Date: Wed, 12 Jul 2023 23:32:55 +0000 (UTC) From: elinav1993@yahoo.com Subject: todos los chicos de mi clase, Capítulo 1 Hola. La siguiente historia es completamente ficticia. Todos los personajes y situaciones aquí descritas proceden de la imaginación de quien escribe y no corresponden a ninguna persona o lugar en la realidad. Si les gustó la historia y quieren leer más, por favor escríbanme a elinav1993@yahoo.com y háganmelo saber. Me cogí a todos los chicos de mi clase Desde pequeño dicen que me veo más grande que mis compañeros de generación. Soy el más alto de la clase, y no es coincidencia que también soy el deportista más destacado. En cierta forma, esta historia es acerca de cómo mi cuerpo me ha llevado a donde estoy. Siempre fui un poco más alto que los demás, pero a los 14 empecé a crecer por encima incluso de mi papá, quien es él mismo un hombre grande de 1.80. De él también heredé mi voz, que es gruesa y algo rasposa, y mis ojos negros, algo rasgados. Digamos que a donde quiera que voy, la gente nota que estoy ahí. Ahora que escribo esta historia, empiezo a entender cómo es que estoy a punto de haber cogido con todos los hombres de mi clase, incluso los heterosexuales. Creo que lo principal en esta historia es que los hombres simplemente somos más calientes. Incluso los heterosexuales, que no solían o gustaban de coger con hombres, lo hicieron conmigo porque les ofrecí una salida a su calentura que además tenía una pizca de "logro". Coger con el más atlético de la escuela les hacía sentir especiales. Para mí, poco a poco llenar a cada uno de mis compañeros de mi semen se volvió un reto que yo quería alcanzar. Cada uno de sus culos, altos, bajos, delgados, musculosos, pálidos y morenos, llenos de mis mecos. En esta historia irán leyendo cómo los fui conquistando. En la escuela, incluso puedo notar que algunos de mis profesores me ven con lujuria. Uno de ellos, el profesor de administración, siempre se queda viendo el botón de mi camisa que está justo a la altura del pecho. El verano pasado empecé a agregar gimnasio a mi rutina de ejercicio, que solía consistir principalmente de futbol; lo que hizo que mis hombros se ensancharan y que ahora la camisa blanca del uniforme se estire justo donde aprieta mi pecho. Aunque pueda dar un poco de pena, debo admitir que me gusta cómo se ve. Las mangas cortas de la camisa se aprietan alrededor de mis bíceps, y a los lados del botón estirado, pueden verse mis pezones por debajo de la tela. La camisa tiene ya algunos años, ya que la compraron antes de la pandemia. Como estoy a poco de terminar la preparatoria, mis papás no quisieron comprar una nueva. A quien más le gusta el "look" es a mi ex-novia Elisa, con quien terminé poco antes de que comenzara lo que voy a contar en esta historia. Duramos varios años de novios, y aunque hicimos algunas cosas a nivel sexual, mucho de nuestra relación se dio principalmente porque los dos nos veíamos mutuamente como las personas más atractivas del salón. Ella es rubia, de familia argentina, delgada y muy pálida de piel, lo que la haría parecer protagonista de alguna telenovela juvenil. No puedo decir que no tuviéramos sexo por falta de interés suyo. En clases siempre estaba tocándome por debajo del escritorio, rozando mis muslos con su pierna, o incluso en ocasiones particularmente atrevidas, me tocaba el bulto con la mano, lo que me hacía tener una enorme erección que después era difícil de ocultar. A ella le provocaba un interés enorme mi pene, decía que aunque no conocía muchos, estaba segura que era el más grande que había visto. Yo no tenía punto de comparación físicamente hablando, pero siempre que veía pornografía me sentía comparable con los hombres de los videos. En las ocasiones que los compañeros de fútbol nos bañábamos juntos, alguna vez algún compañero llegó a comentar que el mío era de buen tamaño. Al menos flácido, creo que fácilmente era el más largo y grueso de los del equipo. De cualquier modo, durante la pandemia no hubo mucha acción para nadie de mi edad en mi ciudad, así que la atención de mi novia era bienvenida, aunque no sé si realmente ella era lo que me interesaba. Quizás si podría haber tenido sexo con ella, aunque su cuerpo siempre me pareció algo "suave" y frágil. Aunque nunca se lo conté a ella, mis primeras experiencias con otras personas fueron con otros hombres. Durante la pandemia los entrenamientos quedaron suspendidos, por lo que el entrenador nos animaba a buscar otras personas con quienes practicar en espacios abiertos. Cerca de mi casa vivía Alan, un chico de una generación arriba de la mía. Él también entrenaba futbol y era muy dedicado. Cuando la pandemia suspendió los juegos, él siguió yendo a entrenar en el parque de su colonia y buscó un entrenador de gimnasio para ayudarle a mantenerse en forma. Durante varios meses, entrené con él. Alan tenía reputación también como el galán del equipo. Era muy bien parecido, con unas cejas gruesas y pobladas y una boca rosa gruesa. Como muchos de nosotros, había dejado crecer su cabello durante la cuarentena y lo partía en medio como los chicos de TikTok. A la hora que íbamos en el gimnasio había poca gente. Era una hora en la que se supone tendríamos clases en línea y lo único que hacíamos era conectarnos al principio, para después dejar el teléfono conectado a la videollamada, con la cámara apagada y el micrófono enmudecido. Hacíamos la rutina del entrenador juntos, a veces ayudándonos a corregir la forma mutuamente. Él tenía más experiencia que yo, por lo que normalmente él me corregía a mí. Debo admitir que nuestro encuentro iba anunciado en estos entrenamientos. Acostado en el banco para hacer press de pecho, debo reconocer que yo apreciaba la forma de su bulto y él parecía ponerse más cerca, para quedar justo con la ingle de sus shorts a la altura de mi cara. Eso no es para decir que no nos tomáramos el entrenamiento en serio. Alan era más bajo que yo (casi todo mundo lo era), pero había logrado un cuerpo sumamente estético. De ninguna manera era pequeño; a sus 17 años tenía una espalda ancha y grandes bíceps y pectorales, y su abdomen mostraba definición que el mío no tenía. Siempre que terminaba una práctica, le gustaba posar frente al espejo, descubriendo el elástico de sus shorts para revelar las líneas "v" que descendían hacia su vello púbico, en el cual no podía evitar fijar la mirada. Una de esas ocasiones, Alan se percató que lo estaba viendo y para evitar el momento incómodo, le pregunté: "¿Y esas siempre las has tenido?" "La verdad no, las empecé a notar este verano", dijo riendo un poco. Viendo al espejo, levanté mi propia camisa, mostrando mi abdomen que aunque tonificado no tenía tanta definición como el suyo. Él se fijó en los vellos que subían de mi cintura hacia mi ombligo, que formaban un camino negro y grueso. "¡Ah, peludo!", remarcó. "Yo también tengo un poco pero me los rasuro". "A mí me gusta con pelos. Me da mucha comezón si los quito", le dije. "Pero no te quitas más abajo", le dije aludiendo a su vello púbico, que pude ver cuando bajó el elástico de sus shorts. "El abdomen sin pelos se me hace que se ve más estético, pero allá abajo también me da comezón": "¿Alguna vez te has rasurado todo?" pregunté. Él se había quitado la camisa para cambiarse. Las gotas de su sudor corrían por sus hombros delineando cada músculo, y el aroma de su desodorante y su cuerpo inundó el vestidor. La sangre empezó a hinchar mi pene por debajo de mis shorts y traté de acomodarlo discretamente antes de sacarme yo la playera. "Sí, alguna vez," me contestó. "No lo vuelvo a hacer", rió. "Pero normalmente no lo dejo crecer como lo traes tú", dijo viendo fijamente el vello de mi estómago una vez más. "Mira," me dijo bajando el elástico de su bóxer hasta el fondo, revelando su vello púbico y quedando completamente desnudo frente a mí. Su cuerpo era una verdadera delicia, cada músculo bombeado después del gimnasio. Sus gruesos muslos estaban cubiertos de vello, y su pene estaba coronado de una mata de pelo que se veía cuidadosamente recortado con máquina. Aunque pude haber contestado con alguna broma, no lo hice. Me quedé viendo fijamente su cuerpo, y ese hecho debió ser lo que lo alertó a mi atracción. "Mira", dijo una vez más, esta vez empezando a jalar a su pene desde el prepucio, y pude apreciar su tamaño. Alan tenía un pene grueso que se empezaba poner erecto. Él jadeaba, nos mirábamos fijamente a los ojos. "A ver el tuyo", me dijo. "Vi que lo estás escondiendo". Me quedé frío. Volteé a ver si no había nadie más en el vestidor, pero era poco probable. No había nadie más y ni siquiera había tantos empleados que pudieran entrar. Dudando un poco, me puse de pie y bajé mi short también. Mi pene estaba erecto al máximo, y mi corazón latía rápidamente ante la situación. "Si eran ciertos los rumores", dijo. "Me habían dicho que tenías el pito más grande de todo el equipo." No supe qué decirle en ese momento, así que solo le sonreí. "¿Pero nunca has hecho nada con otros hombres, verdad? No tienes que estar nervioso. Te va a gustar." Me miró debajo de sus gruesas cejas negras y sonrío. Se acercó a mí y me plantó un beso en la boca. Yo respiré profundo y él empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos. Podía sentir los callos de sus palmas raspar mi espalda, y el aroma de su cuerpo me resultó irresistible. Aunque yo era más alto, me dijo que me pusiera de rodillas. Sabía lo que me iba a pedir, y aunque nunca lo había hecho, quería probarlo. Su pene ahora estaba completamente erecto. Era grueso, tanto como el mío, y la cabeza era igual de rosa que sus labios detrás de su prepucio. Del ojo de su glande caían gruesas gotas de pre-eyaculación. "La vas a chupar como si fuera una paleta, pero vas a hacerlo solo unos segundos y luego te la vas a sacar. Cuando hagas eso, quiero que me la jales como cuando te masturbas". Su pene se veía enorme de cerca, y yo lo veía a los ojos hacia arriba mientras me decía estas cosas. Me metí la cabeza primero a la boca. Era un sabor salado y algo agridulce, y el aroma de su vello púbico me excitó tanto que quise metérmela toda de un golpe hasta el fondo. Me di cuenta que topaba con mi garganta aunque no había entrado toda. Alan jadeaba de placer y pasaba sus dedos por mi cabello con una mano, mientras se agarraba los testículos con la otra. Se sentó en la banca del vestidor. "Quiero estar así un rato". Con su pene más abajo, fue más fácil intentar meterla hasta el fondo. Aunque mi garganta dolía cuando tocaba fondo, escuchar los gemidos de Alan me encendía tanto que intenté ignorar la molestia y me metí todo su miembro hasta el fondo. Pude notar que esto lo prendió a mil, porque tomó mi cabeza con ambas manos y empezó a embestir mi boca con su pene hasta el fondo. El movimiento era más rápido y yo empecé a toser, pero él no cedía. Su pene llenaba mi garganta y yo sentí lágrimas brotar de mis ojos. Él jadeó y dio un largo suspiro de placer, y repentinamente me apartó. "Casi haces que me venga, Alex", me dijo. "Pero ahora te toca a ti". Limpié las lágrimas de mis ojos y la saliva de mi cara, que estaba empapada. Alan me sentó en la banca esta vez, y se quedó un momento viendo mi cuerpo. "Vamos a trabajar tu torso un poco más, pero por debajo no hay nada malo". Me hizo que abriera las piernas y se puso de cuclillas. Tomó mi miembro en su mano derecha y sostuvo el suyo en la izquierda, ladeando el mío para compararlos. "Creo que va a ser el más grande que me haya metido", dijo. El aroma de nuestros cuerpos sudados en ese momento debe haber sido algo impresionante si cualquier persona hubiera entrado. Afortunadamente para nosotros, el personal del gimnasio parecía haber olvidado por completo su trabajo. Alan se introdujo mi pene en su hermosa cara. Sus labios rosas envolviendo el grueso de mi verga eran una imagen inolvidable, y yo también yo revolví su cabello mientras lo hacía. Por un momento pensé que recibiría solo sexo oral como el que yo le había hecho, pero ahora sabía que sería imposible que alguien se metiera toda mi verga a la boca, comparando con la de Alan. El largo de mi verga era toda la cara de Alan, desde su barbilla a su frente. Él se limitó a lubricarme con su mamada, y con más saliva y su mano recorrió todo el tronco de mi pene hasta la base. Luego se puso de pie y volteó su espalda a mí. "Siempre es más fácil si me siento primero", me dijo. En ese momento pude apreciar lo hermoso de las nalgas de Alan. Eran redondas y pesadas, como se podría esperar por las sentadillas y pesos muertos que hacía. A diferencia de sus muslos, apenas tenían vello. Cuando se abrió el culo para meterse un dedo con saliva, pude ver una corona de pelos negros tupida alrededor de su ano rosa, pero solamente eso. "Me lo voy a meter despacio", dijo. Siendo esta mi primera vez, accedí. Había visto videos de sexo anal en internet, pero nunca me imaginé a un compañero dándome el culo. El de Alan se veía delicioso y pensé en cogerlo con fuerza de perrito contra la pared, pero no quise tomar el control. Ante la visión de su espalda ancha y sus nalgas perfectas frente a mi, pude sentir cómo mi verga lubricada entraba por el círculo de su ano, abriendo cada centímetro a su paso. Alan jadeaba agitadamente y suspiraba "Si eres el más grande del equipo, Alex," dijo cuando mi pene seguía aún casi la mitad por fuera. "¡Qué rico, cabrón! ¡Me vas a coger así cada que vengamos al gimnasio!", dijo mientras se abría las nalgas con las manos y se deslizaba un poco más hacia la base. Yo me sentía en el cielo viendo cómo el jugador estrella del equipo se deshacía de placer en mi verga, y mi mente reparó en que Alan había dicho "el más grande del equipo". Eso significaba que había cogido con otros de su generación -- Dylan, Ariel, Gabriel, Santiago. ¿Tal vez habría cogido con alguien más de la suya? Aunque no había llegado a la base de su pene aún, Alan empezó a darse sentones algo más rápidos, y empezó a gemir de placer. "¡Sí, qué rico, Alex! ¿Te gusta cómo me partes el culo en dos? Nadie lo tiene tan gordo como tú". El ritmo se aceleró y Alan comenzó a masturbarse a medida que le entraba y salía mi palo de su ano. Me encantaba ver cómo los pelos del medio de sus nalgas se pegaban al tronco de este. Al ver que lo estaba disfrutando, tomé confianza y lo cogí de la cintura mientras se daba sentones. "Párate, te quiero dar contra la pared", le dije. Él tomó mi mano y me jaló a una orilla del vestidor, donde él puso sus manos contra la pared, parando su cola hacia mí. "Ya estoy listo para que me des con fuerza", dijo. Yo me acerqué y di un vistazo a su culo una vez más. Era una cosa monumental, con los músculos de sus muslos asomando líneas de definición, y nalgas duras y redondas. Su cintura era pequeñísima comparada con su espalda. Puse mis manos a los lados de esta y coloqué mis dedos en las líneas "v" de su pubis. "Te voy a coger como en Brazzers", le dije. "Sí, cógeme duro, cabrón". Escupí en su ano como en las películas, y eché más saliva en mi mano para lubricar mi verga. Antes de meterla pude ver lo gruesa que era comparada con su cintura. En verdad lo estaba partiendo en dos, y solo de pensarlo sentí que se endurecía aún más. De una estocada la metí toda, de punta a base y él gritó de placer. Yo podía sentir el anillo de su ano apretarme, y cómo la cabeza de mi pene tocaba las paredes de su interior. Su pene seguía duro como piedra y mientras lo penetraba empecé a masturbarlo con mi mano. Lo cogí al principio rítmicamente y él gemía una y otra vez. Me encantaba sentir la fricción de la cabeza de mi verga al fondo de su cuerpo, sabía que estaba más profundo de lo que él había tenido a ningún hombre porque sus gemidos empezaban a ser más agudos y sus jadeos entrecortados. "Alex, no mames, me voy a venir", me dijo cortando un último jadeo antes de gritar de placer. Pude sentir cómo su eyaculación sacudía por dentro sus entrañas, y la sensación terminó por hacerme llegar al orgasmo más fuerte que había experimentado hasta ese momento. Con mis dos manos tomé su cintura y lo jalé fuerte hacia mi cadera, metiendo mi verga hasta el último centímetro mientras lanzaba chorro tras chorro de mi semen dentro de Alan. Su eyaculación, también una lluvia de chorros blancos, estaba ahora en la pared y en el piso. Su pelo estaba revuelto y ambos estábamos cubiertos de sudor. Salí lentamente de su ano y besé sus hombros, saboreando la sal de su sudor. Ambos habíamos dejado la ropa tirada y cada quién recogió la suya. "¿Haces esto seguido con los del equipo?" me atreví a preguntarle. "Con algunos", me dijo". "Me gustan las morras, pero rara vez puedes hacer algo con ellas. Cuando esto se da, me gusta dejarme ir". "Yo tengo novia, pero nunca lo hemos hecho", le dije. "Seguro ella quiere," me dijo. "¿Te ha visto la verga?" "No, pero la ha tocado". "Se ha de mojar pensando en que se la metas". "No sé, no me nace como me nació esto". "Uff. Pobre de ella. Tal vez deberías probar esto con un par de compas más y decide si prefieres a los hombres". "Pues definitivamente esto me gustó. ¿Lo volveremos a hacer?" "Yo jalo, bro. Aunque ahora que sé que coges, le voy a decir a otros del equipo a ver si se animan contigo también. Igual hay que hacer algo con más personas." Regresé a casa con mil cosas en la cabeza. Definitivamente quería volver a cogerme a Alan, pero también imaginé cosas con otros compañeros. Dylan tenía el mejor culo de la escuela. Los labios rosas de Ariel seguramente se verían hermosos también envolviendo mi tronco. Me intrigaba cómo serían las vergas duras y las nalgas de todos. Al descubrir el sexo con hombres, un universo se había descubierto frente a mí, y quería conocerlo. Por lo pronto seguiría entrenando con Jonathan un tiempo más. Ahora que reflexiono, creo que debí darme cuenta de mi preferencia por los hombres antes de que Elisa me terminara, pero eso pasó cuando ya me había cogido a la mitad del salón.