Date: Mon, 25 Oct 2021 10:45:07 -0500 From: Hugo Dan Subject: Mi vida ecuestre - Authoritarian non english - chapter 7 Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión. Es bueno apoyar a todos los creadores y los espacios creados para que compartan su trabajo, considera donar a nifty si has disfrutado de incontables horas de entretenimiento morboso. http://donate.nifty.org/ _____________________________ Mi vida ecuestre Capítulo 7 No hay nada más desmoralizador que estar apartado de cualquier interacción social, por más ermitaño que creas ser, siempre es necesaria una buena charla. Además, la mente necesita ejercitarse, el trabajo forzado y repetitivo no te permite pensar ni proponer nuevas formas de realizarlo. Los días después de la partida de Tango y Rodri mi carácter cambió, estaba enojado, enojado con el señor Benjamín, enojado con Jorge, enojado conmigo, ¡enojado con la vida! Se lo hice saber a mi captor, me quise imponer ante él pero no recibí más que golpes, utilizó la vara de madera y el fuete, pero no fue hasta que un día quise abalanzarme sobre él que sacó la picana eléctrica. De un solo toque en mi piel la descarga me dejó en el suelo, con espasmos en un charco de mi propia orina. "Eso es para que aprendas a no reprochar nada", dijo el hombre, "¡Después de todo lo que he hecho por ti...! Te doy un techo, te alimento, te entreno ¡elevando tu potencial!". ¿Cómo podía pensar que me estaba haciendo un favor? ¡Estaba loco! Los golpes sanan, pero las heridas interiores no, esas se iban acumulando. Ya había pasado un mes que Jorge el capataz me había violado y yo seguía despertando en la madrugada sintiendo que lo tenía dentro de mí. En la oscuridad tocaba mi culo, cerciorándome de no tener nada, tenía tan grabado en mi mente el sentimiento que por varias noches intenté hasta lograrlo meter un dedo en mi culo. Utilizaba mi propia saliva como lubricante y me calmaba al sentirlo estrecho, sin rastros del espeso semen que un día se alojó en mi. Lamentablemente mi trato hacia Cerbero cambió también, ya no lo veía como un compañero, él también había querido imponerse sobre mí, de poder hacerlo él habría sido el primero en meterme su verga. Y así pasaron los días, las semanas, los meses, o eso pensaba ya que no tenía manera de contarlos, alguna vez quise hacerlo, dejando alguna marca en una piedra o sobre la pared del establo pero eventualmente lo dejaba de hacer. Por las mañanas me despertaba estirando mis brazos sobre la cama de heno, para después ir a un rincón y de cuclillas hacer mis necesidades, ya que el señor Benjamín desencadenaba mi collar limpiaba el establo, y enseguida ir a desayunar la misma masa insípida, que si bien no tenía sabor estaba ayudándome a tener energía y desarrollar mi cuerpo como nunca. Para ese entonces mi cuerpo estaba marcado, mi pecho sobresalía, mi espalda era ancha, mi cintura era angosta con mis abdominales cincelados. Mis piernas seguían siendo las de un corredor, muslos anchos y pantorrillas duras, mis pies ya se habían adaptado a la tierra y mis manos se sentían ásperas por el trabajo duro. Mi piel que antes era morena clara ya tenía un tono bronceado uniforme. El señor Benjamín continuaba con su ritual de acicalamiento cada ciertos días, cortaba todo el vello de mi cuerpo y delineaba mi cabello en un mohicano pronunciado. Ya estaba perdiendo la esperanza, unas ocasiones supe recibiriamos visita, y secretamente anhelaba fuera de nuevo Tango, pero no fue así, el señor Benjamín me dejó encadenado en el establo cerrando completamente el diminuto espacio. En mi boca colocó una mordaza que no me permitía articular palabra alguna, si había gente rondando el lugar el señor Benjamín quería evitar pidiera ayuda. Eso duraba un día o dos, salvo la última vez que estuve encerrado por varios días, quisiera asegurar fue una semana completa pero no tengo manera de saberlo. Al salir por fin del establo, la casa del señor Benjamín estaba equipada con paneles solares, que era lo último que faltaba para ser autosuficiente, ya tenía cisterna para recolectar agua de lluvia, el sendero al arroyo estaba hecho, un cobertizo para la madera y a lo largo de mi tiempo ahí había labrado la tierra y ayudado a hacer huertos de hortalizas y hierbas de olor. Si el hombre quería, no era necesario salir de ahí, y así fue muriendo mi esperanza por escapar algún día. Una tarde, después de mis labores diarias, esperaba mi comida sentado a la mesa debajo de aquel árbol, el señor Benjamín llegó con un tazón del habitual engrudo, pero después de eso colocó sobre la superficie un cupcake, perfectamente horneado, con su papel festivo, un betún en espiral y una vela en forma del número "1" encendida. "Feliz aniversario, estas cumpliendo un año aquí", me quedé sin palabras, ¿Había pasado ya un año?, "Y estoy muy feliz con tu progreso, estas trabajando duro... aunque podrías mejorar, esta bien, mi estilo de vida es más 'relajado', no necesito forzarte más", quedé atónito, ese enojo que llevaba acumulando todo ese tiempo estaba apunto de erupcionar, pero yo sabía que no lograría nada, así que opté por mi otra opción, suplicar. "Por favor Señor... déjeme ir... ya obtuvo lo que quería, su casa por fin está terminada, ya no necesita que haga yo más... no diré nada... no levantaré ninguna denuncia... pero por favor, libéreme..." "¿Qué? ¡¿De que hablas?! ¿dejarte ir?", entonces rió, "Y ¿A dónde irías?... tú eres un pony, tu lugar está aquí en mi casa, el trabajo en el campo nunca acaba, ¿Que tonterías dices?". Entonces bufé con enojo, y dando un manotazo tiré el cupcake al suelo de tierra. Cerbero se acercó apresuradamente a olisquear, pero el señor Benjamín lo detuvo alzando la mano. "Te lo vas a comer...", me dijo con voz severa, yo no hablé, me mantuve con la cabeza en alto. Entonces el hombre sacó la picana y la accionó en el aire, me estremecí con el sonido de la electricidad. Mis ojos se enrojecieron, por más que me mantuviera firme terminaría por obedecer, ya fuera por voluntad propia o tirado retorciéndome. Entonces me agaché y lo agarré, lo mordí y lo saboreé, tenía buen sabor, y hacía ya un año que no probaba un pastel. "Te lo vas a comer todo", ordenó, cuando estaba por terminarlo dijo, "¡Ah-ah! Te falta", dijo después, entonces entendí, con mis ojos llenándose de lágrimas empecé a morder lo poco que quedaba del cupcake y su envoltura, mastique el papel hasta poder tragarlo, después mordí la vela tratando de despegarla de entre mis dientes hasta ya no tener nada, abrí la boca para mostrarle. El hombre solo sonrió. Pasarían dos semanas de ese evento cuando me encontraba de rodillas en la tierra quitando hierbas de entre las hortalizas, de pronto escuché el distintivo sonido de neumáticos sobre la tierra, me asomé con sorpresa y una camioneta negra se acercó a la casa, los vidrios eran oscuros y el vehículo era cerrado y se notaba lujoso. De la parte trasera se bajó un hombre, vestía traje y se notaba pulcro, me levanté con el corazón retumbando en mi pecho, ¿Quién era ese hombre? ¿Podría pedirle ayuda? Luego el señor Benjamín se acercó a él con semblante serio, los dos hombres se dieron la mano y enseguida se dieron un fuerte abrazo, perdí toda ilusión en el instante. Tuvieron una breve conversación cuando el hombre hizo señas a la camioneta, de la parte trasera descendió un joven, vestía pantalón y una camisa, pero su aspecto era desaliñado. Ví cómo el adulto y el joven se hicieron de palabras, no entendía nada por la distancia pero sabía lo que pasaba, el muchacho se dio la vuelta y comenzó a caminar, se notaba molesto, su andar tenía furia, entonces el señor Benjamin dió un grito, y giré a ver, Cerbero se dio a la carrera, era lo mismo que había ocurrido conmigo, el hombre salvaje se fue detrás del joven, el cual comenzó a correr pero no tuvo oportunidad alguna, Cerbero lo tacleo dando tumbos en la tierra para después comenzar a zarandearlo y despojarlo de todas sus prendas, en un instante y ante los gritos del joven éste quedó completamente desnudo. Era delgado, de piel blanca y cabello rubio oscuro. Miré asombrado, siendo espectador de lo que me había ocurrido a mí hacía tiempo. Sin más, los dos hombres se despidieron y el que venía en el vehículo se volvió a subir a la parte trasera, y supuse dando una orden, su chófer arrancó. Caminé lentamente hacia el señor Benjamín, donde Cerbero sostenía fuertemente al muchacho. "¡Idiota! ¡¿Que les pasa?! ¡Sueltame imbécil!", decía él mientras forcejeaba. "Vamos muchacho, hay que ponerse a trabajar" "¡¿Qué?! ¿Estás loco? ¿Trabajar? ¿Aquí? ¿Haciendo qué?", decía con enojo, "¿Y porque este pendejo rompió mi ropa? ¿No tienes idea lo que cuesta cada cosa que traía ¡muerto de hambre! ¿Y porque estás desnudo? ¡Quiero mi ropa!", demandó. "Aquí no vas a necesitar ropa", le dijo calmadamente el hombre. "¿Qué? ¿Acaso es esta una granja de maricones?", exclamó notando como yo que me había acercado también estaba desnudo, "¡Sueltame! ¿Que no sabes quien es mi papá?", le dijo el chico a Cerbero que no emitía ni un sonido. "Si... Fernando, tu padre, es mi amigo...", dijo el señor Benjamín, "Y me pidió de favor ayudarle con su hijo bueno para nada... ese que se la pasa de fiesta... que malgasta el dinero que se paga en la mejor universidad del país... ese al cual tiene que sacar de problemas a cada momento...", entonces en un hábil movimiento, el chico se zafó de Cerbero y cuando se disponía a correr cayó de cara al suelo, se estremecía por el choque eléctrico de la picana. "¡Tú!", se refirió a mí el señor Benjamín, "¡A trabajar!". Esa tarde en la mesa, el muchacho no quiso comer, gritaba y maldecía, insultaba tanto al señor Benjamín como a Cerbero, incluso a mi que no había dicho ni una palabra. Era evidentemente un muchacho rico y malcriado. Su pálida cara estaba enrojecida, sus ojos verdes con el ceño fruncido, su boca escupía cada que despotricaba. Para mi desgracia nos pusieron a entrenar a los dos, el hombre colocó un collar al chico y nos unió con una soga, corrimos sin parar alrededor del corral hasta que eventualmente el joven, que tenía menos condición que yo, incluso menos de cuando yo había llegado al lugar, se desplomó exhausto. Después supe que el joven, de nombre Luis, había sido llevado por su padre después de sacarlo de la comisaría por una vez más haber hecho destrozos en un bar estando borracho. Había llegado ahí con resaca y sin comer por eso había desfallecido casi de inmediato. Despertó a mitad de la noche, desorientado buscando agua, le indiqué donde estaba la cubeta. No quiso tomar, y comenzó a despotricar una vez más, "¡Cállate!", le grité exasperado, "Nos van a levantar temprano para trabajar todo el día, tenemos que descansar". "¡Es que no pueden hacerme esto! ¡Mi papá tiene que venir por mi... si... ¡si!¡claro! Solo quiere que escarmiente... ya se le pasará el enojo, en la mañana vendrá por mí...", hablaba con él mismo, y yo solo pensaba en lo iluso que estaba siendo. El día siguiente no fue más fácil, Luis se rehusaba a comer, el trabajo fue pesado, por lo menos para él que no estaba acostumbrado a levantar ni una mano. Durante la comida se notaba su debilidad, y no aguantó más, tuvo que comer. "¡Qué asco! ¿¡Qué diablos es esto?!", y no lo terminó. Algo similar pasó durante el baño, se negaba a lavarse en el arroyo, pero el señor Benjamín sacó la picana eléctrica y no tuvo más remedio, el chico era delgado pero no flacucho, con él no tuvo problema en cerciorarse que limpiara bien su pene porque tenía circuncisión. "¿Por qué estás aquí?", la cara de Luis mostraba desagrado al preguntar en el establo mientras yo cagaba en el rincón. "Me secuestró", le dije. "No está bien... ¿Si lo sabes?", lo miré con desdén, "¿Ya intentaste escapar? Creo que podríamos contra él si..." Lo interrumpí, y no era por ser pesimista, pero cualquier cosa que me pudiera decir, ya la había repasado en mi cabeza cientos de veces, ¡No-era-posible! Las cosas cambiaron a partir de ese día, toda labor la hacíamos a la par, si tocaba labrar, deshierbar, limpiar, mover, cargar, lo haríamos juntos, uno al lado del otro. Al igual con el entrenamiento, solo que el señor Benjamin dió un giró a la dinámica. "Hay una técnica que voy a probar con ustedes", dijo el hombre, no con el afán de informar o consultar si nos parecía, pero como una manera de pensar en voz alta, siguió, "En parejas de 'ponis' en entrenamiento", dijo 'ponis' refiriéndose a personas y no a caballos, "Si alguno de los dos no está dando de sí, se le aplicará castigo al compañero, de esa manera creará conciencia, y el sentimiento de compañerismo hará que los dos trabajen arduamente para evitar el castigo al otro...", dicho eso, nos ordenó correr alrededor del corral y cuando Luis comenzó a reducir su paso, el que recibió los azotes fui yo, gruñí por el dolor, llevaba tiempo con mejor condición y casi no necesitaba de los azotes, pero el señor Benjamín lo hacía en cada vuelta para que mi compañero aumentará su velocidad, en un momento en que sentí que mis muslos ardían, tomé a Luis del brazo y lo jalé conmigo para correr más. Al día siguiente la dinámica continuó, no solo en el entrenamiento sino también durante la jornada, el señor Benjamín decidió que era momento de colocarnos los arneses y hacernos jalar el vagón. Si con Tango era un trabajo pesado, con el enclenque que todavía era Luis fue peor, yo trataba de empujar, gruñia y gritaba haciendo esfuerzo hasta que la saliva salía de mi boca. El señor Benjamín me daba con el fuete en la espalda y le decía al otro que pusiera más empeño porque los azotes seguirían contra mí, pero aún así, Luis no daba más. Por una parte lo entendía, no tenía un cuerpo tan desarrollado, y quizás lo hubiera dejado pasar, pero su actitud mostraba otra realidad, al chico no le importaba, se dejaba vencer fácil y rápidamente ante el trabajo, de verdad era un chico malcriado privilegiado. Al segundo día de estar recibiendo los azotes por él, me lavaba en el río, tratando de tener mucho cuidado al limpiar mis hombros y mi espalda que estaban enrojecidas. Mientras, Luis descansaba plácidamente. "Estoy muriendo", se quejaba, "No aguanto el dolor muscular", decía, yo solamente lo miré con semblante serio. Cuando estuvimos en el establo, se acostó sobre la cama de heno, justo donde yo acostumbraba dormir, lo dejé. Entonces comenzó a quejarse, de la incomodidad, del calor, del agua, de tener que hacer sus necesidades ahí mismo, y entonces exploté. "¡Para de quejarte aunque sea por un minuto!", no reparé en alzar la voz, "Eres un maldito idiota desconsiderado, estas quejándote siendo que no pones ni la mitad del esfuerzo requerido mientras yo recibo los golpes, ¿Piensas que esto durará poco? ¿Que tu papá vendrá por ti? ¡Despierta! ¡Maldita sea! ¡Somos esclavos! Esto no acabará para ninguno de los dos, ¿Crees que es duro lo que has tenido que hacer? ¡No tiene idea! ¿Y aun así tienes el coraje de quejarte? ¡Cállate ya! Dormimos donde mismo, comemos lo mismo ¡Cagamos donde mismo!", estaba enrojecido del coraje, mi respiración estaba agitada, casi bufaba. "¡Uuuff! ¡Calmado!", dijo como si yo estuviera exagerando, el desgraciado estaba acostado sobre su espalda, cosa que yo no podía hacer gracias a él, sus brazos estaban flexionados descansando su cabeza en sus manos, entonces simplemente se giró dándome su espalda. Si creí que ya había detonado, no tenía idea. Mi sangre hervía, mi pecho se extendía con cada respiración, quise tranquilizarme pero no podía, toqué mi pecho, mis pezones estaban duros. Observé la silueta de Luis en la penumbra, su delgada figura, sus nalgas redondas, algo se apoderó de mí, me deslicé en la paja hasta llegar a él, presione su espalda contra el suelo y metí mi pierna entre las suyas, "¡hey! ¡Que diablos!", protestó, pero lo sometí, yo era más fuerte y él además de ser delgado estaba débil por no estar comiendo todo su alimento. Posicione mis brazos sobre los suyos y con mis rodillas fue separando sus piernas, Luis suplicaba que lo dejara y pensé en Jorge, en lo que me había hecho, pero en lugar de sentir empatía con Luis, entendí a Jorge, el sentimiento de dominación fue embriagante, ni siquiera se si sentía lujuria, pero mi verga estaba dura de tener al chico de esa manera. Como no soy un sádico utilicé mi saliva, restregué mis dedos en mi lengua y escupí un poco, después los pasé por el hoyo de Luis que se retorcía sin lograr zafarse. Entonces guíe mi pene a su culo, y sentí la resistencia, empujé levemente pero no cedió, empujé un poco más, mi verga se abrió camino como taladro, Luis gritó pero yo seguí, su músculos interiores aprisionaron mi dura verga en un cálido y fuerte abrazo, me espere un momento y comencé a moverme, lo hice despacio, disfrutando el momento, haciendo que el pobre chico se acostumbrará a mi tamaño y dureza, seguí moviendo mi cadera sin sacar por completo mi falo pero si empujando hasta no poder avanzar más, el chico suplicaba entre gritos y llanto, no me había masturbardo en días y una sensación así no la había sentido nunca, ni siquiera cogiendo con mi ex novia hacia más de un año. Entonces me vine, inundando su interior, lancé chorros de leche, uno tras otros llenándolo. Esperé a que mi verga se pusiera flácida y se saliera sola de la estrecha caverna, después me hice a un lado y dormí plácidamente.