Date: Tue, 26 Oct 2021 11:00:45 -0500 From: Hugo Dan Subject: Mi vida ecuestre - Authoritarian non english - chapter 8 Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión. Es bueno apoyar a todos los creadores y los espacios creados para que compartan su trabajo, considera donar a nifty si has disfrutado de incontables horas de entretenimiento morboso. http://donate.nifty.org/ _____________________________ Mi vida ecuestre Capítulo 8 Pasé mi mano debajo de Luis haciendo que levantara su pecho, mi cadera se movía rítmicamente metiendo mi verga en su culo, era una sensación deliciosa, y pensaba en como nunca lo había intentado antes, quiero decir con alguna chica, porque cuando se tiene acceso a una concha uno no ve más allá, y un culo aprieta más que una vagina.  El chico se recargó en su codos mientras yo descansaba en su espalda, separé un poco más sus piernas con mis rodillas y obtuve un quejido de él, ya no gritaba, ni suplicaba por qué me detuviera, no tenía caso, el sabía que mientras estuviera recibiendo castigo por su falta de esfuerzo yo me lo cogería por las noches. Así había sido como por diez días, Luis soportaba mi peso sobre él mientras su culo recibía mi dura verga hasta descargarme adentro. Esa noche yo me sentía con un ánimo distinto, talves era el clima, el cambio de estación o que se yo, pero sentía una mayor excitación. Al principio lo tomé como una forma de venganza por los golpes que estaba recibiendo por su culpa, y tal vez ya estaba empezando a disfrutar del sexo con Luis que mis manos comenzaron a acariciarlo, con mi peso en su espalda mis brazos rodearon su delgado torso y mis manos empezaron a explorar, en una de esas mi mano llegó a su pecho, mis dedos rosaron sus pezones y estos endurecieron, Luis gimió, y noté como voluntariamente calló, aumenté el ritmo y yo no detuve mis jadeos, mi respiración chocaba en su nuca y era evidente que Luis mordia su labio para no hacerlo también. Cuando terminé y lo llene de mi leche me hice a un lado, noté algo distinto, Luis seguía en posición, lo miré entre la oscuridad y pregunté "¿Que pasa?". "...Nada…", dijo, pero sabía que algo había ocurrido. "Dime", dije firme, el pobre chico no solo estaba sometido por el señor Benjamín. "Es que… me vine…", confesó haciéndose a un lado  de donde habia sido follado por mi. Yo me recosté en el heno sonriendo, le había causado un orgasmo al muchacho, con tan solo tener mi verga dentro, hasta ese momento yo no sabía que él se excitaba, quizás por eso había dejado de protestar, "No soy maricon…", dijo, "Debes de saberlo…", decía consternado, se escuchaba en su voz temblorosa, "Esto es… ¡supervivencia!... eres más fuerte que yo… es-es como los presos en la cárcel… ¡tu me hiciste tu 'perra' a la fuerza!", se notaba un poco de enojo y a al vez miedo, pero no miedo de mi, sino de sus propios sentimientos. "Lo que te haga sentir mejor…", le dije, "Por cierto… no te hice mi perra… eres mi yegüita…", y dándome la vuelta cerré los ojos para dormir. Luis batalló en adaptarse, o más bien si lo hacía pero estaba en su naturaleza quejarse. Al haber crecido en el privilegio de la clase alta, hasta el más mínimo esfuerzo era demasiado para él, de vez en cuando lo escuchaba llorar en las noches, añoraba su vida, y aunque maldecía su suerte nunca lo hizo contra su padre, en ocasiones lo escuché sollozar pidiéndole perdón.  El tiempo pasó y el chico comenzó a tener más condición, su cuerpo se tonificó y recibía mi misma rutina de acicalamiento. Mi cuerpo era más musculoso, pero su delgada figura se veía muy bien solamente con la definición, su cabello rubio oscuro también era cortado en mohicano y todo el vello corporal removido. Pasaron lo que creí fueron meses y Luis y yo seguíamos trabajando a la par, jalar el vagón ya era un trabajo que requería muchísimo esfuerzo pero entre los dos ya lo dominabamos. Supongo debía ser una vista impresionante, ver dos chicos desnudos con arneses empujando una carreta. En cuanto a nuestra relación, y no que tuviéramos una "relación", pero aprendimos a convivir y llevarnos bien, ya era poco común recibir golpes por culpa de Luis, y de todos modos por las noches seguía imponiéndome sobre él, ya era rutina diaria al llegar la noche y ser encerrados en el establo acercarme para voltearlo, él callado aceptaba su suerte. Yo me posicionaba detrás y empujaba lentamente hasta que su esfinter cedía, la mayoría de las veces usaba mi saliva como lubricante, me apoyaba en su espalda, otras veces yo mismo con mis manos en el suelo, de pronto eso se tornaba aburrido y me enderezaba para cogerlo en cuatro patas. Entonces adoptaba una posición por algún tiempo y cambiaba cuando me aburría, lo cogí de lado, de perrito, lo hacía levantar el culo y pegar su pecho al suelo mientras el mismo separaba sus nalgas, de pie recargado en la pared, casi de todo intenté más nunca quise hacerlo de misionero, me negaba a coger de frente, ver su cara de dolor y placer, lo sabía porque desde aquella primera venida Luis tenía orgasmos cada que lo follaba. Quizás se le atribuya a que el muchacho no se masturbaba, como siempre estábamos acompañados, ya fuera por Cerbero o el señor Benjamín, se negaba a hacerlo, y su tensión se acumulaba, aunque me gusta quedarme con el crédito de ser yo quien le causaba tan intensos orgasmos que tenía sin siquiera tocarse. Una mañana el señor Benjamín fue al establo y nos puso la mordaza, era la primera vez que se la colocaban a Luis, el chico protestó como era costumbre y el hombre le dio unos golpes con la vara, que hiciera lo que quisiera, no me importaba siempre y cuando no fuera yo el castigado. Pensé que nos dejarían encerrados ya que eso pasaba cuando alguien iba al rancho, pero no fue así, nos ató las manos a nuestra espalda y nos sacó con una soga en el collar y nos guió al frente de la casa, entonces vimos la camioneta, el papá de Luis estaba de pie a un lado, el chico se apresuró a caminar hacia él pero fue jalado con la cuerda "¡Oh!¡Quieto!", Luis balbuceaba hacía su padre y no pudo evitar llorar, quizás eran lágrimas de tristeza pero también de felicidad, creía su padre estaba ahí para llevárselo. Pero no fue así. El señor Benjamín le mostró el avance de su hijo, el hombre estaba impresionado, incrédulo escuchaba las historias sobre cómo su hijo estaba trabajando y obedecía órdenes, quizás no estaba interesado en el método o los detalles de lo que ocurría ahí, simplemente se notaba fascinado.  "Su cuerpo ha mejorado mucho, ya no es el blandengue que llegó aquí, puedes notarlo en sus piernas, todos los días entrena", y como si fuera una res puesta en exhibición los dos hombres pasaron sus manos por los muslos del chico el cual no pudo aguantar el llanto, miraba a su padre que lo sentía con su gruesa mano, pasándola del muslo al glúteo, "¿Quieres verlo trabajar?".  Y no se necesitó más, el señor Benjamín nos colocó los arneses y nos unió al vagón, los dos hombres se subieron y nos hicieron darles un paseo por la propiedad, alrededor del campo de cultivo y por el sendero hacia el arroyo y de regreso. A mitad del recorrido el señor  Benjamin ofreció las riendas a su amigo, dándole también la fusta, la cual no dudó en usar no sólo en su propio hijo sino también en mi. Nos dejaron atados al vagón mientras los dos hombres se retiraban lentamente hablando, Luis intentaba gritar, supuse estaba suplicando a su padre lo sacara de ahí. Al final se dieron un apretón de manos y se retiró. Esa noche Luis no paró de sollozar, estaba roto por dentro, lo entendía, decidí por esa noche no usar su culo, ya estaría mejor la noche siguiente. Y así fue, ya que se recuperó del tormento de ver a su padre y de éste estar de acuerdo en que su hijo fuera usado como bestia de carga volvimos a nuestra rutina nocturna. Quizás el dolor de ser penetrado lo hacía olvidar el dolor interno, pero Luis esa noche aceptó mi verga sin protestar, se fue haciendo lentamente hacia atrás mientras gruñía apretando sus dientes y mi dura verga se adentraba en él. Mientras estaba en cuatro lo tomé de sus brazos y lo jalé hacia mí, flexioné mis piernas sentándome en ellas y el muchacho se sentó en mi verga, sus manos se posaron en mis muslos y él sólo se fue ensartando, se alzaba y descendía, una y otra vez empalandose él sólo,  lo abracé pegando mi cara a su espalda, el joven gemía mientras yo jadeaba, cada vez más fuerte hasta que con un fuerte gemido lo llené de mi espesa leche, el también se vino, soltando chorros al aire. De ahí en adelante el sexo fue mejorando, él cooperaba y se notaba lo disfrutaba cada vez más, mientras yo aprovechaba su afán por recibir mi verga. Semana a semana, comenzó a ser entregada una caja a la propiedad, en ella enviaban tanto víveres como equipo para nosotros, nuevos arneses, mordazas, riendas, incluso artículos que vi y no entendí su finalidad y no pude averiguarlo, además de eso, nuestra comida empezó a mejorar, seguía siendo el engrudo, pero mezclado en él pedazos de verduras, granos y frutas. Esa caja era enviada especialmente por el papá de Luis, después supimos, aunque no de la mejor manera. Dormíamos sobre la cama de heno, descansando de una jornada ardua de trabajo y después de haberme corrido dentro de Luis, descansaba mi brazo sobre el dorso del chico mientras estábamos de cucharita, cuando de pronto abrieron abruptamente la puerta del granero, me levanté de golpe asustado y me cegó una luz, después una serie de gritos me llegaban por todos lados mientras alguien me tomaba del brazo para levantarme, no me enteré cuando quitaron mi collar pero caminaba desnudo en la noche, volteé a buscar a Luis, no sabia que pasaba, entonces al llegar al frente de la casa me di cuenta estábamos rodeados de personas, dos de cada lado mío, dos con Luis y el señor Benjamín con el señor Fernando, el papá del muchacho. La noche estaba fresca, hacía viento y quizás estaba un poco nublado.  "Lo siento mucho amigo…", dijo el señor Fernando, "La muy desgraciada se puso a indagar, estuvo rastreando los depósitos que te hice, le costó trabajo dar con el proveedor que te enviaba la entrega semanal pero al final dió con tu nombre por medio de un investigador privado… están pisandonos los talones… están a nada de venir…", no entendía nada, salvo que había una esperanza de ser rescatados, pero estos dos hombres querían hacer algo para no ser descubiertos. "¡papá! ¡por favor! ¡Sácame de aquí!", suplicó Luis. "Por supuesto Luis…", dijo el padre acercándose a su hijo, "Te sacaré de aquí… tu madre está por encontrarte y no lo puedo permitir… no ahora después de ver la mejora en tu comportamiento…", y antes de que pudiera decir algo más, nos pusieron una bola en la boca para callarnos y nos ataron las manos detrás.  "¡Señor!", entonces uno de los hombres habló, "Este pony se está cagando… espere… no señor…", eso hizo que prestaran más atención a Luis, su papá se asomó y vio de lo que hablaban, acercó su mano al muslo y con sus dedos tocó el espeso líquido que escurría, lo acercó a su cara y puso cara de disgusto, "¡Aaajj! ¡Por dios Luis!" "Es normal que los ponys se cojan entre ellos Fernando, no te preocupes por eso, es su instinto animal". Nos metieron a Cerbero, Luis y a mi en el maletero de una camioneta, antes de cerrarla escuche al señor Fernando disculparse nuevamente, el señor Benjamín contestó era solamente una desventaja que se tenía contemplada en el entrenamiento, pero que estaríamos a salvo hasta saber cómo proceder. La camioneta avanzó rápidamente por el camino de tierra hasta tomar una carretera, no logré ver nada por los vidrios entintados, después de un largo camino se detuvo la camioneta y nos bajaron solo a Luis y a mí, estábamos en una calle solitaria. Caminamos unos metros cuando vi que nos llevaban hacia una avioneta, no era una calle, era una pista.  Nos metieron y nos sentamos en un rincón, escuchamos a dos pilotos accionar botones y palancas mientras la hélice hacia lo suyo, una persona más con arma en mano viajó en la carga con nosotros. Abracé a Luis, estaba asustado por nuestro destino. No pude conciliar el sueño por la mayor parte del viaje, pero el cansancio me ganó, cuando mis ojos se comenzaban a cerrar, nos avisaron la avioneta aterrizaria. No teníamos asiento, menos cinturones de seguridad, nos aferramos uno al otro hasta que el vehículo estuvo en tierra. Como era de noche, estaba muy oscuro y no pude distinguir nada, ni a donde nos llevaron, entramos por una puerta y cruzamos un pasillo hasta llegar a un área de celdas, eran pequeñas, quizás eran tres de dos por dos metros, el suelo estaba cubierto de paja, nos quitaron la bola de la boca y nos desataron  metiéndonos después  a los dos en una celda. En la mañana nos despertó un guardia, vestía un uniforme, pantalón y camisa de manga corta del mismo color, en su mano cargaba una macana con la cual golpeaba los barrotes. "¡Arriba! Levántese!". Luis intentó preguntar qué pasaba, donde nos tenían, pero no obtuvo respuesta, yo que llevaba más tiempo en entrenamiento sabía que era inútil, mejor trataría de evitar algún golpe, cualquier cosa que fuera a pasar, estaba seguro sería peor que en casa del señor Benjamín. Entramos a un área de duchas donde dos personas nos ordenaron ponernos debajo del agua, nos aventaron jabón en polvo para lavarnos bien, nos ordenaron hacerlo meticulosamente, nos pidieron abrirnos las nalgas y tallar bien, después a mi me ordenaron retraer el prepucio y mostrarles que estaba limpio.  Enseguida nos pasaron a otra habitación, tenía unos artefactos y cuerdas en un lado y del otro unas mesas con hojas. Nos pusieron grilletes de cuero en las muñecas y los unieron a una polea que hicieron elevarnos, nos estiramos por completo extendiendo nuestros brazos hacia arriba y nuestros pies apenas tocando el suelo de puntas. Entonces dos personas en bata blanca entraron. "Por favor… ayuda…", pidió Luis. En esa ocasión yo también supliqué, pidiendo se apiadaran de nosotros, eran hombres en bata, se veían profesionales debían de saber que eso no estaba bien. Se pusieron guantes de látex y tomaron las tablas con sus notas y repasaron "Odio cuando estos pseudo entrenadores quieren hacerse de su propio pony, no los catalogan bien… y no los entrenan como deberían… ni siquiera nombre de pony tiene… ugh… te pondré Champ, como tu dueño", dijo uno de los dos que aparentemente cargaba mis datos en su tabla. Revisó todo mi cuerpo tocando cada parte de mi con sus dedos, "Buen tono muscular", pensaba en voz alta, "muslos bien desarrollados", entonces revisó una vez más las hojas, "¿Percherón? ¿Quien diablos decidió podías ser percheron siendo tan joven? ¡no! ¡no! ¡no! Necesitas madurar más…" "Ni que lo digas… al igual que éste, todavía más delgado y también era entrenado como percherón… es perfecto para jalar un vehículo pequeño solamente, no una carreta, quizás una 'rickshaw'". "Este definitivamente es un cuarto de milla", dijo el que me manoseada que después de decir eso me dio una fuerte nalgada. Grité.  Entonces se movieron detrás de nosotros, el hombre me abrió mis nalgas y exploró mi culo, quiso meter un dedo y grité de dolor. "Al parecer virgen…", dijo. "¡Wow!", exclamó el otro, "Este todavía tiene semen dentro, dijo introduciendo dos dedos dentro de Luis y girandolos haciendo quejarse al chico y gritar. Después de revisar nuestros cuerpos completos incluidas nuestras cavidades, no solo el culo pero boca, nariz y oídos, hicieron sus anotaciones y pasaron a lo último.  "Muestra de fluidos", dijo uno. La sangre no hubo problema, pero necesitaban también muestra de semen, en sus manos pusieron un poco de lubricante y comenzaron a manipular nuestros penes, los dos nos quejamos pero fue inútil, yo fui el primero en tener una erección, tomó mis huevos con la otra mano y comentó cuan cargados se sentían,  enseguida Luis también la tuvo parada y los dos hombres nos masturbaron, compararon nuestros tamaños, yo teniendo un centímetro más que Luis y una ligera curvatura hacia arriba, y el otro una verga recta con bolas más pequeñas. Tomaron la muestra en dos recipientes pequeños, los cuales los etiquetaron y guardaron con las muestras de sangre. Luego de haber terminado, nos bajaron y soltaron, yo sobé mis muñecas y en cuanto menos lo esperaba dos hombres entraban a la habitación con picanas en mano. "El moreno se llama 'Champ' y va al establo 'H'", dijo uno de los hombres en bata. "El rubio, se llama 'Román'", por lo menos a Luis le habían dado el apellido de su dueño, que era su mismo apellido, "Va al establo 'C'". Luis y yo nos miramos al mismo tiempo, nos separarian, los dos protestamos y suplicamos no lo hicieran, Luis quiso forcejear cuando lo agarraron que provocó le dieran una descarga. Yo caminé cooperando, con mi cara llena de angustia, esperando volver a ver a Luis algún día.