Date: Fri, 23 Oct 2020 14:03:43 -0500 From: Billy Wright Subject: Nosotros, Para Ti Chapter 2 Este es mi primer intento de publicar una historia en nifty.org, sin embargo voy a seguir la pauta de otros autores al decir: por favor, dona a Nifty, este es un servicio gratuito y necesita de tu contribución para subsistir. Además, esta historia trata sobre relaciones entre varios menores de edad, está inspirada en hechos reales, no obstante, sigue siendo considerada ficción. Si deseas contactarte conmigo, el autor, puedes hacerlo mediante mi correo electrónico billy.alexander.wright@gmail.com o pueden buscarme en Wattpad (donde esta historia también será publicada) con el usuario @Billy_Alex_Wright Ahora, sin nada más que agregar: Personajes: Alexander - Yo, un chico tímido de 14 años. Christopher - Mi hermano, dos años mayor que yo. Minakami - Chico japonés de 14 años. Parte 1 Noches de Verano 2 (Japón) Hay que admitirlo, es un pensamiento estúpido el fantasear con volverse a topar con un chico al que viste quince segundos en el lobby de un hotel. Igual, eso fue lo que mi cabeza hizo el resto del día. También el siguiente y el que sigue. ¿Qué idiota, no? Incluso mis padres preguntaron si algo ocurría conmigo. Les dije que no se trataba más que de la emoción del viaje y era cierto, un chico lindo no iba a quitarme eso. Sí, pensé en él pero también en lo endemoniadamente diferente que es la comida japonesa, en visitar el Monte Fuji, Kiyomisudera, las puertas Torii e incluso le dedicamos una mañana a ver un partido de béisbol. Lo único que me distrajo fue cuando compré un paquete de dos cajas bento para llevar de regreso a casa. Eso es lo que más me estaba gustando de estar en otro país, conocer su cultura, ver la gente, salir, aprender. No entendía cómo había gente que cuando eran vacaciones no hacía más que quedarse en el hotel, la piscina o el spa. Sin embargo, cada vez que regresaba al hotel sentía mi corazón latir con emoción por quizás toparme con aquel chico. "Tal vez no se hospeda en el hotel," pensé para mis adentros. "Tal vez lo hacía y ese fue su último día." No importaba, no volví a verlo y los días siguieron pasando. Dos semanas, ese era mí tiempo y una se había ido, fue justo ahí cuando tuve la primera discusión con mi hermano. "¡Alexander!" lo oí gritar, nunca era una buena señal cuando hacía eso-. ¿Tú tomaste mi chamarra? "¿Cuál chamarra?" respondí, desinteresado. "¿Cómo que cual? La que compré en Anihabara, la negra." "Akihabara," corregí, él me lanzó una mirada, advirtiendo que me callara. "No, no la he visto, ¿dónde la dejaste?" "Si supiera no te estaría preguntando, idiota. La metí en la bolsa de dumplings que compraste, tú la tenías." "Espera, ¿qué? ¿La metiste con mi comida?" "Sí, te lo dije." "Pero yo, Chris..." "¿Qué?" Sus ojos aterrizaron sobre mí como navajas. "¿Qué?" "Tiré la bolsa en la basura antes de llegar al hotel." "¿Qué? ¡Mi chamarra estaba ahí!" "¡No me lo dijiste!" "¡Sí te dije!" "No te escuché, ¿quién pone la ropa con comida?" "¿Quién tira la comida? Además, ¿en dónde demonios la tiraste? ¡Aquí no hay botes de basura en la calle!" "Vi un camión de limpieza, por eso mismo aproveche." Chris se lanzó contra mí, cerré los ojos esperando un golpe. Al final, me quedé esperando. De niños él me hubiera golpeado sin dudarlo, la diferencia de edad lo hacía más fuerte y grande que yo, sin embargo, ya no éramos niños de diez. Cuando abrí los ojos, él se encontraba junto a la ventana, era grande y no se abría más que una ranura, aun así, su mano se encontraba del otro lado junto con las cajas bento que había comprado. "¡Chris!" grité pero fue en vano, antes de dar el primer paso, él ya las había soltado. Antes de llegar a la venta oí el golpe de las cajas, al asomarme pude ver la comida regada por todas partes, estábamos en el séptimo piso. "¿Por qué demonios hiciste eso?" "Estamos a mano." Me puse en pié y salí directo al cuarto de mis padres. Ninguna de las historias pareció gustarles, sus rostros serios, sus gestos inflexibles, retadores. "¿Tiraste las cajas de Alex?" preguntaron observando a mi hermano. "Él tiró mi chamarra a la basura." "¡No me dijiste que yo la tenía!" "¡Sí te dije!" "¡Pero yo no te escuché!" "¡Chicos!" nos calló mi padre. Apreté la mandíbula, estaba molesto, mucho, no obstante, nunca ganaría una pelea con Chris, sabía lo que debía hacer. "Lo siento," le dije. "De verdad no te oí, no la tiré apropósito." "¿Para qué quiero yo tus disculpas? Me debes una chamarra nueva, igual." "Entonces tú me debes unas cajas bento." "¡No te daré nada!" "¡Niños!" intervino mi madre. "Chris, tú hermano no lo hizo apropósito y aunque así hubiera sido eso no es razón para tirar sus cajas por la ventana. Y tú, Alex, tu hermano te pidió un favor, hasta yo lo escuché, no debes ser tan distraído. Chris, le debes unas cajas bento a Alex. Alex, le debes una chamarra a Chris, esa es más cara así que yo pondré la mitad." "¡Eso no es justo!" se quejó Chris. "No tengo tanto dinero," dije yo. Sí tenía, claro que tenía, pero no tenía planeado gastarlo en Chris, comprar su chamarra significaba no comprar algo mío. "Sin discutir," cortó mi padre. "Ahora vayan a su habitación, casi es hora de dormir." "Pero..." "Alex," esa fue la última advertencia. Chris y yo salimos de la habitación de mis padres. El pasillo era largo, frío bajo mis pies descalzos. Miré a mi hermano pero él no me regresó la mirada ni me dirigió la palabra, en lugar de eso caminó hasta nuestra habitación y cerró la puerta. "Idiota," lo oí susurrar. Tardé un segundo en darme cuenta de que me había dejado fuera. Toqué por varios minutos pero no me abrió; seguramente se había puesto los audífonos y estaba hablando con su ex novia, nuestra vecina. Suspiré, derrotado, sentándome al otro lado de la puerta. Fue entonces que sentí una mirada sobre mí. Alcé la vista para encontrarlo a él, el chico del lobby, caminando por el pasillo, observandome. Fue rápido, quizás un segundo, dos, pero se detuvo un instante, me miró y una leve sonrisa apareció en sus labios. Levanté una mano a modo de saludo y él me regresó el gesto. Mi mente comenzó a jugar, imaginó que él se detendría y comenzaría a caminar hacia mí, se sentaría a mi lado y me escucharía quejarme por horas de mi hermano. ¿No sería perfecto eso? Naturalmente, nada de eso pasó, el chico siguió caminando hasta desaparecer en uno de los elevadores y perderse de vista. Volví a mirar al frente y recargué la cabeza sobre la puerta, rendido. Pasé un instante así hasta que escuché la voz de mi hermano al otro lado, discutiendo. Si había alguien con quien peleaba más que yo era con su ex novia, nuestra vecina que ahora se había mudado. Suspiré. Discutían, sí, pero podía notar que mi hermano la quería. "Al menos él tuvo a alguien real," pensé. "Al menos no tiene que contentarse con ver chicos desconocidos caminar frente de él." Pensé en mi vecino, en su cabello, sus labios, en como nunca me atreví a intentar nada y ahora se había mudado. "Todos queremos un príncipe azul," me dije. "Pero nadie quiere ser el príncipe." Era culpa de las películas, nos habían llenado la cabeza de fantasías. ¿Era así cómo quería vivir mi vida? ¿En una fantasía? "No." Me puse de pie. Vacié mi mente, no podía pensar, pensar era mi peor enemigo, si pensaba las cosas dejaría de hacerlas, tenía que actuar. Comencé a avanzar por el pasillo hasta el elevador. Bajé al lobby, busqué desde el mostrador, me asomé por la puerta e incluso miré en el baño. Nada. "Sigue," me dije. "Sigue, idiota." Bajé a la piscina. Nada. Subí al restaurante y lo ví. Ahí, sentado en una de las mesas, solo. "No lo pienses, no lo pienses, sólo hazlo." No pensé, no pensé y lo hice. Caminé, crucé la entrada y llegué hasta su mesa. "Hola," fue todo lo que atiné a decir. "Idiota," me pateé mentalmente. No hubo respuesta, por un segundo temí que no entendiera mi idioma pero, tras su bebida, respondió. "Hola." Su acento era pesado, crudo. En sus ojos no había mucho aparte de confusión, como si estuviera sorprendido de verme ahí, como si no me hubiese sonreído hace menos de cinco minutos. "Estás pensando," me advertí. "¿Puedo sentarme?" fue lo primero que se me ocurrió. Él asintió con la cabeza más no dijo nada. Su bebida, su cena, todo estaba a la mitad, estaba claro que lo había interrumpido. "Está claro que él no tiene la menor idea de lo que haces aquí." "Soy Alex," añadí. "Alexander." Sólo entonces sonrió. "Minakami," levantó de nuevo su vaso. "No eres de aquí." Traté de evitar que la emoción llegase a mi rostro y atontara mis palabras. "¿Qué me delató? ¿Los ojos?" Él me observó, callado. "Lo siento, era un chiste, perdón si fue malo." Eso sí pareció divertirlo. "Descuida," dijo entre risas. "Pero fue un mal chiste." Los nervios me ganaron y reí también. Apreciarlo así, cerca, no fue tan complicado. Su cabello era el mejor atributo, no tan largo, ondulado, ocultando la parte superior de sus ojos, parecía cuidado, como si quisiera pretender que estaba despeinado, que justo terminaba de correr una carrera y aún se veía fabuloso con aquel tono madera con ambar. Debajo, sus ojos dejaban entrever un brillo de curiosidad, un inquieto misterio que me invitaba a hundirme en ellos. Su sonrisa, en cambio, no era perfecta, se torcía hacia un costado de una forma adorable, suspicaz e intrigante. Pude sentir mi rostro comenzar a sonrojarse, poco a poco. "No pensé que fueras a hablarme," dijo él, de pronto. Abrí la boca pero las palabras se rehusaron a salir. Minakami extendió un vaso de agua, lo tomé de golpe. "Ah, yo creí que tú ibas a hablarme." Minakami rió de nuevo, "pero no dije ningún chiste, ¿está... nervioso?" Pensé. "No," rectificó él. "No creo que me hubiera atrevido a hablarte." Me sentí como un tonto. "Si quieres puedo irme." "No, no lo digo por eso es que, bueno, uno normalmente no le habla a desconocidos en el hotel, además estoy aquí con mi padre y no creo que eso le gustaría. De hecho él ya no debe tardar en bajar." "¿Qué?" la idea de que su padre apareciera de repente se me antojó terriblemente aterradora. "¿Justo ahora?" "Justo ahora," dijo él. "Bueno, no sé cuando pero dijo que vendría." Me puse de pie instintivamente, los platos sonaron con un pequeño clink. Algunas miradas se voltearon en nuestra dirección. "Creo que entonces será mejor de que me vaya antes de que llegue," dije y di media vuelta. "¡Oye!" llamó Minakami desde la mesa. "¿No vas a pedirme mi número?" Mi boca se abrió como estúpido. "¿Debería?" Eso pareció gustarle. "Esta es la primera vez que hablas con un chico así, ¿verdad?" "Eh..." me alcé de hombros, inocente. Minakami soltó una risita, "Dios," suspiré, su forma de reír era atractiva, ¿eso era posible? Me detuve entonces. "No tengo señal, mi teléfono no funciona aquí, no compré cargador." "Está bien," Minakami agachó la mirada por un momento. "¿Te parece vernos mañana?" "No creo poder, estoy de vacaciones con mi familia y ellos..." "No, lo sé," me interrumpió. "Los vi contigo, pero me refiero, ¿puedes salir de tu habitación en la mañana, temprano?" "¿Qué tan temprano?" "Antes del sol." "Claro," solté. Yo mismo me sorprendí por lo poco que dudé antes de responder. "Bien, entonces nos vemos mañana una hora antes de que salga el sol. ¿Va? Así tendremos más tiempo para platicar, ¿has ido al piso de hasta arriba del hotel?" "¿Al spa?" Minakami me miró un instante. "Sí, te esperó ahí, junto a la puerta. ¿De acuerdo?" "Va," acordé. "Perfecto," me dedicó una sonrisa. "Ahora mejor vete antes de que mi padre llegue." Asentí y me encaminé a la puerta, cuando oí de nuevo su voz, por un momento temí que su padre hubiese llegado, en cambio, se inclinó hacia mí y susurró. "Oye, creo que olvidé decírtelo pero, ¿te dije que te ves guapo?" El aire escapó de mis pulmones, mi corazón se detuvo, mi cuerpo entero se congeló por un instante, incluso las palabras desaparecieron. Él sonrió como si hubiese esperado esa reacción. Di media vuelta y salí de ahí. Cuando llegué a la habitación esta seguía cerrada, me senté al pie de la puerta de nuevo antes de ver mis pies. "¿Acaso estuve descalzo todo este tiempo?" Que idiota era. No importaba, nada podía quitarme la felicidad que ahora sentía.