Date: Fri, 30 Oct 2020 17:52:57 -0600 From: Billy Wright Subject: Nosotros, Para Ti (Chapter 4) Este es mi primer intento de publicar una historia en nifty.org, sin embargo voy a seguir la pauta de otros autores al decir: por favor, dona a Nifty, este es un servicio gratuito y necesita de tu contribución para subsistir. Además, esta historia trata sobre relaciones entre varios menores de edad, está inspirada en hechos reales, no obstante, sigue siendo considerada ficción. Si deseas contactarte conmigo, el autor, puedes hacerlo mediante mi correo electrónico billy.alexander.wright@gmail.com o pueden buscarme en Wattpad (donde esta historia también será publicada) con el usuario @Billy_Alex_Wright Ahora, sin nada más que agregar: Personajes: Alexander - Yo, un chico tímido de 14 años. Christopher - Mi hermano, dos años mayor que yo. Minakami - Chico japonés de 14 años. Parte 1 Noches de Verano 4 (Japón) Tardé bastante en idear un plan para estar libre de mi familia, digo, ¿qué podía hacer? Estábamos en una vacación familiar después de todo y, además, estaba el tema de que Chris, mi hermano, aún estaba enojado conmigo. Él repuso mis cajas bento pero no nos dijimos una palabra. Al final, la idea llegó a mi cuando pasé por el elevador esa noche y vi el botón del onsen, aquellas aguas termales en la cima del hotel. De inmediato fui con mis padres. -¿Aguas termales? -preguntó mi padre, poco convencido. -Aguas termales, -repetí-. Es parte de la cultura. -Dije todo lo que se me ocurrió, que sería un momento para mi madre estar sola y relajarse, que yo podría mientras ir por la chamarra de Chris. Me tomó media hora extra pero al final terminé por convencerlos. Al día siguiente, todo se puso en marcha. Salimos en la mañana, desayunamos y, para la tarde, antes de las cinco, ellos tomaron todo de sus habitaciones y salieron camino al piso más alto del hotel mientras yo, en cambio, me apresuré a bajar al lobby. -¡Alex! -Minakami se puso en pie al verme-. No creí que... -No hay tiempo, -dije empujándolo fuera del hotel-. Están en el onsen, creo que van a tardar dos horas a lo mucho y tengo que ir a comprar una chamarra. -¿Una chamarra? -Para mi hermano. -¿Qué? -Te explico luego. Primero salimos volando al metro por la chamarra de mi hermano; el metro en Japón era sorprendentemente silencioso, nadie hablaba, nadie hacía ruido, todos miraban sus teléfonos, era como ir con robots. Cuando le comenté esto a Minakami esto pareció divertirle. -Aquí está, -dije tras entrar a la tienda y encontrar la chamarra. -Alex, espera, -Minakami me detuvo-. ¿Qué tal mejor esta? -En sus brazos había una chamarra, similar a la de mi hermano sólo que, en lugar de ser totalmente negra, tenía toques blancos que le daban un aire de elegancia, era más una chaqueta de universidad, blanco con negro, mucho mejor que la simple tela negra de mi hermano. -Me gusta pero mira, -levanté la etiqueta-. No tengo tanto dinero. Minakami no preguntó, la tomó y llevó hasta la caja registradora-. Yo pago la diferencia. Sonreí, era un tierno gesto pero me pregunté si sabía que era para mi hermano, se lo había dicho. Igual, ya en casa, se la robaría a mi hermano y la usaría también yo. De regreso, optamos por visitar y pasear por un lugar cerca del hotel para tener la mayor cantidad de tiempo posible, fuimos a Asakusa. Era un lugar impresionante, junto a la calle había una gran puerta roja y una lampara de papel gigante, por lo menos tres veces más grande que yo y, a sus costados, en jaulas verdes, había dos estatuas. Debí verme maravillado por que Minakami sacó el teléfono de su bolsillo, apuntó a nosotros y, con un repentino movimiento, se inclinó a mi lado, besándome en la mejilla justo cuando presionaba el botón de tomar la foto. -Un recuerdo, -sonrió él al ver mi rostro a la par impresionado y feliz. Cruzamos la puerta por debajo de la gran lampara tan sólo para encontrarnos con un pasillo y un sinfín de tiendas a los costados. Yo no era el único feliz, Minakami también sonreía de par en par, verlo era todo lo que necesitaba para sonreír; se veía magnifico, su cabello esplendido, ordenado como si estuviera despeinado, su dulce color madera con un toque de ámbar y la ropa que usaba lo hacía ver relajado, casual a la vez que formal. Miré al frente de nuevo, "no lo pienses, sólo hazlo, sólo hazlo" me dije y, con un golpe de valor, lo hice. Estiré mi mano y tomé la suya. Minakami me miró, sorprendido. En su rostro hubo un dejo de inconformidad, luego uno de preocupación, seguido por una sombra de valentía cubierta de alegría, emoción, como si estuviésemos haciendo algo prohibido. Tomamos más fotos en las tiendas, entre el pasillo hasta llegar a lo que parecía un caldero humeante y terminar en un gran templo, iluminándose con el atardecer, repleto y cubierto de luces amarillas, impresionantes, amplias. Todo el tiempo, no lo solté, no lo dejé ir. Y, para mi alivio, él tampoco. -Ven, -me dijo entonces-. Ya sé a dónde deberíamos ir. Lo seguí, claro, el pensamiento de que era un casi extraño guiándome a un lugar desconocido en una ciudad que apenas conocía cruzó mi mente, así que puedes imaginar la extrañes en mi rostro cuando terminamos frente al hotel. Abrí la boca pero Minakami colocó un dedo en frente, callándome. -¿Crees que tu familia haya terminado? -Aún falta media hora, -respondí. Me devolvió un gesto intrépido-. Suficiente tiempo. Quise preguntar para qué pero no me dejó, Minakami me tomó de la mano y volamos al elevador, sin embargo, no fuimos al onsen ni al restaurante, fuimos al piso siete. -¿Cómo sabes dónde...? -Es mi piso, -respondió él. "¿Su piso?" pensé, "¿todo este tiempo estuvimos en el mismo piso?" Avanzamos por el pasillo hasta detenernos en la primer puerta, 701. Fue entonces que comprendí lo que estaba ocurriendo, el chico atractivo japones me estaba llevando a su habitación. -¿Tú padre...? -No está ni estará hasta después de media noche. -No me puedo quedar tanto, -repliqué, eso no pareció inmutarlo-. Media hora. -Media hora, -repitió antes de cerrar los ojos y dejar que sus labios cayeran contra los míos. Este no fue cómo el primero, corto, breve, fugaz. No, este beso duró, se extendió, pude notar cosas, sentir cosas que no había agarrado la primera vez. Al inicio permanecí quieto, mis labios inmóviles, no fue sino hasta que sentí los suyos moverse que comencé a imitarlo, sentí su labios rodeando mi labio inferior, apretando con suavidad, era un sabor gentil, infecto, dulce. Sentí algo como fresa, quizás cereza, también percibí el aroma de su cabello, olía como las páginas de un libro nuevo. Entonces sentí algo más; sus manos no estaban a su lado como las mías, estaban en mi cuello, en mi espalda, empujando su cuerpo contra el mío. Se deslizaban por mi nuca como una caricia, un suave traqueteo, deteniéndose por instantes para marcar pequeños círculos con los dedos. Moví mis manos a su cintura. Nunca lo había tocado así, nunca había tocado a nadie así, sentí lo ancho de su torso, la curva en sus costados; sin percatarme levanté un poco su camisa y pude sentir al piel debajo. Nuestros labios seguían juntos, me detuve por un momento, dudando. "Los príncipes no vienen a uno," recordé. "Yo tengo que ir por ellos." Comencé a besarlo de nuevo, "yo tengo que ir por ellos." Tomé valor y deslicé mi mano en su cadera, sentí su pantalón, la tela de su ropa interior que se asomaba por encima, entonces subí y encontré el espacio entre su torso y su camisa. Con cautela, Minakami levantó mi camisa para luego quitarse la chamarra y deshacerse de la misma. Estaba emocionado, expectante, mucho, podía sentirlo, entonces, ¿por qué llegó a mí una repentina ráfaga de miedo? -¿Estas bien? -lo oí preguntarme. Asentí, él pareció comprender-. Oh, primera vez, cierto, -no supe si lo decía con decepción o no-. Ven. Me acerqué a él, me dejé envolver por sus brazos. Sentí el calor de su pecho al tocar el mío, lo suave que se sentía, lo íntimo, como si fuera un secreto, una pequeña llama que ambos debíamos mantener encendida. Lentamente acercó sus labios a mi oído-. No haremos nada que no quieras, -susurró y, antes de que respondiera, sentí sus labios en el lóbulo, moviéndose traviesos, mi boca se abrió en sorpresa, lo extraño que era, lo bien que se sentía. Nuestros labios no descansaron pero, pronto, nuestros labios no fueron suficientes. Pude sentir su cuello en mi boca, cada centímetro, cada pedazo, justo debajo del mentón, entre las clavículas, traté su lóbulo también. Tenía miedo de si iba bien o no pero, si los ruidos que hacía eran alguna indicación, Minakami lo estaba disfrutando. Aprendí más, entonces, aprendí que besar no era cosa sólo de piel, era cosa de dientes, era cosa de lengua. Me gustaba, era la primera vez que lo probaba y me estaba encantando. Entonces sentí algo más, no en sus labios sino más abajo, con mi cuerpo contra el suyo, fue imposible no sentir la emoción que guardaba bajo la cintura, desde luego, él sentía la mía. Sus brazos me apartaron, di un paso atrás y me senté sobre la cama. Lentamente, sin despegar sus ojos de los míos, deslizó su pantalón hasta dejarlo caer a sus pies, caminando fuera de él. "Ya lo has visto sin nada," recordé el onsen, el baño, sin embargo, esto era diferente, esto se sentía diferente. Verlo ahí, de pie frente a mí, en nada más que un par de boxers azul oscuro, pegados contra su cuerpo, resaltando el tesoro que guardaba entre las piernas, era más de lo que pude imaginar. Me puse de pie y me deshice de mis pantalones también. "No haremos nada que no quieras hacer," recordé sus palabras. La pregunta era, "¿qué tanto quiero hacer?" Minakami dio un paso hacia mí-. ¿Cómo te gusta? -preguntó, no comprendí-. ¿Arriba o abajo? -No lo sé, nunca... -él sonrió, recordando-. Pero podemos descubrirlo. Eso dibujó un dejo de alegría, de travesura en su rostro. Minakami dio un paso más y estiró la mano, besándome en el pecho mientras sus dedos se acercaban al frente de mi ropa interior, rodeando por completo mi miembro a través de la tela, apretando. Dejé escapar un pequeño gemido, eso pareció agrandar su apetito. No obstante, no iba a dejar que él hiciera todo el trabajo. Sin soltar su cuerpo, me puse de pie y lo sostuve ante mí, deslizando mis brazos por su cadera hasta tomar el costado de la única pieza de ropa que le quedaba, entonces me deslicé yo también. Frente de mí, la tela era lo único que separaba mi rostro de su miembro. Hacía calor, ¿por qué hacía calor? No tenía idea más no podía soportarlo más. Con cuidado, deslicé la tela entre sus piernas, poco a poco vi más y más de él, los pequeños cabellos que tenía se hicieron más y, pronto, ahí estaba él, con toda su gloria frente a mí, más grande y recto que nunca. Nunca fui una persona valiente. "Bueno, mírame ahora." No lo dudé, acerqué mis labios y dejé que entrara en mi boca. Pude oírlo soltar un suspiro de placer. Por un momento tuve miedo, ¿qué debía hacer ahora? Escondí mis dientes pero, antes de que pudiera preguntarme de nuevo, mi instinto tomó el control. Comencé a explorar cada pedazo de él, deslizándome de arriba a abajo con diferentes velocidades, su miembro se sentía cálido dentro de mi boca, extrañamente suave pero duro. Saqué la lengua y jugué con la punta, eso pareció gustarle, fui de fondo hasta la cabeza, eso comenzó a hacerlo gemir, cubrí el pilar e incluso lo lamí más abajo, en las piedras. Eso fue lo que pareció gustarle más de todo. Un instante después, Minakami me regresó el favor. Se deshizo de mi ropa, dejando mi piel al aire y se hundió entre mis piernas. Fue inesperado, muy cálido, húmedo, gemí sin pensarlo, sentir la boca de alguien ahí abajo no era lo que esperé, excitante, claro, pero no era el placer que imaginé. Igual, me gustaba. El comenzó a lamer los costados, luego el hueco entre la pierna y mi miembro, tomó mi cadera con fuerza, yo coloqué mis manos en la parte trasera de su cabeza, sujetando su pelo, obligándolo, no muy fuerte, a ir más y más rápido. Al final, no pude más, no lo contuve, le avisé pero no quiso escucharme o tal vez decidió que no le importaba. Sin resistirlo, dejé que mi miembro explotara en su boca, llenando su interior con aquel cálido, dulce néctar. Minakami lo tomó todo. Entones sonrió-. ¿Qué tal va tú primera vez? No tenía palabas-. Wow, -eso pareció describirlo todo. Wow. Nos recostamos sobre su cama, aún sin nada y esta vez, trabajando con las manos mientras nos besábamos, lo hice terminar también, con nuestros cuerpos juntos, su producto cayó entre nosotros, sobre nuestros pechos. Justo entonces decidimos ver el reloj. Nos habíamos pasado de la media hora por más de quince minutos. Me apresuré a vestirme y corrí a mi cuarto sólo para encontrarlo vacío, la puerta del de mis padres tampoco respondió. Minakami, asomado y en nada más que ropa interior, desde la puerta del 701, me llamó con la mano. -No han llegado, -dije al estar a su lado, aún con la puerta abierta-. Creo que el onsen de verdad les gustó para quedarse más de dos horas. -Bueno, a mi también me gustó que hice en estas dos horas. Fue entonces que oímos el ding del elevador sonar, Minakami me jaló dentro de la habitación y cerramos la puerta. Me pegué a la mirilla sólo para ver a mis padres y hermano pasar, todos rojos en la piel, caminando con lentitud y en batas. -¿Son ellos? -preguntó Minakami. -Sí, -asentí, dándome la vuelta. Aquel era mi penúltimo día en la ciudad, no había caído en cuenta de aquello hasta que lo miré entonces, de pie junto a mí, sus ojos con los míos-. Oye, en serio me gustó mucho lo que hicimos, en verdad, fuiste especial. -El primero siempre lo es, -respondió él, plantándome un beso en la mejilla-. Me alegra haber sido tu primero. Y, aunque no fuiste mi primero, has sido el mejor, por mucho. Agaché la mirada, ocultando mis mejillas sonrojándose pero él no lo permitió, con su dedo índice levantó mi mentón y me plantó un beso en los labios. Fue largo, fue dulce y fue la cosa más deliciosa de la vida. Justo cuando creí que duraría para siempre, él se apartó corriendo hasta alcanzar su teléfono, luego regresó junto a mí tan sólo para jalarme hasta la cama y empujarme sobre ella. Sus manos llegaron a mi cintura y se deshicieron de mi camisa, luego de mis pantalones y al final me dejaron sin nada. Sólo entonces, apuntó con la cámara hacía mí. -¿Qué haces? -pregunté, tratando en vano de taparme. Así, apenas uno minutos después, volvía a estar emocionado, erecto y sin poder ocultarlo. Minakami se quitó los boxers que se había puesto y me pasó la cámara-. Si no voy a volver a verte, al menos merecemos un recuerdo del otro, ¿no crees? Lo miré, sospechoso pero pensé en el riesgo. ¿No había oído de muchos desastres por tomar fotos así, sin ropa? Aunque... "estoy en otro país, con un chico a quien nadie de mi familia ni amigos conoce y que probablemente jamás conocerá." Tomé la foto con su teléfono, de él, en toda su gloria, ante mi, y se lo devolví. Sin embargo, él no había terminado. Se puso el boxer y me tendió el mío, sentándose junto a mí para tomar dos últimas fotos, una con nosotros, casi desnudos, viendo a la cámara y otra, con la misma cantidad de ropa, besándonos. -Ten, -dijo entonces tendiéndome un pedazo de papel-. Es mi número, para cuando regreses y tu teléfono funcione de nuevo. Mándame un mensaje y te mandaré las fotos. Y, por si acaso, ten, son mis redes, así no tienes excusa para no perder el contacto y, si alguna vez vuelves a Japón... Sonreí con eso-. No hay nadie más con quien iría, -respondí, comprendiendo que eso no era una relación, había sido algo más, quizás un encuentro, quizás una amistad que empezó como una aventura. Al día siguiente fuimos a visitar un museo y la estatua del perro Hatchi antes de comer sushi. Fue un buen último día, incluso mi hermano pareció relajarse tras recibir su chamarra, creí que se enojaría al ver que no era igual que la anterior pero no se quejó. El viaje de regreso, las más de diez horas en el avión, todo pareció más rápido de lo que en verdad fue. Cuando llegamos a casa y dejé la maleta en la cama, tomé mi teléfono, conectándolo. Apenas llegó a su primer 1%, lo encendí y saqué el pedazo de papel que había cargado a través de un continente. Tan pronto mandé el mensaje observé la pantalla, quieto por varios minutos antes de recordar que allá eran cerca de las tres de la mañana. -¿Te gustó el viaje, Alex? -mi madre entró a mi habitación, revisando que todo estuviera bien. -Sí, mucho, -dije justo cuando los mensajes cargaron y las imágenes de nuestra salida, nuestro beso, nuestros cuerpos y, la imagen de nosotros juntos, Minakami besando mi mejilla, frente a la gran puerta con la lámpara, llegaron, seguidos de un hola. -Me alegro, -dijo ella-. Primera vez en otro país. ¿Ya estas listo para el siguiente viaje? Falta casi un año pero me invitaron a una junta en Turquía, creo que podré llevarte a ti y a tu hermano, tu padre también, si puede venir. ¿Qué tal suena eso? -¿Más viajes? -sonreí-. No puedo esperar. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Recomiendo fuertemente que busquen en Google una imagen de la puerta de Asakusa de la que hablo, en serio, búsquenla y ahí imaginen a un chico japonés besando la mejilla de otro chico. Y sí, habrá más historia, sólo quizás, no en Japón ;)