Date: Wed, 20 Oct 2021 19:39:33 -0500 From: Hugo Dan Subject: Mi vida ecuestre - Authoritarian non english - chapter 5 Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión. Es bueno apoyar a todos los creadores y los espacios creados para que compartan su trabajo, considera donar a nifty si has disfrutado de incontables horas de entretenimiento morboso. http://donate.nifty.org/ _____________________________ Mi vida ecuestre Capítulo 5 Tal vez para mí fue repentino lo de aquella visita, pero para el señor Benjamín era algo más que anticipado, había sido planeado y programado bajo cierto criterio. Me levanté e hice mis necesidades, ya había hecho de un rincón en el pequeño establo mi baño privado, afortunadamente con la dieta en la que estaba, mis desechos no generaban un olor fuerte y eran firmes, aunque justo después debía limpiar el heno. Antes de ir a desayunar tomaba una pala y llevaba el heno sucio al depósito de composta, un contenedor grande a unos metros de la casa, y rellenaba el espacio con heno limpio.  Después del desayuno junto a Cerbero, el señor Benjamín se encargó de acicalarme, recortó todos mis vellos, que no demoraba ya que no me crecen muchos y estilizo mi corte, volviendo a rebajar los lados dejando la franja que recorría desde mi frente a mi nuca. Estuvimos de pie frente a la casa un buen rato, debió haber sido un tiempo considerable porque por estar de pie en un solo lugar comenzaron a dolerme los pies. El señor Benjamín de vez en vez entraba a su casa, para después salir y ver su reloj. Cerbero de igual manera caminaba de un lado al otro, pero yo debía permanecer de pie en el mismo sitio. De pronto vislumbré algo a lo lejos, del camino que llega de entre lo árboles una camioneta avanzaba levantando polvo a su paso, jalando detrás traía un remolque. La camioneta era una Ford de doble cabina, con la caja cubierta, los vidrios estaban entintados así que no vi cómo era la persona que llegaba. Mi primer instinto al saber que vendría alguien fue de emoción y ansia por ver a alguien de fuera y poder pedir ayuda, pero después caí en la cuenta que seguramente esta persona también estaba de acuerdo con esto. El vehículo se detuvo justo enfrente de nosotros, el señor Benjamín sonrió aunque se notaba su disgusto por la impuntualidad. Lo primero que pude ver, antes de que el conductor se bajara, fue lo que traía cargando detrás en el remolque, era un vagón de madera de cuatro ruedas, fue de pronto que sentí el vuelco en el estómago, "¡es para mi!", no pude evitar externar en un suspiro, esa cosa se veía enorme y pesada, iba a ser imposible que yo la jalara solo. Entonces la puerta del copiloto se abrió, del vehículo descendió un joven, se veía de mi edad pero sus facciones eran más finas, su cuerpo era delgado con una piel blanca y un cabello ondulado castaño claro. Me pareció curioso que llevara puesta una túnica, la tela holgada no definía su silueta, del cuello solamente una pequeña abertura en V dejaba ver un poco la palidez y suavidad de su pecho. Enseguida el conductor se bajó, era un hombre joven pero mayor que su acompañante y que yo. De estatura media y cuerpo promedio con un ligero abultamiento en su estómago vestía pantalón de mezclilla y una camisa a cuadros, en sus pies calzaba botas vaqueras. "¡Señor Champ! Buenos días", dijo enérgicamente el joven refiriéndose al señor Benjamín, acercándose para estrechar su mano. "Buenos días… Jorge… ¿cierto?", dudó al referirse a él y entendí que era la primera vez que se veían. "Si, llámeme así, Jorge, no es necesaria la formalidad", contestó, fui tratando de captar que ocurría, el joven si se refería al señor Benjamín con respeto pero él preferia ser tratado de forma casual, entonces se dirigió a su acompañante, "Anda ya quitate eso", dijo al muchacho dando una palmada con el dorso de la mano en el pecho. El chico inmediatamente asintió y quitó su túnica ante la presencia de todos, después la dobló perfectamente y la sostuvo en sus manos, me sorprendió que el traía cubierta su entrepierna, o si traer una tela colgada de un hilo que recorre tu cintura se le puede llamar 'cubrir'. Efectivamente el chico era delgado, a comparación mía que también soy delgado, el joven no estaba tan tonificado como yo, y menos en la forma que me encontraba en ese momento, "Anda, lleva mis cosas adentro", le ordenó, "¡Uuff!", bufó el joven que obviamente estaba a cargo, "Tuve que transportarlo vestido, para evitar problemas en la aduana… ya entiende…" "Claro", contestó el señor Benjamín como si fuera algo común, "¿Por eso lo llevabas adelante y no con la carga?" "¡Oh no! Fue solo por si se me antojaba una mamada en el camino", y el cínico sonrió. No cabía por el asombro, creí que esto era algo nuevo y que me estaba pasando a mi solamente, pero al parecer no, había más gente sometiendo jóvenes como yo a estas atrocidades, esperaba que el chico tuviera mejor suerte, por lo visto no era tratado como un animal, "el esclavo da unas excelentes mamadas, cuando guste lo puede usar", y le dio una nalgada al trasero descubierto del chico mientras avanzaba cargando una maleta hacia la casa, entonces entendí que quizás su suerte no era mejor que la mía. "Muchas gracias, que amable", y por primera vez, noté esa mirada de lujuria en la cara cara señor Benjamín que volteó a ver al chico mientras caminaba. ¿Acaso yo no era su tipo y por eso me eligió para convertirme en esto? Por eso nunca ha intentado nada conmigo, de repente me encontré sintiendo un poco de celo, agité mi cabeza ¿Que me estaba pasando? Había escuchado hablar del síndrome de Estocolmo, donde una persona se enamora de su captor, pero no me pasaría a mí. No a mi. "No me agradezca a mi, es parte de la generosidad del señor Pierce hacia usted, sé que son grandes amigos", dijo el joven y aunque escuché ese nombre por primera vez y de inmediato lo olvidé, sería un nombre que se quedaría grabado en mi mente en un futuro no muy lejano, "¿Le parece si descargamos?", le dijo, en su cara se dibujó una sonrisa y estaría descubriendo porque de inmediato. El joven primero fue a la cabina de enfrente a coger algo y caminó a la parte de atrás de la camioneta para abrir la puerta que da a la caja de carga. El joven asintió alzando una especie de macana pero más delgada, dando la indicación para que alguien bajara. No pude evitar asomar mi cabeza tratando de divisar, pero no fue necesario ya que en seguida una figura imponente descendió. Era un hombre joven, su piel blanca estaba totalmente bronceada, en su pecho vestía un grueso arnes, similar al que yo ya había usado, y era lo único que vestía, su cuerpo era impresionante, no solo por ser alto, rondaría el metro con 85, pero también su cuerpo era musculoso,  dió unos pasos hacia un lado para ser admirado por el señor Benjamín quien tuvo que inclinar un poco su cabeza para verle la cara. Tenía un semblante serio y más con ese corte al raz lo hablaba ver intimidante, se notaba un hombre atractivo, entonces el señor Benjamín comenzó a tocarlo, revisaba sus músculos y hacía notar lo perfectamente en forma que estaba. Hubo un momento que el señor se enfocó en la entrepierna del hombre joven, que no protestaba ante nada, sin inmutarse agarró el prominente paquete y lo tentó en su mano, "Impresionante", dijo. "Si, al señor Pierce le gusta tener a sus Percherones con anillos en la base de sus miembros sosteniendo bolas y tronco para evitar se interpongan al jalar los vagones", al decir eso noté el aro plateado en la base, efectivamente el miembro del hombre sobresalía, colgando de una manera imponente, y por estar sujeto pareciera que estaba en semi erección pero era por la presión que hacia el anillo. El vagón fue descargado con habilidad por el hombre desnudo, sentí un poco de ansiedad al verlo esforzarse sobremanera, su cuerpo enrojecido, sus venas que se marcaron más bombearon más sangre a sus músculos que se hincharon en un instante, era una visión impresionante. De pronto ya estaba el vagón de cuatro ruedas de madera sobre el suelo, "¿Quiere que empiecen a trabajar de inmediato?", preguntó Jorge. El señor Benjamín solo asintió, el hombre desnudo fue asegurado al frente del con su arnes, enfrente de él una viga de madera estaba unida a dos brazos que sobresalían al frente, supuse y comprobé después era para que pudiera empujar. "¡eh! ¡Tu!", gritó Jorge en mi dirección, "Ven", no supe qué hacer, me quedé callado, entonces Jorge se acercó a mi rápidamente y alzando el palo que tenía en la mano lo apuntó hacia mi, "¿Que no oyes? ¿Por qué no obedeces?", el señor Benjamín se acercó también calmadamente y con su mano bajó la vara de metal. "Es nuevo, apenas está en entrenamiento, no sabe que tiene que obedecer a cualquier hombre libre que le ordene algo", ¿hombre libre?, pensé, ¿cómo se atrevía?, tenía unas enormes ganas de protestar pero quise ser inteligente y no hacer nada frente a este desconocido.  "Entiendo…", dijo enfundando su herramienta, "Podría indicarle se acomode al frente del vagón, por favor Señor Champ", dijo cambiando su tono, para después volver a dirigirse hacia mi, "Estabas a punto de conocer la picana eléctrica muchacho…" Me coloqué al frente del vagón, justo a un lado del otro hombre, Jorge hábilmente me colocó un arnes, aunque parecido al que ya me había puesto, este era de un material aparentemente más resistente. "Ya solo basta con dar la indicación para que comiencen a moverse", mis manos estaban sobre la viga de madera al frente, sentía mi pecho apretado por las correas de cuero del arnes fijamente unido al vagón, "¡Arre!", se escuchó el grito de Jorge, inmediatamente el otro hombre empezó a empujar, supe que yo también debía de hacerlo, era un trabajo de dos pero seguía sin saber cómo lo lograría, y entonces fue que sentí 'la motivación', sentí un punzante golpe en mi espalda y grité,  era la primera vez que sentía el azote de un látigo, ardía como el golpe de la vara, pero más fino. Entonces empujé fuerte haciendo que empezarán a moverse las ruedas en la tierra, mi compañero de vagón lo hacía también incluso con mayor fuerza que yo. Estuvimos dando vueltas ahí al frente de la casa, estábamos simplemente haciendo una exhibición de cómo debía hacerse. El señor Benjamín ya sabía perfectamente cómo debía manejarnos pero dejó al joven capataz enseñarle, solo para su entretenimiento. Cuando por fin logramos hacer mover el vagón con un poco de más velocidad, cambiamos de circuito, ahora debíamos dirigirnos al nuevo sendero hacia el río, para eso, los dos hombres, el joven capataz y el señor Benjamín decidieron su subirse a la rústica carreta para evitar caminar todo el tramo.  Por fortuna el sendero hacia el arroyo es en pendiente, así que no fue tan pesado, nos detuvimos un momento a la orilla del río donde nos liberaron un momento de los arneses, sobé mi torso y espalda, tenía marcado en rojo las tiras de cuero, en mi espalda además de las marcas del arnés debía tener las del látigo. Entonces el señor Benjamin recogió una piedra, no era pequeña, la tuvo que levantar con las dos manos y se notaba requería esfuerzo,  "Lo que planeo hacer, es dividir y a la vez decorar algunos senderos en mi propiedad, para eso necesito transportar piedras de aquí del río, fíjense bien, que sean de este tamaño todas, subanlas al vagón" dijo el hombre. Me pude haber mirado incrédulo con mi compañero, pero este enseguida acató la orden poniéndose a levantar piedras y colocándolas sobre el vehículo, hice lo mismo, con una creciente preocupación que no saber cómo es que volveríamos si el camino de regreso tiene inclinación. Afortunadamente nos ordenaron parar a los pocos minutos, "Recuerda que el muchacho es nuevo, no quisiera tener un accidente por cargar mucho la carreta". Efectivamente la subida fue pesada, los latigazos a mi espalda no paraban y yo gruñía y gritaba por la impotencia, eso era brutalidad, "Aguanta… ya vamos a llegar… aguanta…" se escuchó un susurro, era el hombre a mi lado que igualmente estaba cansado pero se estaba esforzando. Cuando llegamos a la casa nos hicieron descargar las piedras y acomodarlas en donde pedía el señor  Benjamín. Cuando creí que me había recuperado, nos ataron de nuevo al vagón, ese día hicimos tres viajes en total, regresando con una carga de piedras. Cuando por fin me liberaron del arnés y nos permitieron beber agua, me tiré de rodillas frente al bebedero y casi sumerjo mi cara.  Llegó la hora de comer, estaba hambriento y exhausto, me senté a la habitual mesa y el otro hombre me acompañó, yo no tenía fuerza para hacer platica, y al parecer él no tenía intención de entablar una conversación conmigo. En esa ocasión el señor Benjamín no me sirvió mi comida, fue el otro chico delgado que había llegado con el visitante, salió de la casa con cuatro tazones en una bandeja, me dio una a mi, otro a Cerbero el cual lo puso sobre el suelo, el de mi compañero y el de él. Metí los dedos como acostumbraba hacer para comer el engrudo y lleve un poco a mi boca, de pronto sentí un ligero sabor, cerré los ojos y saboree, mordí algo pequeño y crocante y simplemente disfrute. "¿Te gustó?", preguntó sonriente el chico, yo asentí y suspiré metiendo nuevamente mis dedos y comiendo más, "Tiene nueces y moras… una ventaja de trabajar en la cocina", el chico comenzó a comer de una manera más correcta que yo, "Me llamo Rodri", dijo en un susurro, ya que el señor Benjamin y Jorge estaban a tan solo unos metros hablando, "¿Tu como te llamas?" "Raul", dije todavía masticando. "No… pero, tu nombre de pony". "Es nuevo", interrumpió el hombre más fornido, "No lo han nombrado… y mejor callen", nos dijo con seriedad, "No es bueno estar platicando con un capataz cerca, aman castigarnos por cualquier cosa", entendí la sensatez en sus palabras, y pensé que ya llevaría más tiempo en esto que yo. Cerbero acabó con su plato y agradeció al chico restregando su cara en su pierna. En lugar de sentirse incómodo, el joven sonrió acariciando la cara del hombre salvaje, "¡Que buen chico!¡Que bueno chico!", decía el muchacho acariciando el cabello y cara del hombre, "Me gustan los perros", no supe qué decir, decidí mejor permanecer callado, ¿Que le gustan los perros?, ¡pero si ese es un hombre! Uno muy dañado. Sentí que apenas estaba asomándome a una madriguera por la cual caería y no había fondo. El joven bajó su plato al piso con lo poco que quedaba de su porción para que la terminara Cerbero. Más tarde no tuve que entrenar, y por un momento sentí alivio, pero en lugar de eso, el capataz Jorge, que supe era su puesto, ofreció hacerme un chequeo. Me llamaron a un lado del establo, me paré frente a ellos y Jorge ató mis muñecas, "Se que puede verse excesivo, pero nunca esta de más la seguridad, he tratado con muchos 'mustangs', y esos si son de cuidado, salvajes, tiran patadas y hasta mordidas, por eso es mejor estar seguro", seguido de eso lanzó la correa con la que ató mis extremidades sobre la rama de un árbol y jaló. Hizo que levantara mis brazos extendiéndolos hacia arriba, jaló lo suficiente para quedar casi colgado parado de puntas, entonces aseguró la soga. El joven empezó a revisarme, sentí sus dedos toscos pinchar mi cuerpo, cada músculo como si de carne para el matadero se tratara, "¡Déjame!", le grité, "¡No puede estar haciendo eso! ¡Aaaah! ¡Maldito!", y entonces di un fuerte grito de dolor, me retorcí colgado sintiendo como algo quemaba mi piel, un choque eléctrico entrando por ahí y recorriendo mi cuerpo. "¡Cállate!", gritó el capataz, levantando la picana eléctrica frente a mi rostro, "Si dices algo más, la vas a volver a sentir hasta desmayarte y así me dejes revisarte bien…". Comencé a llorar, de dolor e impotencia, Jorge alababa al señor Benjamín por tenerme bien acicalado, y por el buen cuerpo que tenía, aunque le daba recomendaciónes de como hacer para ganar más músculo y estar como el 'percheron' que el traía, refiriéndose al otro hombre. "Está bien que lo quiera tener para las labores aquí en su casa, la vida fuera de la red es cada vez más común entre personas retiradas, irse al campo a hacer vida lejos de la bulliciosa ciudad, con menos tecnología y pocos servicios más que los de su ganado, es de admirar, en verdad. Pero si quiere explotar el potencial de su 'potrito', le recomiendo enviarlo al rancho del señor Pierce… estoy seguro que se lo entrenara sin costo, ustedes son grandes amigos…" Siguió el chequeo y crítica de mi cuerpo, entonces Jorge caminó detrás de mí, agarro cada nalga y comentó lo firme que estaban, "¿es virgen?", me quejé del dolor por querer invadir mi ano con su dedo, el cual sin ningún cuidado movía entre mis nalgas.  "Si, lo es", comentó el señor Benjamín con seguridad, estaba de más protestar, yo ya había tenido relaciones con una novia, pero también, no hablábamos del mismo tipo de virginidad. "¿Y no lo piensa estrenar usted Señor Champ? Hoy dormirá con el percheron… y le digo, es todo un espectáculo pasar por los establos del señor Pierce por las noches, tan solo los encierran y ya están uno sobre otro dándose por el culo… seguro hoy le desvirgan al potrito… que si prefiere, los podemos separar…" "No… no es necesario… no lo hago con las bestias… y separarlos no es necesario, que pasé lo que tenga que pasar. Ya en una ocasión lo encontré queriendole dar el culo a mi perro,  ya sabe que a ellos es mejor tenerlos ansiosos y en castidad para que estén más alerta, que mejor que ahora que tiene compañía se le quiten las ganas…", las lágrimas seguían corriendo por mi cara, mi estómago estaba hecho un nudo por todo el coraje que estaba aguantando. Por fin me soltaron y caí al suelo. Momentos más tarde nos enviaron a tomar un baño, pero le encomendaron al chico, que ya sabía se llamaba Rodri a hacer la labor, supuse él se encargaría de vigilarnos.  Caminamos la ruta corta al arroyo, yo abrazaba mi torso con desolación, limpié un poco mi cara de las lágrimas. "Es difícil acostumbrarse", dijo Rodri al notar mi estado de ánimo "Pero ya te acostumbraras". "No entiendo…" Dije, "Cómo pueden aceptar este estilo de vida… esos tratos… ¡es inhumano!".  "Yo escapé de casa muy chico, viví un tiempo en las calles, viví en hogares de acogida, pero uno era más abusivo que el otro, hasta que una noche que dormía debajo de un puente me subieron a una camioneta y me llevaron al rancho del señor Pierce, ahí me convirtieron en esclavo y me entrenaron para servir, yo de todos modos recibía maltratos, pero ahora trabajo, tengo buena comida en la mesa y un techo en las noches, y ¡Vaya techo! Si conocieras el rancho del señor Pierce". Entonces volteamos a ver al hombre, al que tan solo había escuchado en susurros. "¿Qué? ¿Quieren una presentación como alcohólicos anónimos?...", su respuesta fue tajante, su semblante serio, hasta que de pronto soltó una carcajada, "Está bien, ¡está bien!", con más alegría se notaba un acento extranjero. "¡Vaya Tango!¡Casi me la creo!", dijo el chico. "¿Te llamas Tango?", pregunté extrañado. "Eeh… Es mi nombre de pony…", dijo. "¿Y lo prefieres?", pensé que debían haber jugado tanto con tu cabeza como para preferir una identidad impuesta diferente a la tuya. "De un modo sí… hizo que no fuera tan difícil dejar mi pasado… yo vine al país como ilegal, intentaba cruzar la frontera hacia el norte, pero no contaba con la nueva política entre los dos países, y como los estados del norte se fusionaron con los estados sureños del vecino para intentar crear una nueva nación, crearon un tratado no solo de comercio sino también leyes. Estaba destinado a una vida en la cárcel simplemente por cruzar sin documentos, fue que me ofrecieron una alternativa, aceptar mi sentencia bajo un régimen esclavista que pondrían a prueba para criminales, y darían una indemnización a mi familia en mi país, si de todos modos estaría encerrado, que mejor que dejar algo para ayudarlos…" De pronto sus historias me conmovieron y quería entender un poco el porqué se notaban tan resignados, pero es que mi historia era distinta, yo fui raptado con engaños. Conté brevemente lo que me ocurrió y entonces les sugerí podíamos hacer algo para escapar, correr juntos, imponernos ante los dos hombres que nos sometían en ese momento, podríamos contra ellos, somos más, pero Rodri entonces detuvo mi palabreria, y apuntando a su cuello, me hizo notar que él también llevaba un collar como el mío, solo que más delgado y moderno, con un chip para localización imposible de quitar. No me quedó opción más que disfrutar de la compañía y la charla que no había tenido en un buen tiempo. Ya en el arroyo me dispuse a lavar mi cuerpo y fue entonces que noté que Tango se paró en medio y Rodri caminó hacia él, y entonces el chico comenzó a lavar el cuerpo musculoso del hombre, pasaba sus manos por todo el cuerpo, llevando agua a cada rincón, aseando su imponente figura, "En un momento te baño Raul", dijo el chico. "No es necesario ", dije. "Para eso es que vengo yo… soy un esclavo que cuida de los ponys", Rodri ponía empeño en lavar todos los recovecos, limpió el pecho amplio del hombre, los brazos, las axilas, la espalda, las piernas y obviamente las nalgas. "Porque se refieren a ti como percheron?" "Por qué eso soy. Un percheron es grande, grueso, fuerte, resistente…", dijo refiriéndose a él mismo. "Dócil y tonto también,", añadió Rodri riendo, "¿Que? Es verdad, por eso los utilizan como bestias de carga…" "Hace un momento, el capataz habló de 'mustangs'...". "Oh si, los llaman así por temperamentales, difíciles de domar, ellos por lo general son convictos que reclutan para hacer pruebas, con nuevas técnicas para quebrar su espíritu…" "A mi me ha dicho potro…", los dos sonrieron, y dijeron al unísono que porque soy nuevo, todavía sin categoría. "¿Y qué es lo que puedo llegar a ser? "Uhm… eso depende de tus capacidades y habilidades pero principalmente de lo que tu dueño decida… ¿Tenías algún pasatiempo? ¿Practicabas algún deporte?", no me agradó se refiriera a eso en pasado, como si nunca lo fuera a volver a hacer. "Ehm… atletismo" "¿Corredor?", preguntó de inmediato y yo asentí, "¡Oh! ¡Un cuarto de milla! Perfecto para el hipódromo" "¿Hipódromo?", pregunté confundido, pero enseguida nos interrumpió el gemido grave de Tango, entonces fue que noté la dura erección que tenía con la mano de Rodri en su miembro. "¿Necesitas ayuda?", preguntó el chico que sin dudarlo comenzó a sobar la verga de Tango, la cual era grande y gruesa, me quedé callado, simplemente me sumergí hasta el cuello en el agua sentándome en el fondo. "Mmmh… si…", dijo el hombre entre gemidos, "No sabía cómo pasaría estos días aquí sin ninguno de mis compañeros para descargarme…", había escuchado el comentario de Jorge sobre las prácticas nocturnas de los percherones, y Tango me lo confirmó ahí mismo, sentí un poco de nervios pero a la vez no lo notaba como alguien que fuera a intentar algo sin mi consentimiento. El chico se pegó al hombre y se notó su diferencia en estatura, además de la complexión, siendo delgado y Tango ancho y musculoso. Rodri rodeó la cintura del hombre con su brazo mientras con ritmo lo masturbaba ante mis asombrados ojos por la cotidianidad con que veían el acto y la lasciva mirada de Cerbero que a la distancia veía el espectáculo. Tango comenzó a acariciar la espalda del chico, recorriendo desde la base de su cuello bajando hasta la espalda baja sin importarle cruzar la línea y explorar sus pequeñas pero redondas nalgas. "¿Me dejas darte por el culo?", preguntó el hombre amablemente como quien pregunta por la hora. El chico emitió un agudo gemido y dijo "No creo sea conveniente… el señor Jorge va a querer que le 'sirva' hoy, el fideo entre sus piernas va a nadar dentro de mí si me dejas muy abierto…". "Lastima…" "Lo sé… no tienes idea lo que me gusta montar un percheron… pero… puedo hacer algo más…", entonces el chico fue descendiendo, y poniéndose de rodillas en medio del arroyo engulló la verga de Tango, fue impresionante como hizo desaparecer casi todo aquel trozo, Rodri agarró los huevos del hombre y los acariciaba mientras hacía hacía tremendo trabajo oral, su otra mano recorría el muslo y abdomen del hombre, subiendo hasta alcanzar su pecho, me da vergüenza admitir que los gemidos graves de Tango generaban excitacion en mi, no aleje mis ojos de los dos mientras ocultaba mi ereccion debajo de la corriente. Entonces el hombre empezó a mover su cadera, colocó sus manos detrás de su espalda baja y dejó al chico hacer lo suyo, de pronto y sin despegarse del tremendo tronco de carne, Tango lanzó un gemido más fuerte, en su cara se dibujó un semblante de placer y Rodri aferrándose a la cadera del hombre con sus delgados dedos tragaba todo aquello que salía de ahí. Rodri ofreció su ayuda conmigo, me negué con la cabeza, pensaba que estaba bien que ellos hicieran eso si les gustaba pero yo hasta ese entonces era 100 por ciento heterosexual, a mi me gustan las chicas, eso sí lo tenía seguro. El chico se acercó a Cerbero para bañarlo, el hombre salvaje se movía con alegría mientras Rodri sobaba todo su cuerpo como si de una mascota se tratara, entonces Cervero se tiro en el la orilla viendo al cielo y descansar, Rodri acariciaba el estómago del musculoso hombre, jugueteando con sus dedos entre los abundantes vellos, el chico notó la palpitante ereccion de Cerbero que no bajaba, entonces decidió ayudarlo también. Tuve la intención de acercarme y hablarle acerca de la situación del hombre, pero un esclavo doméstico es entrenado para cualquier situación, sin siquiera un quejido de Cerbero, el hombre fue masturbado delicadamente por el chico, con él no se atrevio a usar su boca y lo hizo despacio hasta que el hombre expulsó su abundante leche. Mientras ocurría eso, yo permanecí en el agua, acariciaba tímidamente mi pene que estaba duro como las piedras del arroyo, tratando de no evidenciarme sobé mi verga también, llegando en silencio al clímax, dejando a la corriente llevarse mi semen. Cuando nos disponíamos a regresar, me dirigí a Rodri y tímidamente le pregunté, "¿...Tu… no…?", no sabia como preguntarle porque se había encargado de los otros dos sin siquiera preocuparse por el mismo, si acaso eso era lo que le gustaba pensé que también el se masturbaria. Entonces simplemente hizo a un lado la tela que colgaba al frente en su entrepierna, adentro vi el pequeño saco, vi como su pene estaba atrapado en una pequeña jaula con un candado diminuto, "Oh!", exclamé con sorpresa. "A los esclavos domésticos nos tienen en castidad para evitar ocurra algo indebido entre un esclavo y alguna mujer de la familia, también es incómodo para ellos estar siendo servidos en la cena por un esclavo con el mástil a tope entre otras cosas", dijo con naturalidad. No quise preguntar más en ese momento por la incomodidad, ¿Que es esa fijación de estos sádicos hombres con los penes? Si algo bueno he de sacar de esa horrible situación, fue esas personas que conocí, creamos un vínculo estrechó que nos ayudaría a sobrellevar las cosas, aunque no duró mucho.