada que pasaba saliva, ese trago que hacemos cuando estamos por decir algo pero nos arrepentimos. "¿Todo bien con el proyecto?" "Si, de maravilla, el señor Pierce está muy contento, me felicitó… gracias…", me dijo, aunque le salió raro agradecerme. El cielo estaba pintado de tonos naranjas y amarillos, el atardecer estaba por tornarse noche y Edward continuaba sin decir qué lo tenía con esa actitud. "¿Ocurre algo?... ¿Hice algo?", debía preguntar. "No Champ, has sido muy buen pony… es solo que…" "¿Lu- Trébol?" "Si… ¡No!", me confundí más, tenía que ver con Luis y ahora Edward debía decirme algo, ¿lo regresarían con los ponys del carruaje?, "Tu me dijiste que lo buscara… que pidiera por él…" "Si". "Me costó encontrarlo y no fue fácil pedir lo asignarán para mi proyecto…" "Y agradezco el esfuerzo", le dije. "¿Lo consideras como un favor?", de pronto paró, volteó a verme fijamente, su mirada no era severa, no era enojo, pero tampoco miedo, no podía descifrarlo, "No se nos permite hacer nada por los ponys". "Si piensa que lo voy a delatar, no va a ser así, no diré que fui yo quien lo sugirió, ¿acaso Jorge está haciendo algo…?" "No, no, para nada… es solo que… quiero pedirte un favor ahora yo a ti…" Respiré hondo, no era algo que me esperaba, ¿Que podría necesitar Edward de mi?, sin darme cuenta, estaba en el área de cabañas de los capataces.  "Champ… llevo 8 años de casado, mi esposa y yo nos amamos, pero en todo este tiempo no hemos podido tener un hijo…", esperó a que captara el mensaje, "Hemos intentado muchas veces, hemos acudido a expertos y llevado algunos tratamientos, los que podemos pagar… nos hemos hecho estudios, mi mujer no tiene ningún problema, por eso es que no hemos recurrido a otra opción como la adopción, ella sueña con ser madre y llevar un hijo en su vientre… Champ, el problema soy yo…" hubo nuevamente silencio, "Se que algunos de los niños que van al picnic han sido engendrados por ti, la mayoría con una sola monta tuya a bastado para dejar embarazada a la mujer… Champ… me harías un gran favor si…" ¿En verdad me estaba pidiendo eso? ¿Embarazar a su mujer? Sabíamos que varios niños que acudían al rancho eran míos, y quien sabrá cuantos más que no he conocido. "¿Por qué me lo esta pidiendo?" "P-por que sé que has sido efectivo… tu tono de piel es similar al de mi esposa al igual que el color de tus ojos, eres un hombre sano, tienes buenos genes…" "No…", pude notar la decepción en sus ojos, asintió resignado, "No estoy negándome… no quiero saber las razones, quiero saber ¿Por qué no me obliga como ya lo hicieron antes?" "Por qué necesito que estés de acuerdo… nadie debe saberlo… no puedo obligarte Champ… esto tiene que ser en secreto… confío en ti… si aceptas…", hizo una pausa aclaratoria, "-no puedo liberarte, no me lo pidas- pero estaré en deuda contigo por toda mi vida y haré lo posible porque no te pase nada malo". No se porque acepté. Quizás por la sinceridad en su petición. Sabía que ese hijo que engendrara crecería en un hogar con amor, y que más daba un hijo más a la lista… Edward me llevó a su cabaña, dentro estaba su mujer, se notaba nerviosa, "¿Es el?" "Si… ¿sigues queriendo hacer esto?", ella asintió, "Champ, no tengo el equipo necesario", me susurró, se refería al equipo para amarrarme, "Te voy a pedir que seas amable…", o sea que no fuera rudo. La mujer llevaba puesto un vestido sencillo, tímidamente llevó sus manos debajo y bajó su ropa interior, "¿Dónde?", preguntó.  "Sobre la mesa", le dije, quise que la experiencia fuera como las anteriores, lejos de ser una relación sexual tradicional, seria más como un procedimiento de inseminación. La mujer se sentó sobre la mesa y se recargó. Me paré enfrente, sus piernas estaban flexionadas y por el vestido no lograba ver sus partes íntimas, toqué sus piernas y deslicé el vestido, la mujer estaba nerviosa, agarré mi verga que ya estaba en semi erección y me masturbé hasta ponerme duro. Entonces agarré a la mujer de los muslos y la jalé hacia el borde, dio un pequeño grito por la sorpresa, pero para nada fui brusco. Edward estaba en un rincón, nervioso, notaba ya un poco el celo de lo que iba a ocurrir, entonces le pedí se acercara y se parara detrás de mí, entonces agarré su mano y lo hice agarrar mi pene, entendió que quería que fuera él quien guiará mi trozo hacia la vagina de su mujer, Edward agarraba mi pene con una mano y con la otra agarró mi cintura, me fue empujando lentamente, sentí la humedad de su mujer, ella gimió al sentir como me deslicé dentro de ella. El esposo me indicó como debía moverme, lentamente primero, y al sentir que su esposa estaba cómoda aumentar el ritmo. Asumí era extraño que el viera como su mujer estaba gozando conmigo y no pude evitar pensar si con él también gemia así.  Recordé aquellas sesiones con otras mujeres y como después en la fiesta privada del señor Pierce, los esposos me usaban para descargar esa furia o enojo por no ser lo suficientemente hombres para satisfacer a sus mujeres. Moví una mano detrás de mí, Edward estaba pegado a mi espalda, toqué su bulto, estaba duro, sobé sobre el pantalón, lo escuché gemir en mi oído, busqué la cremallera y la bajé. Si había accedido a ayudarlo, la mejor manera de hacerlo era hacerlo sentir el verdadero padre, no dejarle un resentimiento para que amara a a ese bebé por sobre todo, llevé mis dedos a mi boca y los lami, para después lubricar mi culo. Me recline sobre la mujer, apoyándome con mis codos dejando mi culo expuesto para Edward. El hombre colocó su verga en mi entrada, escuché como escupió y sentí su saliva restregarse con la punta de su verga, luego ejerciendo presión se adentró, aguanté el dolor, llevaba tiempo sin recibir un trozo, que para hacerle justicia a mi cuidador no era nada pequeño. El capataz bombeó mi culo mientras yo lo hacía con su esposa, los tres gemiamos, me sentía cerca de terminar, entonces giré mi rostro y le avisé diciéndole "Preñala…", en cuanto lo dije, Edward aceleró sus embestidas, su esposa gritó con su fuerte y espasmodico orgasmo que apretó mi pene haciendo que nos viniéramos  al mismo tiempo, él inundando mi culo y yo lanzandole la semilla que le daría a su primogénito. Me quedé apoyado sobre la mesa. Edward se colapsó en mi espalda, jadeando mientras me abrazaba por la cintura, seguía moviendo sus caderas dejándome todas las secuelas de su venida adentro. "Gracias… muchas gracias…", jadeó.