Date: Mon, 28 Dec 2020 21:13:37 -0600 From: Billy Wright Subject: Nosotros, Para Ti (Chapter 11) Nifty es algo grandioso y por muchos años hemos disfrutado de todo lo que nos da. Por favor, si puedes, tienes la capacidad y no estas estudiando por favor considera donar (no vale donar si estas estudiando, la educación va primero). Esta historia es ficción, basada en hechos reales, pero ficción. Apenas estoy en Universidad entonces me disculpo por si no subo seguido. Si te gustaría decirme algo, lo que sea, aquí está mi correo: billy.alexander.wright@gmail.com o pueden buscarme en Wattpad (donde esta historia también será publicada) con el usuario @Billy_Alex_Wright Ahora, sin nada más que agregar: Personajes: Alexander - Yo, un chico de 16 años. Christopher - Mi hermano, 2 años mayor (enojado conmigo) Minakami - Chico japonés, misma edad que yo (amable, atrevido y útil) Ekrem - Chico turco, 2 años mayor (cálido, atento y dulce) ------------------------------------------------- Parte 3 Cuento de Hadas 2 (República Checa) La tercera es la vencida... hasta ahora, de todas las frases que tenía, aquella había sido la más decepcionante. ¿Sólo por ser tres significaba que iba a ser especial? No tenía mucho sentido si lo pensaba. Aquel día pospuse mi segunda salida con el chico rubio, no estaba de humor para tratar de tener otra cita o lo que fuera que aquello era. Visitamos la Torre de Pólvora, el Castillo de Praga y el Reloj Astronómico que, debo admitir, mejoró mi humor considerablemente por varios minutos. No sé que había con ese reloj pero verlo había sido algo extrañamente placentero, por un momento incluso creí en el poder de las constelaciones, la vieja magia de las estrellas. Aquel día regresamos también temprano al hotel. Era extraño. Observé a los profesores y compañeros de mi hermano con curiosidad, era inusual el que no hubiera tantas actividades planeadas, casi como si el propósito del viaje fuese estar en el hotel, no visitar la ciudad de ensueño que nos envolvía. Me molestaba un poco pensar aquello. Al terminar de comer, terminé por regresar a la habitación. Al menos ahí estaría solo. Apenas había encontrado el control del televisor cuando la puerta se abrió de golpe, un sinfín de risas surgieron del otro lado. -¿Alex? -Eran mi hermano y una chica, tardaron en darse cuenta de que estaba ahí pero cuando lo hicieron parecían sorprendidos, incluso un poco ofendidos. Por sus risas, miradas y las manos de él en la cintura de ella, era sencillo imaginar lo que planeaban hacer-. ¿Qué haces aquí? Lo observé tirado desde la cama-. ¿Descanso? -Bueno, ve a descansar a otro lado. Estaré un poco ocupado. ¿Aquello había sido una orden? ¿En serio? Me senté-. ¿A dónde? No, no voy a irme. Este también es mi cuarto. -Alex... -Chris me dio la espalda para colocar su mano en la mejilla de la chica, casi como si se estuviera disculpando por el inconveniente que yo les estaba causando-. Dije que te fueras, Alex. -No puedes echarme, -solté, defensivo. Lo dije más molesto y agresivo de lo que debí, no estaba seguro de dónde venía la ira, el coraje-. No me iré. -Alex... -su voz fue retadora, una advertencia. Entonces caí en cuenta del cabello de la chica: rubio. Era la hermana de mi cita, "por supuesto." Como siempre, como con nuestros vecinos hace años, mi hermano tenía suerte mientras yo... no. Eso era demasiado, puse los ojos en blanco y maldije al destino. -¡Este es mi cuarto! -grité-. Si van a hacer algo váyanse a su cuarto, ¡yo estoy aquí! -Adivina, este también es mi cuarto. -Sí, pero yo no te estoy corriendo. Chris se apartó de ella, olvidandola por un momento. Su paciencia era corta y yo la había llevado a su límite. Él avanzó hasta mi lado y se inclinó hacia mí, tomándome del brazo-. ¿Tanto te cuesta escuchar? ¿Hacerme un favor? Necesito un poco de privacidad así que desaparece. Ahora. -Yo... -no supe que decir. Estaba molesto, Chris también, mis palabras sólo empeorarían las cosas así que me dejé arrastrar hasta que me echó de un portazo. Suspiré, molesto pero también un poco triste-. Perfecto. Me senté contra la puerta, derrotado. Mi mente regresó al momento en Japón cuando Chris me encerró fuera de la habitación tras aventar mis cajas bento por la ventana. El recuerdo casi me hizo sonreír, parecía tan infantil ahora, año y medio después. Sin embargo, aquí volvía a estar, la puerta cerrada, afuera, solo. Volteé a la derecha, en la esquina dónde estaba el elevador esperando a que un chico japonés apareciera para dedicarme una sonrisa, justo como la última vez. Esperé y esperé pero nadie llegó. Saqué mi teléfono y rebusqué entre los mensajes. Había creado un grupo con Ekrem y Minakami pero, tal como creí, ninguno había dicho nada en varias horas, sin embargo, ambos habían enviado un sinfín de imágenes de los dos juntos: habían visitando un templo budista, comido sushi e ido de compras a Akihabara. Cerré el aparato con fuerza. "Demonios," apreté los ojos. "Lo que daría por estar con ellos." Si yo me estaba sintiendo así no podía imaginar lo que Baruk debía estar sintiendo. Mi mente se distrajo. Era extraño, siempre lo había imaginado a él y a Ekrem como la pareja moderna perfecta pero ahora... tal vez las cosas no eran tan perfectas como creí. Tal vez no estaban hechas para durar tanto como creí. Permanecí un tiempo así, la cabeza gacha, escondido. Cuando al fin me atreví a volver a abrirlos esperé un minuto, dos, diez, treinta a que Minakami apareciera en el elevador. Nada. ¿No se suponía que la tercera era la vencida? ¿La última? ¿Dónde, entonces, estaba el chico que esperaba? ¿A caso había perdido mi suerte? ¿O es que el chico rubio era tan olvidable? O quizás no lo era, simplemente ahora esperaba más de la vida. "No," me dije. "Los príncipes no llegan, tú tienes que ir por ellos." Era cierto, ¿cómo podía seguir olvidandolo? Me puse de pié y salí del hotel. Le mandé un mensaje al chico rubio pidiéndole vernos en el café de la última vez, entonces comencé a caminar. Al cabo de un rato recibí su mensaje: Allá te veo. Llegué al café mucho antes que él, tanto que el lugar apenas parecía haber abierto. Sin embargo, no había comido así que pedí otro capuchino y otro trdelník. "Preparate" me dije mentalmente. "Segunda cita, segunda salida o lo que sea... tu puedes." Cerré los ojos con fuerza-. La tercera es la vencida, la tercera es la vencida, la tercera es la vencida. -Al abrir los ojos me di cuenta de que el mesero ya estaba ahí con las cosas sobre su bandeja, mirándome extraño. -Muchas gracias, -dije, apenado. No era el mejor café del mundo pero tampoco era terrible, el trdelník, en cambio, era maravilloso, casi salido de un cuento como la ciudad. -¿Hoy no vendrá el otro chico? Me desconcertó oír esas palabras pues no reconocí la voz que las decía. Miré a mi alrededor, inseguro de quien había hablado hasta que me percaté de que había sido el mesero, ahí, de pie a unos palmos, observándome. -¿Disculpa? -El chico rubio, ¿no vendrá contigo? -repitió el mesero-. ¿No vas a verlo hoy? Ayer vinieron, ¿no? Lo siento si me estoy entrometiendo pero me dio curiosidad, ¿estaban en una clase de cita? Lo dudé un instante-. Vaya, si que eres entrometido. Demasiado curioso para tu bien pero... sí, creo que sí, fue una especie de cita. -Oh, -el mesero miró sobre su hombro, nervioso-. Es sólo que, bueno no quería decir esto si lo estas esperando, pero... ¿qué mas da? Mira: creo que definitivamente él no es para ti. -¿No lo es? -El mesero había atrapado mi atención. -No me malentiendas, -se apresuró a añadir-. No parece una mala persona pero tampoco parece... ¿cómo decirlo? ¿Interesante? No sé ve como alguien que tenga mucho que decir, como si no estuviera vivo, ¿me entiendes? Es que ayer te escuché hablar y hablar pero él apenas y escuchaba. Mereces a alguien que te de más atención que esa. -Oh, ¿en serio? ¿Cómo quién? El mesero colocó la bandeja bajo su brazo, dibujó una sonrisa pícara en su rostro y extendió su mano-. Alexjei, mucho gusto. Puedes decirme Alex. Aquello casi me hace reír-. ¿Alexjei? ¿Ese es tu nombre? -Sí, ¿eso es gracioso? -No, no, es sólo que... también me llamo Alex. Alexander. Fue ahí cuando lo escuché reír por primera vez. Había algo especial, algo único en su piel color oliva y lo pronunciado de sus pómulos, contrastando con sus ojos de un color de suave avellana, aquel tono marrón claro de su cabello y una nariz casi puntiaguda. Su rostro se notaba definido, sus rasgos suavemente esculpidos. -¿Puedo? -preguntó entonces, amable. Asentí y se sentó a mi lado-. Es un gusto conocerte, Alex. Y créeme, de un Alex a otro, eso no es algo que digo muy a menudo. -Nunca lo pensaría, -repliqué-. Nosotros los Alex claramente somos selectivos, ¿no es así? -Completamente, debo decir que eres un Alex de pies a cabeza. Oh y, por cierto, gracias por haber seguido mi recomendación y haber probado el trdelník. No todos siguen las recomendaciones que hago. -Bueno, yo no soy como todos, -dije con una sonrisa pero no pude contenerlo, empecé a reír, apenado-. Ya sé, ya sé, es un cliché, lo siento pero tenía que decirlo. -En serio, tenía que decirlo, ¿o qué no tenía permitido decir un cliché? Después de todo este era mi cuento de hadas y yo, justo acababa de conocer a mi príncipe-. Quizás algunas cosas eran mejor siendo clichés. -Estuve a punto de decir algo más cuando otro chico entró al café. -Disculpa, tengo que ir a... mesero. -Ve, ve. Alexjei se levantó, tenía que tomar su orden después de todo. Se movía con gracia, sus movimientos eran elegantes, suaves pero firmes. Se acercó al otro chico y sonrió, preguntando su orden. El cliente pidió y, entonces, rió con algo que Alexjei dijo. Por algún motivo, aquello me pareció tierno. Cuando pasó a mi lado se acercó a mi oído-: salgo a las cinco, ¿por qué no vienes a verme y hacemos algo más divertido? Casi me sonrojé con eso. Asentí, pagué la cuenta y salí del café. Tuve varias horas que matar pero nada que un breve paseo por el centro de Praga no pudiera arreglar. Era extraño pensar como hasta hace un momento me había sentido tan solo, abandonado y ahora, con sólo unas palabras de él, me sentía en la cima del mundo. -Oh, demonios, -pensé al ver la hora y recordar al chico rubio. Le mandé un mensaje, cancelando sin mucha explicación. No dijo mucho, lo aceptó con facilidad. Eso sólo me dijo lo poco interesado que había estado en mí, no obstante, ahora no podía importarme menos. Cuando dieron las cinco, ya estaba afuera del café, esperando ansioso. -¿Me extrañaste? -su voz apareció a mi costado, haciéndome saltar. Eso pareció divertirlo-. Lo siento, no quise hacer eso pero no pude resistirlo. Me disculpo. Era extraño lo amable que era, lo visto que me sentía al estar a su lado. Su atuendo era diferente al uniforme de mesero. Vestía como era: elegante, suave pero firme. Un poco discreto, quizás. Usaba botas, nunca había conocido a un chico que usara botas y la camisa que llevaba tenía un símbolo parecido al de una serpiente, combinando a la perfección con la chaqueta negra que llevaba encima. -¿A dónde vamos? -pregunté, curioso. -Oh, bueno, verás queridísimo Alex, ya que te gustan tanto los clichés, ¿qué te parece ir a visitar uno? Estas aquí de turista, ¿no? Asentí-. Qué observador. ¿Qué me delató? -Tu rostro, -contestó Alexjei-. Parece impresionado con cada rincón de Praga. -Bueno, es que es Praga. ¿O no la has visto? Parece... -Salida de un cuento, -completó por mí, sonriendo. No me esforcé por ocultarlo, suspiré con fuerza, contento. Dios, era maravilloso estar al lado de alguien que te entendía tan bien, que parecía siempre decir las palabras correctas, las cosas correctas. Alexjei me llevó caminando hasta llegar al Puente Carlos. Sí, había visto a la ciudad en un par de películas o páginas de internet y, aunque no la conocía del todo, aquel puente era definitivamente famoso. -Está bien, estoy de acuerdo, -concedí-. Este puente es un cliché. -Hey, algunas cosas son mejores siendo clichés, -dijo. Sonreí de nuevo, ¿a caso siempre decía las palabras perfectas? Era como si su forma de pensar y la mía fueran la misma. Caminamos lo largo del puente. Alexjei me mostró cada piedra, cada artista en su alrededor, era mágico aún con las decenas de turistas, la gente que pedía dinero de rodillas con la frente casi contra el piso. El castillo en la distancia, cuidando la ciudad. Al final, el atardecer tiñó el cielo de los colores más fantásticos y, por un instante, de verdad estuve en un cuento de hadas. -¿Ves esa estatua? -Me preguntó entonces, acercándose a mí por la espalda. Traté de ver a dónde señalaba pero sentir su suspiro en mi cuello, su pecho cerca de mi hombro, casi me hacían perder la respiración. Asentí, casi mudo-. Ese es Juan Nepomuceno. -¿Juan quién? -Nepomuceno, -repitió. Su dedo señalaba a una estatura grande, de un verde oxidado de negro, era de un hombre con barba y sombrero curioso, una aureola de cinco estrellas sobre su cabeza. Se veía religioso, no cabía duda. No obstante, era arte también. -¿Quién fue él? Alexjei se acomodó a mi lado, su hombro y el mío rozándose. ¿Por qué estaba tan al pendiente de eso? ¿A caso tanto me emocionada estar con él? Traté de concentrarme. -Fue el arzobispo de Praga, un gran título un gran honor. Pero eso no es lo más interesante de él. Verás, había aquí un rey y una reina, hace mucho tiempo. La pareja real perfecta excepto por el pequeño hecho de que el rey no confiaba en su amada, pensaba que ella se estaba acostando con otro. Imaginate el escándalo, la reina prefiriendo a otro hombre más que al mismísimo rey. El rey le preguntó pero ella siempre lo negaba, nunca lo admitía. Sin embargo, ambos eran religiosos, devotos hasta la raíz y, por lo tanto, el rey supuso que si su reina había hecho algo indebido, la única persona a la que se lo habría dicho sería, por supuesto, al confesor en la iglesia. -Oh, esta historia si que es religiosa y dramática. -Todas las historias religiosas son dramáticas, mi querido Alex. -No quería interrumpir, continúa. -Bueno, entonces resulta que ella, siendo la reína, por supuesto que la persona con quien se confesaba era el arzobispo mismo. Juan Nepomuceno. Así que él rey decidió visitarlo y, con su poder de rey, le ordeno que le dijera si su esposa era infiel. Ahora, recuerda, esos eran tiempos medievales, lo que decía el rey era lo que se hacía. -Pero Juan Nepomuceno no habló. -Pero Juan no habló, -repitió Alexjei-. A la gente le encantó que Juan pusiera a la religión por encima de lo demás pero al rey no. Al final, Juan fue arrojado al río desde este mismo puente, justo por aquí. Ven. Ves esa cosa que parece una reja? Ahí, justamente, dónde está la cruz de cinco picos. Ahí es dónde fue arrojado. -¿Justo aquí? Alexjei asintió-. Justo ahí, de hecho si ves el río en el fondo hay una placa dónde se supone que cayó y se ahogó. ¿Eso es suficientemente dramático para ti? -Eres un tonto. Puse los ojos en blanco con una sonrisa. Poco a poco, mientras el sol iba cediendo, hundiéndose tras los tejados de ensueño, la gente se fue disipando poco a poco hasta que el puente quedó casi vació. Alexjei me había contado sobre sus clientes favoritos en el café, yo le conté sobre como había sido salir con el chico rubio, sobre como mi hermano estaba enojado conmigo. Estuve a punto de mencionar a Ekrem y Minakami pero cambié de opinión. En lugar de eso, nos quedamos de pie, nuestros hombros rozándose, viendo las estrellas aparecer una a una en el firmamento nocturno. -Debe ser increíble vivir aquí, -suspiré, recargado contra la piedra, mirando las constelaciones a lo lejos. -Depende, -Alexjei dio un paso hacia mí-. Es una ciudad bella, sí, pero todo es mejor con buena compañía. Alguien que escucha tus consejos sobre que platillos probar. Sonreí como tonto-. Eres mesero, estoy seguro que no soy el único que sigue las recomendaciones que les da el mesero. -Oh, ¿eso es lo que piensas de mí, otro Alex? ¿Soy sólo un mesero? Di un paso hacia él, íntimo, cercano. Alexjei no se apartó, sentí sus ojos en los míos, eran grandes, profundos, con una mirada penetrante. Estuve a punto de mirar el cielo de nuevo cuando sentí su mano rozar la mía. -Definitivamente eres el mejor mesero que he tenido, -dije en casi un suspiro. -¿Sales con muchos meseros? -No muchos, -bromé-. Uno o dos por ahí. Eso lo hizo sonreír-. Bueno, ya sabes lo que dicen, la tercera es la vencida. No pude más, en cuanto aquellas palabras salieron de sus labios yo me lancé contra ellos. Fue directo, apasionante. Había algo en aquella ciudad, en aquel beso que me hizo sentir como si estuviera en medio de una película, un cuento, una novela. Era mágico, surreal. Mejor que la tecnología de Japón y mejor que las leyendas de Turquía. Alexjei no se inmutó, sus manos me sujetaron por la cintura, firmes, confiables, fuertes. Sus labios eran gruesos, su boca amplia. Recordé el fuego de Baruk, el azúcar de Ekrem, mi primer beso con Minakami. Esto, en cambio, Alexjei era canela. Algo mágico, no tan dulce ni tan amargo, era una especia, un algo, un secreto, algo nuevo. Alexjei era el mejor besador que había tenido, por mucho. Para ser el primero, el beso duró más de lo que imaginé, casi perdí la noción de dónde estaba y quien era. No fue sino hasta que sentí su mano deslizarse hasta el frente de mis pantalones que di un paso atrás. No obstante, su otra mano, aún en mi cintura, no me lo permitió. Traté de apartarme pero me tenía sujetado con firmeza. Abrí los ojos, nervioso por estar en público más no había mucha gente alrededor. Eso, sin embargo, no me hizo sentir menos nervioso. Pensar que alguien podía pasar y vernos ahí me incomodaba, era extraño, diferente. Al final, Alexjei me soltó. -¿Qué fue eso? -Un poco de aventura, drama y un toque de religión, -dijo, confiado y con aquella seguridad que sólo su voz cargaba-. ¿Nunca lo habías hecho antes? -¿Manosear en público? Nunca, yo... -estuve a punto de seguir cuando mi teléfono comenzó a sonar-. Oh, lo siento, debe ser mi hermano, yo... -Debes regresar, entiendo, -Alexjei sonrió pero apenas lo veía en la oscuridad. -Lo siento, pero si quieres mañana paso por tu café. Eso pareció animarlo-. ¿Tienes tiempo? -Haré tiempo, -dije de inmediato. ¿Qué clase de respuesta había sido esa? Me sentí un poco torpe. Si Alexjei lo pensó también, decidió ignorarlo-. ¿Te veo en el café? -A las cinco, -asintió él-. Ahí acaba mi turno. -Es un trato, -dije cuando mi teléfono comenzó a sonar de nuevo. Me apresuré a deslizarme por las calles hasta llegar al hotel. Sólo entonces miré mi teléfono. No era Chris, era una llamada de Minakami. Me detuve en seco. ¿Por qué demonios pensé que sería Chris? A él no le importaba lo que estuviera pasando conmigo, claro que no era él. Y si no era él, "pude haberme quedado más tiempo con Alexjei." Me paté mentalmente. No importaba, si los profesores seguían permitiendo horarios tan amplios como hasta en ese momento, entonces no habría problema. Lo único que importaba era que yo, por primera vez en mi vida, quizás había encontrado a un príncipe para mí, a alguien que durara más de unos días. Iba muy rápido? No, seguro que no. Cómo Alexjei había dicho: "la tercera es la vencida." Todo era demasiado bueno, un verdadero cuento de hadas. ----------------------------------------------------- Asumo que, como cuidadoso lector que eres, sabes la regla, lo que pasa cuando las cosas son demasiado buenas. ¿O no? Quizás, los príncipes son así. Con ellos, todo siempre es bueno.