Date: Tue, 8 Feb 2011 22:34:59 +0000 From: torux torux Subject: mario y miguel 4 Esta historia es ficticia. Los personajes e incidentes son producto de mi imaginación. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. Comentarios bienvenidos. Capítulo IV: Mi abuelito Miguel ( Mb inc ) Me quedé quietecito debajo de él con su pichula aún dentro mío. Ambos respirábamos agitados, luego él se fue retirando despacito, sacando el pico aún grueso y enorme. Lo miré mientras lo sacaba. Sentí un olorcillo desagradable y me dio harta vergüenza, pero él ni se inmutó. Me tomó de la mano y me llevó al baño. Allí, sin hablar, me tomó entre sus brazos y me sentó en el lavamanos y me lavó el potito con manotazos de agua tibia. Luego se lavó él, inclinándose puso el pico directo bajo el chorro de agua y se quitó los restos de caca que lo cubrían. Salimos del baño aún sin hablar. Yo me sentía estremecido. Se sentó al borde de la cama y sin decir nada me acercó a él. Me abrazó fuerte y pasando sus brazos por mi espalda me acarició las nalgas. --Eres muy rico --me dijo. No le tienes que contar a nadie ¿ya?. --No --dije yo. Se puso luego el short que seguía tirado a un lado de la cama y yo me vestí también. Quise irme de inmediato, estaba confundido y aún excitado por todo lo que había ocurrido minutos antes. Le dije que otro día iría a buscar mis cuadernos. --Bueno --me dijo. Me acompañó a la puerta y antes de abrirla se puso delante mío y bajando su short me hizo darle un besito a su pene. Se veía grueso y venoso. Le di un besito y se le comenzó a parar de nuevo. --Mira lo que me haces, me dijo y dándome una palmada en el trasero abrió la puerta y me despidió. Mi abuelo Miguel es un hombre muy grande. Tiene barba casi blanca y es muy risueño. Cuando llegué a la casa estaba conversando con un vecino en la puerta de la casa. Me saludaron y mi abuelo me acercó a él con una mano revolviendo mi pelo. Siempre hacía eso. Yo lo quiero mucho, tanto como a mi papá y mi mamá. Él vive con nosotros desde que mi abuela murió hace como dos años. Nunca he tenido un sólo pensamiento sexual hacia él, pero hoy por vez primera sentí que no era mi abuelo, era un hombre que me tenía cogido del cuello y apretaba mi cabeza en su pecho. Por vez primera también me di cuenta que él siempre tenía ese bulto colgando por un lado del pantalón. Por primera vez sentí una cosquillita en mi estómago mientras me acariciaba la cabeza y me dieron ganas de abrazarlo con otras intenciones. En vez de eso, me deshice de su abrazo y corrí adentro y me fui a mi pieza. No mucho rato después llegó mi mamá del trabajo y mi papá una media hora más tarde. Me gustaba esa hora. Era el momento en que tomábamos onces todos juntos. Mi papá se sienta en la cabecera, mi mamá y mi abuelo a los costados cerca de él y yo en cualquier lado. Esta vez me senté al lado del abuelo. Mis padres me preguntaron por mi día en la escuela y esas cosas. El abuelo me preguntó cómo estaba mi amigo Mario y yo le dije que no lo había encontrado así que otro día iría a buscar mi cuaderno. --¿No estaba? --me replicó extrañado, pero ya mi papá estaba hablando de otra cosa y se les olvidó. Esa noche me acosté temprano. Me puse a ver tele en mi pieza y ya tarde mi abuelo me fue a ver. --Oye miguelito, me dijo --¿Así que no encontraste a tu amiguito? --No, había salido -respondí. --¿Y por qué se demoró tanto entonces? --¿Ah? --No, si me vine al tiro, mentí, un poco nervioso. --A ver. Cómo que se vino al tiro si se demoró harto. --¿Dónde se fue? --A ninguna parte --le dije, pero mis palabras no sonaron muy convincentes. --Mhh, parece que no me quiere decir qué hizo. --No abuelito, si no me fui a ningún lado. --¿Y entonces?, ¿por qué se demoró tanto? --.... --¿Hay algo que no me quiere contar?. Mire que yo lo quiero mucho, Ud. sabe mijo, que me puede decir todo sin que me enoje. --Si sé abuelito, pero es que... me quedé viendo tele con el papá de Mario. --Ahh.. ¿y eso no me lo podía contar?. --Sí, pero es que... no hicimos nada más poh. En ese momento el abuelo se quedó callado y me miró fijamente. Sentí que mi carita se puso roja y el abuelo me seguía mirando. Al rato, sin dejar de mirarme a los ojos, tomó mi mano y más que hablarme, me susurró: -¿Y don Fernando estaba solo? -Sí --respondí, nervioso esta vez, porque su mano había llevado a la mía sobre su pierna y me acordé que allí, muy cerca de donde estaba mi mano siempre se le notaba el bulto que le colgaba, aunque ahora, con mis nervios y de miedo, no me atrevía a mirarlo en ese lugar. Presentía, sin embargo, que mi mano debía estar muy cerca de tocarlo allí. De pronto soltando mi mano se acercó como hacía siempre para besarme en la frente, pero en el movimiento repentino, mi mano quedó libre y completamente sobre su bulto enorme y carnoso. Más rojo me puse, y de tantos nervios, ni siquiera la retiré de allí. Lo sentí grande, abultado. Me besó y con sus labios pegaditos a mi oreja, me susurró: --Cuénteme que más hizo con don Fernando. Besó mi cara. Yo incliné mi cara hacia él y él no retiró la suya; quedamos muy pegaditos. La comisura de mis labios rozaban los suyos. Mi cara ardía. Me besó otra vez, esta vez muy juntito a mis labios. Otra vez, en mis labios. Rozó mis labios con su lengua. Mi mano seguía en su bulto cada vez más grande. --Apriételo, me susurró. Lo hice, apreté su verga a través del pantalón y esto lo hizo exhalar un suspiro de placer. En eso sentimos ruidos. Se separó bruscamente de mí y nos quedamos callados. Luego, lentamente se paró. --Duérmase, me dijo, me dio un beso y se fue. A pesar de los eventos del día, no me costó nada dormirme. Soñé esa noche con sensaciones extrañas, cuál de todas más placentera. En sueños sentía las caricias de don Fernando por todo mi cuerpo, en mi potito, en mis bolitas, también sentía cómo mi pene era abrazado por algo caliente y húmedo que rozaba mi cabecita y me la exprimía. En la mañana me desperté un poco cansado, pero a la vez contento. Mi abuelo ya se había levantado y tomó desayuno conmigo y mis papás que se van juntos al trabajo y me pasan a dejar a la escuela. ¿Mi abuelo me miraba diferente o yo lo miraba diferente a él?. Es curioso, pero no recordaba en ese momento nada de lo que había pasado con mi abuelo, pero en la escuela me acordé. Todo era distinto. Mario estaba distinto, se olvidó de llevar mi cuaderno y creo que me alegré que no lo hiciera; los profesores estaban distintos, todo parecía haber cambiado. ¿O había cambiado yo?. Esa tarde, mi abuelo me esperaba para almorzar vestido sólo con su bata de levantarse. Es curioso, pero en la mañana lo había encontrado vestido y ahora estaba con bata. Faltaban varias horas para que llegaran mis padres. Mi abuelo me hizo muchos cariños y luego yo me fui a jugar en mi computador. No sé cuánto rato pasó, pero en un momento mi abuelo llegó a mi pieza y me dijo que quería ver a qué estaba jugando. Se paró al lado mío y parecía muy interesado en aprender. Yo le expliqué el juego y luego se me ocurrió que si había aprendido podría yo jugar con él. --¿Quieres jugar conmigo abuelo? --pregunté. --Bueno, dijo, pero me tienes que tener paciencia. Estoy recién aprendiendo. --Trae una silla --Mejor me siento yo allí y tú te sientas en mis piernas --me dijo. Jugamos un buen rato, aunque mi abuelo era un poco torpe para manejar los controles, pero algo aprendió. No hice mucho caso a eso que sentía bajo mis pantalones, pero en algunos momentos sentía a mi abuelo moverse como acomodándose y ahí lo sentía más. A ratos me daba besitos en el pelo y con una mano en la barriguita me apretaba más a él. Me dio sed y me paré para ir a buscar una bebida. Al bajarme intempestivamente, pillé de sorpresa al abuelo y su bata se abrió dejando al descubierto su cosa enorme, gruesa y palpitante entre sus piernas. Me quedé parado allí mirando sin atinar a hacer nada más. Luego mi abuelo, sin decir nada puso una mano en mi cabeza y me fue bajando hacia su verga. Yo la miraba como hipnotizado. Una mata de pelos ensortijados y entrecanos rodeaban su verga. Sus bolas eran enormes y colgantes. Pronto las tuve frente a mí y sin más metí la cabeza de su verga en mi boca. Mi abuelo echó la cabeza hacia atrás y pegó un resoplido. Su verga estaba caliente y los jugos corrían en hilitos de su pichula hacia sus cocos. Le chupé la cabecita primero, luego intenté meterla toda en mi boca, pero era muy grande. --Ahh! Qué rico chupa mijito --susurraba, mientras con una mano me sostenía de la nuca y con la otra tomaba su verga desde la base. Sin que me diera cuenta, mi abuelito se sacó la bata y quedó desnudo completamente. Me sacó la verga de la boca y me llevó hacia mi cama. Me desnudó rápidamente mientras me decía cosas que no recuerdo. Se sentó con su espalda en el respaldo de la cama y me atrajo hacia él. Me hizo chuparle el pico y los cocos y yo me sentía morir de gusto. No sé cuánto rato estuve haciéndole eso a mi abuelito, pero en un momento se paró y salió de la pieza rápidamente. Me quedé allí sorprendido, pero volvió casi enseguida con una botella de algo y se volvió a sentar. Abrió la botella y esparció un líquido en su mano y luego se embadurnó el pene. Supe allí lo que quería hacer y me estremecí de ganas de que lo hiciera ya. Luego me hizo sentarme despacito en su pico. Costó harto, pero logré meter la cabeza recordando lo que había hecho con el papá de Mario. Mi abuelito me tenía tomado de las caderas y me las movía como rotando hasta que de pronto me sentí completamente empalado. Me la había metido hasta los pelos. Qué sensación tan exquisita. Sentía que me tenía lleno el ano con su carne. Me empezó a culear allí sentado sobre él. Luego me puso como perrito en la alfombra y comenzó con un fuerte mete y saca que en vez de provocarme dolor me hacía tiritar con las sensaciones tan ricas que me daba el hecho de tener esa cosa dura dentro de mí y que fuera mi abuelo quien me lo hacía. --Miguelito, mijiiito! --salían las palabras roncas de excitación. --Qué potito más riico!! --exclamaba. Sentía como sus bolas chocaban en mis nalguitas y un chapoteo que más me calentaba. Supongo que mi abuelito se debe haber cansado, porque un rato después, me la sacó y se tiró en la cama jadeando. Yo me tiré a su lado y lo abracé. --Te quiero mucho, Miguelito, me susurró. --Yo también te quiero, abuelito --dije yo. Torux