Date: Sat, 1 Mar 2008 23:04:15 -0500 From: Latino Subject: VIAJE DE NEGOCIOS Esta es una historia basada en hechos reales. Mi celular no paraba de sonar y yo iba por la autopista al aeropuerto a 80 millas por horas preocupado de que en cualquier momento me podía parar la policía. Sabía quien llamaba tan insistentemente. Ya me había dejado un mensaje anunciándome que el avión acababa de aterrizar, pero seguía llamando para saber dónde estaba yo. La verdad es que yo iba tarde y le tocaría esperar unos minutos. "Qué tipo más impaciente", pensé. Mi jefe me había encomendado la misión de ir a recoger a Rodrigo San Clemente uno de nuestros nuevos y más jóvenes gerentes. Era su primer viaje de negocios con la compañía y mi jefe me hizo prometerle que como un gesto de bienvenida iría a recogerlo al aeropuerto. Cuando llegué al terminal aéreo, un hombre de unos 32 años me estaba esperando con una mala cara acompañada de una terrible actitud. "Te he dejado varios mensajes", fue su poco amigable saludo. "Me imaginé que eras tú, pero o hablaba por teléfono o conducía y preferí no retrasarme más". Después de subir su maleta a la cajuela del auto me extendió la mano y se presentó. Sus manos eras inmensas, tan grandes que mis manos, que no son exactamente pequeñas, se perdían entre las suyas. Su apretón de manos demostraba seguridad y determinación. Una vez en el auto hablamos de generalidades del trabajo. Él aprovechó para contarme de su experiencia laboral previa, como queriendo mostrar que venía por méritos propios y no por la recomendación de ninguno de los grandes jefes. Me contó cómo había llegado a la compañía y hablamos brevemente acerca de nuestra cita de negocios del día siguiente. Para el tiempo que llegamos al hotel yo estaba completamente interesado en el nuevo ejecutivo y quería proponerle que nos tomáramos una copa para seguir conversando. Él se registró y me dijo que estaba cansado y que se iría a dormir temprano y sin cenar. Al día siguiente nos juntamos a desayunar para planear la presentación de esa mañana. Eran clientes importantes y todo debía salir sobre ruedas. Rodrigo estaba radiante. Se veía mucho mejor a como lo había visto llegar la noche anterior. Lucía un traje oscuro, clásico, pero moderno, una camisa azul y una corbata roja que acentuaba su personalidad arrolladora. Hasta entonces noté que tan alto era, además me fijé en su pelo negro, ojos almendrados, cejas pobladas y una sonrisa que paraba el tráfico. Durante la presentación a nuestros clientes vi al hombre en acción y entendí porque lo habían contratado como la nueva estrella de nuestro equipo y por qué mi jefe me lo había recomendado tanto. Enfatizaba las palabras con tal seguridad que sería muy difícil decirle que no y en cosa de minutos tenía a sus pies a una docena de ejecutivos, hombres y mujeres que le escuchaban con atención y tomaban notas. En varias ocasiones me desconecté de la reunión mirándole discretamente los labios carnosos que remojaba frecuentemente tomando sorbos de agua de la copa de cristal que tenía frente a él. La reunión fue un éxito. No hubo respuesta inmediata, pero salimos convencidos que habíamos dejado una excelente impresión y que definitivamente los teníamos de nuestro lado. Después del almuerzo de trabajo, nos fuimos a celebrar. En medio de unas copas hablamos de negocios, pero pronto pasamos a asuntos más personales. Me contó que estaba casado y que estaba teniendo problemas con su esposa, principalmente porque él era muy mujeriego. Me dijo que todavía la quería y que lo que más le preocupaban eran sus dos hijos aún pequeños. Yo me sentí un poco cohibido porque pensé que no le interesaría escuchar de mi vida privada, pero pronto me hizo un par de comentarios para darme a entender que él sabía que yo era gay y que no le importaba. Fue entonces cuando me hizo una confesión. Me contó que recientemente en otro viaje, había conocido a una muchacha muy atractiva en un bar y que después de coquetearle y tomarse un trago con ella, la besó. Según me contó, cual no sería su sorpresa cuando la supuesta mujer le dijo que era realmente un hombre. Me atrevía a preguntarle si se había ido a la cama con ella, pero me dijo que la revelación lo agarró fuera de base y desistió de la aventura. Más entrados en confianza, camino de regreso al aeropuerto me contó que a él gustaba rasurarse las bolas y el culo. "Me siento mejor afeitado y además, te confieso que así se me ve más grande" y se rió pícaramente. A pesar de que el trabajaba en otra división, me saludaba muy amable cuando nos cruzábamos en los pasillos. Sólo si yo iba sólo, me preguntaba cuándo íbamos a viajar juntos de nuevo. Yo entendía que no quería mostrar que éramos amigos porque no quería que lo vincularan con alguien que es abiertamente gay en la oficina. Durante la celebración del cumpleaños de la asistente de nuestro jefe se me acercó muy discretamente y me dijo que necesitaba hablar conmigo. Después de la fiesta, me llevó a una sala de juntas y me dijo que se sentía muy mal porque su mujer le había pedido el divorcio. Según me confió, ella logró interceptar su correo electrónico y le descubrió unos mensajes comprometedores. Su esposa lo confrontó y él tuvo que aceptar que eran suyos y que tal como constaba en los mensajes no había pasado nada y sólo eran mensajes de seducción. Su gran alivio es que ella nunca se enteró que los mensajes no provenían de otra mujer, sino con una travesti. Rodrigo estaba muy asustado y me me pidió mi opinión. Yo le dije que se calmara, que obviamente por los eventos tan recientes ella estaría molesta y herida por unas semanas, pero que se dedicara a ella, que la llevara de vacaciones y que ya vería que con el tiempo se volverían a calmar las aguas. Meses más tarde, mi jefe me envió a otro viaje internacional con la idea de repetir el éxito del viaje anterior. Rodrigo, sería de nuevo, mi compañero de formula. Él estaba muy contento de viajar conmigo nuevamente y así me lo dejó saber en el avión. Me hizo prometerle que saldríamos a cenar en ese viaje porque según dijo, se divertía con mis historias. Después de nuestra reunión de trabajo nos fuimos a tomar un trago antes de la cena. Desde que nos sentamos en la mesa, Rodrigo empezó a hablar de sexo. Me confesó que le encantaba el sexo y que lo que más le gustaba es que le chuparan la verga y que jugaran con sus tetillas. También me dijo que le gustaba besar y con una sonrisa pecaminosa me dijo que tenía una lengua muy juguetona y que a su esposa le encantaba cuando la ponía a trabajar más abajo del ombligo. Una vez compartidas sus intimidades, se sintió con derecho por preguntarme sobre mis preferencias, me pidió que le contara de mis aventuras gay y que con detalles le hablara sobre las técnicas del sexo anal. A este punto ya era claro que él estaba más que curioso, pero yo me resistía a creer que pasaríamos de las palabras a los hechos. Después de la cena, no fuimos a un bar donde por su insistencia continuó la conversación sobre sexo anal. Más desinhibido por el alcohol, me confió que le gustaba estimularse el culo y que a pesar de las resistencias de su esposa, la había convencido de que era absolutamente normal que jugara con sus nalgas y lo penetrara delicadamente con sus dedos. Ya al final de la noche, me confesó que había sido molestado sexualmente cuando era niño por un hombre adulto amigo de la familia. Se hacía tarde y yo quería definir hacia dónde iban todas estas confidencias y secretos. A este punto sabía demasiado de él y quería pasar a las acciones. Finalmente a las dos de la madrugada cerraron el bar y nos fuimos al hotel. Estando en el lobby del hotel me dijo que quería tomarse una copa en el casino. Estuvimos jugando en las maquinitas por una hora. A las tres cerraban el casino, así que calculando llevármelo a mi cuarto antes que se emborrachara más y se quedara dormido, le propuse que ordenáramos el último trago y nos lo lleváramos a la habitación, algo a lo que él aceptó. En el elevador, ambos con un trago en la mano, mi corazón estaba a punto de explotar. Los dos estábamos ebrios, pero parecía que mi táctica estaba a punto de funcionar. Cuando llegamos frente a mi puerta, me dijo que tenía que ir a su habitación. Le dije que lo esperaría. Pasaron unos cinco minutos y como no llegaba, temiendo que se había arrepentido, decidí tocar su puerta. Desde el baño me dijo que ya iba, que nos encontrábamos en mi cuarto. Mi temor es que se quedara dormido y que mis planes se vinieran abajo. Minutos más tarde tocó mi puerta. En cuanto entró y cerré, nos abrazamos. Inmediatamente me besó apasionadamente y me susurró en el oído que había esperado ese momento por largo tiempo. Con la cercanía del abrazo sentía la presión de su bragueta contra la mía. En segundos se quitó los zapatos y terminamos en la cama, yo sobre él. Rodrigo con los brazos arriba contenidos por los míos, en una clara demostración que estaba bajo mi control. Poco a poco le abrí la camisa y la tiré al lado de la cama. Despacio empecé a lamerle las tetillas con mi lengua, mientras él gemía de placer. Le abrí el cinturón y se le notaba un gran bulto que ocultaba toda su hombría. Como si fuera un ritual, milímetro a milímetro le fui bajando los pantaloncillos blancos y empezó a aparecer esta verga inmensa y gruesa que apuntaba directamente a mi boca. Lo chupé por un buen rato. Luego empecé a jugar con su gran saco que cubrían dos bolas redondas y pesadas. Las recorrí con mi lengua y empecé a bajar al destino donde él quería que yo llegara. Estando frente a él, le subí las piernas y tomé distancia para admirar el culo delicioso que esperaba mi lengua resbalosa. Desde allí podía mirar su cara y poco a poco, su gesto de timidez e incomodidad por la repentina intimidad, se convertía en placer y gritos que acallaba mordiéndose los labios. Los besos tiernos centrados en el anillo de su ano, pronto de transformaron en pequeños mordiscos alrededor de lo que se sentía como una corona de fuego. Mi traviesa lengua no pudo evitar la tentación de adentrarse y explorar. Fue entonces cuando empezó a rogarme que le metiera mi verga. Yo estaba tan borracho y tan excitado que temía que en cuento estuviera dentro de él no podría contenerme y no quería terminar esta experiencia antes de tiempo. Entonces, le prometí que la próxima vez le daría por el culo tal como quería. Luego, él se encargó de mí. Era mi turno para sentirlo como jugaba con mi cuerpo de arriba abajo, por delante y por detrás. Minutos más tarde, me pidió lubricante para enterrarse dentro de mi culo, primero por detrás mientras yo estaba en cuatro y luego me puso sobre mi espalda, me abrió las piernas y volvió a entrar demostrando que sabía el camino. Ambos sudábamos a mares y yacíamos sobre la cama en medio de las sábanas revueltas. Fue entonces cuando me dijo que quería que jugara con su culo porque quería echarme toda su descarga. Mis dedos de la mano izquierda se deslizaban dentro de su túnel caliente, mientras yo me masturbaba con la derecha, hasta que ambos llegamos a la meta al mismo tiempo en medio de gemidos de éxtasis. Él recogió su ropa, se vistió y se fue a dormir a su cuarto. Yo no podía dar crédito a lo que había acabado de suceder. Horas más tarde con la resaca viva, nos fuimos para el aeropuerto. Yo me temía que fuera a usar la típica excusa de "estaba muy borracho y no me acuerdo de lo que pasó" o pero aún, que simplemente ignorara el tema, pero no. Sentados en el avión de regreso, me dijo que había sido una experiencia maravillosa y la había gozado mucho. Pasaron los meses y Rodrigo fue transferido a otro departamento, pero aún nos veíamos en los pasillos y nos saludábamos. Hasta que un lunes me fue a buscar a mi oficina y mi asistente le dijo que me había quedado trabajando en casa. La llamada de Rodrigo, me sorprendió. Sólo me dijo: "Estoy muy caliente y me urge verte". Media hora más tarde estaba frente a mi puerta. Temblaba como un niño. Me dijo que sentía mucho miedo, pero que eran más poderosas las ganas. Mirando su reloj, me dio a entender que no tenía mucho tiempo. Esta vez, era mi oportunidad de cumplir la promesa y hacerlo pronto. Nos besamos. Repetí varios números del repertorio que yo sabía le gustaban. Aún temblando, me dijo con su voz entrecortada que por favor lo poseyera. Mi verga destilaba lubricante producto de la excitación de ver a este macho frente a mí rogándome que lo penetrara. Me pidió que lo hiciera despacio y poco a poco me fui deslizando dentro de él, mientras reconocía en él la cara de niño inocente que revivía en su mente eventos pasados. Una vez adentro, empecé a moverme dentro de él mientras me gritaba "Dame más duro, métete todo, papi". Agarrado de las piernas, lo movía a mi antojo a un lado y a otro, cambiaba el ángulo de ese culo hambriento tratando de tocar su próstata para hacerlo gozar aún más. Finalmente, me salí y le apunté mi chorro de leche caliente a su pecho. Como siguiendo las indicaciones del director de orquesta, él disparó su cañonazo espesa que aterrizó entre las tetillas hinchadas. En cuanto terminamos, sonó su celular. Uno de los vicepresidentes lo estaba buscando urgentemente para asistir a una junta de última hora. Él balbuceó una excusa, diciendo que estaba almorzando y que estaría pronto de regreso a la oficina. Antes de salir, me preguntó coquetamente que cuándo volveríamos a un viaje de negocios...