Date: Sun, 3 Nov 2019 15:39:57 +0000 (UTC) From: d ap Subject: Cuatros Amigos Versión en español. Cap 01 CUATRO AMIGOS (versión en Español) Una novela del amor adolescente en Chile Por Doc INTRODUCCIÓN Esta es una historia de ficción, todo lo he imaginado. Trata de una relación homosexual entre muchachos púberes. El lenguaje es chileno, puede que algunas palabras no le sean familiares, pero el contexto le puede ayudar. Agregué notas explicativas, que no me gustan porque distraen la lectura, pero me pareció una buena forma de explicar algunos términos. Hay párrafos enteros en (mal) inglés, le pido disculpas si le molestan, pero la historia tiene esas exigencias, le recomiendo usar un traductor. Los protagonistas no usan prevenciones en sus relaciones, en la vida real sea responsable; los protagonistas además, fuman marihuana lo que no es recomendable. Si no le agradan este tipo de narraciones o ellas son ilegales en su localidad, no siga adelante. De otra manera, disfrútela. La historia contiene descripción explícita de incesto, algunas perturbadoras. Le reitero, no siga adelante si este tipo de narraciones le resultan desagradables. He usado nombres de personas aleatoriamente, nadie existe en realidad, las instituciones reales que nombro son con el único objetivo de hacer una historia con contexto real, de todas maneras disfracé algunos nombres que los lectores chilenos entenderán, pero los "no-chileno-parlantes" no perderán la secuencia de la historia. No comprometo con ello a nadie ni hay intención de enlodar o alabar a ninguna en particular. Los nombres de empresas aquí mencionadas son sólo fantasía y sobre ello no hago reclamo alguno, hasta donde sé son ficticias, las inventé yo con el propósito de escribir esta ¿novela? Ninguna situación de las aquí narradas es real, si hay alguna semejanza con la realidad es únicamente una coincidencia que puede ser considerada desafortunada. No promuevo ideales políticos o religiosos, no alabo la violencia en ninguna de sus formas, ni la discriminación a grupos políticos o religiosos, minorías sexuales o sus preferencias (como les dicen ahora). Debo reiterar que si bien se indican y describen momentos en que se usan drogas, recomiendo definitivamente no usarlas, bajo ninguna circunstancia, (ni por entretención) y por cierto el uso de preservativos no se señala acá, pero no significa que en la vida real no tome las mínimas precauciones, máxime si su pareja es ocasional o mantiene reservas acerca de su relación que no sea monógama. Si después de todo esto usted sigue adelante, lo hace bajo su responsabilidad, por cierto, esta historia no es recomendable para menores de edad. PRIMERA PARTE PRESENTACIÓN DE MÍ ¡Nos vemos, Marcelo, sé cuidadoso, volveremos el miércoles en la noche!-- fueron la recomendaciones de mi madre poco antes de partir a "la playa", un aburridísimo lugar en la zona central de Chile. Estaba entre feliz y ansioso de estar solo en casa, no era la primera vez, de modo que sabía que debía hacer, cómo hacerme algo de comida y al último, podía pedir algo por teléfono como pizza o alguna mierda de esas que se venden con reparto a domicilio. Se fueron mis viejos... bien. Toda la ciudad estaba de fiesta, las celebraciones patrias de mi país este año fueron largas. Decidí que debía hacer algo, además de mis tareas. Tareas de matemática, otra de dibujo, y ya... estaba listo. Ahora una ducha. Antes, un pito, un caño en verdad, subí a una silla, tomé el paquete en lo alto del anaquel que estaba la hierba; armé mi canuto, luego de prenderlo lo aspiré profundamente. En cosa de minutos la realidad de hizo extraña, lejana, pero deliciosa. En el baño me saqué mis pantalones de buzo, una camiseta de esas que llaman "T shirt" y di el agua caliente. Santiago en septiembre es la entrada de la primavera, pese a ello es necesario ir algo abrigado (`con una chalequita'). El agua tibia corrió por mi cuerpo, la sentí "sedosa", por usar algún calificativo inaplicable al agua pero mi volá me permitía otorgar tales burdos atributos a una simple agua de ducha; me salí de mis reflexiones de física hidráulica, para atender a las sensaciones que me proveía la espuma del champú y su perfume que me hicieron salir de mí, luego el jabón, el agua nuevamente. Las sensaciones de irrealidad era sensacional, sentir mis manos en mi cuerpo fue haciendo de mí una cuerda de sensualidad que no podía manejar muy bien, sólo se desarrollaba sin que lo manejara. Me resistí a correrme una paja. Salí de la tina y el vapor daba imágenes teñidas de alucinación en las "sala de los espejos" como llamábamos al baño cuyas cuatro paredes, incluidas las del cubículo de la ducha, eran espejos de siete milímetros de grosor. Así, uno se podía contemplarse a gusto, por todos lados, supongo que eso era especialmente dedicado a mi madre. Me contemplé en los vidrios traspirados. Mis catorce años (trece y medio en verdad) estaban reflejados en los vidrios, mi pelo mojado hasta más allá de los hombros, más oscuro por la humedad, mi torso delgado, pero no flaco, (en mi casa se podía ser flaco, pero jamás, ¡JAMÁS!, gordo), mis caderas adolescentes y, en el reflejo de los espejos astutamente dispuestos para poder apreciarse desde todas las perspectivas, podía ver además mi trasero, de esos que llaman "poto de burbuja", es decir, cada mejilla era casi perfectamente redonda, parado, de esos que yo sabía que era atracción no sólo de las chicas, sino además de los muchachos desde los 10 a los 70 años y aún más; mi hermana, mi madre y aún a veces mi papá me daban pequeños pellizcos y no dudaban en decir que mi poto había sido hecho por los ángeles. En medio de mis piernas un pene que estando lacio medía unos cuatro centímetros y cuando se me paraba llegaba a los catorce centímetros (uno por cada año me decía yo a mí mismo) con un grosor de tres centímetros. Sí, me lo había medido varias veces. Circunciso, mi piel estaba estrecha desde que nací y mis viejos me operaron haciendo de mi pene un nabo sin piel. Me empecé a secar y me sentí el cuerpo, la verdad es que sin querer ser Narciso ni pretencioso, soy un chico bastante buen mozo, tenía éxito con las chicas y en las fiestas no era extraño que alguna se acercara con abiertas intenciones sexuales. Pero..., pero, algo no andaba en mí, es decir, ¡sí, las chicas me encantaban!, la lista no era muy larga pero satisfactoria, Antonia, Daniela, Elena, Marcela, Flor, Javiera... a cada una las había tocado por todos lados, los adolescentes del siglo 21 en Chile jugábamos a tener sexo, me habían tocado, me lo habían chupado y yo había lamido coñitos suaves, casi sin pelos, otros bastante peludos, tetitas, etc. Cada pasada de toalla por mi cuerpo con estos personajes danzando en mi delirante imaginación hacía que mi respiración se hiciera más agitada. De entre todo, surgió Francisco Javier, ¡precioso!, de quince años. Semiborrachos, drogados en un carrete de sábado, Paco (así le llamábamos debido a que sus padres son españoles) me tocó el poto en su casa, la electrizante sensación me sobrecogió y sin ser muy capaz de reaccionar debido al alcohol y la marihuana, lo dejé, primero con reticencia, y luego con un creciente y expectante placer. Me tomó entre sus brazos y sin decir agua va plantó su boca en la mía. Sus labios me resultaron impactantes, este beso fue a boca cerrada primero y luego abrió la suya, su lengua serpenteó entre mis labios para llegar a tocar la mía, yo tenía mis ojos muy abiertos, pero no hubo caso, le respondía y nos dimos un beso larguísimo, nos quedamos sin aliento, no resistí y le retribuí además su abrazo, estrechándolo contra mí. Mi erección se unió a la de él y empezamos a frotarnos. -- Eres un maricón, Paco--, le dije entre reproches e impulsos a que siguiera en lo que hacía. -- Es que tenís un poto tan rico, weón--, creo que poco nos manteníamos en pie. -- Mmmh!-- fue mi respuesta, de pronto, nos vimos en el suelo de la cocina de su casa, recorriendo entero mi espalda, mi cintura, sus manos viajaron hasta debajo de mi ropa para encontrarse con mis bóxer, sus manos quedaron aprisionadas por mi cinturón. La aventura terminó rápidamente de manera urgente y alarmante debido a que su padre tronó por las partes altas de la casa. -- ¡Paco, que hazes, que ya zon las trez de madrugá...--, lo oímos bajar y nos arreglamos rápidamente, yo acomodé mis pantalones y mi pico que estaba duro como palo, baboseando de la punta, y lo mismo el bueno de mi amigo Paco que de la rubicundez de su rostro pasó a una transparente palidez. -- ¡Vamoz!,¡ que ya ez tarde, ademáz os veo coloca'oz a lor doz...! *** -- ¡Buenas noches Don Paco! -- Fue mi respuesta cuando el enojado padre de Francisco me dejó en mi casa a las cuatro de la madrugada; como era de esperar en mi casa todos dormían, me dirigí a mi habitación, sin lavarme los dientes ni nada, me metí a la cama repleto de imágenes, sensaciones, y deseos. No pasó más de un minuto y podía sentir la dureza entre mis piernas, saltaba mi pene a cada momento, el beso de Paco aún ardía en mi boca, sus manos que sólo tocaron un poco de piel cuando arrolló mi camisa hacia arriba y me acarició desde mis omóplatos, mi pecho, mi espalda, y finalmente sus manos adentrándose bajo mis pantalones, para llegar a tocarme las mejillas del poto, aunque sólo las que sintió con mis bóxer entre mi piel y sus manos. No resistí más, me agarré el pico, y me lo empecé a batir furiosamente sin piedad, las imágenes y las sensaciones invadían mi retina y mi piel a torrentes que no podía controlar y ni menos quería; ésta estaba resultando la más abrumadora y deliciosa paja que me hubiera hecho nunca en mis ya tres años de pajero. El beso de Paco aún seguía vivo en mis labios, y los pocos segundos que su lengua estuvo en contacto con la mía los estaba reviviendo de una manera tan intensa como nunca había logrado ni en mis más febriles imaginaciones. El orgasmo que me sacudió fue asombroso, -- ¡ffffffffssssssssshhhhhhhh ....aaaaa!!!!-- Gemí como un animal, al extremo que mi cuerpo se recogió como electrificado y despegué mi poto de la cama para quedar suspendido en mis talones y omóplatos, arqueando mi cuerpo. El primer chorro fue dar más allá de mi cara para ir a dar a mi pelo, el siguiente fue a dar a mi cara, al igual que el tercero que además me cayó en la boca, los demás mojaron mi pecho, mi vientre, para quedar goteando sobre los aún contables vellos que tenía en mi pubis. Me fui relajando lentamente y fui cayendo a la cama para quedar exhausto; parte del líquido mocoso que había esparcido recién estaba en mis labios, la libido no me dejaba y simplemente abrí mi boca, el semiespeso líquido que era mi semen, se escurrió lentamente entre mis labios y lo agarré con mi lengua, un extraño sabor, ni dulce, ni salado, ni amargo, me recordó le sensación de un caqui que aún está verde. Así y todo fue simplemente alucinante y en mi imaginación se volvió a formar la fantasiosa imagen que me trastornaba desde hace tiempo y que me acompañaba en mis solitarias pero febriles pajas: ¡Chupar un pico!, ohh! Eso era más de lo que yo pudiera manejar, no podía espantarlo de mi mente, allí se anclaba como el deseo más secreto, más ansiado. Entonces, yo era un muchacho que los curiosos psicólogos actuales llaman "Heterocuriosos". *** Y eso era lo que iba mal con esto de las chicas, no sólo mirarles el poto y pasarme el rollo de los genitales que portaban entre las piernas, sino que además los muchachos eran mi atención, y los miraba disimuladamente primero a sus traseros y después, sin duda, al paquete, y me encantaban esos de pantalones apretados y dejaba a la imaginación el cómo sería de gordito, cabezón, o curvo cuando se les paraba. Y a todos por igual; sin embargo, los acontecimientos de la cocina de Paco habían levantado demasiado polvo, y algo de vaga ceguera se me hacía en esto de una difusa "identidad sexual" que cacareaba mi profesora jefa. *** Saqué la moto, y me puse el casco, de gran visera para tapar el rostro, grandes anteojos, todo para evitar a los pacos*, porque a los catorce (trece y medio en verdad) no puedes manejar una moto. En mis pantalones puse dos pitos** y salí de casa. {*Paco, palabra despectiva para referirse a la policía. Similar al gringo "cops". **Pito, porro, cigarrillo de marihuana.} Costanera norte, parque Forestal, San Martín, San Ignacio, 10 de Julio, Avenida Matta, finalmente Parque O'Higgins. Las fondas del parque son recintos transitorios, encierros de ramas de eucaliptos u otros, por ello llamadas también "ramadas" en que se bebe mucho y se baila una danza nacional llamada "cueca" y que ha sido reemplazada paulatinamente por la cumbia y el rap. Dejé mi moto amarrada con una cadena y salí a "dar una vuelta", es decir, fui a "jotear" que es deambular en búsqueda de oportunidades sociales, usualmente de sexo.Todo tipo de gente, usualmente modesta y también todo tipo de "lolos y lolas". Me sentí como el cazador con muchas presas, y no saber cuál elegir, y aun dudando de los resultados de una cacería en la que no era experto, miré todo tipo de potos, tetas, conejitos de muchachas, algunos insolentemente evidentes u otros púdicamente invisibles. Pero además un montón de potos de hombres, especialmente aquellos de los de una edad parecida a la mía, y obviamente sus paquetes, solazándome con que aquel era así, o esa de esa otra manera. Uno que otro viejo de veinte o algo más años era también muy rico. De alguna manera estaba dando rienda suelta a mi imaginación y conforme esta volaba, la calentura me invadía más y más. Hasta que el pico se me paró completamente, tan notorio era en mis pantalones que, aun siendo anchos, me tuve que cerrar la parka para ocultar la verga parada que tenía. No obstante, eso no detuvo mis imaginaciones. Incluso miré a una chica muy linda pero claramente mayor que yo, que me devolvió la mirada. Se acercó a mí, y revolviéndome el pelo me dijo muy divertida, -- ¡erís lindo cabro, pero soy muy chico po'h weón!, ¿por qué no te vay a tomar la papa, mejor? {Cabro: muchacho, joven, crío, adolescente, gente joven} La humillación fue tan grande que me puse rojo como un tomate, sólo la miré y apenas pronuncié un `¡perdón!' Y me fui, sintiendo que quería enterrarme ahí mismo y desparecer en el averno del bochorno. Me tomó como diez minutos recuperar mi dignidad y seguí avanzando entre una multitud de gente. En este avanzar llegué a la elipse del Parque O'Higgins en que había, literalmente, cientos de muchachos elevando volantines, de mi edad así como menores también, el verlos pajeando el viento me devolvió a mis impulsos iniciales y me sentí caliente de nuevo, me envalentoné a niveles que nunca habría podido imaginar; resuelto, simplemente me puse a mirarlos directamente a los ojos, a todo el mundo, tal como había visto que las chicas en los carretes me miraban a mí. Logré éxitos impactantes, algunos se distraían al extremo de olvidarse que estaban elevando un volantín, y me seguían con la mirada, yo me daba vuelta y simplemente los veía que se avergonzaban, o eso era lo que yo creía. Un acontecimiento singular me ocurrió. Había un veinteañero ¡buenísimo! elevando su mierda de volantín, y lo miré abiertamente. El maldito me miró y poniendo cara de hijo de puta me dijo -- ¡Maricón! -- me dio tanta vergüenza y rabia que seguí avanzando luego de hacer el papel de digno de mirarlo fijo, ceño adusto, y seguir mi camino. Eso me decidió a elegir sólo los muchachos jóvenes como de mi edad. Los chicos eran mucho más receptivos a mis coqueteos que eran lo suficientemente obvios como para que se dieran cuenta de mis intenciones, y lo suficientemente sutiles como para huir si era necesario. Cada cual estaba más rico. Los miraba como vigilaban ansiosamente su volantín, lo que aprovechaba yo para hacer una exploración visual completa de sus potos, si los tenía al frente para verles el rostro, y de ahí a sus picos y bolas directamente. Lo más increíble es que no me daba vergüenza, estaba hecho un cínico descarado, sólo que estaba a cada rato más caliente. *** ... y de pronto, uno, se me quedó pegado,... *** ... su mirada fue tan intensa que me sobrecogió; mi sonrisa estúpida de coqueteo estúpido, se me fue diluyendo del rostro estúpido como neblina arrastrada por el viento, nos miramos y un universo de secretos pasaron del uno al otro, no pude resistir la abrumadora pesadez de bello rostro, de toda su presencia y bajé mi mirada, sólo para retornar a mirarlo, incapaz de soportar el no volver a tener su imagen. Allí estaba, no era un sueño. De mi estatura, pelo rubio, sujeto en "trenzas maría" que iban desde su frente hasta el extremo inferior de su nuca, cara amplia y despejada, ojos rasgados sin ser de ninguna manera orientales, el verde de sus ojos eran absolutamente cautivador, su mentón era aguzado, fino, hombros relativamente estrechos, su torso estaba cubierto por una polera de manga corta que revelaban un cuerpo delgado pero bien formado, caderas estrechas, pantalón "pescador", que mostraban un bulto perfectamente delineado entre sus piernas. Brazos delgados que caían a sus costados. Y unas manos delgadas. Lo miré ansiosamente, y lo notó, fue demasiado mi bochorno, volví a bajar mis ojos, y me alejé. Esta vez para no mirar atrás. Mi desazón estaba torturándome, yo que me había portado como un valiente y un cínico hasta ahora, y ahora me veía agobiado por la visión más impresionante de mis últimos años. Llegué a la laguna del Parque O'Higgins, me senté en un banco que estaba desocupado, prendí un cigarrillo, miré sin ver los altos árboles, el ruido en mi entorno había desaparecido, sólo la alucinante visión del chiquillo ocupaba todos mis sentidos. El humo del cigarrillo inundaba mi garganta y yo sólo estaba impresionado. -- Oye, oye... ¿me convidai uno?-- sentí que me decían, miré a quien me hablaba y me quedé paralizado, ¡era él!, ¡demonios!, me había seguido, ¡y estaba a mi lado, pidiéndome un cigarrillo!... -- Ah?, sí... aquí están... -- y le pasé la cajetilla de Viceroy Light que tenía, además del encendedor. -- ¿De dónde soy tú? --, me preguntó, con cierta incertidumbre, mientras prendía su cigarrillo, para toser un poco. -- De Recoleta -- mentí nombrando cualquier barrio de Santiago. En realidad yo vivía en La Dehesa, al opriente de la ciudad, el sector más elegantes y de mejor nivel económico de todo Chile -- ¿y tú? -- De aquí, de San Diego con Tarapacá-- fue su respuesta, y yo supe que era sincera. -- ¡Ah!, Camilo...--, dijo estirándome su mano. Se la estreché, y respondí al unísono --Marcelo-- el calor que sentí al estrechar su fina mano me hizo estremecer y sentir un sofoco que pude dominar a duras penas. -- ¿Qué años tení? -- me dijo en un solo suspiro, mientras me miraba y aspiraba su cigarrillo, seguido por otra tos, delatando que como fumador no era muy experto. -- Catorce, bueno trece en verdad, pero poco pa' los catorce-- dije mirándolo también directamente a sus ojos, medio hipnotizado tanto por el color como por la forma de ellos. El medio año de camino a los catorce era importante para mí, pero ahora había perdido toda relevancia. -- Trece, chócala--, fue su respuesta, y volvió a extender su mano en signo de querer estrechar la mía nuevamente, esta vez lo sentí yo, él tiritó muy suavemente pero aun así lo pude percibir. -- Yo estoy en octavo, liceo Manuel Barros-Begoño-- dijo sin ningún titubeo. Y ahí me cagó, no supe qué responder de retorno, no conocía esta parte de Santiago como para mentir acerca del colegio en que podría estudiar en la comuna de Santiago. Lo miré sonrojado, decidí ser sincero, le dije que estudiaba en el Eagles Nest. En ese colegio la matrícula vale dos mil dólares y la mensualidad quinientos dólares, y que en definitiva no vivía en Recoleta, sino en La Dehesa, en una casa un poco grande, en realidad la más grande de todas. -- Ah, entonces erís un cuico-- afirmó concluyendo-- ¿y que hacís por aquí? {Cuico, persona rica, con dinero}. Decidí ser sincero una vez más: -- joteando-- dije con un aplomo que estaba lejos de sentir. -- Ah--, fue su respuesta. Dimos una pitada a los cigarrillos que fumábamos y no teniendo una puta respuesta que darle le propuse -- ¿querís un pito? --, sus ojos se iluminaron como faros en noche de tormenta. Nos levantamos, lo perverso se me hizo presente de nuevo, metí deliberadamente mis manos a los bolsillos de mi pantalón, haciendo que la parka quedara sobre mis flancos sujeta por mis antebrazos y por tanto mi poto quedó absolutamente a su vista, y me adelanté a él. Así me aseguraba que me lo podía mirar a su gusto y paciencia. Llegamos hasta un rincón de las rejas que rodeaban el parque O'Higgins y nos quedamos ahí, miramos a todos lados y prendimos los pitos, unos grandes caños que había preparado en mi casa y que extraje de mis pantalones. Aspiré profundamente y lo mismo hizo Camilo. Al poco rato los dos estábamos profundamente drogados. Mi cuerpo se estremecía frente a este muchacho que me miraba fijamente a los ojos, resultado evidente de la droga que nos atrapaba inconteniblemente, haciéndose de nuestras esencias. Sentados en el pasto nos quedamos mirando el uno al otro como si el universo no existiera a nuestro alrededor... No pude resistirlo. Estiré mi mano, y toqué su rostro con mi dedo índice, su hermoso rostro, y se lo acaricié, primero su pequeña nariz, luego sus perfectas y delineadas cejas, y finalmente su boca, el centro de atracción que me tenía loco; y el maldito hizo algo que estaba más allá de cualquiera expectativa que yo pudiera tener: abrió su boca y atrapó mi dedo entre sus labios. Si algo podría haber hecho que mi pico se pusiera más duro que lo que lo tenía, fue esto. A la maldición de este Camilo agregó algo irresistible, estiró su mano y la puso directamente sobre mis labios. Abrí mi boca e hice lo mismo. Atrapé su dedo con mi boca, y lo succioné. Chupamos nuestros dedos el uno al otro. Lo más erótico que hasta ahora había practicado aún con muchachas a las que había lamido sus pezones. La punta de este dedo era mucho más que todo eso. Camilo tomó una iniciativa con la que yo ya estaba soñando pero mi cobardía me frenaba, él me retiró el dedo de mi boca, me tomó la mano y la retiró de la suya, acercándose peligrosamente a mi cara, lo mismo hice yo. Era evidente, yo quería besarlo, y él quería besarme... y nos besamos... ...Unimos nuestros labios, sin ningún otro movimiento, sólo estuvimos allí el uno frente al otro, con nuestras bocas pegadas por un lapso que era infinito y exasperante. Abrí mi boca como se abre una bocatoma que da lugar a un torrente de delirios. Camilo entendió, abrió la suya, y yo cerré mis ojos, este muchacho hizo que el vendaval de sensaciones se desatara: estiró su lengua y tocó la mía. Sólo mis reacciones fueron la respuesta: -- ¡Mmm..mmhhh, ffmhhhhh! --, las mismas que se desencadenaron en Camilo, que respondió de la misma manera. Mi pene saltó en espasmos que no pude controlar. Estaba seguro que en él se operaban las mismas sensaciones. Mi presa, la que yo buscaba, estaba en mis garras... y yo en las suyas. Las sombras de la tarde se hicieron prontamente oscuridad, en verdad daba lo mismo, pero la seguridad de que nadie nos veía nos invadió simultáneamente... creo. *** El viento jugueteaba en mi pelo conforme subía por Apoquindo, Camilo con mi casco puesto, a mi espalda se me aferraba de las caderas entre asustado y excitado, conforme yo aceleraba para acortar el trecho entre el Parque O'Higgins y mi casa en La Dehesa. Llegamos luego de 35 minutos; abrí los portones de la casa; Camilo demostraba un asombro cada vez mayor, la amplitud de los bien cuidados jardines de la casa del Gerente General de la Compañía Telefónica más grande de Sudamérica, la casa de tres pisos que mi mamá llamaba "stories", con cubiertas de piedras rosadas del Cajón del Maipo, una piscina de dieciocho metros de largo y cuatro de ancho, un jardín de cinco mil metros cuadrados a cada costado de la casa. Dos perros rottweiller de cincuenta kilos cada uno se acercaron a Camilo que reaccionó con temor evidente, ambos canes se pararon en dos patas y le dieron grandes lengüetazos en la cara, para luego saltar a su alrededor como cachorros; en fin esos perros como guardianes "valían callampa", pero de aspecto eran unas cosas tremendamente intimidantes, mansos como corderos. Un Audi de dos plazas, un Mercedes Benz de vidrios polarizados, un Hummer todo (todísimo) terreno y un BMW de mi hermanita, estacionados en el garaje a ellos se agregaba mi moto de 400 cc. En fin, una casa de ricos de las pocas familias que lo eran en Chile. Sí, mi familia estaba llena de poder, dinero y vicios de ricos. Dado el estado estupefacto en que estábamos por los canutos del parque O'Higgins nuestros movimientos eran un poco aleatorios, comimos unos sándwiches (que yo llamaba emparedados y Camilo sánguches), abrimos un par de cervezas, recorrimos la casa por donde se podía hacerlo excepto el "estudio de papá" aunque sí al de mamá, que era profesora de la Universidad SEK en idiomas, sociología, astronomía, biología celular, ciencias ocultas, alguna mierda así, que era lo mismo para una jovencita chilena de origen muy español (con mucho acento a veces) y muy llena de plata que estudió en Berkeley lengua Inglesa y luego en Oxford, y que la pega la había conseguido por ser bien colocada socialmente. En mi habitación Camilo quedó fascinado con una pantalla plana de cincuenta y cinco pulgadas, asociada a un computador conectado a Internet, consola de juegos, y uno que otro chiche por ahí. La verdad es que yo no había venido con Camilo a mi casa para ostentar con mis pertenencias y juguetes. Yo necesitaba su lengüita de nuevo en la mía. Me acerqué a él y lo abracé, sus malditos labios, tan incitantes; lo busqué ansiosamente, allí estaban, sin trepidar, mi lengua se adentró en su boca y la ENCONTRÉ; me apreté contra él, necesitaba como parte de poder respirar el sentir su lengua y saborearla como si ese fuera el destino que no podía eludir. -- ¡Por qué te demoraste tanto!-- fue su amargo reproche, conforme respondía ansiosamente a mis acercamientos. Su poto, ¡sí!, su poto, mis manos fueron directamente a su rajita, allí estaba a mi disposición y a su gusto, no protestó cuando se lo agarré, se dejó que le tocara el culo, ese trasero tan rico que yo ya había apreciado, y que ahora sentía, sus manos no estaban paralizadas, fue exactamente lo que hizo, me tocó el poto, yo sentía que nada de este mundo era mejor que Camilo me manoseara el trasero. Nos tocamos mutuamente, nos los acariciamos y aún sentí que Camilo deslizó su dedo hasta que encontró mi ano por sobre la ropa y aplastó su dedo suavemente allí; nada más estimulante, hice lo mismo, busqué en medio de su rajita hasta que hallé su delicioso punto débil. Allí apreté y yo quería creer que lo pude sentir. -- ¡MMhhggggh! -- se escapó de la garganta de Camilo--, nada más podía articular, su boca y la mía eran una sola. Necesitaba su piel, tomé su polera y la arrastré hacia arriba, quedó con ella a la altura de las axilas, el calor de su cuerpo fue sobrecogedor, me tomó mi propia polera y sin mucha ceremonia, me imitó, sólo que con más éxito, me la sacó completa, quedé desnudo de la cintura hacia arriba, me pegué aún más a sus labios, exploré toda su boca con mi lengua, lo que me era retribuido igualmente. Y me atreví: pasé mi mano de su culo directamente a agarrarle el pico, la dureza que tenía pegada a la mía ahora estaba a mi merced, la sentí bajo la tela de su pantalón, duro, palpitante. Necesitaba más que eso, fui hasta el cinturón y se lo solté, luego de hacerlo deshice el mío, ya sin control, desabotoné mis jeans, bajé el cierre y me los arrastré hacia abajo para quedar a poto descubierto, él no podía ser menos, fue tentador sentír que se bajaba sus pantalones hasta más abajo de sus rodillas dejándose sus calzoncillos... nos tocamos mutuamente las bocas de nuevo, nuestro ansioso beso sólo era emulado esta vez por las feroces embestidas que nos dábamos con nuestras caderas, para sentir que nos tocábamos nuestros picos parados, necesitaba agarrárselo, tocárselo, ¡aaahhh! Un pico, su exquisito pico me tocaba el mío, metí mi mano derecha bajo su ropa interior, fui directamente allí, se lo agarré,... -- ¡¡WOWW!! ...eso fue adorable, alucinante, esa cosa dura, caliente, mojada en la punta, que se pegoteó en mis dedos, y luego... --... ¡Aahh, Marc, Oooh!, huyó de su garganta... me lo agarró, al igual que yo se lo tenía agarrado a él, estoy seguro que quería mojarse la manos con mis primeros líquidos, los mismos que él tenía y que yo sólo me había adelantado unos segundos... Nuestro mutuo jugueteo estaba haciendo estragos en ambos, acariciaba cada centímetro de su verga, sintiéndola como si fuera de terciopelo, no estaba circuncidado lo que le daba mayor encanto a su pico, jugueteé con el trozo de piel tirándolo hacia arriba y luego retrayéndoselo, a cada uno de estos movimientos Camilo gemía en mi boca. El chico no se quedaba atrás y se había empecinado en la cabeza de mi pico, haciendo que mis jugos se esparcieran por toda ella. En todo esto yo empecé a experimentar un pequeñísimo y molesto problema, que se fue acrecentando hasta hacerse urgente. Muy abochornado tuve que decirle que necesitaba ir al baño, el típico eufemismo para decirle que necesitaba cagar,... y con suma urgencia. Me miró y sonrió con sus labios brillantes por nuestras salivas. -- Ehh!,... ¿te puedo acompañar? -- me preguntó. Lo miré un poco extrañado, era una insólita solicitud. -- ¿Al baño? -- inquirí. -- Sí, yo... ejem... ehh, quiero verte... cagar... -- dijo algo embarazado. Si fue insólito, esto se transformó en la más extraña petición que me hicieran en toda mi corta vida. En verdad yo no podía argumentar mucho más, la excitación, la droga que aún nos afectaba, estaban haciendo que mi urgencia se hiciera un poco insoportable, de modo que sin decirle nada me dirigí al baño y me siguió resueltamente, sintiéndose autorizado por un silencio descomprometido. Nuestro andar era torpe, los pantalones arremangados hasta las rodillas no era la mejor forma ni la más elegante y aún algo ridícula. Al llegar allí, Camilo tomó la iniciativa. Me tomó de los hombros y trató de sentarme en la taza del baño pero al revés, es decir con la cara apuntando hacia el depósito de agua. Imposible hacerlo con los pantalones puestos, debí sacármelos y quedé desnudo, sólo con los calcetines puestos. Camilo se arrodilló detrás de mí, estiró sus manos y me puso cada una en los cachetes del poto. Lo miré un poco con una sonrisa y con algo (mucho más) de bochorno. Haciéndose de mi raja, me abrió, lo que estaba en mis entrañas se precipitó fuera de mí y un largo zurullo se me escapó por el ano, el olor a mierda se expandió por el ambiente y la cercanía de la cara de Camilo a mi trasero debió otorgarle particular privilegio del hedor. El muchacho abrió los ojos, sorprendido y ansioso de verme hacer fuerza, -- ¡Trata otra vez!-- me dijo, con una voz claramente ansiosa, lo intenté, y aún otro mojón se me escurrió del cuerpo mientras Camilo me abría cada vez más hasta casi hacer me doler el hoyo del poto por el estiramiento a que me estaba sometiendo. Lo sentí gemir. Rarísimo, muy raro, supuse que Camilo lo estaba gozando, verme cagar. Hay personas así. -- Ya no tengo más-- dije, aliviado cuando soltó un poco la presión. -- Qué lindo-- dijo entusiasmado. -- Si tú lo crees así... -- fue mi lacónica respuesta. Supuse que ya habría tiempo de pedir explicaciones. Mi "peter" se me puso lacia por el acto de cagar. Pero al tomar el papel higiénico para limpiarme, Camilo me miraba con la cara ansiosa, y una erección pasmosa. -- Oye--, le dije, -- ¿te parece que nos duchemos?, así que damos limpios "de todo", ¿te parece? -- Ya, poh-- fue su respuesta muy vehemente. Se desnudó y yo me saqué los calcetines, di la ducha, calibré el agua caliente y saltamos a la tina. Era curioso y excitante verlo adentrarse en el espacio de la tina con su pene erecto que lo precedía. Nuestros cuerpos quedaron mojados rápidamente, sus trencitas (catorce para ser exactos), se anduvieron desarmando un poco, pero resistieron y dijo que no se lavaría el pelo. Yo ya lo tenía mojado y me eché champú, en verdad yo no necesitaba ducharme, ya lo había hecho unas pocas horas antes, pero era también la oportunidad para que nos empelotáramos y pudiéramos vernos completamente. Metí la cabeza bajo el chorro de agua y empecé a lavarme de nuevo, sentí que sus manos me ayudaban, lo dejé hacer, la sensación en la piel que me tocaba era opresora. Una vez hecho mi pelo, lo vi tomar la barra de jabón, hacer abundante espuma y empezó a ponérmela en la cara evitando cuidadosamente de no ponerme en los ojos, la nariz o la boca y siguió por mi pecho. -- ¡Ja, ja, ja, parecís viejo pascuero con barba, ja, ja!! -- ¡Weón!-- fue mi respuesta. Se empeñó especialmente en mi pecho y aún en particular en mis tetillas, las que dejó erectas como dos maderitos. Siguió su camino por mis costillas, mi vientre, al llegar a mis pelos (no muchos, en verdad), se puso más jabón, e hizo una muy abundante espuma, mi pico hacía rato que estaba duro, y era divertido, obsceno y excitante ver mi pene parado en medio de un montón de espuma, en ningún momento Camilo tuvo reparos de acariciarme directamente el pico, lo que me estaba poniendo a mil. Me di vuelta, quería que me jabonara la espalda, el ¡muuuuy maldito! no abandonó mi pico, detrás de mí, me aferraba de mi pene con una mano y con la otra me empezó a jabonar los omóplatos, y luego bajó no poniendo mucha atención a mi espalda sino que un par de pasadas para ir directamente a mi poto. -- Ooohh, fffss! -- Se me escapó de la garganta. Que me empezara a agarrar el poto fue de un placer casi lacerante, que me sobajeara el pico haciéndome una paja en cámara lenta y que me agarrara los cachetes del culo era algo que estaba más allá de cualquier adjetivo al placer y ansiedad que me estaban embargando. La resbalosa mano iba de arriba abajo acariciando, explorando mi trasero, -- tenís el poto tan lindo, mino, tan redondito, tan suave, mmmmhhh-- fue su elogio dicho con una voz ronca y entrecortada. No pude resistir y me eché hacia atrás, encontré justo lo que buscaba: su pene. Me ubiqué de manera que su verga quedara atrapada por mis cachetes como un hot dog. -- Ahhh-- fue su respuesta. Me refregué y su pene se deslizaba entre mis nalgas. ¡No, basta!, ¡debo sentirlo yo también! Me di vuela lo tomé entre mis brazos, lo besé apasionadamente, me respondió de la misma manera. Le quité el jabón, hice toda la espuma que pude y empecé a darle el mismo tratamiento que me había dado, mucho más ansiosamente, rápidamente jaboné su cuello, su pecho, no me detuve mucho en sus tetillas, quería hacerme de su pico, la presa que estaba allí entre sus piernas. La alcancé. Por primera vez se la podía mirar abiertamente, una rígida verga, de unos catorce centímetros de longitud, en que la piel estaba ligeramente retraída, dejando ver solo el extremo de la rubicunda cabeza de su verga. Le tomé la piel y la eché hacia atrás, apareció como una pequeña papa, con su hermoso hoyuelo al medio, todo húmedo y una gotita de materia blanca babeaba desde el extremo. Lo di vuelta y lo aferré contra mí, necesitaba ponerle mi pene entre sus nalgas, Camilo consintió muy a gusto, echó para atrás su trasero, agarrándome el pico él mismo se lo puso allí, y me lo apretó, se salió como una salchicha de hot dog efectivamente, Camilo, con sus piernas abiertas, me lo agarró se lo apretó entre sus nalgas, y empezó a moverse haciéndome una alucinante paja con los cachetes de su culo. Le tomé la cara, lo volteé y lo volví a besar, nuestras lenguas jugaron mientras Camilo enlentecía su ritmo hasta casi desaparecer sólo para concentrarnos en nuestro hipnótico beso. Nos separamos, y al unísono exclamamos -- Mmhh... --, nos sonreímos. Corté la ya larga ducha y saltamos fuera. Le alcancé una toalla enorme que casi lo cubría entero, lo mismo hice yo, nos secamos y fuimos a mi dormitorio. Simplemente lo miré. El vicioso fue hasta su pantalón y extrajo un IMPRESIONANTE caño, de unos siete cm de longitud y casi medio centímetro de ancho. Le sonreí, y bueno, lo prendimos. -- Oye, -- le dije--, pero ten en cuenta que con ese canuto, no te voy a poder ir a dejar ni siquiera al Metro de la Escuela Militar. -- Bueno, estoy sólo en mi casa, ¿tenís problema en que quede? --, la verdad no me importaba, es más, me pareció fascinante que lo propusiera. Ya había alabado mi casa, aunque seguía impresionado con la manga de wevadas que yo tenía, incluida la moto, una consola nintendo, literalmente centenas de juegos, computador, videos, etc... No había riesgo de que de las casas vecinas se percataran que había alguien acá (haciendo además lo que hacíamos); primero, a nadie le importaba nadie un puto bledo en este barrio, y además, los alrededores de mi casa eran un "patio" de 50.000 metros cuadrados, es decir desde la reja de acero 2,5 metros de alto hasta la entrada de mi casa habían 300 metros. Mi familia era muy rica. Camilo me había señalado que sus papás eran empleados y por tanto de ese fracción económica que en Chile llamamos eufemísticamente "grupo económico C". Mi familia era ABC1 (¡¡Sep pos' hom..!! Poco me importaba esa mierda, siempre pensé que mis papás eran millonarios, ambos, pero yo no. -- Bueno, si estai con el canuto, ¿querí además una chela? -- le propuse. Me sonrió con su sonrisa preciosa en que brillaban sus blanquísimos dientes. Teníamos las toallas puestas como togas romanas, le pasé unas zapatillas y partimos a la cocina, tomé la precaución de abrir las ventanas para que el olor del pito se fuera. Yo sabía que mis papas, ambos, piteaban, pero eran muy precavidos en que mi hermana y yo no nos percatásemos, pero el olor y la briznitas dejadas descuidadamente en el cenicero, eran claro indicios de lo que ocurría y por lo que mi hermana y yo nos hacíamos los weones. Estoy seguro que además había también "líneas" de jale. Prendimos el cigarrillo de marihuana, destapamos las chelas, y empezamos a beber la cerveza y aspirar el picante humo del canuto. Para mi bastaron sólo tres pitadas para quedar tremendamente colocado, tosí como si me estuviera "dando la pálida", logré recuperarme y no di para una cuarta aspirada. Camilo llegó sólo a cinco, las que aspiraba profundamente, se le llenaban los ojos de lágrimas. Tosió intensamente. El silencio se fue apoderando de nosotros, en tanto las sensaciones de todo el entorno se hacían más intensas. El ruido del refrigerador se hizo música, las luces de la cocina se hacían más brillantes, y los olores del ambiente, incluidas las frutas, nos invadían a torrentes. Tuve aún el ánimo de proponerle que fuéramos a ver televisión a mi dormitorio. Nos dirigimos allá y aprecié su cuerpo delgado y bien formado, poniendo especial atención a su trasero. Nos recostamos en la cama, prendimos la tele, hicimos zapping entre varios canales y nos quedamos con MTV que estaba tocando un especial de rock pesado (no me gustaba, pero a él sí); las luces bailaban al ritmo de la banda de heavy metal. Yo me quedé pegado a la tele, las imágenes eran alucinantes y me empecé a hacer parte de ellas, estiré mi mano y alcancé la de él, que la aceptó sin reparos y, al contrario, me la apretó y se aferró a mí. Me volteé y lo miré a la cara. Estaba pasmado con este muchacho a mi lado que se me apegó, me brindaba su calor, y respondía a mi mirada con el mismo encantamiemto que el que yo sentía por él. Apoyó su cabeza en mi hombro, pude oler su cuerpo, y el entrelazado de sus cabellos ordenados de manera tan armoniosa me tenía hipnotizado. Levanté mi brazo y lo tomé del mentón, levantándole la cara hacia mí para perderme en sus ojos verdes, hermosamente alargados. Su boca fue mi centro de atracción, me fui acercando lentamente hasta que nuestros labios se quedaron tocando como si fuera el primer beso, estiró su mano, aferrándome de la nuca me atrajo hacia él y presionó sus labios contra los míos con mucha fuerza e intensidad, abrí mi boca y él la suya, nuestras lenguas se extendieron como buscando agua con miel, nos empezamos a besar, un beso sensual, apasionante, sobrecogedor. Lo abracé apretándolo contra mí, deseaba sentir el máximo de su cuerpo contra el mío y él también lo deseaba, nos apegamos y lo empujé con mis caderas, mi pene ya estaba erecto, igual el suyo, dos palos rígidos que luchaba un apasionante combate a través de las toallas que cubrían nuestros cuerpos. Me arrebató la mía dejándome completamente desnudo, igual hice yo y nos volvimos a atacar deseosamente. Nuestras lenguas luchaban su propio combate y nuestras manos exploraban todos los territorios que dejábamos conquistar, Camilo fue directo a mi trasero, metió el canto de su mano entre los cachetes y yo conquisté sin represalia alguna al guerrero que tenía entre sus piernas. Con mi mano libre, fui hasta su poto e imité lo que él me hacía, se desembarazó de su brazo que tenía sujeta mi cabeza y se fue directamente a mi pene, la masturbación lenta y mutua así como la sensación de nuestros traseros era estremecedora. Metí una de mis piernas entre las de él y levanté una de ellas con la mía, esto hizo más espacio para que las intrusas manos que merodeaban nuestros potos avanzaran a terrenos más secretos, pero igualmente dispuestos a ser conquistados. -- Camilo, ehh... humm... ¿te puedo tocar el hoyo? Me sonrió con una amplia sonrisa -- Marcelo, ¿te puedo tocar el hoyo? Le sonreí a mi vez, al tiempo que lo volvía a besar. Camilo exploró todo mi poto, y me tocó allí en medio, pude sentir que uno de sus dedos me acariciaba el ano con una suavidad infinita, la misma que yo estaba aplicando a su juvenil agujero. El calor que emanaba de allí era sobrecogedor, pude sentir el gemido de Camilo al mismo tiempo que el mío. -- Mmmffgg!... Su pico entre mis manos me tenía enloquecido. Todas aquellas fantasiosas imágenes de mi obsesiva mente volvieron como una arrolladora necesidad. ¡Chupar un pico! Deshice el beso que nos tenía unidos, y fui hasta su cuello. Su pecho, sus tetillas, Camilo pareció entender, se puso de espaldas, abrió sus piernas al máximo y solo se hizo víctima de mis movimientos. En sus tetillas me detuve un buen rato, hasta dejárselas rígidas, seguí hasta su ombligo y hundí mi lengua allí, Camilo sólo respondía con quedos gemidos. -- ¡Ah, ah, aah, aaooh! Le agarré el pico lo que hizo que saltara como electrizado, se lo miré a gusto y se lo acaricié como si fuera un peluche nuevo y muy querido, la piel que le recubría el glande estaba muy estirada sobre el casco que era su cabeza y se la retraje hacia abajo para hacerla aparecer. Rubicunda, húmeda. Me acerqué y le di un ligero lengüetazo que hizo que Camilo se estremeciera. Con mi lengua le lamí todo su glande ya húmedo, se lo limpié de jugos y dejé mi saliva allí. Llegué a sus cocos que tenía una suave pelusa y extendí por ellos mi lengua, las arrugas de su saco se las sentí una por una. Volví a su vara pasando mi lengua por toda ella, hasta que alcancé la cabeza, Camilo tiritaba y gemía, apretando sus manos contra las toallas húmedas a cada lengüetazo y estímulo que le propinaba. Abrí mi boca y tomándo su glande desnudo con mis labios se lo sujeté, el sabor de sus jugos invadió mi boca, y aunque no exquisito, no iba a renunciar a mis tempranas obsesiones. Le pasé mi lengua por toda la cabezuela que esta vez estaba dentro de mi boca. Y lo deslicé dentro de mi lujuriosa y cálida caverna hasta casi tocar mi garganta, una arcada me recorrió el cuerpo, debí retroceder un poco, mi total falta de experiencia me había traicionado, sólo me detuve para recuperarme de la desagradable sensación, y seguí en mi empeño, empecé a meterlo y sacarlo de mi boca lentamente primero y luego alcancé un febril ritmo. Camilo sólo era capaz de emitir sonidos guturales mientras lo masturbaba con mi boca, cada vez iba más adentro y aunque las arcadas se repetían eran cada vez menos intensas, hasta que ya no las sentí y podía hacerlo llegar hasta más allá de mi glotis y aún hacer llegar mis labios hasta la base de su miembro, en que sentía la pelusilla de su pubis que me cosquilleaba la nariz. Llegué a forzar incluso todo dentro, y hasta casi la mitad de sus cocos pude meter en mi boca en tanto sentía que su palo me entraba entero... all the way, man! -- ¡Oye!, ¡para, para!... aaaghh... yo...yo... yoo... yooooo voy a acabar, aghhh!!, hoa... fffhj!, -- sentí que nada me detendría, cuatro o cinco entradas y salidas más de mi boca y Camilo levantó sus caderas y estalló con un chorro que me invadió la boca, bajando directamente por mi garganta hasta mi estómago, seguí tragando el líquido mocoso que sabía a fruta inmadura, los últimos chorros no eran tan potentes, y se quedaron sobre mi lengua, el último se escurrió de entre mis labios y quedó allí; el pene de Camilo saltaba a cada bombeo de su corazón, mientras una gota caía de la punta de su ya lánguido pene hasta su vientre. La que también lamí. Con mi boca aún con el semen de mi amigo, me acerqué a él y lo besé viciosamente, quería que supiera qué era eso. Camilo y yo éramos claramente inexpertos, pero no ignorantes de los vericuetos en los que estábamos adentrándonos. Aceptó mi beso y parte de su semen pasó a su boca que no rechazó y, al contrario, me pareció que lo aceptaba con un deleite que yo casi envidié. -- Mmmh, moco rico-- fue lo que me dijo Camilo. -- ¿Tú hay hecho esta weá antes?, me preguntó. -- ¡Nop!-- le respondí, -- esta es mi primera vez y me gustó más que la cresta--, le respondí. Camilo hizo unas respiraciones profundas para recuperar su resuello. -- ¿Y tú? -- le pregunté a mi vez. -- No, en verdad no, pero he hecho otras cosas-- agregó con algo de misterio en su voz. No le dije nada, sólo le hice un gesto con la cara que era claramente una demanda de mayores detalles. -- ¿Te resultó muy extraño que te viera como cagabai? -- volví a hacer un gesto que le daba a entender que sí -- una vez estuve con una amiga después de un carrete, estaba súper borracha la comadre, borrada de un viaje; estábamos en pelota los dos, y nos habíamos pegado una cacha súper rica, estaba de guata la mina y dijo que quería cagar, pero que le daba paja ir al baño, y la weona loca ahí mismo, de guata, abrió las patas y me dijo que le abriera la raja, ¿cachai?, -- asentí -- , ya po'h weón, lo hice... se le abrió el hoyo un poco y le quedó abierto, y le empezó a salir el mojón, una wea larga, así como la tuya, de endenantes, puta la weá me calentó más que la cresta, verle el hoyo que se le abría y se le cerraba y después que apareciera esa weá, puta, me puso súper caliente..., le miré el hoyo, y le había quedado limpiecito, puta y no aguanté, le di un lengüetazo. La historia me pareció súper fea, asquerosa en verdad, siempre la caca me ha resultado repulsiva y mucho menos excitante. -- Y después de eso, bueno... me quedé con la weá que quería lamer un hoyo -- agregó -- Las mejores pajas me las he hecho imaginando que le estoy lamiendo el hoyo a una mina,... o un mino-- agregó esto último insinuantemente (voz perversa diría yo). Sus últimas palabras fueron de un magnetismo mágico, hizo que mi pene que estaba medio lacio, se me enderezara rápidamente, hecho que no pasó inadvertido para mi amigo, que se puso serio y me miró fijo. Sostuve su mirada y luego, percibí que algo de paralelo en las historias mías y de él hacía que nuestra relación se hiciera tan fácil como era lo que estaba ocurriendo entre nosotros. Yo me había imaginado que me metía un pene en la boca mientras me trabajaba manualmente el mío, el hombre acababa en mi boca, cuando él acababa, lo hacía yo... y esas acabadas eran desmayantes. Y mi amigo había visto y vivido algo muy bizarro con una amiguita y eso le había marcado sus fantasías sexuales más secretas. Si a eso se le agregaba que mi poto era muy rico según me había dicho, entonces yo había tenido mi sueño hecho realidad ¡chupar un pico!, era tiempo que él tuviera su oportunidad. Iba por la solidaridad. Lo miré con algo de perversión, me retraje y me puse boca abajo en la cama y abrí las piernas tanto como pude, enviándole un mensaje que sólo quien no estuviera allí podía quedar ausente de mis invitaciones, Camilo se acercó a mí, me besó en la labios suavemente agregando un lengüetazo, y poniéndose boca abajo, apoyado en sus codos me miró, se estiró y abrió sus piernas tanto como pudo, desde la misma posición, adiviné que Camilo quería ser retribuido en la sensación que había otorgado al dar ese lengüetazo que le dio al hoyo de su amiga. Entendí. Poco me costó recogerme y para llegar directamente a su poto. Si había chupado un pico, por qué no lamer un hoyo,... (Siempre hay una primera vez)... (Además era Camilo)... (Además yo quería hacerlo)... ... Me ubiqué entre sus piernas y se las abrí aún más. La visión de su trasero ya abierto, entre medio se adivinaba su pequeño agujero, fue fascinante, estiré mis manos y las posé directamente en cada globo. Los acaricié como se acaricia a un infante. Tiernamente. Este acariciarlo arrancaba de Camilo gemidos guturales que más bien procedían directamente de sus pulmones. Me atreví a abrirlo, buscando el tesoro, ¡allí estaba!... ...Una pequeña boquita, ligeramente alargada, rodeado de arrugas que convergían directamente en una cavidad estrecha, sin ni un solo pelo, ligeramente más oscuro que el resto de su magnífico culo. Camilo hizo una asombrosa maniobra: apretó y soltó sus músculos y la aberturita palpitó insinuante, cautivadora, enloquecedora en verdad. Le abrí un poco más los cachetes y se abrió como una florcita, pude apreciar las rosadas paredes de su recto. Camilo exclamó -- ¡ooohhhh... ohh, ooh!! -- Le solté los cachetes y del medio de su fascinante orificio desapareció la manchita rosada de sus entrañas, lo volví a abrir y apareció de nuevo. Jugué un rato con esta aparición. Al último, me acerqué al increíblemente atractivo agujero, y deposité un beso allí con mis labios estirados, un besito; Camilo se recogió exclamando -- ooahh!... -- apretando sus cachetes al inesperado contacto que hice de mis labios con su ano. Sentí que me estaba excitando como nunca, la visión y la sensación de este agujerito arrugado eran cautivantes, saqué mi lengua y la estiré, alcancé la pequeña hendidura y la lengüeteé; dos o tres tímidas pasadas de mi lengua, Camilo ya no decía nada, sólo soltaba y apretaba allí a cada uno de los toques que le proporcionaba con mi lengua, decidí lamerlo sin timidez, se la paseé toda su raja, desde lo más alto hasta sus cocos, deteniéndome en ese fascinante agujero para presionar incluso un poco y sentir que se hundía levemente. Le tomé los cachetes del poto y se los abrí cuanto pude, el agujero se abrió y planté mi versátil lengüita allí, pude sentir el terciopelo de su recto, traté de hundirme más en su ano, el mismo Camilo se agarró los cachetes del poto y se abrió en lo que me pareció casi doloroso, pero así pude incursionar aún más adentro, la hacía serpentear desde arriba hacia abajo, directamente en el agujero. La forcé hacia dentro tratando de ponerla lo más rígida posible y me hundí con todas mis fuerzas, aplastando incluso mi nariz contra su raja. Sentí que era exquisito, pero necesitaba llegar más adentro tal como se necesita respirar; metí mis manos entre sus piernas, le alcancé las caderas y con mis antebrazos lo levanté separándole, si más cabe, sus piernas para dejarlo con su culo levantado, muy abierto de patas y con el pecho pegado a la cama. Me puse de rodillas detrás de él, pude apreciar todo su agujero húmedo y esta vez abierto mostrando el pequeño spot rosado que era el inicio del recto. Me curvé hundiéndome allí con desesperación, ataqué su ano con mi lengua nuevamente como si no hubiera mañana, Camilo sólo se quejaba y algo le entendía, -- ¡qué rico!, ¡ahhhh!.. ¡Que rico!... ¡ooohaa! El agujero de Camilo se fue abriendo paulatinamente a los impulsos de mi ya dolorida lengua, pero no me rendía, hasta que entró, entró no sólo la punta de mi intrusa, a lo menos dos centímetros más invadieron el recto de Camilo. Si pensaba que iba a ser repulsivo me equivocaba, era sencillamente delicioso. Camilo enloquecía y con cada arremetida de mi carnosa y babeante lengua hacía que se estremeciera, chillara, suspirara y aún me parecía que se ahogaba, para recuperarse y apreciar el tratamiento que le estaba propinando. Camilo se agarró el pico y empezó a pajearse, en tanto yo le repasaba mi arenosa lengua por la raya, se la ensartaba en el hoyo lo que más podía. -- AAgghhhh... ggnnn, aaaooooouu! -- Fue el grito enorme que salió de Camilo. Le hundí mi lengua todo lo que pude dentro de su ano, sentí que cada trallazo de semen era ratificado por una fuerte pulsación de su recto que me transmitía a mi lengua y que le invadía en oleadas incontenibles todos los sentidos para dejarlo casi desmayado de delirante placer y ... yo se lo estaba proporcionando. Mi pene saltaba como si estuviera epiléptico. Un largo y denso hilillo líquido se desprendía desde mi meato urinario hasta alcanzar la cama... tan caliente estaba. *** Diez o quince minutos más, ya recuperado mi amigo, luego de muchos besos y lengüetazos míos a su pico, Camilo estaba con cara de estar en algún lugar que no era allí y pudo abrazarme. --Gr... Gracias-- articuló, yo lo miraba algo divertido, y le respondí muy "polite" -- ¡de nada!, ¡cuando se le ofrezca! Camilo se incorporó, se apoyó en su codo y me besó tiernamente, yo cerré mis ojos para percibir sólo esa lengua que me invadía en mi boca, abrazándome conforme el beso se hacía más apasionado, su lengua me exploraba todo y aún se adentró en ella para que yo se la chupara, lo mismo hice yo y recibí la misma recompensa, me la succionó hasta casi hacerme doler. Mi pene nunca dejó de estar parado como un palo. Camilo no hizo mayores aprontes ni trámite, se bajó directamente a mi pico y lo puso en su boca, sin tiubeo alguno, la sorpresa hizo que abriera mis ojos y gimiera. -- ¡¡Oooohhhhaa!!!, ¡¡que rico...oooo!!!!! -- Sentí que chupaba la cabeza del pico y allí se detenía saboreándola, lo sentí que tragaba, me succionó salvajemente, y se lo fue metiendo en su entero, abrió su boca y sin pausa sentí que mi verga le entraba en su garganta, y allí se le quedaba, ¡el maldito lo aguantaba sin arcada alguna!, sentí que lo disfrutaba pues escuchaba -- mmmmhh, mmmh.... -- y empezó la sensacional paja con su boca... ¡ohhh, eso era más de lo que yo podía imaginar!, sentí que se escurrían mis líquidos haciendo que oleadas de placer me recorrieran el cuerpo, me sentía tiritando y sacudiéndome espasmódicamente a los toques mágicos que me daba su boca en mi pene. Camilo se arregló de manera que se puso frente a mí, estirado boca abajo, me abrió las piernas y continuó dándome la gloriosa mamada. Su cabeza subía y bajaba con mi pico en su boca, increíblemente apretada en sus labios para darme el máximo de placer posible. Se fue a mis bolas y se las puso ambos en su cavidad húmeda y cálida. Inclinado directamente en mis cocos, se recogió y quedó curvado frente a mí. Volvió a mi pico y lo engulló nuevamente hasta su garganta y aún más allá. Metió sus manos entre mis piernas haciéndome abrirlas, me agarró firmemente los cachetes del culo levantándome la pelvis, y puso mi espalda baja en sus muslos, de modo que yo estaba levantado, con mis piernas muy abiertas, me las levantó aún más, quedé en la más clásica posición de película pornográfica, "patita al hombro", para quedar finalmente con mis rodillas a la altura de mi pecho casi doblado en dos. Quedé expuesto entero a la ansiosa boca de Camilo. Aplicó su boca a mi hoyo, el salto que yo di fue tanto de sorpresa como de placer, un encantamiento mágico se apoderó de mí al ser lamido en mi ano. Su lengua empujaba allí haciéndome gemir desesperadamente, entendiendo ahora los ahogos que había experimentado Camilo no hacía más de media hora atrás. Me abrí yo mismo con mis manos agarrándome cada cachete, la sensación de placer de ser tocado con su lengua justo en medio de mi culo, era abismante; en mi contorsionada posición, la facilidad con que se adentraba su lengua en mi agujero era mucho mayor y, prontamente, tenía metida entera (yo creía) la lengua de Camilo en mi recto dándome oleadas de placer conforme me la metía y me sacaba de allí, y aún podía moverla dentro de mí. Me sentía deliciosamente abierto, me entregaba al placer infinito que el maldito me hacía dando. Detuvo su deliciosa tortura -- Marcelo, puedo... ¿meterte un dedo? --, sólo lo miré con mi boca estirada como un pescado y fui capaz solamente de hacer un signo afirmativo. Camilo se llevó su dedo meñique a la boca y lo mojó, sentí que aplicaba su boca a mi agujero y dejaba saliva allí. Lo vi hacer, llevó la punta de su dedo más pequeño a mi ano, lo exploró arrancándome gemidos de placer. Cerré mis ojos y dediqué todos mis sentidos a percibir la sensación que vendría. Sentí que empujaba un poco y exploraba la entrada hasta que logró insertarlo en el ángulo correcto. Empujó otro poco y sentí que el anillo de mi ano se expandía haciendo que me sacudiera. -- ¡Ups,... ¿te duele? -- Me preguntó, aunque sin sacármelo. -- No-- le respondí, -- sólo hazlo despacito. Cerré nuevamente mis ojos, buscando las sensaciones en el centro del placer que era ahora mi ano. Sentí que el pequeño intruso se adentraba un poco más, la sensación de irse resbalando lentamente por mi recto fue abismante, era impresionantemente placentero, delicioso, sentía que me iba abriendo lentamente, acogiendo el instrumento que se apoderaba de mí y mis sensaciones más insospechadas. De pronto, sentí que su dedo latía, en verdad no era su dedo, había llegado al extremo de mi esfínter anal que pulsaba a medida que me iba abriendo trabajosamente para dejarlo entrar aunque ofreciendo las últimas resistencias al invasor. Un ligero latido de dolor me hizo gritar suave pero audiblemente dando la señal de alarma. Camilo se detuvo. -- ¿Te duele?, ¿te lo saco? -- No, déjalo-- dije entre suspiros y gemidos -- déjalo ahí un ratito--. Apreté involuntariamente un poco mi culo, dos o tres espasmos, que llevaron oleadas de placer a todo mi cuerpo; podía sentir con mayor intensidad el dedo de Camilo encajado en mi ano. De modo que esta vez lo hice a propósito, lentamente el dedo de Camilo empezó a avanzar inexorablemente, esta vez sin dolor y, por el contrario, con mayor placer si cabe. Traspasada la valerosa barrera inicial impuesta por mi esfínter, el dedo se hundió gloriosamente entero dentro de mí, haciendo que alcanzara mis entrañas, donde lo recibí con el más delicioso de los goces. Se arrancó de mí un --AAAAAAhhh... que rrrrrrr...rrico!, ah!!! Aaa!!!... AAaaa!!!! que rr...rricoooooo...., Camilo, Camilo, haz eso de nuevo... porr favoorrr!!!... Mi amigo, retiró su dedo y mi esfínter lo expulsó rápidamente, para que el porfiado Camilo rehiciera el camino de vuelta, llevándome a convulsiones incontrolables al sentirme invadido por ese intruso que me elevaba hasta la nubes sin yo poder controlarlo. Con su dedo insertado profundamente en mi ano, Camilo se curvó hacia delante, retiró un poco su dedo, y lo volvió a meter, esta vez ya sin rechazo de mi esfínter que estaba ya totalmente rendido a las embestidas de mi Camilo. Me atrapó la punta de mi rígido pico con su boca y se lo metió conforme me culeaba con su dedo. Fue más allá de lo que pude aguantar..., mi cuerpo se sacudió violentamente, empecé a moverme para que se me ensartara aún más. -- AAA!!!........ AAAAA!!..... AA!!... AAA! -- cada trallazo en la boca de Camilo me sacaba de mí para llevarme a extremos de delectación nunca antes percibidas ni en la más febril de mis masturbaciones, o aún copulas con chicas. Sentí que me desmayaba en tanto mi cuerpo expulsaba el dedo de Camilo como rechazándolo, la salida definitiva fue tan placentera como las entradas, colapsé, cayéndome de las piernas de Camilo, mientras me abandonaba la respiración y sólo gemía como poseído, lagrimas aún se habían arrancado de mis ojos. Camilo me abrazó diciendo -- ¡qué lindo, que lindo, mi precioso Marcelo!, debo decírtelo, Marcelo, mi Marcy, te amo--, me declaró en tanto tragaba mis últimas gotas de jugo expulsado por mi cuerpo. Comentarios a dap_cl@yahoo.com