Date: Tue, 24 Nov 2020 12:51:21 -0600 From: Billy Wright Subject: Nosotros, Para Ti (Chapter 7) Como siempre, por favor recuerden donar a Nifty, es un servicio gratuito del que todos disfrutamos y necesita tú ayuda para seguir siendo así. Por favor, considera donar. Además, esta historia trata sobre relaciones entre varios menores de edad, está inspirada en hechos reales, no obstante, sigue siendo considerada ficción. Esta historia fue escrita por mí, si tienes sugerencias, comentarios, preguntas, críticas constructivas o simplemente ganas de hablar, aquí está mi correo: billy.alexander.wright@gmail.com o pueden buscarme en Wattpad (donde esta historia también será publicada) con el usuario @Billy_Alex_Wright Ahora, sin nada más que agregar: Personajes: Alexander - Yo, un chico de 15 años. Christopher - Mi hermano, dos años mayor que yo. Minakami - Chico japonés de 15 años. Ekrem - Chico turco de 17. Parte 2 Luna Sobre el Mar 2 (Turquía) El Gran Bazar, el Palacio Topkapi, el Bosforo, entre más lugares turísticos visitábamos en la Mágica Turquía, Estambul, más me daba cuenta de las miradas discretas que el guía Ekrem me lanzaba cuando creía que yo no estaba mirando. Agaché la mirada, las palabras de Minakami retumbaban en mi cabeza. "Tienes mucha o muy mala suerte, todo depende de como lo veas tú. Así qué... ¿Cómo lo vas a ver?" Tenía razón. Ekrem tenía un novio y me había invitado a conocerlo, salir con ellos y, en caso de aceptar, a hacer un poco más. Lo tomé como algo extraño, ofensivo incluso, una falta de respeto a su novio y hacia mí. Ahora, sin embargo, no era tan extraño, era, si yo elegía verlo así, una oportunidad. -Mucha o muy mala suerte, -recité las palabras de memoria, u día después, caminando con el tour a lo largo del Bósforo-. Todo depende de como lo vea yo, - hacía calor pero la brisa del agua contra nosotros hacía el camino tolerable, un poco frío incluso-. Así que, ¿cómo voy a verlo? El tour se detuvo-. Muy bien, aquí es dónde vamos a comer, pueden elegir uno de estos dos restaurantes, -anunció el guía-. Ambos son buenos y manejan más o menos el mismo menú. ¿Les parece si tomamos una hora y media antes de continuar? Di un suspiro, cerré los ojos y avancé hacia mis padres. Era momento de decidir. Mi hermano, Chris, seguía enfermo y molesto conmigo. Me culpaba de estar arruinando su viaje por mi idea de que comiera más cosas locales. Yo trataba de no hacerle caso. Mis padres me miraron curioso cuando les dije que le había pedido al guía que me contara de la cocina local, por lo que iba a comer con él. Ekrem había causado una buena impresión con el grupo y sabían de mi amor por platillos extranjeros por lo que aceptaron sin muchos peros. Aguanté la respiración, mis pulmones se habían transformado; inhalaba nervios y exhalaba oportunidad. Era una máquina, el mundo, mi vida, era lo que yo eligiera. Ekrem estaba en una mesa, solo, esperando a que llegase. -Alex, -pronunció mi nombre con aquel pesado acento-. ¿Cómo estás? "Habla normal, se ve normal," pensé. "Como si no estuviera pasando nada. Él sabe que su oferta me desorientó, sabe que estoy confundido y aún así ha sido amable y no para de sonreír." -Ekrem, -saludé, sereno-. Todo bien, ¿qué hay de ti? -Un poco preocupado, -respondió, su voz era cálida, siempre era cálida, aunque tenía en si una pisca de preocupación, no miedo ni pena, sólo preocupación, como si de un padre se tratara, preguntando por su hijo-. Por tí. -¿Por mí? -Sí, -me miró él mientras yo me sentaba-. No quería asustarte. -No estoy asustado. Ekrem me lanzó una mirada dubitativa-. Alex, cuando te dije que tenía novio, bueno, te pusiste algo pálido y eso me preocupó. Luego pasaste el resto del día muy serio. Traté de evitar sus ojos, desviar la mirada. Yo creí que había sido discreto, que las tormentas en mi mente habían pasado tan desapercibidas. ¿En serio era tan transparente? Por el rabillo de mi ojo noté a Ekrem, ahí, aún observándome, atento. Tal vez no era que yo fuese transparente, tal vez Ekrem estaba atento; o tal vez, el encontró mis tormentas porque sabía, para empezar, que había tormentas que encontrar. -Fue... -dudé un segundo, ¿qué palabra debía usar para describir como me sentí? Raro, extraño, un insulto, una oportunidad-. Inesperado. Ekrem no dijo nada, permaneció en silencio. -No lo sé, creo que no estoy acostumbrado a que la gente tenga novio y al mismo tiempo, ya sabes, se hable como tú y yo. -¿Coqueteando, te refieres? -completó Ekrem. Dios, ese chico no tenía vergüenza, eso o tenía una confianza más grande que los cielos-. Sí, no es muy común, creo yo. Cada vez un poco más. Aunque, lo que dije, no quiero que te cause confusión ni nada. Si no estas cómodo o si lo prefieres, podemos simplemente olvidar que pasó. -No, -me apresuré a decir-. No, está bien. Creo que entiendo. -¿Entiendes? -Sí, -hubo una pausa-. Bueno, no lo entendí al instante pero creo que ahora ya. -¿Ahora ya qué? Ekrem y yo levantamos la vista a uno de los costados tan solo para encontrarnos con un chico, alto, más que yo pero menor que Ekrem. Al igual que el guía, sus facciones eran toscas pero remarcadas, su cabello caoba y ojos verdes contrastaban con el cabello carbón y ojos azules de Ekrem. No tuve que preguntar quien era, lo supe en cuanto lo vi. Ekrem se levantó y le plantó un breve beso en la mejilla. Miré sobre mis hombro hacia la mesa dónde mis padres y mi enfermizo hermano se encontraban, ninguno se encontraba si quiera mirando en nuestra dirección. -Alex, -Ekrem se sentó a mi lado-. Te presento a Burak. Burak, él es Alex, de quien te hablé. Estiré la mano, Burak me sonrió de inmediato, recibiéndola con facilidad. Traté de sonreír de regreso pero no logré más que formar una mueca torcida que traté de ocultar agachando la cabeza. -Ekrem tenía razón, eres tierno, -soltó Burak sin mucho esfuerzo. Eso sólo hizo que me apenara más, mis mejillas sonrojándose. ¿A caso ningún turco tenía pena por nada?Demonios-. Y penoso por lo que veo. -No soy... -decidí mejor no quejarme-. Lo siento, es sólo que esto es muy nuevo para mí. Burak y Ekrem intercambiaron miradas, extrañados a la par que comprensivos. Eran como... -¿Saben algo? Ustedes dos, Ekrem, Burak, ustedes dos son como... son como el té. Si el té fuera una persona, serían ustedes. Son cálidos, familiares, te hacen sentir mejor, seguro y bien contigo mismo aunque a veces pueden ser exóticos y demasiado especiados. Son té. Ambos me miraron, sin saber que decir, antes de comenzar a reír. -Nunca nadie me había llamado té, -comentó Ekrem. -¿A caso me llamaste: especiado? ¿Lleno de especias? -Inquirió Burak-. ¿Debería estar ofendido? -No, no, para nada, es más como... un cumplido, una descripción de como me siento. Es sólo nuevo y, bueno, té. Ya saben, agua caliente, una taza... -¿Tasa? -Ekrem intervino-. Occidentales. Querido Alex, en Turquía, la Mágica Turquía, el té no se toma en tasas, se toma en... -hizo una pausa, se puso de pie y, de la barra, regresó con un pequeño vaso de cristal, ondulado, con decorados dorados-. Esto. Esto es té. Burak nos dio la espalda unos segundos, dirigiéndose a la barra. Aproveché el momento para mirar de nuevo sobre mi hombro a dónde se encontraba mi familia. Ekrem se percató antes de voltear a ver a su novio y hacerle una seña con la cabeza, apuntando afuera. -Vamos, -dijo entonces. No fuimos lejos, tan sólo mesas exteriores del restaurante, en la orilla del Bósforo, lejos de los ojos de mis padres. Detrás de nosotros, poco después, Burak apareció con tres vasos de té y una caja cerrada, ornamentada, dorado con rojo. -Listo, -anunció Burak-. ¿Quieres ver probar un par de bocadillos turcos? Aquí está todo lo que necesitas. Ten, uno es para ti, Alex, este es mío y este es para ti, amor. En cuanto Burak dijo la palabra amor me recordó la realidad de la relación que tenían, de lo qué eran y de porqué yo estaba ahí con ellos ahora. Decidí distraerme en el té, tomándolo entre mis manos, oliéndolo antes de llevármelo a los labios. -Es té negro, -Ekrem se inclinó hacia mí. -Pero es rojo. -La especia es negra, -aclaró con una sonrisa en el rostro-. Quizás no somos como el té que imaginaste, te faltó ponerle un poco de magia y un poco de Turquía a tu visión de nosotros. -Y hablando de magia, ten, prueba esto, -Burak extendió la caja ornamentada, abriéndola para revelar su interior de pequeños cubos blancos cubiertos de polvo, se veían como salidos de algún cuento de hadas antiguo-. Delicias turcas. -¿Delicias? ¿Así se llaman? -Delicias, -repitió Ekrem-. Así que ya te imaginarás como saben. Tomé el té en una mano y una delicia en la otra. Fue inconsciente, mi rostro estaba iluminado, lo sabía pero ese era el efecto que producía en mí el poder probar algo nuevo. El té era espléndido, no era demasiado caliente ni amargo como imaginé, era dulce y tenía un ligero sabor a manzana, casi indetectable. La delicia turca, en cambio, era evidente, directa, con una consistencia gelatinosa. El polvo encima era azúcar por lo que su sabor era fuerte por fuera pero discreto por dentro, era de higo, me tomó un instante descifrarlo. Al terminarlo, instintivamente mi mano fue en busca de otro. -Creo que si te gustó, -Ekrem parecía contento. Cerré los ojos, disfrutando del sabor-. No sé como lo saben o si es casualidad pero me encanta probar cosas nuevas, no sé, es una de las cosas que adoro, en especial cuando se trata de la comida. -Lo supe cuando probaste el kebab con tanta emoción, -Ekrem sonrió-. Aquí, en Turquía, encontrarás que ese es el punto de la comida: disfrutarla, compartirla. También el vino, de hecho, ¿sabes? Hay un dicho... Un hombre es como un edificio... Burak intervino-. Un hombre sin panza es como una casa sin balcón. Observé a los chicos, desconcertado, tuve que reírme con aquello-. ¿Qué rayos significa eso? -Significa que lo más importante de la vida es disfrutarla, -completó Ekrem-. Lo demás, las apariencias, el trabajo, lo que la gente dice o hace, todo eso va segundo. Si quieres comer, come, si quieres beber, bebe. Un balcón hace más bella a una casa y un hombre con panza es un hombre que disfruta. Era extraño, curioso; pero en su extraña y curiosa forma parecía tener sentido lo que decían. Quizás era una lección que le vendría bien aprender al resto del mundo aunque no estaba seguro que sólo teniendo una panza podías demostrar que disfrutabas la vida. -Me gusta, -dije al final-. Todo. El dicho, las delicias, sobre todo el té, me encanta el té. -Gracias, -Baruk dio un sorbo a su vaso. Lo miré desconcertado-. ¿Gracias, por qué? -Dijiste que sobre todo te gustó el té, ¿no? Pues, ¿qué no habías dicho que nosotros éramos el té? Los tres reímos con eso, yo me contenté, sin negarlo, sin admitirlo. Estar con ellos era diferente a estar con Minakami. Estar en Turquía era diferente a Japón. Ambos eran desconocidos, sí, pero mientras Japón había sido una nueva experiencia, un cambio, un darme cuenta de lo que podía hacer, Turquía era aprender a disfrutar eso que había aprendido, más cálido, más seguro. -Un hombre sin panza es como una casa sin balcón, -repetí, distraído. Era curioso lo cómodo que me sentía estando con ellos. -Eso es justo lo que te decía, -Ekrem tomó una delicia en sus manos, observandola-. Cuando te conté de Baruk, el otro día. A eso me refería. La vida es una y es para disfrutarla, no para hacer tonterías o actuar sin pensar, pero para disfrutar cada momento en ella. Cuando le conté a Baruk de ti, él dijo que eres atractivo y, bueno, lo que sentimos y lo que hacemos con nuestro cuerpo va separado para nosotros, ¿me explico? Asentí suavemente, Baruk, a mi lado, observaba a su novio, tranquilo. Como si supiera lo que iba a decir, familiarizado con sus palabras, cómodo con su relación. El que yo estuviera ahí no lo ponía ni un poco incómodo. -Y, para que conste, también yo creo que eres atractivo, Alex, -Ekrem se inclinó hacia mí-. Nos gustaría salir contigo, no en una relación, claro, estas de vacaciones pero sí en una cita y, si estás de acuerdo, también a hacer algo más íntimo. Ya sabes, los tres. Mira, no queremos divertirnos contigo, queremos disfrutar contigo. Si es incómodo para ti, no estar de acuerdo o simplemente no te llama, está bien, créeme, entendemos que esto no es para todos. Levanté mi vaso de té, me detuve a la mitad y volví a bajarlo-. Yo... -No tienes que decir ahora, -interrumpió Baruk-. El tour aún tiene una semana, ¿no? ¿Un poco más? Si quieres puedes pensarlo, puedes... -No, -lo corté-. Yo, bueno, desde que Ekrem me preguntó he estado pensando y sí, me gusta la idea de tener una cita con ustedes. Es raro para mí y nuevo pero, no sé, hay una frase que yo me digo bastante: "no pienses, actúa." Y no me refiero a hacer tonterías sin pensar, si no que, a veces, hay cosas que deben pensarse y cosas que deben, como hacen ustedes en Turquía, deben disfrutarse. Así que sí. Claro. Ekrem tenía los ojos en mí, cálidos, un poco preocupados-. ¿Seguro, Alex? Puedes decir que no sí tú... -Sí, estoy seguro. A todo, la cita, la cama, todo, sí. Ekrem y Baruk intercambiaron miradas, sonriéndose el uno al otro. -Perfecto, aún falta bastante del tour así que puedo pensar en algo para que tus padres te dejen estar con nosotros sin que se preocupen, el punto de esto tampoco es preocuparlos, -se apresuró Ekrem a añadir-. Tú déjame eso a mí. -De hecho, mi madre dará una reunión, por eso vinimos a Turquía, -comenté-. Durará dos días y creo que mi padre irá a verla. Por eso vinimos en tour, para que mi hermano y yo no estemos solos esos días. -Ese día podemos tener una cita, entonces. Asentí, entusiasta. A mi lado, Baruk se sentó más cerca. -Alex, -me dijo, su voz suave, hipnótica-. Igual, si hay algo que no te parece, dilo. El chiste es todos estar bien, ¿vale? Bien, y ya que estamos en eso, ¿te molesta si...? Baruk se inclinó hacia mí, poco a poco, recortando los centímetros entre nosotros; su rostro estaba a tan sólo un palmo cuando me percate de que sus labios apuntaban a los míos. No me moví, permanecí sereno, quieto, hasta que mi boca rozó a la suya. Por un instante, dudé, antes de dejarme llevar e inclinarme yo también hacía él. Fue intenso, inesperado, una flama entre mis manos, poderosa, brillante. Cuando Baruk se separó, apenas oí la voz de Ekrem al lado-. Eso fue increíble, - sin embargo no le di mucho tiempo para hablar pues, con mis ojos en los suyos, le pedí permiso para acercarme y, esta vez, tomé yo la iniciativa. Besé a Ekrem lo mejor que pude, no lo pensé, dejé que mi instinto me guiara. Fue diferente. Dónde Baruk había sido una llama, intensa, poderosa y cálida; besar a Ekrem era besar a una delicia turca: sus labios eran dulces, cubiertos de azúcar, te hacían creer que nunca serías feliz probando nada más, se veían firmes pero eran suaves, eran todo sabor, todo consistencia. Eran el mejor dulce que había en el mundo. -Tienes razón, -oí a Baruk-. Ver eso fue increíble. Le sonreí a ambos. Era extraño pero emocionante a la vez, besar a dos chicos, a un par de novios, turcos, frente del otro y parecía que ellos lo estaban disfrutando tanto como yo. Observé la puerta del restaurante, mis padres aún no salían, mi hermano tampoco. Eso significaba que tenía un poco más de tiempo. -No puedo esperar a tener esa cita, -dije sin pensarlo, en voz alta. -Yo tampoco, -dijeron Ekrem y Baruk a la vez. ----------------------------------------------------------------------------- Espero que esto deje en claro la dirección en la que avanza todo y, sobretodo, ya podrás imaginarte que hay en el siguiente capítulo.